La marea de puntos brillantes parecía vibrar sobre el horizonte, haciéndose cada vez más grandes e intensos. Estaban cerca. Pronto los tendrían encima.
Rowan echó un vistazo rápido a los pilotos del helicóptero. Por debajo de sus visores, podía ver cómo goteaba sudor de sus rostros. Sus manos temblaban sobre los mandos del vehículo.
“Mantengan la posición.” dijo.
“¿T-Tenemos un plan, coronel…?” preguntó uno de ellos.
“¿Hace falta que responda a esa pregunta, soldado?”
El piloto no insistió.
Rowan se giró hacia el compartimento trasero del helicóptero, desde donde los civiles y los soldados heridos le observaban, expectantes.
“Damas y caballeros, nos encontramos en una situación crítica.” se aclaró la garganta antes de continuar. “Seré directo. Esa luz brillante que cubre el horizonte es un enjambre de criaturas monstruosas, similares a la que acabamos de matar hace un momento. Acorralarán el helicóptero, y lo derribarán. Huir no es una opción. Luchar tampoco.” hizo una breve pausa. “¿Alguien tiene alguna sugerencia?”
Se miraron unos a otros, asustados. Balbucearon. Una mujer perdió los estribos y rompió a llorar. Discutieron entre ellos.
A aquellas alturas, daba igual que cundiese el pánico. Si podía implicar la ocurrencia de una idea que les salvase la vida, merecía la pena.
“..er una… nera…”
Su atención se volcó en una voz tímida entre el grupo. Era una mujer joven de gafas, la misma a quien minutos antes había aplicado primeros auxilios por un brazo roto. Se mordía las uñas de la mano sana, y mascullaba algo entre dientes, sentada en uno de los asientos del compartimento. Su voz apenas era audible por culpa del rugido de los rotores.
“…podría… haber una manera…”
Rowan se apresuró a su lado y se agachó para ponerse a la altura de sus ojos.
“Señorita, hable con claridad.”
La mujer se sobresaltó y bajó la mirada al suelo.
“E-Esto… Um… En el hospital Saint Marie… ¿No ocurrió algo parecido en el hospital?”
Rowan hizo memoria. El Capitán Isaac había mencionado algo en su informe. Las hordas de stingers que convergían en el hospital habían abandonado repentinamente su estado de agresión, aunque no entendía por qué había ocurrido. ¿Acaso lo sabía aquella joven?
“Señorita, si sabe algo, ¡dígalo!”
******
“¡Nora!” exclamó Claire.
Se levantó de su asiento y se lanzó hacia el frente del helicóptero, pasando al lado del coronel, hasta Nora y Lilian, que se acurrucaban la una junto a la otra en el suelo.
“¿S-Sí…?” susurró Nora.
“Nora, ¿puedes hablar con Lilian…? ¿¡Puedes pedirle que pare a esas cosas!? ¡Lo hicisteis en el hospital!”
Nora negó con la cabeza. “No puedo.”
“¿¡N-No!? ¡Por favor, tienes que intentarlo! Esto es algún tipo de señal de feromonas, ¡tiene que haber algo que se pueda hacer!”
“No responde. ¿Qué crees que llevo haciendo todo este tiempo? Lo he intentado, una vez, y otra, y otra… Pero no responde.” las lágrimas se escapaban de los ojos de Nora.
‘¡Pero si habló conmigo antes…!’
Lilian tenía la mirada perdida, parecía una muñeca de porcelana, inerte y sin vida. Cualquiera pensaría que estaba muerta si no fuese por el resplandor azul de sus ojos.
“Escucha, estoy segura de que Lilian sigue ahí dentro, en alguna parte, ¿vale?” sujetó la mano de Nora y la apretó con fuerza. “Inténtalo una vez más. Por favor.”
Tras unos segundos de duda, Nora asintió.
******
‘Lilian.’
‘Lilian.’
‘Lilian.’
…
No había respuesta. Nora cerró los ojos y trató de hacer caso omiso al estruendo del helicóptero, y a las ráfagas de viento que le soplaban en la cara, y al tumulto de la gente que discutía a su alrededor.
