A Claire se le escapó un grito ahogado.
“¡Oh, cielo santo…! ¡N-No tiene buen aspecto…!” dijo, encorvándose hacia delante para verla mejor.
La niña estaba sentada en una esquina, acurrucada contra la maquinaria, mirando a Claire con ojos apenados.
“Le he estado dando de comer durante los últimos días. Ella se niega a bajar y coger sus propias cosas…” Ethan se le acercó, y depositó una lata de maíz dulce a su lado. “Toma, esto es para ti.”
Claire se arrodilló para ponerse a la altura de la joven.
“Eh, cielo… ¿Es eso cierto?” preguntó, con voz suave.
La chica pareció relajarse un poco. Su rigidez se atenuó, y dejó de abrazarse las piernas y enterrar la mayor de parte de la cara entre los brazos. Claire pudo ver sus rasgos con más nitidez. De alguna manera, parecía familiar, como si le recordara a alguien. Lo tenía en la punta de la lengua, pero no acababa de verlo claro.
Ella asintió, en respuesta a la pregunta de Claire.
‘Esta chica… es mucho más joven que Lilian. Pero, ¿¡cómo ha conseguido sobrevivir por su cuenta!? Pobrecita…’
“¿Sois familia?” preguntó Claire.
“¿Eh…? N-No… Me la encontré aquí arriba de casualidad. Lo único que me ha dicho es que su mamá se ha ido a algún sitio…”
“Ya veo…”
‘¿Y él ha decidido cuidar de una extraña? Ese tipo de bondad no se ve muy a menudo… ¿Puedo confiar en él…?’
Claire no tenía intenciones de bajar la guardia. Desconfiada por naturaleza, sabía que las apariencias podían ser engañosas. Sin embargo, su instinto le decía que podía relajarse. Aquellos dos jóvenes debían de ser los primeros extraños con los que se topaba desde el inicio de la pandemia que no le daban malas vibraciones.
“¿Qué sueles hacer por aquí? ¿Te limitas a hacerle compañía…?”
“Bueno, uh… ¿Supongo? No me gusta estar ahí abajo con los demás. Demasiado ruido… Paso el rato por aquí, o exploro los otros pisos.”
“¿Exploras? ¿Qué quieres decir?”
“Oh, hay muchos sitios guais allá abajo. No puedes bajar usando las escaleras, las mantienen bloqueadas todo el tiempo. Pero hay otras formas de bajar, como el ascensor del que salisteis vosotros.”
“Sitios guais, ya… ¿Por ejemplo?” cualquier ápice de información que pudiese obtener acerca del hospital podría ser útil en un futuro. Le animó a hablar, y escuchó.
“La mayor parte son salas de espera y oficinas, pero hay sitios llenos de máquinas raras y ordenadores. Encontré algo que parecía una cama, pero estaba dentro de algún tipo de máquina cilíndrica, como un túnel. Raro. También hay una sala con un montón de estanterías llenas de medicinas y botellas con líquidos. Algunos olían muy raro.”
‘Ay, dios… No deberías ir por ahí metiendo la nariz en botellas con productos químicos desconocidos… Pero un alijo de medicinas suena útil. ¿No han saqueado todo el lugar? ¿Quizá no han tenido tiempo de hacerlo? Este hospital es enorme, a fin de cuentas…’
“También hay otra habitación con, uh… muchos bichos brillantes en jarras. No sé de qué iba aquello, me dio mal rollo. Oh, también encontré…”
…
“Espera, ¿has dicho bichos brillantes…?” Claire interrumpió el monólogo de Ethan. Su cerebro había parado de prestarle atención a sus palabras, en su lugar trataba de encontrarle sentido a lo que acababa de oír.
“¿Eh…? ¿S-Sí…?”
Tenía algo en mente. No era nada más que una idea, una hipótesis remota que había estado botando por su cabeza desde hacía algún tiempo. Y lo que Ethan había mencionado hacía que aquella idea resonase con más intensidad que nunca. ¿Decía el chico la verdad? ¿Por qué iba a haber tal cosa allí? ¿Era relevante? Muchas preguntas, y muchas coincidencias.
