Logan arrambló con todo el estante de suministros hacia el saco, antes de continuar con el siguiente. A su lado, un par de matones hacían lo propio con los armarios cercanos, tomando todos los recursos posibles antes de que fuese demasiado tarde.
“¡Eh, eh…! ¿¡Llega la furgoneta o qué!?” preguntó alguien.
“Aún no… ¡Los chicos han ido a buscarla hace un rato, deberían estar llegando!” respondió otro hombre, de pie en el umbral de la puerta trasera, la cual llevaba a un tramo de escaleras que conectaba con la calle.
“¿Cómo está la cosa ahí atrás…?” Logan señaló hacia la puerta frontal del almacén, hacia el vestíbulo.
“No oigo nada… Esos dos recibieron refuerzos hace un momento, ¿¡no!?”
Una figura corpulenta se les acercó desde una esquina de la habitación.
“Creo que tienen a un tirador de narices ahí abajo… Vi cómo se cargaban a ese bastardo de un solo disparo.” Jacobs procedió a toser y escupir en el suelo antes de continuar. “Probablemente vayan a morir.”
“No creo que eso sea un problema, ¿o sí?” Julien se metió en la conversación, sujetando fuertemente las manos atadas de Lilian a su espalda. “No cabemos todos en la furgoneta.”
“Ja… Les estás reemplazando por sacos de comida, ¿a que sí? Y yo que pensaba que el pirado aquí era yo…”
“Por favor, señor Jacobs, no hable como si usted no hubiese hecho lo mismo.”
“No, yo les hubiese molido a palos personalmente.”
“¿Quizá deberíamos dejarnos de cháchara?” dijo Logan. “Si esos idiotas de ahí fuera mueren, puede que tengamos que aguantar aquí hasta que llegue la furgoneta.”
Oyéndolos hablar sin miramientos sobre las muertes de sus camaradas, el resto del grupo compartió miradas incómodas. Nadie quería dejar atrás a sus amigos, pero tampoco nadie quería oponerse a aquel trío. Especialmente a Jacobs. Su brillante historial criminal era prueba de que tratar de joderle era una muy mala idea. Si agachar la cabeza y obedecer era suficiente para garantizar su supervivencia, lo harían.
Lilian, sin embargo, no parecía prestar atención a nadie a su alrededor. Su berrinche de rabia se había sosegado poco después de que la hubiesen contenido. Sus ojos estaban perdidos, fijados en nada en absoluto. O quizá sí que estaba, de hecho, concentrada en algo. Algo que solo ella podía ver. Sus pupilas titilaban sin parar, como un motor estropeado que traqueteaba en su esfuerzo por arrancar una vez más.
******
En lo profundo de la oscuridad del metro, escondida donde nadie podría interferir con ella, una gran silueta se movía y se retorcía en ráfagas de movimiento cortas y calculadas, casi como espasmos. Era un montículo de tejido orgánico duro, cuyo exterior parecía algún tipo de caparazón calcificado.
Varios caminantes se abrazaban a la cosa, aferrándose a ella. A pesar de que se habían convertido hacía apenas un rato, ya habían perdido todo resquicio de vitalidad. Sus cuerpos se habían fusionado parcialmente con la vibrante masa, demacrados, drenados. Lo que quedaba de sus vagas conciencias pronto se disiparía por completo, dejando atrás nada más que cáscaras vacías.
El montículo latió y tembló violentamente una última vez, segundos antes de que una enorme grieta vertical lo partiese en dos de arriba abajo. Había algo dentro. Un apéndice cubierto de baba surgió del interior, separando ambas mitades. Nubes de un vapor misterioso bordaban de la oscura cavidad, disipándose en cuanto llegaban al suelo.
