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Cazadores de Silicio (Español/Spanish) [¡Finalizado!]
Capítulo 26, por Elías Delfín (parte 1)

Capítulo 26, por Elías Delfín (parte 1)

―¿Estáis seguros de que os la vais a apañar sin mí? ―nos preguntó Norma―. No me fío de ese tal Seven.

Zack dibujó una mueca confiada en su rostro y cerró el puño con cierta chulería, dejando que su GLMP se dejara entrever tras la manga de su jersey. La pose sería tremendamente artificial, pero cómo molaba el tío cuando se lo proponía.

―He hecho esto docenas de veces. Cada vez que sale un nuevo juego de coleccionar monstruos, Seven organiza un evento así. Que yo recuerde, no he perdido ni uno. Ya sé que hay motivos para preocuparse. Si lo que decís es cierto, y no dudo en vuestra palabra ni un ápice... Hay incluso razones para tener miedo de lo que pueda ocurrir. ―Suspiró, alicaído. Necesitaba unos segundos para convencerse―. Pero la gente de la Catedral sigue siendo importante para mí. Si esta vez va a ser distinto, quiero estar allí para ayudar.

―Estamos en estado de alerta ―nos recordó con una seriedad casi impropia de ella―. Las advertencias ominosas de Héroe sobre la vuelta de Algodaoth, los extraños presagios de la sacerdotisa... y la corazonada de Ramón sobre ese tío. Especialmente, eso último. Llevo suficiente tiempo trabajando con él como para fiarme de su instinto con estos asuntos.

―Bueno ―intenté tranquilizar a Norma, pero seguía mostrándose inusualmente tensa―. Tengo a mi lado al mejor domador de la zona y a una guerrera con tu sello de aprobación. Yo... vaya, soy bastante apañado, supongo.

La periodista resopló y nos lanzó uno de esos espíritus espía a cada uno, asegurándonos que si hacíamos algún tipo de trastada se iba a enterar. Al hacerlo, su expresión se tornó algo más amigable. Solo un poco, pero lo justo como para transmitir ese mensaje de que, en el fondo, se fiaba de nuestras capacidades.

―Tengo una tarde muy larga por delante, pero me mantendré todo lo atenta que pueda. Si ocurre algo... ―dijo, pensativa―. Bueno, no estaré demasiado lejos de aquí.

―Me preocupas más tú que la Catedral, tía. Solo te falta ponerte a temblar ―terció Vero, que había estado extrañamente callada durante todo ese tiempo―. ¿Cuándo fue la última vez que viste a Rosa?

―No creo que eso importe ―soltó en un bufido poco agradable―. Le escribí, le pareció bien lo que le pedía y me pidió un favor a cambio. Accedí, aunque eso suponga tener que estar en la misma habitación que ella. Es un trato justo.

―Vale, estoy totalmente fuera de onda. ―Estiré los brazos, inseguro de qué debía hacer con ellos entre Zack y Vero. La mirada del primero, pilla, me dejó congelado en el sitio―. ¿Quién en esa chica y por qué le dedicamos unas palabras tan sombrías? Esto suena a...

―Es una larga historia ―me interrumpió la pelirroja, aprovechando su distracción para encauzar de nuevo la conversación a puertos más interesantes―. Vosotros concentraos en vuestra misión, yo haré lo propio. Fin del chacoteo.

La mujer se cruzó de brazos con una postura mucho más defensiva de lo que cabría esperar de una conversación informal. Fue su hermanita quien tuvo que reprobarla con una mirada afilada para que siguiera con el orden del día.

―Por cierto, Ramón me ha dado esto para vosotros.

Norma sacó tres pines redondos del bolsillo de su chaqueta de cuero. Eran algo más grandes de lo normal y cada uno tenía un dibujo distinto, pero todos parecían haber sido diseñados por ella. Al coger el mío, que tenía un simpático pato de goma con un parche en el ojo, sentí que algo se erizaba en mi aura.

―Me he tomado un par de licencias para hacerlos más discretos ―explicó, señalando a la parte trasera del círculo―, pero en su interior son talismanes que os protegerán de ciertas influencias de esos glifos que lleváis tan alegremente en vuestras muñecas.

―¿Qué clase de influencias? ―quise saber. Si estaba a punto de meterme en la boca del lobo, tenía que ir con la mayor de las precauciones.

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―No estamos seguros. El trazado es mucho más complejo de lo que Ramón ha llegado a presenciar antes, y aunque siga indagando al respecto mientras hablamos, sabíamos que los resultados no iban a llegar a tiempo. Así que ha decidido ir por la vía de en medio y os ha preparado lo que podría llamarse... una protección de amplio espectro.

Me aseguré de que llevar el pin en la solapa no interfiriera en el funcionamiento del ordenador de muñeca. Al fin y al cabo, lo iba a necesitar si quería tener alguna oportunidad en el campo de batalla. Tras unas breves comprobaciones, pude compartir las buenas noticias: todo iba como la seda. Si quedaran dudas, la aparición de Nixie hizo que los restos de la actitud combativa de Norma se terminaran por deshacer.

