Nora había pasado la noche sin pegar ojo. Le habían dicho que debía descansar, que el trayecto hasta el punto de evacuación sería largo y peligroso. Pero, ¿cómo se suponía que iba a dormir tranquila? Aquel lugar no le traía más que malos recuerdos. Era un mal augurio de manual. Y, en los dispares momentos en los que conseguía dejar a un lado aquellas preocupaciones, la presencia de Lilian la ofuscaba. Una presencia que perdía su calidez y su dulzura a un ritmo alarmante.
Las palabras de Nora ya no la alcanzaban, parecían perderse por el camino, como si su hermana se encontrase al otro lado de una infinita pared de cristal, aislada. Los pensamientos que le llegaban eran inconexos, crípticos.
[Vienen.]
[Familia viene.]
[Quieren estar con nosotros.]
Cuando dos soldados la trajeron ante Nora, parecía normal a simple vista, y no mostraba signos adicionales de deterioro físico. Sin embargo, había algo en sus ojos. Un centelleo azul, que rozaba la iridiscencia. No tenía nada de humano.
Nora se le acercó y la abrazó.
“¡Lilian, cielo…!”
Su hermana le devolvió el abrazo y la miró a los ojos, pero su expresión rebosaba inexpresividad.
“Prepárese señorita, tenemos órdenes de acompañarlas hasta el convoy. Debemos irnos.” dijo uno de los soldados.
“Y-Ya, entiendo… Denme un momento, por favor.”
“Trate de mantenerse optimista.” dijo el otro soldado. “Han pasado por muchos percances, pero ahora están en buenas manos. Hoy podrán al fin descansar a salvo, lejos de aquí.”
Nora se sorprendió ante aquella repentina muestra de empatía. ¿Tan mala cara tenía? A decir verdad, aquel hombre no tenía mucho mejor aspecto. No podía evitar pensar que se trataba de una fachada. Nadie estaba a salvo. Aún no. No respiraría tranquila hasta que viese cumplirse aquellas promesas de seguridad con sus propios ojos. E incluso entonces, tendría dudas.
Soltó a Lilian y recogió sus escasas pertenencias, antes de abandonar la habitación, siguiendo de cerca a los soldados.
******
“¿Todo bien?” preguntó Claire, con voz dudosa.
William esperaba pacientemente a que los militares diesen la orden de subir al convoy. Apreciaba cualquier cosa que le permitiese mantener la cabeza ocupada, cualquier cosa menos pensar. Se había entretenido viendo cómo el personal militar cargaba suministros y armas en los vehículos, mientras los civiles iban llegando a cuentagotas. Sin embargo, no le apetecía entablar conversación.
“He hablado con Nora esta mañana, me han dejado verla.” continuó Claire.
“Ya…”
William apartó la vista de ella. Se imaginaba lo que iba a decir.
“Me habló sobre lo que te dijeron en el laboratorio…”
“Mira, no quiero hablar del tema, ¿vale?” respondió. Su tono sonaba abrasivo, haciendo que Claire se estremeciera.
Ella asintió. “L-Lo siento… No pretendía molestar. Tan solo estoy algo preocupada, nada más. Ya me callo.”
¿Preocupada? ¿Por él? William supuso que habían pasado el suficiente tiempo juntos como para formar un cierto vínculo. Era natural sentir preocupación por amigos, familiares, o conocidos cercanos. Al menos, ella todavía poseía un vínculo tangible con alguien, uno que no resultaba autodestructivo. La envidiaba.
“No sabría ni describir cómo me siento ahora mismo. Ya tendremos tiempo de hablar más tarde, cuando salgamos de aquí; si es que salimos.”
Los ojos de Claire se mantuvieron fijos en él por un rato, decaídos y melancólicos.
Dio un par de pasos a su alrededor y se fijó en algo que William tenía al lado.
“¿Esa es…?”