[Si puedes averiguar algo más sobre lo que está pasando, hazlo.]
‘Eso fue lo que William dijo, pero…’
[No tomes riesgos innecesarios.]
Su raciocinio le dejó claro que no iba a sacar ninguna información crucial de un puñado de bichos. Sin embargo, tenía una corazonada que le decía lo contrario. Además, tenía curiosidad.
“Um… ¿Es peligroso ahí abajo?” preguntó.
“No, no creo. Todavía no encontré nada peligroso. Tan solo pone los pelos de punta.”
“Ya veo… Uh, ¿p-podrías llevarme hasta ese lugar?”
‘Bien podría echarle un ojo. Si no es nada, al menos sé que no es nada. Y si resulta ser algo importante, me alegraré de haber decidido invertir tiempo en comprobarlo. En cualquier caso, podría localizar algunos suministros médicos adicionales, ¡eso siempre viene bien!’
…
Claire supuso que era muy improbable que un gran trozo de papel pegado con cinta aislante a la escalerilla pasase desapercibido para William, especialmente si le aparecía de repente en la cara.
[Ethan me ha contado algo interesante.
Lo estoy comprobando.
<======]
Se aseguró de que estuviese bien fijado al peldaño de la escalerilla, y se giró hacia las puertas abiertas a su izquierda, que llevaban al segundo piso del hospital. Ethan le ofreció una mano de apoyo, que no dudó en aceptar.
Aquellos pasillos eran incluso más siniestros que el sótano del edificio. No era debido a la total oscuridad, o a los murmullos tras las paredes. Era una sensación de abandono. Melancolía, muerte, ruina. Antiguas manchas de sangre en el suelo, en las paredes y en las puertas. Camillas esparcidas en posiciones erráticas, algunas de ellas todavía cargando con restos humanos disecados. Mochilas que habían sido dejadas atrás, ropa tirada por ahí, papeles y documentos esparcidos por todas partes…
A cada paso que daba, Claire se sentía profana, irrespetuosa; como si estuviese arrastrando los pies sobre una fosa común, interrumpiendo el descanso de almas que en verdad eran incapaces descansar.
‘Joder… Vale, vale… Cálmate… Compruebo lo que he venido a comprobar, y nos largamos de aquí… ¡Maldita sea, debí quedarme quietecita y esperar a que volviese William…!’
Los tétricos decorados no parecían molestar a Ethan en absoluto. En lugar de eso, daba la impresión de que le interesaban. Deambulaba por los corredores con tímida curiosidad, parando a cada minuto para apuntar a algo con su linterna, y luego continuando hacia su objetivo.
Claire se percató de que estaban andando en círculos. Se veían constantemente forzados a dar quiebros, dado que la mayoría de los pasillos acababan conduciéndoles a un callejón sin salida, en forma de puertas selladas o barricadas muy elaboradas. El hospital aparentaba tener un núcleo “hueco” en el que podían estar, aislado de las zonas perimetrales.
‘Supongo que no quieren que nadie esté cerca de las calles. Pero, ¿por qué aquí? Creía que nadie usaba estos pisos. Me pregunto si todo el hospital es así.’
…
“Es aquí.” susurró Ethan.
Estaba de pie frente a una puerta de cristal, en un estrecho corredor perpendicular al pasillo principal. Dio un paso al lado para dejar que Claire echase un vistazo al interior. Por alguna razón, el chico no tenía mucha ilusión por entrar en aquella habitación.
Claire tragó saliva y abrió la puerta. Las bisagras no hicieron ningún ruido perceptible. El interior parecía ser algún tipo de laboratorio. El lugar estaba extrañamente bien conservado, con signos de desgaste menos notorios que el resto del edificio. De hecho, daba la impresión de que aquellas instalaciones habían estado operativas hasta hacía poco.