―Yo no lo voy a necesitar ―apreció Vero―. El Héroe no se lleva bien con ese cacharro, pero no puedo presentarme de manos vacías. He hecho un pequeño apaño para que no me eliminen de la competición enchufando a Mako a la carcasa mientras mi tío estudia los circuitos que había antes ahí. Pero... qué demonios, no voy a negarme a llevar una chapa tan mona. Especialmente si la has hecho tú, hermanita.

―Va un poco contra la imagen de Dark Vero que quieres proyectar, pero no lo voy a negar: me gusta ―bromeé antes de darle un beso en la mejilla―. Abraza las cucadas, abraza las cucadas.

―Dark Vero está un poco oscuroflexible últimamente. ―Acarició la chapa son la punta de su uña, reflexiva―. Se lo ha ganado.

―Pues para mí el que queda, entonces. ¡Muchas gracias! ―dijo Zack con una sonrisa―. En fin, deberíamos ir empezando, ¡suerte con esa cosa sobre la que definitivamente no vamos a interrogar a Vero según te subas al coche, Princesa Aran!

La aludida intentó encontrar una réplica mordaz durante los segundos que pasó congelada en el sitio, pero no tardó en agachar la cabeza asumiendo su derrota. Después de tanto tiempo enredando los hilos para urdir ese caos del que tanto gustaba, nuestro amigo había sabido perfectamente por dónde atacar. De hecho, en cuanto el ruido del motor del coche pudo ahogar nuestras voces, disparó una batería de preguntas al respecto con la que probablemente pudiera postular a récord Guiness de rapidez de habla.

―Tampoco es que sepa mucho más que vosotros ―respondió con algo que, por los tics de su cara, era una verdad muy a medias―. Alguien que conoció en la universidad y de quien no quiere hablar por mucho que le pregunte. En fin, vamos tirando, ¿no?

Zack no parecía muy convencido de que hubiera contado todo lo que sabía y tenía esa cara de querer vengarse. Me lanzó una mirada cómplice y, aunque no supiera qué pretendía con ella, asentí con la cabeza. Con su sonrisa pillina y orgullosa, rodeó por delante a Vero, se enfrentó a mí, me tomó de las manos y decidió que la puerta del Judgment 1999 era el lugar perfecto para pedirme «un pico para darle buena suerte en el torneo» en voz alta y clara.

Me costó asumir el significado de esa petición. Las palabras volaban sin concierto por mi cabeza y no era capaz de ordenarlas de una forma que tuviera sentido. ¿Realmente me estaba pidiendo eso? ¿Así, sin más? Al fin y al cabo, sabía que este momento tenía que llegar... pero esperaba que fuese en un momento especial, no como una suerte de broma vengativa. Miré hacia todas las direcciones posibles como si fuese la única persona esperando para cruzar el cruce de Shibuya. Para mi sorpresa, Vero parecía estar a bordo con la idea. Solo le faltaba animarnos a chillidos. Magnífico, Zack, menuda forma de hacer que la venganza acabara explotando en mi cara.

―Puedo esperar si quieres. ―Se llevó el índice a los labios y lo puso sobre los míos. Definitivamente, el que no podría esperar después de eso era yo―. Aunque, ya sabes, un poco de suerte puede marcar la diferencia entre la victoria y la derrota, ya sabes.

―¿E-en serio?

―¿Por qué iba a bromear con algo así? ―Se puso de puntillas. Instintivamente, bajé la cabeza, encantado por esos ojos arcoíris―. Es un momento tan válido como cualquier otro para zanjar esa deuda pendiente, ¿no?

Fue él quien se lanzó, pero yo quien no permitió que se quedara en un contacto corto. No supe si la reacción de Vero que le sucedió fue de emoción, de vergüenza o de las dos cosas, pero el albino tenía razón: hizo que me sintiera con suerte. Con suerte de que las piezas que nos aparecieran tuvieran la forma correcta para llenar los huecos, cual partida de Tetris. Con suerte de sentirme protegido por dos luchadores expertos cuando lo más que podía hacer era invocar a una criatura curativa y usar mis poderes para calmarme ante un mundo que se me hacía demasiado grande, por mucho que hubiera prometido amoldarme a él. Con suerte de que las cosas se hubieran retorcido de la forma en la que lo hicieron y acabar así. Con suerte de haberme reencontrado con Vero y que me arrastrara una vez más a su locura. Con suerte de haberme topado con ese chico tan despistado que olvidaría darme su número.

Estaba listo para entrar en la Catedral.

―Y-yo también quiero uno ―balbuceó la exorcista, como buscando las fuerzas en el interior de su alma para formular la frase. Sus mejillas se habían sonrojado lo justo como para destacar por encima del maquillaje de una forma adorable―. Si-sigo sin estar se-segura del todo de en qué dirección va esto, pero yo también quiero formar parte de este momento. Dadme buena suerte a mí también.