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Wither With Me (Español)
CAPÍTULO 40 – AFICIONADOS

CAPÍTULO 40 – AFICIONADOS

“¡Señor, no puedo contactar con [Fox]…!” dijo Connor.

“Podría haberle ocurrido algo… ¡Tenemos que subir, deprisa!” respondió el Capitán Isaac, mientras cogía la radio. “Central, aquí el equipo Alpha. Hemos perdido el contacto con [Fox]. Hemos conseguido entrar al hospital a través del sótano. Todas las escaleras están bloqueadas, pero hemos encontrado un hueco de ascensor que parece haber sido utilizado para acceder a los niveles superiores. La zona tiene signos de actividad reciente.”

“Recibido, Alpha. Los equipos Charlie y Delta informan de hordas de stingers acercándose al hospital, esperad contacto en cuestión de minutos. Lo prepararemos todo para vuestra extracción, tenéis que terminar la misión lo antes posible.”

“Entendido.”

Isaac escuchó gorjeos provenientes del hueco del ascensor.

“Mierda, el nido de stingers debe de haber superado las barricadas… ¡Inhibidores fuera!” dijo, haciendo que todos los miembros del equipo echasen las manos a sus cinturones.

Todos ellos levaban un cinturón con una ringlera de pequeños contenedores metálicos, aproximadamente del tamaño de una granada de mano. Tan pronto extrajeron la anilla en la parte superior, una fina neblina blanca comenzó a emanar del contenedor y a esparcirse por el aire.

“¡Vale, venga, venga! ¡Todo el mundo arriba!” ordenó Isaac. “¡Atentos a hostiles! ¡En esta escalera somos blancos fáciles!”

El equipo entero ascendió a toda prisa, con su presencia enmascarada por la nube de gas. A medida que subía, Isaac se fijó en las puertas del ascensor. Algunas estaban abiertas de par en par. Los oscuros pasillos estaban despejados de stingers, pero podía oírlos merodeando por las cercanías. Probablemente estuviesen siguiendo el camino más directo y sencillo hacia la parte de arriba, los huecos de las escaleras.

No había tiempo que perder. Stingers en hibernación solo se despertarían de su letargo bajo influencias muy potentes. Una perturbación que les empuje a tomar represalias, un brote reciente que les haga entrar en frenesí… Independientemente del motivo, una vez despiertos, gastarían hasta el último ápice de vitalidad que les quedase en el cuerpo tratando de eliminar la amenaza; sin ningún tipo de autopreservación, hasta que se marchitasen por completo.

‘Los bloqueos de las escaleras los mantendrán a raya por un rato, pero tarde o temprano los atravesarán. ¡Tenemos que apresurarnos, maldita sea…!’

El equipo se halló en el piso superior del hospital. Estaba tranquilo. Casi demasiado tranquilo. No había disparos, ni gritos. Todo lo que Isaac percibía eran tenues gruñidos y voces, provenientes de algún sitio bajo sus pies.

“¡¡A-Aquí Delta, informando a todas las unidades!! ¡Los stingers acaban de encenderse! ¡Repito, los stingers se han encendido! ¡¡Están esprintando a toda velocidad!!”

“¡¡Aquí Charlie!! ¡Nuestro sector está desbordado! ¡Vienen de todas las direcciones! Central, ¿¡¡qué coño está pasando!!?”

“Aquí Central. Equipos Charlie y Delta, desplegad gas inhibidor y retiraos a una posición segura. Ignorad vuestras anteriores tareas. Equipos Alpha y Bravo, tenéis que completar vuestras órdenes y evacuar la zona inmediatamente.”

“¡Aquí Alpha!” dijo Isaac. “¡Estamos en lo alto del hospital, deberíamos establecer contacto con el objetivo pronto, cambio!” se encaró al resto del equipo. “¡En marcha, chicos!”

“¡Sí, señor!”

