Dolor. Mucho dolor. No sabía qué estaba pasando. Trató de abrir los ojos, pero no percibió nada más que un galimatías borroso y oscuro. El terrible dolor de cabeza estaba afectando severamente a su capacidad de pensar o dar sentido a cualquier cosa. ¿Dónde diablos estaba? ¿Qué estaba haciendo? Su memoria era borrosa.
William se quejó, incómodo. Mientras recuperaba poco a poco la conciencia, trató de frotarse los ojos, pero le faltaba fuerza en los brazos. Con mucho esfuerzo, consiguió alcanzarse la cara. Estaba fría al tacto. Parecía estar tirado en el suelo, pero la aparente oscuridad hacía imposible distinguir nada a su alrededor.
Mientras intentaba, sin éxito, erguirse, una tenue luz se manifestó a su izquierda. Probablemente no era demasiado brillante, pero dado su estado de confusión, parecía deslumbrante. También oyó una especie de murmullo distante. Era un sonido suave, casi como una voz intentando comunicarse con él.
“…am… Will… …pierto…? …des o… …rme?”
El sonido continuó por algunos segundos, y sintió ligeros tirones en su cuerpo, como si alguien estuviese tratando de despertarle sin molestarle demasiado. Los meneos parecieron funcionar, pues la voz se volvió más y más clara de forma gradual.
“William… puedes oírme…? William…?”
Una vez recuperó la vista, pudo identificar finalmente el origen de la voz. Nora estaba arrodillada a su lado, levemente iluminada por la luz de una vela. Parecía cansada, muy cansada. No estaba seguro de las circunstancias, pero se percató de su ropa sucia y desgarrada, y de la sangre en su brazo derecho.
“Nora… Ugh, mierda–“ el mero hecho de hablar le provocaba un dolor punzante en la parte posterior de su cabeza. “¿Qué ha ocurrido…?”
“Te noquearon, te atacaron por la espalda…”
Al escuchar aquello, William recordó. Su llegada a la orilla opuesta del río en busca del panel solar, la emboscada de aquellos hombres en los oscuros pasillos, y luego… nada. Le dio la impresión de que estaba olvidando información importante. ¿Quiénes eran, y por qué tenía la sensación de que los conocía?
“Ya veo… Maldita sea, duele, joder…” siguió quejándose, mientras intentaba, una vez más, incorporarse.
“Cuidado, creo que te golpearon bastante fuerte…” Nora trató de ayudarlo a levantarse tan cuidadosamente como pudo, hasta que estuvo sentado y descansando contra la pared a su espalda.
Pasaron un par de minutos. William mantuvo los ojos cerrados durante un rato, mientras su agudo dolor de cabeza amainaba.
“Um…” Nora masculló por lo bajo. William abrió los ojos y miró en su dirección. Estaba cabizbaja, lanzando miradas breves a algo en la oscuridad, más allá del alcance de la luz de la vela.
“¿Qué pasa…? Escúpelo ya…” aunque apreciaba que Nora estuviese allí con él, estaba cabreado. No con ella, sino con la mala suerte que habían tenido. Era algo de sentido común, el tratar de mantener las expediciones de saqueo tranquilas y sin incidentes. Y aquel día había tenido incidentes a base de bien. No estaba de buen humor.
“He… He recogido algunas cosas mientras estabas inconsciente…”
“¿Qué…?”
Nora se estiró y agarró su mochila en la oscuridad. William se dio cuenta de que tuvo que hacer un cierto esfuerzo para tirar de ella, parecía pesada. Abrió la cremallera de la parte superior, y acercó la mochila muy cerca de William, para que pudiese ver bien lo que había dentro. Sus ojos se abrieron de par en par.
La mochila contenía varias latas de comida, junto a algunos paquetes de alubias deshidratadas y pasta, entre otras cosas diversas. Al fin, buenas noticias. La revelación pareció ayudarle a recuperar la fuerza que le faltaba en los brazos, animándolo a encorvarse sobre la bolsa y hurgar un poco en su contenido.
“Pero… ¿cómo? ¿Has encontrado todo esto por tu cuenta…?”
“También he cogido esto…”
Nora volvió a estirarse hacia la oscuridad, esta vez agarrando la mochila de William. Entonces, procedió a abrirla y sacar un objeto de su interior. Sus ojos estaban llenos de inseguridad, pero sostenía el valioso panel solar en sus manos como un cazador mostraría con orgullo sus trofeos de caza.
“Después de arrastrarnos a ambos a este apartamento, los caminantes de fuera se alejaron por algún motivo… Así que salí, y eché un vistazo…” explicó.
“Espera, espera… ¿Caminantes? ¿¡Pero qué ha pasado…!?”
