Aquella había sido una mala decisión, después de todo. No deberían haberse ido por su cuenta. No deberían haber deambulado a ciegas hasta la ciudad, siguiendo un atisbo de esperanza en el que ni siquiera sabían si podían confiar. ¿Pero acaso habían tenido alguna otra elección? Ya no importaba, era el fin.
Los fuertes golpes contra las ventanas del coche persistieron a lo largo de varios minutos, junto a una cacofonía de gruñidos y gorgoteos que se filtraba al interior del vehículo desde todas las direcciones. La infinita multitud de caminantes se amontonaba alrededor y por encima del coche, excesivamente interesados en los tentadores aperitivos que se escondían en su interior.
“¡Maldita sea…!” Nora apretó el volante en frustración, antes de girarse hacia las otras dos chicas en los asientos de atrás. “¡Por favor, Claire, tienes que parar de llorar! ¡A este paso nunca nos dejarán en paz!”
Claire ni siquiera la estaba escuchando. Se aferraba a Lilian con ambas manos, mirando a su alrededor frenéticamente con lágrimas en los ojos, aullando y gritando con cada golpe en las ventanas. Lilian se hizo bola en su asiento todavía más, murmullando para sí misma con la mirada perdida.
Nora devolvió su atención al parabrisas. Por mucho que regañase a Claire por su estado de pánico, sabía que era inútil. Les estaban observando a través del cristal resquebrajado. Sabían que estaban allí dentro, y no se detendrían hasta obtener su ración. Cada nuevo golpe quebraba el cristal un poco más, lo hacía curvarse hacia dentro un poco más. Era un milagro que todavía aguantase. Volvió a agarrar torpemente las llaves del coche, sus manos resbaladizas debido al sudor frío. Volver a arrancar el coche, y de alguna forma abrirse paso a través de la multitud, ese era su único ticket de salida.
“Vamos, vamos, vamos…”
El motor emitió un sonido traqueteante durante algunos segundos. Nada. ¿En serio no quedaba ni una sola gota de combustible? ¿Realmente se tuvo que quedar seco en ese preciso lugar? ¿Cuando estaban tan cerca de alcanzar su objetivo? Parecía que el destino se estuviese riendo de su infortunio.
Otra vez.
…
Nada. Nora se desplomó en su asiento. Llegados a este punto, ni los gruñidos, ni los golpes, ni los llantos desconsolados de Claire parecían molestarla.
‘Llegó la hora, pues… No es la forma en la que esperaba morir…’
Alzó la mirada, cuando el parabrisas finalmente se rindió. Sus manos reptaron al interior del vehículo, junto a un olor absolutamente repulsivo.
‘Lo siento…’ las lágrimas corrieron por su rostro.
*Riiiiiiiiiiiiiiiiiing!*
Un fuerte timbre se oyó repentinamente sobre los gritos y los gruñidos. Los ojos de Nora se abrieron en incredulidad, mientras la horda de caminantes, igualmente confusos, tornaba su atención hacia el origen del sonido. Como obra de un milagro, la multitud se arrastró lentamente lejos del coche, tambaleándose y tropezando hacia el otro lado de la calle y al interior de un edificio. Mientras todavía trataba de comprender qué estaba ocurriendo, una de las puertas traseras se abrió, y Claire se apresuró al exterior.
“¡Espera, Claire…! ¡No es seguro ahí fuera, vuelve al—!”
“¡Nora, mira!”
Claire estaba de pie justo al lado del coche, señalando a algo situado frente a ellas. Nora miró al frente, entrecerrando los ojos debido a la luz del sol. A unos cien metros de distancia se encontraba el edificio al que pretendían llegar antes de que las rodearan: lo que parecía ser un enorme edificio de apartamentos, con claros signos de fortificaciones improvisadas. A nivel de calle, una gran puerta metálica se estaba elevando, revelando una ominosa oscuridad en el interior. De una de las ventanas en los pisos superiores colgaba una sábana blanca, en la cual alguien había escrito una sola palabra con letra descuidada.
