Desmond quería esprintar hacia la seguridad de la luz diurna tan rápido como sus piernas se lo permitían, pero la mujer de la que tiraba no paraba de resistirse.
“¡¡D-Déjame…!! ¿¡¡Qué quieres decir…!!? ¡¡No podemos dejarles atrás…!!” gritó Nora.
No pudo evitar percatarse de cuánto había cambiado su comportamiento desde que la había encontrado algunas horas atrás. Por pura casualidad, acorralada en una sala oscura, hecha un desastre de nervios y ansiedad. Incluso cuando le ofreció su ayuda, le llevó un buen rato siquiera atreverse a murmurar su propio nombre.
Y allí estaba, dispuesta a cargar de frente contra un brote en curso sin ningún tipo de cuidado. Fuera lo que fuera lo que la había reducido a un manojo de llantos, desde luego no eran los caminantes.
“¡¡Dijiste que ibas a ayudarles…!! ¿¡Por qué estamos corriendo!? ¿¡Por qué no vienen contigo!?” siguió haciendo preguntas.
“¡N-No… p-pude alcanzarlos…! ¡Había c-caminantes en medio…!” una mentira evidente, pero ni de broma iba a decirle que casi se había cagado encima y que había salido pitando en cuanto se encaró con William. “¡Están cooperando con el resto de mi gente ahí abajo! ¡E-Encontrarán una salida alternativa! ¡T-Tenemos que irnos!” respondió.
En realidad, que hubiese “caminantes en medio” era una mentira por aquel entonces, pero ya no.
Solo había dos pasillos que conducían al andén de metro donde estaba todo el mundo. Uno de ellos conectaba con la sección donde había ocurrido el anterior brote y, en consecuencia, había sido bloqueado. El otro llevaba a una gran intersección que conectaba todos los andenes con el vestíbulo en la superficie.
Era muy probable que ya hubiesen alcanzado los pasillos principales, aislando a todo el mundo en las profundidades de la estación. Había otras formas de alcanzar la superficie allá abajo, pero no sería sencillo. Sin embargo, ellos dos tenían una vía directa hacia el vestíbulo. Tenían que aprovechar aquella oportunidad lo antes posible. Los caminantes les seguirían el rastro tarde o temprano.
“¡¡Espera!! ¡¡Mi hermana pequeña también está ahí dentro…!!”
“¡S-Se están haciendo cargo de ella…!” otra mentira, la primera que se le vino a la cabeza.
Al menos quería ayudar a Nora, pero de ninguna manera estaba dispuesto a meterse en medio de una horda desembocada para salvar a nadie más. Tendría que arrastrarla afuera como pudiese. Y si seguía insistiendo, tendría que dejarla atrás, por mucho que le consternase la idea. Los gruñidos que emanaban de las profundidades aumentaron de volumen muy rápidamente. Se les acababa el tiempo. Cogió la mano de Nora y empezó a correr hacia la salida. Ella mostró un cierto grado de resistencia, pero se movió.
“¡¡M-Maldita sea…!!”
******
Nora sentía que su subconsciente todavía estaba desgarrado. Había hecho lo de siempre: engañarse a sí misma como una idiota. Sacar a relucir su fachada de falsa fortaleza, enterrar sus emociones, y seguir adelante.
Lilian la tranquilizaba, y se había ido. Claire la comprendía, y se había ido. William le brindaba seguridad, y se había ido.
Y, sin embargo, no estaba sola. Aquel hombre de aspecto extraño había aparecido de la nada y le había ofrecido ayuda. Por lo que sabía, bien podría haber firmado su propia sentencia de muerte en cuanto aceptó su oferta, pero, ¿qué otra cosa podía hacer?
Ármate de valor. Trágate las lágrimas. ¿Esos pensamientos oscuros en tu cabeza? Apártalos. Levántate. Muévete. Tienes que hacerlo. Mientras haya esperanza, debes hacerlo.
