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Esencias Mágicas [Español]
83.Zona De Comercio

83.Zona De Comercio

La última noche que se vieron, Danity, su amiga, le pidió de forma preocupada que le dijera a su hermano mayor que se alejara de la cosecha de hongos este año, debido a que las hadas iban a reclamarlo todo para fines de recursos internos. Rufus, el hermano mayor de la chica, evidentemente desobedeció a Dani, debido a que la comercialización de esos hongos les daba sustento a la familia. El muchacho fue arrestado por robar cosechas en terreno restringido por las hadas, pero el tiempo de arresto e investigación había extendido del normal, además le habían prohibido hablar con su hermana menor.

. . .

Richard y Vitaly, tenían dos días escapando del consejo mágico en terreno nostólogo, hasta que consiguieron un lugar tranquilo con la ayuda de Danity, y con la magia de las dos pudieron ocultar una casa abandonada del mapa, casi indetectable, al menos por los siguientes días.

—Y entonces, ¿tu hermano fue acusado de homicidio? —decía Richard, que después de unos días estaba terminando de enterarse de todo, ya que no tenían casi nada de tiempo para hablar al estar escapando del concejo.

—Si, y ya les dije que no pudo haber sido, porque el nació sin magia, pero no lo quieren dejar en paz —le respondía Vitaly, mientras comían unas semillas y raíces que Dani les había traído, la hada se encontraba vigilando ya que algunos agentes del concejo habían terminado de inspeccionar un lugar cercano.

Danity estuvo escuchándolos desde lejos, se notaba preocupada, no solamente por vigilar, si no por la atmosfera tensa. Dejó de vigilar y se acercó con los chicos. Dani era una niña de seis años físicamente, pero en realidad tenía ya veinte años de edad, y tampoco se podría decir que tenía la madurez de un humano promedio de esos años, ya que creció en un entorno muy diferente.

Sus alas eran hermosas, se transparentaban y tenían un tono morado uva que, al cambiar su ángulo de luz, brillaban, sus manos tenían cuatro dedos y sus pies también, llevaba unos adornos en sus tobillos, ya que sus extremidades inferiores las suelen llevar desnudas, portaba un vestido color uva pálido de seda que no mostraba costuras, parecía que la tela fue envuelta en ella a voluntad, la ropa no portaba pedrería, pero sus brazaletes de oro blanco tenían incrustados unos trozos de jade y amatista, haciendo juego con un collar de zafiro en su cuello que descansaba en su clavícula, su cabello era del color de la noche, que se extendía hasta sus codos. Sus orejas eran totalmente puntiagudas, y sus rasgos eran exquisitos con un destello en sus ojos que nunca desaparecía.

Una vez que la hada se integró con los demás, su amiga le preguntó si llegó a ver a alguien, pero tuvieron la suerte de que ella no vio a nadie del concejo.

—Y no entiendo realmente, ¿Por qué no te dejaban en paz esos agentes? —Richard continuaba aclarando sus dudas.

—Porque como no tenemos padres, mi hermano me cuidaba y con él arrestado, me iban a mandar a un internado a la espera de su juicio, y probablemente nunca saldría hasta tener mayoría de edad.

Terminó de comprender, al final se trataba del comportamiento de una niña, pero era verdad que después de saber que su hermano mayor era un gríseo aun no era puesto en libertad. Pensó en recurrir a alguien, pero primero decidió ir con cautela.

—Dani, ¿nos podrías ayudar? necesitamos pasar desapercibidos, tenemos que ir a comprar alimento y agua.

—Si, pero tengan mucho cuidado —ella emanaba un aura de destellos y su rostro tenía algo más que preocupación, Richard podía leer su rostro, ella sabía algo importante, pero no quería compartirlo, pero como su hambre ya era algo que se necesitaba atender lo postergó.

El aire que envolvía a la niña y al chico tenía partículas brillantes, que estaban girando en órbita. A Richard le salió un bigote prominente de morsa y sus cejas se poblaron, sus orejas se volvieron puntiagudas y su complexión se hizo más ancha, y por último su cabello se tornó café avellana con abundantes canas.

Levantó sus manos, y las distinguía semejantes a las del tío de Lía, Paul, desgastadas con los años y con algunas manchas de piel. Al hacer un sonido con su voz en señal de asombro también notó que su voz había cambiado, era mas grave y rasposa, a él no le costaba hablar, pero parecía que la voz necesitaba un vaso de agua y afinar su garganta.

—¿Estas bien? —preguntó Vitaly, ya que percibió dificultad al hablar en Richard, a lo que éste le responde que si, que así era la voz que le colocó Danity.

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En cambio, Vitaly, también fue convertida en hada, igual que Richard, sólo que la piel de la niña se tornó canela, con cabello color verde y rizado, con sus orejas puntiagudas y su voz no tuvo mucho cambio.

—Muchas gracias, Danity —dijo Richard convertido en viejo, que emanaba un aura cálida.

En el bullicioso corazón de la zona nostóloga, se encontraba una vibrante zona de comercio que atraía a mercaderes y compradores de todos los rincones de las elementálias. Las calles, pavimentadas con adoquines irregulares, resonaban con el murmullo de conversaciones, el regateo de precios y el alegre tintineo de monedas de diferentes ciudades. Bajo el cielo despejado, una variedad de puestos de comercio se extendía a lo largo de una amplia plaza central, cada uno con su propia mezcla de productos exóticos y cotidianos.

