Que Zack me pidiera recogerlo en la puerta de Velocidad Pizzónica me divirtió. A ambos nos venía mejor cualquier otro sitio, pero el chaval quería ser poético y recordarnos nuestro primer encuentro para demostrarme cuánto había cambiado desde entonces.
―Ey, Princesa Aran. ―Corrió a abrazarme―. ¡Soy yo, Usagi!
Definitivamente, no lo recordaba con tanta energía. El Zack de unos años atrás, como mucho, habría temblado un poco y me habría extendido una mano trémula. Pero no, ahí estaba, casi intentando levantarme en brazos de la emoción.
―Joder, chico, sí que estás distinto. ―Le devolví el gesto, aunque un quejido me indicó que me estaba pasando con el apretón―. Lo que hacen cinco años en la adolescencia, ¿eh?
―Jo, tú también has cambiado un montón. ¡Menudos hombros, nena! ―Se separó un par de pasos hacia atrás y me escudriñó con esos ojos antinaturales que tantos escalofríos me daba recordar―. Aunque bueno, me impacta un poco menos, que yo he seguido tu trayectoria. ¡Ay, cómo me gustó tu disfraz de Winry de Full Metal Alchemist! ¡Di que sí, reina del cosplay, esos músculos están para enseñarlos!
―¿A que sí? ―Flexioné el brazo―. ¡Gracias! Ir vestida de armadura molará mucho, pero no iba a aguantar ese calor dos días seguidos, así que preparé algo fresquito para compensar una vez tuviera el premio bajo el brazo.
―No esperaba que me llamaras de nuevo a estas alturas ―confesó, sin un ápice de vergüenza―. ¡Qué ilusión, tía! Creía que después de ese par de veces que nos vimos para lo del caso ya no tenía nada que hacer en la vida de alguien que mola tanto como tú.
―Tenías mi número. ―Desbloqueé el coche con el mando a distancia, pero Zack seguía fijado en mí con chiribitas en los ojos―. Te dije que podías llamarme cuando quisieras. Si llego a saber que habías seguido metido en el mundillo espiritual, incluso te habríamos fichado para la revista. No es que nos sobre personal, precisamente.
―¡Creía que era solo para emergencias de glitches! ―protestó con un además enérgico―. Bueno, además, he estado liado... Imagino que salta a la vista en qué, pero...
―¿Ligoteando con mis pupilos? ―Buscaba encenderlo como un tomate, pero solo me devolvió una sonrisa confiada―. Algo de eso he oído, sí.
―¡Eh, fuiste tú quien me enseñó que tenía que poner toda la carne en el asador para acercarme a lo que quiero conseguir en mi vida! ―De un salto, pasó su brazo por encima de mi hombro. Tras darse cuenta de que no llegaba al suelo, decidió dejar de colgarse de mí―. Gracias por eso, por cierto. Fue un buen consejo. Pero no me refería a eso. Ya sabes...
―Cuéntamelo mejor en el coche. ―Si no dejaba de darle cuerda, anochecería en la puerta de la pizzería―. Nos están esperando y el trayecto no es precisamente corto.
―¡Ay, sí! ¡Quiero conocer a esa sacerdotisa tan terrorífica! ―Dio varias palmadas en el aire―. ¡Y también quiero ver a Vero! Creo que la primera vez no empezamos con muy buen pie, pero he oído tantísimas cosas interesantes de ella que la curiosidad me puede. ¡Y qué estilazo tiene la tía! Claro que me puede, Norma.
Ahogué una carcajada tan fuerte que se me saltó un lagrimón. Por suerte, seguía hablando mientras andábamos, así que no le prestó mucha atención.
―Por supuesto, ¡tengo muchísimas ganas de ver a Eli también! ―Dejó su macuto en la parte de atrás y se sentó en el asiento del copiloto―. Que últimamente está tan liado que no hay quien lo pille.
Sí, eso era culpa mía. Menos mal que lo había hecho, porque si no hubiera puesto de mi parte, Vero no habría tenido oportunidad alguna ante los magnéticos encantos del domador con su indecisión y su búsqueda del «momento perfecto».
