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Wither With Me (Español)
CAPÍTULO 5 – AMENAZA

CAPÍTULO 5 – AMENAZA

“Nada… Es todo inservible, otra vez.” William refunfuñó por lo bajo. “¿Algo por ahí?”

Cerró la alacena que estaba inspeccionando y miró hacia el otro lado de la cocina, donde estaba Nora.

“No… Todo lo que queda aquí ya está estropeado…” Todas las alacenas estaban repletas de basura y restos podridos desde tiempo atrás. Abrió brevemente la puerta de la nevera, pero volvió a cerrarla tan pronto como olió el pútrido aroma que emanaba de su interior. “Ugh… Oh dios…”

“Esto no puede ser una coincidencia.”

“¿Quizá quienquiera que haya vivido aquí consumió todas sus reservas de comida?”

William miró alrededor. No había señales de que nadie hubiese vivido allí desde hacía tiempo. Las puertas estaban destruidas, las ventanas rotas y sin obstruir, porquería y sangre seca por todas partes…

“¿Recuerdas cómo comenzó la epidemia? Fue rápida. Demasiado rápida como para que cualquiera pudiese reaccionar. Cuando las autoridades se dieron realmente cuenta de la gravedad de la situación, ya era demasiado tarde. Toda la ciudad fue aniquilada y sumida en el caos en cuestión de días. La gran mayoría de los edificios fueron invadidos por los infectados mucho antes de que se pudiesen tomar las medidas adecuadas. Es por esto que es común encontrar conservas y alimentos no perecederos; sus propietarios ni siquiera tuvieron la oportunidad de usarlos.”

Nora pareció cavilar sobre aquello durante un segundo, y luego asintió. “Entonces, ¿por qué…?”

Era extraño. Desde que dejaron atrás el puente y volvieron a la relativa seguridad de las azoteas, se habían detenido en varios puntos para tratar de saquear suministros. Pero en todos los lugares en los que lo habían intentado, no encontraron nada de utilidad.

“Seguiremos moviéndonos. Nuestro destino principal debería estar cerca. Quiero que mantengas los ojos abiertos ahí fuera, ¿entendido?”

“C-Claro…” Nora asintió, aunque su mirada indicaba preocupación.

Mientras regresaban a las escaleras y se dirigían de vuelta a la azotea, William no paró de ojear a Nora. Estaba sudorosa, temblorosa, y sus movimientos se habían vuelto torpes y lentos. Las ojeras denotaban su falta de descanso y sueño. Y por supuesto, todavía estaba conmocionada por el incidente en el puente. Cuando comenzaron su viaje esa mañana, había tratado de mantener su ropa limpia y de arreglarse el pelo siempre que tenía la oportunidad de hacerlo. Ahora, su ropa lucía sucia y su pelo despeinado, pero ella ya no parecía notarlo o molestarse por ello. William supuso que aquella falta de cuidado personal podía atribuirse al shock emocional, y que probablemente tenía cosas más importantes en mente en aquellos momentos.

‘Ahora estoy prácticamente cuidando de ella…’ Siendo justos, él comprendía la situación de Nora. Y no podía decir que no se preocupase en absoluto por ella, ya no. No le gustaba precisamente, pero tampoco le importaba su presencia, incluso si su condición psicológica no era la ideal. También era consciente de que no quería abandonarla a su suerte, a menos que le diese motivos para hacerlo.

Sin embargo, no había que ser un genio para darse cuenta de que Nora necesitaba un descanso en condiciones. Y no podrían atender a ese tipo de necesidades hasta que estuviesen de vuelta en el refugio.

“Vamos a salir afuera de nuevo, mantente cerca de mí, y mantente alerta.”

******

[¿Eres tan fácil de quebrar? ¿Es eso todo lo que puedes ofrecer?]

‘Déjame en paz… Cállate, estoy haciendo todo lo que puedo… Para sobrevivir, por mí, por ellas…’

[¿Haciendo todo lo que puedes? No lo digas como si pudieses hacer algo. Todo lo que puedes hacer es dejarte llevar por tus instintos. Pero tú no tienes voz propia. Si no fuese por ellas, no valdrías para nada.]

