Tanto esmero y esfuerzo rindió sus frutos finalmente. La biblioteca de Glaciora ya estaba restaurada por completo. La celebración fue realizada el mismo día, los habitantes del pueblo quedaron maravillados por la determinación, compromiso, y liderazgo de Lía, de la mano con Dapne. Una cena completamente deliciosa y abundante fue disfrutada por la familia Icebrook en agradecimiento a la chica. Ella fue completamente directa, y les contó que necesitaba ir a visitar a sus tíos, realmente no había motivo urgente, pero ella con firmeza sostuvo que ya se tenía que ir de Glaciora. Se despidió de Dapne, Kenny, Lunaris, la madre de los Icebrook, así como de Gaspar. Todos ellos le brindaron un apoyo invaluable e incondicional, sobre todo por lo que había pasado por la pérdida de su ojo izquierdo.
No quería depender más de ellos, así que negó con toda la amabilidad que le quedaba el apoyo de un portalero para llevarla a su destino. Entró a la posada de la hermana de Dapne y pagó un viaje al continente de los griseo, el de los humanos sin magia.
Entró a uno de los baños con puertas de madera de roble, esperó unos minutos, se desvanecieron las paredes, borrosas y regresaron a la vista, no había cambiado nada, salió del baño pequeño y de la posada, había una recepcionista diferente, y la gente del lugar no vestía con las ropas de Glaciora, tenían ropa de invierno grisea, para ella era más fácil describirla de esa manera, ya que solo usaban algodón, plumas, y textil grueso y térmico para sus ropas, no usaban encantamientos, ni protección contra bajas temperaturas, ella llevaba puesto un gorro de estilo pompom beanie color azul, con una delgada chaqueta de mezclilla negra, unas medias del mismo color, unas botas de combate negras, y su cabello estaba descansando en su espalda, acompañado de su gran mochila de viaje.
El lugar de donde salió pertenecía a la parte de la zona hotelera de Nebraska, era muy similar a la posada de Helia. Para Lía, la ciudad de Nebraska era una copia de los demás lugares de Estados Unidos, ella mentalmente dividía el país dependiendo de los tipos distintos de clima, el norte era frío y el sur era cálido. No le interesaba la cultura o costumbres de los sin magia, los veía en tonos grises, sus rostros indiferentes, molestos, apurados de llegar siempre a su destino con el tiempo y dinero encima. Se frustraba con solo ver el tráfico de la ciudad.
Llegó a la casa de sus tíos en dos días, caminando, para ella no era problema. Saludó y abrazó a sus tíos, y les contó lo ocurrido a pesar de que ya lo sabían. Primero se casaron sus padres y después sus tíos, Clarenz y Runna tenían una hermana y hermano respectivamente, y resultó que ellos también se casaron y son los tíos que tiene actualmente, paternos y maternos. Tina y Paul conocían a sus hermanos antes de ser víctimas del Shadow's Destiny, Tina conocía a su hermano Clarenz y Paul a su hermana Runna, ambos menores para ellos.
La casa de Tina y Paul estaba llena de recuerdos de tiempos más felices, con fotos de familia y artefactos mágicos dispersos por toda la sala de estar, cada uno con su propio recuerdo asociado. Aunque no eran poderosos, cada artefacto tenía un valor sentimental y una historia que reflejaba momentos especiales de la vida de la familia.
Entre ellos estaba el reloj de arena de luz: Un pequeño reloj de arena que emitía una luz suave y cálida. En lugar de arena, pequeños cristales brillantes caían lentamente. Tina lo conservaba porque la hacía recordar la primera vez que usó el reloj con Lía cuando era una niña para ayudarla a superar su miedo a la oscuridad. Cada noche, encendían el reloj de arena y la luz tenue la tranquilizaba hasta que se quedaba dormida.
La lámpara de serenidad: Una lámpara de aceite antigua que, al encenderse, llenaba la habitación con un suave aroma a lavanda y emitía una luz calmante que cambiaba de color lentamente. Paul la conservaba por las noches que pasaban leyendo junto a la lámpara. Lía se acurrucaba a su lado mientras él le leía historias. La lámpara creaba un ambiente tranquilo que hacía que esos momentos fueran especialmente reconfortantes.
Pero sin duda las campanillas del viento armoniosas eran las más memorables: Unas campanillas de viento hechas de conchas marinas y pequeños cristales de la elementália de los Aquamoon que colgaban en la entrada. Emitían un sonido melodioso cada vez que el viento las movía. Tina las puso después de la muerte de los padres de Lía, colgó las campanillas en la entrada para que el sonido suave y armonioso les recordara que, incluso en tiempos difíciles, la belleza y la paz todavía existían a su alrededor. En su época antes de investigar el caso de Pyronia, Lía solía sentarse en el porche, escuchando las campanillas, encontrando un momento de paz en medio de su dolor sin que sus tíos se dieran cuenta.
