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Wither With Me (Español)
CAPÍTULO 52 – IMPULSOS

CAPÍTULO 52 – IMPULSOS

Nora se metió en el cubículo y se hizo bola debajo del escritorio, sujetándose la cabeza con ambas manos. Era como si le apuñalasen el cerebro, sentía que podría desmayarse en cualquier momento. Su visión se había vuelto borrosa, y tenía escalofríos por todo el cuerpo.

Tras la explosión que casi la precipita al vacío minutos antes, se había visto consumida por un intenso pavor. Un miedo primitivo, salvaje y, sobre todo, ajeno. Las emociones de Lilian invadían su conciencia y le hacían sentir cosas que no debería estar sintiendo.

Ahora, el miedo se había convertido en un dolor insoportable. Seguía sintiendo terror, pero esta vez era el suyo propio. Algo terrible debía de haberle ocurrido a Lilian.

Quería subir tras ella. Tenía que hacerlo. Era una lástima que no pudiese.

El sonido de la trifulca amainó al fin, y con él, los gritos. Lo único que quedó atrás fue una áspera y grave voz jadeante. Una voz que no sonaba en absoluto amigable. Nora se tapó la nariz y la boca en cuanto percibió el desagradable olor de la sangre recién derramada.

¿Quién era? ¿De dónde había salido? Lo único que recordaba era haber subido las escaleras junto a algunas personas más, siguiendo a un soldado. Entonces, alguien abrió fuego contra ellos. Sus nublados sentidos solo distinguieron un repentino alboroto, y sus piernas corrieron por cuenta propia.

“Te he visto entrar… Quédate donde estás, es mejor así…” dijo la voz del extraño, seguida de una risita entre dientes.

Creyó reconocer la voz de aquel hombre, aunque no necesitaba identificarle para comprender que no debía dejar que le viese bajo ningún concepto. Sus pasos, pesados y calculados, resonaban por la oficina, deteniéndose a cada rato en intervalos regulares. Nora sentía los latidos del corazón dentro de su cabeza. Casi sin respirar, esperó.

“¡¡¡Aaaaah…!!! ¡¡No, por favor!! ¡¡¡Noooo—!!!” los gritos de un hombre llenaron la habitación.

Hubo un ruido sordo que cortó los gritos de golpe, y el olor de la sangre se intensificó. Lo que fuese que acabase de pasar, había sido cerca.

“Había otro, ¿eh? Da igual, sé que aún estás por aquí…” dijo el extraño. Sus pasos se acercaron a la posición de Nora, en algún punto a su espalda, y pasaron de largo hacia el otro lado de la oficina. “Sé quién eres, perra. No me olvido de las caras. Eres la que iba con aquella mocosa. Tal y como imaginaba, estáis aquí. Joder, no sabes tú bien cómo me acabas de alegrar el día.”

‘No puedo quedarme aquí… No puedo, no puedo, no puedo… ¡Tengo que salir de aquí…!’

El edificio volvió a sacudirse. La explosión en la calle debía de haber debilitado significativamente la estructura. Además, un extraño alboroto retumbaba sin cesar desde abajo. Podría aprovechar aquel ruido de fondo para enmascararse a sí misma.

Con un nudo en el estómago, y luchando por no desfallecer a causa del dolor, Nora salió de debajo del escritorio y asomó la cabeza al exterior del cubículo. Ambos lados del pasillo estaban despejados. Tragó saliva, y comenzó a arrastrarse a cuatro patas en dirección opuesta a los pasos, que continuaban alejándose de su posición.

Sin pararse a pensar, sin pararse a dudar, gateó, dejando tras de sí un frío rastro de gotas de sudor. Los cubículos deberían mantenerla oculta siempre y cuando no se irguiese.

Alcanzó la pared de la oficina y salió del pasillo entre cubículos segundos antes de que aquellos ominosos pasos comenzasen a venir de vuelta en su dirección. ¿Estaba aún a salvo? ¿La había visto? No tenía forma de saberlo. Miró al frente, y avistó la puerta de salida de la oficina, abierta, a unos metros de distancia. Continuó gateando.

‘Vamos, vamos, vamos…’

Estaba cerca. Dos metros. Un metro. Al alcance de la mano. Los dedos de Nora se cerraron alrededor del marco de la puerta, y por un instante, tomó aire antes de continuar.

Los pasos que la acechaban se aceleraron, aumentando rápidamente en volumen y proximidad.

