Las alarmas del laboratorio se habían silenciado al fin. Sin embargo, la habitación continuaba sellada y bañada en luz carmesí.
Marcus se arrastró como malamente pudo hasta la pared más cercana y se apoyó de espaldas contra ella. Le pesaba la cabeza. Con los sistemas de ventilación bloqueados, la estancia estaba aislada del exterior. El gas no tenía por dónde salir. No tardarían en aparecer los primeros síntomas del envenenamiento.
Elizabeth caminaba en círculos. No era idiota. Probablemente había llegado a la misma conclusión que él. Había dejado su pistola, pues matarle ya no serviría ningún propósito.
Suspiró, se acercó a una silla de oficina, y tomó asiento.
“Te veo muy tranquila para estar a punto de morir…” dijo Marcus.
“Mira quién ha ido a hablar.”
“Admito que no me ha costado mucho aceptarlo. He hecho cosas malas. Cosas que no debería haber permitido… Creo que merezco acabar así.”
“¿…Evelyn, supongo?” Marcus asintió. “No sé ni cómo se te pudo ocurrir. Tu departamento probó de todo con ella, ¿no? Incluso después de que el Sting la transformase de forma irreversible. Convertir a tu propia hija en un cobaya… ¿Y yo soy el monstruo? No me hagas reír, no me apetece.”
“Estaba desesperado. Cegado. No podía dejarla ir. No lo entenderías, Elizabeth… A fin de cuentas, no era tu hija.”
“Lo entiendo, pero no lo comparto.” hizo una pausa prolongada. “Es por esto mismo que nunca quise preocuparme por invertir en relaciones emocionales. ¿Para qué? Quizá puedan hacerte feliz, pero también pueden corromperte hasta la médula. Paso. Te diré una cosa: yo lo tenía muy fácil en comparación. Una vida equilibrada y estable, más dinero del que me apetecía gastar, un trabajo que me permitía aportar algo por el beneficio de la humanidad… y cero dramas familiares o sentimentales. ¿Qué más podría pedir?”
“¿El beneficio de la humanidad…? Creo que el cianuro ya te debe de estar afectando al cerebro…”
“Simplemente vemos las cosas desde puntos de vista distintos, Marcus. Tú solo estás considerando lo negativo. Controlar el Sting puede cambiarlo todo, y no necesariamente a peor. Podríamos doblegar a esas cosas para siempre. No haría falta erradicarlos; podríamos coexistir. Con todas las implicaciones que ello acarrea.”
“¿Y confías en que ZEUS se responsabilice de ello? Estás mal de la cabeza. Concede el poder a un único grupo o individuo, y nos autodestruiremos como especie. Los stingers serán el menor de nuestros problemas.”
“No he dicho que confiase en ZEUS. Pero, la ruta que han tomado va en la dirección correcta, aunque la meta final pueda diferir.”
‘Cada uno es el héroe de su propia historia, ¿eh…?’
Elizabeth deslizó la mano al interior de su bata y extrajo un teléfono móvil. Sus dedos comenzaron a toquetear la pantalla, y al cabo de un tiempo se detuvieron. Acercó el dispositivo a su boca y comenzó a hablar.
“A quienquiera que esté a la escucha: estamos realizando una operación de evacuación en la Torre Kurtis, en el centro de la ciudad, esta misma tarde. Tenemos un helicóptero, con plazas libres. Si buscas ayuda, esta podría ser tu última oportunidad.”
“¿¡Qué estás haciendo…!?”
“Y… listo.” realizó algunas operaciones más en el móvil y lo depositó sobre la mesa. “Emitiendo en bucle, hasta que este trasto se quede sin batería. Cualquier radio en la ciudad debería poder recibir el mensaje.”
‘Cuanta más gente acuda al lugar, más complicada será la evacuación… y más fácil resultará una infiltración por parte de los mercenarios de ZEUS. ¿En serio? ¿No has tenido suficiente?’
“¿Por qué me miras con esa cara? ¿Qué esperabas, una redención de última hora? Voy a ser consecuente con mis ideales. Tú has apostado por tus compañeros. Yo apostaré por los míos. Así de simple.”
Marcus apretó los dientes y presionó con fuerza sobre la herida de bala en su costado, mientras puñaladas de dolor le recorrían el cuerpo. La cabeza le daba vueltas. No le quedaba mucho tiempo.
“Debí haber acabado con esto cuando tuve la oportunidad…”
“Sinceramente, me pregunto por qué no lo hiciste. No me malentiendas, comprendo que no hayáis hecho nada hasta el último momento. Necesitabais comprar tiempo. Pero, ¿ahora? ¿Teniendo un arma, y con el factor sorpresa de tu parte? ¿Eres idiota?”
“No pude hacerlo… Supongo que en algún momento debí de sentir algo por ti, Elizabeth. Algo real, aunque resultase ser completamente unilateral. Y Evelyn… a ella también le gustabas, a pesar de tu rechazo. Sí, quizá sea un idiota.”