‘Lilian.’
‘Lilian.’
‘Lilian.’
…
Por más que llamaba su nombre, no ocurría nada.
‘Por favor, Lilian… ¿Dónde estás?’
Echaba de menos su voz. No la voz aberrante y antinatural de la reina, sino su voz real, dulce, suave. Echaba de menos su radiante sonrisa. Su delicada pero energética personalidad. La calidez de su abrazo. Cualquier cosa que le recodase que su hermana seguía viva, que seguía siendo ella.
[*susurros*]
‘¿…?’
Un sonido distante llegó a oídos de Nora; y todo el ruido en su entorno se silenció, amortiguado como si alguien lo hubiese cubierto todo con una almohada, hasta que se desvaneció por completo.
No podía abrir los ojos. No sabía si era por algo fuera de su control, o por miedo a perder la concentración, a dejar escapar aquella pista remota. Su cuerpo se sentía liviano, flotando en el vacío del espacio.
‘¿Lilian…?’
Los susurros se intensificaron. No eran susurros. Era un zumbido. El zumbido de un aleteo. Una extraña sensación de agobio le recorrió el cuerpo, y sintió que se asfixiaba, como si estuviese bajo el agua.
Nora soltó un grito ahogado y abrió los ojos. Una gran cantidad de un líquido frío y amargo le bajó por la garganta. No podía respirar. Sin embargo, sus pies y su trasero tocaban suelo sólido. Estaba sentada. Por acto reflejo, se puso en pie y atravesó la superficie del líquido, tosiendo y jadeando.
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No alcanzaba a encontrar sentido en lo que le veía a su alrededor. El agua le llegaba por la cintura. ¿Era agua realmente? De color verdoso, pero con reflejos azulados, tenía una consistencia espesa, y era lo bastante turbulenta como para no distinguir más que negrura más allá de su superficie. A lo largo de aquel páramo empantanado se alzaban estructuras oscuras y puntiagudas de apariencia ósea. La falta de iluminación le impedía distinguirlas bien, pero parecían patas. Patas articuladas, como de insectos, gigantescas e inertes, entrelazándose unas con otras y formando arcos y entramados. En las alturas, el cielo no era más que un pozo de oscuridad insondable.
“¿H-Hola…?” dijo Nora. “¿Lilian?”
Le temblaba todo el cuerpo. Había algo en aquel lugar que le oprimía la conciencia y le helaba la sangre. Una presencia. Hostil, violenta.
‘Esto no es real. No puede serlo. Estamos en un helicóptero. Céntrate, Nora, no es real. Es como aquella vez…’
“¿¡Lilian!? ¡Sé que estás aquí! ¡Responde, por favor! ¡Lilian!”
El entramado de patas que tenía delante tuvo espasmos durante un instante y se abrió, apartándose hacia los lados y revelando algo más allá. Brillaba con un intenso color azul, y parecía palpitar, aunque Nora no podía distinguir qué era.
Tragó saliva y comenzó a caminar en su dirección. Le suponía un esfuerzo inmenso mover las piernas, aquel líquido ofrecía mucha resistencia. Había algo allí abajo, sus pies chocaban contra algún tipo de obstáculo, perturbaban algo que se ocultaba bajo las aguas. Algo vivo.
Notó muchas cosas que se aferraban a sus piernas y trepaban hacia arriba, y vio como múltiples insectos, del tamaño de un puño, escalaban su cuerpo, desgarrándole la ropa en el proceso. Nora cerró los ojos y gritó.
‘¡No es real…! ¡¡No es real!!’
Volvió a abrir los ojos, y ahora se encontraba justo delante de la estructura brillante. Era un insecto. Alas atrofiadas, un cuerpo estriado con tonalidades negras y amarillas, un abdomen desproporcionalmente grande… ¿Era una abeja reina, quizá? Sus rasgos eran demasiado deformes como para tratarse de una abeja.
Nora miró a ambos lados, y sus brazos y piernas estaban apresados por numerosas extremidades articuladas, mientras incontables insectos se aferraban a su piel. Hilos de sangre brotaban en abundancia, pero no podía ver las heridas. Tampoco sentía dolor. Lo único que sentía era un terror apabullante. La gigantesca criatura la observaba desde lo alto, con las mandíbulas abiertas, como un cazador admirando a su presa antes del festín.
