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Wither With Me (Español)
CAPÍTULO 29 – CALLEJÓN SIN SALIDA

CAPÍTULO 29 – CALLEJÓN SIN SALIDA

Las partículas blancas, casi brillantes, se esparcían aleatoriamente sobre la tierra con cada balanceo delicado de su mano, dándole una apariencia que le recordaba a un glaseado de azúcar en polvo. Cogió el rastrillo de mano y procedió a mezclarlo con la tierra de manera uniforme. En cuanto terminó, avanzó un poco a gatas, y volvió a repetir todo el proceso en una nueva sección de tierra.

Claire había pasado el último par de horas trabajando en los cultivos que cubrían el patio interior del edificio. Su mente se había abstraído tanto en la tarea que apenas oyó a William acercársele por la espalda.

“Hemos acabado de cargar el camión con suministros y armas. Nos iremos pronto.” dijo.

“Ya veo. Trataré de apresurarme. Me uniré a vosotros tan pronto pueda.” Claire continuó trabajando la tierra en silencio por un rato. “Dije que podrías contar conmigo para esto, pero al final no creo que vaya a poder hacer gran cosa, ¿no…?”

“¿Qué quieres decir?”

“Bueno, tengo la sensación de que no estaremos de vuelta por un tiempo… No creo que pueda cuidar de estas plantas apropiadamente hasta su próxima cosecha. Les puedo dar una última comida antes de irme, pero…”

“No pasa nada. Hiciste lo que pudiste.” William le echó un último vistazo al patio antes de girarse y echar a andar hacia la puerta por la que había venido. “Tómate tu tiempo.”

Claire le vio desaparecer en la oscuridad del edificio.

‘Este lugar todavía le recuerda a ella, ¿eh…?’

“Vale, venga… ¡Tenéis que comer bien…!” dijo, mientras aplicaba otro puñado de fertilizante.

Las hojas brillaban bajo la luz matutina, agradecidas por recibir amor y cariño en un mundo al que ya no le quedaba ninguno de los dos.

******

“Gira a la derecha…”

“Vale, um… Ahora a la izquierda.”

“¿Es eso una rotonda? Vale, vete… ¿por la segunda salida, creo?”

Las direcciones de Nora venían en intervalos irregulares, llenas de reticencia y escepticismo hacia sí misma. Sin embargo, en ningún momento dudaba una vez se decidía por una dirección en particular.

En la mayoría de las ocasiones, indicaba el camino correcto al instante. Otras veces, tenían que detener momentáneamente el camión, dado que parecía sufrir leves dolores de cabeza cuando trataba de concentrarse mucho en sus pensamientos. O visiones. O voces, o lo que sea.

William la observó quejarse mientras se frotaba la frente en el asiento del copiloto. Suspiró. Tenía muchas cosas en mente, pero decidió reservárselas y no molestarla. Mantuvo la mano en el volante, y el pie en el pedal, a la espera de su señal.

“Nora… ¿Te encuentras bien…?” preguntó Claire, asomándose desde el compartimento de carga a través de la ventana trasera de la cabina.

“Sí, estoy bien… Es sólo que… duele.” respondió Nora, descansando la cabeza contra el cabezal del asiento. Algunos momentos después, con los ojos cerrados, alzó su brazo derecho, apuntando hacia una calle cercana. “…por ahí.”

William se aguantó y siguió sus instrucciones con diligencia. Y no era porque creyese en lo que estuviera pasando dentro de su cabeza. No, el motivo era mucho más tangible.

De vez en cuando, se cruzaban con pistas sutiles pero evidentes a lo largo de la carretera. Coches volcados. Cadáveres de caminantes tirados por ahí, aplastados por algo grande y pesado. Marcas de derrape en el asfalto. Si se conectaban los puntos, el resultado era claro como el agua: estaban siguiendo un rastro.

‘Bueno, algo de razón tiene. Eso no se lo puedo negar.’