‘¿Y qué..? Si protegerlas me permite seguir adelante, ¿cuál es el problema…?’

[¿Quién te va a proteger a ti? ¿Vas a depender de los demás? ¿Otra vez?]

‘Cállate… Déjame en paz…’

[Claro que lo vas a hacer. Por ti sola, solo sabes acurrucarte y rezar. Rezar para poder vivir otro día más. Rezar para que no te hagan daño otra vez.]

‘Por favor… Ya basta… Fuera, vete, ¡fuera…!’

[Algunas cosas nunca cambian.]

Un impacto repentino devolvió a Nora a la realidad. Ahogada profundamente en sus pensamientos, había chocado con William, quien había parado de caminar justo al borde del tejado.

“¿¡Qué demonios estás haciendo!? ¡Te dije que te mantuvieras alerta…!” se quejó.

“¡A-Ah…! ¡Lo siento…!”

“En serio, céntrate… Hemos llegado.”

“¿Ah? Pero, no veo nada especial por aquí…” dijo, mientras echaba un vistazo a los alrededores.

“Mira abajo.” William apuntó hacia abajo con el dedo, hacia la calle.

Nora se acercó al borde, se inclinó hacia delante, y miró hacia abajo, sin saber demasiado bien qué esperarse. Sin embargo, en cuanto posó la vista sobre los balcones debajo suyo, se dio cuenta de inmediato. El edificio parecía ser otro complejo de apartamentos, similar al suyo. Un peculiar destello de luz solar se reflejaba en el objeto, delatando su posición. Estaba un par de pisos por debajo de la azotea, en la tercera planta. El bacón contenía una elegante mesa de cristal con lo que parecía un ordenador portátil sobre ella, junto a otros electrónicos variados. Y allí, con suerte intacto, había un panel solar portátil.

Recordó la conversación que había tenido con William durante la mañana, antes de salir del refugio.

######

“Entonces… ¿Vamos a buscar un panel solar?”

William la estaba guiando por varios pasillos, hasta una habitación en el último piso. El lugar parecía un apartamento ordinario que había sido reformado y transformado en una especie de oficina de gestión. Aunque estaba oscuro, Nora podía distinguir que la habitación estaba llena de taquillas y estantes cubiertos de libros y documentos, junto a un montón de herramientas y utensilios varios. También había reservas de comida, apiladas de forma ordenada en cajas en una esquina. No eran abundantes.

“Exacto. La puerta que usasteis para entrar al edificio, los móviles que uso para distraer a las hordas y moverme por la ciudad, trampas alrededor del edificio, iluminación, electrodomésticos… El refugio entero depende de esa cosa para funcionar.” explicó William, al tiempo que encendía el botón de la luz.

“Ya veo… Tiene sentido. ¿Entiendo que has estado usando uno de esos todo este tiempo? ¿Qué ocurrió? ¿Dejó de funcionar?”

William mantuvo un momento de silencio. La miró fijamente, como si estuviese midiendo sus palabras. Nora no supo qué pensar, pero tampoco hizo ningún comentario al respecto.

“Se rompió, ni idea de cómo. Por suerte, hay varias baterías de coche conectadas como almacenamiento de energía de emergencia, pero tarde o temprano se agotarán. Necesitamos un reemplazo para el panel, de lo contrario este edificio podría dejar de ser seguro.”

Había una mesa en el centro de lo que antaño habría sido el dormitorio. Un mapa de la ciudad se extendía encima, lleno de marcas y garabatos. William señaló un bloque de edificios en particular, al otro lado de un río cercano.

“Aquí. Pasé por esta zona hace varias semanas mientras me encargaba de otros asuntos, y pude ver un reemplazo plausible en un balcón. Sinceramente, es bastante raro encontrarse un aparato de estos, pero en aquel momento no podía permitirme tomar un desvío para recogerlo.”

No estaba demasiado lejos, pero de alguna forma Nora sabía que no iba a ser fácil llegar hasta allí. Si lo fuese, el propio William ya lo habría hecho.