[ENTRAD]
No iba a desperdiciar aquella oportunidad. O lo hacían, o morían. Sin dudar ni un momento, Nora saltó fuera del vehículo, y se apresuró a sacar a Lilian también.
“¡Vamos, Lilian, todo va a salir bien ahora!”
El timbre se había detenido momentos antes, los gruñidos sonaban más cercanos a cada instante.
“¡Corred! ¡Al edificio! ¡¡Deprisa!!”
******
El hombre esperó a que sus voces se oyesen claramente desde la habitación de abajo.
“¿¡Hola!? ¡Estamos dentro! ¡Ayuda! ¡Por favor!”
“¡Se están acercando! ¡Deprisa!”
Unauthorized tale usage: if you spot this story on Amazon, report the violation.
No había tenido tiempo de observar en detalle cuántas personas había dentro de aquel coche arruinado. Tampoco tenía forma de saber si todos ellos habían conseguido entrar y ponerse a salvo. Pero de una forma u otra, tenía que cerrar la puerta para mantener fuera a los caminantes. Con la activación de un interruptor, el mecanismo de poleas se liberó, y la gran puerta descendió, encerrando a los recién llegados en la sala de entrada. Ahora mismo estarían en casi total oscuridad, y probablemente confusos, pero eso era de esperar. Se tomó su tiempo para asegurarse de que la escopeta estaba cargada y lista para usar, y procedió hacia las escaleras.
Según se acercaba a la puerta al fondo de las escaleras, la abrió, pero no entró a la habitación.
“¿Podéis oírme?”
“¡G-Gracias por salvarnos, r-realmente íbamos a morir ahí fuera!” la voz venía acompañada de sollozos, y tartamudeaba ligeramente.
“Espera, Claire.” esa segunda voz era muy diferente, más madura. “Escucha, agradecemos la ayuda, pero ¿por qué salvarías a alguien para luego encerrarles en una celda?”
Aparte de aquellas dos voces, solo podía oír una tercera voz, un murmullo distante. Eran al menos tres personas, aunque podría haber alguien más, en silencio por el motivo que fuese. Debería ser una situación manejable, pero tendría que garantizar su propia seguridad de todas formas.
“Escuchad atentamente, solo diré esto una vez. Estoy armado. Si no os comportáis sois carne muerta. También he instalado una trampa de sonido en alguna parte de este edificio, similar a la que habéis oído antes. Si me ocurriese algo, pronto tendréis un par de miles de caminantes trepando por las paredes y entrando por las ventanas. Si sabéis lo que os conviene, no haréis nada raro. ¿Entendido?”
“¡Vale, no buscamos problemas…! ¡Solo estamos tratando de sobrevivir!”
Con el arma al frente, se adentró en la habitación y encendió la luz. Sin mediar palabra, analizó a las tres mujeres que le estaban mirando fijamente, visiblemente nerviosas. Una de ellas era obviamente más adulta que las demás, probablemente cerca de los treinta. Estaba al frente del grupo, cubriendo a las otras dos. Una de las chicas se revolvía sin parar, con una mirada cargada de miedo; la otra parecía descentrada y tenía la vista fija en el suelo por algún motivo, pero se mantenía sorprendentemente calmada.
Se encontraban tras una verja de hierro oxidada que separaba la entrada del resto de la habitación. La verja contaba con una pequeña puertecilla improvisada, que apenas llegaba a la altura de la cintura; no parecía diseñada para el tránsito de personas. En una de las paredes laterales había una robusta puerta que parecía llevar a otra habitación. No tenía manilla, pero sí una cerradura.
“Seré directo: ni confío en vosotras ni me gustáis. Nadie en su sano juicio conduciría un vehículo de forma tan imprudente en estos tiempos, y mucho menos en pleno centro de la ciudad. ¿Quién sois, y por qué estáis aquí?”
Se acercó un poco más a la verja, apuntando la escopeta directamente a sus caras. La chica de apariencia perdida empezó a quejarse y a agitarse.
