¿Un caminante? No, más bien un monstruo de una película de terror. Con una estatura imponente, de más de dos metros de altura, la criatura humanoide era más alta que cualquier otra cosa que Marcus hubiese visto antes. Su cuerpo estaba cubierto de lo que solo podía describirse como armadura orgánica, con placas de apariencia ósea que cubrían cada centímetro de su piel. Nódulos luminosos y palpitantes crecían en lugares extraños por todo su cuerpo. Su cara estaba adornada no por uno, sino dos pares de ojos, intensamente enfocados hacia algo en el piso superior del vestíbulo.
‘¡Mierda…! ¡Esta cosa…! ¡Es tal y como se mencionaba en el informe…! ¡Creo que mis sospechas eran ciertas, después de todo! ¡Esto es un problema…!’
Las personas armadas de allá arriba ya no parecían una amenaza tangible. No en presencia de aquella criatura. Marcus sabía que tenía que actuar deprisa. Si sus sospechas eran realmente correctas, las cosas pronto darían un giro drástico. Abandonó su cobertura, apresurándose hacia el otro lado del vestíbulo, donde se ocultaban Claire y los otros dos supervivientes.
Sus pasos eran ruidosos y agitados, pero al monstruo no le importó. Su atención seguía fijada en el espacio sobre sus cabezas. Él era insignificante, trivial.
“¡M-Marcus…! ¿¡Q-Qué es…!?” farfulló Claire. Parecía asustada de narices.
Había un hombre y una mujer a su lado, agachados tras un pilar. El hombre le parecía familiar, pero Marcus estaba casi seguro de que no conocía a ninguno de los dos. También parecían aterrorizados, y le observaban como si esperasen que fuese a espantar al monstruo.
Se detuvo por un momento y midió sus palabras. Creía que sabía lo que había que hacer. Tenía que detener a aquel monstruo, fuese como fuese. Y necesitaría toda la ayuda que pudiese permitirse. Pero los riesgos… Aquellas personas le miraban en busca de ayuda, pero puede que solo fuesen a encontrar muerte. Una muerte muy, muy rápida.
Una dulce y alegre voz resonó en su cabeza otra vez, un recuerdo instalado en los rincones más profundos de su corazón.
[¡Eres como un superhéroe! ¿¡Verdad!?]
[¡Quiero ser capaz de salvar a mucha gente, igual que tú!]
‘Salvar gente, ¿eh…?’
…
“¡Marchaos…! ¡Tenéis que salir de aquí! ¡Ahora! ¡Es demasiado peligroso!” dijo.
La mujer pelirroja se levantó de un brinco. “¡U-Un momento…! ¡¡Lilian todavía está ahí arriba!! ¡Y William…!”
“¡Iré a buscarlos! ¡Me aseguraré de que salgan sanos y salvos, lo prometo!”
“¡Pero—!”
Un repentino estallido de ruidos interrumpió su conversación. Todos se giraron hacia el centro del vestíbulo, justo a tiempo para presenciar cómo la enorme bestia corría hacia las escaleras de subida, ascendiendo con grandes zancadas de varios escalones a la vez.
Fuera lo que fuera lo que estaba buscando, lo había encontrado.
“¡¡¡Moveos!!!” gritó Marcus, antes de dirigirse hacia las escaleras tras la criatura.
******
William los había oído, fuertes ruidos que provenían de abajo, casi como explosiones. No sabía qué pensar al respecto, y desde luego no iba a abandonar su cobertura para comprobar qué eran. Le pareció extraño; esperaba que los demás no se hubiesen encontrado con problemas inesperados. Sin embargo, que los ruidos subiesen al piso de arriba fue aún más extraño. ¿Y el origen de los ruidos? “Extraño” no tenía un superlativo lo bastante fuerte para describirlo.
No era un caminante. Ningún caminante era así de grande, ningún caminante se movía tan rápido, y ningún caminante tenía una apariencia remotamente parecida a aquella cosa.
