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Cazadores de Silicio (Español/Spanish) [¡Finalizado!]
Capítulo 20, por Ramón Lourido (parte 2)

Capítulo 20, por Ramón Lourido (parte 2)

―Es descortés ser partícipe de conversaciones ajenas. ―Ni siquiera se giró hacia mí, pero el mero tono fue suficiente como para desestabilizarme―. No, no se preocupe. Al fin y al cabo, he sido yo quien lo ha permitido. De hecho, podría decirse que me he tomado el lujo de abrirle la puerta yo mismo. Es una buena técnica la suya, aunque debería haber estado ojo avizor de las cámaras de vigilancia. A las máquinas no se les escapa nada.

Por algún motivo, la irritante voz de Elías Delfín me sugería una tonta chanza como «vaya, así que por aquí no se iba al baño», pero decidí mantener mis labios sellados y todas las cartas en mi mano.

―Le hacía yo por alguien más vivaracho leyendo su columna, señor SiliMAX. ¡En serio, siéntese! ¡Póngase cómodo! Al fin y al cabo, es mi política que todos los practicantes de las artes demoníacas sean bienvenidos a la Catedral.

Encendió las luces del techo con un par de palmadas. Después de un fogonazo inicial capaz de despertar la fotofobia del más resiliente, tuve que volver a ajustar la vista para ver a quién me enfrentaba, aunque no tardé en descubrir que la descripción que me proporcionó Norma fue bastante certera. A pesar de su expresión amable, su delgadez hacía que su rostro se viera huesudo y sus ojeras provocaban que su mirada arcoíris destacara mucho más de la cuenta.

―Pero déjeme advertirle. ―Agitó los mechones blancos que caían desde su gorro de lana con nerviosismo―. Que sus Cazadores estén invitados a nuestra pequeña comunidad no cambia nada. Simplemente, quiero darles la oportunidad de tomar el bando correcto cuando el paradigma cambie. Seguro que nuestro señor Erymath será magnánimo con quien muestre su arrepentimiento.

No digné al demacrado hombre con una respuesta. No por no querer, sino porque no se me ocurría ninguna que fuera adecuada para la ocasión.

―Mírelo así, señor Lourido. Bueno... ¿puedo llamarle Ramón? Aunque no lo crea, soy un gran admirador de su trabajo. ¡Retruécanos! ¡No estaría aquí de no ser por lo que me inspiró su sección! Tanto usted como yo somos expertos en demonología. ―Se puso en pie y alzó los brazos al aire. A mi parecer, pecaba de dramático―. Ambos conocemos que es fútil enfrentarse a Su guardia. Vaya, diría que usted incluso lo sabe de primera mano. De todas formas, y como ejercicio de imaginación, supongamos que sus chicos con capaces de vencer a Algodaoth en un duelo justo...

Se tomó un instante para ilustrarlo. Cogió uno de los papeles que había desperdigados en la mesa, lo arrugó lentamente, disfrutando con su crepitar y, cuando se cansó, lo tiró hacia atrás.

―Aunque eso fuera posible, nunca habría oportunidad contra Él. Solo podemos asistirle en su sino y esperar una buena recompensa a cambio. Es esa la naturaleza de nuestra relación con el otro lado. Todo lo que podemos aspirar. Quid pro quo. Sé de buena tinta que usted es un hombre pragmático, señor Lourido. Sabrá entendernos.

―Me temo que no puedo compartir ese sentimiento.

―¿Es que no hay nada que quiera pedirle a cambio? ―Hizo gala de una dentuda sonrisa―. ¿Nada que esté en Su poder? ¿Ningún anhelo que pueda proporcionarle?

―No.

Lo único que anhelaba era cobrarme mi venganza. Algo dentro de mí sabía que era imperativo destruirle para volver a ver al Jaime que tanto echaba de menos. Sí, tenerle de vuelta podría estar entre los deseos que el demonio podría cumplir, pero si no me mataba la criatura por ingenuo, sería él quien lo haría por traicionar todo en lo que creía.

―Hagamos una cosa. ―Volvió a unir sus sudorosas manos―. Nuestro campeón ha solicitado un GLMP para uno de sus Cazadores. Era mi plan proporcionárselo. Deje que experimente de primera mano las ventajas de nuestro pequeño colectivo y que sea su palabra la que le convenza.

―Supongamos que el señor Delfín accede, ya que esa decisión no está en mi mano, sino en su libre albedrío. Mas, ¿qué hará si lo que tienen que ofrecerle es incapaz de convencerlo?

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―Será libre de marcharse, claro está ―sentenció. Sus tics se acrecentaban más según hablaba―. Nuestra adoración está en un demonio, pero no somos una secta. Oh, no somos así, ¡se lo prometo! Le ofrezco una oportunidad de oro para que conozca más sobre esta nuestra casa. Sobre nuestros métodos. De enseñarles cómo Su bendición, latente en nuestras almas, nos ha hecho trascender.

Tuve que morderme la lengua para no decir lo que estaba pensando de esa sarta de sandeces. Tanto, que empecé a notar el sabor metálico de la sangre en mi boca.

