¿Cuáles son los juegos favoritos del reparto de personajes en la época en la que se narra la historia? ¿Qué juegos actuales les gustarían?
¡Ah! Esta era una de las preguntas que más papeletas tenía de ver en este Ask Me Anything… ¡Los jueguicos!
Elías es un poco el todoterreno del grupo, es el que mantiene un Excel de los juegos que se pasa y cuenta con un backlog eterno. Ha probado de todo y no tiene tiempo material como para encariñarse demasiado con videojuegos en concreto, pero alguna excepción hay que arraiga en su corazoncito y le hace volver en cuanto le apetece regresar a un lugar seguro. Uno de esos juegos, el que es capaz de pasarse con los ojos cerrados, es Kirby Super Star, para la Super Nintendo.
Hoy por hoy estaría volviéndose loco con la cantidad de juegos más humildes que copan el mercado, las ofertas de Steam, los bundles y todo lo que le rodea. Definitivamente, la vida no le daría para probar todo lo que le interesa, pero sí que le dedicaría un poco más de tiempo a lo que sí. Estoy seguro: habría alcanzado el 112% de Hollow Knight y lo presentaría como uno de sus momentos álgidos en su carrera como jugón.
Vero, por su parte, es la experta en RPG, ya sea en sus vertientes de acción, estrategia o turnos más tradicionales. En el libro la vemos jugando a Kingdom Hearts en lo que es uno de sus peores momentos. No es casualidad: se trata de su juego favorito de la época y de una de sus zonas seguras, el lugar donde encontrar confort. Eso sí, no aguanta las secciones de la Nave Gumi del primer juego.
En la actualidad, seguiría a tope dentro del género, participaría en discusiones online sobre si el BTC son turnos o no y probaría todas las nuevas sagas que pasaran por su radar. Estoy convencido de que se engancharía a Persona en su tercera entrega, defendería con uñas y dientes la jugabilidad de Final Fantasy XIII y, muy probablemente, sería de las que empezara a jugar a Yakuza 0 al ver el famoso vídeo del pollo y acabaría cayendo como fan absoluta de la saga. Eso sí, te diría un título favorito cada vez que le preguntaras.
De Zack ya sabemos todos que es un apasionado de la captura de monstruos. Ya sea Pokémon, Digimon, Monster Rancher o incluso cosas menos ortodoxas como Medabots, él está en primera fila en cada lanzamiento relevante del género. Lo que no se explora tanto en esta primera mitad de la novela es que también es un aficionado de los MMORPG, que aún no era demasiado popular en la época. ¿En 2003? Su corazoncito se reparte entre el primer Digimon World (él supo jugar la versión americana para evitar el infame bug del Agumon) y Ragnarok Online.
No habría cambiado un ápice desde entonces. Se habría jugado todos los juegos de las sagas que mencionaba y se encariñaría mucho con Yo-kai Watch. Su vida en el imaginario colectivo quizá fuera corta, pero él seguiría haciendo referencias día sí, día también. Ahora mismo estaría a tope con Cassette Beasts y aprovechando cualquier oportunidad para hacer que sus amigos lo jueguen. Por otro lado, también estoy seguro de que su contador de horas en Final Fantasy XIV se contarían en millares. Estaría en uno de esos equipos que se dedican a competir por ser los primeros en pasarse el contenido más desafiante.
Norma también es un poco todoterreno, pero encontró el amor en Devil May Cry. Quizá fuera por recordarle a los beat’em’up de su infancia pero con aún más molonidad, quizá por su estética, o puede que fuera por sus momentos absurdos. No es casualidad que tenga un brazo llameante, supongo. También le encantan las cosas demasiado japonesas, como Incredible Crisis o la saga Cho Aniki.
En la actualidad, es probable que haya acabado en derroteros extraños. Estoy seguro de que no habría dejado el hack’n’slash de lado. La sigo viendo capaz de superar los mayores retos de Hi-Fi Rush con una mano atada a la espalda y el crío del vecino ensayando para el recital de flauta con las ventanas abiertas, pero… ¿En el mundo extraño? No habría juego raro para ella. ¿Cold Hearts y Hatoful Boyfriend? Experiencias totalmente mundanas.
Ramón, en cambio, es muy reservado. El tío sabe de videojuegos y es capaz de defenderse en cualquier charla, tanto desde el conocimiento técnico y artístico como de los factores más subjetivos. No obstante, hay un problema: nadie sabe qué es realmente lo que le gusta. Quizá es porque juega tanto por trabajo que no sabe dejar un hueco a lo que realmente le gustaría… o porque nadie se ha atrevido a preguntarle. Eso sí: si tenemos que juzgar por lo que escribe en la revista le llaman especialmente la atención los juegos de puzles.
Un testigo que prefiere mantenerse anónimo ha mencionado que le encandiló Henry Hatsworth in the Puzzling Adventure, aunque en alguna ocasión le ha hecho perder su habitual compostura. ¿Hoy día? Estamos seguros de que estaría mucho más contento con el anuncio de la nueva entrega del Profesor Layton de lo que se atrevería a admitir.
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Por último, no es ningún tipo de sorpresa que Jaime orbite hacia el género más musical… Aunque es una lástima que se popularizara después de su desaparición. Esperemos que esté bien y pueda disfrutar de joyas como Osu! Tatakae! Ouendan!, Crypt of the Necrodancer, Rhythm Heaven o Thumper.
Desde la primera aparición de cierto muchacho, y conociendo un poco a Ramón y su personalidad tan formal, me pregunto: ¿Cómo empezaron a salir Jaime y él? Soy incapaz de imaginarme sus primeras interacciones y tengo mucha curiosidad~.