La pequeña Eleanor no se separaba de él. Pellizcaba su chaqueta con la mano derecha, y se negaba a soltarla si podía evitarlo.
El equipo médico había evaluado su estado de salud. Estaba desnutrida, pero no había sufrido daños significativos. Se recuperaría. Al menos, físicamente. Su mente era otro cantar. Ya no tenía aquella expresión de horror pintada en el rostro, pero casi hubiera sido preferible. Parecía una muñeca de porcelana; inerte, sin vida. ¿Por qué se aferraba a él? Había matado a su padre delante de sus ojos. Quizá le asociaba con él, de alguna forma. Quizá ese lazo era lo único que le quedaba. Un lazo que carecía de sentido, aunque ella no fuese realmente consciente de ello.
“¿Qué vas a hacer con ella?” dijo Claire.
“No lo sé.” gruñó.
Todo le llevaba de vuelta a Amanda; la pregunta de Claire había desenterrado su memoria otra vez. No podía culparla, era poco probable que la chica pudiese atar aquellos cabos. Pero eso no evitó que le molestase.
Miró de reojo a Eleanor. Ahora que la había salvado, no podía dejarla tirada. Se había convertido en su responsabilidad. Nadie más tenía el tiempo ni los recursos para encargarse de ella en su lugar.
El legado de Desmond parecía destinado a atormentarle hasta el final. Por su culpa había perdido a Amanda. Ahora, su hija se había convertido en apenas un remanente de aquellos dolorosos momentos. Por una parte, la pequeña le recordaba a la familia que Amanda habría querido construir. Por otra parte, le recordaba que esa familia ya nunca existiría.
Eleanor no necesitaba ese conflicto interno. Necesitaba a alguien en quien confiar, alguien que le brindase cariño y protección, alguien que la ayudase a recuperarse física y mentalmente. William no era esa persona.
Cerró los ojos y se maldijo a sí mismo.
“¡Atención todo el mundo! ¡Formen una fila y diríjanse al convoy, partiremos en breves!” la voz de un soldado le arrancó de sus pensamientos.
Un grupo de militares se acercaba a los vehículos. Entre ellos reconoció a aquel capitán, el tal Isaac. También reconoció al que parecía ser el mandamás, con una vistosa insignia expuesta en su uniforme, la cual William no supo identificar.
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Los civiles se arremolinaron alrededor de los vehículos, y William avistó varias caras conocidas. Stella estaba casi en primera fila, con dos personas ofreciéndole apoyo para mantenerse en pie. También merodeaba por allí el joven Ethan, así como la mayoría de los supervivientes que escaparon del hospital.
Dos individuos llamaron especialmente su atención.
Julien estaba cubierto de magulladuras y suciedad. Lo tenían esposado, y un soldado lo sujetaba firmemente del brazo. Era evidente que habían descubierto lo que había estado haciendo, y no les debió de resultar muy agradable. Por otra parte, aquel matón que solía acompañarle, Logan… Tenía mal aspecto. También iba acompañado, en este caso por un soldado y un miembro del personal de investigación. Su cara se había hundido, como si repentinamente se hubiese quedado en los huesos, y estaba desorientado, ido.
Era reconfortante saber que aquellos dos maleantes estaban ahora bajo custodia, pero, lejos de alegrarse por ello, William tuvo un mal presentimiento. Su intuición le decía que a aquellos dos todavía les quedaba guerra por dar. Además, faltaba uno. Jacobs todavía andaba suelto ahí fuera, haciendo sabe dios qué.
La imagen del rostro de Jacobs se materializó en su mente. Sacudió la cabeza, tratando de no enervarse.
“Vamos.” dijo, echando a andar hacia los vehículos, con Eleanor y Claire detrás.
******
“¿Todo listo, capitán?” preguntó Rowan.
“Sí, señor. Los civiles están a bordo en el convoy, distribuidos en los vehículos designados. También hemos cargado los suministros no prescindibles. Solo falta cargar el material del laboratorio.” respondió Isaac.
