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Cazadores de Silicio (Español/Spanish) [¡Finalizado!]
Capítulo 32, por Elías Delfín (parte 2)

Capítulo 32, por Elías Delfín (parte 2)

Aparqué el coche con cuidado. Vero se aseguró de señalar que por una vez lo había hecho sin percance alguno, pero la estadística me avalaba. ¡Solo terminaba chocándome una de cada diez veces! Aun así, compartimos una sonrisa cómplice tras el comentario. No pude evitar inclinarme a darle un beso antes de bajar del coche, pero a mitad del camino, acabé sobresaltándome.

―¿Ves? Tenía razón, se te ha olvidado poner el freno de mano. ―A pesar de su sonrisa pícara, acabó dándome el cariño que el sobresalto me había robado.

―Si te habías dado cuenta, ¿por qué no me lo has dicho antes de que hiciera el ridículo?

―Porque adoro cuando te pones así, idiota.

Bajamos del coche y, maldiciendo el mal juicio de dejar los abrigos en el asiento trasero porque «solo sería un minuto», llamamos al timbre. Con un zumbido, la puerta se desbloqueó y subimos las escaleras a zancadas, evitando que la sangre se nos helara.

―Hola, Marina. ―Mis dientes castañearon mientras saludaba―. Por favor, dime que tenéis la chimenea puesta. Estoy hecho un jodido témpano.

Los ojos de la chica también habían perdido su abanico de colores. Incluso había aprovechado la oportunidad que le había dejado perder su trozo de alma demoniaca para teñirse el pelo con los colores más fantasía que tuvieran en su peluquería al darse cuenta de que las raíces ya se le empezaban a marcar en su moreno original.

Para ella, la muerte de Algodaoth había sido algo que solo había sentido durante un parpadeo. Quizá menos. De hecho, no se dio cuenta del cambio hasta que una de sus amigas le preguntó si había cambiado de lentillas o algo así. En cambio, Zack...

―¿Qué tal está hoy tu hermano? ―Vero se frotó las manos para entrar en calor―. Le he traído unas milhojas de crema, a ver si se anima un poco.

―No parece que tenga un buen día. Quiero decir, hoy hemos logrado tener una conversación de más de diez minutos ―resopló―. Ni siquiera mi madre logró sacarle tanto en uno de sus días buenos, y eso que llevaba varios sin pasarse por casa antes. Aun así, pasar de absolutamente nada a algo que incluso parece una conversación y llamarlo «un día malo» tiene que ser un avance. De todas formas, seguro que le gusta veros de nuevo. Con vosotros siempre está dispuesto a charlar.

―A veces, ni eso ―suspiré―. Habrá que ir poco a poco.

A Vero no le gustó escuchar eso, pero intenté encontrar la comprensión en su mirada. Cuando me la negó, dejé la mano en el hombro de Marina con cariño, pero ella buscó un abrazo en su lugar. No pude negárselo. Era sorprendente cómo nos habían aceptado en la familia tan rápido, a pesar de habernos presentado en unas circunstancias tan difíciles de explicar y un chico casi catatónico en brazos. Por suerte, no había demasiado secreto entre los hermanos, y la chica tenía suficiente control sobre su energía espiritual como para que la historia fuera fácil de encajar para ella. Convencer a los padres fue un poco más difícil, pero al ver que Zack volvió a sonreír con nosotros, aunque fuera de forma fugaz, y que aceptaba nuestra insistencia en que comiera algo les hizo apagar todas sus dudas.

―Está en su cuarto ―dijo la chica en un tono que llevaba implícito el «como ya deberíais haber asumido»―. En fin, os prepararé un café antes de unirme. Así os dejo algo de intimidad.

Nos guiñó el ojo y desapareció dentro de la cocina.

El cuarto de Zack estaba casi impecable. Todo en su sitio, salvo porque la cama estaba deshecha y él estaba en una de sus esquinas, hecho una bola mientras jugaba con su vieja Game Boy Pocket sin mucho entusiasmo. A juzgar por la música, debía tratarse del Motocross Maniacs. Pero, por lo demás, diría que no se había levantado en lo que iba de tarde.

