Novels2Search

El interrogatorio (5)

—¡Está bien! ¡Te diré todo lo que sé! —Gritó desesperadamente, su voz desgarrada por el miedo— ¡El libro no importa! ¡El ritual no existe! ¡Lo inventé para distraerte, para obtener un contrato de verdad! ¡El artefacto es la clave! ¡Es lo único que puede detener lo que está por ocurrir!

—¿Acaso crees que soy un idiota? —Preguntó Gómez, su voz impregnada de desprecio— Esa información que me das es inútil. ¿Qué me garantiza que el libro siquiera existe? ¿El ritual no existe? Si no existe, ¿por qué existiría el artefacto? ¿Que no era necesario en el tercer paso del ritual?

Sin previo aviso, Gómez levantó su mano y golpeó la mesa con una fuerza violenta. El sonido del impacto resonó en las paredes de cemento, y Thomas saltó en su silla, su cuerpo temblando con el golpe de miedo. La habitación se llenó de un eco ominoso mientras Gómez se acercaba aún más, su rostro a solo unos centímetros del de Thomas.

—¡No me hagas perder el tiempo! —Gritó Gómez, su voz cargada de ira.

Con un movimiento rápido y brutal, Gómez levantó su mano y descargó un golpe directo en la nariz de Thomas. El impacto fue tan fuerte que la cabeza de Thomas se inclinó hacia un lado, y la sangre brotó de su nariz, mezclándose con las lágrimas de desesperación que rodaban por sus mejillas.

—¡Vamos, habla! —Ordenó Gómez, su voz resonando en la habitación mientras sus golpes continuaban. Cada impacto era más fuerte y más violento que el anterior, con una intensidad que hacía temblar la silla de Thomas. Los grilletes metálicos de la silla se sacudían con cada golpe, y el sudor y la sangre se mezclaban en el rostro de Thomas.

—¡Para, por favor, para! —Gimió Thomas, sus palabras entrecortadas por el dolor. Gritaba y sollozaba, su cuerpo convulsionando con cada golpe. La desesperación se apoderaba de él, y sus súplicas se volvían cada vez más incoherentes.

Gómez, sin mostrar ninguna señal de compasión, continuó golpeando a Thomas con una furia implacable. Los gritos de Thomas se volvían cada vez más desesperados y ahogados, mientras su rostro se deformaba por el dolor y la sangre.

—¡Habla! —Rugió Gómez, su voz llena de rabia— ¡Dime todo lo que sabes!

Thomas, al borde del colapso, comenzó a suplicar de manera incoherente. Su cuerpo estaba cubierto de moretones, y la sangre continuaba fluyendo de su rostro. La desesperación y el miedo lo habían llevado al límite.

—¡Está bien, está bien! —Gritó Thomas, su voz rota por el dolor— ¡Te lo diré todo! ¡Lo que sea que quieras saber! ¡No aguanto más, por favor, deja de golpearme!

Gómez se quedó inmóvil, la vara de metal aún en su mano, respirando con fuerza mientras observaba a Thomas con una mirada penetrante. Había roto la voluntad del prisionero, y sabía que ahora, por fin, estaba al borde de obtener la verdad.

Thomas jadeaba, su cuerpo temblaba convulsivamente, sus ojos enrojecidos de terror y agotamiento. La sangre manchaba su rostro y el sudor frío que cubría su piel lo hacía parecer aún más patético. Sabía que no tenía más opciones, que su destino estaba completamente en manos de Gómez.

—Bien… —Murmuró Gómez, su voz profunda y cargada de un peligro subyacente— Has tomado la decisión correcta, Thomas. Ahora, empieza a hablar —Dio un paso hacia adelante, bajando la vara, su mirada fija en los ojos desorbitados del prisionero— Y hazlo rápido.

Thomas sollozaba entre respiraciones cortas, tratando de encontrar las palabras, luchando por controlar su miedo. Gómez lo miraba con una paciencia perversa, como un depredador que espera que su presa se desangre antes de devorarla.

—Escucha bien —Continuó Gómez, su voz baja y acaramelada, cargada de una promesa de esperanza—Si lo que me dices vale la pena, tal vez, solo tal vez, puedas ser útil para nosotros. Tal vez puedas empezar de nuevo, con una nueva identidad. Todo esto será solo una triste anécdota, algo que olvidarás con el tiempo. Volverás a sentir el calor de tu esposa y el amor de tus hijos.

La cabeza de Thomas se inclinó hacia abajo, su rostro aún más devastado por el golpe psicológico. Sentía cómo las palabras de Gómez penetraban su mente como un veneno lento, haciéndole creer en una posibilidad que parecía imposible. Gómez, percibiendo su fragilidad, inclinó la cabeza ligeramente, observando de cerca el efecto que sus palabras tenían en el prisionero.

Unauthorized use of content: if you find this story on Amazon, report the violation.

—Pero si me das mierda otra vez, te juro que esta pesadilla también la sufrirán tus hijos.

Los ojos de Thomas se abrieron desmesuradamente. Una sombra de terror absoluto cruzó su rostro en ese instante, mientras sus labios temblaban sin emitir sonido alguno. El miedo a lo que le podría suceder a sus hijos se apoderó de su mente, desgarrando cualquier resistencia que aún quedaba en su interior.