“Sed precavidos, Alpha.” La Central continuó hablando mientras atravesaban el bosque de maquinaria que ocupaba el piso superior. “Esté fenómeno refuerza nuestras sospechas sobre la presencia de una potencial reina stinger en el hospital. Si lográis confirmar esta hipótesis, su seguridad debe ser de primordial importancia.”

“¡Entendido…!”

No era difícil adivinar por qué sospecharían tal cosa. Previamente, el surgimiento de una reina estable no era más que una teoría. Tenía sentido, se consideraba necesario para que el resto de las piezas encajasen, pero no tenían pruebas. Esto lo cambiaba todo.

La única cosa que podría hacer que stingers imperfectos se encendiesen a plena luz del día era la influencia de feromonas de reina. Y algo así nunca era buena señal. Isaac lo sabía muy bien.

‘¿Es esto… un evento de Convergencia…? No, no puede ser. Si lo fuese, estaríamos recibiendo noticias del exterior. Debo de estar dándole demasiadas vueltas…’

El equipo se apresuró hacia la puerta de salida y se dirigió escaleras abajo, con las armas listas.

******

“¡¡Contacto!! ¡¡Stingers delante!!”

Antes de que tuviesen la oportunidad de refugiarse en interiores, un grupo de stingers los avistó. Corrieron de forma frenética en su dirección, chillando, trepando o saltando sobre los vehículos y obstáculos que se interponían en su camino. No importaba cuánto gas inhibidor usasen, sería inútil si aquellas cosas establecían contacto visual con ellos.

“¡¡Fuego!!”

Sus rifles, equipados con silenciadores, cantaron al unísono. Solo unas pocas balas fallaron. Los zombis fueron derribados, con disparos en la cabeza rápidos y precisos.

“¡Deprisa, entrad! ¡Vendrán a investigar!”

El equipo irrumpió en el edificio, localizó la escalera más cercana, y ascendió al segundo piso. Hicieron una pequeña parada para desplegar otro contenedor de inhibidor.

“¡Aquí Bravo! ¡Hemos seguido al enemigo hasta un bloque de edificios a unos quinientos metros al este del avistamiento inicial! ¡Las calles están infestadas! ¡Estamos atrapados aquí, pero ellos también! ¡Iniciamos silencio de radio! ¡Cambio!”

“Aquí Central. Entendido, Bravo. Proceded con extrema precaución.”

El Capitán Evans estaba nervioso. Era perfectamente consciente de lo peliaguda que era la situación. Un solo error y se convertirían en comida de stinger. Si querían tener alguna posibilidad de salir de allí con vida, tenían que neutralizar al enemigo, tomar refugio en el piso superior, y esperar a que las hordas se calmasen. Mientras estuviesen cerca del suelo, tenían las horas contadas.

El equipo activó sus gafas de visión nocturna. A la señal de Evans, procedieron a adentrarse en el edificio.

Una tienda de ropa, sorprendentemente bien conservada. Fila tras fila de estantes y exhibidores, la mayoría todavía llenos de prendas de todo tipo y tamaño, desgastadas tras meses de abandono. Los posibles escondites eran abundantes. Si querían encontrar a los objetivos, tendrían que peinar la zona rápida y metódicamente. El enemigo no sería tan estúpido como para exponer su posición o hacer ruido innecesario.

Se oían rugidos y gritos salvajes tras las paredes que les rodeaban. Con las calles circundantes plagadas de stingers enloquecidos, las armas de fuego sentenciarían a todos los involucrados. No había potencia de fuego alguna que pudiese detener a una horda rampante en un entorno cerrado. A la orden de Evans, cambiaron los rifles por pistolas silenciadas y cuchillos de combate.

Sin hacer ni un ruido, el equipo se dispersó, cada miembro aventurándose por un pasillo distinto. Casi contenían la respiración, con todos los sentidos puestos en rastrear los alrededores, buscando cualquier indicio de movimiento.

Nada.

