¿Algo de lo que se arrepintiese profundamente? ¿Qué clase de pregunta era aquella? William se quedó algunos segundos mirando perplejo a Desmond, quien estaba ahora temblando y revolviéndose todavía más que antes.
“Espera, ¿qué quieres decir con eso…? ¿Ha ocurrido algo? ¿¡Seguro que estás bien…!?”
“B-Bueno… A-Ah… Últimamente he tenido algo rondándome la c-cabeza, y había pensado que… U-Um…” Desmond no estaba realmente transmitiendo ninguna información relevante a través de sus balbuceos.
Este tipo de comportamiento no era en absoluto característico de Desmond. Solía ser tímido y reservado, así como indeciso. Pero aquello parecía un ataque de pánico en toda regla, algo que nunca antes había sufrido, al menos no que William supiese. De hecho, le había visto aquel mismo día antes de partir en su expedición de saqueo, y no había notado nada raro en él; era tan solo el bueno de Desmond, como siempre. Algo no iba bien.
“Eh, necesito que te calmes.” William le sujetó del hombro y le miró fijamente a la cara. Desmond evitó el contacto visual a toda costa. “Si no te calmas y hablas en condiciones, no voy a poder entender nada. ¿Qué te pasa, tío?”
Desmond continuó gimiendo y balbuceando palabras incoherentes. Un rato después, sus nerviosos ojos finalmente se posaron sobre los de William. Su rostro se contorsionaba en una bizarra mezcla de miedo y desasosiego.
‘Maldita sea, este tipo está cagado de miedo. ¿¡Qué está pasando!?’
“He… He recibido algunas noticias s-sobre un cierto asunto h-hoy… Pero, um… Creo que necesito r-reflexionar un poco…” dijo. Era un manojo de nervios.
“Ajá… Ya veo…”
“Bajaré y-y descansaré por un rato… Te veré l-luego, Will…” Desmond se giró y empezó a alejarse.
“Oye, cuídate, ¿quieres…? ¿Seguro que no quieres que baje contigo?”
Desmond se detuvo durante un breve instante y parecía querer dar la vuelta, pero simplemente siguió caminando. “E-Estoy bien… Perdona por haberte m-molestado…”
William le observó hasta que finalmente desapareció a través de la puerta del hueco de la escalera cercano. Estaba anonadado, no sabía cómo interpretar lo que acababa de ocurrir.
‘Me aseguraré de mantenerle vigilado después. También tendré que hacérselo saber a los demás. Algo no va bien.’
Sinceramente, estaba tentado de bajar y encargarse del asunto de inmediato, pero la reunión de racionamiento estaba a punto de empezar. Supuso que tendría una oportunidad perfecta para sacar el tema después de que terminase la reunión.
…
William apoyó la espalda contra la pared y esperó. El “salón” de reuniones era en realidad el apartamento situado justo en frente de la unidad de almacenaje de la cuarta planta. Las paredes del dormitorio y del baño habían sido destruidas para convertirlo en una única habitación más espaciosa. Solo una puerta permitía el acceso al interior, y William la observaba de cerca mientras llegaban el resto de habitantes del edificio.
Emma estaba ya dentro, comprobando las raciones. Llegaron Richard y Wattson… Luego Amanda, quien le tiró una cálida sonrisa tan pronto le vio. La reciprocó, y continuó observando la puerta. La pareja de ancianos llegó a su propio ritmo. Luego Elijah, luego Daniels… Al cabo de un rato los niños aparecieron por allí también. Todos fueron llegando para la reunión, uno tras otro.
Bueno, casi todos. Desmond no aparecía.
William estaba nervioso. No podía dejar de pensar en la conversación que había tenido con él un rato atrás, por algún motivo. ¿Por qué diablos tenía aquel mal presentimiento al respecto? No quería seguir esperando.
“¿Alguien ha visto a Desmond…?” preguntó.
“¿Desmond? Le vi hace un rato subiendo al tejado. ¿Creo que iba a hablar contigo sobre algo?” respondió Emma.
“Sí, eso hizo… Pero algo raro pasaba con él. Algo lo tenía de los nervios.”
“Ahora que lo mencionas, el tipo estuvo haciendo cosas raras hoy…” dijo uno de los hombres en la habitación. “No paraba de merodear por todo el edificio. Me pregunto en qué demonios andaría metido…”
“¡Bah, ese jovenzuelo es un inútil, le cuesta hasta levantar un dedo! Seguro que andaba tramando algo.” gruñó el anciano.
