La noche de la prueba del Gris Definitivo había llegado. El templo estaba envuelto en un silencio palpable, ya que los monjes fueron invitados por Thalos para espectar la prueba. Esa noche las sombras en las paredes estaban mas imponentes, como si fueran entidades vivas, susurrando palabras ilegibles. Richard se encontraba en el centro de la plaza principal, rodeado por los monjes, todos ellos en una formación circular. Thalos se acercó, tenía su expresión severa, pero con una chispa de respeto en sus ojos.
—Richard —dijo Thalos, con voz firme—. Has llegado al umbral final. La prueba del Gris Definitivo no es solo una prueba de tus habilidades, sino de tu alma. Debes enfrentarte a la manifestación física de tu miedo más profundo. Solo entonces podrás alcanzar el verdadero equilibrio.
Richard asintió, con su corazón latiendo fuerte. Los monjes regresaron a la puerta principal y se encerraron, corrieron para ver el exterior desde las ventanas, Thalos también entró y al escuchar el sonido de las grandes puertas cerrarse la oscuridad en los edificios pareció intensificarse, de las sombras emergió una figura, totalmente tangible. Era una réplica de Richard, pero con los ojos llenos de una oscuridad, rodeado de un aura llena de odio.
Representaba todo lo que Richard temía: el fracaso del pasado, la pérdida del control de sus emociones, la incapacidad de proteger a los que amaba, la ausencia de sus seres queridos, la incertidumbre de los nuevos miedos por venir, pero sobre todo su inseguridad por los futuros fracasos.
Representaba todo lo que Richard temía: el fracaso del pasado, la pérdida del control de sus emociones, la incapacidad de proteger a los que amaba, la ausencia de sus seres queridos, la incertidumbre de los nuevos miedos por venir, pero sobre todo... [https://img.wattpad.com/f75c68f94cda606ebc45f79af506b3171c5e96ca/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f566b533732546635776c655f61673d3d2d313435333734313735372e313765343931313365333936656563353730313338343931383837342e6a7067?s=fit&w=1280&h=1280]
Juzgó al muchacho, moviendo el ángulo de su rostro— ¿Te crees capaz de superarme? —susurró la figura oscura, con una voz que resonaba como un eco dentro de sus propios pensamientos—. Eres solo un reflejo de mi, no llegarás a ser suficiente.
Richard se preparó, tomando una postura defensiva. La figura avanzó lentamente, y en ese momento, sintió una ola de viento y desesperación, sus latidos aumentaron, como si estuviera atrapado en un remolino que lo arrastraba hacia el centro. La figura se movía con una anatomía que parecía irreal, cada paso era un recordatorio de las veces que había dudado, de las decisiones que habían llevado a su sufrimiento y al de otros.
—¿De verdad crees que puedes escapar de lo que eres? —continuó la figura, con sus palabras cortantes como dagas—. Has fallado antes, y fallarás de nuevo. Todo lo que tocas se desmoronará, ¿Cómo puedes proteger a los demás si ni siquiera puedes protegerte a ti mismo? la esperanza se te resbalará de las manos.
Richard sintió que su mente se llenaba de un caos ensordecedor, su cabeza empezaba a palpitar, y un fuerte dolor se empezaba a crear dentro. Imágenes de su fracaso lo asaltaban, cada una más vívida que la anterior. Recordó la batalla contra Daster, la mirada de decepción en los ojos de sus aliados, la sensación de impotencia al ver caer a aquellos que confiaban en él. Su respiración se volvió errática, cada que respiraba era un esfuerzo monumental, el aire era áspero.
—Tú eres el verdadero enemigo —susurró la figura oscura, acercándose más—. Eres tu propia ruina, la causa de tu sufrimiento. No necesitas a nadie más para destruirte.
El miedo de Richard se materializó en su mente como una habitación sin salida, los muros avanzaban y el espacio era más pequeño, cada esquina era un recuerdo de sus errores y dudas, le transmitían las emociones de esos momentos, tenía tantos sentimientos a flor de piel. Sus piernas se paralizaron, las paredes estaban cubiertas de rostros que le miraban con reproche. La desesperación se apoderaba de él, en el suelo se arrastraba una sombra que amenazaba con consumir todo rastro de esperanza.
Pero en medio de esa tormenta mental, una chispa de claridad comenzó a brillar. Recordó la dura disciplina y la comprensión empática. Algunas frases de sus conocidos y seres queridos pasaron por su mente como un holograma.