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Largas filas de mesas y armarios llenaban la sala, la mayoría cubiertos con documentos y con todo tipo de material de laboratorio: tubos de ensayo, matraces, herramientas y dispositivos de medición, microscopios… Sin embargo, Claire notó inmediatamente algo que destacaba entre todo aquel lío.
Era tal y como Ethan había descrito.
En el escritorio frente a ella vio una extraña jarra. Cuando la iluminó con la linterna, notó muchos agujeros en la tapa, que permitían la entrada de oxígeno para algo contenido en su interior. Las tapas en sí eran inusuales, tenían sujeciones y ranuras por la parte exterior, como si estuviesen diseñadas para poder conectarles algo.
Había un insecto en el interior, inmóvil. ¿Una abeja? Era bastante grande, con franjas negras y amarillas a lo largo del abdomen. La mayor parte de su cuerpo estaba cubierto por un exoesqueleto puntiagudo. Quizá su característica más notable fuese la extraña forma en que reaccionaba al halo de luz de la linterna. A ser alcanzadas por la luz, las placas del exoesqueleto absorbían parte de ella, y empezaban a emitir un leve brillo. Era un color azulado, uno que le resultaba extrañamente familiar.
Y no era solo una jarra. Las otras mesas en la habitación contaban con jarras similares, todas ellas albergando insectos de la misma especie. Claire apuntó la linterna hacia la fila de armarios de las paredes, y algunos de ellos estaban llenos hasta arriba con los mismos insectos embotellados.
‘V-Vale… Esto es… raro. ¿Qué hace todo esto aquí? No es algo que uno se esperaría ver en un hospital…’
“Oye…” susurró Ethan. Estaba cerca de ella, observando las jarras con aprensión. “Creo que estos bichos salieron en las noticias, ¿no? Ya sabes, cuando todo era normal… Pero, ni idea de por qué los tienen aquí.”
“¿Las noticias…? Espera, ahora que lo mencionas…”
‘Podría tener razón… ¿Pero no fue eso hace varios años?’
Recordó oír algo respecto a una nueva especie invasiva de abejas, con una agresividad sin precedentes, que se esparcía sin control y que suponía un peligro para el ecosistema. Pero, si mal no recordaba, se había llevado a cabo una gran campaña de exterminación de aquellas plagas. Nadie les había dado mucha importancia. ¿No habían lidiado con ellas por aquel entonces? ¿Por qué iban a ser relevantes ahora? ¿Por qué allí, en aquel hospital?
Algo no estaba bien, todo aquello parecía estar fuera de lugar. Su cerebro daba botes. Ideas incoherentes bailaban en su cabeza, como piezas de un puzle que buscaban su sitio en la mesa, listas para ser colocadas.
Sus ojos volaron sobre los documentos en el escritorio. Microbiología, patología, genética, química compleja que no podía ni empezar a comprender…
Un documento en particular le llamó la atención, principalmente por su atractivo visual. Había una detallada imagen del insecto de las jarras, junto a una descripción de su anatomía y sistemas biológicos, además de otra información de interés. Lo leyó por encima.
[Apis heliotropha. Una especie recién descubierta dentro de la familia Apidae, la Apis heliotropha es un insecto social, que vive en colonias de entre miles y decenas de miles de individuos.
…
Exhiben un notorio comportamiento agresivo. Son altamente territoriales, y defienden los alrededores de sus colmenas con ferocidad extrema.
…
Sus cuerpos muestran cualidades únicas y sin precedentes. Su genoma contiene trazas de ADN perteneciente a una especie todavía no identificada de la familia Formicidae. En un entorno natural, tales casos de hibridación interfamiliar son extremadamente raros. La investigación sobre los orígenes de la Apis heliotropha sigue en curso.]
‘¿¡Híbridos…!? Abejas y hormigas… Ya, no es de extrañar que sean tan raros… Vale, ¿qué más…?’
