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Los dos mundos (13)

Cuando la mujer indicó a Gómez y al científico que tomaran asiento, su comando fue firme, pero también adornado con una dosis de sofisticación seductora. La mesa larga que los separaba parecía ser un símbolo de la distancia jerárquica que mantenía con los que estaban un escalón abajo en el organigrama de la fundación.

Tarjeta del personal

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Nombre Sahara Shepherd Código de Identificación 972354 Ocupación Gerente de Recursos Humanos Especialización Gestión Administrativa y Personal Ubicación Piso 35, Departamento de Recursos Humanos Rango Personal Administrativo

—Bien, señores —Dijo la mujer, revisando unos archivos proyectados en el aire gracias al aparato ubicado en el medio de la mesa—Me llamaron para que evaluemos lo que ocurrió con el prisionero Thomas Smith. Me enteré de que ocurrieron ciertas irregularidades, y necesitamos aclararlas antes de tomar decisiones —Miró al científico— Marcus, ¿quiere comenzar explicando su versión de los hechos? ¿Por qué el prisionero que se le fue asignado murió inútilmente? ¿Tienes idea lo complicado que es conseguir “buenos” prisioneros? El área de logística y finanzas está muy molesta.

Marcus se inclinó hacia adelante, recuperando parte de la amargura que había mostrado antes en las puertas del vestuario, aunque ahora estaba controlada por la presencia de la mujer. Su tono de voz adoptó una postura de víctima, aunque Gómez notó el rastro de resentimiento escondido tras sus palabras.

—Es muy simple, señorita Shepherd. El agente Gómez se extralimitó durante el interrogatorio que se le fue asignado, lo cual resultó en la muerte del único sujeto de pruebas que se me ha dado este trimestre. Thomas Smith era un activo muy valioso para mi investigación. Teníamos potencialmente grandes patentes que obtener de él, y ahora todo eso se ha perdido debido a la falta de control del agente —Hizo una pausa, lanzando una mirada severa a Gómez antes de continuar— Lo peor de todo es que esto viola múltiples protocolos que hemos implementado para garantizar que estos individuos no se pierdan sus “aportaciones” al campo científico antes de que se ejecute su condena. Thomas Smith pudo haber sido clave para descubrir grandes y vitales descubrimientos.

La señorita Shepherd escuchaba atentamente, tomando notas en su terminal holográfica, sin dejar de mantener contacto visual con Marcus y, ocasionalmente, con Gómez. Finalmente, cuando el científico terminó, ella giró su atención al agente.

—Gómez, ¿tiene algo que decir sobre lo que ocurrió? —Preguntó, su tono era neutral pero directo.

Gómez se inclinó hacia atrás en su silla, soltando un suspiro antes de responder.

—Mire, señorita Shepherd, la verdad es que Thomas Smith no estaba proporcionando nada útil. No dejó de mentir y desviar mis preguntas desde el principio. En todo momento, intentó confundirme y jugar con mi juicio. El tipo no tenía nada que ver con lo que Marcus estaba buscando y, francamente, solo estaba buscando un escape. Si bien admito que el interrogatorio fue más intenso de lo planeado, la realidad es que el prisionero no estaba cooperando de ninguna manera —Hizo una pausa, buscando cuidadosamente las palabras antes de continuar— Solo estaba intentando obtener la información que Marcus me pidió obtener, pero Thomas Smith no tenía ninguna.

La señorita Shepherd levantó una ceja y, tras consultar los archivos, añadió:

—Es interesante lo que dice, Gómez. Según sus registros, usted ha sido impecable en su desempeño hasta ahora. No tiene antecedentes de excesos, y su historial muestra que ha manejado otros interrogatorios difíciles sin necesidad de violencia extrema —Sus ojos se dirigieron nuevamente hacia el archivo flotante— De hecho, su reputación en la fundación es la de alguien capaz de mantener la calma incluso en situaciones complicadas. Según nuestra querida inteligencia artificial, las posibilidades de que usted matara a Thomas Smith son de apenas un miserable “0,004%” ¿Qué pasó esta vez? Porque algo tuvo que pasar…

Antes de que Gómez pudiera responder sacando a relucir su coartada, Marcus intervino, aprovechando la pausa.