—Por cierto, Vitaly... ¿Qué moneda utilizan los Magicsy? —le preguntaba Richy, antes de entrar en todo el gentío.

—Fanticos, tengo algunos, ¿y tu? —Decía Vitaly, tintineando sus monedas.

—Tengo algunas Chispas y Glaceónes.

—¿Dices que has estado en Pyronia y en Glaciora? Esos son lugares de los Bloodfire y Darkfrost.

—Pues si, en Hydralis no necesité comerciar, así que no tengo monedas de los Aquamoon.

—¿También en los Aquamoon? ¿Por qué tienes tantas monedas de diferentes lugares? —preguntaba asombrada la niña, gracias a que su hermano comerciaba en esa zona, sabía las diferentes monedas de las elementálias, pero lo más importante es que Richard reaccionara muy normal, ya que las Chispas era la moneda con mayor apreciación de las elementálias mágicas.

Uno de los puestos más grandes y concurridos estaba dedicado a los abarrotes. Ahí, se podían encontrar sacos de granos como trigo, cebada y avena, apilados en montones ordenados. Los vendedores ofrecían pan recién horneado, quesos curados de diversas regiones y barriles de salazón con pescados y carnes conservadas. Jarras de miel dorada y frascos de mermelada de frutos silvestres se alineaban en las estanterías.

Cerca, otro puesto estaba cubierto con toldos de vivos colores y ofrecía una amplia gama de especias. Sacos llenos de canela, clavo, nuez moscada y azafrán esparcían un aroma embriagador que competía con el olor del incienso y los aceites esenciales. En tarros de vidrio y cerámica se mostraban exóticas mezclas de especias provenientes de tierras lejanas, como el cardamomo de Dimterra y el pimentón de los bosques universales de la elementália de los Seedwoods.

Otro puesto estaba dedicado a las frutas y verduras frescas. Había cestas rebosantes de manzanas, peras y uvas, junto a pilas de zanahorias, nabos y coles. El vendedor, un hombre robusto con mejillas rosadas y orejas de conejo, ofrecía degustaciones de las frutas más jugosas, mientras describía con entusiasmo la frescura de sus productos y las granjas de donde provenían, ya que aseguraba que sus productos eran los más deliciosos de la zona.

Un poco más adelante, se encontraba el taller de un artesano de cuero. El olor a piel curtida llenaba el aire mientras el artesano mostraba su destreza con cuchillos y agujas, creando cinturones, botas, bolsas y armaduras ligeras, la manera en la que aseguraba sus ventas era creando un número acrobático con sus herramientas. Los colores oscuros del cuero contrastaban con las intrincadas herramientas y adornos metálicos que decoraban sus productos. Los aventureros y locales a menudo acudían a este puesto en busca de equipo resistente y bien hecho, o solamente a ver al artesano hacer su atracción.

En un rincón más lujoso de la plaza, los joyeros y orfebres exhibían sus deslumbrantes creaciones. Mesas cubiertas con terciopelo sostenían anillos, collares y brazaletes elaborados con oro, plata y piedras preciosas. Los joyeros trabajaban en sus bancos, tallando y puliendo gemas, mientras los clientes examinaban con interés las piezas brillantes bajo la luz del radiante sol.

La zona de comercio también albergaba puestos dedicados a la venta y exhibición de animales, tanto comunes como fuera de serie. Jaulas de madera y metal contenían aves de colores vibrantes y pequeños mamíferos, pero lo más impresionante eran las criaturas mágicas. Un mercader de dragones miniatura mostraba sus criaturas en jaulas reforzadas. Estos pequeños dragones, del tamaño de un gato doméstico, tenían escamas iridiscentes y lanzaban pequeños chorros de fuego al aire. Cerca, un vendedor de cuervos jóvenes ofrecía ejemplares que, aunque pequeños, ya mostraban las majestuosas alas y las garras afiladas de sus parientes adultos.

Un puesto particularmente popular era el de los fenrios, criaturas similares a los lobos pero con un pelaje plateado que brillaba con luz propia y ojos de un azul intenso. Estos animales eran conocidos por su lealtad y habilidades mágicas menores, y a menudo eran buscados como guardianes y compañeros.

No podían faltar los puestos dedicados a la hechicería y los objetos mágicos. Mesas cubiertas de libros encuadernados en cuero viejo, frascos de pociones burbujeantes y bastones y ramas talladas finamente, atraían a magos y curiosos por igual. Los vendedores, vestidos con túnicas adornadas con símbolos arcanos, ofrecían talismanes de protección, piedras de visión y pergaminos con hechizos antiguos, pero ninguno de ellos era ilegal, por ende, no eran tan poderosos.

Cerca del centro de la plaza, el sonido del martilleo resonaba desde la forja de los Herreros Tortuga. Aquí, espadas, escudos y armaduras de todas las formas y tamaños se exhibían orgullosamente. Los guerreros y aventureros probaban el peso y el equilibrio de las armas, mientras los herreros, con rostros ennegrecidos por el hollín, continuaban su trabajo sin descanso.

Un puesto colorido estaba dedicado a las telas y vestimentas. Rollos de seda, lana y lino en todos los colores imaginables colgaban de las vigas del puesto. Los sastres y modistas mostraban trajes confeccionados con habilidad, desde túnicas sencillas hasta elaborados vestidos de corte.

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