[La Apis heliotropha posee varios métodos de interacción social que le permiten establecer comunicación bidireccional compleja con otros miembros de su especie.
…
Como muchas otras especies de la familia Apidae, la Apis heliotropha puede producir una amplia variedad de feromonas para transmitir información sobre eventos en curso, estado, salud, peligro, y más. También pueden intercambiar información con otros miembros de la colonia mediante estímulos visuales, en forma de patrones bioluminiscentes que se forman sobre su exoesqueleto.
…
Se sospecha que la complejidad de sus rastros de feromonas y de la estructuración de sus colonias se haya visto fuertemente incrementada gracias a la presencia de genes de hormiga en sus cuerpos.]
‘Feromonas… Bioluminiscencia… No me gusta por dónde van los tiros. No lo entiendo, ¿qué tiene que ver todo esto…?’
[Quizá la propiedad más fascinante de la Apis heliotropha es su habilidad para metabolizar la luz solar, de forma similar a cómo las plantas, algas y cianobacterias (entre otros) llevan a cabo la fotosíntesis. La luz solar se absorbe a través de la capa exterior de su exoesqueleto, para luego ser metabolizada y transformada en un gran abanico de nutrientes y químicos. El organismo parece ser únicamente dependiente de la luz solar, sin tener ninguna necesidad aparente de recursos adicionales a la hora de sobrevivir y realizar sus actividades ordinarias. Los procesos tras este mecanismo de alimentación carecen aún de explicación.]
‘¿¡Luz solar…!?’
Cuanto más leía, más forma tomaban las sospechas de Claire. No podía evitar ver las similitudes. Pero, ¿por qué? ¿Por qué era tan estremecedor el parecido entre aquellos insectos y los caminantes? ¿Dónde estaba la conexión?
Las piezas encajaban. Eran insectos sociales… y los caminantes actuaban en hordas. Poseían bioluminiscencia… y los caminantes se iluminaban en la oscuridad. Usaban feromonas… y los caminantes se movían por rutas organizadas, como si siguiesen un rastro preestablecido. Se alimentaban de la luz solar… y los caminantes se pasaban el día entero mirando al sol. Tenía todas aquellas piezas, pero eran precarias, inconexas.
‘¿Son solo coincidencias…? Venga, cuéntame más…’
[La picadura de la Apis heliotropha inyecta un veneno que provoca hinchazón del área afectada, picazón, caída de la presión sanguínea, y dolor severo que dura a lo largo de varias horas antes de desaparecer. Este veneno, aunque letal para otros organismos de tamaño similar, es incapaz de provocar daño significativo a un ser humano, con ciertas excepciones (como reacciones alérgicas).
…
Al contrario de la creencia popular, la Apis heliotropha podría no ser enteramente inofensiva para los humanos. Estos organismos son portadores de un patógeno desconocido de naturaleza viral, que parece coexistir en una relación simbiótica con su huésped. Este virus, denominado provisionalmente como “Sting”, se alberga en el sistema nervioso de un huésped humano, pero no provoca síntomas perceptibles. Se recomienda más observación para asesorar la amenaza potencial de este patógeno.]
“A-Ah… Joder, ¿es una broma…? No puede ser, ¿no? ¿Es esto? No, no puede ser… ¿Cuándo se escribió este documento…?” Claire volvió atrás, al principio del documento, y rápidamente vio lo que estaba buscando. “Maldita sea, esto lo escribieron hace más de un año…”
“Oye, ¿estás bien…? Has estado leyendo un buen rato, ¿tan interesante es?” preguntó Ethan.
“¡N-No puedo hablar ahora mismo…! ¡Ethan, creo que has encontrado algo increíble! Esto podría ser—“
*Bzzt*
“¿…eh?”
Era un ruido leve, apenas una vibración. Incluso se podría haber confundido con ruido ambiental. Pero Claire sabía lo que había oído. Era tangible, y había sonado muy cerca.