Actuando por instinto, Nora se irguió y se lanzó a través de la puerta de salida, cerrándola de un portazo tras de sí. Un instante después, un brazo portando un arma de filo atravesó la ventanilla de cristal de la puerta, haciéndola estallar en pedazos, y pasando a milímetros de su cara.

Gritó y echó a correr por el pasillo.

A ambos lados, numerosos estantes llenos de libros y carpetas adornaban las paredes. Mientras derribaba uno de ellos, atascándolo en mitad del corredor, vio la puerta de la oficina abrirse de par en par, revelando a un hombre barbudo de aspecto desquiciado.

“¡Eso es, joder! ¡Lucha! ¡Resístete!” dijo, caminando hacia ella.

“¡¡Aléjate de mí…!! ¡¡A-Aaah…!! ¡¡¡Ayuda!!!”

Le dolía todo el cuerpo, y las puñaladas que le atosigaban el cerebro le hacían perder el equilibrio a cada paso. Trastabilló en dirección a las escaleras. Tenía que ponerse a salvo, tenía que encontrar a alguien. ¿Iba en la dirección correcta? No veía nada con claridad.

Los pasos a su espalda se acercaban más y más.

Atisbó lo que creía que era el acceso a las escaleras, cuando un ardor se manifestó en su brazo izquierdo, seguido de un dolor agudo, y la sensación de algo frío y duro hundiéndose en su carne. Algo metálico. Su cuerpo se retorció por acto reflejo, ocasión que el corpulento hombre aprovechó para embestirla y derribarla con facilidad.

Nora chilló de dolor. Era lo único que podía hacer, no le salían las palabras para suplicar por su vida. Como si fuesen a servir de algo.

El hombre se agachó a su lado y extrajo el cuchillo, intensificando su agonía.

“No ha estado mal, para qué te voy a engañar. Veamos, contigo voy a—”

Otra sucesión de pasos se acercó a toda prisa a su posición. Nora entreabrió los ojos, a tiempo de ver una sombra oscura que se cernía sobre ellos. Algo impactó directamente contra la cara de su agresor, arrojándolo a una buena distancia.

‘¿¡Q-Quién…!?’

Luchando contra el dolor, Nora se incorporó. El recién llegado se había lanzado sobre su atacante, y mientras con una mano trataba de hacerse con el cuchillo, con la otra le propinaba puñetazo tras puñetazo en la cara.

“¡¡Nora!! ¡¡Vete!! ¡¡Lilian está arriba, Claire está con ella!!” dijo una voz muy familiar.

“¿¡W-William…!?”

El hombre del suelo gruñó y echó su mano libre a la cara de William, como si tratase de meterle los dedos en los ojos. William atrapó la mano y continuó forcejeando.

“¡Aaah…! ¡E-Espera, puedo—!”

“¡¡Que te largues, joder!!”

Repudiaba la idea de dejar a William solo, pero aun así corrió. Lilian la necesitaba.

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‘¡Lo siento…! ¡¡Por dios, ten cuidado!!’

El entorno pasaba por sus ojos como una neblina borrosa, pero consiguió alcanzar el hueco de las escaleras. Con pasos temblorosos, comenzó su ascenso.

¿Hasta dónde había llegado Lilian? ¿Estaba en la azotea? ¿Qué le había ocurrido? Pensamientos cada vez más negativos le cruzaban la mente mientras observaba ansiosa las placas con los números de las plantas. Veintisiete. Veintiocho. Veintinueve. Treinta—

Una figura emergió de las sombras de la planta treinta y se interpuso en su camino.

“Aaah, Nora…”

Sintió que aquella voz le agarraba el corazón y lo estrujaba con violencia, drenándolo completamente de sangre.

‘N-No… No, por favor…’

“Joder, m-me duele la cabeza… Ven, h-hay cosas que hacer…”

El hombre la cogió de la mano. Nora no reaccionó hasta que aquellos fríos dedos se cerraron con fuerza alrededor de su muñeca. Le hacían daño, como tantas otras veces antes. Cayó presa del pánico.

“¡¡N-No…!! ¡¡Déjame!! ¡¡¡Déjame!!! ¡¡¡Aléjate de mí!!!”

El hombre le echó su otra mano al cuello y se le acercó, mirándola fijamente a la cara. Le apestaba el aliento. Sus pupilas se habían dilatado, y no parecían ser capaces de mantener la mirada fija en ningún sitio, daban vueltas y hacían movimientos involuntarios.

Sin embargo, Nora no lo encontró más desagradable que de costumbre. El aspecto de Logan era ahora tan monstruoso como su propia alma.

La mano apretaba con fuerza su garganta, haciéndola resollar.