La criatura era consciente de su presencia. De alguna forma, William lo sabía. Pero no pareció hacerle caso. El monstruo se giró inmediatamente hacia los pobres diablos que estaban entrando en pánico al otro lado del vestíbulo, y cargó directo hacia ellos.
“¡¡J-Joder…!! ¿¡¡¡Qué es esa cosa!!!?”
“¡¡¡Disparadle…!!! ¡¡¡Aaah, que viene!!! ¡¡¡¡Disparaaaaad!!!!”
Los eventos que tuvieron lugar a continuación podrían haber sido sacados directamente de una pesadilla, sin ningún problema. Una lluvia de balas cayó sobre el monstruo, el ensordecedor sonido de los disparos llenaba el aire y hacía vibrar los tímpanos como si estuviesen a punto de reventar. Los proyectiles que alcanzaban el cuerpo de la criatura eran tan efectivos como un tirachinas tratando de penetrar un muro de hormigón. Desde la perspectiva de William, era un esfuerzo inútil; las balas sonaban como si estuviesen impactando contra roca en lugar de carne. Desde la perspectiva del enemigo, era una muerte inminente, que rápidamente se traducía en terror.
“¿¡¡Qué cojones pasa!!?”
“¡¡¡N-No funciona…!!!”
“¡¡Oh, dios…!! ¡¡¡Oh, dios!!! ¡¡¡¡Aaaaaaarrrgh!!!!”
William continuó observando la escena, hipnotizado y horrorizado a partes iguales. Ya no había peligro alguno de llevarse un balazo en la cara, dado que aquellos tipos ya se habían quedado sin munición. Sus manos temblorosas insistían en apretar los gatillos de sus armas, a pesar de que estas ya no respondían.
Con pasos agigantados, el enorme humanoide se acercó a uno de los hombres y lo agarró por el torso con una sola mano. El endeble humano fue alzado en el aire tal y como un niño alzaría un peluche. La criatura agarró su pierna derecha con su mano libre, y tiró fuerte. Luego, agarró el brazo derecho. Luego, la cabeza.
Al principio, ninguno de los hombres supo reaccionar. Era un espectáculo dantesco: su amigo descuartizado extremidad por extremidad, su sangre derramándose sobre sus cabezas, su cuerpo sin vida volando a través del vestíbulo entero… Cuando el pánico se apoderó de ellos de verdad, intentaron correr, pero no les ayudó en absoluto. No había escapatoria. Sus cuerpos se doblaron como si estuvieran hechos de mantequilla, sus huesos se rompieron como ramitas, sus entrañas decoraron el suelo y las paredes.
Aquella cosa no estaba tratando de morder, como harían otros caminantes. No, aquel monstruo iba a matar. Y era efectivo. Demasiado efectivo.
Marcus emergió de las escaleras, casi tropezando en el proceso. Miró a la criatura mientras acababa de destripar lo poco que quedaba de los hombres de Julien, y luego se giró y corrió hacia donde se encontraba William.
“¡¡Marcus…!! ¿¡¡Qué puñetas es esa cosa!!?” preguntó William.
“¡No hay tiempo para explicaciones…! ¡Creo que va tras la chica infectada! ¡¡Tengo que detenerlo de alguna manera!! ¡Vete!”
“¿¡¡Qué!!? ¿¡¡Estás de la olla!!? ¡¡No tienes ninguna oportunidad!! ¡¡Ambos tenemos que irnos!!”
“¡¡No puedo…!!”
“¡¡Marcus, esa cosa es a prueba de balas…!! ¡¡Los he visto intentarlo, y ahora están en pedazos!!”
Emitiendo un leve gruñido, casi un murmullo incomprensible, la criatura giró su cabeza hacia una tienda en particular del piso superior. Parecía interesarle mucho.
‘¿Es ahí donde está la sala segura…?’
“¡William, no lo entiendes…! ¡La chica debe vivir, a toda costa…! ¡¡Lo siento…!!” La voz de Marcus era histérica. Era la primera vez que William veía a aquel hombre perder los nervios.