*Bzzt* *Bzzt*
“Ah… ¡M-Mira…!” dijo Ethan, apuntando a la jarra frente a Claire. “¡El bicho…!”
El brillo del insecto se había intensificado. Y se movía.
*Bzzt* *Bzzt* *Bzzt* *Bzzt*
El aleteo de sus alas se volvió acalorado, y empezó a agitarse dentro de la botella, golpeteando las paredes con suficiente fuerza como para tambalearla en varias direcciones. Despertados por algo, los insectos en las otras jarras empezaron a recuperar lentamente la vitalidad, llenando toda la habitación con aleteos y golpeteos violentos.
La jarra empezó a quebrarse.
“¡¡Ethan, tenemos que salir de aquí!! ¡¡¡Ahora!!!” gritó Claire.
*¡Bzzt!* *¡Bzzt!* *¡Bzzt!* *¡Bzzt!* *¡Bzzt!* *¡Bzzt!*
*¡¡Crack!!*
Los insectos se estaban liberando de sus prisiones de cristal, repletos de ira renovada tras un largo periodo de letargo. Claire no tenía pruebas decisivas, pero no las necesitaba. Debía evitar que le picaran a toda costa. Echó a correr hacia la puerta, la cual estaba a dos o tres metros de distancia.
Ethan fue más rápido que ella. Alcanzó la salida en un instante y se escurrió al exterior. Su mano sujetó la puerta, esperando con ansias el momento de cerrarla de un empujón. Sus ojos se cruzaron con los de Claire.
“¡¡¡Rápido!!!” gritó.
Claire se lanzó a través de la puerta, aterrizando en el suelo y casi golpeándose la cabeza contra la pared opuesta del pasillo. Escuchó cómo la puerta se cerraba, y un sinfín de insectos golpeteando y aleteando contra ella menos de un segundo después.
Cuando echó un vistazo, lo único que vio fueron puntos brillantes que llenaban la habitación y rebotaban contra el cristal. La puerta parecía ser bastante gruesa y resistente, suficiente como para contener al enjambre dentro de la sala.
Su respiración se había vuelto pesada.
“G-Gracias…” murmulló. “Por no dejarme atrás… Habría—”
“¿¡¡Claire!!?” una voz masculina emergió de la oscuridad del pasillo principal a su espalda, junto a un brillante haz de luz que envolvió todo su cuerpo.
Casi le da un infarto. La voz repentina, sumada a la tensión de los últimos minutos, hizo que sus nervios perdiesen el control.
“¡¡¡Aaah!!!” dejó salir un fuerte chillido de terror y se cubrió la cabeza con los brazos en un reflejo de autodefensa.
“¡¡Shhh…!! ¡¡No grites, idiota…!! ¡Soy yo, William!”
Alzó la mirada hacia el origen de la voz. William estaba de pie a su lado, con una expresión de preocupación en la cara.
“Ah… ¿¡W-William…!?”
“Vimos tu nota en el hueco del ascensor. Vinimos a buscarte, y entonces oímos la conmoción… ¿¡Qué está pasando aquí!?” preguntó.
‘¿Plural…?’
Detrás de William, avistó a Marcus. Estaba concentrado exclusivamente en los insectos brillantes al otro lado de la puerta del laboratorio. Un instante después, sus constantes golpecitos en el cristal llamaron también la atención de William. Cuando los vio, frunció el ceño y se quedó ligeramente boquiabierto. Lo más seguro era que estuviese confuso, y con razón.
“¿Qué diablos…?” murmuró para sí mismo.
Claire abrió la boca, con la intención de explicar lo que había descubierto, pero una nueva fuente de ruido interrumpió sus pensamientos. Provenía del final del pasillo. Había una puerta sellada, cubierta de arriba abajo con tablas de madera, láminas de metal y trozos de mobiliario. Temblaba. Leves golpes y extraños sonidos venían del otro lado.
…
“Quedaos todos donde estáis, y no hagáis ni un ruido…” dijo William. “Voy a echar un ojo.”