―Hoy la cosa va de SEGA. ―Abrí una funda de discos de par en par―, pero te dejo elegir: ¿Jet Set Radio o Sonic Adventure 2?
―Jo, ¿no has pillado el nuevo de Estopa aún? ―Intentó mantener la mirada fija, esperando una reacción, pero gané el duelo y fue él quien rompió a reír―. ¡Venga, dale! Live and learn! Hanging on the edge of tomorrow!
―Live and learn! From the works of yesterday! ―Introduje el CD en el lector y arranqué el coche―. Buena elección, Zack. Aunque, a decir verdad, te hubiera dicho exactamente lo mismo si hubieras elegido el otro.
―Por cierto... ―Jugueteó con varios de los mechones de su pelo. El chico no podía pararse quieto―. No te he dado las gracias. Bueno, sí, te las di por salvarme la vida de un cuchillo de pizza demasiado afilado. Y por lograr que algo hiciera clic en mi cabeza para decidir cambiar a mejor, conocerme de verdad, ser yo mismo y todo eso. Pero no, ahora quería agradecerte que le dieras mi número a Eli. Tía, eres mi ángel de la guarda. Una cosa es ir acelerado, pero otra muy distinta es conocer a un chico con el que me saltan las chispas desde el primer momento y cometer un error tan tonto por los putos nervios. Creía que nunca volvería a saber de él.
―Así que sabes que fui yo.
―¿Me equivoco? ―Sonrió con dulzura. Yo me limité a negar con la cabeza―. Aunque siento habértelo puesto tan difícil. Supongo que no habrá sido sencillo localizarme con una descripción tan... poco acorde a la actualidad, por decirlo de alguna forma.
―No te preocupes por eso. ―Puse el intermitente para tomar la salida de la ciudad―. Al fin y al cabo, solo tuve que actualizar el nombre que tenía en la agenda, Zack. Más difícil lo hubiera tenido si te tintaras el pelo o te pusieras lentillas para esconder los síntomas. Pero, ¿sin eso? Es fácil encontrar a alguien que encaje en esta ciudad.
―Sí, claro, me iba a teñir yo con lo de moda que están los albinos ahora ―se jactó―. Dante, Riku, Chaud... Quita, quita... Te aseguro que así se liga mucho más. Y tener los ojos así me encanta. No solo son preciosos, sino que también suponen un recuerdo del momento que lo cambió todo.
Seguía preocupada por las implicaciones del extraño patrón en los iris de los afectados, pero decidí que era mejor idea no ahondar en el tema. Había noche por delante para que mi maestra lo investigase.
En su lugar, decidí aprovechar el viaje para indagar un poco más en esa Catedral. Aun así, tenía otras curiosidades que saciar primero.
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―Entonces, Eli... ―No tenía muy claro cómo formular la pregunta, así que rellené algo de tiempo tatareando la música que sonaba por los altavoces―. ¿Qué tal?
―¡Ay! ¡Sí! ―Se recolocó en el asiento. Parecía emocionado por el tema de conversación―. A ver, conocer a más gente con poderes siempre mola, pero... No sé, él es distinto a los de la Catedral. No solo por su relación con los glitches, sino... No sé, me dio unas buenas vibras desde el primer momento. Fue todo muy fortuito, pero yo qué sé. Menudo flechazo, Norma. Mira que no creo en esas cosas, pero fue uno de esos momentos en los que tenía sentido ser lanzado. Y voy yo, me pongo nervioso y me largo sin más. Tardé un rato en darme cuenta y para cuando volví a la cafetería ya no estaba. ¡Pero tuve que dejarle marca, eso estaba claro! Movió los hilos para arreglar mi error. Menudo vuelco al corazón cuando vi su SMS.
¿Cómo de maleducado sería intentar saltarme la parte que ya conocía y llegar a la parte más jugosa?