—Lo que pasó, señorita, es que el agente Gómez mandó al carajo el protocolo. No importa si Thomas Smith estaba mintiendo, eso no justifica el uso excesivo de la fuerza. Nosotros no ejecutamos las sentencias como verdugos, ese no es nuestro trabajo. Nuestra tarea es extraer todo el valor posible de estos sujetos, y Gómez ha destruido una oportunidad invaluable de que Thomas Smith se redima con la sociedad antes de su muerte —Marcus apuntó con el dedo hacia Gómez, su tono subiendo en intensidad— Violó el protocolo más básico que tenemos los científicos: obtener toda la información posible antes de que el sujeto de pruebas sea desechado. Y lo peor es que esto ni siquiera fue una decisión consciente. Fue un estallido emocional, una falta total de autocontrol. Una falta de profesionalismo sin precedentes.

La señorita Shepherd entrecerró los ojos, claramente sopesando las contundentes palabras del científico. Molesto por las acusaciones, Gómez decidió intervenir antes de que el tema escalara aún más:

—No fue un estallido emocional —Replicó Gómez con firmeza— Simplemente llegué a la conclusión de que Thomas Smith no iba a darnos nada útil. Ya había pasado por decenas de horas de interrogatorio sin ningún resultado concreto. El tipo solo seguía dando vueltas y jugando con mi tiempo. Sí, lo apreté más de lo debido, pero es fácil decir desde el lado de los científicos que todo prisionero tiene valor, cuando ustedes no están sentados frente a estas personas tratando de sacarles lo que esconden.

Shepherd lo miró detenidamente por un momento antes de hablar, con un tono más suave, pero igualmente firme:

—Gómez, entiendo que estos interrogatorios pueden ser frustrantes, pero nosotros no tenemos el lujo de “adelantar” la muerte de un sujeto condenado simplemente porque no coopera en ese momento. Nuestro trabajo aquí es más grande que una sola sesión de interrogatorio. Estamos legal y moralmente obligados a sacar el mayor provecho posible de estos individuos, por mucho que se nieguen a cooperar.

Gómez sintió la creciente tensión en el ambiente, por el momento todo iba según lo planeado. Dejar rastros de culpabilidad en donde la verdadera causa fuera un exabrupto y luego dar el salto final y lanzar una cortada falsa que embarre más la verdad. Pero Marcus aprovechó la oportunidad para añadir más leña al fuego.

—El protocolo, Gómez, existe por una razón. Los sujetos no son solo muertos andantes. Son una fuente inagotable de datos, y no podemos darnos el lujo de desperdiciar ese recurso. Sabes muy bien que el procedimiento es claro: mantener la calma, buscar inconsistencias, seguir el curso de las preguntas lógicas y extraer lo posible hasta que el interrogado se quiebre emocionalmente. Pero lo que tú hiciste fue impulsivo, y ahora estamos pagando las consecuencias.

La señorita Shepherd mantenía su mirada fija en Marcus, tomando nota de cada palabra mientras su expresión permanecía tranquila, aunque un destello de curiosidad se asomaba en su rostro. Gómez se mantenía en silencio, sintiendo cómo el ambiente de la sala se tensaba con cada palabra del científico. Marcus, sin embargo, empezaba a mostrar señales de incomodidad, sus manos ligeramente temblorosas mientras intentaba mantener su compostura. La mujer parecía percibirlo.

—Entonces, Marcus —Dijo ella con tono calmado, pero inquisitivo, inclinándose ligeramente hacia adelante— A estas alturas no tengo duda alguna que el agente Gómez violó el protocolo. Pero, ¿por qué usted lo mandó a proceder con un interrogatorio sin contar con las autorizaciones pertinentes?

