El viento helado soplaba suavemente en el balcón de la posada en el pueblo de Glaciora, mientras la luna llena arrojaba su luz plateada sobre la nieve que cubría el paisaje. Richard estaba recostado en la barandilla, su mente estaba llena de toda su variedad de pensamientos, la reciente batalla y la inminente amenaza de Gladius. Junto a él, Gaspar, el hombre mayor, con una mirada profunda, observaba el cielo estrellado. Este viejo era un hechicero anónimo que había vivido en Glaciora durante años, sin necesidad de convivir con la gente, demostraba tener mucho conocimiento sobre la magia Tenebris.
-Parece que tienes muchas cosas en mente, muchacho -dijo Gaspar, rompiendo el silencio. Su voz era calmada, con un toque de sabiduría que solo los años podían otorgar.
Richard asintió, sin apartar la vista del horizonte. -Sí, tengo demasiado en qué pensar. La magia oscura es poderosa, pero también peligrosa. Y necesito aprender a controlarla.
Gaspar lo miró con interés. -La magia Tenebris es, en efecto, muy poderosa. Pero no es el poder en sí el que corrompe, sino la incapacidad del usuario para controlar sus propias emociones. La determinación, la fuerza de voluntad, el coraje, el control de las emociones y el valor son esenciales para dominarla.
-Lo sé, pero... -Richard hizo una pausa, luchando por encontrar las palabras adecuadas-. Siento que tengo demasiadas emociones que no puedo controlar. A veces, la rabia y la frustración se apoderan de mí, y temo que eso me hará vulnerable.
Gaspar asintió comprensivamente. -Es natural tener esas emociones. Todos las tenemos. La clave está en cómo las manejamos. La magia Tenebris se alimenta de nuestras emociones, tanto positivas como negativas. Si no las controlas, te controlarán a ti, por eso mismo es tan complicado. Los primeros, los tenebris ansestrales, solo se enfocaban en brindar caos, y destrucción, ya que lo único que habitaba en sus corazones era odio, rabia, avaricia, pena y egoísmo.
Richard se volvió hacia Gaspar, buscando desesperadamente algún consejo. -¿Cómo puedo controlarlas? ¿Cómo puedo evitar que me consuman?
Gaspar tomó un momento antes de responder, y puso su mirada fija en Richard. -Primero, debes aceptar tus emociones. No intentes reprimirlas ni ignorarlas. Reconócelas y entiende por qué las sientes. La rabia, por ejemplo, a menudo proviene del miedo o la impotencia. Una vez que entiendas el origen de tus emociones, puedes empezar a trabajar en ellas.
Richard asintió lentamente, absorbiendo las palabras de Gaspar. -¿Y después de aceptarlas?
-Después de aceptarlas, debes aprender a canalizarlas. Usa tu determinación y fuerza de voluntad para transformar esas emociones en energía positiva. Cuando sientas rabia, piensa en lo que estás tratando de proteger o lograr. Cuando sientas miedo, recuerda tus objetivos y el valor que necesitas para alcanzarlos. Controlar tus emociones no significa eliminarlas, sino dirigirlas hacia un propósito mayor.
Richard se quedó en silencio, reflexionando sobre las palabras de Gaspar. Parecían tan simples, pero sabía que ponerlas en práctica sería un desafío.
-También hay técnicas que puedes practicar -continuó Gaspar-. La meditación es una herramienta poderosa. Te ayuda a calmar tu mente y a centrarte. La respiración profunda puede ayudarte a mantener la calma en momentos de tensión. Y, por supuesto, el entrenamiento constante. La disciplina es fundamental.
-Meditar, respirar, entrenar... -repitió Richard, asimilando cada consejo.
Gaspar sonrió levemente. -Exactamente. No hay atajos en este camino. Requiere tiempo, esfuerzo y paciencia. Pero si eres constante, verás los resultados.
Richard se volvió nuevamente hacia el paisaje, sintiendo una nueva sensación de esperanza y determinación. Sabía que el camino sería difícil, pero con los consejos de Gaspar, sentía que podía enfrentarlo.