“Oh, venga ya, querido, no seas así.” su esposa no parecía muy contenta por aquel comentario. “Ya te lo he dicho; deberías ser más tolerante con los jóvenes. A ti también te cuesta levantar tu propio trasero.”
“¡Pero yo ya soy una uva pasa, no puedes compararlos conmigo!” protestó.
Cháchara arbitraria surgió en la habitación, mezclada con un par de risas por aquí y por allá. Todo el mundo parecía no darle importancia al comportamiento de Desmond. Probablemente por lo desapercibido e inofensivo que era. ¿Qué era lo peor que podría hacer? Bueno, desde el punto de vista de William, no hacía falta mucho esfuerzo para llevar las cosas por mal camino.
Más allá del ruido provocado por la conversación en la habitación, William escuchó algo, un sonido intermitente que provenía del pasillo. Sonaba como pasos. Pasos corriendo.
De repente, un hombre apareció en el umbral de la puerta, y la golpeó con fuerza para llamar la atención de todos. Hubo un momento de silencio, mientras todo el mundo se giraba en su dirección. Parecía preocupado.
“¡Eh, eh…! ¿¡Qué pasa con el tejado!?” preguntó, jadeando ligeramente.
“¿Qué quieres decir? ¿Hay algo raro en el tejado?” William respondió con otra pregunta al instante, casi rebotando de la pared y dando un paso al frente.
“¡¡Hay un montonazo de humo rojo saliendo del tejado…!! ¡También emite luz, es la hostia de brillante ahí arriba!”
“¿¡Qué…!?”
Los ocupantes de la sala empezaron a mirarse unos a otros con caras de desasosiego.
“Qué raro… No recuero que tuviéramos nada así de llamativo en el almacén…” añadió Emma. Y ella probablemente lo sabía mejor que nadie, al menos aquel día en particular.
“Voy a echarle un vistazo. Richard, Elijah, conmigo. Los demás quedaos aquí, apagad las luces y cerrad la puerta. Lo que sea que esté pasando, podría ser peligroso.” sugirió William.
Nadie estuvo en desacuerdo. Mientras el resto de la gente se encerraba en el apartamento entre murmullos preocupados, William y su pequeño equipo se dirigieron hacia la azotea. No tenían ni idea de qué estaba pasando, pero William se había visto apoderado por una sensación de urgencia. Esprintó a toda velocidad por el pasillo y hacia las escaleras, y comenzó a subirlas apresurado. Richard y Elijah tenían problemas para mantenerse a su ritmo.
Justo allí, en el último descansillo frente a la puerta de acceso al tejado, estaba Desmond, en cuclillas en una esquina. La puerta de la azotea estaba abierta, y las luces rojas intermitentes que surgían de lo que fuera que había en el tejado lo iluminaban. Estaba sudoroso, temblando como loco, y llorando a gritos.
William se agachó a su lado y le agarró por ambos hombros. Esta vez no fue cuidadoso, lo sacudió y lo giró hacia él a la fuerza.
“¿¡Desmond…!? ¿¡Qué está pasando, Desmond!?”
“¡¡L-Lo siento…!! ¡¡¡Lo s-s-siento…!!!”
“¿¡Sientes el qué!? ¿¡Qué ocurre!?”
Antes de que pudieran seguir hablando, un sonido hizo eco en la distancia, interrumpiendo su conversación. Parecía una sirena. Un sonido increíblemente fuerte, su retorcido timbre retumbando por las calles, permeándolo todo. Sonaba como si proviniese desde una distancia realmente considerable.
“¡¡Oh, Dios…!! ¡¡Oh, Dios mío, perdóname…!! ¡¡¡Aaaah…!!!” la cara de Desmond estaba cubierta de lágrimas. “¡¡Lo siento, Will…!! ¡¡¡Por favor, perdóname, no quería hacerlo…!!!”
“¿¡Qué coño está pasando, Desmond!? ¿¡¡Qué es lo que has hecho!!?”
######
“Uuh… ¿estás bien?”
La voz de Nora sacó abruptamente a William de sus profundos pensamientos. Prácticamente se sobresaltó, no era característico de él, hundirse en sus propios pensamientos de aquella manera. Incluso había perdido la noción del tiempo durante un rato.
Royal Road is the home of this novel. Visit there to read the original and support the author.