Sin embargo, no se movía. Mostraba signos de hostilidad, pero no de agresión. Protegía algo. Un huevo, bien asegurado en el suelo frente a ella. La membrana que lo recubría era translúcida, revelando a una persona en su interior.
“¡¡Lilian!!” exclamó Nora. “¡Lilian! ¿¡Me oyes!? ¡Estoy aquí! ¡¡Lilian!!”
Lilian no mostraba señales de poder oírla.
‘Creo que ya lo entiendo… No es real, está dentro de mi cabeza, ¡dentro de la cabeza de Lilian! Si esto es una manifestación de su psique… ¿¡son estos sus instintos!? ¿¡Lo que la consume por dentro!?’
Había algo más, algo que no había notado antes. En lo alto, en el cielo, la oscuridad no era absoluta. Estaba plagado de diminutos puntos brillantes, que se hacían más y más grandes a cada segundo que pasaba. Parecían estrellas, pero las estrellas no hablan. Las estrellas no comunican emociones. Las estrellas no acarrean una presencia sobrecogedora.
[Familia.]
[Unión.]
[Familia.]
[Unión.]
No tenía tiempo que perder. Era muy consciente de que tenían los segundos contados.
La adrenalina se le subió a la cabeza. Luchó, ignorando el terror que le invadía la mente, resistiendo los espasmos y temblores que le sacudían el cuerpo. Las extremidades articuladas que la inmovilizaban se partieron con sorprendente facilidad, aunque aquellos salpicones de sangre no podían ser buena señal. Los insectos se aferraron con fuerza a su cuerpo, devorándola con más ansias.
‘No te voy a dejar aquí. No acabarás así. ¡No voy a dejar que te lleven!’
Casi a gatas, chapoteando en la nebulosa ciénaga, avanzó hacia el huevo. Los insectos surgieron del agua en oleadas, tratando de detenerla. La gigantesca criatura chilló y aulló, como si intentase espantarla.
‘¡No permitiré que hagáis con ella lo que queráis! ¡No es vuestra! ¡¡No os pertenece!!’
Estaba cubierta de sangre. Faltaban trozos de carne. En algunos puntos podía ver el hueso, completamente expuesto. Desconocía si todo aquello tendría consecuencias; y aunque las tuviese, no importaban.
Los puntos del cielo brillaban con intensidad, la rodeaban por todos los flancos. Sentía sus miradas clavándosele en el cerebro. Sentía sus perversas palabras de odio y frustración.
‘¡¡Devolvedme a Lilian!! ¡¡¡Devolvedme a mi hermana!!!’
Sus manos atravesaron la membrana del huevo, que cedió sin resistencia. No se rompió, simplemente le permitió el paso. Nora se zambulló a través de su superficie, y por un instante, sus ojos se cruzaron con los de Lilian. La miraba fijamente.
Hubo un destello de luz, y todo a su alrededor desapareció bajo un manto de blancura. Era deslumbrante, pero no parecía dañar su vista. Todos los ruidos se silenciaron. La atmósfera era cálida, la arropaba.
Conocía aquel lugar. Ya había estado allí.
“¿Lilian…?”
“Te eché de menos.”
No podía verla, pero la oía con claridad. Su voz venía de todas partes, resonaba dentro de su propia cabeza.
Lilian dejó escapar unos suaves sollozos. Sus emociones eran como un libro abierto para Nora. No eran lágrimas de tristeza, sino de alivio.
“No pasa nada. Estoy aquí, ¿vale? ¡Lilian, cielo…!” Nora rompió a sollozar también.
Durante varios segundos, ambas se regocijaron en un intercambio de emociones, las cuales habían permanecido embotelladas durante demasiado tiempo. Se suponía que debían darse prisa, pero de alguna manera, Nora sabía que daba igual. El tiempo parecía haberse congelado.
“Tengo miedo.” dijo Lilian.
“¿A ellos?”