Quizá debería empezar esta historia poniéndoos en precedentes. Gailadría, primera mitad de los años ochenta. Un universitario Ramón viviendo fuera de casa por primera vez y pasándolo mal con las manías de unos compañeros de piso bastante menos ordenados (y más escandalosos) de lo que a él le gustaría. Su vida era poco más que saltar de bibliotecas a cafeterías donde estudiar o disfrutar de las noticias del día. Ah, un buen café solo y uno de los periódicos de esos montones tan habituales en la época.
Jaime, por aquella época, vivía en casa de sus padres. Un chico brillante, sí, pero uno que había decidido quedarse fuera del circuito universitario por… falta de una meta real en su vida. Como decía su padre, «No podía ganarse el pan tocando la guitarra». La versión oficial de la historia consistía en que el pobre estaba tomándose un año sabático para prepararse unos prestigiosos exámenes de acceso en el extranjero, pero la realidad era que vagaba sin rumbo, en búsqueda de un lugar en el que encajar.
Ambos coincidieron un día en el Thardisia. Sanae, aunque hosco, siempre había tenido un especial tino en reunir a la gente que lo necesitaba más bajo el techo de su local. Los ingredientes estaban ahí. Solo hacía falta una chispa…
Normalmente, el estudiante se tomaría la música en directo como un aviso de que era hora de marcharse, pero había algo especial ahí. Quizá fuera que lo que Jaime estaba tocando era una una cover acústica de uno de sus temas favoritos: The Logical Song, de Supertramp, aunque es probable que hubiera algo más. Al fin y al cabo, Jaime tenía el poder latente de curar el espíritu con su música… y quizá Ramón se había dado cuenta de alguna forma.
Todo el mundo duda de esa parte al escuchar la historia, pero fue él quien se acercó. Para felicitarle por su trabajo. El barista fue perceptivo e invitó a ambos algo que hidratara sus gargantas y fomentara la conversación, aunque estaba claro que Jaime tampoco es que lo necesitara. Si ya de por sí era capaz de hablar por los codos, ver a alguien interesado en su trabajo le dio cuerda de sobra.
Perdieron la noción del tiempo. Del café de por la tarde, a unos cócteles (Ramón se negó a que llevasen alcohol, pero Jaime no parecía tener esas preocupaciones) y un cuenco de frutos secos (el músico insistió en que incluyeran gominolas, por algún motivo) de madrugada. Ramón era lo suficientemente interesante como para mantener la charla viva y Jaime era tan encantador que no había forma de parar esa conversación sin sentirse mal por ello.
Todos sabemos que Sanae es aún menos hablador que Ramón, pero siempre que le preguntan sobre esa tarde una respuesta preparada: «¿Esos dos? Hicieron un speedrun de la amistad. No sé si es que los polos opuestos realmente se atraen o si simplemente una pequeña área en común es capaz de dar para tanto cuando las dos personas están hechas la una para la otra».
Y el resto fue historia.
Sobre Norma, ¿cuáles son sus preferencias románticas o relacionales (si es que las tiene, claro)?
Norma es abiertamente bisexual (y no tiene demasiado filtro para admitir su atracción, ya sea por gente real o personajes), aunque desde lo que pasó a finales del 98 no ha tenido la cabeza como para meterse en una relación… así que se mete en las de los demás para hacer de Agente del Caos.
¿Hay algún personaje en la historia que presente alguna divergencia? Por su forma de expresarse, se me ocurrió que Zack tenía algunas papeletas.. pero tal vez me equivoque
Realmente, en esta ocasión no he escrito a Zack con una intencionalidad consciente de que presente divergencias. Como siempre, esta es mi pista para soltar el disclaimer habitual: «Si te sientes representado con algún personaje, abrázalo. Aunque no fuera mi intención, celebro que puedas relacionarte con sus acciones y experiencias».
Quizá, Ramón sí que presente algunos comportamientos menos típicos, especialmente en lo relativo al orden y control, las expectativas de convenciones sociales y lo que le rodea, aunque si es relativo a un trastorno obsesivo o no es un ejercicio que nunca he realizado y que puedo dejar al lector.
¿Algún personaje con un papel más principal que nos falte por conocer? Te leo^^
En cierto momento de la historia, Vero hace alusiones a alguien que parece tener algo que ver con Norma. A ella no le hace demasiada gracia.
Y, bueno, ¡nuestros becarios se van a Atecina del Bosque! Hogar de la familia de Vero y de cierta Sacerdotisa que parece darles un poco de miedo a todos.
Ramón se nota que es un hombre de cultura al dedicarse al periodismo, ¿algún libro favorito de la época?
Para lo atado que es Ramón a la realidad, es bastante aficionado de la ciencia ficción especulativa. Ver cómo un autor puede imaginar diversas formas en la que la tecnología avance y dé forma a la sociedad es un ejercicio que le fascina, tanto en la literatura como en el cine y videojuegos.
Sea como fuere, incluso para eso es un clásico y responderá el nombre de Isaac Asimov. ¿Qué libro? Puede que El Fin de la Eternidad, un clásico de los años cincuenta que leyó poco antes de empezar la universidad.
¿Cuál crees que diría Norma que fuera un cosplay imposible para ella realizar? ¿O llevar puesto?
Estás… ¿retando a Norma?
Si hay algo que se pueda hacer, ya buscará la forma de lograrlo. Es lo que pasa cuando eres más cabezona que un puesto de ajos y tienes la habilidad (o, en todo caso, los contactos) para lograrlo.
En caso de que la pregunta vaya por un «bueno, pero no todos los cosplays quedan bien en todos los cuerpos», su reacción sería una mezcla de lo muy poco que le importa (no tendría problema en versionar el diseño) o su tesón en que quede bien (las prótesis y ángulos de cámara creativos hacen maravillas).