“Genial… ¿Y ahora qué?” William dejó escapar un gruñido, observando el gran espacio abierto frente al camión.
Desde su perspectiva, los edificios parecían abrirse en todas las direcciones, dejando hueco para una enorme plaza donde convergían y se combinaban muchas calles. En su centro, la estatua de una mujer a caballo vigilaba la ciudad, una espectadora silenciosa de su trágico pasado. Su atuendo era de evidente índole religiosa. Sujetaba las riendas con la mano derecha y una cruz con la mano izquierda.
Más allá de la plaza se alzaba un gigantesco edificio, que eclipsaba a todo lo demás a su alrededor. Un edificio de siete plantas, coloreado con bonitos patrones de gradientes azul claro que recordaban a nubes. En su fachada frontal, justo al lado de un inconfundible símbolo de una cruz, había un gran letrero:
[HOSPITAL SAINT MARIE]
Al fin habían llegado al refugio, lo cual era bueno. El ejército de caminantes que llenaba la plaza y rodeaba el hospital no lo era tanto. Ni se movían ni armaban jaleo. Simplemente estaban ahí. Todos ellos encarados hacia el hospital, pero con sus cabezas enfocadas hacia el cielo.
“Oh, dios… ¡Así no podemos entrar al hospital…!” dijo Nora, acobardada en su asiento.
“No me digas… ¿Marcus? ¿Alguna idea?”
La cara de Marcus se asomó a la cabina desde el compartimento trasero.
“Hmm…” entrecerró los ojos y se rascó la barbilla, como si tratase de encontrarle un sentido a la multitud de zombis en la plaza.
“¿Y bien…?”
“Bueno, debo decir que nunca antes los había visto rodeando de esa manera un edificio en concreto… De todas formas, me temo que no hay mucho que podamos hacer hasta que se aparten. Hay demasiados…”
‘Genial… En circunstancias normales, solo se mueven por la noche. Y no creo que haya ningún otro refugio cerca donde podamos esperar… ¿Podríamos alejarlos…? Una alarma no funcionaría, no contra algo así de grande… ¿Quizá un disparo…? No, no, eso sería una mala idea… Podríamos acabar atrayendo a la zona a multitudes aún más grandes desde las calles circundantes…’
Suspiró, frustrado.
“Maldita sea, no podemos quedarnos aquí parados todo el día. Tenemos que—”
“¡¡Salid del camión!!” una voz femenina se dirigió a ellos desde el exterior.
De todas las cosas que William se esperaba oír allí fuera, otras personas eran algo que estaba muy al fondo de la lista. Actuando por reflejos, cogió su rifle de encima del salpicadero. Bajó la ventanilla del conductor, y apuntó el arma a la persona que había fuera.
Era una mujer de constitución fuerte y altura promedio, de piel morena y con pelo negro y largo atado en una coleta. Su atuendo carecía de todo tipo de color, como si hubiese elegido de forma intencionada tonos oscuros para evitar llamar la atención.
Le amenazaba con una pistola. Sus manos no mostraban signos de duda, sus ojos le taladraban con ardiente determinación. De un vistazo rápido al espejo lateral, William avistó algunas personas más escabulléndose por detrás del camión. Ninguno parecía llevar armas de fuego.
“¡No bajéis la guardia…! ¡Nos están rodeando!” dijo William, haciendo que Nora dejara salir un grito ahogado y se revolviese en su asiento, girándose hacia su propia ventanilla.
“¡He dicho que salgáis del vehículo! ¡No queremos mataros! ¡Solo queremos vuestros suministros!” dijo la mujer de fuera, con tono amenazador.
“No deberías amenazar a alguien con un arma que no tienes intención de usar…” respondió William.
“¿Crees que no soy capaz de pegarte un tiro?”
“Exacto, no tendrás agallas para hacerlo. No con esa multitud tan cerca. Nadie es tan imbécil.”
“Aplícate el cuento.” durante un instante, la mujer rompió contacto visual con William, miró su rifle, y luego volvió a chocar miradas con él.