El camión se pasó varias horas siguiendo las indicaciones de Nora por la ciudad, hasta el mediodía. Condujeron una buena distancia a lo largo de la orilla del río, hasta que pudieron cruzarlo mediante un puente todavía intacto. Luego, se embarcaron en una ruta hacia el oeste, sinuosa pero bien definida.

No era en absoluto un viaje sencillo. La población de caminantes en los distritos al oeste era, por desgracia, bastante abundante. Los grupos más pequeños eran incapaces de detener el camión, y podían pasarles por encima o empujarlos con facilidad. Cuando se cruzaban con hordas especialmente grandes, se veían obligados a tomar desvíos considerables para evitar ser rodeados o enterrados bajo las multitudes.

El estrés de William se estaba yendo por las nubes, y rápido. Aquel medio de transporte era peligroso. Se le ocurrían muchas, muchas formas en las que su seguridad podía verse comprometida. En comparación con sus prácticas habituales usando los tejados, conducir era temerario. Sin embargo, si querían transportar una cantidad razonable de personas a lo largo de grandes distancias, junto a todos los suministros necesarios, era la única opción.

Era bastante obvio que Nora y Claire no querrían quedarse atrás, William había asumido desde el principio que se unirían a la operación de rescate de Lilian. Sin embargo, las intenciones de Marcus eran ambiguas. Parecía demasiado involucrado con todo como para plantearse siquiera el quedarse atrás, pero su implicación era en sí un misterio. Sabía demasiadas cosas, y apenas compartía nada. William lo detestaba, pero no podía hacer nada al respecto. Amenazarlo a punta de pistola o darle una paliza no serviría de nada, excepto disuadirlo de ayudarles. Y necesitaban su ayuda.

Luego estaba Desmond. Ni un solo superviviente del refugio del metro se ofreció voluntario a ir con ellos, pero Desmond estaba deseoso. No era de extrañar, dado que se dirigían al oeste, a donde su mujer y su hija habían sido enviadas. No había garantías de que su viaje fuese a llevarlos al hospital, pero William tenía la impresión de que todas aquellas coincidencias eran un augurio de cosas por llegar.

William todavía no le había dirigido la palabra desde su conversación tras el incidente del metro. Seguía sin saber qué decirle, o como tratar con él. Había sido Claire quien había hablado con él. Estaba agradecido por ello; de ese modo podía mantenerlo fuera de su cabeza y concentrarse en asuntos más inmediatos e importantes.

Como, por ejemplo, mantener el camión a salvo en la carretera. Giró el volante, zigzagueando alrededor de vehículos siniestrados, siguiendo el dedo Nora a donde fuera que apuntase.

******

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“¿Está interesante la lectura?” la voz de Marcus sobresaltó a Claire y la sacó de su trance.

¿Un descuido? Tal vez. No había nada que Marcus pudiese hacer para ganarse su confianza, y aun así había bajado la guardia al sumergirse en aquel libro. La inquietaba, especialmente debido a la cantidad de armas disponibles en la parte trasera del camión.

“¿S-Sí…? ¿Qué te importa…?” respondió.

Marcus le echó un vistazo a la portada del libro, entrecerrando los ojos un poco desde la esquina opuesta del compartimento.

“Eso es un libro de entomología… Nada, tan sólo tenía curiosidad.”

“¡Hmpf…!”

Manteniéndolo vigilado por el rabillo del ojo, regresó a las páginas. Cuando no estaba con sus amigos, estudiando o haciendo ejercicio, Claire siempre había sido una empollona. Solía encantarle leer, y estaba constantemente buscando más libros interesantes que consumir.

A pesar de lo tranquilas que habían sido las últimas horas, sabía que la situación podía tomar un giro drástico en cualquier momento. Aun así, prefería leer en lugar de mirar a las paredes. Había elegido aquel libro en concreto siguiendo una corazonada estúpida; no le gustaban demasiado los insectos, pero le resultaba relajante de todos modos. Hacía tiempo que no profundizaba en la intrincada delicadeza de las palabras escritas.

El camión se detuvo por completo, como tantas otras veces. Pero no era debido a uno de los dolores de cabeza de Nora. Si así fuese, William no habría apagado el motor.

