―Hablando de gente a la que Seven debe un favor ―tenía que admitir que su forma de hilar los temas no estaba nada mal―, también tenemos que hablar del asunto de Lady Cameron. Ya visteis el correo con toda la información que uno de mis contactos pudo recabar al respecto, pero resumamos los detalles más importantes. En primer lugar, esa mujer tan popular es... poco más que un fantasma. A pesar de que su nombre figure en varios de los registros de las redes gubernamentales canadienses, no existe ninguna prueba fehaciente de su existencia hasta mediados del año 1993. Veinte años de vida de los que es imposible encontrar prueba o testimonio alguno. Su primera aparición en los registros no fue hasta que la contrataron en un estudio pequeño de videojuegos. Solo sacaron un RPG de viajes en el tiempo llamado Dive into the Future para la Mega Drive en el año 94 y quebraron. Se dio una hostia tremenda en ventas y crítica, pero se volvió prácticamente de culto... Especialmente por los bugs. Supongo que ya sabréis por dónde va esto.
―Glitches a tutiplén ―intentó adivinar Verónica.
―Recuerdo ese título. Fue una semana tumultuosa en redacción. ―Aproveché para recolocarme las mangas de la americana―. No duró, eso sí.
―Un completo fracaso, fuera ese su objetivo. ―En algún momento del discurso había decidido que estaba harta de llevar el pelo suelto y se lo había enganchado con una de sus pulseras, aunque todo el mundo estaba tan acostumbrado a esas cosas que nadie lo cuestionó―. No obstante, todo el ruido que logró hacer en una época en la que Internet aún no se había popularizado le logró un hueco en FILE. Uno pequeñito, si bien no tardó en ascender puestos con los años hasta llegar a un rol de responsabilidad en Compact Creatures. Me ahorraré esa historia, ya la conocemos demasiado bien. Me figuro que empezáis a comprender la tendencia, especialmente si os señalo que su siguiente gran juego no fue otro que Yaroze-kai, que la ha tenido en el sillón de directora.
―En otras palabras ―sintetizó la otra exorcista―, todo lo que sabemos de esa tía es que se dedica a crear, de una forma u otra, glitches con los que atacar nuestro mundo y alimentar a la Catedral. Aprovecho para recordaros que es una de las mayores interesadas en el retorno de Algodaoth, al fin y al cabo.
―Justo a eso quería llegar. ―La pelirroja revolvió el pelo a su hermana pequeña con energía, por mucho que protestara―. Se me ocurren un puñado de razones para ello, pero solo dos tienen sentido: o es una algo menos que inocente amante de la demonología como nuestro buen amigo Moroboshi... O no es más que un demonio advenedizo que se disfraza de una señora cabezona. Y qué queréis que os diga, todo apunta a lo segundo. Solo aparece a través de cámaras. Pocos afirman conocer su rostro verdadero... suponiendo dichos testimonios ciertos. Si queréis mi opinión, hiede a lo oculto.
―Hay algo que se me está pasando por alto. ―Elías se masajeó las sienes varias veces―. Sé que estoy ignorando una pieza clave en todo esto. Una que probablemente confirme todo. Joder, es frustrante.
―No te preocupes, Eli ―dijo Vero. En el fondo, era bastante tierno ver cómo se lo comía con la mirada―. Has hecho más que suficiente, especialmente con todo lo que tenemos en la cabeza.
―¿Y si se trata del tercer demonio? ―postuló el becario―. No, nada. Eso es estúpido. El Héroe dijo que es un recién nacido. Esta tía, si se le puede llamar así, debe tener al menos diez años.
―Sobre eso... ―respondí―. Seguimos sin saber absolutamente nada, más allá de que tampoco tiene la misma relación con el silicio que los demás. Si Gazereth es realmente un demonio de tinta... No quiero imaginar cuál podría ser la naturaleza de este.
Se hizo uno de estos silencios pesados. Sabía que era mi responsabilidad deshacerlo, lograr que la conversación fluyera de nuevo, pero no sabía qué responder. No había mucho más que decir sobre el plan más allá de que suponía luchar con todas nuestras fuerzas contra Algodaoth y aprovechar la victoria para ganar un poco de terreno (y a ser posible, información) sobre Erymath. El tercer demonio iba a seguir siendo una incógnita por mucho que iteráramos sobre él y sobre los demás ya habíamos hablado largo y tendido. Al final, lo único que quedaba por sacar de mi mente no eran más que secretos que aún no quería desvelar.
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Por sorprendente que sonara a esas alturas, necesitaba que Elías Delfín animara el ambiente con una de sus payasadas fuera de tono. Sin embargo, no lo hizo. Tenso, dejó que algo de su energía se filtrara de su aura. A pesar de su diligencia para traernos las noticias, necesitaba tranquilizarse. No le culpaba. Estábamos a punto de enfrentarnos al que iba a ser el combate de nuestras vidas y, como el anciano profesor de los juegos de Pokémon solía decir, «existe un momento y lugar para todo». Ese era su momento para tranquilizarse, al fin y al cabo.