A medida que el capullo se desmoronaba en varios pedazos, una forma humanoide se alzó de sus restos. Pisó los cadáveres deteriorados de los caminantes cuando salía, aplastando sus huesos bajo su peso. La oscuridad del túnel pronto se dispersó debido a la bioluminiscencia de la cosa, que emanaba gradualmente de su cuerpo con la fuerza recién nacida que circulaba por sus venas.
Estaba confuso. Su limitada cognición no podía comprender dónde estaba, qué se suponía que debía hacer, por qué estaba vivo. Dio algunos pasos más, balanceó los brazos, tratando de acostumbrarse a la locomoción básica.
Entonces oyó los susurros.
Una voz enloquecedora, comandándolo desde algún sitio, solicitando su presencia a toda costa. Una voz que no podía resistir, una existencia tan poderosa que sobrescribió su propia identidad.
Poseído por una fuerza más allá de su entendimiento, comenzó a esprintar a toda velocidad, hacia la superficie.
******
Claire no quería esperar más, pero no tenía elección. Nerviosa, tragó saliva, esperando a que William y Marcus hiciesen algo. El silencio en el salón la tenía acojonada. El enemigo no les estaba atacando, pero tampoco se retiraban. Podía verlos asomar la cabeza tras las columnas del piso de arriba de vez en cuando. ¿A qué esperaban?
*¡¡Bang!!* *¡¡Bang!!* *¡¡Bang!!*
Marcus dio la señal de salida. Tres disparos, espaciados aproximadamente un segundo entre sí, apuntando a tres coberturas diferentes en el piso superior. Casi al mismo tiempo, William salió a toda prisa de detrás de su propia cobertura y se abalanzó en dirección al cadáver frente al acceso subterráneo.
El fuego de cobertura de Marcus fue efectivo, mantuvo abajo las cabezas del enemigo el tiempo suficiente para que William pudiese alcanzar su objetivo, pero no fue perfecto. Una bala perdida consiguió volar hacia abajo en dirección a William, fallando por un pelo. Marcus devolvió el fuego al tirador, fallando también.
La única opción que William tenía para protegerse eran las escaleras de subida, a ambos lados de la entrada subterránea. En cuanto se refugió bajo ellas, pistola en mano, todo se detuvo una vez más.
…
Claire había tenido allí una valiosa oportunidad, y la había aprovechado. El enemigo, con su atención centrada en el intercambio de disparos, no pareció percatarse de cómo se deslizaba hacia las paredes externas del vestíbulo y se dirigía hacia la parte de atrás. Había conseguido ocultarse fuera de la vista, justo debajo de las posiciones enemigas.
¿Cuál era el plan? Quería alcanzar a Nora, asegurarse de que estaba bien; pero su escondite estaba a plena vista en mitad del salón. Acercarse a ellos directamente sería una forma rápida de llevarse un balazo. Aun así, tenía que hacer ago. Al menos, podría tratar de acercarse a su posición.
Caminó en cuclillas por la penumbra. Una zona de fuego cruzado a su derecha, tiendas y pasillos abandonados a su izquierda, el enemigo en algún sitio sobre su cabeza, oscuridad delante… Ningún lugar parecía seguro. Jadeando de miedo y estrés, avanzó hacia la posición de William, justo detrás de las escaleras.
Su presencia lo sobresaltó. Tuvo mucha suerte de que la reconociese antes de apretar el gatillo.
“¿¡Claire…!? ¿¡Qué haces aquí…!?” susurró. “Da igual… Escucha, tengo una idea…”
“V-Vale…” respondió ella, asintiendo.
“Creo que hay otra forma de subir por ahí…” dijo, señalando hacia la oscuridad, hacia las profundidades del edificio. “Debería haber un hueco de escaleras que va desde el aparcamiento subterráneo hasta el piso de arriba. Subiré y trataré de crear una distracción. Si funciona… pon a salvo a Nora y a su compañero.”
“¿¡Seguro que es buena idea que nos separemos…!?”
“Tienen ventaja ahí arriba… No veo otra solución. Haz lo que te digo, ¡y no seas imprudente! Espera hasta estar segura de que les tenemos ocupados. ¿¡Entendido!?”