“P-Pues, después de que te dejaron inconsciente, esos hombres intentaron… a-abusar de mí. Y después, el ruido atrajo a los caminantes, y-y todo se fue al infierno…” la voz de Nora empezó a tartamudear y a volverse temblorosa a medida que recordaba los eventos.
‘¿Qué demonios…? ¿¡Cómo ha sobrevivido!? Incluso se atrevió a volver a salir después…’
William alzó un brazo y sujetó el hombro de Nora, quien se estremeció y le miró, temerosa.
“Escucha… No sé cómo has conseguido sobrevivir a todo eso por tu cuenta, pero de verdad que no deberías haber vuelto a salir ahí fuera. ¿Eres siquiera consciente del peligro al que te has expuesto…?”
“…N-No puedo.”
“¿Eh…?”
“No puedo quedarme quieta y no hacer nada. Soy débil, no sé qué hacer cuando no te estoy siguiendo, estoy muy asustada…” sus ojos se llenaron de lágrimas. “P-Pero no puedo limitarme a encogerme de miedo… Es adictivo, lloras y lloras, esperando a que las cosas malas se vayan, pero nunca lo hacen. Regodearte en tu propio miedo puede llegar a sentirse catártico en cierto modo. Pero nunca arregla nada. N-No puedo volver a eso, yo–“
Nora ya no sonaba como si estuviese hablando con él, parecía como si estuviese dándole vueltas a algo en su cabeza, hablando consigo misma. William sacudió suavemente su hombro, haciendo que se estremeciese de nuevo e interrumpiendo su diálogo.
“Está bien. Has hecho un buen trabajo recogiendo todo esto. Venga, cálmate.”
Los ojos de Nora se llenaron aún más de lágrimas. Tras una breve pausa, asintió y trató de limpiarse la cara con torpeza. William la observó, con una mezcla de tristeza y compasión. ¿Estaba acaso preocupándose por ella? Probablemente no estaría vivo en aquel momento si ella no le hubiera puesto a salvo antes, pero Nora lo había hecho mientras lidiaba con lo que sea que fuese el trauma psicológico que acarreaba en su mente. ¿Lo hacía por su hermana y por su amiga? ¿Por él, quizá? ¿Por ella misma? Amor, supervivencia, miedo… la respuesta no estaba clara, él no era precisamente un psicólogo. Por un instante, recordó algunas palabras que le había dicho ese mismo día.
[No pretendo faltar al respeto, pero dudo mucho que hayas visto lo peor.]
‘Entiendo cómo eso ha podido doler más de lo que pretendía que doliese… ¿Qué rayos te ha pasado, Nora…?’
Pasaron algunos minutos más. Ambos se mantuvieron en silencio.
…
If you discover this narrative on Amazon, be aware that it has been stolen. Please report the violation.
¿Qué era aquella sensación tan escalofriante? La cabeza le seguía doliendo como el demonio, pero de alguna manera William sentía que algo no iba bien. No era solo el dolor, le daba la sensación de que había alguna circunstancia crítica de la cual debería ser consciente, algo importante de lo que no se estaba dando cuenta.
“No podemos quedarnos aquí mucho más tiempo… Aunque no estemos en plena forma, tenemos que movernos. ¿Puedes hacerlo?” preguntó.
“C-Claro… Creo que sí. Cogeré mis cosas.”
Cuando finalmente se puso de pie y cogió su mochila, todavía luchando con los mareos, le pareció oír algo. ¿Era un retumbar? Sonaba como un temblor distante, como algo grande y pesado que se estuviese arrastrando. Y se estaba acercando.
Entonces se dio cuenta. Había cometido un error, y se le heló la sangre cuando se percató, mientras se giraba hacia la ventana cercana, horrorizado.
“¡Maldita sea…! ¿¡Qué hora es!?”
“¿Eh…? ¡Ah! ¡¡Oh, no…!! ¡H-Había perdido la cuenta del tiempo…!”
Apenas quedaba luz solar en el exterior. El sol había empezado a ponerse hacía un rato, y solo los últimos y tímidos rayos de sol barrían las ruinas de la ciudad, a punto de desaparecer. La noche había caído sobre ellos. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? ¿Cómo podía haber olvidado algo tan crucial como el tiempo?
“¡No deberías haberte quedado aquí conmigo! ¡Deberías haberte ido de vuelta en cuanto te hiciste con esos suministros!”
“¿P-Por qué? ¿Qué está pasando? ¿¡No estamos a salvo si nos quedamos aquí y no hacemos ruido!?”