―Así que, bueno, hablamos durante unos días por el Messenger y me fui autoconvenciendo de que mis impresiones eran correctas. Así que le pedí una cita ―continuó con su monólogo―. Bueno, él no tuvo muy claro que lo era hasta que nos vimos. Llegué a pensar que la había cagado siendo demasiado bromista al respecto, pero cuando se lo dejé claro, no se achantó.
Intenté meter algo de baza, pero no se dejó. Se había vuelto una verdadera locomotora al hablar, pero la ilusión con la que narraba todo me trajo recuerdos del joven que se enorgullecía de sus logros en Compact Creatures cinco años atrás. Ese Zack siempre había estado ahí enterrado y ahora brillaba con luz propia. No pude evitar dedicarle un vistazo de orgullo.
―Aunque, si te soy sincero, no tenía muy claro cuál es el rollo que se trae con su compañera de piso. Por su forma de hablar sobre ella tenía claro que compartían mucha historia juntos, pero no sabía si me estaba interponiendo en algo o yo qué sé.
Y ahí estaba la parte jugosa que buscaba. Pero se calló. Solo la letra de Escape from the City llenaba el coche y, por mucho que me gustara ese tema en particular, me estaba frustrando más de la cuenta.
―Si no se nota, estoy esperando que me des tu opinión al respecto ―dijo por fin el muchacho―. Que, vaya, viendo lo que veo en nuestros chats tampoco es que importe mucho, pero estoy segurísimo de que tú tienes algo que decir al respecto, Norma.
―No sabe, no contesta.
―¡Oh, venga ya! ―Realizó un aspaviento exagerado―. En el lenguaje de los de tu gremio, te estás reservando información privilegiada. ¿No me merezco un poco por acceder a ser una rata de laboratorio en ese templo?
―Santuario ―le corregí―. Pero ya sabes cómo funciona esto del periodismo: hay que guardarse la exclusiva. Aunque te daré una última pista antes de zanjar el tema: Vero va a matarme cuando me vea aparecer contigo por allí. Hasta ahí puedo leer.
Se llevó el dedo a los labios para procesar la información, pero no añadió nada sobre eso. En su lugar, echó la mirada hacia el sinuoso puerto de montaña que se veía por la ventanilla.
Permití al chaval disfrutar un rato de la guitarra de Jun Senoue para limpiarse el paladar, pero ya satisfecha con mi ración de cotilleo vespertino, era hora de hacer mi trabajo.
―Así que... la Catedral.
―¿A que mola? ―Sonrió de oreja a oreja―. Conocí a Seven unos meses después de toda esa movida con el Gólem de Pirita y... bueno, supongo que buscaba a un sitio al que pertenecer y su propuesta sonaba atractiva, así que accedí rápidamente.
―Tenías que haberme avisado, chico ―aunque sin maldad en la voz, le reprendí―. Nos habrías...
Decidí acabar el «ahorrado bastante trabajo» en silencio. Aunque me inspiraba confianza, cualquier acusación temprana hacia el grupo que le había acogido en sus momentos más vulnerables podría poner en peligro toda esta improvisada entrevista. En su lugar, aproveché para convertirlo en el piloto de pruebas de mi nuevo glitch espía, solo por si acaso.
Como esperaba, su Vista no estaba lo suficientemente entrenada como para percatarse de mi triquiñuela.
―Son buenos chicos, Norma ―pareció entender mis intenciones―. Ya te lo dije antes: si me hubiera cruzado con algo que considerara una emergencia, os habría llamado.
―De acuerdo. ―Alcé un poco las palmas, sin dejar de agarrar el volante con los pulgares―. Comprende que nos haya llamado la atención descubrir a otro grupo de exorcistas en Gailadría de un día para otro.
Intenté hilar fino. Al fin y al cabo, hasta donde sabía, la historia que había escuchado Zack sobre el demonio acababa con su derrota. Quizá, si elegía las palabras adecuadas, daría con algo de información relevante.