“Excelente. ¿Ha puesto a los demás equipos al día con la información que recibimos del Dr. Marcus esta mañana?”
“Afirmativo, señor.”
Rowan todavía tenía dudas acerca del doctor, pero si aquella información resultaba ser cierta, sería un alivio para sus hombres. Estaban secos de suministros. Si pretendían defender el punto de evacuación, necesitarían todos los recursos que pudiesen conseguir. Si Marcus había dicho la verdad, y realmente había cerca de Saint Marie un camión militar robado cargado de armas y municiones, podría darles la holgura que tanto necesitaban. Además, les había informado sobre un edificio de apartamentos donde habían dejado a varios supervivientes. El helicóptero de transporte tenía un límite, no podían permitirse salvar a todo el mundo, pero al menos podían intentar salvar a unos pocos más.
“Saldremos de inmediato.”
“¿Disculpe…? Señor, no podemos irnos sin las muestras del laboratorio…”
‘A estas alturas, el Dr. Marcus ya debería estar aquí. Eso significa…’
“Soy consciente de lo que he dicho, Capitán Isaac. Saldremos de inmediato.”
“…sí, señor.”
******
La puerta del laboratorio emitió tres pitidos rítmicos antes de deslizarse a un lado, cediéndole el paso. Todos estaban ocupados con los preparativos de la evacuación. La inmensa mayoría de los militares se encontraban reunidos en el aparcamiento subterráneo, dejando el resto del edificio sin vigilancia. Si había una oportunidad de oro, era aquella.
Solo tenía que asegurar las muestras de la reina y ponerse en contacto con Hades. PT-01 se encargaría de su seguridad, mientras el equipo Hades aseguraba a la joven reina y neutralizaba a los hombres de Rowan, que no podrían responder adecuadamente debido a la falta de recursos y personal.
La operación estaba a un paso de concluir.
Se abrió paso a través de las múltiples puertas de cristal del laboratorio, en dirección a la sala de pruebas donde Marcus había dejado el maletín. Solo quedaban dos personas en el laboratorio, los encargados de recoger los últimos documentos y materiales relevantes. No supondrían un problema.
Uno de ellos salió del ala de análisis. No llevaba el maletín, sino una pequeña caja con discos duros, papeles y otros objetos.
“¿Eh? ¿Qué hace usted aq—?”
*Bang*
La pistola silenciada apenas fue audible. Con un agujero en la frente, el hombre cayó como un fardo, esparciendo lo que llevaba en brazos por el suelo y provocando un ruidoso jaleo. Se oyeron pasos acalorados, y otro hombre emergió por otra puerta, con cara de preocupación. Tampoco llevaba el maletín.
“¿¡Qué ha sido eso!? ¿¡R-Robert…!? ¿¡Qué—!?”
*Bang*
‘Marcus aún no ha aparecido para recoger el maletín, todavía sigue en su despacho. Es realmente conveniente tener acceso a las cámaras de seguridad. Me encargaré de él más tarde.’
…
La temperatura cayó drásticamente en cuanto entró al ambiente refrigerado de la sala de muestras. En una mesa rodeada por armarios con cientos de viales, avistó el preciado maletín.
Tan pronto dio un paso al frente, un brazo se enroscó alrededor de su cuello, y otro inmovilizó la mano con la que sostenía la pistola.
‘¿¡Qué…!? ¿¡Quién es!?’
Inmediatamente lanzó su codo izquierdo hacia atrás, hundiéndolo en el estómago de su atacante, pero no consiguió librarse de él. Se lanzó hacia la pared, estrellando la espalda de su oponente contra ella. El agarre alrededor de su cuello se debilitó. Se retorció y consiguió liberarse, encarándose al fin a su atacante.
Era un hombre. Con una patada en la pierna derecha, lo hizo caer de rodillas. Vio cómo se llevaba la mano al cinturón y sacaba una pistola. Con su propia pistola, abrió fuego, acertando en la mano de su enemigo y provocando que soltase el arma. El hombre corrió, tratando de ponerse a cubierto fuera de la sala de muestras.