Nora grabó esas palabras en su mente, por encima de todas las emociones e inseguridades acumuladas. Solo quería seguir escondiéndose en algún sitio, dejar que siguiesen apoderándose de ella, que bordasen sin control. Pero no era ni el lugar ni el momento de hacerlo.
Sus piernas se movieron por cuenta propia, siguiendo a Desmond de cerca. Guiados por los balanceos descuidados de su linterna, volvieron sobre los pasos que ella inicialmente había dado para acceder a la estación, ascendiendo por los túneles hacia el vestíbulo. Girando esquinas, subiendo escaleras, girando más esquinas… y finalmente, avistaron débiles gotas de luz solar cayendo sobre las escaleras mecánicas de la entrada.
Podrían haber salido por allí mismo, si hubiesen estado vacías.
Tambaleándose escalón tras escalón hacia los pasillos subterráneos, una multitud de caminantes bordaba de la planta baja del vestíbulo. Con su atención aparentemente centrada en algo en las profundidades, se arrastraban hacia la oscuridad. A medida que avanzaban, sus movimientos se aceleraban. Sus cuerpos comenzaban a iluminarse, sus venas a palpitar bajo la piel. Sus ojos se movían de forma errática en muchas direcciones, como tratando de hacer caso a información proveniente de todas partes a un tiempo.
Nora y Desmond se congelaron in situ. Estaban atrapados. Caminantes frente a ellos, caminantes en algún sitio a sus espaldas, todos ellos acercándoseles cada vez más rápido. Nora empezó a sudar y a temblar en cuanto se dio cuenta de lo nefastas que eran las circunstancias.
‘¿¡A-Ahora qué…!? ¡Oh, dios…!’
Desmond la agarró del brazo y tiró de ella con brusquedad, arrastrándola de vuelta al interior.
“¡R-Rápido…! ¡Por aquí…!” dijo.
Ni se le ocurrió cuestionarle; fuera cual fuera el plan, seguro que era mejor que dejar que los caminantes se diesen un festín con ellos. Chillaban y gritaban tras ellos, cabreados por la huida de sus potenciales presas.
La oscuridad de los túneles parecía incluso más opresiva que antes. Aún podían correr más rápido que los zombis, pero pronto perderían esa ventaja. De todas formas, ¿importaba? ¿Había algo que pudiesen hacer siquiera?
De repente, Desmond paró de correr. Nora no se esperaba que fuese a pararse, provocando que estuviese a punto de embestirlo por accidente.
“¡Au…! ¡O-Oye…!” se quejó.
“¡Aquí…! ¡Deprisa…!”
Manipuló con torpeza el pomo de una puerta, sorprendentemente escondida en la pared del túnel. No estaría oculta si el túnel estuviese iluminado en condiciones; pero en la oscuridad, era imposible de ver a menos que la linterna le apuntase de forma directa.
“Ah… Está abierta. N-No debería estarlo, tengo una llave… Da igual, ¡entra!” murmuró, mientras abría la puerta.
Nora le siguió al interior sin dudarlo ni un segundo. Con excepcional facilidad a pesar de estar en un entorno oscuro y tener una mano ocupada con la linterna, Desmond sacó un llavero, identificó la llave correcta a la primera, y cerró la puerta por dentro. Se escurrió lejos de la puerta, observándola con una mezcla de miedo y duda. Su cara estaba cubierta de sudor, sus ojos botaban por toda la pared como esperando que algo la tirase abajo en cualquier momento.
Nora se preparó para lo peor, a medida que el leve retumbar se acercaba más y más, junto a la sinfonía de gruñidos y rugidos que tan bien conocía ya. La puerta no aguantaría. Si toda la horda cargaba contra ella, la harían trizas. ¿Por qué estaban esperando? Quería seguir corriendo hacia lo desconocido a su espalda, pero la quietud de Desmond la incitó a quedarse.
Algunos segundos más tarde, podían oír el inquietante ruido justo tras la puerta. Caminaban hasta ella, la golpeaban, y pasaban de largo hacia las profundidades de la estación. No insistían.