Le vio levantar la pistola por el rabillo del ojo. Trató de agarrar su brazo, de impedir que disparase, que les condenase a los dos. Pero no fue lo bastante rápido. La pistola abrió fuego, iluminando el pasillo entero durante un instante. La bala viajó a través del edificio en una ruta limpia y directa hacia la cabeza del monstruo.
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“¡¡¡Me cago en la hostia…!!! ¡¡¡Puto psicópata!!! ¿¡¡No me has oído cuando—!!?”
Quería lanzarle más improperios, pero un repentino aluvión de ruidos cada vez más fuertes lo detuvo en seco.
Ambos hombres reaccionaron por puro instinto. La amenaza inminente, clara como el agua, les hizo olvidarse el uno del otro y centrarse en su lugar en su propia supervivencia. Marcus saltó hacia atrás y se retiró al interior de una tienda oscura y abandonada en el lateral izquierdo del pasillo. William se echó también hacia atrás, y cayó a través de una puerta en el lateral derecho. Una fracción de segundo después, la criatura cargó más allá del punto en el que estaban ambos de pie hacía un instante, con sus pies hundiéndose en el suelo a medida que luchaba por reducir la velocidad.
Para lo grande que era, uno se esperaría que fuese más lento. Mucho más lento.
‘¡Maldito seas, Marcus…! ¡Te voy a matar si salimos de esta…!’
William estaba aún a medio levantarse, cuando una enorme garra acorazada apareció de detrás de la esquina y se cerró alrededor del marco de la puerta por la que acababa de entrar.
‘¡¡Mierda…!!’
Sus piernas se movieron más rápido que sus pensamientos, y para cuando se dio cuenta ya se había adentrado más en la oscuridad, girando una esquina y llegando a un callejón sin salida. A pesar de que la ausencia de luz era casi absoluta, podía distinguir muy a duras penas los contornos y las formas de un baño para hombres.
…
Ni se molestó en cerrar la puerta de la cabina. Haría ruido innecesario. Daba igual, ni que una frágil puerta de madera fuese suficiente para protegerle de aquel monstruo.
Se sintió indefenso en todos los aspectos. Podía oír las placas de armadura de la criatura raspando las paredes, dado que probablemente era demasiado grande para caber por el estrecho corredor que iba a dar al baño. Aun así, el sonido de los escombros esparciéndose por el suelo dejaba claro que la entidad no estaba dispuesta a parar. Oyó sus pesadas respiraciones, profundas y cavernosas, a medida que se abría camino a lo bestia hasta la zona con las cabinas, usando nada más que fuerza física.
Hubo un momento de silencio, y entonces su cabina se sacudió como si la hubiese alcanzado un terremoto. Las vibraciones se propagaban rápido, los paneles de madera y las puertas eran arrancados y hechos trizas como si fuesen de papel.
No le quedaban alternativas. Ningún humano podía luchar contra aquella cosa y evitar ser hecho pedazos en el proceso. Esperar a que el monstruo estuviese ocupado destruyendo su cabina, y de alguna manera escabullirse; esa era la única escapatoria que se le ocurría.
William se agachó. Todo su cuerpo estaba cubierto de suciedad y sudor. El ruido de la madera astillándose y el metal doblándose era ensordecedor. No hacía falta autoengañarse, ¿verdad? Estaba asustado.
Esperó al momento crítico. Solo tendría una oportunidad. Si fallaba, estaba muerto.
…
Pero el momento crítico no llegaba. Le llevó un rato percatarse del silencio que de repente inundaba el baño.
Incluso la respiración de la criatura se había ido. Pero seguía allí, William todavía podía percibir extraños sonidos corporales, que le recordaban a latidos del corazón y gruñidos del estómago. Pero no pasaba nada. ¿A qué esperaba? Estaba justo allí, al alcance de la mano. ¿Por qué no hacía nada?
******
“¡¡No…!! ¡¡¡Nooo…!!! ¡¡¡Atrás!!!” Claire abrió fuego, presa del pánico. Sorprendentemente, fue un tiro limpio, y el caminante cayó como un trapo, con un agujero fresco en el cráneo.