Llegaron al fondo de la tienda, y se dieron unos a otros una señal indicando que el área estaba despejada. El equipo se reorganizó de nuevo. Evans y otros dos miembros procedieron hacia la parte de atrás del local; los dos miembros restantes se dirigieron a los probadores.

******

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Giró a la izquierda, hacia los cubículos de los probadores. No tenían puertas, sino cortinas. La mayoría estaban cerradas. Inmediatamente se fijó en el tercero en el lado derecho del pasillo.

Una fina niebla emergía del cubículo, filtrándose por debajo de la cortina.

‘¡Ahí hay alguien…! ¿Es solo uno de ellos…?’

No importaba quién fuese el enemigo, tenían que estar usando también gas inhibidor. De lo contrario, los stingers estarían entrando a borbotones en el edificio.

Se comunicó con su compañero mediante gestos. Se posicionaron a ambos lados de la cortina del cubículo. Tenían que actuar como una exhalación, sin darle ninguna oportunidad para reaccionar. Su respiración era pesada, y sus prendas de ropa y su equipo hacían ruidos inevitables, pero se camuflaban con facilidad bajo los rugidos de las multitudes de fuera.

3… 2… 1… 0.

Su compañero tiró de la cortina, y él se apresuró al interior, listo para someter al objetivo.

‘¡¡…!!’

No había nada dentro, excepto un único contenedor de gas inhibidor sujeto a un colgador en la pared.

Se giró a tiempo de ver cómo se abría la cortina del cubículo en el lado opuesto del pasillo. Una figura emergió de la oscuridad y agarró a su compañero desde atrás. Una mano tapó su boca, mientras la otra hundía algo en su espalda. Se oyó un grito de dolor amortiguado.

Preparó su cuchillo y respondió, rajando el brazo del atacante en un intento de liberar a su compañero.

“¡Gah…!” el corte hizo que el enemigo dejase escapar un leve gruñido.

Si perder el tiempo, comenzó a intercambiar golpes con él, mientras su compañero caía al suelo, claramente herido.

Su oponente consiguió asestarle un golpe contundente en un costado, seguido de un rodillazo directamente al estómago. Aunque su armadura corporal mitigó el impacto, no pudo evitar doblarse y toser. Entonces, sintió una torsión en su brazo, y se vio en el suelo boca arriba.

Por el rabillo del ojo, vio el siniestro relucir de una hoja de acero, lista para hundirse en su cuerpo. Reaccionando por puro instinto de supervivencia, usó su mano libre para coger la pistola, presionarla con fuerza contra la pierna de su oponente, y disparar.

“¡Agh…!” su enemigo gruñó de nuevo, perdiendo el equilibrio y cayendo de rodillas.

Lo derribó a patadas, y aprovechó la oportunidad para incorporarse y someterlo.

Jadeaba, pero se encontraba encima de su objetivo, sujetando una pistola contra un lateral de su cabeza.

“Te tengo, capullo…” susurró.

******

Evans entró a toda prisa en la zona de probadores, seguido de sus dos compañeros. Había oído el ruido, sutil y a la vez feroz. Algo había ocurrido.

Llegó a tiempo para ver la escena de una pelea. Uno de sus hombres en el suelo; el otro todavía en pie, inmovilizando a un soldado no identificado.

*Click*

Evans se congeló por un instante. Aquel chasquido. Sonaba tan familiar.

“Que os jodan.” dijo el hombre aprisionado contra el suelo, antes de extender un brazo y abrir la mano, revelando una anilla metálica en el dedo índice.

Todo lo que Evans pudo hacer fue agarrar a los dos hombres a su lado y tirar de ellos, zambulléndose hacia la zona principal de la tienda. Apenas uno o dos segundos después, escuchó un fuerte estallido, seguido de un zumbido en sus oídos. Su visión se había cegado por un destello de luz, y luego oscurecido por una nube de humo y polvo. Las formas de sus hombres se volvieron confusas, borrosas. La cabeza le daba vueltas.

