Calculé mentalmente con rapidez. Si corría lo suficientemente rápido, estaría en el Judgment 1999 en algo menos de diez minutos. Solo el sacar el coche del aparcamiento y dar todo el rodeo que exigía esa calle acabaría tomándome ese tiempo, así que decidí apresurarme con todo lo que me permitían las piernas y las miradas de un montón de curiosos que se maravillaban por ver a una señora con una armadura de cuero llena de viales mágicos, un brazalete capaz de invocar un mecha y una pistola de éter colgada del cinto correr por la calle. Tampoco ayudaba que estuviera con el teléfono pegado a la oreja comunicándome a gritos con mi jefe.
―De acuerdo, Norma. ―El cabrón de Ramón sonaba calmado a pesar de todo lo que le había dicho―. Buen trabajo, por cierto. Estoy leyendo el interesante emilio que nos ha enviado tu amiga. Un increíble trabajo de investigación que, en cuanto verifique, eliminará de un plumazo decenas de dudas acumuladas. ¿Estás segura de que no podríamos contar con ella en la redacción? Sería un gran activo.
―Dejémoslo para luego ―espeté―. Necesito «guía espiritual» para esto. Ya sabes, ¿tengo permiso para cargarme la puerta de un puñetazo? Bueno, qué cojones, Vero está en peligro y eso es un «sí» automático. De todas formas, fuiste tú quien habló con ese tal Seven y el último en contactar con la sacerdotisa, así que dime cuál es la misión.
―Como bien recuerdas, ese tal Seven mencionó que hoy sería la beta de lo que sea que esa tal Cameron tenía preparado. Su «puesta en producción» será la próxima semana. No hay mucho que descifrar ahí. Si lo hubiera, este emilio me ha despejado todas las dudas: es el día en el que traerán a Algodaoth de vuelta a este mundo. Considera lo de hoy como una prueba. Una fase uno, en palabras de nuestra maestra, «ineludible».
―Estos sectarios están locos ―describí brevemente lo que podía ver con mi espíritu espía―. Los chicos lo están haciendo lo mejor que pueden, pero me preocupa lo que... Bah, da igual. Voy a reventarle la cara a ese Seven.
Derribé esa puerta azul con el cartel de «Cerrado por evento privado» de un solo golpe. Algunos muchachos con pinta de haber sido derrotados estaban sentados en las mesas, pero más allá de la sorpresa inicial, nadie supo reaccionar a que una musculosa heroína de videojuego hubiera derribado su puerta con algo que no fuera miedo.
―Tu prioridad es poner a los chicos a salvo ―ordenó con su característica calma―. Si puedes obtener algo más de información sobre sus planes, adelante. Nunca va de más, al fin y al cabo. Sin embargo, recuerda que la batalla que hemos de ganar no es la de hoy. De hecho, si lo que la sacerdotisa me ha dicho tiene algo de sentido, es probable que hayáis de renunciar a algo para que el plan salga adelante. «El veneno más letal ataca lento y desde dentro», decía.
―Confío en tu corazonada como si viniera de mi mismo pecho, Ramón ―respondí―. Te lo prometo. Pero tengo que repartir algo de estopa o no me quedaré tranquila.
―Je, estopa ―señaló la ironía en mi elección de palabras, pero me costaba imaginar que ese «je» fuera acompañado por una sonrisa genuina―. Sé prudente, Norma.
―Me toca colgar. Deséanos suerte.
Coloqué el móvil apresuradamente en uno de los bolsillos del traje (por suerte, había muchos para elegir) y bajé las escaleras a saltos. No tuve problema en levantar a uno de los que esperaban al final del evento cinco palmos hacia el techo para que me dijera cómo entrar a la sala donde se estaba celebrando el combate, pero después me sentí mal por haber logrado que un adulto hecho y derecho llorara a moco tendido.
Al cruzar la puerta oculta por la máquina de refrescos, sentí lo que solo podía calificar como fría oscuridad. Ese «es más grande por dentro» me agitó con la desagradable energía que solo un demonio era capaz de exudar, pero se sentía tan débil que ni siquiera tuve tiempo a preocuparme por ella. Crucé el velo del fondo de la sala y, aunque al lugar al que había llegado era aún más confuso para el ojo desnudo que el anterior, el glitch me ayudó a llegar rápidamente a mi destino.
This tale has been pilfered from Royal Road. If found on Amazon, kindly file a report.
«Justo a tiempo», pensé para mis adentros al presentarme frente a la estampa que habían dejado mis pupilos. Elías había agotado sus energías y, con las piernas aún rígidas, se desplomó contra el suelo.