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Marcus se quedó paralizado por un segundo, claramente tomado por sorpresa ante la pregunta directa de Shepherd. No podía decirle abiertamente que los científicos estaban más que dispuestos a meterse los nuevos protocolos por el culo con tal de alcanzar resultados, ni que el responsable de todo aquel circo era el jefe de todos los científicos, un dinosaurio muy viejo y demasiado arrogante para preocuparse por las nuevas reglas. En los niveles inferiores de la fundación, las cosas no eran tan limpias ni estructuradas como a Shepherd le gustaba pensar. Ella vivía en una burbuja, mientras abajo las normas se retorcían a conveniencia del mejor postor.

Observando el titubeo de Marcus, el agente Gómez dejó que una sonrisa de satisfacción se le escapara por un segundo. Finalmente, las cartas caían en el lugar correcto; la justicia empezaba a asomar, aunque solo fuera por un instante. Sin embargo, la satisfacción le dio paso a la cautela, y Gómez reprimió la sonrisa, volviendo a una expresión neutral aunque algo torpe. Marcus no pasó por alto el gesto y lo miró con desprecio, pero optó por mantener el control. Se aclaró la garganta antes de responder, utilizando su habitual enfoque técnico como defensa. Una buena táctica. Todos en esta habitación eran unos idiotas si se lo comparaba con su genio.

—Bueno, señorita Shepherd, el motivo del interrogatorio no era un simple capricho. Verá, estábamos lidiando con información que potencialmente podría haber alterado nuestras investigaciones en curso. Thomas Smith, aunque difícil de manejar, mostraba indicios de haber sido alterado por el objeto ZJ35, logrando conocer… algo. Algo que, hasta ahora, se nos había escapado —Hizo una pausa, como si tratara de encontrar las palabras adecuadas— Tras haber sido alterado por el objeto que investigábamos. Estaba convencido de que tenía conocimientos sobre una criatura exótica. Un ser que, según nuestras observaciones preliminares, podría redefinir lo que conocemos sobre el “otro mundo“. Es por eso que el interrogatorio era simplemente una parte de mis investigaciones, no un capricho personal. Ni mucho menos algo fuera de los protocolos.

Gómez estuvo a punto de escupir sangre de la rabia al escuchar la declaración de Marcus. Para cualquier agente, era obvio que el pequeño científico estaba mintiendo. En primer lugar, Marcus era un especialista en desapariciones, ¿qué demonios hacía investigando un objeto que supuestamente revelaba información? Era ridículo. Pero claro, la gerente de recursos humanos seguramente jamás había pisado los pisos inferiores de la fundación en su vida, lo que la hacía increíblemente fácil de engañar.

Sin perder la compostura, Marcus lanzó una mirada cómplice a Gómez. Era el tipo de mirada que decía sin palabras: “Si te quedas callado, te haré sufrir menos esta reunión”. Era una oferta tentadora, claro, pero lo que verdaderamente le resultaba irresistible a Gómez era la “cortina de humo” que la coartada de Marcus le estaba ofreciendo. De repente, Thomas Smith dejaba de ser un hombre con secretos peligrosos, pasando a ser un don nadie que, tras una revelación “divina”, había comenzado a delirar información carísima. Con esa versión, Gómez podía deslizarse fuera de la tormenta sin levantar ninguna sospecha. Era imposible negarse a tan buena fortuna. Lo que antes parecía un desastre, ahora comenzaba a alinearse como si el “universo” buscará protegerlo.

Con un gesto sutil, Marcus activó las pantallas holográficas de la sala. Varias proyecciones de datos comenzaron a flotar alrededor de la mesa, imágenes y cifras complejas que saturaban el aire con una atmósfera casi asfixiante de información. Era una táctica que Marcus conocía bien: abrumar a la audiencia con detalles para desviar la atención de lo que realmente importaba.

