No sabía si ese era uno de esos momentos en los que el periodista pecaba de inocente o su estrategia iba cuatro pasos por delante del punto en el que podía imaginar, pero mi instinto de heroína protectora me hizo anticiparme a lo peor en una postura que, si bien no era muy cómoda para un banco compartido por tres personas, me permitiría contraatacar si pasaba algo. El albino, por su parte, puso cara de estar disfrutando de la estampa que le estábamos ofreciendo y me guiñó el ojo.
Elías extendió el puño hacia delante y dejó que el látigo de energía escapara de su muñeca. Este dio vueltas en el aire durante unos instantes, pensando en qué debía hacer. Si recordaba bien de mi combate contra Zack, el trazado empezaría a dibujar un montón de vóxeles que darían forma a una bestia de silicio. Había sido así con las seis criaturas que había enviado a luchar contra mí, así que me extrañó ver que, si bien la forma fue la misma, el efecto que la acompañaba no tenía nada que ver. Manchas de tinta negra llenaron el aire, concentrándose en dibujar un contorno que empezaba a tomar entidad propia.
―Parece que sí, que estaba en lo cierto. ―El muchacho extendió la mano hacia la etérea criatura―. Bienvenida de nuevo, amiga.
―Es... ¡tu espíritu afín! ―me sorprendí―. Pero... ¿Cómo lo has hecho? Debería haber sido...
―¿Devorada? ―preguntó, divertido por nuestras reacciones―. Sí, pero... Seguía estando en algún sitio de mi cabeza. Podía verla con claridad. Hablar con ella. Entonces recordé una pregunta que le había hecho a la maestra. Una pequeña sospecha que tenía sobre el vínculo que nos iba a unir, sobre qué quedaría de ella. Me dio un rodeo demasiado largo para una pregunta tan simple, pero sumé dos y dos y di por hecho que seguiría en mi mente de alguna forma. Algo me dice que no es exactamente la misma que antes de lo que pasó, pero... ¡Hola, Nixie!
Probó a llevarse el dedo índice a la sien. Sabía perfectamente lo que pretendía probar. Le había visto muchas veces darse un pequeño latigazo con la energía del glitch que había consumido para motivarse. Por el brillo de sus ojos, estaba claro que había funcionado. Sí, podía seguir usando sus poderes a pesar de tener a la criatura delante de todos. La respuesta más lógica era que no podía sino ser una copia, ¿verdad? Un demonio no podía estar al mismo tiempo disuelto en el alma de alguien y ahí, danzando y brillando. Pero ahí estaba.
Zack no pareció entender todas las implicaciones de lo que acababa de ocurrir. En lugar de recorrer todas las cuestiones que estaba considerando, sacó una de sus bestias de su ordenador. Por muy sumida que estuviera en mi pensamiento, no pude evitar que se me fuera la mirada al adorable bichito que flotaba, juguetón, con una de esas sábanas con agujeros que los niños se ponían para disfrazarse de fantasmas, esos ojos ovalados y las mejillas rosadas a través de la tela. Ambos se pusieron a juguetear como niños pequeños. Algo demasiado mono como para ignorarlo y tan distrayente como para que no tuviera sentido seguir cuestionándome tantas cosas mientras los dos disfrutaban de un momento tan tierno con chiribitas en los ojos.
―¡Saca al tuyo, Vero! ―me animó el albino.
―Vamos a dar mucho la nota. ―¿Por qué tenía que ser yo, la más joven, la responsable de los tres? A pesar de que me había decidido a suavizar mi faceta de chica fría, no llegaba al nivel de hacer el ganso de esos dos―. ¿Y si hay alguien capaz de ver a los glitches? Se escandalizarían con la fiesta que habéis montado.
―Venga, Dark Vero. Sabes que lo estás deseando ―dijo Elías, con más razón que un santo―. Estamos prácticamente solos en la cafetería y si alguno de los presentes tiene poder espiritual, se merece verlo.
―Quizá, hasta podamos reclutarlo ―bromeó Zack―. ¡Además, quiero ver cómo ha crecido esa bolita emplumada!
Suspiré con resignación, cogí la V-Pet que llevaba colgando del cinturón y pulsé el botón central. En un instante, la criatura se dibujó en el aire. Ese mes le estaba costando alcanzar sus formas más avanzadas (generalmente lo hacía el décimo día, aunque, a veces, no alcanzaba su cuarto estadio evolutivo hasta el día quince), pero el aspecto que había tomado en esa ocasión era totalmente nuevo. Aunque la criatura del dispositivo llevara años desviándose de lo que en teoría debía contener sus circuitos, estaba acostumbrada a otro tipo de bestias como serpientes marinas, lobos, dragones, llamas vivientes, máquinas, seres de oscuridad. Sin embargo, en esta ocasión el huevo había tomado una ruta distinta de lo normal: en su tercera forma (la primera que podía permitirse entrar en combate sin que fuera más que una carga) había tomado un aspecto antropomórfico. Todo lo antropomórfico que podía ser un niño cabezón de cincuenta centímetros, claro. No acababa de parecer un ser humano del todo. Sus dientes eran picudos y dejaban entrever uno de sus colmillos cuando tenía la boca cerrada, y la mitad de su cabeza estaba oculta por un casco demasiado grande del que, en lugar de cuernos, brotaban unas alas. Pero, si ignorabas eso, sus garras y las extrañas runas de su cuerpo, podía pasar por una personita algo caricaturesca.
