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Cazadores de Silicio (Español/Spanish) [¡Finalizado!]
Capítulo 26, por Elías Delfín (parte 2)

Capítulo 26, por Elías Delfín (parte 2)

Aunque Zack había descrito el Judgment 1999 como un lugar tranquilo donde tomar un algo, echar unas partidas o librar combates espirituales (sí, eso ya había empezado a entrar en la categoría de «tranquilo» para mí), la anticipación por el esperado evento de lanzamiento era tanta que no cabía un alfiler en la planta superior. Un montón de chavales (y no tan chavales), la mayoría con claros signos de haber sido víctimas del Efecto Pirita, llenaban los pocos asientos de las mesas y los taburetes de la barra mientras mostraban sus logros en sus consolas portátiles.

Después de una ronda de saludos y presentaciones (definitivamente, nuestro compañero era bien considerado en el local), bajamos a la planta inferior. Todos los sillones estaban a rebosar de gente que quería pulir sus partidas en la versión de sobremesa del título y curiosos que buscaban la forma de ganar algo de ventaja en el evento venidero. La hilera de máquinas recreativas también estaba a rebosar de gente que, impaciente, mataba el tiempo rompiendo burbujas en el Pang o se enfrentaba a Despedazador en el Turtles in Time. Ni siquiera había hueco en las mesas que, según nuestro guía, normalmente estaban dedicadas a las campañas de rol o de cartas.

―No veía un lanzamiento con tanta gente desde el último Pokémon. Y creo que ni eso llenó tanto el local ―apreció el muchacho―. Me pregunto qué habrá organizado Seven para esto. En fin, si no hay sitio por aquí, vayamos al dojo.

El albino se acercó a una de las máquinas expendedoras e introdujo una combinación que no correspondía con ninguno de los productos. La pantalla parpadeó seis veces y un pasillo secreto se abrió detrás de la máquina.

―No sabes la de explicaciones que nos ahorra tener la sala de combate escondida ―dijo con una sonrisa pícara ante nuestra mirada llena de interrogantes―. Estábamos entre eso o un botón detrás de un póster, pero alguien dijo que eso no pararía ni a un crío de diez años.

―No le faltaba razón, hubiera sido lo primero que hubiera buscado ahí ―concedí en tono jocoso―. Así que esta es la famosa sala que habéis estado reformando.

Cual máquina del tiempo británica, la habitación parecía más grande por dentro. Mucho más grande. ¿Para cuánto daba el subsuelo de esta ciudad? Si yo llamé la atención a su tamaño, Vero lo hizo a la estética, que justificaba en un único vistazo por qué se hacían llamar «la Catedral». Piedra sombría, madera oscura, cristaleras que dejaban pasar una luz que sin duda alguna debía ser artificial (al fin y al cabo, nos encontrábamos bajo tierra), inscripciones en las paredes, candelabros en el techo, estatuas de conocidos demonios de ficción... y una música muy acorde a lo que nuestros ojos veían.

Un lugar inquietante para tratarse de una arena de combate para domadores de monstruos, pero un hogar perfecto para que un montón de amantes de los demonios se reunieran con túnicas con capucha y pusieran discos de vinilo al revés.

―La hostia, Seven se ha pasado un huevo con la nueva decoración ―se sorprendió el veterano―. Esto antes era más pequeño y más... No sé, más «aula de taekwondo», si eso tiene algún tipo de sentido. Pero lo de los grabados brillando al ritmo de la música es una putísima pasada.

Vero se acercó a mirar los inscriptos de la pared, algo inquieta. No era habitual en ella que se desmarcara sin excusarse, así que la seguí con unas cuantas zancadas largas y puse mi mano sobre su hombro, listo para usar mis poderes.

―Esos glifos... son solo dibujos sin sentido. De hecho, diría que son obra de alguien que tiene una vaga idea de lo que debería ser el demónico pero nunca se ha molestado en estudiarlo ―suspiró Vero, tranquilizada. Aun así, descargué un poquito de mis poderes en su hombro para calmar su tensión―. De todas formas, andaos con cuatro ojos. Hay algo raro en el ambiente. Una perturbación pequeña. Sutil, pero está ahí.

No tuvimos tiempo a debatirlo. Un hombre que vestía un cosplay no muy bien acabado del rival principal de Yaroze-kai clamó el nombre de Zack desde lejos en un tono a caballo entre lo amigable y el «te desafío a un duelo». Entre tantos afectados por el Efecto Pirita, el pelo blanco bajo ese pañuelo a cuadros y sus ojos irisados no destacaban demasiado, pero sus pómulos huesudos y sus ojeras de mapache me dejaron claro rápidamente que se trataba del famoso Seven.