El aire era pesado, y estaba lleno de tensión. Durante lo que pareció una eternidad, nadie movió un músculo. A juzgar por el silencio que provenía del resto del camión, todos se encontraban en encrucijadas similares. Era probable que más gente se hubiese acercado al camión desde varias direcciones, y estaban ahora a la espera de una señal para entrar en acción.
Gotas de sudor se formaron en la cara de William. Su dedo acarició el gatillo del arma. Pensándolo bien, no debería haber bajado la ventanilla siquiera. Una bala no penetraría aquel cristal antibalas tan fácilmente. En verdad, aquella gente no tenía los medios necesarios para detener aquel camión. Pero con la ventanilla bajada, había una vulnerabilidad clara. Se arrepintió de su decisión de enfrentarse a ellos.
‘Mierda… Debería haberlo pensado dos veces…’
“¡Un momento…! ¡Conozco a esta gente…!” la voz de Marcus rompió el silencio desde el compartimento trasero. “Stella, ¿¡eres tú…!?”
“Esa voz… ¿¡Marcus!?”
William oyó cómo se abría la puerta de atrás del camión.
‘¿¡¡Qué coño está haciendo ese idiota!!?’
“¡Claire! ¿¡Qué pasa ahí atrás!?”
“¡M-Marcus acaba de bajar del camión…!” el tono de Claire era tembloroso. Su tartamudeo era un claro indicio de estrés. “¡Tú…! ¡¡Para, n-no te muevas!! ¡¡Dispararé…!!” amenazaba a alguien, probablemente a los hombres que habían reptado tras el vehículo, fuera del ángulo de visión de William. “¡¡Desmond, coge un arma, maldita sea!!”
“¡Por favor, parad todos!” William vio a Marcus entrar en escena por el espejo lateral, gritándole a los presentes.
La mujer le dirigió una mirada confusa, y bajó ligeramente el arma.
“Marcus… ¡Eres tú de verdad…! ¿¡Qué diablos haces aquí…!?”
“Eso me gustaría preguntarte a ti también. Si no recuerdo mal, eres una de las primeras personas a quien confié la tarea de asegurar y ocupar el hospital…”
“¿Sí? ¡Pues los tipos que enviaste después no fueron precisamente de mucha ayuda! ¿En serio? ¿Nos envías a la banda de Jacobs? ¿¡En qué momento te pareció eso una buena idea, capullo!?”
“¿Qué? ¿¡Jacobs…!? Yo no—”
“¿¡Quién está dentro de ese camión!? ¿¡Está él ahí!? ¿¡Viene a coger su parte!?”
“¡Por favor, Stella…! ¡Te estás confundiendo…! ¡Yo nunca envié aquí a ninguno de sus hombres! No podría haberlo hecho, muchos de ellos murieron durante salidas de saqueo rutinarias… A no ser…”
William observó la discusión, sin apartar su rifle.
‘Joder, Marcus, deberías haberte dado cuenta de esto… Ese bastardo te la ha jugado a base de bien.’
“¡Eres idiota! ¡Deberíamos habernos deshecho de esos degenerados hace tiempo!” Stella no parecía tener intención de dejar de regañarle. “Bueno, ¡aún no me has respondido! ¿Qué haces aquí? ¿¡Cómo es que no estás escondido en tu despacho del metro!?”
“Ya no hay metro.”
Stella le observó por un largo rato, sin decir nada.
“¿…qué?”
“Lo que acabas de oír. Hubo un brote. El metro ha quedado infestado. Conseguimos escapar, y el hospital era nuestra mejor opción para—”
Stella agarró a Marcus por el cuello de la chaqueta y lo estampó contra el camión.
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“¿¡¡Qué coño quieres decir…!!? ¡¡Si esto es una broma, no tiene ni puta gracia!!”
“¿Tengo cara de estar bromeando…?”
“¡¡¡Mierda…!!! ¡¡¡Tenía amigos allí…!!! ¿¡¡Qué le ha pasado a todo el mundo!!?”