“¡Muy bien…!” tan pronto le dio su confirmación, William se giró y echó a correr hacia el pasillo más cercano. “¡T-Ten cuidado…!”
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No estaba segura de que aquellas últimas palabras le hubiesen alcanzado, dado que hacía todo lo posible por no alzar la voz más de lo necesario. No había pasado ni un segundo, y ya no podía verle, la oscuridad lo había engullido entero.
Sabía que no podía perder el tiempo. Siguió pegándose a las paredes, arrastrándose lo más cerca posible a la posición de Nora. Se detuvo tras una columna, y esperó.
Estaban justo allí, a unos cinco metros de distancia. Claire podía ver a Nora agazapada tras una pared, junto a otra persona desconocida. ¿Quizá el hombre que les había salvado, en el metro? No parecían haberse percatado de su presencia, y no se atrevió a hacer ni un ruido para hacérselo saber. El vestíbulo entero estaba en silencio. Todo el mundo observaba, esperando a una señal para entrar en acción.
Se mordió las uñas, le costaba hasta contar los segundos en su cabeza.
Entonces, oyó los disparos.
******
Lo primero que había hecho William tan pronto se puso a salvo había sido comprobar el cargador. Aún tenía balas. Si se hubiese parado a investigar el cadáver en busca de munición extra, habría sido un blanco perfecto. Tendría que zanjar el encuentro con lo que llevaba encima.
Mientras subía por las escaleras, a tientas en la casi completa ausencia de luz, no paró de recordarse a sí mismo por qué se estaba molestando con tanto esfuerzo, tomando tantos riesgos. En cierto modo, estaba perplejo. ¿Dónde estaba el calculador, cuidadoso y analítico William? Aquel día, en su totalidad, había sido una montaña rusa de emociones, las cuales habían desenterrado un pequeño atisbo de esperanza que había acabado retorciendo su propio punto de vista de formas que nunca habría imaginado. Tenía preguntas, y anhelaba respuestas.
‘Pronto… Acabemos con esto, y entonces…’
Pero necesitaba a la chica. Estaba casi seguro. Lilian era fundamental. Era imposible que no lo fuese. Y ellos la tenían. Cerca, en alguna parte.
Respiró profundamente para calmar sus nervios, y se asomó por la esquina. Estaba bajo la cobertura de la oscuridad; estaba bastante seguro de que no podían verle. Desde su nueva posición, estaban expuestos. Eran al menos cinco personas. Los hombres hacían aspavientos y se revolvían en el sitio tras sus coberturas, susurrándose unos a otros y usando cantidades excesivas de lenguaje corporal en sus intentos de comunicación. Parecían confusos, e inquietos. ¿Quizá se estaban impacientando? William no comprendía realmente por qué seguían allí. Daba la sensación de que estaban haciendo tiempo, pero, ¿por qué?
La chica no estaba por ningún sitio.
‘Marcus mencionó algo sobre una sala segura en el piso de arriba… Está probablemente ahí delante, ¿a que sí…?’
Volvió a respirar hondo, antes de apuntar con la pistola. En el fondo, sabía que tenían otro problema. Comerse un balazo no era la única amenaza a la que debían atender. Los ruidos fuertes eran una mala idea por un buen motivo, y más aún tan cerca de semejante punto caliente, el punto de origen de un brote. Hiciese lo que hiciese, tenía que funcionar, y tenía que hacerlo deprisa.
…
*¡¡Bang!!*
Ni se molestó en apuntar a la cabeza. La bala desapareció en el interior de la caja torácica del objetivo más cercano, quien inmediatamente emitió un aullido y cayó al suelo.
“¡¡¡Aaaargh!!!”
“¿¡¡Qué ocurre!!?” el caos y los gritos no tardaron en llenar el aire.
“¡¡Hay alguien aquí arriba!! ¡¡¡Cuidado!!!”