-Gracias, Gaspar. Tus palabras significan mucho para mí, discúlpanos por pensar que nos querías hacer daño desde un inicio.
Gaspar asintió, satisfecho. -Recuerda, Richard, el verdadero poder no está en la magia que usas, sino en tu capacidad para dominarte a ti mismo. Con el tiempo, lo lograrás.
Richard miró al anciano hechicero con gratitud, sabiendo que había recibido un consejo invaluable. Juntos, se quedaron en silencio, observando cómo la luz de la luna iluminaba el paisaje nevado, mientras Richard se preparaba mentalmente para el desafío que tenía por delante.
Al día siguiente todos salieron con la iniciativa de buscar mas información en la biblioteca, ya que nunca pudieron visitarla.
Esa misma tarde en el pueblo de Glaciora se transformó en caos cuando la tripulación de Gladius, liderada por el propio pirata, atacó la biblioteca de Glaciora. La biblioteca, un edificio majestuoso hecho de piedra y madera, resguardaba conocimientos valiosos sobre la magia y la historia del lugar. Dentro de ella, Richard, Lía, Kenny, Lunaris y Gaspar estaban ocupados investigando cuando el estruendo de las puertas siendo derribadas resonó en todo el edificio.
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-¡Busquen lo que necesitan y destruyan todo lo demás! -ordenó Gladius, mientras su tripulación se dispersaba, saqueando y causando estragos.
Richard fue el primero en reaccionar, invocando a Cloud, su dragón, que apareció con un rugido estruendoso. El dragón se lanzó contra la tripulación de piratas, dispersándolos con su aliento abrasador y sus garras afiladas.
Lunaris levantó su mazo de acero, su expresión era de pura determinación. Con un gesto de su mano, invocó una pared de hielo para proteger a sus amigos y los valiosos libros de la biblioteca. -¡Defendamos este lugar! -gritó, mientras se lanzaba hacia los piratas que intentaban destruir la pared de hielo.
Kenny, con sus dagas de acero y su magia de hielo, se movía ágilmente entre los enemigos, derribándolos con precisión letal. -¡No dejaré que destruyan nuestra biblioteca! -exclamó, bloqueando y contraatacando con una velocidad asombrosa.
Lía, con su magia, lanzaba bolas de fuego y llamas contra los piratas, forzándolos a retroceder. La agilidad y destreza de Lía la hacían un blanco difícil de alcanzar. -¡Nos superan en número, pero no en fuerza! -dijo, mientras una ráfaga de fuego envolvía a un grupo de piratas.
Daphne, con su magia elemental de hielo, mantenía a raya a varios piratas a la vez. Su resistencia era impresionante, y cada hechizo que lanzaba era un recordatorio del poder de Glaciora. -¡Lucharémos hasta el final! -gritó, creando un escudo de hielo que repelió una andanada de ataques enemigos.
Gaspar, aunque anciano y con poca resistencia, usaba su magia oscura con sabiduría y precisión. -Recuerden, la clave es el control -aconsejó a Richard mientras lanzaba hechizos para desorientar y debilitar a los piratas.
La batalla se intensificó cuando Gladius avanzó hacia Richard, su espada maldita estaba brillando con un siniestro resplandor. -Finalmente, nos encontramos, Richard -dijo Gladius con una sonrisa torcida-. ¿Estás listo para enfrentar tu destino?
Richard respondió con un estallido de magia Starlight, la luz cazadora de magia oscura envolvió a Gladius. -Nunca te rendiré este lugar, Gladius -dijo Richard, su voz firme.
Los dos chocaron en un enfrentamiento de pura magia y habilidad. La espada de Gladius cortaba el aire con precisión mortal, mientras que Richard contrarrestaba con ráfagas de Starlight y hechizos oscuros, aunque inestables. Cloud apoyaba a su dueño, lanzándose contra Gladius con su aliento de fuego y su fuerza dracónica.