Elizabeth suspiró y se levantó de su asiento. Abrió un armario, rebuscó entre numerosas cajas y recipientes, y extrajo una botella de whisky, ya empezada. Estaba claro que, por muy diligente que fuese, nunca había abandonado sus malas costumbres. Marcus prefirió no preguntarse cómo se las había apañado para colarla a través de la seguridad del laboratorio.
Se le acercó y se sentó en el suelo a su lado. Tras echar un trago directamente de la botella, se la ofreció. Marcus la aceptó. El líquido ardió por su garganta, provocándole un repentino ataque de tos.
“¿Muy fuerte para ti?”
“Un poco, sí…”
Elizabeth dejó escapar una risita disimulada. Marcus no pudo evitar fijarse en sus manos, algo en ellas le llamó la atención. Temblaban.
“¿Sabes…? Es irónico que diga esto, pero me gusta tu sinceridad. Supongo que, al final, sí que tienes algo que me resulta atractivo…”
“Guárdate el sarcasmo… No creo que sea necesario…”
“Sarcasmo, ¿eh…? Anda, trae la botella…”
Marcus se la entregó. Sus propias extremidades habían empezado a temblar también. Sentía náuseas, y comenzaba a faltarle el aliento.
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El alcohol continuó cambiando de manos, una y otra vez, hasta que dichas manos ya no fueron capaces de sujetar la botella.
******
“¡Coronel! ¿¡Está autorizada esa transmisión!?” exclamó uno de los soldados que acompañaban a Rowan.
“No, no lo está.”
“Señor, esa voz… Es la Dra. Elizabeth, ¿¡no es así!?” preguntó Isaac. “¿¡Ella era el topo!?”
“Eso parece, capitán. Y todo apunta a que nos va a obstaculizar hasta el final. ¡Lo peor puede que esté aún por venir! ¡Concéntrense, caballeros! ¡Quiero ver a todo el mundo de una pieza cuando volvamos a casa!”
“¡¡Sí, señor!!”
El preciado maletín vibraba en el regazo de Rowan con cada bache o curva que tomaba el camión.
‘Marcus…’
Algo había salido mal en el plan del doctor. De lo contrario, aquella transmisión no habría visto la luz del día. Sin embargo, todas las piezas cruciales habían abandonado a salvo el centro de investigación y se dirigían hacia el punto de evacuación. La identidad del espía había sido revelada. ZEUS había perdido valioso tiempo.
El plan, de momento, funcionaba.
‘No, no podemos bajar la guardia. No hasta que estemos en el aire. No mientras siga habiendo factores impredecibles en juego.’
“Páseme la radio, soldado.”
“Aquí tiene, señor.” respondió el hombre, entregándole el aparato.
“Aquí el Coronel Rowan. Central, ¿me reciben? Cambio.”
“Aquí Central. Le recibimos, coronel.”
“Nos encontramos de camino al punto de evacuación, pero todo apunta a que ZEUS todavía tiene activos en la zona. Debemos esperar resistencia enemiga durante la operación. ¿Cuál es el estado de los transportes?”
“Entendido, coronel. El escuadrón de transporte se encuentra ya de camino, alcanzarán la posición objetivo en aproximadamente cuatro horas. También hemos enviado unidades de combate para brindarles apoyo aéreo, según lo acordado.”
“Recibido.”
Cuatro horas. Ese era el tiempo del que disponían. Lo único que tenían que hacer era llegar al helipuerto de la Torre Kurtis y esperar. A nivel conceptual, no era una tarea difícil. Tenían la situación bajo control, ¿no?
Algunas décadas atrás, se habría convencido a sí mismo de ello.
******
El olor de la sangre fresca permeaba toda la habitación a su alrededor e inundaba sus fosas nasales, hacía que su cerebro se estremeciese. La experiencia era liberadora, afrodisíaca.
“Putos desgraciados… ¿No teníais otro agujero en el que esconderos? ¿En serio? ¿Es que no habéis aprendido nada en todo este tiempo? Mira que había sitios mejores, joder… Deberíais haber imaginado que el cachorrito que echasteis de casa, tarde o temprano, encontraría el camino de vuelta…”
Jacobs caminaba de forma errática por la habitación mientras monologaba. Los llantos de un hombre resonaban contra las paredes, mezclándose de forma intermitente con su propia voz. Música para sus oídos.
“Han debido de ser unos meses de lo más movidito, ¿eh? Arrastrándoos como ratas igual que todos los demás… Aunque vosotros os habéis puesto hasta el culo de coca mientras lo hacíais.”
Mientras caminaba, tropezó con un cuerpo en el suelo.
‘Ricky, viejo bastardo… Debí haberte apuñalado más, cuando aún podías gritar…’
Con desdén, escupió sobre el cadáver del que antaño había sido su jefe, para luego encararse hacia el hombre que lloriqueaba sin descanso en el centro de la habitación, amarrado a una silla de madera.
Antes de acercársele, giró la cabeza y miró hacia la puerta de entrada. En la distancia se oían los quejumbrosos gemidos de los caminantes.