William no les dio tiempo a reagruparse o reposicionarse. Uno de los hombres se apresuró al lado del caído, tratando de socorrerlo. Volvió a apuntar.
*¡¡Bang!!* *¡¡Bang!!*
Un fallo, un acierto. Sangre fresca salpicó el suelo, proveniente de la pierna izquierda, causando que el hombre gritara de dolor y se tirase hacia atrás. Se arrastró por el suelo hasta refugiarse tras un banco cercano, dejando atrás a su compañero. Al otro tipo no le iba mucho mejor. Sus respiraciones cortas, básicamente resuellos, se oían altos y claros, síntomas típicos de un pulmón perforado.
“¡¡¡Allí!!!”
Una bala voló cerca de la cara de William, al punto que juraría haber podido sentir una intensa sensación de calor en la trayectoria del disparo. Retrocedió y se ocultó tras la esquina a toda prisa.
‘¡Mierda…! ¡Esa estuvo cerca…!’
Podía oír a los hombres corriendo por ahí y discutiendo entre ellos. Algunos disparos más resonaron por los pasillos.
‘Espero que ese sea Marcus…’
Pensó en Claire. ¿Había conseguido llegar hasta Nora? No importaba cuál fuera la respuesta, tenía que seguir presionándoles. Echó otro vistazo cuidadoso, y apuntó una vez más.
******
Las armas eran ruidosas. Demasiado ruidosas. Nora había sido testigo de cosas así antes, varias veces. Pero justo allí, las paredes de aquel enorme salón hacían que los atronadores sonidos del tiroteo rebotasen e hiciesen eco por todo el lugar, martilleando en sus oídos y haciendo que quisiese enterrar la cabeza directamente en la tierra.
‘Oh, dios… ¿Qué está pasando…? ¡Que alguien me ayude…!’
[Ya estás otra vez, suplicando ayuda, a pesar de que es evidente que nadie va—]
“¡¡Nora…!!” una voz femenina la sobresaltó, interrumpiendo sus pensamientos.
Desenterró la cabeza del suelo y miró arriba, a una figura familiar que se arrodillaba sobre ella. La persona desconocida posó una mano con suavidad en su hombro izquierdo, reconfortándola. En cuanto le vio la cara, sus ojos se vieron rápidamente abrumados por las lágrimas.
“¿C-Claire…? Aaah… ¡Claire…!” su voz sonaba desconectada de la realidad, como divagaciones que apenas conseguían convertirse en palabras. Quería seguir hablando, pero lloró en vez de eso.
“¡N-No pasa nada…! ¡Estamos aquí, no pasa nada! ¡Hemos venido a ayudar!”
Claire le echó una mirada a Desmond. No parecía muy contenta con lo que vio.
“¡Eres tú…! Oye, ¿¡es una pistola eso que llevas en la mano…!? ¿¡Por qué no ayudas!?” le preguntó.
“¡A-Ah…! ¡No, yo no… Um…!” como de costumbre, Desmond no consiguió articular palabras en condiciones.
Desde que había arrastrado a Nora detrás de la cobertura, no había hecho nada más que agacharse y esperar. Nora se veía reflejada en su comportamiento. Acobardarse y rezar para que los problemas se desvaneciesen por volición propia.
“¡Dame esa pistola!” exigió Claire.
“¡N-No puedo…!”
“¡Tenemos que ayudarles!”
Desmond dudó, pero finalmente aceptó. Nora, aun sollozando, miró a Claire con una mezcla de desconcierto y asombro. Claire, aquella chica tímida y reservada, estaba tomando la iniciativa. Recordó su arrebato de ira en los apartamentos, y también en el refugio del rascacielos… No por ella misma, sino por el bien de Nora, siempre. Las lágrimas se apoderaron de ella otra vez.
“¡G-Gracias…!” farfulló Nora.
