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Cazadores de Silicio (Español/Spanish) [¡Finalizado!]
Capítulo 28, por Ramón Lourido (parte 1)

Capítulo 28, por Ramón Lourido (parte 1)

Recorrí la cafetería con la mirada. Por suerte o por desgracia, el Thardisia no estaba tan bullente ese día como para que cerrar la puerta unas horas supusiese un problema al dueño.

―Podemos comenzar con esta reunión extraordinaria de Cazadores de Silicio. Extraordinaria e informal, por descontado. ―Me ajusté el cuello de la americana para imponer algo de respeto―. Gracias, Sanae, por tu inestimable colaboración.

El barista tomó asiento junto a nosotros y dio un largo sorbo a su taza de café. Conociéndole, era probable que escuchase hasta la última de nuestras palabras, pero no aportase un solo comentario hasta el final de la reunión, si es que lo hacía. No obstante, la situación requería de la ayuda de todos los exorcistas disponibles.

―Verónica, por favor... ―Paré un instante, intentando decidir si era o no una buena idea pedirle algo así―. ¿Podrías invitar a Mako a esta reunión?

―Vaya, ¿te has encariñado con mi pequeño demonio? ―replicó con un tono tan juguetón como ácido. ¿Se le estaban contagiando las malas costumbres de Elías Delfín?―. ¿Dónde se ha quedado eso de no confiar en él? Tito, te haces mayor.

No digné esa provocación con una respuesta. Estaba seguro de que la exorcista intuía, de una u otra forma, por qué intentaba no mostrar apego alguno a la criatura durante todo este tiempo. Aun así, accedió con poco más que un intercambio de miradas. El demonio se materializó directamente sentado en una de las sillas libres. Desde la última vez que lo había visto, el glitch había dado otro estirón. Seguía sin ser claramente humano, pero en ese momento era fácil interpretar en su forma a un serafín adulto. Uno incapaz de comunicarse mediante el don de la palabra, si bien sabía que eso podía arreglarle.

Después de todo este tiempo con formas tan oscuras y bestiales, por fin tenía un rostro humano al que mirar. Justo a tiempo para la batalla final. Tan bromista como siempre, ¿verdad?

―De acuerdo. ―Evadí la mirada de los presentes―. Tenemos muchos asuntos sin zanjar sobre la mesa, ¿alguien gustaría de elegir uno con el que comenzar?

―Zack.

Fue Elías quien respondió. Solo una palabra seca, afilada como un cuchillo. Verónica acarició su antebrazo en un claro intento de calmarle, pero siguió tenso al respecto.

―Un chico valiente, sin duda. ―Intenté llevarlo con diplomacia―. Sabía mejor que cualquiera que nosotros el rol que el universo le había otorgado y lo abrazó con gallardía. Huelga decir que se lo agradeceremos como es debido trayéndole de vuelta. Esta vez, nadie se va a quedar atrás.

―¿Cuál es el plan? ―espetó el joven―. Porque tiene que haber alguno, digo yo. Me habéis pedido que me concentrara en lo mío esta semana, que buscara todas las pistas... ¿Cómo? ¡Ja! ¡Como si fuera a poder concentrarme después de...! Joder, si ni siquiera pude despedirme de...

―Hemos cumplido con nuestra parte del trato, Elías ―aseveré―. Por descontado. La guardiana del santuario ha sido lo bastante gentil como para proveernos de las herramientas para salvar su alma, mas asegura que su mente es lo suficientemente fuerte como para vencer en su empresa por su cuenta. Solo nos pidió esperar al momento oportuno para arremeter, y eso es lo que haremos.

―Puedes contar con nosotros, Eli. ―Norma apoyó su mano el hombro del muchacho―. Aunque en quien más deberías confiar es en él. De no ser por lo que hizo, posiblemente nada de esto sería posible. Así que asegúrate de agradecérselo cuando le veas.

―Como ya sabes, hemos ajustado los circuitos demónicos de esos ordenadores para evitar ese tipo de influencias ―aseguré, intentando imprimir tranquilidad en las palabras―. El tuyo ya está listo; el de vuestro amigo irá después. Aprovecharemos la tecnología de esa Catedral en su contra y hagámonos fuertes con ella. Lo que me lleva al siguiente punto...

Di un poco de aire a las palabras, esperando que el muchacho protestara, pero no lo hizo. Cuando hubo pasado un tiempo prudencial, levanté el mentón para señalar a mi compañera, dándole paso a la conversación.

―La procedencia de ese saber ―intervino―. Es curioso, Seven nos enseñó un tercer modo de relacionarnos con los demonios. Nosotros, los devoramos. Los domadores los controlan mediante tecnología de fuera de este mundo. Él y sus seguidores... Simplemente conviven con ellos. Compartiendo ideas, conocimiento... E invocando criaturas de otros mundos al nuestro para obtener su poder y sus secretos.