―¿Exorcistas? ―interrumpió mis pensamientos con una carcajada―. No, Norma. Ya me gustaría ser como vosotros. Vale, sí, controlamos glitches, pero por diversión. ¿Cómo iba a rechazar la posibilidad de llevar mis juegos favoritos a la realidad? Sí, si alguien se encuentra uno de esos monstruos sueltos tiene el deber moral de domarlo, pero... Nos las apañamos, ¿no? Quiero decir, si realmente diéramos problemas, os habríais pispado antes.
Algo se retorció en mi interior al escuchar esas palabras. Claro que los casos de glitches sueltos no hacían más que aumentar si había un montón de gente jugando a soltar su poder espiritual por ahí para atraerlos.
―No, no os las apañáis ―bufé―. Estáis jugando con fuego, Zack. Desconoces mucho del...
―¡Estás ante el mejor domador de la Catedral! ―No pareció inmutarse por mi tomo agresivo―. ¡El número uno de todas las ligas, ganador de casi todos los torneos! Que no me dedique al exorcismo no quiere decir que no esté entrenando duro para ser de ayuda cuando me necesitéis.
Dejé que la fuerza se me escapara en un resoplido, pero no le reprendí. Si hubiera sido más responsable, no habría desatendido al chico tras un par de revisiones y...
―Necesitaba rodearme de más... gente como yo, supongo. ―Echó la mirada hacia arriba―. Me sentía comprendido entre otras víctimas del Gólem. ¿Sabes? Casi todos los domadores originales lo somos. Sí, después crecimos y... bueno, algún espiritista terminábamos atrayendo al sacar nuestras criaturas en público. Pero la idea original de Seven era tener un sitio donde nos sintiéramos como en casa y aprovecháramos todo lo bueno de esa maldición. Convertir el trauma en un regalo que cambie nuestras vidas.
―¿Y qué hacéis por allí? Aparte de jugar con vuestros monstruos, quiero decir.
―Pues... no sé, al final somos un grupo de amigos con intereses similares. ―Se encogió de hombros―. Lo típico, hacemos algún que otro torneo de Magic, intentamos pasarnos beat'em'ups con solo un crédito, montamos discotakus... Nos mantenemos al día con las noticias del mundo del videojuego... ¡Este año incluso hicimos una fiesta para ver algunas de las conferencias de la E3 en directo y todo! Bueno, se nos cayó la conexión cuando estaban enseñando el Gran Turismo 4, pero...
―Yo estuve allí ―me tomé un momento para presumir―. En Los Ángeles, digo.
―Me matas de envidia, que lo sepas. ―Fingió darme un codazo―. Pero sí, somos una comunidad bastante unida. No me arrepiento de haberme unido, si es lo que preguntas. La Catedral es una parte importante de mi vida, al fin y al cabo. Sí, sé que me queda mucho por aprender de este mundo. Sé que tu intuición es afilada y que si algo te preocupa, es por un buen motivo.
Se tomó unos instantes para pensar en sus próximas palabras.
―No soy tonto, también sé que estamos jugando con fuerzas que no alcanzamos a comprender. Conocer a Eli me hizo darme cuenta de todo lo que ignoraba sobre el espiritismo. Sumando dos y dos, me hago a la idea de la razón por la que me traes aquí. Y, aun así, accedo de buen grado. Confío en vosotros.
―Gracias, Zack. ―Volanteé ligeramente para tomar la salida de la carretera―. No sabes cuánto nos va a ayudar tenerte a nuestro lado.
―Solo... eso. Recuerda que, a pesar de todo, hay buena gente allí. Gente a la que quiero. Si decidís que nuestro grupo no supone un problema, me quedaré con vosotros para aprender cómo hacer las cosas bien y protegerlos en un futuro. Si hay algo que os preocupe... bueno, quiero ser lo suficientemente fuerte para ayudarlos. Es lo menos que puedo hacer.
―Me alegra oír eso. ―Le dediqué una sonrisa con dulzura―. Aunque hayas cambiado tanto, sigues teniendo el mismo corazón que cuando te conocí hace cinco años.
―Y hablando de corazón... ¡Cuéntame, cuéntame! ¿Qué pasó con...?
Subí el volumen de la música para cantar a todo pulmón el estribillo.