―Ey, Zack. ―Me acerqué hacia su cama―. ¿Podemos sentarnos contigo?

El muchacho asintió levemente, con un esbozo de sonrisa en la cara, pero no nos dedicó siquiera una mirada. Solo miraba aquella pantalla, que reproducía una y otra vez el efecto de sonido de la motocicleta chocando.

―Si llego a saber que hoy tocaba ir a lo retro me hubiera traído la mía. ―Le agarré del hombro con fuerza. No se quejó, pero pausó el juego―. ¿Quieres hablar un rato? ¿Prefieres que juguemos a algo? ¿Te apetece un abrazo?

El abanico de planes no solía ser muy variado, pero normalmente agradecía nuestra compañía, aunque fuera con gestos difíciles de percibir. Aquel día, en su lugar, le apeteció abrir un poco más su corazón.

―Lo que quiero... es volver a ser yo. ―Estiró la mano hacia el escritorio donde reposaba su GLMP―. Lo sé... las cosas han cambiado. Me falta una parte de mí. Y lo peor es que yo mismo me lo he buscado. Por confiar mi identidad a un trozo de alma prestada. Soy imbécil. No me merezco que vengáis a verme todos los días. Ni siquiera entiendo que me sigáis queriendo.

Me decidí a zarandearle de forma amistosa. Busqué su mirada, pero esos ojos grises me rehuyeron durante todo el camino. Por suerte, Vero se unió y sus débiles esfuerzos no pudieron con ambos.

―Eres tontísimo, ¿lo sabes? ―Se acercó aún más a darle un beso en la mejilla―. No puedes conquistarme así y pedirme que te olvide. Eso sí que no te lo perdonaría jamás.

―Tenéis lucha por delante. ―Se mordió el labio, frustrado―. Yo no voy a poder ayudaros. Solo seré una carga. Para vosotros y para todo el mundo. Ni siquiera puedo salir a la calle. Me siento desnudo sin mi aura. Vuelvo a tener doce años. Vuelvo a sentirme... encerrado. No espero que lo entendáis.

―Joder, Zack ―espeté―. Tú no eres así. Eres alguien que lanza una mirada decidida a sus deseos y los agarra con sus propias manos. Si ya no puedes hacerlo solo, también tienes las mías. Y las de vero.

Habíamos tenido esta conversación casi todos los días, pero no iba a cansarme de decírselo una y otra vez. Pero en esa ocasión, no lo dejamos ahí.

―¿Quieres recuperar tu fuerza? ―la exorcista no esperó a una repuesta―. O, mejor dicho, ¿quieres obtener la tuya propia y no depender de alguien que ha intentado eliminarte de la ecuación al menos tres veces? Pues te lo vas a tener que currar. Te lo vas a tener que currar como lo hizo mi padre. Sí, vas a tener que empezar desde cero, pero si la única forma de traerte de vuelta de donde quiera que se ha ido tu mente es esa, nos vamos al santuario ahora mismo.

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―Vero... ―Intenté sujetar su brazo para que se calmara, pero se negó―. Poco a poco. Tiene que salir de él.

―¡Estoy harta de que todos actuéis como si nos sobrara el tiempo! ―No puso filtro alguno a sus pulmones―. Vosotros dos, Norma... Igual es la Heroína la que habla, pero hay que encontrar soluciones. No, Eli. Estoy harta de esperar. Si la única forma que tienes de recuperarte es traerte de nuevo al bando espiritual, nos vamos ahora mismo a Atecina para empezar tu entrenamiento. La sacerdotisa ha dado su aprobación. No necesito más. Vosotros no deberíais necesitar más. Joder, ya.

―No es tan sencillo. ―Volvió a abrazarse las rodillas―. No es tan sencillo... No es tan...