―¿Otros mundos? ―pregunté―. ¿A qué se debe ese plural?

―Quizá el bueno de Eli pueda responderte a eso. ―Señaló al aludido―. La teoría es suya y solo suya, al fin y al cabo.

―Bueno, supongo que esto es algo que no sorprenderá a nadie ―explicó. Su tono serio y dolido aún no se había ido del todo, pero exponer sus ideas en voz alta parecía darle algo de claridad―, pero no todos los espíritus vienen del silicio. La sacerdotisa lleva vigilándolos desde siglos antes de que Willian Higinbotham y Robert V. Dvorak creasen ese mítico Tennis for Two allá por 1958. Bueno, vale, ya sé que cuál fue el primer videojuego de la historia es algo que se ha debatido hasta la saciedad y probablemente haya tantas opiniones al respecto como personas sentadas en esta mesa. Da igual, estamos hablando de siglos de diferencia.

―Así es. ―Asentí con educación―. Nadie pone en duda que el espiritismo sea más antiguo que los videojuegos. Creo que puedo intuir a dónde pretendes llegar con esto.

―A la mera razón de ser de los glitches ―carraspeó para corregirse―. Bueno, de los demonios y espíritus en general, independientemente de su medio de origen. Aunque podemos seguir llamándolos así si queréis. Glitch sigue siendo un término claro y conciso. Hubo algo que la sacerdotisa me dijo que me hizo pensar en que, al fin y al cabo, muchas de las criaturas místicas de ese bosque no eran nativas de este mundo. Simplemente, encontraban su paz y su camino aquí.

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―A mí me dijo algo sobre que deberíamos descubrir «la verdadera naturaleza de los espíritus» ―añadió Norma―. Es una pieza que encaja.

―Mi teoría estaba llena de huecos. ¿Cuáles son esos otros mundos? ¿Cómo podían llegar hasta aquí? Nada acababa de tener sentido. Por un momento, consideré que no eran más que extrañas fuerzas y designios del universo. Que los humanos somos demasiado pequeños como para poder entenderlo. La demonología ha existido desde que el mundo es mundo y algunos sinvergüenzas han decidido aprovecharla para atraer a criaturas del más allá desde tiempos inmemoriales, así que descubrir según qué cosas sobre esos extraños circuitos no me sorprendió demasiado. Sin embargo, un pequeño detalle de lo que ocurrió en esa torre me dio el chispazo que necesitaba para seguir.

Incliné la espalda hacia él, deseoso de ver cómo seguía esa línea de pensamiento. Si no era la demonología ni la forma de nuestros enemigos de obtener su conocimiento, solo podía tratarse de...

―Moroboshi ―dijo con contundencia―. Si él y Seven son la misma persona, el cronograma empieza a cuadrar. Por aquel entonces, no debía saber mucho de demonios. Dijo que una de las cartas de Norma fue el detonante de su primer encuentro. Eso fue... ¿a finales de los ochenta?

La pelirroja asintió.

―Supongamos que un demonio pobló entonces parte de su mente. Que empezó a susurrarle al oído cosas. Cosas como cómo obtener más poder trayendo a criaturas desde su mundo o los secretos de la demonología que ni los mejores investigadores ―me dedicó una mirada desafiante― podían esclarecer. Mientras la humanidad jugaba con las migajas, él llevaba unos cuantos pasos por delante. Pero había un problema: los videojuegos aún estaban en su más tierna infancia. Los ocho bits de la NES y la Master System no estaban muy preparados para hacernos imaginar, salvo casos muy notables. Para la mayoría de la población, las consolas no eran más que juguetes; y los ordenadores, material de oficina.

―Lo que significa que la mitología detrás de ellos no era lo tan grande como para que sus leyendas permearan lo suficiente. Sí, había errores de código por aquí, rumores que nos llegaban a la revista por allá. Sin embargo, tienes razón: no podía haber demonios de silicio lo suficientemente fuertes si el mero imaginario colectivo no los tenía en tal estima. ―Me acaricié el mentón―. Lo que dices tiene sentido, mas me gustaría señalarte las dos obvias excepciones.

―El Héroe y Erymath, sí. Las he tenido en consideración, descuida. Aunque tengan su origen en Eiyuusha, hay algo que destaca sobre todo lo demás: no son sino el ideal del heroísmo y la villanía. Podrían haber sido otros personajes cualesquiera: Mario y Bowser, Link y Ganon, el Guerrero de la Luz y Garland... Con haber estado ahí en la época y haber suscitado una respuesta así del público, habrían caído en esos roles.

Verónica se llevó la mano a su colgante y suspiró. Seguramente, como el receptáculo del Héroe, se sintiera más cercana a esta conversación que ningún otro. No obstante, permitió seguir hablando a Elías.