“…sólo unos pocos sobrevivieron. Están en un lugar seguro, les dejamos atrás mientras comprobábamos el hospital…”
Era obvio que estaba dejando fuera las partes más importantes de la historia, probablemente para no confundir aún más a Stella. Qué típico de Marcus, ocultando todo excepto lo mínimo necesario. William ya empezaba a acostumbrarse, ya ni siquiera le resultaba molesto.
******
“¿¡¡Unos pocos!!? ¿¡¡Cómo puedes tener las agallas para decirlo así sin más!!? ¡¡Mierda…!!” Stella soltó a Marcus, retrocedió varios pasos, y se cubrió la boca con la mano, luchando por evitar que se le escaparan las lágrimas. “¡¡Maldita sea…!! ¡¡Maldita sea, joder…!!”
Marcus no hizo esfuerzo por defenderse o justificar sus acciones. A fin de cuentas, era muy consciente de que estaba directamente involucrado en muchos de los factores que habían llevado al brote del metro.
“¡No te entiendo…! ¡No tendría que haber ocurrido así…! ¡Me enviaste aquí porque querías que todos tuviésemos más oportunidades de sobrevivir! ¡Te creí! ¡Quería ayudar a esta gente; a estas alturas me importan como si fuesen mi propia familia! Y tú… ¡Nos jodes, trayendo a esos… criminales…! ¿¡Y ahora me dices que has pedido el metro, y que casi todos están muertos…!?”
“¿Crees que yo quería que esto ocurriese…?” preguntó Marcus.
“¡No sé qué creer…! Necesito… Necesito un momento… Mierda…”
‘Lo creas o no, yo también quería ayudar a esta gente, Stella… Quería ayudar a todo el mundo.’
Stella se acercó a una farola cercana, descansó la frente contra ella, y cerró sus ojos llorosos. Respiró profundamente varias veces.
“Um… ¿Qué hacemos entonces…?” uno de los hombres de Stella se asomó desde la parte de atrás del camión, mirando preocupado en su dirección. “E-Están mucho mejor armados que nosotros…”
Ella levantó la mano izquierda, indicándole que se estuviese quieto y esperase.
…
“¿D-Disculpa…?” una voz suave emergió de la cabina del camión. Era Nora. “P-Perdón por interrumpir… pero, ¿por algún acaso sabes si una chica joven ha llegado recientemente al hospital…? Es bajita; de pelo corto, negro…”
Stella se giró y miró a Nora, quien observaba la escena por encima del hombro de William.
“Hemos abandonado el hospital hace semanas. Tuvimos que largarnos. Esos hijos de puta nos habrían hecho la vida imposible si nos hubiésemos quedado. Me temo que no puedo ayudarte…” respondió.
“Espera… ¿¡Os habéis ido…!?” aquel hecho pilló a Marcus por sorpresa.
“¿¡Y esperas que hiciésemos!? ¡Tienen a todo el mundo muriéndose de hambre ahí dentro, y ellos se hinchan hasta el culo a comer! Y ni hablemos de las desapariciones… Tienen algo sospechoso entre manos. Tuvimos suficiente. Reuní a todos los que no se cagaban de miedo con la idea de aventurarse al exterior, y nos fuimos. Muchos se quedaron atrás. Aún me arrepiento de dejarles allí…” miró hacia el hospital, con dolor en el rostro.
Aquel gran edificio, antaño un símbolo de curación y esperanza, ya no parecía tan hospitalario y acogedor.
‘Y pensar que las cosas han acabado así… Supongo que Jacobs trabajó a mis espaldas para asegurarse de tener un sitio al que huir si el metro se veía comprometido. Estaba tan preocupado por mantener el barco a flote que me desentendí de la tripulación, ¿eh? Me desentendí precisamente de aquello que mantiene el barco sobre el agua…’
A pesar de lo mucho que Marcus quería ayudar a la gente, cuanto más lo intentaba, más claro lo veía. Ayudar a la gente no era fácil. Sus recuerdos retumbaron en el fondo de su mente, haciendo una vez más ruidos que no necesitaba oír.
‘Me pregunto… ¿Cuántas veces he roto ya esa promesa…?’