“Si, todo bien… Tan solo estaba pensando.” respondió. “De acuerdo, deberíamos movernos. Aún tenemos mucho tiempo, pero igualmente no deberíamos estar holgazaneando.”
“Ok.”
Mientras se preparaban para irse, trató de concentrarse en las tareas que tenían entre manos, y dejar los recuerdos para otro momento. No sería nada bueno para él dejar que flotasen por su cabeza.
Era difícil pasar página en determinadas situaciones, pero dejar que las emociones se estancasen no era sino un desastre anunciado. A veces ocurren cosas malas en la vida, y es mejor buscar un nuevo camino a seguir lo antes posible. Algo que permita dejar esos obstáculos atrás y al mismo tiempo mantenerse fiel a uno mismo. Pero cuando esos obstáculos permanecen presentes, es en ese momento cuando pasar página se convierte en un verdadero desafío.
William era demasiado consciente de ello.
‘Amanda…’
******
No podía oír nada. Tampoco podía ver. ¿Estaban sus ojos abiertos? No lo sabía. Probablemente lo estaban, creía percibir algo, pero no constaba de mucho significado. O más bien, ella misma no podía darle un significado. Intentó moverse. O quizá no. De nuevo, no estaba segura de si lo había hecho. Su cabeza no dolía, tan solo se sentía entumecida. ¿Qué estaba pasando? ¿Le importaba siquiera?
Podía oír algo. ¿Voces? Quizá. Había varias. Parecían estar discutiendo unas con otras. No tenía ni idea de por qué.
‘Callaos… ya…’
‘Dejadme sola…’
Estaba tan increíblemente cansada.
…
Era cuestión de tiempo que los efectos de la droga empezasen a desaparecer.
Claire empezó a recuperar lentamente su visión y su conciencia a medida que pasaba el tiempo. Una vez más, intentó moverse, pero no funcionó. Algo restringía sus movimientos. Tampoco podía hablar, lo único que salía de su boca eran balbuceos incoherentes.
De repente, algo le abofeteó la cara. Repetidamente.
“…ye! …pierta! …a era h… …ra.”
Los repetidos cachetes parecieron despertar de golpe a su cerebro, y sus alrededores pudieron cobrar sentido en cuanto el abofeteo se detuvo.
Ya no se encontraba en su apartamento, aunque le daba la impresión de que aún seguía en el mismo edificio. Era una sala más grande, cuyas paredes habían sido derribadas por algún motivo. Miró arriba, y vio sus muñecas atadas con cuerda a las barras de metal que sellaban la ventana. Sus tobillos también estaban atados con cinta adhesiva. El pánico comenzó a apoderarse de ella.
“¡Ah…! ¡¡Aua…!!” no le salieron palabras coherentes, mientras trataba en vano de luchar contra sus ataduras.
Un hombre estaba de pie frente a ella. Vistiendo ropa vieja y sucia, medio calvo, con barba de sólo Dios sabía cuántos meses… Su apariencia era terrible, pero Claire estaba particularmente aterrada por su rostro. Mostraba una expresión completamente seria, pero sus ojos denotaban una profunda y retorcida malicia. Y esos mismos ojos la estaban taladrando hasta la médula. Empezó a derramar algunas lágrimas por el miedo.
“Voy a ir directo al grano, mocosa.” dijo. Entonces, se agachó y se acercó mucho a su cara antes de seguir hablando. “¿Dónde está el alijo?”
¿Alijo? ¿De qué estaba hablando? Claire no sabía nada de ningún alijo.
“¡Oaa…! ¡¡Aah…!!” de nuevo, no salieron palabras de su boca. No estaba enteramente segura de si no podía hablar por los efectos de la droga, o si era porque su cerebro se estaba cagando encima.
“Oh, venga ya…” el hombre se levantó, se giró y empezó a caminar en círculos por la habitación. Sacó una navaja automática de su bolsillo y empezó a juguetear con ella. “De verdad que no quiero que esto se ponga feo…”
‘¿Por qué…? ¿¡Por qué…!? ¡Yo no sé nada…! ¿¡Por qué está pasando esto…!?’
“Me estoy cansando de esperar, tío. Si esos dos acaban apareciendo podríamos tener problemas.” dijo otra voz. “Y esta de aquí no puede hablar una mierda incluso completamente despierta.”