―A donde quiero llegar es a una de las máximas que me inculcasteis en mi primer día de la redacción: un glitch, por lo general, solo es tan poderoso como su huella en el imaginario colectivo. Y si los videojuegos aún no lograban marcar esa impresión, ¿por qué no buscar leyendas más sedimentadas en otros medios? Por ejemplo, en la televisión o la literatura. Claro está, había un problema: puedes encontrar errores informáticos en un videojuego, pero ningún demonio se va a escapar por una página mal maquetada o un cel mal dibujado. De hecho, lo que ocurrió en el 98 me dejó claro que ni siquiera podía ocurrir con un disco de música en mal estado.

Solté una débil carcajada en anticipación a su discurso.

―Lo que nos lleva al siguiente punto del día: Gazereth ―me adelanté.

―Eso es, señor SiliMAX. ―Hizo ese gesto en el que los dedos fingían ser pistolas―. Hay mucho que no sabemos de demónica. Cómo invocar directamente a una de esas criaturas a nuestro lado, cómo comunicarnos a través del velo entre mundos, cómo conocer esos lugares con los que no podemos interactuar con un mando... pero sí que sabemos dos cosas con certeza.

Invocó a su espíritu afín a la mesa. Aún me sorprendía que esa máquina hubiera podido sacar una copia a través de la información que existía en su aura. Porque no era más que eso: una copia de lo que ese orbe caricaturesco había sido originalmente, traída de nuevo a la realidad únicamente a través de la creencia del muchacho. No había nada de «colectivo» en ese imaginario... y eso era una pregunta cuya respuesta aún era un interrogante.

―Primero, que hay criaturas que han llegado desde esos reinos que se escapan de nuestra especialidad. Nixie es una de ellas. No es un demonio de silicio... Indagando, descubrí que es una criatura de un cuento infantil neerlandés. Su título en castellano sería algo así como La Gotita Valiente. Me voy a tomar la licencia de llamar al equivalente glitch de la literatura «demonios de tinta». Sí, quizá debería decir «celulosa» si quiero mantener la nomenclatura, pero reconoceréis que no queda tan molón.

―Y esas alas mecánicas que vimos... ―Verónica abrió la boca con sorpresa. Parecía que el becario se había dejado las conclusiones para epatarnos en la reunión―. Son las de Gazereth. Ya lo dijo el Héroe: las alas del Hada de Mercurio fueron cercenadas en combate.

―Una recompensa que, a su vez, también sería una buena forma de endeudar a Seven ―respondió Norma―. No estoy muy segura de cómo cuadra esto en la cronología, pero sí que estoy convencida de qué es lo que hizo por ella. Extendiendo el rumor de que el Hada sería uno de los personajes de 2nd Super Robot Wars, esa idea resonaría. Haciendo que la gente tuviera curiosidad, investigara. Para el reino de silicio, que esa Gazereth existiese empezaría a tener sentido, fuera o no real. Quiero imaginarlo como un punto en el que ambos mundos coexistieron y el Hada de Mercurio usó. Una vez allí, le resultaría mucho más fácil afectar a nuestro mundo a través de las grietas que los errores generaban. No tendría que ser invocado, ni trascender por accidente las fronteras entre reinos.

―Sabía perfectamente que mucha gente iba a creer en esa leyenda... ―Al fin y al cabo, era consciente del alcance de las palabras que publiqué en la revista―. Pero, ¿por qué elegir un juego que no iba a ver la luz a este lado del charco? Podría haber elegido cualquier adaptación o...

―Se lo susurraron los demonios ―supuso Vero en algo que no fue más que un suspiro―. Además, estoy convencida de que en la época el «en Japón dicen» era suficiente razón para que cualquier despistado se lo creyera, ya fuera en el patio del colegio o en una conversación casual junto a la cafetera de la oficina. Al fin y al cabo, no había tanto lugar en Internet donde desmentirlo. Tenía los ingredientes perfectos y se los dimos en bandeja.

―Así que, si todo lo que postuláis es cierto, uno de los tres miembros de la Guardia de Erymath es algo que no corresponde a lo que conocemos como un demonio de silicio. Algo que cambia radicalmente las reglas del juego. ―afirmé―. Tal y como decía la sacerdotisa. Desconozco si realmente esto supone una diferencia palpable en el combate que se nos cierne, pero... Es algo que agita mi forma de entender el mundo. Enhorabuena, Elías. Al final, has sido un estupendo fichaje para la revista.

Nos tomamos un momento para rellenar nuestras tazas e interiorizar un poco la información que había sido capaz de recabar nuestro compañero. La charla comenzaba a volverse algo más animada, hasta el punto en el que me sentí mal por tener que cortarla de raíz con uno de mis carraspeos para invitar a hablar a la siguiente ponente de la tarde, Norma Guarnido.