Aún cuando Cazadores de Silicio no tenía otro nombre que Proyecto Glitch y no era más que un montón de notas en un fichero de texto, tenía clara una cosa: no solo quería referenciar el mundo del videojuego (y resto de cultura pop, en mayor o menor medida), sino que quería incluir en ella también un homenaje a su historia.
Por fortuna, que el videojuego tal y como lo conocemos hoy en día no cuente con más de medio siglo de historia la vuelve especialmente interesante. En primer lugar, porque incluso las anécdotas más «prehistóricas», como la del Tennis for Two y su debate por ser el «primer videojuego de la Historia» que cito en esta misma novela han tenido la suerte de ser recopiladas, ya sea por sus fuentes originales o por historiadores que han logrado recabar toda la información necesaria como para que ese conocimiento llene libros, ensayos, wikis y documentales. En segundo, porque ese delta de tiempo nos permite (aún, en su mayoría) la oportunidad de contar con los actores originales de esos relatos para arrojarnos aún más luz al respecto.
Estudiar este campo me maravilla y espero que esta historia os haya acercado algunos retazos de ese mundo que tanto me fascina. Algunos de ellos, incluso, me tocan muy cerca. Como treintañero que lleva con un mando entre las manos desde que abandonó la cuna, muchos de los eventos, a pesar de que en el periodo en el que transcurre la historia acabara de empezar la adolescencia, son parte de mi vida y mi experiencia. Algunas, descubiertas en un aún jovencísimo Internet. Creo que a pocos lectores de mi quinta que hayan disfrutado del mundillo les sonará lejano el «Síndrome Lavanda». Otras, vividas de primera mano, como el descubrimiento de que ese Pokémon Diamante que tenía entre mis manos era realmente un título pirata llamado Telefang.
Por eso creo que he de, en cierto modo, disculparme. Una de las dudas que más me carcomían la cabeza al empezar el primer borrador era cuánto me debía alejar del «mundo real». Sí, en esta historia hay criaturas nacidas del silicio, espadas de energía espiritual y una secta que colecciona demonios como si de pokémon se tratara. Sin embargo, fue difícil decidir si este libro debía situarse en un mundo ajeno a nuestra cultura y representar la Historia de una forma paralela o si debía atenerme a lo que realmente ocurrió. Finalmente, y aquí es donde tengo que pedir perdón por mi licencia artística. Evidentemente, muchas de las obras que se mencionan en esta novela han sido imaginadas para este mundo que he creado y sé de corazón que eso empaña el afán divulgativo que este proyecto puede arrastrar.
The tale has been illicitly lifted; should you spot it on Amazon, report the violation.
Confío en que si una persona ha llegado hasta aquí y cuenta con una curiosidad real sobre los hechos históricos que relato, sabrá discernir que, en efecto, Compact Creatures nunca existió, Seldoria Chronicles no es más que una velada referencia a otra de mis novelas y que si bien Net Yaroze fue un proyecto real del que muchos guardamos un montón de nostalgia, Yaroze-kai solo es algo que me hubiera encantado encontrarme en mis años mozos. Aun así, siento la necesidad de dibujar esta línea que separa la realidad de la ficción, lo que he incluido por hacer del relato una experiencia más real o tocar las cuerdas de la nostalgia de lo que aparece aquí para ofreceros una historia mucho más interesante.
Lo importante de esta nota es que, de corazón, espero haberos dejado con ganas de conocer más sobre la historia de este medio. Podría ponerme la medalla a mí mismo y denominarme experto y señalaros la dirección de mi página web, pero en su lugar, si buscáis una recomendación de por dónde empezar para el lector curioso, me encantaría señalaros a las dos personas que más han hecho por despertar mi pasión por el pasado de una industria que tantas cosas buenas me ha dado: Marc Rollán y Toni Piedrabuena, dos titanes de la radio que tenéis a un clic de distancia y cuyo trabajo os recomiendo de todo corazón.
De hecho, podría llenar esta nota con cientos de sugerencias, como los libros de Florent Gorges, Steven L. Kent, o muchos más, pero algo me dice que este no es el espacio para hacerlo. En su lugar, os sugeriré que si encontráis algún tema que os suscite curiosidad (ya sea de los que menciono en esta novela o cualquier otro), a día de hoy es extremadamente fácil «tirar del hilo». O, por qué no, ¡escribidme!
Os animo a hacerlo y a compartirlo con gente que pueda estar interesada, tal y como he hecho con la historia de Vero, Eli, Zack y los demás. Pocas cosas me harían más ilusión que despertar ese interés que otros ya suscitaron en mí en el pasado gracias a mis palabras.
¡Nos vemos!