“No hay garantías de que el panel todavía esté en el mismo lugar donde lo vi.” añadió, mientras se acercaba a un armario cercano y empezaba a reunir algunos suministros en una mochila. “No frecuento demasiado el otro lado del río, principalmente debido a los peligros de cruzar el río en sí. Es probable que encontremos edificios sin saquear en la zona. Incluso si no logramos obtener el panel solar, no deberíamos volver con las manos vacías.”

######

‘Y después de todo, seguimos con las manos vacías…’

En un irónico giro del destino, el elemento dudoso estaba justo allí, a plena vista y en el lugar exacto en el que esperaban que estuviese.

“Vamos a entrar. Prepárate, ahora más que nunca.” dijo William, mientras sacaba un arma de su mochila.

Nora preparó su martillo. Se lo había quedado desde el momento en que lo había usado en el puente. Demostró ser más que capaz de deshacerse de un caminante, y debería ser suficientemente duradero. Además, era fácil de manejar y blandir, y no la cansaba de la misma forma en que lo haría un arma más pesada. Sin embargo, el arma que William sostenía no era lo que ella esperaba ver.

“¡Espera un momento…! ¿¡Una pistola...!?” exclamó. “¿No es demasiado peligroso usar eso? ¿¡No atraerá a más caminantes hacia nosotros!?”

“Esto no es para los caminantes.”

En cuanto escuchó aquella frase, Nora se percató. Todo este tiempo, se había mantenido ajena a otra amenaza muy obvia en aquel nuevo mundo. Se acercó más a William, casi tocándolo, y empezó a sentir escalofríos, como si alguien estuviese observándola.

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“Todos los edificios que hemos revisado en este lado del río estaban ya saqueados. Pero que yo sepa, no deberían estarlo. Lo que quiere decir que otro grupo de supervivientes debe de estar operando en esta zona.”

“¿Crees que serán hostiles…?” Nora miró a las azoteas de los alrededores. Cada forma y sombra extraña que veía empezaba a parecerse más y más a una amenaza potencial, un acosador observándoles desde la distancia, esperando al momento perfecto.

“Estoy convencido de que lo serán. Es muy probable que no nos consideren más que bocas extra comiendo su comida. No puedes dudar. Dispara primero, pregunta después, ¿me oyes?”

“D-De acuerdo… Ugh…” Nora se dio cuenta de la mirada que William le dirigió. Probablemente sabía que no estaba demasiado dispuesta a atacar a otro ser humano sin provocación previa. No quería convertirse en una carga, pero cuestionó su capacidad para no hacerlo. Tal vez ya lo era.

Mientras entraban por la puerta del hueco de la escalera, William le dio una señal con el dedo índice sobre los labios, recordándole que se mantuviese en silencio antes de adentrarse en la oscuridad del edificio. La repentina transición de la luz del día al tenue ambiente del interior hizo que se quedara ciega durante un par de segundos, hasta que sus ojos empezaron a adaptarse a la falta de luz.

El interior estaba húmedo y polvoriento, la inquietante atmósfera de abandono y decadencia permeaba cada poro de la piel de Nora, y sentía que podría estremecerse y saltar del susto en cualquier momento. Los anteriores edificios que habían tratado de saquear tenían las mismas características, pero por algún motivo este se sentía diferente. El peligro potencial de un encuentro con otros supervivientes, junto con los caminantes, hacía que cualquier sonido aleatorio en la distancia pareciese una amenaza inminente.

Crujidos lejanos, pequeños golpes y rasguños provenientes de las paredes… Lo que parecía sonar como leves gorgoteos y murmullos haciendo eco por los pasillos adyacentes… A medida que descendían las escaleras, escalón a escalón, un sinfín de sonidos extraños parecían darles la bienvenida. Nora supuso que la mayoría de ellos provenían o bien de su propia imaginación, o de todos los insectos y pequeños roedores que ahora proliferaban en la ciudad después que la humanidad la hubiese dejado vacante. No era el sonido lo que la preocupaba, sino la posibilidad de que el origen del sonido fuese motivo de preocupación.

