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Esencias Mágicas [Español]
71.¡Quiero Proteger A Todos!

71.¡Quiero Proteger A Todos!

El entrenamiento continuaba, no le brindaban el suficiente tiempo para cerrar los constantes debates en su cabeza. El enfoque firme de Thalos y la frialdad de Elára, juntos con las siluetas manifestándose cada noche hacían que el muchacho no encontrara la luz al final del túnel, se sostenía del barranco con un hilo delgado, luchando por no caer.

Tiempo después con su entrenamiento, Richard se encontró frente a Thalos en el oscuro y lúgubre patio del templo. El mentor lo miraba con su habitual severidad, una mirada que había llegado a reconocer como un impulso hacia la superación.

—Hoy, enfrentarás la Prueba del Laberinto Oscuro,—anunció Thalos, con su voz firme y resonante—. Es una prueba diseñada para confrontarte con tus mayores miedos. Debes superarlos para avanzar en tu camino hacia el Gris Definitivo.

Richard asintió, sintiendo un nudo de aprehensión en su estómago. Sin embargo, la determinación en sus ojos no vaciló. Sabía que esta prueba era crucial para su desarrollo y no podía permitirse fracasar. El laberinto se erguía ante él, sus paredes de sombras y oscuridad parecían pulsar con una energía siniestra. Tomando una respiración profunda, Richard se adentró en el laberinto, sintiendo el peso opresivo de la oscuridad envolviéndolo.

A medida que avanzaba, las ilusiones comenzaron a manifestarse. En el primer recodo, vio a Daster, su enemigo mortal, en toda su aterradora gloria, burlándose de su fracaso. La voz de Daster resonaba en su mente, llena de desdén y crueldad.

—¿Crees que puedes vencerme, Richard? Eres débil, siempre lo has sido.

Richard cerró los ojos por un momento, recordando las enseñanzas de Thalos y Elára. Abrió los ojos con una nueva resolución y avanzó, la figura de Daster se desvanecía en la oscuridad. En otro giro del laberinto, se encontró con una visión de sí mismo, un reflejo de su yo más joven, lleno de inseguridad y dudas. El joven Richard lo miraba con ojos tristes.

—Nunca serás lo suficientemente bueno. Siempre estarás en la sombra de tus propios miedos. Nosotros no debimos ser el Lux Carrier. Termina con esto. Realmente todos te han abandonado, incluyendo a tu madre, ¿Dónde está ella? ¿Qué apoyo significa para nosotros? Ninguno.

Richard sintió un dolor profundo al ver esa versión de sí mismo, pero en ese momento, comprendió algo crucial. Su mayor enemigo no era Daster ni la oscuridad exterior, sino su propia falta de madurez y conocimiento. Había permitido que sus inseguridades lo controlaran durante demasiado tiempo. Se forzaba a comprender y usar la magia, creyendo que sería su herramienta primordial, se consideraba una carga y no alguien valioso, realmente sentía la ausencia de las personas, pero él también es ausencia en las demás.

—Ya no eres esa persona —se dijo a sí mismo, con voz firme—. Has crecido, has aprendido. No dejarás que el miedo te domine.

Con cada paso, comenzó a darse cuenta de que la clave para superar el laberinto no estaba en evitar sus miedos, sino en enfrentarlos y aprender de ellos. La madurez y el conocimiento que había adquirido en su entrenamiento le daban la fuerza para confrontar cada ilusión con valentía y sabiduría.

—¿Por qué sigues torturándote tanto? hace ocho años sólo eras uno del montón deseando demostrar lo que valías, y demostrabas ser inmaduro, constantemente. Diciéndote a ti mismo "la próxima vez lo sabré solucionar". ¿No te parece necedad lo que intentas?

—Quiero proteger a todos.

—¿Los quieres proteger porque eres el Lux Carrier?

—sintió asco en su pecho y gritó.

—No... hay algo en mi que lo desea, me gustaría continuar con mi vida de griseo, regresar con mis compañeros. Extraño a Gober, y odio admitirlo, pero quiero apoyar a Fargon.

—Entonces, ¿por qué no lo haces?

—Porque no puedo quedarme sin hacer nada, no tendré la fuerza, no tendré el coraje, pero si deseo decirle a la oscuridad que yo nunca me cansaré hasta que deje de ser una amenaza.

—¿Ellos qué han hecho por ti para que tu pensaras en eso? no te darán nada.

—¿No recuerdas sus sonrisas? todos mis compañeros, amigos y conocidos —su mirada cambió, amplió su panorama y las siluetas de las personas que mencionaba aparecían en recuerdos fugaces— mi fiel hermano de tonteras: Gober. Lía, la persona que me ha tenido fe, a pesar de lo ocurrido. Kenny, él vio en mi un amigo, y se lo daré. Lunaris, me apoyó en mi momento mas duro y siempre sabe qué cosas decirme. Maddy, Toru, las personas mas sentimentales que conozco, con ellos no tengo miedo de exponerme. Las locuras y el sacrificio de Lizardi, el amor de Clara, el respeto que le tengo a Cleir. Las demás chicas del concejo las recuerdo con cariño. Los ciudadanos de Pyronia, los Émber, aun que me hayan arrestado, Bleysi... Blast, te extraño, hermano. El sacrificio de Dante. La acogedora ciudad de Glaciora, Daphne, Gaspar, ese viejo... gracias a el sigo con vida aquí. Meredith me supo tratar desde la primera interacción, es la primera persona a la que quiero ver saliendo de aquí. Incluyendo a Thalos y Elára. Gracias a todos son quien soy ahora.

