Necesitamos unos diez minutos para recomponer nuestras energías, incluso con la influencia de la amarga medicina espiritual que tenía la sacerdotisa para estos casos. Diez minutos que incluso Zack supo que era mejor pasar en silencio, aunque siguiera sentado a mi lado.
La luna brillaba con fuerza en el claro. Estaba convencida de que el ritual ya habría acabado a esas alturas y nos estaban esperando para las pruebas que quisieran hacer con Zack en el santuario, pero mi cuerpo fue incapaz de decidirse a levantarse y seguir con su vida. No, solo quería llorar. Podía permitirme, por una vez en mucho tiempo, dejar fluir mis lágrimas.
―Ha sido divertido. ―Zack se recostó contra mi hombro y ya no sabía qué sentir al respecto―. Además, me ha ayudado a conocerte un poco mejor.
―Si me conocieras un poco mejor, te habrías alejado de mí después del combate.
Solo recibí de vuelta una mirada tan tierna como perpleja. Intentó enjugarme las lágrimas, pero me aparté casi instintivamente.
―Has ganado, Zack ―coroné con un suspiro que se volvió un sollozo―. Has vuelto a ganar. Está claro que no tengo nada que hacer contra ti. Ni siquiera en mi terreno.
―Venga. ―Aunque parecía cansado, su tono sonó tan alegre como siempre―. Ibas en desventaja sin tu Mako. ¡Mira todo lo que has conseguido con tu propia fuerza! A mí me quitas el GMLP y...
―Me da igual el estúpido duelo. ―Me abracé las piernas. Sentí como la tela de los pantalones se humedecía―. Lo que importa es que eres mejor que yo. En todo. Y lo peor es que no puedo ni siquiera odiarte. Eres incluso demasiado majo para eso. Estúpidamente majo.
―¿Por qué querrías odiarme? ―Acarició mi pelo con cuidado.
―No te hagas el tonto. ―Extendí el brazo para apartarle, pero no se dejó. En cambio, me miró con compasión y cariño―. Los dos sabemos por dónde va esto. No es solo por el duelo. Es... por todo. Siempre me quedo atrás.
Ya que lo había perdido todo, solo me quedaba abrirme. Sin embargo, había algo que tenía que hacer si quería sentirme cómoda con esta conversación. Con una reacción instintiva, dejé que mis ojos se iluminaran y di un puñetazo al aire. Uno muy preciso, directo a una pequeña luz que solo yo podía ver. Probablemente fuera mi imaginación, pero me pareció escuchar un grito desgarrar el silencioso cielo estrellado del bosque.
―Lo siento, Norma. ―Aunque moví los labios, no dejé escapar ni una de esas palabras―. Ni de coña voy a dejarte ver esto.
Zack me miró con la expresión facial de un cachorro incapaz de entender lo que ocurría alrededor, pero no indagó.
―Un mosquito ―intenté justificarme―. Lo bueno de tener estos poderes es que puedes matarlos con una sola mano.
Eso, sin duda alguna, iba a entrar de cabeza en el top tres de las peores excusas que jamás habían salido de mis labios, pero fue capaz de sacarme la risa tonta que necesitaba antes de abordar mis sentimientos.
―Te envidio, Zack. ―Miré en dirección contraria. No podía sincerarme con esos ojos acusadores fijados sobre mí―. Puedes permitirte ser abierto y claro... Y eso me encanta. Ojalá yo no tuviera que encerrarme en lo que se supone que tengo que ser y en lo que este glitch me ha convertido.
―No ha sido fácil para mí tampoco. ―Intentó volverse a acercar. Esta vez sí que se lo permití, ya fuera por desgana o porque realmente agradecía su compañía―. No tengo esa carga sobre mis hombros, pero yo también he tenido que aprender a cambiar a la fuerza, aunque sea de otras formas. Aprendí a convertir la maldición de ese demonio en algo bueno. Hice que esa experiencia me dejara ser yo mismo y... bueno. ¡Aquí me tienes! Supongo que Norma nunca te ha contado cómo era cuando me conoció, ¿verdad?
―Vivo bajo unas expectativas muy estrictas. No dejo de ser la heroína que va a salvar el mundo de un rey demonio. Obligada a hacer las cosas de una forma muy específica. A enterrar partes de mi identidad para preservar el estúpido orden del universo. Ya sabes.
If you stumble upon this narrative on Amazon, be aware that it has been stolen from Royal Road. Please report it.
―Enterrar partes de tu identidad es estúpido. ―Por primera vez, escuché un tono desagradable en su voz, como si hubiera tocado una fibra sensible por accidente―. Me he pasado quince años haciéndolo y, créeme, es liberador cuando te das cuenta de que, si quieres ser algo... solo tienes que extender la mano y hacerte con ello con tus propias fuerzas. ―Replicó el gesto que había descrito para ilustrarlo―. Me costó mucho aprender esa lección, pero ahora soy mucho más feliz que ese crío que no tenía más en su vida que una cuenta en un foro de videojuegos y mucho tiempo para coleccionar criaturas virtuales.