Fue entonces cuando Claire se dio cuenta de que había más gente en la habitación. Otro hombre, de apariencia tan desarreglada como el primero, estaba sentado sobre unas cajas en una esquina de la habitación, enfurruñado. A sus pies, un cuerpo mucho más pequeño se mantenía inmóvil en el suelo. Claire conocía ese cuerpo. A pesar de que no podía verla demasiado bien, reconoció a Lilian casi al instante.
“¡Ah…! ¡¡Lilln…!! ¡¡¡Linn…!!!” intentó llamar su atención. Lilian pareció moverse un poco, pero nada más. Sus manos y piernas también estaban inmovilizadas. Conociéndola, era probable que tanto las ataduras como la situación en la que se encontraban fuesen lo bastante abrumadoras como para incapacitarla emocionalmente.
El matón frente a ella rebotó sus ojos entre Claire y Lilian durante un rato.
“Oye, tenías ganas de pasar un buen rato con la chica, ¿no? Puede que eso haga que esta de aquí tenga más ganas de cooperar.” sugirió.
“Joder, ¿en serio puedo hacerlo?”
“Hazlo.”
“Hostia, vale.” para el horror de Claire, el tipo de la esquina se levantó e inmediatamente cayó sobre Lilian. No podía ver lo que estaba intentando hacer, pero no tuvo que pensar mucho para adivinarlo. “¿Cuántos años debe de tener esta? ¿Crees que es una adolescente? Sus reacciones son flácidas como un pescado muerto, pero da igual. ¡Esto no se puede mejorar mucho!”
“¡Aaaoo… Uaaauaaaa…!” Lilian empezó a emitir quejidos indescifrables en voz baja. Claire podía ver cómo sus piernas trataban de moverse y liberarse, pero era obvio que no iba a funcionar.
“¡Ah…! ¡Nn-o…! ¡¡Pah-ra…!!” la voz de Claire parecía recomponerse frente a la horrorosa escena que estaba teniendo lugar delante de sus ojos.
“¿Oh? ¿Te sientes con ganas de hablar…?” preguntó el matón frente a ella.
“¡Po-r fav-or…! ¡¡Pu-to… mns-truo…!! ¡¡¡Par-a…!!!”
El hombre se arrodilló a su lado y le propinó una bofetada mucho más fuerte que las anteriores en la cara, arrancándole del tirón las gafas de la cabeza. Milagrosamente, no parecieron romperse.
“¡¡¡Ponte las putas pilas y dime lo que quiero oír de una maldita vez, niñata!!! ¿¡Dónde está el puto alijo de armas!?” le gritó directamente a la cara. “¿Acaso quieres también un poco de acción?” sin pensárselo dos veces, le agarró el pecho y empezó a manosearlo bruscamente. Le hacía daño.
“¡¡Ah…!! ¡¡No…!! ¡¡¡Cer-do…!!!” Claire chilló y se resistió todo lo que pudo. “¡¡N-No… m-e… to-ques…!!”
De alguna manera, Claire consiguió escurrir las piernas cerca de su torso y luego ponerlas en el estómago del hombre. Empujó con todas sus fuerzas, que no eran muchas, pero sí las suficientes como para hacerle perder el equilibrio y caer de espaldas.
“¡Argh!”
Por supuesto, aquello solo iba a cabrearlo más. ¿Pero qué otra cosa se suponía que podía hacer? No sabía qué era lo que querían de ellas. De ninguna manera iba a poder escapar por su cuenta. Lo único que podía hacer era rezar para que William y Nora volviesen antes de que fuese demasiado tarde.
“¡Ouch…! ¡¡Ay, ay, aaay!! ¡¡¡Aaargh…!!!” El otro individuo, quien estaba abusando de Lilian, soltó de repente un grito de pánico. Se levantó rápidamente, sujetándose la mano.
“Oye, ¿qué pasa?” preguntó el que estaba en el suelo.
“¡¡Esta perra…!! Pensé que estaba empezando a resistirse un poco, y le agarré la cara para mantenerla quieta, ¡¡pero ha ido y me ha mordido!! ¡¡Joder, está sangrando mucho!! ¡¡Mierda!!”
“Por el amor de Dios… Ve con los otros dos, que te traten esa mierda…”
El hombre herido abandonó la habitación a toda prisa, dejando a Lilian visiblemente angustiada en el suelo. Su ropa estaba hecha un desastre, y había sido deslizada en varios puntos, exponiendo la mayor parte de su barriga y de sus muslos. Sin embargo, no parecía estar herida. A Claire le empezó a hervir la sangre en las venas, y le lanzó una mirada asesina al matón que quedaba en la sala.