“¡¡¡Arriba!!! ¡¡¡Todo el mundo arriba!!!” gritó. Al menos, creyó haber gritado, pero no pudo oír su propia voz.

Señaló hacia arriba con la mano, mientras sacudía los cuerpos de sus hombres, que luchaban por volverse a ponerse de pie. Uno de ellos tenía mal aspecto, pero parecía estar aún en buena forma. Al otro le faltaba un brazo. No sobreviviría a menos que recibiese primeros auxilios urgentemente, pero no podían permitirse tal lujo en aquellos momentos. En cierto modo, no poder oír nada era una bendición. Evans prefería no oír el infierno que se avecinaba, atraído por la explosión.

Corrieron escaleras arriba sin pensárselo dos veces, subiendo a trompicones hacia la remota posibilidad de dar con un lugar seguro.

Varios muebles bloqueaban las escaleras que llevaban al cuarto piso. Tenían que buscar otra forma de subir. Todavía con zumbido en los oídos, Evans corrió a la tienda del tercer piso. Ni siquiera prestó atención a su entorno. Empezaba a entrar en pánico. Era consciente de ello, sentía cómo se le iba de las manos.

Ninguno de los tres hombres oyó el nuevo chasquido. En un instante, una nube de gas se liberó a su alrededor.

‘¿¡Q-Qué…!? ¿¡Qué es esto…!? ¿¡Gas inhibidor…!?’

*¡Cof!* *¡Cof!*

No era gas inhibidor. El inhibidor no tenía efectos notables sobre el cuerpo humano. No inducía el lloro. No causaba irritación en la piel y en los pulmones. No te hacía toser incontroladamente. Si tuviese que adivinar, lo identificaría como algún tipo de gas lacrimógeno, pero peor.

Perdiendo la fuerza en las piernas, tosió.

Una vez más, el pitido en los oídos era una bendición. Le impidió oír a sus hombres toser a su espalda. Le impidió oír la avalancha de muerte que trepaba por las escaleras en busca de presa. Le impidió oír los gritos cuando dientes voraces penetraron la carne.

******

Les sintió correr y saltar por todas partes a su alrededor mientras destrozaban la tienda. Escuchó los gritos de agonía de los soldados a medida que sus vidas se extinguían. Sin embargo, no escuchó el característico desgarro de la carne, o el burbujeo provocado por la mutación del Sting. Quizá sus cuerpos habían sufrido demasiados daños antes de que el virus pudiese apoderarse de ellos.

Lo cual solo podía significar una cosa: aquellos stingers no estaban tratando de esparcir la enfermedad. Tenían intención de matar. Y no les había llegado con masacrar a los soldados. Habían registrado todo el edificio de arriba abajo, asegurándose de que no quedaba ni un rincón sin revisar, antes de marcharse tan rápido como habían llegado.

‘Alguien ha estado incordiando a la reina, ¿eh…?’

Mucho después de que la escena se hubiese sumido en el silencio, PT-01 soltó el cordel del que había tirado para detonar la trampa de gas, y se levantó. Su cuerpo atravesó la fina capa de gas inhibidor que flotaba sobre él. Procedió a estirar las extremidades, doloridas a causa de estar quieto por un periodo prolongado de tiempo.

Tras asegurarse de que su máscara de gas seguía fijada adecuadamente a su cara, se acercó al lugar donde los soldados habían muerto.

Tal y como sospechaba, los habían hecho pedazos. Lo que quedaba era un horripilante espectáculo de carne y sangre. PT-01 se agachó y recogió algo de los restos. Una cartera marrón ensangrentada, que abrió para revelar una identificación.

Capitán Evans Ridley. 27 años.