Nora observó en shock, ni siquiera se dio cuenta de que se había quedado con la boca abierta. Desmond se giró, le hizo una señal para que lo siguiese, y empezó a caminar en cuclillas por el pasillo. Ninguno de los dos dijo una sola palabra hasta que estuvieron a una buena distancia de la puerta.
“¿P-Por qué nos ignoran…? Deberían ser conscientes de nuestra presencia…” susurró Nora.
“Lo son… C-Creo que están más interesados en lo que está ocurriendo ahí a-abajo…”
Nora tragó saliva y apretó los puños.
‘Por favor… Por favor… Lilian, Claire… William… ¡Manteneos a salvo…!’
¿Una ilusión? Quizá. Pero, ¿qué otra opción tenía, sino rezar? Rezar nunca le había funcionado demasiado bien, pero se apoyó en el concepto, aunque no fuese más que un placebo temporal.
‘No pares… No puedes venirte abajo aún…’
[Sí puedes.]
‘Silencio.’
Se pellizcó el brazo izquierdo con fuerza. Sintió un cálido hilo de sangre entre las puntas de sus dedos. Se negó a escuchar a sus pensamientos internos.
“Oye… ¿Qué es este lugar…?” preguntó a Desmond. No tenía tanta curiosidad, tan solo buscaba algo en lo que concentrarse.
“La estación está llena de pasadizos ocultos para el personal… Van a todas partes, arriba y abajo por todo el edificio. Deberíamos poder llegar al vestíbulo por aquí.”
“Pero… ¿¡no está ese lugar lleno de caminantes ahora mismo…!?”
“Se dirigen todos bajo tierra… Debería ser seguro, tarde o temprano. Además, hay una sala segura ahí arriba, en el piso superior…” pausó por un momento. “Les… dije a tus amigos que nos dirigiríamos allí.”
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“¡Ah…! Muy bien… Te sigo, entonces. Por favor, llévame allí.”
Una vez más, confiar a ciegas en aquel hombre podría ser una mala idea. Pero era todo lo que tenía. No era muy distinto al momento en que conoció a William. Bueno, Desmond era bastante más siniestro, pero eso no era lo importante. Tendría que tener cuidado con él.
Con sus ojos observando todos sus movimientos, Nora le siguió a lo largo de los corredores claustrofóbicos, serpenteando alrededor de las instalaciones principales, hacia la superficie.
******
A pesar de la aplastante sensación de urgencia, la mirada de Claire estaba clavada en los eventos que se sucedían frente a ella.
El caminante cayó sobre el aterrorizado hombre como un depredador, lanzándose a por él desde varios metros de distancia, agarrando su torso y sus hombros con una precisión letal. Gritó y se revolvió, pero al caminante no le importó. Solo había una cosa que le importaba. Sus dientes se hundieron profundamente en el cuello del hombre, quien dejó escapar un aullido que helaba la sangre, pronto reprimido y ahogado por la sangre que bordaba a borbotones de su boca. La cosa mordió y desgarró el cuello de su víctima como un animal rabioso, haciéndolo pedazos rápidamente, antes de dejarlo ir y cargar hacia el frente, en busca de otra presa.
Casi al instante, el cuerpo caído comenzó a convulsionarse. Las extremidades se agitaron en direcciones aleatorias; las articulaciones girando en ángulos repentinos y extraños, algunos de los cuales deberían ser imposibles sin partir huesos en el proceso. Algo comenzó a burbujear bajo la piel, la cual obtuvo gradualmente aquel característico brillo azulado, concentrado en las venas y en los ojos. La criatura emitió un gemido de ultratumba.
‘¿¡E-Es una broma…!? ¿¡¡Así de rápido…!!?’
“¿¡¡Qué diablos, Claire…!!? ¡¡¡Muévete!!!” William le gritó, sacándola de su trance.
“¡¡M-Mierda…!!” corrió hacia él, alejándose de los caminantes que se acercaban.