Mientras Marcus manipulaba los hologramas, deslizó discretamente la información, mostrando imágenes borrosas y datos incompletos sobre una criatura indescifrable. Era un truco visual eficaz: mucha información técnica, poca sustancia. La señorita Shepherd, que observaba los gráficos con atención, levantó una ceja, claramente no entendía nada de lo que veía, pero no podía declararlo públicamente. Sus ojos, astutos y fríos, se movían entre los hologramas y el rostro de Marcus, quien parecía confiar en el impacto de la tecnología más que en sus propias palabras.

—¿Así que se trata de una criatura exótica? —Repitió Shepherd, dejando que el interés creciera en su voz— ¿De qué clase de criatura estamos hablando exactamente? —Su tono cambió ligeramente, adoptando un matiz más comercial— ¿Algo vendible? ¿Una mascota adorable tal vez? ¿Un guardián protector? ¿O un amante empedernido? —Luego, su tono se oscureció un poco— O mejor aún, ¿algo con poderes sobrehumanos que podamos utilizar? Explíquese mejor, Marcus.

Marcus, ahora más confiado tras la activación de las pantallas holográficas, deslizó su mano con elegancia sobre el panel y el holograma central cambió a una imagen borrosa y distorsionada. En el aire flotaba la representación etérea de un organismo indefinido, amorfo, que parecía vibrar en la nada, como si no perteneciera ni al espacio ni al tiempo que conocían. Se asemejaba a un fantasma o a una de las tantas sombras que habían acechado en la escuela secundaria St Patrick. Los ojos de la señorita Shepherd se entrecerraron ligeramente, visiblemente interesada, mientras Marcus aprovechaba el momento para afianzar su posición.

—Verán —Dijo, moviendo las manos con precisión entre los controles holográficos— Lo que estamos viendo aquí no es una simple anomalía. Smith, antes de su muerte, mencionó tener información clave sobre una especie que, hasta donde sabemos, tiene muy pocos precedentes en nuestros registros. Hablamos de una entidad exótica, algo que nosotros llamamos: “Los Observadores” —Con un simple gesto, la imagen etérea cambió, transformándose en una serie de gráficos complejos— Estas criaturas, si podemos llamarlas así, no se parecen a nada que hayamos encontrado antes.

Marcus pausó, observando la intriga en los ojos de Shepherd. Sabía que tenía que ser meticuloso en su explicación. Era una oportunidad única para desviar la atención de cualquier problema que derivará del interrogatorio “ilegal”.

—Los observadores no son seres que podemos cazar o domesticar, señorita Shepherd. No estamos hablando de mascotas ni de juguetes sexuales—Continuó Marcus con un leve tono de burla— Lo que realmente los hace valiosos no es su forma física, sino el conocimiento que poseen. Según nuestras teorías más avanzadas, estos seres tienen una capacidad innata para moverse entre diferentes planos de existencia, lo que nosotros denominamos “niveles”. Imaginemos por un momento que podemos entablar una conversación con alguien que ha tenido acceso ilimitado a estos otros mundos, que ha existido en un plano paralelo desde el comienzo de la historia humana —Hizo una pausa para dejar que la magnitud de la idea esté clara— El potencial es infinito. Solo una pequeña fracción de la información que poseen podría cambiar todo lo que creemos saber sobre la vida, la muerte, e incluso la misma estructura del “otro mundo”.

Con un nuevo gesto, el holograma cambió, revelando una figura antropomorfa, alta y encorvada, que parecía retorcerse ligeramente en su forma. Era un ser con la apariencia de un anciano de piel grisácea, pero lo que destacaba eran sus múltiples ojos, distribuidos de forma irregular por todo su cuerpo, cada uno parpadeando de manera independiente. De sus extremidades brotaban brazos y piernas adicionales, delgados y alargados, que parecían moverse con vida propia. Irradiaba una energía pulsante, densa y etérea, que parecía distorsionar el espacio a su alrededor.