Lizardi: "¡Sé un pingüino con una cebolla, salta como una ballena y sé un escarabajo del estiércol!"
Thalos: "La fuerza de un verdadero redimido no solo radica en su capacidad individual, sino en su habilidad para integrar y fortalecer a los demás."
Blast: "Tu destino aún no termina."
Lunaris: "La magia es nada."
Gaspar: "Acepta tus errores."
Él mismo: "¡Quiero protegerlos a todos!"
—No soy una sombra —dijo Richard, con su voz firme, aunque temblorosa—. Tú no eres yo.
La figura oscura se detuvo, con sus ojos brillando con una intensidad malévola.
—¿De verdad lo crees? —preguntó la figura con una sonrisa cruel estirada de extremo a extremo, y su voz resonaba con un eco gélido que aturdía—. Mírate, luchando contra tus propios demonios. No puedes ni siquiera sostenerte en pie.
Las palabras penetraron en Richard como una lanza en su pecho, cada una de ellas reavivando antiguos temores y dudas, ¿de verdad lo que dije no era lo necesario?, se preguntó. Sentía como si una mano invisible le apretara el pecho, dificultando cada respiración. Su cuerpo temblaba y tenía varios espasmos, las piernas apenas sostenían su peso. Era como si una fuerza gravitatoria tratara de tumbarlo, un remolino de oscuridad que buscaba devorarlo por completo.
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Los ojos de la figura oscura brillaban con malicia y un apetito notorio, reflejando a Richard sucumbiendo. Cada paso que daba la figura se sentía como un golpe a su espíritu. Richard podía ver en los ojos de su doppelgänger todos los momentos de debilidad, las decisiones erróneas, los momentos en que había fallado a quienes dependían de él, y se sacrificaron para protegerlo. La plaza se convirtió en una cúpula de ecos de su propia inseguridad, con cada rincón susurrando sus miedos más profundos.
—Eres débil —continuó la figura, acercándose más—. No puedes escapar de tu verdadera naturaleza. Eres un fracaso, incapaz de proteger a los que quieres. Todo lo que tocas se desmorona. No eres nada más que un intento fallido, una sombra de lo que podrías haber sido.
Richard sentía que una oleada de pánico comenzaba a formarse en su pecho, amenazando con abrumarlo, lo que decía en realidad estaba empeorando la situación. Sus pensamientos se arremolinaban, confusos y desordenados, como hojas arrastradas por un vendaval. El aire a su alrededor parecía denso, difícil de respirar. Evidentemente pensó en rendirse, dejarse llevar por la oscuridad que intentaba consumirlo, el pánico tomó control en el muchacho y gritó con toda su fuerza, completamente desesperado.
—¡Ya sé como va a terminar! ¿¡Qué caso tiene continuar!?
Gritándose a sí mismo, gritándole al aire, pero entonces, en medio de esa tormenta interna, algo comenzó a cambiar. Recordó las enseñanzas de Thalos, la dureza y la disciplina que le habían inculcado, y también la compasión y el entendimiento que Elára le había mostrado. Recordó las horas interminables de entrenamiento, las meditaciones profundas que le habían ayudado a calmar su mente y a encontrar su centro. Se recordó a sí mismo que era más que sus fallos y miedos. Recordó las palabras de Thalos: "La fuerza de un verdadero redimido no solo radica en su capacidad individual, sino en su habilidad para integrar y fortalecer a los demás."
—¡No sé cómo se hace esto! pero de lo que si estoy seguro es que —tragó saliva— ¡No quiero ser una sombra, sin vida y sin luz!
Una chispa de claridad brilló en su mente, cortando a través de la oscuridad, como una estrella en una noche sin luna. Richard sintió una nueva oleada de determinación que lo estremecía con ligereza. No podía permitirse ser consumido por sus miedos, ya no más. Había llegado demasiado lejos, había soportado demasiado como para rendirse ahora. Cada entrenamiento, cada prueba, cada fracaso le había enseñado algo valioso.
—¡En estos momentos escucho latir mi corazón y no voy a dejar que se detenga!
Con un torrente de lágrimas, un esfuerzo titánico y un grito visceral, Richard enderezó su espalda y levantó la cabeza. Sus ojos cristalizados por sus lágrimas, antes llenos de duda, ahora mostraban una resolución férrea. Dio un paso adelante, respiró. Luego otro. Cada movimiento era una declaración de su voluntad de no ser vencido.