―Eres... ¿Rapsodia? ―soñó en su último aliento.
―Llegó la caballería. ―Me puse en posición de combate en el hueco que había dejado el curandero―. Ponedme en situación.
―Ya te podrías haber traído la armadura aérea ―bromeó Zack, pero no tardó en retornar su tono a la seriedad que le permitían sus jadeos―. Quedan esos tres. Arriba están los jefazos, probablemente organizando algo especial.
Por su sonrisa confiada, ese «algo especial» difería mucho de lo que podía simular en mi cabeza. Sin embargo, con una docena de glitches preparando sus ataques no estaba en posición de cuestionar su optimismo. No parecían demasiado fuertes más allá de su número, visto que un flechazo de luz en el pecho desintegró a uno en un instante y Mako parecía estar disolviéndolos en vóxeles de dos en dos sin que su maestra tuviera que darle orden alguna. El problema radicaba en que eran fácil y continuamente sustituidos por nuevas criaturas.
Por las acciones de Vero, parecía que el plan era dejar KO a los usuarios en lugar de enfrentarse al ejército que nos abrumaba. Fue fácil en cuanto se pudo escurrir entre el grueso de sus criaturas; por habilidosos que fueran con la energía espiritual, el estilo de combate de la Catedral no daba mucho lugar a desarrollar el combate cuerpo a cuerpo ni una forma certera de evitar que una espada espiritual cortara tu alma por la mitad.
Cómo molaba mi hermanita.
―Ya era hora ―replicó con cierta chulería. Eso se lo había enseñado yo―. Te hago un resumen rápido: creíamos que todo el mundo venía a por nosotros porque querían superar por una vez a Zack, pero resulta que el tío solo tiene un par de archirrivales. Al parecer, la obsesión por él es fruto de esos circuitos demónicos de los ordenadores que están controlando a sus amigos. Gracias por los talismanes, por cierto.
Por la expresión del aludido eso también era una noticia completamente nueva para él. Al darse cuenta de las implicaciones (o, mejor dicho, por la forma clara y fría de la exorcista de explicar que el campeón al que buscaban era a él y las implicaciones que ese término podía tener), el optimismo del muchacho empezó a resquebrajarse y mostrar algo de miedo, genuino, a través de sus primeras grietas. No obstante, se recompuso y tomó su rol de veterano en poco tiempo.
―Subamos. ―Señaló a la torre―. Ya que hemos llegado tan lejos, quiero ver lo que ha preparado Seven. Llámalo curiosidad científica, que para algo es lo que estudio.
―No me puedo creer que sea yo la que diga esto ―suspiré, algo desilusionada de tener que hacerme cargo de la voz de la razón―, pero deberíamos volver a casa. No estáis en vuestra mejor forma y... ¿habéis visto al pobre Eli?
―Quiero respuestas ―sentenció Vero―. Aunque se las tenga que arrancar a ese tal Seven. Ese tío sabe cosas de las que somos ignorantes. Sabe de puta demónica hasta el punto de invocar los hilos de Algodaoth cuando su grieta está sellada. Sabes qué significa eso, ¿verdad, Norma? Seven es la clave para traer de vuelta a Jaime.
Esas palabras me agitaron como si de una ráfaga de viento se tratara.
―Algo me lo dice. ―Se llevó la mano al pecho―. No sé si es el Héroe o si es mi propia intuición, pero... Llevo desde que hemos llegado a este bar con la sensación de que hoy ocurrirá algo grande. Soy consciente de cómo están las cosas, pero... no es momento para acobardarse. No ahora.
―Os prometí que os llevaría hasta el final ―terció un Zack que, por muy extenuado que pareciese, no borraba su sonrisa―. Qué menos que lograros una o dos respuestas, especialmente con este giro de guion tan emocionante. Además, no puedo dejar a mis amigos ahí, cuales títeres abandonados. Yo no soy así.
Rezongué. Habían sabido minar la veta correcta para que accediera. Eso sí, les prometí que a la más mínima nos daríamos media vuelta dejando todo atrás, sin peros que valieran.
Decidí echarme al inconsciente Elías a la espalda. Como adulta responsable de la expedición, no podía dejarle durmiendo la mona en las tripas de un demonio. La puerta de la torre se abrió nada más ponernos delante, con mucho escándalo y una energía más que teatral. En el centro de la habitación, sombría y rodeada de una bruma pegajosa, se encontraban esperando tres personas sentadas en un banco, prácticamente pidiendo a gritos que fotografiaran la escena para ponerla de portada en un disco de música emo.