*Bang*
La bala penetró en el costado izquierdo del extraño desde atrás, provocando que trastabillase y se desplomase a unos metros de la puerta, en mitad del laboratorio, entre gemidos de dolor.
Una vez su atacante estuvo indefenso en el suelo, pudo calmarse e identificarlo. Era Marcus. Algo no cuadraba. Marcus no debería estar allí. Presa del pánico, recogió el maletín de la mesa, y se apresuró de vuelta hacia la entrada del laboratorio. Su intuición le decía que debía salir de allí. Pero no sin antes terminar el trabajo.
Apuntó al quejumbroso Marcus con la pistola, cuando este sacó algo de su bata y lo estrelló contra el techo. Era un pequeño vial de cristal, el cual se hizo pedazos a centímetros de un detector de gases. La iluminación del laboratorio se tornó de color rojo carmesí, y una alarma de seguridad resonó por todo el lugar.
[ATENCIÓN: VERTIDO QUÍMICO DETECTADO. INICIANDO BLOQUEO DE CUARENTENA. POR FAVOR, SIGAN LOS PROTOCOLOS DE SEGURIDAD.]
La voz femenina del sistema de emergencias se repetía en bucle, martilleando su cabeza sin cesar. Sin demora, se dirigió a la puerta de salida, ignorando a Marcus. Sentía cómo su ritmo cardíaco se aceleraba.
El lector de tarjetas emitió un pitido, y una luz roja parpadeó, negándose a aceptar sus credenciales. La puerta no se movió.
“¡Maldición…!”
“No has cambiado en absoluto, eso está claro…” masculló Marcus a su espalda. “Ya no puedes ir a ninguna parte... Creo que es el momento perfecto para que tengamos una charla, Elizabeth.”
******
“¡Marcus…! ¿¡Qué has hecho!?” dijo Elizabeth, encañonándole con el arma. Su cara se había torcido en un gesto iracundo.
“Cianuro de hidrógeno… No te molestes en buscar los equipos de seguridad… Me he asegurado de deshacerme de ellos.” mientras Marcus hablaba, Elizabeth se tapó la boca y la nariz, dejó el maletín en un escritorio cercano, y corrió a un armario donde guardaban equipos de protección para el personal. Estaba vacío. “Joder… Esperaba no haber tenido que llegar a esto, pero no tengo otra elección… No puedo permitir que salgas de aquí.”
“¡Las cámaras…! ¿¡Cómo has llegado aquí!?”
“El coronel me dio acceso al sistema CCTV. Inyectamos un metraje falso…”
“Pero, entonces…”
Elizabeth regresó al escritorio donde se encontraba el maletín. Introdujo su tarjeta de identificación en el cierre electrónico, y este dejó escapar un silbido eléctrico, para después desbloquearse con una secuencia de chasquidos. Lo abrió, y su expresión de ira se reemplazó por incredulidad.
“Siempre has confiado demasiado en tu pragmatismo y tu disciplina, siempre has contado con tener las cosas bajo control… Y eso te ha hecho vulnerable, Elizabeth.”
De un manotazo, Elizabeth arrojó el maletín al suelo, el cual aterrizó a unos pasos de Marcus. Tal y como estaba planeado, no había nada dentro.
“Lo supiste desde el principio, ¿no?”
“No tenía forma de estar seguro. ¿Cómo iba a estarlo? No todos estábamos involucrados con ZEUS, a fin de cuentas… Pero, cuanto más pienso en ti, más evidente resulta. Déjame adivinar, nuestro matrimonio fue un cebo. ZEUS conocía mi reputación, y me querían a bordo. ¿Me equivoco…?”
Elizabeth apartó la mirada, y no respondió a su pregunta.
“Es una lástima que me haya percatado de tu veneno demasiado tarde.”