Aquellos no se parecían en absoluto a los que se habían encontrado en la sección sellada. ¿De dónde habían salido? Aún quedaba gente detrás con la que se podían atiborrar, esa era la única razón por la cual seguían vivos. La horda de caminantes frescos avanzaba por los túneles a toda velocidad, arrollando a todo el que encontraban, haciéndolos trizas y reanimándolos como nuevos integrantes de la horda. Un proceso imparable de crecimiento exponencial. ¿Era esto lo que el refugio había conseguido contener una semana atrás?
Desafortunadamente, lo que quedaba del refugio estaba sumido en un caos total. Los supervivientes salían al andén del metro y bajaban a las vías, buscando algún lugar para esconderse, conscientes de que nada haría que los caminantes les perdiesen la pista. Gritos humanos e inhumanos, mezclados en un coro enloquecedor.
Algunas personas trataban de luchar, pero si la diferencia en velocidad y fuerza no les abrumaba, el miedo lo haría. Algunos abrieron fuego sobre los zombis, pero sus movimientos frenéticos hacían casi imposible un tiro significativo. Otros cesaban toda resistencia al encontrarse con lo que quedaba de sus seres queridos, abrazando la muerte en un último acto de aceptación.
“¡¡Eh!! ¡¡Aquí!!” una voz masculina llamó la atención de Claire y William, proveniente de las vías del tren, al final de la plataforma.
“¡Marcus…!” ambos respondieron al unísono, tanto alegres como molestos por verle.
Estaba quieto en mitad de las vías, liderando a un grupo de supervivientes hacia los túneles. Les hacía señas con la mano, urgiéndolos a ir en su dirección.
“¡¡¡Hay otra salida por aquí, deprisa!!!”
Bajaron a las vías y echaron a correr por sus vidas. Claire miró atrás durante un instante. Los caminantes bordaban al andén y a las vías desde los pasillos de la estación, inundando la zona en persecución de los supervivientes restantes.
“¡¡Aaaaah…!!”
Las piernas de Claire estaban entumecidas debido a las ataduras de hacía un rato, y todavía estaba cansada debido a su incursión en el nido, pero siguió corriendo. Los rugidos se acercaban. Prefería no pensar en lo que pasaría si se detenía por un segundo.
Marcus echó a correr junto al resto del grupo tan pronto lo alcanzaron. Una o dos linternas asustadizas les permitían ver a duras penas el contorno de los túneles.
“¿¡Dónde está la salida…!? ¿¡¡Cuál es el plan!!?” gritó William.
“¡¡Justo ahí, ese pasillo…!!” respondió Marcus, apuntando a algún sitio frente a ellos.
Las luces convergieron en una abertura en la pared del túnel. Parecía otro corredor de personal, como el que habían usado para colarse en el metro aquella mañana. Ya había alguien allí, haciendo aspavientos con las manos.
“¡¡Deprisa…!! ¡¡Aquí!!”
Alguien más emergió del pasillo, sacó una pistola, y empezó a disparar contra los caminantes que perseguían al grupo. Era poco probable que fuese a servir de algo, pero cualquier esfuerzo por ralentizar a la horda era bienvenido. Los fuertes disparos eran apenas distinguibles por encima de los rugidos de la multitud de cadáveres hambrientos.
“¡¡Este pasillo lleva al exterior!! ¡¡Vamos, entrad, rápido!!” Marcus apremió a todo el mundo a apretujarse al interior del pasillo.
Claire siguió a William de cerca, luchando con todos los demás por ganarse un hueco en el apretado corredor.
“¡¡Quítate del medio, joder!!”
“¡¡Para de empujar!!”
“¡¡Moveos!! ¡¡Moveos, joder, están llegando…!!”
A aquellas alturas, todo el mundo parecía preocuparse exclusivamente por su propia supervivencia. Claire centró la vista en la espalda de William, no quería separarse de él. Sus oídos solo percibían gritos, jadeos, pasos y gruñidos.