“Se ve que os ha gustado el espectáculo.” murmuró, como si pudiesen oírle. “No os preocupéis, tengo más. Pero a este no lo voy a coser a balazos… No, a este lo haré cantar un rato.”
“P-Por favor… P-Piedad… Por favor…” suplicó el hombre.
Jacobs lo miró, frunció el ceño, y se agachó frente a él.
“¿Piedad? ¿Estás de coña, capullo? ¿Tienes idea del asco que me dais? Me paso dios sabe cuántos putos años trapicheando con drogas para vosotros, me la jugáis metiéndome entre rejas, ¿y pretendes que ahora tenga piedad?” Jacobs se dio unos toquecitos en la cabeza con el dedo índice. “Esta ni olvida ni perdona, tío. Hay ciertos cabos que no se pueden dejar sueltos.”
Se metió la mano bajo la chaqueta y sacó unas oxidadas tijeras de podar.
“Por ejemplo, yo.”
Las tijeras se cerraron sobre la carne con un sonido sordo y húmedo; y el dedo cayó a los pies de Jacobs, acompañado de un salpicón de sangre.
“¡¡¡Aaaaaaaaargh!!!”
“No por gritar te va a doler menos. Yo de ti me ahorraría los gritos para más tarde. Aún te quedan otros diecinueve dedos.”
“¡¡P-Por favor, no…!! ¡¡¡Aaaagh…!!! ¡¡Haré lo que sea…!!”
Jacobs deseó haber podido disfrutar el momento un poco más. Las súplicas del hombre despertaban algo adictivo en su interior, una sensación de control, de poder hacer lo que le viniese en gana sin que nadie pudiese impedírselo.
Por desgracia, las tijeras no entendían de súplicas.
…
Tras escabullirse del edificio, Jacobs se encaminó hacia su siguiente objetivo. Sabía que la banda almacenaba algunos suministros de interés en un almacén de las cercanías. Dado que aquellos tipos se las habían apañado para mantenerse vivos todo aquel tiempo, era probable que el almacén siguiese en pie y operativo. De ser así, ya no iban a necesitar sus contenidos.
Había sido sorprendentemente fácil. Si no lo había hecho antes, era porque el viejo mundo nunca lo habría permitido. Pero los tiempos habían cambiado. Ya no existía un sistema organizado que mantuviese a la gente controlada, ya no existían leyes que estableciesen lo que se podía o no se podía hacer, ya no existía una barrera que separase lo moral de lo inmoral.
Aquel pasado opresivo había dejado una cicatriz en su mente, la sombra de un parásito jerárquico que lo mantenía a raya como si de un grillete se tratase. Pero ahora se sentía libre, más libre que nunca.
Sin embargo, aquella libertad bien podría ser efímera.
La puerta trasera del almacén estaba cerrada. La pateó varias veces, hasta que la cerradura cedió, revelando una estancia oscura en el interior. En cuanto inspeccionó el lugar con el haz de la linterna, sus ojos se iluminaron con la ilusión.
‘Sí… Esto servirá.’
Todavía quedaban parásitos de los que librarse. Y si les dejaba campar a sus anchas, se reproducirían. Proliferarían. Devolverían el orden a un mundo que estaba mejor sin él.
‘Una evacuación en la Torre Kurtis… Deben de ser los militares. ¿Quién va a ser si no? Solo los militares tendrían los recursos necesarios para organizar una evacuación aérea en este lugar. Y, si planean evacuar, solo puede significar dos cosas: o se marchan con el rabo entre las piernas, o han conseguido lo que buscaban y vuelven a casa triunfantes… ¿Qué hago? ¿Quedarme de brazos cruzados y mirar? ¿Ir con ellos y acabar otra vez entre rejas? Y una mierda. Se me ocurre una opción mucho más interesante.’
******
“Aquí [ZEUS]. Cambio.”
“Aquí Hades. Les recibimos, [ZEUS].”
“Nyx ha fracasado. La transmisión que se emite desde el centro de investigación es prueba de ello. Las muestras estarán ahora de camino al punto de evacuación, y el enemigo estará en guardia frente a nuevas operaciones. Inicien el protocolo de limpieza.”
“¿Limpieza, señor…? Todavía podríamos estar a tiempo de intentar una infiltración en la Torre Kurtis.”
“Esa tarea pertenece a Prometheus.”
“Entonces, ¿eso implica que…?”
“Ya conocen las instrucciones.”
“Entendido, señor.”
La radio se silenció, y HA-01 se revolvió ligeramente en su asiento. La orden de limpieza no era algo que pudiesen tomarse a la ligera. Hubiera preferido hacerlo de otra manera, pero no iba a morder el brazo que les daba de comer.
“Preparaos para entrar en acción, Hades.”
“Sí, señor.” respondieron dos voces a su espalda.
Manipuló una serie de interruptores y controles, y el motor del vehículo se encendió, con un sonoro rugido que aumentó en volumen hasta hacerse ensordecedor.
“En marcha.”