Con toda sinceridad, estaba absolutamente aterrorizada, pero eso no cambiaba el hecho de que se encontraba furiosa. Apretó los dientes en frustración.
“¡Vosotros…! ¡¡Putos… cerdos asquerosos…!! ¡¡Que os den…!! ¡¡¡Trozos de mierda, maldita sea…!!!” las lágrimas siguieron acumulándose en sus ojos, pero aquellas no eran de miedo. Aquello era rabia.
El hombre se levantó y miró al techo, pensando. Suspiró, molesto.
“Bueno, al menos parece que ahora puedes hablar apropiadamente.”
“¡¡Vete al infierno!!”
La miró fijamente durante varios segundos. Entonces, en un rápido arrebato de ira, sujetó su navaja y la hundió directamente en el muslo izquierdo de Claire, hasta la empuñadura.
La retorció muy lentamente.
Claire nunca había gritado de semejante manera. Un grito de agonía que helaba la sangre, a todo pulmón. Los gritos prosiguieron durante un rato, hasta que se quedó sin aire y comenzó a rechinar los dientes en su lugar.
“Escucha, mocosa… Al jefe no le gusta cuando la gente le toca los cojones, ¿sabes? Si no vamos de vuelta con resultados que mostrarle, somos fiambre. Y te juro por cual sea el maldito dios en el que creas… que tú vas a ser carne muerta mucho antes de que yo lo sea. ¿Nos entendemos?” estaba apenas a un par de centímetros de su cara.
La ira y la bravuconería de Claire se habían ido por el desagüe en un instante. Todo lo que le quedaba era puro terror. Cegada por el dolor, asintió. Asintió como si le fuese la vida en ello. Porque probablemente así era.
“P-Por favor… ¡N-No me hagas m-más daño…!” rogó.
“Entonces empieza a hablar. Simple y sencillo.”
“¡Yo… Yo no sé n-nada…!”
“No me hagas apuñalarte otra vez… Te juro que la segunda va a doler mucho más que la primera.”
“¡Aah…! ¡¡E-Estoy diciendo la verdad…!! ¡Nos encerraron tan pronto como llegamos aquí…! ¡Ese hombre no nos ha dicho nada…!”
“¿Os encerraron…? Entonces, ¿sois nuevas aquí? ¿Es eso lo que intentas decir?”
“¡A-Así es…!”
El matón mantuvo el silencio por algunos instantes, y luego llevó el cuchillo hasta su cara y comenzó a acariciar su piel con él. Aplicaba niveles peligrosamente altos de presión, pero sin llegar a provocar heridas.
“Ya, y yo he nacido ayer. ¿En serio pretendes que me crea eso?”
“¡¡Aaaah…!!”
Claire estaba temblando tanto que temía que sus propias sacudidas causarían que la hoja del cuchillo penetrase su piel.
“Sabemos que este edificio oculta mucha potencia de fuego. El equivalente a una comisaría de policía entera, para ser precisos. Lo hemos sabido desde hace mucho tiempo. Hemos mirado en todas partes, incluso en la cámara reforzada que hay en el sótano, donde se suponía que estaría. Nada. Y nos estamos quedando sin tiempo. Nadie nos toca los huevos. Tienes agallas, niñata, eso está claro. Pero estás a punto de arrepentirte de tenerlas.”
‘¡Aaah…! ¡Por favor…! ¡¡Que alguien me ayude, quien sea…!! ¡¡Nora…!!’
******
El viaje de vuelta estaba agotando a Nora de forma notable. Sin embargo, ya podían ver el edificio de apartamentos en la distancia. Al día todavía le quedaban varias horas de luz hasta la puesta del sol, por lo que la gestión del tiempo había sido un gran éxito aquel día. William tenía una pinta más melancólica de lo usual desde su charla de hace un rato, pero para ser sinceros, tenía una buena cantidad de motivos.
Algo llamó repentinamente su atención. Un grito espantoso en la lejanía. Y venía de la dirección de su edificio.
“¿¡Eh!? Espera, ¿¡ha sido eso…!?” Nora miró a William, pero él ya había echado a correr.
“Eso definitivamente ha venido de nuestro refugio… ¡Mierda!”
“No, no puede ser… ¡¡Claire!! ¡¡¡Lilian!!!”