Tema: Síndrome Lavanda.
[xXSifilOXx] Ey paisanos, ¿qué tal van esos poquemon ahora que están en un idioma que se entienda?
Abro hilo porque he visto un tema curioso sobre el Pueblo Lavanda leyendo en otros foros y quería ver si soy el único que tiene esa paranoia. Vengo a hablaros de un fenómeno turbio de japón, uno que puede hacerte enfermar: el Síndrome Lavanda.
[EstoyAdvirtiendo] Lo de la mano blanca es un fake, lo leí en la revista esta. Ya tanto bulo cansa, illo.
[xXSifilOXx] ¡No, tío! Y que sepas que lo de la mano es un diálogo real, lo dice un personaje al lado de la cueva.
[MonecoTails] Que sí, que existe esa frase, lo que no existe es el monstruo que pusiste hace unos meses. Era Photoshop desde el principio, lo supe por los píxeles, pero vaya, no te cansas de hacer el ridículo.
[Dukoburgo] Bueno, al menos el error ese del legendario era de verdad, vamos a ver qué dice. Ey, Sif, ¿qué ocurre con Lavanda?
[xXSifilOXx] La música. ¿No os da muy como mal rollo? He estado mirando por ahí y resulta que le han metido mensajes subliminales para volver a la gente enferma. Parece que afecta sobre todo a los niños por unos tonos de alta frecuencia que no podemos oír los adultos. Eso explica que nos deje una sensación tan rara al escucharlo.
Mirad, os dejo un enlace con más información. Está en japonés, pero con el traductor algo se saca.
[Dukoburgo] Hostias, eso está guapo. Aunque he leído que los tonos los quitaron en la edición en inglés. ¿Alguien tiene una rom original para escucharlos?
[Moderador] El enlace ha sido borrado por PIRATERÍA. Segundo aviso. A la próxima te comes un baneo.
[xXSifilOXx] Putos mods, es legal si lo borras en 48h.
[EstoyAdvirtiendo] Eso no es cierto, Sífilo.
[Dukoburgo] Da igual, ya la tengo. ¡En unas horas os digo!
[MonecoTails] Jaja, han pasado unas horas y aún no hay respuesta. Igual es que habéis quedado de mentirosos.
[Soniquese] ¡Es de verdad! A ver, no puedo escuchar los tonos porque con treinta años oído no tengo para eso. Pero he visto más noticias del tema. Mirad, una de un niño que cuando llegó a la ciudad tuvo que apagar la consola, meterse en la cama y desde entonces no ha querido salir por su propio pie.
―Bueno, esto sigue así durante veinte páginas, pero ya te haces a la idea. Un montón de gente discutiendo sobre si la música de una versión concreta del juego puede causar o no daños a los chavales.
―Es una chorrada como un piano de grande. ―Pasó un par de páginas más, riéndose con la mitad de los comentarios―. ¿Subtonos? Menuda sandez. Esto tiene que ser cosa de los...
―En circunstancias normales no le daría importancia alguna ―aseguré con un leve ademán―. Sin embargo, resulta que conozco a un interesante chico capaz de imbuir su música de poder espiritual para que cure a los demás. Seré un escéptico, pero no veo motivos para pensar que justo lo opuesto pueda ocurrir también.
―Pues claro que de haber algo detrás de esto sería un glitch. Bueno, a ver, tiene algo de sentido. Más sentido que esa chorrada de la que hablan.
―Si lo analizas concienzudamente, ¿podrías detectar variaciones en la música? ¿Algo fuera de lo normal que nos dé una pista de si son bulos o si realmente hay uno de estos demonios de silicio haciendo de las suyas?
―Entre mis poderes molones y mi nueva y flamante mesa, no lo dudes. ―Me dedicó una sonrisa de las que podrían haber aparecido en un anuncio de dentífrico―. Lo que me falta es una copia de esa versión concreta del juego.
―La mía me la he dejado en casa, pero Norma también debería tener una. Dile que vaya contigo y así le echáis un vistazo entre los dos, para que se vaya curtiendo. En el mejor de los casos, tendremos un artículo divertido para llenar el número de este mes. En el peor... Bueno, a juzgar por la descripción, supongo que no debería daros problemas un demonio así.
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―Oído.
Intentó imitar un saludo militar, pero lo hizo con poco acierto. El brazo incorrecto, la mano a la altura que le pareció pertinente y el codo por encima de la cabeza. Generalmente, las payasadas me volvían irascible, pero las de Jaime eran ciertamente refrescantes. Tanto, que sonreí cuando ya no me miraba.
Me estaba ablandando con la edad.
***
Tres golpes resonaron sobre la puerta de mi despacho, equidistantes en el tiempo. Justo como a mí me gustaba. Acostumbrado a trabajar con jóvenes revoltosos, era refrescante tener a alguien tan formal como Katrina Montoya en el equipo. Desde los tiempos de Revista Silicio se había encargado de las cuestiones que más esfuerzo de investigación requerían y, en general, solía ser un activo de fiar para el equipo.
Por desgracia, carecía de la voluntad necesaria como para enfrentarse cara a cara con los demonios de silicio. Una lástima, ya que había sido el nuevo fichaje con mejores prospectos en el entrenamiento inicial.
―¿Me había convocado, señor Lourido?
―Siéntese. ―Le indiqué con un leve gesto de mano―. ¿Puedo ofrecerle una berlina?