―Estás en lo cierto, Zack ―intercedí―. No lo es. Sin embargo, Vero tiene razón: es duro estar de brazos cruzados mientras Ramón y Jaime siguen ahí fuera. ¿Que necesitamos desconectar de Erymath y sus lacayos una temporada? ¿Y que Norma hace bien centrándose en reconstruir su vida y quiere darnos la misma oportunidad a nosotros? Quizá. Pero si no hemos dejado de entrenar un solo día es porque todavía tenemos mucho trabajo que hacer, y el más importante de todos es recuperar la maldita sonrisa con la que me enamoraste. Estoy seguro de que lo lograremos. Porque, hostias, somos tres. Somos un equipo. ¿Cómo era eso, Vero?

―E-equipo Delta. ―Mi enérgico monólogo la había pillado desprevenida.

―¿Equipo qué? ―repliqué con un gesto desencajado en la carga―. Me cago en la hostia, es horrible. Definitivamente, necesitamos un nombre nuevo.

Zack rio por primera vez en mucho tiempo. Una risotada clara, de cristal, que agitó el aire. Un pequeño retazo de él mismo, uno que echaba de menos. Incluso se me saltó una pequeña lágrima al volverlo a sentir ahí.

―Supongo que tendría más sentido si hubieras estado ahí. ―Aunque aún le costaba moverse con energía, tendió los brazos para abrazarnos―. Pero sí, quizá sea mejor buscar algo que nos encaje a los tres.

―¿La fantástica Heroína y sus caballeros? ―propuse de forma irónica―. No, demasiado pomposo. ¿Leyendas de Silicio? Oh, mierda, esa es la sección de Norma. Me mataría.

―Definitivamente... Algo se nos ocurrirá. ―Tomó algo de distancia y alzó un poco el puño―. Gracias, chicos. Sé que no puedo prometer nada, pero... daré lo mejor de mí mismo.

―¿Lo mejor de ti mismo? Pues ve vistiéndote, que nos vamos ―sentenció la exorcista―. Ahora. No pasará nada por perdernos el último día de clase y seguro que puedo hacer algo para que Norma nos perdone la falta mañana.

―Ni de coña ―repliqué, con un mohín duro en la mitad del rostro―. Hemos traído milhojas y milhojas comeremos. Además, me gustaría hablar con Marina en privado.

***

No sé qué fue más impactante para los padres de Vero, si el que nos presentáramos los tres en casa en mitad de la noche sin avisar, el que su hija les describiera sin tapujos la relación que teníamos con nuestro invitado (había de admitir que la cara de su madre al escucharlo de una forma tan casual fue digna de antología) o que me hubiera atrevido a traer el coche por esa carretera sin más luz que la de los tristes faros que llevaba equipados, pero nos recibieron con la ilusión de siempre. Aunque, de alguna forma, fui yo el que se llevó el capón por haberles asustado a esa hora.

Aunque Zack aún no las tenía todas consigo, escuchar el relato (y la demostración práctica de sus poderes, que no dejaba de sorprenderme a mí tampoco) de Julián hizo que ganara algo de confianza en que esta podía ser la solución definitiva. No obstante, tuve que apartarlo de la familia durante un par de minutos para recordarle que, por muy idealista que sonara, recuperar el control sobre sus poderes no era el único paso adelante que tenía que dar. Que iba a estar ahí para escucharle, que podía compartir sus sentimientos conmigo y que, en el fondo, podía ver clara esa cicatriz en su psique, se manifestara en su aura o no.

―En fin, lo que quiero decir es que la mejora no es lineal. ―Me rasqué el pelo. Después de haber reunido tantas palabras correctas, me costaba seguir―. Tendrás días malos. Tendrás subidones. Tendrás de todo. Un discurso mágico no lo va a arreglar. La sacerdotisa tampoco. Pero hay que intentarlo. Sé que es una medida muy desesperada, pero... Te echamos de menos, tío.

―Gracias, Eli. ―Agachó un poco la cabeza―. No es lo que buscaba, pero sí lo que necesitaba escuchar. Supongo que el que ese fragmento llegase a mi vida como por arte de magia me hizo ignorar el esfuerzo que yo mismo tuve que poner para convertirme en la persona que he llegado a ser.