“Mhm… Me dan miedo. ¡Mucho! Vienen a mí, me necesitan, ¡quieren llevarme con ellos…! Sienten mi dolor, creen que no estoy bien aquí, creen que necesito ayuda…”
“¿No puedes… decirles que no?”
“Pero, ¿¡cómo!? No puedo ni dirigirles la palabra. No paran de gritar, se dejan llevar tan fácilmente por sus impulsos… Cuando intento hablarles, no me salen las palabras. Y… parte de mí no quiere hablarles. Quiere irse con ellos. Tengo miedo. ¡Nory, tengo mucho miedo…!”
“¡Escúchame! No te va a pasar nada, ¿vale? Yo me encargaré de ello, te lo prometo. No voy a esconderme, ni a echarme atrás, ¡nunca más! Lilian, tú me trajiste de la mano hasta aquí, deja que haga lo mismo por ti esta vez. Creo que ya es hora.”
“¿M-Me prometes que va a salir bien…?”
“¡Te lo prometo! ¡Por mucho miedo que den, no voy a dejar que te hagan nada! Haremos esto juntas, ¿vale?”
“¡V-Vale…!”
“¡Confía en mí! ¡A la de tres! ¡Una, dos…!”
‘Nos vamos a casa, Lilian. Tienes mi palabra.’
******
“Firme, soldado.” dijo Rowan. “Mantenga la dirección estable, sin movimientos bruscos. Trate de ganar altura gradualmente.”
“S-Sí, señor.”
Era un milagro que los rotores no los estuviesen alterando. El helicóptero avanzaba entre los guerreros stinger, buscando huecos para atravesar el enjambre.
Como quien apaga un interruptor, la luminiscencia de las criaturas se había ido, dejando ver con claridad el color sucio y amarronado de sus caparazones. Giraban la cabeza en dirección al vehículo, pero mantenían la posición con precisión quirúrgica, como si se hubiesen congelado en pleno aire.
El sonido de sus aleteos era ensordecedor, y Rowan podía sentir el viento que levantaban, un vendaval que zarandeaba al helicóptero de un lado a otro, dificultando el maniobrar con él.
‘La pseudo-reina… Esa mujer lo ha conseguido. No sé qué ha hecho, pero lo ha conseguido.’
Durante muchos largos minutos, avanzaron a través del enjambre, hasta que finalmente la densidad del mismo comenzó a disminuir, hasta que pudieron apreciar el color del cielo, hasta que dejaron atrás sus endemoniados aleteos.
Todos los que estaban a bordo del helicóptero se mantuvieron tensos y en silencio, hasta que la oscura nube de stingers fue apenas un manchón en el horizonte. Uno de los pilotos fue el primero en romper el silencio. Lo que al principio fue un cohibido jadeo se convirtió en una risita.
“¿Estamos… a salvo?” dijo. “¡Coronel…! ¿¡Estamos a salvo!?”
Rowan suspiró. “Damas y caballeros, buen trabajo.”
Aquellas palabras desataron una explosión de júbilo que recorrió el helicóptero de punta a punta. Echó un vistazo rápido al compartimento trasero. Sus hombres se secaban el sudor de la frente. Se abrazaban unos a otros. Algunos reían, otros lloraban. Otros estaban demasiado ocupados tendiendo sus heridas, o las heridas de sus compañeros.
Los civiles compartían sentimientos similares. La mujer de gafas se había abalanzado sobre las dos reinas, y sollozaban juntas. Incluso la pequeña derramaba lágrimas.
Suspiró de nuevo, y cogió la radio de la cabina.
“Aquí el Coronel Rowan. Central, ¿me reciben?”
“Aquí Central. ¡Nos alegramos de oírle, coronel! Hemos perdido el contacto con casi todas las unidades. ¿Qué está ocurriendo?”
“La misión ha terminado. Regresamos a base.”
Hubo una larga pausa. “¡…recibido, coronel!”
Se escuchaban risas de fondo al otro lado de la radio.
“Preparen a los equipos de investigación. Van a estar muy ocupados. Y asegúrense de que hay comida, bebida, y comodidades abundantes para los supervivientes. Se lo han ganado.”