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Eli estaba convencido (y si no lo estaba, su broma era de lo más convincente) de que sus sentimientos de amor verdadero habían despertado el potencial oculto de la máquina. Yo me permití dudarlo: aunque la criatura reaccionase a mi estado de ánimo y a mi expresión general, algo me decía que había algo más detrás de un cambio tan notorio.
―Mola mucho ―apreció Zack, echando un vistazo más de cerca a todos los detalles―. Aunque sea tan pequeño, parece mucho más fuerte que mis glitches más jóvenes.
Mako sonrió con ilusión por el halago y tiró de mi mano. Debía tener hambre, así que hice aparecer también un muslo gigante en el aire. Intentó compartirlo con sus congéneres, pero ambos lo rechazaron, así que se lo comió de tres bocados. Hueso y todo. Al ver que los tres parecían contentos juntos, seguí con mi pequeño proyecto de ingeniería.
―¿Los glitches del GLMP necesitan comer? ―quiso saber Elías―. Mako, en cuanto te despistas, se ha calzado siete solomillos en una tarde.
―No lo necesitan, no ―explicó―. Aunque algunos lo disfrutan. Supongo que depende de dónde hayan salido. Por ejemplo, a mi Zaza le encantan las galletas saladas de su juego, así que pedí a un amigo que las programara en mi terminal. Es una suerte que la V-Pet venga con todo de serie. Aunque, bueno, mantenerlo en buena forma durante tanto tiempo es un verdadero reto. Eres muy paciente, Vero.
―Es importante para mí. ―Ni siquiera desvié la mirada de los tornillos que estaba quitando―. Es lo último que me queda de mi tío. Con Mako, es como si una parte de él siguiera aquí, protegiéndome. Además, cuando vuelva quiero que vea todas las vidas que ha tenido su último regalo. Las he documentado desde el primer huevo. Al principio fue porque me lo pidió Norma, pero... No sé, me terminé encariñando y ya no podría hacer lo contrario.
Desmonté la última pieza del ordenador de muñeca y dejé la carcasa al otro lado de la mesa, junto a los tres vasos vacíos. Frente a nosotros estaba el esqueleto del GLMP. Por un lado, los dispositivos de entrada, con su circuitería, su organización de cables perfectamente cuidada, ni una de sus soldaduras fuera de lugar. Esa parte era totalmente de identificar. Todo se conectaba de forma directa a una cajita negra de la que únicamente salía un grabado plateado que se extendía en dos patrones que, si bien eran bellos al ojo desnudo, no se repartían con un patrón lógico.
―Esto no es tecnología humana ―concluí, recorriendo el dibujo con mi dedo desnudo―. No tiene sentido ni concierto. Y si no es humana...
―¿Puedo? ―se ofreció Eli―. Te dejaría hacerlo a ti, adulta responsable, pero seguro que no quieres ponerte a brillar en medio de la cafetería.
―¡No voy a volverme una lámpara por un toquecito de nada! ―protesté―. Pero si tan dispuesto estás...
Le dediqué el gesto más opuesto a «adulta responsable» que podría haber compuesto con mi cara y deslicé ligeramente el ordenador en su dirección. Con tanto demonio y tanta charla, no me había dado cuenta de que habíamos acabado los tres muy pegados en una mesa que parecía tan amplia. Si a nadie parecía importarle, no iba a ser yo la que se quejara.
El periodista encendió su dedo del glauco de su aura y lo pegó al extraño circuito. En un instante, las líneas se empezaron a llenar del color de su energía, correteando en busca de la ruta óptima, como cuando intentas sobrecargar de electricidad una tabla de madera.
―¿Tengo que ver algo? ―interrumpió Zack―. Por vuestras caras, ahí hay algo.
―Deberías entrenar tu Vista, jovencito ―le acusó Elías―. Soy el peor profesor del mundo, pero quizá pueda enseñarte un par de trucos si tienes una tarde libre.
―Suena bien. ―Sentí que el codazo nos desplazó a todos hacia la derecha―. Así puedo prepararte para el evento de la semana que viene. Tu espiritismo por mi manejo del GLMP, ¿hace?
―No voy a ser yo la que se oponga al veros flirtear ―ni siquiera sabía cómo había sacado el coraje para decir eso en voz alta―, pero creo que tenemos un tema más acuciante delante.
―Pensábamos invitarte ―aseguró el domador―. Venga, va, decídmelo, que estoy en ascuas, ¿qué estáis viendo?
Un escalofrío me recorrió la columna vertebral al reconocer las figuras. Sabía perfectamente qué escondían esos círculos, qué suponían esos extraños dibujos. Los conocía de algunos libros antiguos, de los apuntes que habían pasado por mis manos al estudiar. Pero nunca los había visto en la vida real. Hasta ese día, no eran más que teoría para mí. Incluso definirlos en voz alta era algo que me hacía sentir incómoda.
―Glifología demónica. ―Con la mano temblorosa, tracé una copia bastante rudimentaria de algunos de los dibujos en el aire. Me daba algo de miedo replicarlos con certeza, pero tenía que hacer algo suficientemente creíble para que Zack pudiera hacerse a la idea de qué estábamos viendo―. A simple vista, parece muy avanzada. Muy por encima de todos los que había visto antes. De todas formas, será mejor que se lo lleve lo antes posible a mi tío. Él es el que más sabe del tema.
―¿Damos entonces este encuentro por finalizado? Menuda pena ―resopló el domador, echando un vistazo a su reloj―. Aunque, bueno, tengo que acercarme a la Master. Hace un rato me escribió el dueño para decir que ya podía recoger mi reserva de la edición coleccionista. Supongo que si no tardo mucho en llegar la pillo abierta.