Nora trataba de bajar la voz, pero William no, él estaba literalmente gritando. Sabía lo inútil que era mantener el silencio durante la noche si no se tomaban las medidas necesarias. Se apresuró hacia la puerta y empezó a apartar el mobiliario que Nora había apilado frente a ella. Vaya momento más inoportuno.
“¡Ayúdame con esto, rápido!”
“¡D-De acuerdo…!”
El retumbar de fuera se volvió más y más fuerte, hasta que su verdadera naturaleza se hizo evidente. Sonaba como una agresiva cacofonía de gruñidos y chillidos, junto al constante martilleo de cientos de pisadas. A medida que se acercaban, sonaban más rabiosos y ansiosos. Casi parecía que lo sabían. Sabían que les aguardaba un festín.
Nora notó la muchedumbre de gritos del exterior, que ahora sonaban como si estuviesen en la calla justo afuera del edificio. Y el ruido seguía haciéndose más fuerte. Acercándose. Debió haberse dado cuenta de la gravedad de la situación, pues comenzó a entrar en pánico y a tirar más fuerte de los muebles que bloqueaban la puerta.
“¡Ah…! ¡Aaah…! ¿¡William, qué está pasando!? ¿¡Cómo han…!?”
“¡Lo saben! ¡¡Se han dado cuenta!!” tras apartar a un lado el último armario que obstruía la puerta, William la abrió del tirón sin dudar y salió al pasillo.
Cogió un viejo teléfono móvil de su bolsillo, abrió la tapa y presionó un par de teclas.
‘¡Venga, cómpranos algo de tiempo…!’
Un tono de llamada estalló a todo volumen desde el teléfono. William lo tiró de vuelta a la habitación de la que acababan de salir, justo cuando el sonido de cristales rompiéndose empezó a llenar el edificio, viniendo aparentemente de todas las direcciones a la vez.
“¡Ve a las escaleras! ¡¡Corre!!” gritó a todo pulmón.
Ambos corrieron hacia las escaleras. A medida que acortaban la distancia con el hueco de la escalera, todo lo que podían escuchar era cristales rotos, puertas derribándose en los pisos inferiores, rugidos y chillidos haciendo eco en los pasillos. Si los caminantes llegaban a las escaleras antes que ellos, sería el fin. Con cada zancada que daban, William lanzaba de forma inconsciente una plegaria a los cielos. Y no era creyente.
‘¡Vamos, vamos, vamos…!’
Salieron del pasillo al oscuro hueco de las escaleras. Apenas podían ver nada, solo quedaba el débil resplandor de la luz de la luna, que descendía desde la puerta de la azotea. El disonante ruido de la horda de caminantes emergía desde las profundidades del edificio y del pasillo a sus espaldas. Con un breve vistazo al corredor, William discernió varias figuras iluminadas por un enfermizo resplandor azul, moviéndose hacia ellos rápidamente.
“¡¡Arriba!!”
Nora ya no respondía ni articulaba nada coherente. Jadeaba de forma pesada y ruidosa, casi resollando mientras le seguía por las escaleras tan rápido como podía. Seguían oyendo cosas romperse en la distancia. Los gritos se acercaban, cientos de pasos y sonidos caóticos resonaban justo detrás de ellos.
William salió prácticamente volando a la azotea, con Nora casi resbalando y tambaleándose tras él. Tan pronto como ella se apartó de la puerta, William la cerró de un portazo.
“¡Tenemos que llegar al río! ¡¡Es nuestra única alternativa!!”
“¿¡Qué…!? ¡Pero…!”
No la dejó recuperar el aliento. No había tiempo para ello. Agarró su mano y tiró de ella a la fuerza para que siguiese corriendo tras él. Se apresuraron al borde del tejado.
“¡No pienses, salta!”
William soltó la mano de Nora y saltó sobre el callejón, aterrizando en la azotea del edificio vecino. Se dio la vuelta, esperando que Nora hiciese lo mismo. Pero ella había tenido un momento de duda. De repente, un fuerte estallido tras ella la sobresaltó, mientras la puerta de la azotea salía disparada, empujada por una enorme fuerza.
Los caminantes brotaron del hueco de la escalera como una ola ininterrumpida. Tropezaban y caían unos sobre otros como de costumbre, pero se levantaban rápidamente con una agilidad sin precedentes. Sus ojos y venas brillaban en aquel ominoso color azul, casi iridiscente bajo la luz de la luna. Sus miradas, incluso mientras caían a trompicones, se mantenían fijas sobre William y Nora. Actuando como si fuesen una sola entidad, corrigieron su rumbo de inmediato y empezaron a esprintar en su dirección. Al mismo tiempo, acompañados de aún más chillidos, más hordas de caminantes comenzaron a verterse sobre la azotea desde los laterales del edificio, tras haber trepado por el exterior.