Llegado cierto punto, cruzaron el umbral de una puerta. Apenas pudo pasar al otro lado antes de que alguien tratase de cerrarla.
“Eh, ¿¡¡¡qué cojones estás haciendo!!!? ¡¡¡Abrid la puerta!!!” gritó alguien, con la gran puerta metálica cerrándose de repente en sus narices.
La empujaron y le dieron de golpes. Un lado luchaba para cerrarla mientras el otro lado se esforzaba por abrirla de nuevo.
“¿¡¡Qué está pasando!!? ¡¡No nos dejéis aquí!!”
“¡Eh, aún queda gente ahí atrás! ¡¡Abrid la puerta!!”
Gritos espantosos inundaron el pasillo.
“¡¡¡Oh, dios, están aquí…!!! ¡¡Por favor, por el amor de dios…!! ¡¡¡Abrid la puerta…!!!”
“¡¡¡Aaaaaarrghhh!!!”
Más gritos se unieron a sus desesperadas voces, junto a los sonidos burbujeantes de lo que probablemente eran carne y huesos siendo despedazados. Un brazo asomó por detrás de la puerta a medio cerrar. Sus venas brillaban intensamente con un aura azul, y se balanceaba de forma salvaje, tratando de agarrar algo.
“¡¡Cerradla, rápido!!”
“¡¡Aún hay gente ahí fuera!! ¡¡¡No podemos…!!!”
“¡¡Ya están muertos, joder!! ¿¡Acaso queréis morir todos!?”
“¡¡¡¡¡Cerradla!!!!!”
Alguien golpeó el brazo repetidamente con algún tipo de arma de filo, una y otra vez, hasta que la piel y los músculos empezaron a desprenderse y los huesos a reventar. El grupo se lanzó contra la puerta, empujándola hasta cerrarla del todo antes de que los caminantes terminasen de lidiar con los rezagados y cambiaran por completo su foco de atención. La puerta fue cerrada con llave, y los golpes comenzaron casi inmediatamente, con varios puntos mostrando curvatura y deformaciones en cuestión de segundos.
“¡Oh, cielo santo…! ¡Oh, no…!” murmullos ahogados llenaron el pasillo.
“¡Esta puerta no aguantará! ¡Tenemos que irnos! ¡Ahora!” La voz de Marcus retomó el liderazgo una vez más, provocando que todo el grupo se moviera a un tiempo.
Claire siguió al grupo. Su conciencia ya no estaba tomando decisiones racionales. Acababan de abandonar a varias personas a que afrontasen una muerte segura en el instante en que les cerraron la puerta en la cara. Les había ayudado a empujar, no se lo había cuestionado ni por un momento. ¿Se había apoderado el pánico de ella? Quería vivir. Tenía tantas ganas de vivir que aparentemente estaba dispuesta a condenar a otros en su lugar. Tenía un gran sentimiento de culpa por ser una carga para los demás, por causar muertes inocentes, por lo ocurrido en el refugio del rascacielos… Y, sin embargo, en aquel momento de frenesí, ¿le parecía bien el oír las agonías de muerte de otra persona, siempre y cuando ella pudiese salir sana y salva?
Vaya un chiste de mal gusto.
******
William no había tocado la puerta. En cuanto había comenzado a cerrarse, sabía que los que se habían quedado atrás estaban acabados. Siendo sinceros, si la hubiesen vuelto a abrir, habrían muerto todos. Probablemente era lo correcto, por muy cruel que fuese. Pero él no ayudó. O más bien, no pudo hacerlo.
Aquel recuerdo doloroso otra vez. Tras una puerta cerrada, sabiendo que no puedes abrirla, oyendo los gritos y llantos provenientes del otro lado… Y con alguien urgiéndote que la mantengas cerrada, pase lo que pase.
Sacudió la cabeza y siguió corriendo. No era el momento de recordar cosas. Tenían que salir, y tenían que hacerlo rápido. El sonido chirriante del metal doblándose y las bisagras volando en pedazos no tardó en inundar los pasillos.