—Este es uno de los tres especímenes con los que la humanidad ha tenido contacto —Dijo Marcus— Siendo este el único que se dignó a hablarnos. No pudimos contener a ninguno por mucho tiempo. Los otros dos “murieron” en instalaciones secretas —La figura se disolvió y fue reemplazada por la imagen de una planta, extraña, pero vagamente similar a una roza, con pétalos fluorescentes que parecían cambiar de color con el tiempo— Como pudieron ver, los Observadores no tienen una forma fija. Pueden adoptar cualquier figura, ya sea una criatura biológica o incluso algo que desafía nuestras nociones de lo que es “vida”. Simulan su existencia tomando la forma de otras entidades. Aunque sabemos muy poco de lo que ocurre realmente, ya que la mayoría de lo que conocemos lo sabemos por interacciones con otras criaturas del otro mundo.

Shepherd frunció el ceño ligeramente, evaluando la información. Marcus lo notó y decidió profundizar en los detalles que sabía captarían su interés:

—Estas criaturas, en esencia, parasitan otras formas de vida. Insertan su “esencia” o “alma” en organismos en gestación o en crecimiento, y durante todo el ciclo de vida de la criatura huésped simulan su vida a la perfección. Observando el mundo a través de sus ojos. Hemos estudiado sus cadáveres, y no hemos encontrado diferencias biológicas entre un observador y la especie que eligieron parasitar. Sin embargo, hay dos características que los diferencian radicalmente de cualquier otra entidad viva: la inmortalidad y su alta capacidad de viajar entre niveles o planos de existencia.

—Imaginemos por un momento —continuó— Que podemos controlar este poder. Un ser inmortal, capaz de moverse entre niveles del otro mundo a voluntad, podría tener acceso a una cantidad inimaginable de información. No solo sobre lo que ocurre en nuestro plano, sino sobre lo que ha ocurrido en otros. Estos Observadores son testigos de la evolución de civilizaciones enteras, capaces de intervenir, alterar y manipular lo que sucede en cualquier nivel que decidan visitar. Si logramos establecer una comunicación con uno de ellos, podríamos aprender a controlar estos viajes, cruzar dimensiones desconocidas a voluntad —Marcus hizo una pausa, observando a Shepherd con atención— Las posibilidades son ilimitadas: acceder a conocimientos prohibidos, alargar la vida, incluso evadir la muerte.

La sala quedó en silencio por un momento. Shepherd, normalmente imperturbable, se mostró visiblemente interesada, aunque trataba de mantener su compostura. No entendía mucho del tema, no tenía por qué hacerlo, ya que esta no era su área de experiencia. Pero el hecho de que solo se tuviera información de 3 especímenes en toda la historia de la humanidad, hacía que obtener información de un cuarto espécimen fuera un descubrimiento monumental para el pequeño laboratorio 32.

Shepherd asintió lentamente, mientras la promesa de destacar resonaba en su mente. Marcus había conseguido lo que quería: desviar la atención de los errores cometidos y enfocar la conversación en otro punto. La sala cayó en un breve silencio. La mirada de la señorita Shepherd se tornó aún más afilada, y su interés era evidente. Se inclinó hacia Marcus, sus seductores ojos fijos en los de él, como si intentara leer su mente:

—¿Y qué dijo Thomas Smith sobre estos “observadores”?

—Thomas afirmó que los observadores no solo están aquí para observarnos, sino que influyen en nuestro comportamiento de maneras que aún no entendemos. Supuestamente, están presentes en todos los niveles. Se mueven entre las sombras, invisibles para la mayoría, excepto para personas con capacidades especiales. Tras ser afectado por el objeto ZJ35, Thomas se describía a sí mismo como un experto sobre los observadores. De ahí surgió mi interés por hacer el interrogatorio—Hizo una pausa, nuevamente había mentido a medias y Gómez lo sabía, pero por la expresión de Shepherd su mentira había pasado sin la menor duda— Aunque por desgracia no obtuvimos toda la información que esperábamos. Ya que Thomas Smith fue destrozado por este cavernícola.