Lunaris y Kenny mantenían a la tripulación de piratas a raya, combinando sus poderes de hielo para crear barreras y trampas que inmovilizaban a los enemigos. Lunaris, con su mazo de acero, derribaba a los piratas que lograban atravesar las barreras de hielo. Con cada golpe, los piratas eran lanzados hacia atrás, cayendo al suelo, incapaces de levantarse.
Kenny, por su parte, se movía con la velocidad y precisión de un depredador. Sus dagas brillaban con una luz helada mientras atravesaban la carne de los piratas. A cada paso, dejaba un rastro de enemigos caídos, su magia de hielo estaba congelando las heridas y ralentizando a cualquiera que intentara alcanzarlo. -¡No podrán con nosotros! -gritó, con su voz llena de determinación.
Lía y Daphne trabajaban juntas para mantener la presión sobre la tripulación de Gladius. Lía lanzaba columnas de fuego que se alzaban desde el suelo, envolviendo a los piratas en llamas, mientras Daphne usaba su magia de hielo para crear barreras y estalactitas que caían del techo, perforando a los enemigos desde arriba. -¡Manténganse firmes! -ordenó Lía, sus ojos ardiendo con una furia inquebrantable.
Mientras tanto, Richard y Gladius continuaban su feroz enfrentamiento. Cada choque de sus poderes enviaba ondas de choque a través de la biblioteca, derribando estanterías y libros. Gladius, con su espada maldita, intentaba tocar a Richard, sabiendo que un solo rasguño podría sellar su destino con una maldición. -¡Eres fuerte, pero no lo suficiente! -se burló Gladius, lanzando un golpe que Richard apenas logró esquivar.
-¡No te dejaré ganar! -respondió Richard, con su voz llena de determinación. Le dio ordenes a Cloud, que lanzó una ráfaga de fuego contra Gladius. El pirata esquivó, pero el calor del aliento del dragón fue suficiente para hacerle retroceder.
Lunaris y Kenny, viendo la oportunidad, redoblaron sus esfuerzos para mantener a los piratas alejados de Richard. Lunaris creó un muro de hielo alrededor de ellos, protegiéndolos de los ataques mientras Kenny lanzaba dagas heladas que se clavaban en los piratas, incapacitando a muchos de ellos. -¡Richard, ahora! -gritó Kenny.
Richard aprovechó el momento, lanzando un hechizo de Starlight que envolvió a Gladius en una luz cegadora. -¡Esto termina ahora! -exclamó, concentrando toda su energía en un solo ataque.
Sin embargo, Gladius no era un enemigo fácil de derrotar. Con cada golpe, parecía volverse más fuerte y más decidido. Usó su magia oscura para desestabilizar a Richard, con susurros maliciosos llenando su mente y aprovechando su inestabilidad emocional.
Gaspar, observando la creciente tensión en Richard, se dio cuenta del peligro. -¡Richard, no dejes que te controle! -gritó, tratando de guiar a su joven amigo.
Pero era demasiado tarde. La inestabilidad de Richard se convirtió en un torbellino enorme de magia oscura. Con un rugido desesperado, desató una explosión de energía que sacudió la biblioteca y lanzó a todos al suelo, incluyendo a los chicos y la tripulación de piratas.
Cuando el polvo se asentó, Richard se dio cuenta con horror de lo que había hecho. Lía estaba herida, su ojo izquierdo estaba gravemente dañado por la explosión y la magia tenebris, los otros chicos tambien estaban debilitados. La culpa y el miedo lo abrumaron.
-¡No... no quise...! -balbuceó Richard, retrocediendo mientras las lágrimas corrían por su rostro.
Gladius, aprovechando el momento de caos, se levantó con una sonrisa triunfante. -Ves, muchacho, esa es la verdadera naturaleza de la magia oscura. Te consume, te destruye desde adentro.
Richard, abrumado por la desesperación y el miedo, subió a Cloud y huyó del pueblo, dejando atrás a sus amigos heridos y la devastación que había causado.