Al llegar al rellano sobre el cuarto piso, William se detuvo en seco, y le dijo con un gesto que se acercase. Hizo lo indicado, y echó un vistazo al siguiente rellano, a donde William estaba ahora apuntando. Escudriñó la zona, tratando de distinguir algo en la oscuridad, hasta que finalmente consiguió identificar un extraño montículo tirado en el suelo, justo en frente de una puerta. Era un caminante. Un caminante muerto.

Sus ojos se abrieron de par en par en cuanto se dio cuenta de lo que aquello significaba.

“Lo entiendes, ¿verdad?” susurró William.

Nora asintió. Los caminantes no mueren por sí solos.

“Mantén los ojos abiertos, y no hagas ruido. Este lugar es peligroso. Cogemos el panel solar, y salimos. Sin excepciones.”

Puertas abiertas, pasillos oscuros, esquinas… El peligro podía acechar en cualquier sitio. Ser visto antes de verlos a ellos, eso era todo lo que haría falta.

Pasaron con cuidado junto al cadáver del caminante y bajaron las escaleras, cada paso tan lento y calculado como les era posible. Nora sintió que cada uno de sus pasos estaba a punto de hacer que el suelo crujiese en agonía, incluso siendo un suelo de hormigón sólido. Una vez más, sudor frío empezó a fluir por su rostro. Podía notar su corazón latiendo como loco, mientras sus cinco sentidos se concentraban en lo que ocurría a su alrededor. Tenían que coger ese panel y salir del edificio cuanto antes, antes de que los nervios le jugasen una mala pasada.

Paso tras paso, rellano tras rellano, llegaron hasta el tercer piso, donde se encontraba su objetivo. Un pasillo se extendía desde el hueco de la escalera, con muchas puertas a ambos lados que llevaban a los apartamentos. En base a lo que habían visto antes, el balcón donde estaba el panel solar debería pertenecer a alguna de las viviendas en el ala derecha, pero Nora no estaba segura de cuál. Miró a William, como si esperase que él pudiese resolver aquella duda. Y de hecho, lo hizo. Se percató de su mirada, y procedió a señalar al lado derecho del pasillo, antes de alzar cuatro dedos.

‘Entendido… La cuarta puerta.’

Se adentraron en el corredor. Varias de las puertas estaban completamente abiertas, otras habían sido derribadas o destruidas, como si algo con una inmensa fuerza las hubiese hecho pedazos. A medida que se acercaban a la primera puerta del lado izquierdo, William se agachó justo a la vuelta de la esquina de la puerta, la cual estaba abierta, y rebuscó en su bolsillo.

Sacó el espejo de bolsillo que les había confiscado a las chicas cuando revisó sus pertenencias el día anterior. Asomó el espejo más allá del umbral de la puerta, y echó un vistazo al interior a través del reflejo. Tras un par de segundos, devolvió el espejo al bolsillo, y le indicó a Nora que avanzase.

‘Ya veo, por eso se quedó el espejo. Ingenioso…’

Repitieron el mismo proceso en otros dos apartamentos abiertos, hasta que llegaron a su objetivo. La puerta estaba cerrada. William echó la mano al pomo de la puerta, y muy lentamente empezó a girarlo. Cedió sin resistencia. Abrió la puerta y preparó su arma.

Nora apretó con fuerza el mango del martillo e intentó mentalizarse para lo peor, pero aun así se congeló en el sitio una vez pudieron ver lo que había en el interior. Los tenues rayos de sol que entraban por las ventanas revelaron una figura, de pie, a un par de metros de la puerta de entrada, mirándolos directamente.

Era un caminante. Pero parecía distinto. Sus ojos estaban muy abiertos, y en lugar del monótono color blanco lechoso de los que Nora había visto antes, aquellos ojos parecían brillar en un tenue tono azulado. Leves rastros de aquella misma luz azul enfermiza parecían emanar de los vasos sanguíneos de la criatura, apenas visibles bajo su piel en decadencia, como una especie de bioluminiscencia sobrenatural.

Solo les observó por una fracción de segundo. Nora apenas tuvo tiempo a reaccionar, la cosa ya se había abalanzado en su dirección.

“¡Mierda! ¡Cuidado–!” William reaccionó sin dudarlo. Empujó a Nora a un lado y apenas evadió él mismo al caminante, el cual se precipitó contra la pared tras ellos.