―¡Oh! ¡Estos dos encantadores chavales deben ser Elías Delfín y Verónica Garza! ―clamó con lo que parecía genuina ilusión―. Es un placer veros en este evento, Cazadores. Confío en que os hayáis hecho al uso del GLMP. Bueno, ¿cómo no ibais a hacerlo? Sois de lo mejor de este mundillo.

Vero se presentó con un gesto de muñeca que salió de su sien. Lo suficientemente guay como para mantener su fachada oscura, pero no tan frío como para que nuestro anfitrión se sintiese poco respetado. Le estaba pillando el truco. Yo, por mi parte, le extendí la mano para darle un apretón firme.

―¿Todo listo? ―preguntó Zack, tan lleno de energía que empezó a boxear con el aire―. Estoy deseando escuchar las normas. A saber qué se te ocurre hacer con estas nuevas instalaciones.

―Quince minutos para la presentación ―dijo con un tono tan entusiasta como quebrado―. Será mejor que avise ya a Iker para que vaya cerrando. Podéis esperar por aquí. Ay, tendría que haber puesto sillones. O al menos, algún que otro banco.

El hombre susurró directamente a su muñeca, casi inaudible. Un glitch esquelético con un pergamino en la mano salió volando de su GLMP y atravesó la puerta que se había cerrado tras nosotros. Acto seguido, se esfumó sin mediar mucha más palabra. Entonces, Zack aprovechó para presentarnos a muchos más de sus compañeros, pero mentiría si me dijera capaz de aprenderme tanto nombre en una sentada. Algunos de los más nuevos nos preguntaron si éramos «de la quinta original» y usábamos tinte y lentillas o si habíamos entrado en esto de los glitches por casualidad. En respuesta, nuestro amigo señalaba una y otra vez lo maleducado que era preguntar algo así y que un miembro de la Catedral no debería siquiera cuestionarse esas cosas.

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―¿Pero cuánta gente hay aquí? ―me pregunté en voz alta.

―Según el último censo, 102 miembros contando a los que trabajan aquí. Con vosotros como invitados de honor ―se recreó mucho en esas palabras―, 104. Pero no creo que hayan venido todos.

―Pues lo parece. ―Miré, intranquilo, en todas las direcciones posibles―. Menos mal que dices que han ampliado esto, me agobiaría bastante si tuviera que compartir un espacio más pequeño con tanta gente.

La voz de Seven se proyectó en toda la instancia a través de uno de los demonios de su espalda. Por su pinta tan «artesanal», a falta de encontrar una palabra mejor para ello, cabría decir que era un monstruo que había salido del título de moda. No obstante, fue suficiente como para que todas las miradas se fijasen en él.

―¡Gracias por esperar y bienvenidos al evento de lanzamiento de Yaroze-kai! ―aunque se le pudiera escuchar con claridad, gritaba con un entusiasmo ensordecedor―. FILE no deja de sorprendernos con sus apuestas por los monstruos coleccionables y este es un juego que marcará un antes y un después en el género, como ya lo hicieron Pokémon, Digimon y Compact Creatures antes de él. Como ya sabéis, este juego nos permite crear nuestras propias criaturas a través de nuestra imaginación y las piezas que vayamos desbloqueando al avanzar en su aventura. Esto tiene, claro está, un efecto secundario bastante interesante para una comunidad como la nuestra: ¡glitches ilimitados!

―Eso no tiene ningún sentido ―espetó Vero por lo bajini―. Por mucho que se puedan crear nuevos monstruos, y suponiendo que la creencia de una persona sea combustible suficiente como para su existencia al otro lado, el error que lo hace aparecer en este mundo debería ser único. Solo recordamos una excepción y esa era...

―Algodaoth, sí ―respondí, tirando del hombro de Zack para que nos escuchara―. ¿Creéis que tiene algo que ver esta vez?

―No lo descartaría ―terció el albino―. Pero necesitamos más pistas si queremos tener una idea clara de lo que está ocurriendo.

―¡FILE nos ha dado lo que llevábamos tanto tiempo buscando! ―continuó vociferando Seven―. Gracias a esta peculiaridad, podemos organizar un evento tan multitudinario como especial... ¡Un Battle Royale!

Por aquel entonces, el término no era tan omnipresente como lo sería años después. En esa época, si decías Battle Royale, pensabas en la novela de Koushun Takami. O, con mayor probabilidad, en la adaptación a cine que tuvo. Algunos, en su lugar, tendrían en mente los eventos de lucha libre que inspiraron ese nombre. Lo definieras como lo definieras, la finalidad de un evento así estaba clara: ser el que sobreviviera en un todos contra todos.