—¡Te lo diré todo! —Gritó Thomas, su voz desgarrada y desesperada — La clave de todo está en la última investigación privada del historiador Oliver Murphy. Él nunca reveló esta información a nadie. Se la llevó consigo a la tumba. Pero yo estuve involucrado en la investigación, conozco los detalles que “ellos” no quieren que se sepan. ¡Es por eso que “ellos” me querían muerto! ¡Es por eso que “ellos” enviaron a las sombras!

—¿Oliver Murphy? —Repitió Gómez, su tono cargado de escepticismo. Sin moverse, presionó un botón oculto debajo de la mesa y una grabadora comenzó a funcionar, su suave zumbido llenando el aire — No sé quién es Oliver Murphy. Lo que me importa es la verdad, no nombres que suenan interesantes. ¿Tienes algo más que ofrecerme?

—¡Búscalo en internet! —Gritó Thomas, su voz llena de frustración— Lo más probable es que luego de conocer quién es, irás a conseguir que un investigador venga a garantizarme mi nueva identidad.

Sin mostrar ninguna reacción, Gómez tomó un dado negro de su bolsillo. Lo colocó sobre la palma de su mano y lo tocó con la yema de su dedo. En un instante, el dado comenzó a deformarse, transformándose en un moderno celular de última generación. El agente mencionó el nombre de Oliver Murphy en voz baja y, casi de inmediato, una serie de resultados aparecieron proyectados en el aire. Gómez revisó la información con detenimiento, su mirada se tornó más intensa a medida que leía los detalles sobre el historiador. La preocupación creció en sus ojos, y un aire de misterio comenzó a envolver la sala. Gómez se volvió hacia Thomas con una expresión que indicaba que había llegado el momento de profundizar en el asunto.

—¿Cómo conociste al exministro de cultura? —Preguntó Gómez, su voz grave y cargada de sospecha—Dime, ¿cuál era tu relación con el exministro?

—Éramos amigos y nos conocimos en la facultad —Respondió Thomas rápidamente— Fui ayudante de su cátedra por varios años. Esto creó una gran relación entre nosotros y provocó que yo terminara ayudándolo en varias de sus investigaciones privadas. Esa información es pública y mi nombre figura en varios documentos científicos. Mi familia incluso recibe regalías de esas investigaciones.

Gómez, que seguía examinando los datos en su celular, levantó una ceja con escepticismo. Su sonrisa se volvió una mueca fría y calculadora.

—Así que tu familia recibe regalías… —Comentó Gómez con una sonrisa helada, mientras verificaba la existencia de Thomas Smith en la investigación de Oliver Murphy— ¿No era que tu esposa estaba sufriendo para alimentar a tus hijos?

La pregunta de Gómez golpeó a Thomas como una bofetada.

—¿Por qué ocultaste esa información? ¿Qué más estás escondiendo? ¿Cuánto más planeas mentirme, Thomas?

—Solo quiero salir vivo de este lugar, vivir una vida normal con mis hijos. Por favor, ayúdame… nunca quise matar a esos chicos, no tuve otra opción…

—No te voy a ayudar hasta que me digas todo lo que sabes. Y no estoy hablando de mentiras a medias. Estoy hablando de la verdad completa. Si estás escondiendo algo, lo descubriré, y no me importará el costo.

Sin dar tiempo a Thomas para responder, Gómez levantó su mano y le propinó un golpe violento en la cara. El impacto fue tan fuerte que Thomas quedó tambaleándose en la silla, su rostro se inclinó hacia un lado, y una mezcla de sangre y lágrimas se derramó de su nariz y su boca. Gómez no se detuvo. Cada golpe era un recordatorio brutal de que no había escape. La silla de Thomas crujía con cada impacto, y el suelo se llenaba de manchas rojas mientras la sangre caía de su cuerpo.

—¡No más mentiras! —Gritó Gómez, su voz cargada de rabia— ¡No puedo permitir que te escapes con mentiras! ¡Te voy a romper hasta que me des la verdad!

—¡Está bien, está bien! —Gimió Thomas, su voz rota por el dolor— ¡No aguanto más, por favor, detente!

Gómez hizo una pausa, observando al prisionero mientras recuperaba la compostura. Cuando finalmente habló, su voz era suave pero impregnada de una autoridad inquebrantable. El cambio repentino en el comportamiento del agente, sugería un posible trastorno de personalidad múltiple, pero Gómez sabía que su trabajo consistía en un delicado juego de equilibrio, de tira y afloja. A veces, era necesario ser el policía bueno, otras, el malo. En esta ocasión, debía encontrar el punto exacto entre ambos extremos. Sabía que enfrentarse a una mente rota o fragmentada requería tacto; una dosis controlada de empatía y firmeza. No podía permitirse ser demasiado blando o solo obtendría mentiras, pero tampoco podía aplicar demasiada presión o el prisionero se rompería. En situaciones como esta, la clave era calibrar su enfoque, ser tan flexible como lo exigiera el momento.

—Cuanto más cooperes entregando la información que sabes, más podré ayudarte, Thomas. No puedo garantizar lo que pides. Pero si la información que entregas ayuda a que la gente viva más tranquila, estoy seguro de que hay personas dentro de la fundación que podrán ayudarte a reunirte con tu familia.