Se escucharon unos pasos, y alguien salió de detrás del camión y a plena vista. Desmond actuaba de forma extraña. Caminaba encorvado, como si no quisiera que lo viesen demasiado. Sin embargo, sus ojos brillaban con una luz inusual.
“¿Está… Está Alice allí…? ¿Y E-Eleanor…?” preguntó, mirando directamente a Stella.
“¿Alice…? ¿Eleanor…? ¿Quién eres y qué te importa?”
“Soy el marido de Alice…”
“…” Stella no le respondió inmediatamente. En su lugar, lo analizó de arriba abajo. Abrió la boca como si fuera a decir algo, pero la cerró de vuelta y siguió pensando por un rato. “…sí, estaban en el hospital. Pero no vinieron con nosotros. Todavía deberían estar allí…”
“Ah… Y-Ya veo…”
“Lo siento.”
…
“Escuchad, ¿y si decidimos qué hacer en otro sitio?” dijo William, con tono impaciente. Sus ojos ya no estaban fijos en Stella, sino en la multitud de caminantes que rodeaban el hospital en la distancia.
“…tenemos un sitio donde os podéis quedar. Pero que quede claro: no esperéis que confíe en vosotros así como así. Ya no. Os estaré vigilando.” Stella apuntó a Marcus con el dedo.
“Entiendo. Está bien, supongo que me he ganado esa falta de confianza.”
“Pongámonos en marcha. Seguidnos, es un edificio cercano.”
Mientras subía de nuevo al camión, Marcus pensó en su próximo movimiento. Inicialmente, quería llegar al hospital para usar su equipo de radio, pero tal opción podría haber dejado de ser factible. Podría ser demasiado peligroso. Teniendo en cuenta cómo había descrito Stella su estado actual, un enfrentamiento podría ser inevitable. Por supuesto, había mucho que ganar en términos de comodidades y recursos. Y desde luego, estaban mejor armados que un puñado de maleantes. ¿Posible? Sí. Pero, ¿era buena idea arriesgarse?
‘Mejor lo pienso más tarde… Ahora mismo, tenemos que centrarnos en ponernos a salvo y descansar. No hay mucho que podamos hacer hasta que esos caminantes se muevan.’
******
Julien no había dormido en toda la noche. No había conseguido conciliar el sueño. No podía quitarse el mensaje de la cabeza. ¿Qué significaba? ¿Quién lo había enviado? ¿Cómo habían logrado colarlo en sus pertenencias personales? ¿Por qué llegar a tales extremos? Se sintió acorralado, paranoico.
Justo cuando había llegado a la conclusión de que Lilian era peso muerto, aparece algo nuevo y reaviva la llama. Era perfecto. Demasiado perfecto para ser cierto. Sabía que de ninguna manera estaban los responsables de aquella nota dispuestos a echarle una mano. No, aquella cadena de eventos había sido fabricada, manufacturada cuidadosamente para un propósito muy específico.
‘La chica… Atrae a los monstruos, atrae al Ejército, parece atraer al peligro en sí… ¿Están haciendo esto para no tener que lidiar ellos con los problemas…? Puede que yo no sea más que un chivo expiatorio en todo este lío… Sí, debe de ser eso…’
Se detuvo frente a una puerta en particular. No era un edificio ordinario. Pero era la dirección exacta que estaba especificada en la nota.
“¿Estás seguro de que es aquí…?” preguntó Logan. Miraba a la calle a su alrededor, sospechoso de que alguien les estuviese siguiendo u observando. Sujetaba las manos de Lilian tras su espalda, aunque la chica todavía no parecía reaccionar a nada.
“Sí, es aquí. Entremos…”
Julien se mantuvo en calma. Sur nervios estaban a punto de explotar, pero no podía permitir que Logan lo supiese. Si iba a hacer un movimiento significativo, tendría que mantener en pie una fachada significativa. Abrió la puerta, y dio un paso al interior.
Su linterna dispersó la oscuridad, revelando lo que parecía ser una oficina en ruinas. Aquel lugar llevaba abandonado mucho tiempo, probablemente desde el comienzo de la pandemia. Justo frente a la entrada, en la pared opuesta, había otra puerta. Una cruz grande estaba pintada sobre ella, con pintura clara y fluorescente.