Como si un caminante menos fuese a suponer una diferencia considerable.
Se había envalentonado mucho durante los últimos minutos, estaba lista para entrar en acción, pero, ¿a dónde había ido a parar toda aquella determinación? “¡Salvaré a Lilian!”, “¡No les voy a dejar atrás!”, aquellas eran el tipo de cosas que se decía a sí misma.
Era una pena que las hordas de caminantes fuesen tan eficientes a la hora de desmontar la bravuconería.
Comenzaron a subir en tropel desde los túneles subterráneos. Ya no les interesaba el brote de allí abajo, sino los eventos que tenían lugar en la superficie. Docenas y docenas de ellos, en la fina barrera entre caminar y correr, tan hambrientos y cabreados como siempre.
Claire, Nora y Desmond no tenían forma de contenerlos. Habían bloqueado el acceso a las escaleras. Tenían que irse. Tenían que dejar atrás a William y a Lilian.
“¿¡¡Por qué está pasando esto…!!? ¡¡Lilian…!! ¡¡¡Solo quiero recuperar a mi hermana…!!! ¡¡¡Liliaaan…!!!” Nora estaba ya perdiendo la cabeza.
Sin opciones disponibles, el grupo salió a toda prisa por la entrada principal del vestíbulo. Los tempranos rayos de luz del atardecer les dieron la bienvenida al exterior, pero estaban demasiado ocupados corriendo escaleras arriba hacia la calle.
“Espera… ¿Q-Qué…? ¿Por qué…?” Claire hizo ademán de alzar su pistola una vez más, pero se rindió a medio camino. No merecía la pena.
Más caminantes se acercaban a la zona. Ambos lados de la calle estaban llenos de ellos. Los callejones que conducían a la calle estaban repletos también. Se arrastraban sobre los coches, caían de las ventanas de los edificios cercanos, surgían de todas las esquinas posibles. Era una pared uniforme de cadáveres caminantes, aproximándose a la estación de metro desde todas las direcciones.
Realmente le dieron ganas de rendirse por completo.
“¿Por qué…?”
‘¿Qué hemos hecho para merecer esto…?’
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Nora no podía concentrarse en nada. Había visto el mar de caminantes que se acercaba, pero de repente sus sentidos estaban confusos. ¿Qué estaba ocurriendo? Sus rodillas le fallaron. Cayó, sujetándose la cabeza con ambas manos.
Aquel dolor de cabeza se había manifestado hacía un rato, pero a lo largo del último minuto se había intensificado a una magnitud sin precedentes. Había pasado de un leve malestar a parecer que le fuese a explotar la cabeza. Su visión estaba borrosa. Olía cosas raras, que no debería estar oliendo. Sus manos habían perdido el sentido del tacto. Su oído parecía estropeado; sabía que Claire estaba diciendo algo a su lado, pero no podía entender qué era.
‘¿¡Q-Qué… me está pasando…!?’
Entonces, su visión se volvió blanca por un instante, un fuerte zumbido taladró su cerebro, y oyó una voz. Distante, suave, y familiar.
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William se estremeció y dio un salto cuando la criatura pasó del completo silencio a un frenético estallido de rabia en cuestión de segundos. Pero no estaba dirigido hacia él. Todo lo que escuchó fue un grave rugido y un sonido extremadamente fuerte de algo que se rompía, seguido de grandes pisadas que se alejaban a buen ritmo.
Echó un vistazo fuera de la cabina. Tímidos rayos de luz centelleaban a través de una gran nube de polvo que llenaba la habitación. Sus ojos cayeron sobre el enorme agujero en la pared, que llevaba de vuelta al pasillo.
Una bola de demolición habría hecho menos daño.
******
“¡¡¡Deprisa, joder!!! ¡¡Deja esa mierda atrás, no tenemos tiempo!!”
“¿¡¡Qué rayos era eso!!?”
“¡¡Moveos!! ¡¡¡Rápido!!!”