‘Joven. Demasiado joven para estar haciendo esta mierda. Una pena…’

Para alguien como él, daba igual. Literalmente, le importaba un bledo en qué lío acabase metido, siempre que el dinero estuviese a la altura. Quizá todas las cosas que había hecho en el pasado le habían insensibilizado. Sin embargo, aquellos hombres no eran más que aficionados, jovenzuelos que el Ejército había reclutado y enviado a morir.

“Supongo que el mundo nunca cambia. Tan cruel como siempre…”

Soltó la identificación y se dirigió a las escaleras, de camino a la azotea. Una vez estuvo a una distancia segura del nivel de suelo, cogió la radio.

“Central, aquí PT-01. ¿Me recibís? Cambio.”

“Aquí [ZEUS]. Te recibimos, Prometheus.”

PT-01 mantuvo el silencio por un momento. Si le estaban contactando directamente, solo podía implicar una cosa: la misión se acercaba a su final. Para bien o para mal.

“Informe de situación.” dijeron.

“Prometheus ha sido eliminado. Soy el único superviviente. La situación en el hospital es desconocida. La reina ha sufrido daños, provocando una estampida de stingers. También ha causado que el pretoriano se liberase de su confinamiento, y que presuntamente se dirija al hospital también. Sabemos que el Ejército está en escena, pero es difícil predecir un resultado.”

“Recibido. Esta cadena de eventos sigue estando dentro de las posibilidades previstas. Mantén la posición y observa. Asegúrate de que la fase final de la operación en Saint Marie se resuelve satisfactoriamente. Después, recibirás nuevas órdenes. Cuenta con recibir apoyo de un nuevo equipo.”

“Sí, señor.”

******

Por sí solo, cualquier piso del hospital era enorme. Si querían encontrar al sujeto resistente al Sting, tendrían que dividirse para cubrir más terreno.

“¡Connor y Paxton, conmigo en el pasillo norte!” Isaac comenzó a gritar órdenes. “¡Erik y Jameson, vosotros tomad el pasillo sur! ¡Barreremos la zona de lado a lado! ¡Vigilad vuestras espaldas, informad de cualquier cosa que encontréis, y recordad las instrucciones!”

“¡Si, señor!” respondió el resto del equipo.

Los soldados se reorganizaron en dos grupos y se dirigieron en distintas direcciones. Isaac lideró a su grupo por la ruta acordada, atento a posibles enemigos.

Tras girar una esquina, se toparon de frente con un hombre y una mujer. Estaban desarmados. Cuando vieron a los soldados que se acercaban, sus expresiones se horrorizaron.

“¡¡Aaah…!! ¡¡¡N-No os acerquéis!!!”

El hombre comenzó a tirar de la mujer, que se había quedado completamente inmóvil.

“¡¡Al suelo!! ¡¡Ahora!!” ordenó Isaac, con voz atronadora. “¡No les haremos daño si cooperan! ¡¡Al suelo!!”

Dudaron.

“¡¡¡He dicho al suelo!!!” Isaac les apuntó con el rifle.

Abrumados, colapsaron bajo la presión. Lentamente, se pusieron de rodillas con las manos arriba. No era exactamente lo que había ordenado, pero le servía.

‘Dudo mucho que alguno de ellos sea el sujeto resistente. Mantendrían un recurso tan valioso bajo vigilancia, especialmente si son conscientes de su naturaleza.’

“¿¡Qué ha ocurrido aquí!? ¡Expliquen la situación!”

“¡N-N-No sabemos nada…! ¡Todos empezaron a pelearse entre ellos, y nos fuimos corriendo! ¡P-Por favor, no tenemos nada que ver con esto…!” el hombre estaba hecho un manojo de nervios mientras trataba de soltar una explicación.

“¿Dónde se están peleando?”

“¡Empezó en una de las s-salas de espera más adelante…!”

“¡Ustedes escóndanse en alguna parte, y no se entrometan!” dijo, antes de girarse hacia sus compañeros. “Preparaos para potenciales humanos hostiles. Paxton, vigila nuestras seis. ¡En marcha!”

“¡Sí, señor!”