―O sea, supones que tenía razón. Me gusta escuchar eso. ―Dejé un pequeño espacio entre las palabras y le alcé la barbilla―. Por cierto, ¿quieres dejar de esconderme esos nuevos ojos tuyos? Siguen siendo preciosos.

―Te quiero, idiota. ―Se puso de puntillas para besarme―. Gracias por tirar de mí cuando más lo necesito.

―Agradéceselo a Vero. Es su impaciencia y sus gritos los que han acelerado el proceso, al fin y al cabo.

―Lo haré. ―Jugueteó con mi pelo. Quizá necesitaba pasar por la peluquería, pero no quería perderme esa sensación―. Hacéis buen equipo en esto de ayudarme... Espero poder estar a la altura.

***

―Oídme. ―Me dejé caer sobre la silla del cuarto de Vero, que rotó un poco por la inercia―. Lo de venirnos los tres de viaje así en plan calentón ha estado bien, pero quizá el entrenamiento tenga que empezar mañana. Lo digo porque son las tres de la madrugada y no estoy muy seguro de que sea buena idea eso de interrumpir el sueño a una mujer capaz de arrastrar a alguien como Norma por el suelo con solo un chasquido de sus dedos.

―Tiene sentido ―dijo Vero, sin dejar de soltar a Zack. Estaba demasiado contenta de que su explosión nos hubiera llevado a alguna parte, si bien me preocupaba que diera por hechas según qué cosas―. Aunque, con tanto meneo, no tengo demasiado sueño. ¿Os apetece hacer algo?

―¿Podemos... tumbarnos los tres juntos? ―pidió el albino. Su tono seguía sin ser el mismo de siempre, pero seguía yendo a mejor―. Siempre he querido... no sé, charlar en la misma cama hasta que nos quedemos dormidos. Sé que es una tontería, pero...

―Espero que se te dé bien el Tetris, porque la cama es de noventa centímetros de ancho ―bromeó la exorcista―. Aunque admito que me encantaría. Buena idea, Zack.

―Id empezando sin mí. ―Giré la silla hacia el ordenador―. Como adulto responsable, debería escribir un correo a Norma para explicarle la situación.

―¿A estas horas de la noche? ―Vero alzó el índice en el aire―. De hecho... ¿desde cuándo eres el adulto responsable?

―Desde que soy el único con carnet y he sobrevivido a las curvas del demonio. ―Chasqueé la lengua―. Respecto a tu otra pregunta... Hora pi, nena. Ya es casi una broma interna esto de levantarnos con un mail del otro a horas intempestivas.

Redacté el correo electrónico. Fue un poco más lacónico que mis muros de texto habituales, pero incluí un «Intentaremos llamarte de todos modos. Ya sabes. Intentaremos. El santuario y la cobertura no son precisamente los mejores amigos», pero tenía la información necesaria para que no se preocupara. Pulsé el botón de enviar y pensé en dar el día por zanjado, pero me di cuenta de que el messenger de Vero había iniciado sesión automáticamente y una notificación apareció en la esquina inferior derecha de la pantalla.

Una videollamada.

Naturalmente, no iba a aceptarla sin el permiso de la dueña de la cuenta, así que la avisé. No reconocía el usuario que la había iniciado como ninguno de sus contactos, pero tras intercambiar una de esas miradas capaces de decirlo todo (¡eh, poco a poco lo estábamos logrando!), nos sentíamos aventureros.

Nuestro lado de la conferencia se mostraba opacado. El obturador de la cámara web estaba cerrado y tampoco teníamos demasiadas ganas de que un desconocido nos viera en pijama. Y menos a mí, que había tenido que improvisar uno con un chándal viejo del padre de Vero un par de tallas más pequeño de lo que debería. El de la persona que nos llamaba, en cambio, mostraba una habitación completamente iluminada. Tanto, que la figura central no era más que una silueta. Una silueta que, aunque se movía de forma entrecortada, era claramente reconocible para cualquier fan del Legend of Ka'rosh. De todos modos, si quedara duda alguna de su identidad, el que nos saludara en inglés de marcado acento francés dejaba clara la identidad de nuestra interlocutora.

―Buenas noches, Cazadores.