******
Nora siguió a Desmond a través del umbral de la puerta, y salió al vestíbulo principal de la estación de metro. Había estado allí, algunas horas atrás. El cambio de posición del sol en el cielo había provocado que la luz se moviese, generando sombras en direcciones diferentes, pero la apariencia general del lugar era prácticamente la misma.
Muebles y objetos arbitrarios estaban esparcidos por todo el lugar, como si una gran ola hubiera pasado por la zona y arrastrado todo hacia dentro, hacia las escaleras que llevaban al subsuelo. Por suerte, parecía que todos los caminantes cercanos habían desaparecido en la oscuridad del metro. No quedaba ninguno en el edificio principal, al menos no a plena vista.
Los dos salieron de las sombras, acercándose a la zona central desde el lateral derecho. A ambos lados de la abertura que llevaba al subterráneo, varios pares de escaleras conectaban el nivel de suelo con el piso superior.
“A-Ahí… Ahora tenemos que subir. La sala segura debería estar en el piso de arriba.” susurró Desmond. “Si los demás consiguen salir, deberían poder e-encontrarnos ahí…”
Con pasos cuidadosos, el dúo se acercó a la base de las escaleras. Algo acerca del ambiente de la zona no estaba bien. Por supuesto, la amenaza de que todavía quedasen caminantes cerca era un hecho. Quizá hubiese más hordas en camino, atraídas por lo que fuera que estaba pasando allí abajo. Pero el instinto de Nora le avisaba de algo más. Una extraña combinación de ansiedad e incomodidad, manteniéndola de los nervios y haciendo que sus ojos botaran por todas partes, tratando de identificar algo entre las sombras.
Debería haber aprendido a confiar más en sus instintos.
“Alto.” se le congeló la sangre en las venas. Al principio no supo de dónde provenía aquella voz, pero su mente no necesitó aquella información para casi entrar en estado de shock. “Vaya, vaya… Ya me imaginaba que estarías escabulléndote por aquí, en alguna parte.”
Nora se aferró de forma inconsciente a Desmond, enterrando su cabeza en su espalda, temblorosa una vez más. A él no pareció importarle.
‘No… Otra vez esto no… Por favor, ¡vete…! ¡Por favor…!’
“A-Allí arriba… La b-barandilla, en el piso de a-arriba…” murmuró Desmond.
Aunque estaba aterrorizada, echó un vistazo. Incluso a una cierta distancia y sumido en la penumbra, le reconocería en cualquier sitio. El hombre que había convertido su vida en una pesadilla. Una pesadilla de la que no conseguía despertar, incluso con el mundo patas arriba.
Logan se apoyaba en la barandilla de cristal con una postura relajada, sujetando una pistola con su mano derecha, apuntándoles directamente. Desmond, quien mantenía la calma contra todo pronóstico, echó la mano bajo su chaqueta y sacó su propia pistola, con la que procedió a encañonar a Logan.
“Guau… ¿Acaso todo el mundo tiene una pistola aquí? Creía que estos tíos estaban faltos de armas… ¡Eh, chicos! ¡Tenemos compañía aquí!” gritó, hablando con alguien a quien no podían ver aún.
“…p-por fa…vor…” la voz de Nora salió en hilos.
“¿E-Eh…?” Desmond no pudo oírla.
“…por favor… a-ayúdame…”
Antes de que pudiera seguir rogándole, más gente se unió a Logan en el piso de arriba, la mayoría de ellos armados. Uno de ellos vestía un traje.
“Ah, señorita Lamb, vaya un encuentro desafortunado.” la voz de Julien resonó en sus oídos, más parecida a ruido que a una voz de verdad. “Una pena que ya no necesitemos sus servicios, ¿verdad?”
“¿Lo hacemos?” preguntó Logan.
“Sí. Será un problema menos del que preocuparse. Desháganse de ellos.”