“¡¡Deprisa!!”
Nora soltó un grito de terror y se lanzó sobre el hueco, aterrizando torpemente al otro lado. William la agarró y la puso de pie a toda prisa, y siguieron corriendo. En cuestión de segundos, estaban entrando al nuevo edificio, al tiempo que la horda de caminantes cubría el anterior tejado y desbordaba al siguiente, persiguiéndoles.
William cerró la puerta de la azotea tras ellos, y esta recibió una andanada de golpes casi de inmediato. Sabía que no iba a durar mucho, apenas algunos segundos, pero incluso unos segundos podrían salvarles la vida.
‘Joder, me duele la cabeza. Me duele mucho.’
No podía dejar que el dolor cegase su raciocinio, no en aquel momento. Un tramo de escaleras. Dos tramos de escaleras. Oyeron en la distancia como la puerta que mantenía fuera a los caminantes se hacía pedazos. Más escaleras, giraron una esquina, dos esquinas, otro hueco de escaleras. ¿Qué era aquel edificio? No importaba, tenían que bajar, y rápido.
Cristal estallando, el sonido de muebles arrollados… La multitud de gritos cabreados les seguía por los pasillos implacablemente, como un sabueso rastreando a su presa. Bajaron más escaleras. De repente, una puerta apareció ante ellos, y luego las calles. Todo había ocurrido muy rápido, casi como un pensamiento borroso. Antes de que se hubieran dado cuenta, ya estaban a nivel de suelo.
Los resoplidos de Nora eran ensordecedores, William juraría que estaba casi llorando por el esfuerzo. Él estaba cubierto de sudor, jadeando pesadamente. Su cabeza dolía como el diablo, y apenas podía sentir las piernas. Pero no podían parar. Si lo hacían, estarían acabados.
“¡¡Vamos…!! ¡Por aquí, deprisa!”
“¡Aah…! ¡¡No… puedo…!!” gimió Nora. Sin embargo, seguía corriendo tras él con todas sus fuerzas, gracias al subidón de adrenalina.
Mientras corrían por la calle y daban la vuelta a la esquina, las ventanas explotaban sobre sus cabezas. Los caminantes se despeñaban desde los pisos superiores, estampándose contra el suelo, rompiendo sus huesos por el impacto. Era una lluvia de cadáveres literal, cadáveres que seguían tratando de levantarse a pesar de haber quebrado sus extremidades en la caída. Incluso en su estado desfigurado, bultos de carne decaída en la carretera y en la acera, seguían manteniendo sus miradas fijas en los tentadores aperitivos humanos, chillando, agitando salvajemente sus brazos y piernas lisiados en un intento de alcanzarles.
Hicieron todo lo posible por ignorar la multitud que acortaba distancia con ellos desde todas las direcciones. Ignoraron los cuerpos que caían sobre ellos desde las alturas. Centraron su atención en la orilla del río más adelante. Estaba tan cerca, el murmullo del agua fluyendo por el canal podía oírse ya.
“¡¡Salta… al agua…!! No te rindas… ¿¡me oyes…!? ¡¡Ve… al puente…!!” William gritó con la esperanza de que Nora le oyese, a pesar de todos los caminantes que rugían mientras se acercaban. Aún podía oírla jadeando tras él. No estaba seguro de que ella le hubiese oído a él, pero no iba a parar de correr. Tampoco iba a mirar atrás. Ya sabía lo que iba a ver. Podía oírlos, los gritos a su alrededor. Sonaban muy cerca, como si estuviesen respirándole en la nuca. ¿De hecho, estaba Nora bien? La horda sonaba más cercana que sus jadeos.
‘¡¡Más te vale que sobrevivas, idiota…!! ¡Que no se te ocurra morir ahora…!’
Tan pronto como oyó el agua frente a él, saltó. Cuando lo hizo, se giró ligeramente hacia un lado. ¿Lo había logrado Nora? El tiempo pareció ralentizarse por un momento. Tras echar un vistazo, la vio caer hacia el río a su lado.
‘Bien, al menos lo ha logrado…’
Entonces, una punzada de dolor. Pero no era su dolor de cabeza. Su cabeza dolía tanto que ya se había acostumbrado a ello algunos minutos atrás, la adrenalina había bloqueado el dolor. No, aquello era diferente. Aquel dolor provenía de su brazo izquierdo. Lo miró, y observó un par de ojos brillantes que lo perforaban fijamente.
‘Ah, mierda… Tienes que estar de puta coña…’
Rompió la superficie del agua con un fuerte impacto. El caminante liberó de su mordida y fue arrastrado, dejando a William a la deriva río abajo.