―Según el registro, este evento ha reunido a la friolera de sesenta y seis jugadores. No es un número muy redondo ―vaya, sin nuestra presencia quizá habría quedado en un perfecto sesenta y cuatro―, pero eso lo hace perfectamente divisible en equipos de tres. ¿Qué os parece?

―Esto parece sospechosamente calculado para nosotros ―advirtió Vero―. ¿No creéis?

―Me encanta ver los números ordenados. ―El hombre paseó, con las manos en la espalda, por el círculo que los seguidores habían dejado libre―. Equipos de tres, un máximo de dos demonios en el campo por participante... ¡y solo puede quedar una triade en pie!

Una ovación llenó la sala y todos empezaron a intentar llenar sus equipos. Naturalmente, el campeón invicto recibió docenas de invitaciones, pero fue rápido en encaramarse a nosotros y asegurarnos su lealtad. El líder no tardó en aliarse con el hombre de la barra y una mujer mayor que, por su aspecto, parecía haber venido al pub justo después de acabar su jornada de oficina. Poco a poco, los grupos de tres empezaban a dejar espacio entre sí y el cacareo se disipaba en el aire.

―¡Vale, vale! ―avisó de nuevo con esa voz tan amplificada―. La mayoría ya conocéis el procedimiento habitual. En primer lugar, tendréis una hora para obtener vuestra nueva criatura. Dada la naturaleza de este evento, permitiremos usar una criatura previamente registrada y una obtenida en el momento. Si, por algún motivo, no contarais con ninguna que quisierais usar, las cesiones temporales están permitidas. Naturalmente, siempre podéis capturar dos ex profeso para el evento. Una vez finalizado ese periodo, entraréis a la nueva arena que hemos preparado para la ocasión.

―Espera, ¿hay aún más que esto? ―pregunté―. ¿Qué clase de obra ha hecho este hombre?

―Ninguna que cumpla con las leyes de la física ―respondió Vero, desplegando su energía en el aire como si de un sónar se tratara―. He averiguado qué era lo que sentía fuera de lugar antes. Estamos... en las entrañas de un demonio.

―Eso sube las apuestas. ―Zack parecía más emocionado que asustado con esa información―. Sea como sea, los tres podremos con esto juntos. A ver con qué nos sorprenden.

***

Zack se pudo permitir crear media docena de glitches en la hora de ventaja. De alguna forma, parecían hasta bien diseñados, a pesar de las prisas con las que recorría la tableta con el lápiz táctil. Yo, un zote con la pluma, me encargaba de imaginar sus trasfondos y diseñar sus habilidades, probando distintas configuraciones que ya sabíamos que habían funcionado en nuestras sesiones de prueba, y Vero supervisó con atención que los parámetros estuvieran debidamente optimizados. Cuando estuvimos listos, hicimos uso del error que los traería a nuestro mundo, uno a uno.

―Sigo preocupado por la facilidad que tiene este juego para generar criaturas prácticamente de la nada.

―Tres para mí y tres para ti ―dijo Zack, recorriendo los comandos de su guantelete a toda velocidad―. Nada mal, por si se vuelven demasiado rebeldes o no acaban de cuajar en nuestro estilo de combate. Eso sí, ve sacando a Nixie de antemano. Creo que alguien se olerá algo raro con un efecto de invocación tan llamativo. Yo iré con Zaza pegado al hombro para disimular. ¿Y tú, Vero?

Mako salió también en un estallido de luz. Había dado un estirón desde su última forma, pero era bastante consistente con el resto de criaturas que había dibujado el domador. De hecho, ahora parecía incluso más humano que antes. Con unas proporciones menos caricaturescas y la altura de su maestra, había pocas cosas que pudieran distinguirlo de un adolescente corriente y moliente. Pocas, pero notorias, claro: a pesar de haber perdido el casco para dejar ver una media melena rubia desarrapada y unos ojos de un poco natural azul cielo, seguía manteniendo las alas que sobresalían de su cabeza. Tampoco había dejado de lado sus prominentes colmillos ni los dibujos de su cuerpo que, cada vez menos ocultos por una toga que no había crecido con la criatura, llenaban aún más su cuerpo de una forma poco natural.

―Deberías comer ahora ―dijo Vero, extendiéndole varias piezas de carne digital―. Va a ser difícil justificarlo más adelante.

Era raro que una criatura claramente humanoide solo pudiera comunicarse a base de chillidos y ruidos animales, pero cosas más raras habíamos presenciado en este trabajo. Cuando el glitch acabó de alimentarse, Vero acarició con un poco de su energía las alas de su cabeza y él trinó cual pajarillo.

―Vamos allá.