“Nora, perra… ¿Q-Qué te he dicho de no protestar…? ¿Eeeh…? V-Venga…. Ven…”

La respiración de Nora empezaba a fallar y volverse inestable una vez más, mientras el claramente trastornado Logan la sacaba de las escaleras y la arrastraba hacia el interior de la planta.

******

Las paredes palpitaban y le susurraban cosas al oído, cosas que no quería oír, cosas en las que no quería pensar. Los escalones vibraban bajo sus pies, haciendo amagos de contraerse y hundirse en la escalera para hacerle perder el equilibrio. Uno lo consiguió, y Julien se tambaleó escaleras abajo, dando vueltas hasta detenerse en el descansillo, frente a una puerta abierta.

Varias personas salieron a recibirle, farfullando palabras en un idioma poco familiar. Sus rostros se distorsionaban en muecas de disgusto, y parecían negar con la cabeza. Algunos gritaban.

¿Por qué gritaban? ¿Qué les daba derecho a gritar? No tenían ni idea.

Le dolía pensar.

Nadie podía estar pasando por lo mismo que él. No era posible. No tenían ni idea.

‘Malditos… Callad… Callaos, callaos, callaos, callaos…’

Le cogieron del suelo y le arrastraron a algún sitio. El entorno daba demasiadas vueltas como para verlo con claridad. Un punzante calambre le recorrió la espalda cuando una de aquellas personas arrancó algo que llevaba clavado.

¿Cómo se atrevía? Daba igual que lo tuviese clavado, era suyo. ¿Era envidia? Estaba harto, harto de que todos le envidiasen. Todos querían arrebatarle lo que era suyo. Todos querían aprovecharse de él. Todos querían beneficiarse de aquello que le pertenecía por derecho.

‘Putos oportunistas…’

Lo ayudaron a ponerse en pie. ¿Estaba de pie? No lo tenía claro. Por un segundo, la pared pareció ser el suelo, y el suelo el techo, y el techo la pared. Tragó saliva. Sabía a rayos. Miró a la gente que lo rodeaba, tratando de encontrar sentido a sus caras.

‘Espera… A esas dos… las conozco…’

Eran las únicas caras que reconocía en toda la habitación. Pequeñas, asustadas, y traicioneras. La de gafas le miraba fijamente, con los ojos inyectados en sangre. ¿Por qué se entrometía? ¿Por qué no le dejaba en paz? Todo era culpa suya.

La pequeña era lo único que necesitaba. No pedía tanto. ¿Por qué estaba allí? ¿Por qué no estaba con él? La necesitaba. Todo dolía. La necesitaba urgentemente. No pararía de doler mientras no fuese suya. Necesitaba a la chica. Necesitaba su sangre. Necesitaba sus entrañas. Necesitaba su piel. La necesitaba. La necesitaba. La necesitaba. La necesitaba—

******

Horrorizada, Claire retrocedió varios pasos tan pronto Julien comenzó a gritar. Aullaba como un animal rabioso, mientras mantenía un agresivo contacto visual con ella, avanzando a grandes zancadas en su dirección.

“¡¡E-Eh…!! ¡¡¡Eh!!! ¡¡¡Calma!!!” dijo uno de los supervivientes, interponiéndose en su camino y agarrándolo del brazo.

Julien se giró hacia él, y su rostro se coloreó de un rojo intenso, como si se le hubiese subido la sangre repentinamente al cerebro. Sin mediar palabra, alzó ambas manos, todavía unidas entre sí por las esposas, y machacó la cabeza del hombre.

Rodeado por gritos de pánico, Julien vociferaba sin control mientras aporreaba a su víctima con las esposas, que no tardaron en teñirse del color de la sangre. El hombre había desfallecido. Otros dos individuos se acercaron a Julien por detrás y trataron de sujetar sus brazos, pero este siguió agrediendo al caído como si no estuviesen ahí.

“¿¡Qué está haciendo!? ¡¡Ya basta!!”

“¡¡Pare!!”

La boca de Julien se abalanzó sobre la cara de aquel pobre diablo, y sus dientes se cerraron sobre gran parte de su rostro. Los gritos se intensificaron, y los que intentaban sujetarlo le dejaron ir, aturdidos y confusos.

“¡¡E-Es un caminante…!!”

“¡¡Ayuda!! ¿¡¡D-Dónde están los soldados!!?”

Claire estaba petrificada. Julien volvió a incorporarse, observándola de nuevo. Estaba teñido de rojo de arriba abajo. Sus manos tenían mal aspecto, varios dedos se habían doblado en ángulos que no deberían, uno de ellos tenía incluso una articulación de más. De su boca goteaba sangre sin cesar, y Claire vio cómo se le caía de entre los dientes un pedazo de carne inidentificable.