―Oh, ¿ya ha estado Jaime por aquí? ―Trazó una sonrisa cálida en sus labios―. Últimamente no hay quien lo vea. Tenía que compartir un par de cosas con él. En fin, sea como fuere, la aceptaré con gusto.
Reservó el dulce con una servilleta y esperó pacientemente a lo que tuviera que decir.
―Era usted quien se estaba dedicando a compilar la guía de Compact Creatures, ¿estoy en lo cierto?
Asintió con la cabeza. No tardé en deslizar la carta que había leído media hora antes por encima de la mesa. Dejé un tiempo prudencial para que asimilara la información y formulé la primera pregunta, una de cortesía:
―¿Qué puede contarme al respecto? ―Suavicé un poco la voz―. ¿Hay algo en la rumorología que considere relevante a nuestros intereses?
―Me temo que no estoy muy familiarizada con el sistema de generación de monstruos. Pero sí que puedo contarle algo que podría preocuparnos. ―Se ajustó el cuello de la camisa―. Según el propio bestiario del juego, existen ciento veintiocho monstruos reclutables. De ellos, aproximadamente tres cuartos pueden ser obtenidos jugando con normalidad. De los treinta y dos restantes, la mitad está compuesta por criaturas promocionales. Ocho se obtendrán con contraseñas que FILE distribuirá en su página web. Otros ocho serán repartidos, según he podido corroborar con los desarrolladores, por medios diversos. Prensa, bollería, patatas fritas o espacios televisivos, por ejemplo.
―Sí, he tenido el gusto de charlar con el relaciones públicas de la compañía para ofrecer uno de ellos en exclusiva nacional en el número de diciembre.
―Perfecto. Eso hace que resten dieciséis criaturas. Estas solo pueden ser obtenidas a través de los discos de música. Tiene sentido, no deja de ser el atractivo principal del juego. Como es de esperar, este método también puede proporcionar monstruos comunes, así que el objetivo de mi guía es compilar un listado de discos capaces de obtener tanto a esos dieciséis coleccionables elusivos como una selección de los más fuertes del primer segmento.
La mujer sacó una libreta de octavillas de su chaqueta y pasó varias de las hojas hacia delante a toda velocidad. Cuando decidió qué enseñar, lo puso sobre la mesa y me instruyó para que pasara yo mismo las páginas a partir de ahí. Sus anotaciones eran completamente minuciosas y contaban incluso con bocetos de los monstruos coleccionables.
―No ha sido fácil, pero he logrado obtener varias copias de los diez primeros. ―La inflexión de su voz la hizo sonar algo más orgullosa―. Un pequeño ataque por fuerza bruta, si me lo permites. Incluso conseguí generar una copia del decimotercer monstruo, por pura suerte, de un disco del Fary que había por aquí tirado.
Nunca pensé que el Torito guapo con el que nuestro antiguo jefe nos daba los buenos días ante nuestras hastiadas miradas de «esto perdió la gracia hace un lustro» fuera a servirnos para algo después de que se jubilara, pero no me iba a quejar.
―Tuve que investigar algo más para los últimos cinco ―siguió explicando mientras jugueteaba con el botón de su bolígrafo―. Ahí fue cuando tuve que empezar a tirar del hilo, buscar comunidades de internet centradas en un título que acababa de salir al mercado y localizar los discos que sugerían. Ahora que lo pienso, sí que había alguna mención de casos en los que un error les devolvía a la pantalla de título, pero fueron pocos y nadie les dio mayor importancia.
―Falta uno en el cuaderno ―observé―. El número doce, para ser exactos. Solo una pequeña nota, «A.G.P.».
―Nadie ha confirmado la existencia de ese monstruo, al menos en las redes. Hay usuarios que afirman haberlo visto, pero nadie sabe decir qué CD hay que usar para invocarlo.
No me estaba gustando nada lo que estaba escuchando. Una criatura misteriosa que, si bien debía existir en el código del juego, nadie había podido ver aún era el mejor combustible para crear una poderosa leyenda urbana. Lo último que debía juntarse con el reporte de un glitch a la hora de invocar a las bestias.
―He de insistir al respecto de la nota de su cuaderno, señorita Montoya. ―Dejé la libreta sobre la mesa y golpeé el dedo rítmicamente contra las marcas de bolígrafo―. Sé de buena tinta que usted es incapaz de dar puntada sin hilo.
―Encontré un mensaje que hacía referencia al monstruo final. No le di demasiada importancia, porque ya había encontrado demasiados indicios antes que no iban a ninguna parte. Pero mi instinto afilado de reportera me dijo que el post de alguien llamado Usagi85 tenía algo de verdad, así que dejé esa anotación por si necesitaba volver a él.
―Del ochenta y cinco... trece años... ―Me llevé la mano al mentón―. Algo debe haberle hecho confiar en su testimonio.
―Al fin y al cabo, había llegado a la misma conclusión que yo estudiando la mitología del juego.
La muchacha cruzó los brazos y dibujó una mueca de superioridad en sus labios. Por un momento, la sentí fuera de su profesionalidad habitual, pero también consideré que la expresión era genuina. Katrina Montoya siempre entraba en profundidad en sus piezas de investigación y, si ella abogaba por una respuesta a un misterio sin resolver, no iba a ser yo quien la cuestionara.
―«Algodaoth, el Gólem de Pirita» ―Sentí que me faltaba algo más de información para entender qué estaba diciendo, pero la dejé continuar―. Como no podía ser de otra forma.