―Lo consideraré ―rezongué.

―Me alegro de oírlo. ―Abrió los brazos, casi danzarín―. Es usted un hombre más razonable en el cara a cara que en nuestros intercambios postales.

***

Aunque había llegado en autobús (el aparcamiento en la zona no era precisamente el mejor), decidí volver a casa andando. En parte, porque no me apetecía compartir transporte con unos cuantos adolescentes que ya se habían puesto a tono antes de irse de fiesta. En realidad, porque necesitaba despejar las ideas.

El teléfono móvil que llevaba en el bolsillo de la gabardina empezó a vibrar. «Maite (Casa)», rezaba la pantalla.

―¡Hola, hermanito! ―saludó con energía―. ¿Qué tal todo?

―¿Quieres la respuesta educada o la real?

―Te conozco lo suficiente como para saber que me vale con la primera. Pero gracias por la elección.

―Entonces, te diré que todo bien. ―Me tomé una breve pausa―. ¿A qué se debe la llamada?

―A que la cobertura en este pueblo es una mierda, como siempre. ―La voz de Norma dominó la conversación―. He recibido tu mensaje. Buen chico. ¿Qué tal ha ido la cosa?

―Según lo mires, tan bien o tan mal como esperábamos ―resoplé con fuerza, para que se escuchara al otro lado de la línea―. Tal y como nos temíamos, nos enfrentamos a un puñado de locos que quieren traer de vuelta al Gólem de Pirita y pedirle que cumpla sus deseos como si se tratase del genio de la lámpara. Y ese desequilibrado de Seven se cree su mesías, o algo así. ¿Qué tal por tu lado?

―La jefa me ha mandado a casa. Ya la conoces, decía que molestaba más que ayudar. Elías ha superado el ritual sin percance alguno... Y respecto a Zack, como sospechaba, la única fuente de energía espiritual del muchacho procede del trozo de alma de demonio que tiene incrustada... La vieja sostiene que, a estas alturas, es imposible extirpárselo. Según ella, sería más fácil destruir el núcleo de Algodaoth para que el fragmento se deshiciera por sí mismo que extraerlo. También asegura que esos poderes nos ayudarán en un futuro, si bien puede ser un peligro.

―Permíteme desconfiar.

―¿De la maestra? No le va a hacer ninguna gracia escuchar eso de su alumno estrella.

―Del demonio. Después de pasarme el día rodeado de chalados, no tengo el cuerpo como para escuchar nada remotamente bueno de ese Gólem.

―Pues aún me debes una narración completa y extendida.

―Maldita sea, Guarnido.

Me tomé mi tiempo en darle todos los detalles que había recabado en el local. Lo de los duelos de domadores no pareció sorprenderle mucho, aunque el que todos trataran a su invitado como el campeón indiscutible pareció agradarle. No quiso decir por qué, eso sí. También le di los detalles sobre la conversación que me habían permitido espiar, pero mi orgullo hizo que omitiera la parte del permiso.

―¿Aileen? ―Paró justo en ese detalle―. ¿Canadiense?

―Eso es. Al menos, lo parecía por su acento. Y diría que está relacionada con Yaroze-kai, a juzgar por la conversación. Sí, definitivamente era una empleada de FILE.

Se tomó su tiempo para darme una respuesta. Casi podía oír cómo los engranajes de su cerebro se movían a toda velocidad a través de la línea de teléfono. Sabía que, en esos momentos, lo mejor era dejarla tranquila.

―¿No era Aileen el nombre de pila de Lady Cameron? ―dijo por fin―. Ya sabes, la desarrolladora fantasma.

―Aileen Cameron, la desarrolladora fantasma. ―Me llevé la mano a la frente, dándome cuenta de las implicaciones―. Por supuesto, no podemos dar un paso hacia delante sin encontrarnos otra leyenda que resolver.

Poco se sabía de Cameron más allá de que su rol en los juegos en los que había trabajado era el de diseñadora técnica y que, las pocas veces que concedía una entrevista (nuestra revista nunca lo había logrado), lo hacía detrás de una cámara web y con un disfraz de uno de los muñecos cabezones del clásico Legend of Ka'rosh para ocultar su rostro. No tardó en volverse una seña de su identidad por lo mucho que parecía divertir a los fans que veían los vídeos en GameTrailers, hasta el punto de que era imposible encontrar imágenes de su rostro. Algunos de sus compañeros aseguraban que lo habían llegado a ver en alguna que otra reunión, aunque fuera a través de su cámara, pero nadie se atrevía a describirlo. También se había vuelto un mito entre la comunidad por su ingenio, sus respuestas sin filtro a los periodistas y su originalidad a la hora de diseñar mecánicas novedosas para los juegos en los que trabajaba. De toda esa lista, lo único que me hacía respetarla un ápice era lo último.

No obstante, no importaba tanto quién fuera, sino la implicación de que las redes de la Catedral llegaban hasta el corazón de uno de los estudios de videojuegos más importantes. Quién sabía hasta dónde más.

―Y hablando de leyendas...