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—¿Qué hay con recordarlos? fácilmente ellos se olvidarán de ti.

—¿Te cuento algo? me doy cuenta de que... ya no deseo ser el Lux Carrier, no tengo ni tendré lo necesario para ese título. ¡Deseo ser Richard Starlight, y quiero protegerlos a todos!

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Richard emergió del laberinto. Su rostro estaba cubierto de sudor y sus músculos temblaban de agotamiento, pero sus ojos brillaban con una nueva claridad y determinación. Thalos lo esperaba al final del laberinto, con una expresión que parecía una mezcla de aprobación y orgullo.

—Lo has hecho bien, Richard, —dijo Thalos, asintiendo levemente—. Has demostrado tu fuerza y tu capacidad para enfrentar tus miedos. Este es solo el comienzo, pero ya has dado un gran paso.

Los monjes que habían observado su progreso desde la distancia comenzaron a cambiar su actitud hacia él. Donde antes había desdén y sospecha, ahora había un reconocimiento de su determinación y valentía. Algunos de ellos se acercaron a Richard, ofreciéndole palabras de aliento y respeto.

—Has mostrado un coraje impresionante, —dijo uno de los monjes—. Es claro que estás en el camino correcto.

Richard agradeció las palabras, sintiendo una calidez en su corazón que no había sentido en mucho tiempo. A medida que los días pasaban, notó que la actitud de los monjes hacia él continuaba mejorando. Comenzaron a verlo no como un forastero lleno de energía oscura, sino como alguien dispuesto a luchar por su redención y control, uno que era como ellos.

En las siguientes semanas, Richard trabajó codo a codo con los monjes, aprendiendo de ellos y compartiendo su propio conocimiento. Su relación con Thalos también evolucionó; el respeto mutuo crecía con cada prueba superada y cada lección aprendida.

—Recuerda, Richard, —le dijo Thalos un día, mientras entrenaban juntos en el patio—. La verdadera fuerza no viene solo del poder físico o la energía que controlas, sino de tu capacidad para enfrentar tus problemas y errores y aprender de ellos.

Richard asintió, comprendiendo ahora más que nunca la profundidad de esas palabras. Estaba en el camino hacia el Gris Definitivo, y aunque sabía que aún le quedaba mucho por recorrer, ya no tenía miedo. Estaba listo para enfrentar cualquier desafío que viniera, con la firme convicción de que cada prueba lo hacía más fuerte y sabio.

En cuanto a su problemática en su habitación, los fragmentos de su sombra seguían presentes, solo que gracias a su mejora constante, el muchacho le ayudaba a su silueta gris, a controlar a la blanca y negra, había momentos en los que él y su silueta gris se turnaban para contrapuntear o brindarle consejos a las demás, lograban tener una buena sinergia, debido a que los dos buscaban la comprensión con el panorama completo.

A medida que avanzaban los meses, que ya casi cumplía un año. Llegó el momento en que Thalos y Elára decidieron que debía conocer más sobre el Templo de los Redimidos. Era una mañana tranquila cuando Elára se acercó a Richard mientras descansaba después de un entrenamiento agotador.

—Richard —dijo Elára suavemente, su voz irreconocible calmada, pero firme—. Es hora de que sepas más sobre este lugar y los sacrificios de aquellos que vinieron antes que tú.

Richard asintió, sintiendo una mezcla de curiosidad y solemnidad, ya que semanas anteriores les había preguntado sobre el tema. Elára lo condujo a una sala oculta en las profundidades del templo. Las paredes estaban adornadas con antiguos tapices y símbolos arcanos, narrando historias de redención y lucha.

—Este templo —comenzó Elára— fue fundado hace siglos por aquellos que buscaron dominar la energía oscura sin ser consumidos por ella. El arrepentimiento es también una parte que habita en el corazón de los humanos y este templo fue fundado por ellos. Cada redimido que ha pasado por aquí ha dejado su marca, sacrificando parte de su ser para proteger este conocimiento.

Se detuvieron frente a un gran mural que representaba una batalla épica entre las diosas, el Lux Carrier y la oscuridad.

—Mira esto —señaló Elára—. Aquí se muestra la historia de Arion, Arion Dubois, el primer redimido. Su sacrificio permitió que los conocimientos sobre el control de la energía oscura fueran preservados. Cada uno de nosotros debe encontrar su propio camino para equilibrar esa energía.

Richard observaba atentamente, sintiendo un nuevo respeto por los que habían venido antes que él.

—¿Y yo? ¿Cuál será mi sacrificio? —preguntó, con su voz apenas un susurro. Elára lo miró con comprensión.

—Tu camino aún no está completamente definido, Richard. Pero ya has demostrado una gran fortaleza. Tu desafío es usar tu dolor y miedos como fuente de fuerza sin dejarte consumir por ellos.

En los siguientes días, Richard comenzó a aplicar esta nueva perspectiva en su entrenamiento. Con la guía de Thalos, aprendió a canalizar la energía oscura de manera más efectiva. En lugar de luchar contra sus miedos y dolores, empezó a aceptarlos y utilizarlos como una fuente de poder.