Logan oyó mucho ruido en la parte de atrás de la furgoneta. Estaban discutiendo entre ellos en lugar de hacer lo que tenían que hacer, como siempre. Echó un vistazo a los espejos. Julien estaba sentado en la parte de atrás, sujetando a Lilian a su lado. Parecía tranquilo, pero las nerviosas gotas de sudor en su frente hacían que su preocupación resultase evidente. Aquel tipo, Jacobs… estaba sentado con toda su calma en el asiento de delante, no parecía que la situación le importase demasiado. Era difícil de leer, pero al menos era competente y tenía sangre fría, lo cual lo hacía útil.
Todos los demás eran miedicas que tan solo seguían órdenes con la esperanza de que no les dejasen atrás. No podían importarle menos. Sabía que necesitaban a tanta gente como pudiesen conseguir, pero no les iban a echar en falta si perdiesen uno o dos más. Mantuvo el pie en el pedal.
Un fuerte estruendo sobresaltó a todos en la furgoneta, a excepción de Jacobs. Logan le echó una mirada al espejo lateral, justo a tiempo de ver un gigantesco humanoide atravesando la pared de la estación de metro y saltando a la calle.
“¡Señor Logan…!” la voz de Julien era un orden en sí misma.
Ni se molestó en responder. Tampoco se molestó en esperar por la gente que aún estaba en el suelo, cargando sacos de suministros en la furgoneta. No tenían tiempo para eso.
Pisó el acelerador.
******
La cabeza de Nora se giró como si la estuviese moviendo una fuerza invisible. Por un rato, no estuvo bajo control de sus acciones, parecía haberse convertido en una espectadora de su propio cuerpo. Se vio a sí misma en tercera persona, como quien observa a un personaje de una película o un videojuego. Se giró hacia la derecha, y miró calle abajo, más allá de los caminantes, hacia la intersección cercana.
Un vehículo emergió de detrás del edificio de la estación de metro. ¿Estaba huyendo? Eso parecía. Huía del extraño monstruo de antes. Pero eso no era lo importante.
Parecía que el tiempo se hubiese ralentizado. En ese período de conciencia casi etérea, su visión viajo a través del espacio vacío, hasta el vehículo en movimiento; y luego más allá de su carrocería exterior, al compartimento de atrás.
Aquellos ojos otra vez. Oscuros como un vacío absoluto, pero al mismo tiempo llenos de luz. Una luz relajante y reconfortante. Una luz que abarcaba todos sus conflictos internos, disipándolos.
[…qu…]
[…quí…]
[…po…aq…]
[…or… quí…]
Al principio, su voz no era más que un murmullo distante, pero no paró de repetirse, en bucle una y otra vez. Era cada vez más fácil de oír, hasta que se volvió alta y clara.
[Por aquí.]
‘¿L-Lilian…? ¿E-Eres… tú…?’
La visión de Nora se retrajo de vuelta a su cuerpo físico una vez más, y el tiempo pareció volver a retomar su flujo normal. Ya no le dolía la cabeza. Sus sentidos regresaron. Se quedó en completa confusión. Había oído antes acerca de personas que tenían experiencias extracorpóreas, pero no acababa de tragárselo. Pero aquella experiencia… Parecía una conexión, una conexión directa. Una conexión con su hermana pequeña, algo que solo ella podía comprender.
“¿E-Eh…?” Claire sonaba confusa. ¿Había visto algo también? Nora la observó, pero ella no miraba en dirección a la furgoneta. En su lugar, miraba alrededor, incrédula.
Los ojos de Nora peinaron los alrededores. El mar de caminantes ya no se les acercaba. Les pasaban de largo. Peligrosamente cerca, casi chocando con ellos, pero ignorándoles. Se dirigían a otro sitio. Se dirigían en la dirección por la que se había ido la furgoneta.
‘¿Qué… qué está… ocurriendo…?’
Nora ni siquiera se dio cuenta de cómo sus ojos se cerraban por sí solos, y su conciencia se desvanecía en la nada.