Sin embargo, lo más inquietante eran sus ojos. No eran los ojos de un caminante, sino los de un loco. Humanos, y a la vez no. Sus pupilas estaban dilatadas de forma antinatural, agujeros insondables de negrura que ocupaban casi la totalidad del globo ocular.

‘A-Aléjate de nosotras… Puto lunático, ¡aléjate de nosotras…! ¡Déjanos en paz!’

Claire habría querido gritárselo a la cara, pero no le salían las palabras. Su cuerpo había dejado de temblar, como si todas sus fuerzas estuviesen concentradas, pendientes del peligro.

Echaron a correr casi al mismo tiempo. Claire tiró de Lilian con todas sus fuerzas, y esta la siguió sin ofrecer resistencia, mientras Julien avanzaba a trompicones de lado a lado del pasillo, enseñando los dientes y emitiendo gruñidos.

“S-Señorita… Claire… ¡Deje de… correr…! ¡E-Es mía…! ¡¡La c-chica… es mía…!!”

Claire giró una esquina tras otra, sin soltar en ningún momento la mano de Lilian. No quería mirar atrás. Sabía que les estaba pisando los talones; le oía respirar y castañear los dientes.

‘¡Vamos…! ¡Tengo que librarme de él…!’

Giró otra esquina y se encontró de frente con una pared, con una única puerta en un lateral del pasillo.

‘¡Mierda! ¿¡No hay salida!?’

Sin más opciones, entró a la sala, metiendo a Lilian a empujones. Echó el cerrojo un instante antes de que Julien se estrellase contra la puerta, haciéndola temblar sobre las bisagras.

Un vistazo rápido a la habitación, iluminada únicamente por una diminuta ventana, reveló que se trataba de un almacén de material de oficina. Su desconocimiento de los pisos superiores de la torre había pasado factura. Se habían acorralado.

“¡¡M-Me pertenece…!! ¡¡¡Señorita C-Claire…!!!” gritó Julien mientras aporreaba la puerta.

“¡¡Vete a la mierda!!”

“I-Ingrata… entrometida… ¡S-Si no fuese por usted…!”

Los golpes se volvían más y más salvajes con cada palabra que se le escurría de los labios. Eran fuertes y contundentes, como si le estuviese propinando de cabezazos a la puerta.

“¡¡S-Sé lo que ha h-hecho…!!”

Aquellas palabras le helaron la sangre. Sabía a lo que se refería. No podía referirse a otra cosa.

“¡¡Cállate!! ¡¡Déjame en paz!!” Claire empujó con la espalda contra la puerta y afianzó los pies en el suelo, con la esperanza de impedir que las embestidas de Julien la arrancasen de los goznes.

“¡Lo ha a-arruinado t-todo…! ¡Echado a p-perder…! ¡P-Por su culpa…! ¡¡Desgraciada…!!”

Un gran impacto sacudió la puerta. La madera comenzaba a ceder, y numerosas astillas sobresalían de su superficie. Otro impacto. Una mano asomó entre las astillas por unos segundos, tratando desesperadamente de encontrar una forma de entrar. Claire se agachó a tiempo de evitar una tercera acometida. Los brazos esposados de Julien irrumpieron en la habitación a través del agujero, arrancando un grito de los labios de Claire, y se balancearon en múltiples direcciones antes de retirarse de nuevo.

“Y-Ya casi está… Ya está, ya está, ya está… Ya v-verá… Todo s-saldrá bien, c-cogeré a la p-pequeña, y ya t-todo estará bien… B-Bien… Bien…” los murmullos guturales de Julien se filtraban a través del agujero.

‘¡Oh, dios…! ¿¡Qué hago!? ¡Necesito algo para defenderme! ¿¡Q-Qué puedo—!?’

Un impacto aún más fuerte zarandeó la puerta, y Claire salió despedida hacia el frente. Chilló y se cubrió la cara con los brazos, desplomándose contra una estantería.

La puerta estaba abierta.

La cerradura se había retorcido y había sido arrancada del marco a la fuerza. En el suelo, un magullado y ensangrentado Julien se esforzaba por recuperar el equilibrio y volver a ponerse en pie. No le quitaba ojo de encima.

“L-La tengo, s-señorita… ¡L-La tengo…! ¡No ose mirarme c-con esos ojos…! ¡¡N-No me mire así!!” dijo, lanzándose en su dirección. “¡¡¡No se atreva…!!!”