“¡P-Para! ¡La estás poniendo nerviosa!” dijo la otra chica, mirándole con desdén. “No pasa nada, Lilian… No te va a hacer daño, no pasa nada…” acarició su cabeza y continuó susurrándole cosas con una voz dulce, lo cual aparentemente consiguió calmarla un poco.
‘Vaya panda de molestias… Ya veo venir que van a ser una carga. Genial.’
Observó fijamente a la mujer adulta, como si estuviese instándola a empezar a hablar.
“Vimos… una señal de humo. Humo rojo, emanando de este edificio, hace varios días. Estábamos huyendo de nuestro anterior refugio debido a una infestación, y pensamos que encontraríamos más supervivientes aquí.”
Verdaderamente, no necesitaba que nadie le recordara la puta señal de humo. De todas las cosas que quería olvidar y dejar atrás, esa estaba al principio de la lista. Sujetó la escopeta firmemente, mientras fruncía el ceño aún más.
“Sois realmente molestas. Quizá debería librarme de todas vosotras aquí mismo, y ahorrarme los problemas.” el dedo del gatillo se sentía nervioso.
“¡E-Espera, por favor! ¿¡Por qué!? ¡No hemos hecho nada! ¡Ni siquiera llevamos nada de valor!”
…
Efectivamente, aquel derramamiento de sangre sería un sinsentido. Bajó la escopeta, y procedió a arrastrar un par de cestas hacia la pequeña puerta en la verja. Tras soltar el pasador y abrirla, las pateó al interior de la celda.
“Desnudaos. Las tres. Por completo. Poned todo lo que lleváis encima en la cesta vacía. La otra contiene ropa limpia, deberíais encontrar algo que os sirva. A sus viejos dueños no les importará que lo cojáis.”
“¡¡N-Ni de coña!! ¿¡Nora, no puede decir esto en serio, verdad!?” dijo Claire, prácticamente dando botes.
“Uh… ¿No hay otra manera de hacer esto? ¿Puedes al menos mirar a otro lado…?”
“No hay otra manera, y sí, voy a mirar. He dicho que no me fío de vosotras, y me voy a asegurar de que no tenéis nada que pueda comprometer mi seguridad una vez os deje entrar. Si a vosotras no os gusta, estoy seguro de que a los caminantes de ahí fuera sí les gustará.”
El sutil golpeteo en la puerta exterior no hizo sino reafirmar su amenaza. Las chicas no estaban en absoluto en posición de negociar.
‘Que les den, ya he tenido suficiente confiando en la gente. Jugaré con mis propias reglas. O lo toman o lo dejan, es su elección.’
…
Aquella gente no eran supervivientes ordinarios, eso desde luego. Ropa en buen estado, sin romper o desgastar. Su piel casi limpia, como si hubiesen tenido el lujo de mantener una higiene en condiciones hasta hacía poco. Ausencia de buena forma física. Ninguna herida o cicatriz visible. ¿Tras seis meses de pandemia? Algo así no era posible ni de broma.
Siguió observando, cómo se desvestían, cómo doblaban su ropa y la colocaban en la cesta vacía, cómo volvían a vestirse… La chica tímida, de nombre Lilian, parecía necesitar ayuda y ánimos para hacer este tipo de cosas.
‘Esa parece tener algunos problemas…’
No importaba, indagaría más tarde si fuese necesario. En aquel momento, lo único que quería era perderlas de vista. Por algún motivo, le irritaban más y más a cada segundo que pasaba.
Tras recuperar las cestas, se giró y cogió una llave de un armario cercano.
“Abrid esa puerta y tirad la llave de vuelta.” les arrojó la llave a través de la verja. “No os molestéis en intentar quedárosla, la puerta volverá a bloquearse en cuanto la cerréis, y no hay cerradura por el otro lado.”
Él estaba armado y ellas no, así que las chicas siguieron las instrucciones y entraron a la siguiente habitación sin quejas adicionales. Observó cómo la puerta se cerraba a sus espaldas, con un sonido que se hizo más molesto que de costumbre.
‘Desde luego que tendré que cavilar sobre esto… Lo último que necesito son lastres.’