Nora observó horrorizada mientras William pisoteaba la cabeza del caminante, sin darle la oportunidad de volver a levantarse. Una y otra vez, hasta que su cráneo se hundió y dejó de moverse.

“¿¡Q-Qué… qué era eso…!? Oh dios…” su voz sonó temblorosa e insegura.

“Hay un motivo por el cual la oscuridad se considera peligrosa. Ahora levántate y–“ William paró de hablar de repente.

‘¿Eh…?’

¿Por qué se había parado de repente? ¿Por qué estaba alzando la pistola y apuntando en su dirección? Realmente no tuvo la oportunidad de hacerse más preguntas. Sintió como una gran fuerza la agarraba por detrás y la alzaba del suelo, junto a la fría sensación del acero contra su cuello.

“No te muevas, cariño. O pinto las paredes con tus entrañas.” la voz de un hombre desconocido sonó directamente al lado de su oreja derecha.

Nora sentía que podría mearse encima en aquel momento. Sin darse cuenta, soltó el martillo, el cual hizo un fuerte ruido al golpear contra el suelo. Los latidos de su corazón se dispararon, lo único que podía hacer era quedarse quieta, paralizada por el miedo.

“Déjala ir. Ya.” William les estaba apuntando directamente. Nora no se sintió segura. No sabía si William estaría dispuesto a disparar y arriesgarse a herirla a ella por error. No sabía hasta qué punto confiaba en ella, hasta qué punto ella le importaba en absoluto.

“Ooooh, una pistola, qué miedo… Creo que me hago una idea de quién eres…” dijo el hombre.

“Definitivamente es el bastardo que ha estado merodeando por la zona y robando nuestra comida. Ya le he visto antes.” una segunda voz emergió desde atrás. Nora no podía ver a ninguno de ellos, pero había al menos dos hombres detrás de ella.

“No me hagáis repetirlo, soltadla e iros a tomar por culo.” William apuntaba alternativamente a ambos individuos. El dedo del gatillo parecía temblar. ¿Dudoso, o ansioso? Nora era incapaz de distinguirlo.

“¡Vaya jeta que tienes, entrando en nuestro territorio, y encima pidiendo cosas! ¿¡Quién coño te crees que eres!? ¿¡Solo porque tengas todas esas armas ya puedes hacer lo que te venga en gana!? ¡No me extraña que el jefe esté cabreado contigo!”

“¿Cómo sabéis acerca de las…? ¡Joder, debí haberlo imaginado! ¡Pedazos de mierda, vosotros sois–¡” La frase de William se cortó abruptamente debido a un golpe contundente en la parte posterior de su cabeza.

“Cállate ya.” un tercer hombre se había acercado a él por el otro lado del pasillo. Sostenía una tubería de aspecto pesado en su mano derecha.

“Bueno, ¿quién lo iba a decir? Nos hemos librado de este capullo, y además hemos conseguido un premio jugoso. Vaya día de suerte.”

Mientras el primer individuo apretaba el cuchillo contra su cuello, los otros dos se le acercaron para observarla mejor. Estaban cubiertos de suciedad y manchas de sangre; su ropa estaba básicamente en pedazos y arruinada por todas partes. La expresión en sus rostros no mostraba nada más que depravación, como depredadores que acababan de capturar la presa más deliciosa de su vida.

“Compórtate, ¿quieres? Y quizá tengas suerte.” dijo uno de ellos, mientras agarraba su cara, como si estuviese inspeccionándola en detalle.

‘Voy a morir.’, pensó Nora. Pero morir no era la peor parte. Quizá morir sería una bendición. ¿Quién sabe qué tipo de cosas tenían planeadas para ella aquellos hombres? Era como una rata aterrorizada y acorralada frente a una manada de gatos hambrientos.

Colapsó bajo la presión. No podía soportarlo más. Si aquel cuchillo en su cuello iba a matarla, que así fuese.

Su repentino arrebato de fuerza tomó a los hombres por sorpresa. Empujó y pateó con todas sus fuerzas, de alguna manera liberándose del cuchillo que amenazaba su garganta. Mientras tropezaba de vuelta hacia las escaleras, trató de correr, pero el cadáver del caminante que habían matado antes la hizo tropezar y caer.