―Lo haces sonar fácil. ―Aunque lo que decía me hizo sonreír, no pude evitar que una lágrima recorriera mi mejilla―. A mí la anciana no me dejó salir del pueblo sin la promesa de que mantendría mis sentimientos bajo control y que, esencialmente, me escondería detrás de una capa emo-gótica.
―Que sepas que tienes un estilazo que ya querrían muchos ―con un gesto algo exagerado, me enseñó las uñas. Era curioso contrastar sus tonos suaves con mi elegante aunque limitado negro―. Incluso con el maquillaje así de corrido. Sea como sea, tener uno u otro aspecto no debería limitar quién eres, Vero. Deberías aprovechar todo lo bueno que hay en ti y ofrecérselo al mundo, le guste o no. Estoy convencido de que puedes vivir con ese glitch sin tener que engañarte a ti misma. Seguro que tu hermanita también te lo ha dicho a ti más de una y de dos veces.
―Me he condicionado tanto con todo lo que está suponiendo mi vida que solo puedo ser yo misma al lado de una persona ―suspiré―. Ni eso. Con todo lo que ha pasado últimamente, ni siquiera sé qué se supone que implica serlo en una situación así. Siento como si me diluyera en todas esas expectativas y... ¿Quién soy ahora?
Sacó un pañuelo de su bolsillo e intentó arreglar el desastre que las lágrimas estaban haciendo en mi cara. Acabó dándose por vencido y pidiéndome que me lavara la cara yo misma, pero al menos logró que el goteo cesara.
―Claro que estás pillada por Eli. ―Soltó una risilla calmada pero musical―. No te culpo, con todo lo que habéis pasado juntos. Si ya a mí me entró por los ojos desde el primer momento, toda una vida tiene que dar fuerte.
―Llámame tonta romántica, pero no ha sido siempre así. Vale, siempre hemos sido íntimos, hubiera o no distancia de por medio. Pero verle después de tanto tiempo... Algo hizo clic en mí. No sabía el qué. Algo había cambiado. Estaba ahí, siendo el mismo de siempre, pero... Yo qué sé. Tonta de mí, me negué a admitirlo... Y luego apareciste tú.
Tragué saliva. Definitivamente, Zack no era la persona con la que pretendía sincerarme esa noche, pero ya que había reunido las energías, iba a llegar hasta el final.
―Desde el primer momento me di cuenta de que no podía competir contigo. ―Le di un golpe cariñoso en el hombro―. Un día estoy a punto de besarle en el momento más perfecto que jamás podría haber existido, recibe ese maldito mensaje y al siguiente todo acaba volviéndose un estúpido triángulo amoroso en la que tengo las de perder. ¡Y voy yo y te lo cuento a la cara! Soy idiota, ¿verdad?
―No es exactamente lo que me imaginaba que había ocurrido, pero ahora me explico muchas cosas. ―Echó la cabeza hacia atrás, reflexivo―. Eso sí, déjame decirte algo: hay algo bastante erróneo en tu lógica.
Me pasó uno de sus brazos por encima del hombro y dibujó una figura con energía en el aire. Su control era torpe y probablemente cualquier criatura capaz de percibir la energía espiritual podría verlo brillar, pero no me importó.
―Como bien sabes, un triángulo es un polígono de tres lados y tres vértices. ―Trazó las líneas y los puntos que había descrito en el aire. Cuando acabó, se acarició la mejilla, esperando alguna respuesta.
―Eso es. También sé que, si multiplicas la base por la altura y entre dos, tienes al área de la superficie... ¿A qué viene esto ahora?
―Para ser tan lista, a veces eres un poco espesa ―bromeó, señalando el punto superior―. Quiero decir que es estúpido llamarlo triángulo si quieres poner a alguien en su centro.
―De hecho, los triángulos poseen varios centros. ―Intenté ilustrarlo en el aire, pero él me paró―. No sé, Zack. Sigo sin pillarlo.
―Te falta un lado, experta en trigonometría. ―Me dio un golpecito en la sien―. Tienes razón, no hay que considerar un centro. No tiene sentido competir. ¿No piensas lo mismo?
―¿Que no compitamos? ―Tensé los hombros. Él suavizó un poco su tacto en respuesta, pero no me soltó―. Ya es un poco tarde para eso, ¿no crees? Hemos estado, literalmente, peleándonos ahora mismo.
―Bueno, solo hay que resolver la figura ―Disipó la energía del aire con un ademán―. Seremos la arista que falta.
Quizá tuviera la mente demasiado cansada como para dilucidar lo que esas palabras querían decir, pero sus acciones fueron claras e inequívocas. Y es que, con los labios de la persona con la que me había estado enfrentando unos minutos antes sobre los míos, todas las cuestiones que ocupaban mi cabeza habían salido volando por la ventana.
¿Que un montón aún más gordo iba a tomar su lugar en cuanto me separara de él? Sí, pero en ese entonces solo necesitaba disfrutar del momento. Mi corazón y mi cabeza estaban de acuerdo en que, aunque este no fuera el giro que esperaba para la noche, también me lo había ganado.