“¡Ahora no hay tiempo de hablar…! ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Estamos expuestos! ¡William y Marcus les están entreteniendo! ¡Vamos!”
******
Sus pasos resonaron por los pasillos del metro como un terremoto. La superficie estaba cerca, podía sentirlo. Tenía algunos problemas con el tamaño de los túneles, tenía que agachar la cabeza para no chocar con el techo, pero igualmente avanzaba a un ritmo muy acelerado.
Había algo delante. Una pared endeble, hecha de madera, metal, cuerdas… Algún tipo de barricada. Emanaba luz del otro lado, naranja y cálida. ¿Estaba aquel muro destinado a detenerlo? No sería suficiente. Algo tan débil no iba a impedir que acudiese a la llamada.
Preparó su hombro derecho y embistió el bloqueo. La entidad ni siquiera redujo la velocidad mientras cargaba directamente a través de la barricada, haciéndola explotar hacia fuera como golpeada por un camión.
******
Un sonido fuerte y distante retumbó por el vestíbulo. ¿Sonaba como una explosión? Claire se paralizó in situ, nerviosa.
“E-Ey…. ¿Habéis oído eso…?” preguntó.
Nora y Desmond, de rodillas a su lado tras un pilar, parecían igual de estupefactos que ella.
“N-No sé… ¿Creo que vino de abajo…?” respondió Nora.
Claire tenía un mal presentimiento al respecto. A juzgar por las palabras de Marcus, el brote no iba a calmarse por un buen rato. ¿Les estaban alcanzando al fin los caminantes? Todo aquel tiempo, era bastante consciente de que podrían verse rodeados por cadáveres hambrientos, en cualquier momento y sin previo aviso. Tenían que rescatar a Lilian e irse lo antes posible.
Pero, de alguna manera, aquel sonido estaba… mal. Observó la entrada a los túneles subterráneos, con el sudor frío chorreándole por la cara.
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Los pequeños también subían. ¿Les atraían los ruidos ininteligibles que provenían de arriba? ¿Seguían también la llamada? No, no podían. Tan solo seguían los restos que habían quedado atrás. Caminaban por instinto, en trance, sin comprender realmente nada más allá de las compulsiones más básicas.
Pero la entidad era diferente. Su presencia era necesaria. Más que cualquier otra cosa. Se veía obligada a ir, sin importar cuántos obstáculos hubiera en su camino. Los pequeños estaban en su camino. No eran tan necesarios. Tenía que quitarlos del medio, le ralentizarían.
No le importaron los caminantes que se dirigían a la superficie a su lado. Los golpeó y apartó del camino a puñetazos, salpicándolos contra las paredes, lanzándolos a volar puñado tras puñado.
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Los ojos de Claire se abrieron de par en par, en incredulidad. En aquel momento, a pesar de lo horriblemente aterrada que estaba, su cuerpo se negó a temblar, temeroso de sobresaltar a lo que estaba mirando, fuese lo que fuese.
‘A-Ah… ¿Q-Q-Qué es… e-esa COSA…?’
Recordó aquella icónica escena de Jurassic Park, en la cual Alan Grant mencionaba que el Tiranosaurio no los vería si no se movían. Desafortunadamente, ella no era una protagonista de una película, y aquella cosa no era un Tiranosaurio. Casi deseó que lo fuera.
La imponente figura había emergido del túnel subterráneo en un abrir y cerrar de ojos. Como alimentado por una fuerza sobrenatural, saltó desde la oscuridad, salvando las escaleras mecánicas en su totalidad, y aterrizando justo en medio del vestíbulo. Las baldosas del suelo se rompieron bajo la fuerza del impacto.
Durante algunos eternos segundos, no se movió. Entonces, sus ojos brillantes comenzaron a escanear los alrededores. Pasaron por Claire, casi provocando que se mease encima, pero no pareció importarles en absoluto.
De repente, alertada por algo, la cosa se giró.
Miró hacia arriba.