―Lo que me recuerda ―fue Norma quien levantó la voz―, ¡es la primera vez que reunimos al equipo de exorcistas en el Thardisia! ¡Esto merece una foto conmemorativa!
Intenté sonreír por una vez para la instantánea. No se me daba bien, pero quería mostrar algo de confianza en nuestro equipo y lo que la jornada que se nos cernía iba a suponer para nosotros. La periodista se burló de la extraña mueca mientras escribía a bolígrafo la fecha de ese día en el borde blanco de la polaroid y, como un efecto en cadena, todos empezaron a bromear y compartir su optimismo.
Solo hacía falta un pequeño gesto para incendiarlo.
***
Norma fue la primera en marcharse. Negó categóricamente cualquiera de las numerosas preguntas hermanita, que parecía convencida de que sus planes para esa noche incluían a alguien especial. Si la conocía lo suficientemente bien, su noche no tendría más plan que una parca cena, entrenamiento hasta desfallecer y alguna que otra hora de sueño de más por la mañana para estar a punto para el combate.
Elías fue el siguiente. Al parecer, había dejado el coche lejos de la cafetería y quería ahorrarle el paseo bajo la lluvia a Verónica. Al final iba a resultar que era un muchacho considerado y todo.
―Espera, sobrina. ―Levanté la mano cuando abrió la puerta de la cafetería. Me respondió abriendo sus enormes ojos como platos, como cuando no era más que una niña confusa por todo el mundo esotérico―. ¿Podrías dejarme a Mako? Me gustaría... revisar un par de cosas, si no te importa. Al fin y al cabo, si vamos a combatir mañana, no te interesa que sea poco más que un bebé. Congelaré su ciclo vital y te lo devolveré cuando te vea.
―¿Tú? ¿Preocupándote por Mako por segunda vez en un día? Hay algo raro ahí. ―Se acercó a la silla en la que estaba sentado y me dio un abrazo―. Pero gracias. Necesitaremos toda la ayuda del mundo.
Un claxon retumbó en la noche.
―¡Vaya, Eli ya está aquí! ―exclamó―. ¡Nos vemos mañana, tito!
―Descansa bien, jovencita.
―Sabes que lo haré. ―Me alegré al ver que la chiquilla había recuperado su sonrisa, refulgente a través de los peores momentos.
Cuando la puerta se cerró tras la muchacha, solo quedábamos en la cafetería un chef poco hablador, una mascota virtual con alas en la cabeza y un viejo jefe de redacción que seguía dudando de que lo que iba a hacer fuese una buena idea.
Inspiré fuerte y me quité el anillo del dedo anular. Había dejado marca, como siempre, pero no me importó. Descargué algo de mi energía en él y respondió con un fogonazo de luz blanquecina. Tranquilizadora. Un faro en los tiempos difíciles.
Ese pedazo del alma de Jaime que dejó atrás tras cruzar la grieta siempre había sido así.
―¿Estás seguro de que va a funcionar, Sanae?
―Los fragmentos han de retornar a la unidad, Ramón ―abrió por fin la boca en toda la noche―. No hay más que ver su cara al reconocer esa pieza de él mismo.
Mako trinó cual pajarillo. Seguía siendo disonante, pero confiaba en poder arreglarlo tarde o temprano. Y necesitaba que fuera temprano. Volví a colocarme la sortija en mi dedo anular y tomé la V-Pet con la otra mano. Aunque había simulado ese momento decenas de veces en mi cabeza, todo mi cuerpo temblaba. Sabía el truco para congelar los circuitos de la máquina en el tiempo, pero no sabía cómo iba a reaccionar el espíritu que la poblaba. No quería que mi única oportunidad desapareciera.
Mi viejo amigo me tranquilizó silbando la popular tonadilla de cierto dúo rumbero. No fue capaz de alcanzar ni una de las notas, pero fue precisamente ese destrozo de la partitura lo que me distrajo de mis dudas. Pulsé la combinación de botones y... Recibí un pitido de confirmación en respuesta. Al escucharlo, la criatura me miró con confusión. ¿Había servido de algo?
―Jaime... ―suspiré, extendiendo mi mano hacia su cabeza.
Iluminé mi anillo de nuevo. Noté cómo, poco a poco, la energía que conservaba de aquella voluta de luz empezaba a viajar por el aire, buscando cobijo en la criatura. Su última voluntad conmigo, su deseo de que nunca estuviese solo, la luz que me decía que de alguna forma seguía al otro lado, accedió a fusionarse con la criatura digital legada. La otra esquirla luminosa. La parte de él que se quedó atrás para proteger a toda costa a la chiquilla que algún día sería la Heroína. Creciendo en innumerables ciclos como mascota electrónica y vigilando, día a día, que nuestra sobrina prosperara.
No había vuelta atrás. Ahora, ambas de tornaron una. Una pieza más grande de una alma aún fragmentada, como en su día lo fue la de nuestro enemigo.
―¿Ra... món?