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El que sintiera el peso de la inmensa carga sobre sus hombros ya no era novedad para ella. Desde la pérdida de sus padres, poseídos por los Tenebris ancestrales, y la pérdida de su ojo izquierdo, había estado pasando los días en una espiral de aislamiento emocional, viviendo con sus tíos Tina y Paul. Aunque intuían su dolor, no sabían cómo ayudarla a abrirse. Lía siempre se mostraba fría, lineal y directa, incapaz de expresar sus emociones.
Una noche, de no soportar más su angustia, decidió dar un paseo por las calles cercanas. Se dirigió a un puente de concreto arriba de una autopista donde los tráileres y autobuses pasaban a toda velocidad. La luz de la luna brillaba en el cielo, y su mirada estaba vacía, sin luz y energía.
Sentada en la orilla del puente, su respiración se aceleró, sus manos comenzaban a temblar, se le dificultaba respirar, recorrió un escalofrío que no supo identificar ya que era la primera vez que pasaba, su vista se puso borrosa por lágrimas que comenzaban a brotar involuntariamente, finalmente dejó sacar todo, lo que tenía acumulado era mucho más de lo que pudo imaginar, no era solo pérdidas, si no el forzar emociones, todas esas veces que ella reprimía lo que sentía, reformulaba respuestas y demostraba lo contrario a su corazón, fueron convertidas en cuchillos incrustándose en su cuerpo.
Ese dolor la superaba en absoluto, no tenía idea mínima de lo abismal que sería sacar todo lo que tenía acumulado. Las lágrimas caían en torrentes, acompañadas de gritos desgarradores y un dolor profundo que parecía cortar su pecho. Sentía como si un hacha se encajara lentamente en su corazón. Sus piernas comenzaron a enderezarse, con la intención de dar un paso final hacia el vacío.
En ese momento, un gato negro con ojos azules brillantes apareció silenciosamente a su lado. El gato no maulló, pero parecía comprender su dolor. Se acercó con cautela, y Lía, en su momento más expuesto, notó su presencia. Su atención se desvió del abismo hacia el felino.
El gato se sentó a su lado y, sin decir una palabra, se acurrucó en su regazo. Lía, sintiendo una conexión inexplicable, se sentó correctamente y abrazó al minino. Las lágrimas seguían cayendo, pero el dolor en su pecho comenzó a disminuir, sus latidos acelerados hacían sintonía con el ronroneo del gato, era como sentir una caricia en el corazón. Sintió confort en ese minino, dibujando una leve sonrisa en su rostro, después de haber pasado por los pensamientos intrusivos que ya no estaban.
De repente, el gato cambió de color en un destello inesperado. Su pelaje negro se tornó blanco como las nubes y sus ojos azules se volvieron rojos como la sangre. El cambio fue sorprendente y, antes de que Lía pudiera reaccionar, el gato habló con un tono sarcástico, pero comprensivo.
—¿Sabes? No todos los días una chica a punto de morir decide abrazar a un gato en medio de un puente.
Lía se sorprendió, pero no se apartó. Algo en la voz del gato, aunque sarcástica, la hizo sentir entendida.
—¿Quién... quién eres? ¿Qué te pasó? —preguntó Lía con la voz quebrada.
—Realmente, antes de poder hablar, solo recuerdo lo que sentía, ya que no pensaba en nada. Aun me cuesta asimilar esto, pero siento que tengo una conexión contigo muy profunda o simplemente tal vez sea alguien que supo comprender tu dolor, —respondió el gato, acomodándose en su regazo—. La verdad es que, por mucho que intentes esconderlo, las emociones tienen una forma curiosa de salir. A veces necesitas un empujón, o en tu caso, un gato parlante. Miau.
Lía no pudo evitar soltar una leve risa entre lágrimas, ¿De dónde salió este gato? La ironía de la situación era absurda, pero la distrajo de su dolor.
—Nunca he sabido cómo abrirme... —admitió Lía, mirando al gato con ojos llenos de lágrimas.
—Eso es porque te han enseñado que ser fuerte y tener disciplina es antónimo de expresar tus emociones. Pero la verdadera fuerza está en aceptar que necesitas ayuda, en dejar que otros vean tu vulnerabilidad, —respondió el gato, mirándola con sus ojos rojos penetrantes.
Lía tomó una profunda respiración, sintiendo una mezcla de alivio y confusión. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que alguien comprendía su carga.
—Está bien llorar. Está bien gritar y dejar salir todo. No eres una máquina o un maniquí, tienes conciencia y sentimientos. Y los seres vivos, incluso los más fuertes, necesitan ayuda a veces, —dijo el gato con suavidad.