Uno de los hombres cayó sobre ella, intentando inmovilizarla.

“¡¡Quédate quieta, perra!!”

Nora gritó y chilló mientras le arañaba la cara y trataba de meterle los dedos en los ojos. El hombre se quejó y gruñó de dolor, pero rápidamente logró dominarla y le echó las manos al cuello, tratando de estrangularla en un ataque de ira.

“¡Eh, eh…! ¡¡Oye, cállala ya!!”

Los otros dos individuos se acercaron apresuradamente para ayudar a sujetarla. Nora empezaba a marearse, su visión se tornaba borrosa debido a la presión en su cuello, y no tardó en empezar a perder fuerza en sus brazos. Cuando los otros dos hombres sujetaron sus brazos y los inmovilizaron contra el suelo, el que estaba encima de ella soltó su cuello, provocando que empezase a toser violentamente.

“Oye, espera un momento… ¿¡Oís eso…!?”

“Oh mierda… ¡¡Eh, eh, tenemos que irnos, ya!!”

“¿Estas de coña, tío…? ¡No he tocado a una mujer en dios sabe cuánto tiempo, tienes que estar de broma!”

“¿¡Eres gilipollas!? ¿¡Quieres morir por un saco de carne!?”

Nora no sabía demasiado bien qué estaba pasando. Todo lo que podía oír era ruido. Podía distinguir a los hombres discutiendo entre ellos, pero no estaba segura de por qué. Lo que agarraba sus manos contra el suelo las había liberado, el gran peso encima de ella había desaparecido, por lo que se giró hacia un lado y siguió tosiendo durante algunos segundos.

‘¿Estoy… a salvo…?’

Rápidamente se dio cuenta de que no lo estaba. Los gruñidos distantes, que sonaban más y más fuertes a cada segundo que pasaba, eran una señal evidente de peligro.

“¡¡Maldita sea!! ¡¡Esta escalera no sirve, tenemos que ir al otro lado!!”

“¿¡Estás de coña!? ¡¡Ve por la ventana!! ¡¡Están viniendo por ese lado también!!”

“¡¡Ah, mierda–!!"

Gritos. Fuertes gritos que helaban la sangre llenaron los pasillos. Nora miró hacia arriba, y a pesar de sus mareos, distinguió muchas figuras. Pasaban corriendo junto a ella, chocando con ella y tropezando con sus piernas mientras daban tumbos por el pasillo, entrando en masa en uno de los apartamentos cercanos. Como guiados por un hambre bestial, ignoraban todo excepto el origen de los gritos. Sonaba como si muchas voces estuviesen chillando en agonía, pidiendo ayuda, pero no le importaba demasiado.

Miró a un lado, y vio un gran bulto oscuro en el suelo a su lado. Un bulto que conocía bien.

‘William…’

Se acercó a él, arrastrándose a sí misma por el suelo. Apenas tenía fuerza en las extremidades.

‘No puedo… Aquí no… Venga, muévete… Por favor…’

Los gritos habían parado ya, pero el horroroso sonido de los caminantes en su frenético festín seguía atrayendo más y más a aquel apartamento en particular, hasta tal punto que ya apenas cabían más en su interior.

Haciendo uso de todas las fuerzas que le quedaban, Nora tiró de William. Y siguió tirando. Todavía podía sentir a los caminantes arrastrando los pies a su lado, literalmente tocándola, pero el sonido de la multitud parecía interesarles más. Se limitó a tirar. A aquellas alturas, sabía que no podía hacer ninguna otra cosa.

Según miró a la izquierda, vio una puerta abierta. No parecía rota. Con mucho esfuerzo, arrastró a William a su interior. Notó que tenía sangre en su brazo derecho. ¿Cuándo se había hecho aquel corte? En realidad no importaba, no le dolía.

Tras asegurarse de que el cuerpo de William estaba completamente dentro de la habitación, empujó la puerta hasta cerrarla, y se apoyó contra ella. No se molestó en echar el pestillo, carecía de la fuerza emocional para hacerlo.

Sollozó tan silenciosamente como pudo.