‘Como quien marca un tesoro, ¿eh…?’
El dúo caminó hacia la puerta marcada, con Logan dando empujones incómodos a Lilian para forzarla a moverse. Julien tomó una bocanada de aire, y abrió la puerta misteriosa.
La habitación frente a ellos era inmensa. No era una sorpresa, dado que aquel edificio era un almacén. El techo estaba plagado de tragaluces, que permitían a los rayos de sol caer desde las alturas, iluminando todo el lugar con una luz cálida y uniforme.
En el centro del almacén, una gran pila de objetos destacaba en medio de las filas de estantes vacíos. Era extraño que los estantes estuviesen vacíos. Parecía que el lugar hubiese sido despejado a propósito, con el fin de asegurar su atención sobre la pila del centro.
Al acercarse, los ojos de Julien empezaron a abrirse más y más.
Cajas, sobre cajas, sobre cajas. Algunas de ellas pequeñas y verdes. Otras estaban coloreadas en diferentes tonos de gris. Algunas eran enormes, eran más bien arcones. Se trataba de una enorme pila de cajas de suministro reforzadas, como las que solían cargar los militares.
Casi aturdido, Julien comenzó a comprobar sus contenidos.
Comida enlatada de todo tipo y marca, raciones militares, cereales… Algunas cajas contenían agua embotellada, bebidas energéticas, alcohol… Otras estaban llenas de suministros médicos, incluyendo grandes cantidades de necesidades básicas, como vendas, analgésicos, desinfectantes…
Cuando abrió los arcones de gran tamaño, sus ojos disfrutaron de la brillante gloria de armas nuevas a estrenar, de varios calibres, junto a un generoso suministro de munición.
“¡Eh, eh, eh…! ¿¡Estás de coña…!? ¿¡Quién demonios iba a dejar esto aquí e irse sin más…!?” Logan estaba atónito, con los ojos escarbando por los suministros en incredulidad.
Julien encontró una última caja. O más bien, un maletín. Lo abrió. En su interior había una pequeña reserva de jeringuillas.
“¡Espera, esas las conozco…! ¡Aquellos soldados inyectaron a la mocosa con una idéntica el otro día…!” dijo Logan, apuntándoles con el dedo.
Julien entrecerró los ojos. Algo no cuadraba. Tenía la sensación de que algo no tenía sentido, pero no acababa de discernir el qué. Junto a las jeringas, había otra pequeña nota.
[Una dosis cada 3 días. Empezad mañana. Al mediodía.]
…
“Señor Logan, escuche muy bien lo que voy a decir. Vamos a volver al hospital, y vamos a encargarnos de ese par de idiotas que están al mando. Los mataremos. A todos y cada uno de ellos. Después, no debería ser demasiado difícil ganarnos la confianza de todos. No con estos recursos a nuestra disposición…”
“Espera, espera… ¿¡En serio vas a seguirle el rollo a todo esto!? ¿¡Estás de la olla!? ¡¡Es imposible que la gente detrás de esto tenga buenas intenciones!!”
“Quizá… Pero sigo creyendo que esto puede ser justo la oportunidad que necesitamos.”
“Esto es una mala idea, tío. Yo digo que mandemos todo esto a la mierda y nos larguemos, lejos de aquí. Oye, ¿me estás escuchando…?”
‘No hay forma de que el Ejército esté detrás de esto… Ellos quieren a la chica. Somos un puñado insignificante, con un par de pistolas como mucho. No tenemos forma de combatirles. Si el Ejército estuviese detrás de esto, ¿por qué molestarse en ayudarnos? Podrían simplemente coger lo que quieren y marcharse. No, es alguien más… Y desde luego, tienen recursos. Si también quieren a la chica, ¿por qué no nos la quitan…? Algo debe de impedírselo, y por eso nos necesitan. Incluso si no somos más que un par de peones en su juego, seguimos siendo peones necesarios… Tengo que jugar mis cartas con mucho cuidado.’