“Eh…” la voz de William llegó desde la parte delantera del camión. “Algo no va bien. Deberíamos echarle un ojo a esto.”

Claire dejó el libro y se acercó deprisa a la ventanilla de la cabina.

“¿Qué pasa? ¿¡Es sobre Lilian!?” preguntó.

William no le respondió. Le hizo a Claire una señal con la mano, apuntando a Nora, quien tenía una expresión angustiada en la cara.

“¡No… No puedo oír su voz…! ¡¡Ya no puedo oírla…!!”

“¿¡Qué…!?”

‘¿Y si…? ¡No, no, eso no puede ser…! ¡Por favor, Lilian, dime que estás bien…!’

“Además, mira eso.” William guió su atención hacia el parabrisas. “Joder…”

Justo frente al camión, Claire vio una escena perturbadora. Coches destruidos apilados unos encima de otros y esparcidos por toda la calle, grietas en el asfalto, señales de daño estructural en los edificios cercanos… Pero si tuviese que destacar algo, sería la sangre. La sangre, y los restos de carne diseminados por la zona, junto a los cadáveres de varios caminantes.

“Oh, santo dios, ¿es eso…? Oh… Ugh…” lo que veía le revolvió el estómago.

En mitad de la carretera, volcada de lado, había una furgoneta azul.

“¡E-Esa furgoneta…!” dijo Nora, empezando a ponerse nerviosa de verdad. “¡¡Huyeron en esa furgoneta…!!”

“¿Estás segura de eso?” preguntó William.

“¡La reconocería en cualquier sitio, lo prometo…! ¡Es su furgoneta…! ¡No… Lilian…!”

“Vale... Vosotras dos, quedaos aquí.” William se giró en el asiento y se encaró directamente hacia el compartimento de atrás. “¡Marcus, te vienes conmigo! Tenemos que echar un ojo por aquí…”

******

Tal y como William sospechaba, intentar huir de aquella criatura era un error, incluso con un vehículo. Le sorprendía que hubiesen conseguido llegar tan lejos. Y, por supuesto, aquel escenario significaba malas noticias para todos. Si no podían escapar con un coche, tratar de hacerlo a pie sería una locura.

‘Entre estos restos, quizá… Espero que no sea el caso, pero…’

El lugar entero estaba plagado de sangre y cuerpos troceados. En la carretera, rociados sobre los coches cercanos… William se fijó concretamente en el tamaño de los restos. Ninguno de aquellos brazos o piernas parecían lo bastante pequeños como para pertenecer a Lilian. Aquellos pobres diablos habían sido hechos trizas con una ferocidad insondable, pero la chica no parecía estar entre ellos. Era eso, o había sido obliterada en pedazos por completo.

‘Nora dice que ya no puede oírla… Maldita sea, esto tiene mala pinta…’

Los pasos de Marcus se le acercaron por detrás, justo cuando se percató de algo peculiar entre los cuerpos. Armas. Algunos de los cadáveres todavía sostenían sus rifles, y sus ropas tenían inconfundibles patrones de camuflaje. Aquellos cuyos cuerpos todavía tenían aspecto humano vestían chalecos antibalas, además de toda clase de equipamiento de grado militar.

“Estos tipos son…”

“Soldados.” dijo Marcus. “Había un equipo estacionado aquí…”

“¿Y…? ¿Qué nos dice eso?”

“Nada, me temo… No tenemos radio. No puedo contactar con ellos. No estoy al tanto de su situación actual…”

“Mierda… Bueno, la chica no parece estar aquí. De alguna forma, se ha escabullido. ¿Y ahora qué?”

“El Hospital Saint Marie está cerca. ¿Quizá sea una buena idea echarle un vistazo? Hemos enviado allí a suficiente gente como para formar una comunidad. Pequeña, pero activa. ¿Quizá alguien oyó o vio algo?”

“Muy bien… Cojamos todo lo que aún podamos utilizar, y pongámonos en marcha. Este sitio me está dando escalofríos.”