—¡No soy solo una sombra! —dijo Richard, su voz resonaba con una fuerza que no había sentido antes—. Soy la suma de lo que he vivido, de mis fallos y de mis aciertos. ¡Y tú, no me defines! Eres solo una parte de mí, pero no eres todo lo que soy.
La figura oscura se detuvo en seco, su sonrisa cruel se desvanecía por un momento. Parecía abrumada por la firmeza en la voz de Richard, por la claridad en sus ojos.
—¿De verdad lo crees? —repitió, pero esta vez, su voz no tenía la misma certeza y no tenía la misma fuerza que antes.
Richard sintió que la marea de oscuridad empezaba a retroceder. Cada paso que daba hacia la figura oscura, cada palabra que pronunciaba, fortalecía su convicción. Estaba recuperando el control, reclamando su propio poder.
—Sí, lo creo —afirmó Richard, con una confianza que resonaba en el silencio de la plaza—. He aprendido de mis errores. He aceptado mis fallos. No soy perfecto, pero soy suficiente. Y eso es lo que realmente importa.
Las lágrimas comenzaron a brotar de nuevo, y una sonrisa orgullosa iluminó su camino, como el faro de un muelle.
Con una explosión de energía, Richard canalizó la oscuridad que había aprendido a dominar, convirtiéndola en una fuerza equilibrada. La figura oscura retrocedió, sus ojos estaban llenos de incredulidad.
—No puedes vencerme con odio —dijo la contraparte del chico.
Continuó Richard interrumpiéndolo, avanzando con paso firme, sus lágrimas no se detenían—. Pero puedo integrarte, puedo entenderte. Eres una parte de mí, pero no eres todo lo que soy. He aprendido a aceptar la oscuridad, a usarla, pero no a dejarme consumir por ella. ¡Esta es la luz que somos!
Atacó a la figura oscura, no con violencia, sino con la incandescente comprensión de que sus miedos eran parte de él, pero no lo definían. La figura se desvaneció lentamente, susurrando por última vez:
—Eres fuerte... ya obtuviste lo que necesitabas.
La figura oscura se disipó en el aire, su último susurro resonó en la mente de Richard como un eco distante. El joven permaneció de pie en medio de la plaza y al titubear cayó de rodillas, su respiración estaba entrecortada y el cuerpo lo tenía cubierto de sudor. A pesar del cansancio, sentía una calma profunda que nunca antes había experimentado. Había enfrentado sus peores temores y había salido victorioso, estaba tan feliz que disfrutaba respirar.
La puerta al interior del edificio principal se abrió lentamente, revelando la figura imponente de Thalos. Sus ojos observaban a Richard con una mezcla de respeto y satisfacción. Caminó hacia él, cada paso resonaba con una firmeza que parecía hacer temblar el suelo bajo sus pies.
—Lo has logrado, Richard —dijo Thalos, tenía su voz grave y llena de orgullo—. Has enfrentado tu mayor miedo y has salido victorioso. Has alcanzado el gris definitivo.
Richard asintió, agradecido por las palabras de su mentor. Sentía que algo dentro de él había cambiado de manera irrevocable. Ya no era el mismo joven inseguro que había llegado al Templo de los Redimidos. Había crecido, se había fortalecido y, lo más importante, había encontrado un equilibrio entre la luz y la oscuridad dentro de sí mismo.
—Gracias, Thalos —respondió Richard, con humildad—. No podría haberlo hecho sin tus enseñanzas y tu guía.
—Has trabajado duro y has demostrado tu valía —continuó Thalos—. Con tu dominio del gris definitivo, tienes la capacidad de equilibrar la energía oscura sin dejarte corromper. Esa es tu verdadera fuerza.
Elára se acercó a ellos, tenía su rostro radiante con una sonrisa cálida. Sus ojos reflejaban orgullo y alivio, y sus palabras estaban llenas de ternura.
—Sabía que lo lograrías, Richard —dijo Elára, colocando una mano en su hombro—. Has encontrado tu verdadero propósito y has demostrado que puedes utilizar la oscuridad para el bien. Estamos contigo, en tu corazón.
Richard sintió una profunda gratitud hacia ambos. Thalos y Elára habían sido sus guías en este arduo camino, cada uno aportando algo esencial para su crecimiento. Thalos con su estricta disciplina y Elára con su compasión y comprensión. Había aprendido de ambos y había encontrado su propio camino en medio de sus enseñanzas.