‘Así que al final sí que vamos a ir a ese hospital. A estas alturas ya ni me sorprende…’

Miró a Nora, quien le observaba desde el camión, mordiéndose las uñas con ansiedad. Peinó la zona con los ojos una última vez, luego la miró de nuevo y le dio una negativa con la cabeza. Ella captó el mensaje. Dejó en paz las uñas, cerró los ojos y se hizo bola en el asiento del copiloto.

‘Joder, espero que la chica esté bien…’

******

Aquellos tipos no eran soldados, Marcus estaba completamente seguro de ello. Incluso si sus uniformes eran similares a los del Ejército, su equipamiento no cumplía ningún reglamento estándar. No eran soldados ordinarios, sino fuerzas especiales. No oficiales. Y tenía una buena idea de cuál era su identidad.

Mientras William se mantenía ocupado recogiendo armas y equipo de los caídos, Marcus llevó a cabo una observación más detallada del entorno.

En el suelo, escondido entre unos escombros, vio un pequeño objeto metálico. Tenía forma de contenedor, no tardó en identificarlo como algún tipo de granada de humo. Lo recogió y lo inspeccionó. Estaba gastada.

Analizó los cuerpos que habían quedado relativamente intactos tras la matanza. Uno de ellos le llamó la atención. Mutilado y arrojado contra uno de los coches, el impacto probablemente lo había matado en el acto. Algo asomaba desde uno de los bolsillos de su chaleco. Un objeto pequeño de forma rectangular. Marcus lo cogió, y procedió a abrirlo. Era un pequeño contenedor, con un interior blando y acolchonado que albergaba una jeringa. El tubo estaba vacío.

‘Vale… Creo que me hago una idea de lo que ha pasado aquí…’

Aquellos hallazgos no hicieron sino agravar sus sospechas. Aquella gente se había puesto en marcha. Se les estaba acabando el tiempo, y Lilian estaba en el ojo de la tormenta.

Tenía que ponerse en contacto con el Ejército lo antes posible. Necesitaba una radio. Y el Hospital Saint Marie tenía la más cercana de la que tenía constancia.

******

“Central, ¿me recibís? Aquí Prometheus-01, nos acercamos a la posición de la última transmisión conocida de Hephaestus. Cambio.”

“Te recibimos, Prometheus. Proceded con cautela. La situación en ese sector sigue siendo una incógnita. Vais a ciegas.”

“Recibido.”

Los ojos del soldado escanearon los alrededores a través del visor con precisión milimétrica mientras avanzaba hacia el objetivo, un cuidadoso paso tras otro. Su rifle seguía el rastro de su mirada, listo para abrir fuego al mínimo signo de peligro. Tras él, otros cuatro soldados le seguían los pasos.

“El objetivo está a unos veinte metros al frente. Preparaos para el contacto. PT-02 y PT-03, mantened los ojos en los edificios. PT-04 y PT-05, vigilad nuestras seis. Vamos.”

“Entendido.” Cuatro voces distintas dieron su confirmación una tras otra, y el equipo entero caminó como una sola entidad.

A medida que avanzaban, sus botas pronto empezaron a dejar tras de sí una hilera de huellas ensangrentadas. El escenario reflejaba una espantosa masacre. Una furgoneta azul yacía de lado en mitad de la calle, rodeada de escombros y restos de cadáveres.

“Central, aquí Prometheus-01. Hemos alcanzado el objetivo. Hephaestus parece haber establecido combate con enemigos no identificados. Cambio.”

“¿Cuál es su estado?”

“En pedazos.”

“Entendido.”

“Considerando el estado de los cuerpos y del entorno, es poco probable que haya sido obra de entidades de clase inferior. Es factible asumir la presencia de un pretoriano en la ciudad.”

“Informe recibido, Prometheus.”

“¿Procedemos con la operación de acuerdo al plan original?”

“Afirmativo. Si se confirma que la identidad del agresor es efectivamente un pretoriano, evitad el contacto a toda costa hasta que podamos proporcionaros más apoyo. De lo contrario, proceded según lo planeado.”

“Entendido.”