“¡Es este! ¡Vamos, ayúdenme a abrirlo!” dijo Connor. “¡Los demás, traigan algo para quemar! ¡Si puede arder y no está clavado al suelo, tráiganlo aquí! ¡Y no hagan ruido innecesario!”
Claire observó cómo activaba el que parecía ser su último contenedor de gas blanco, y luego buscaba algo que encajar entre las puertas del ascensor. Si la imagen mental que tenía del hospital era correcta, aquel era el mismo hueco de ascensor que habían usado para moverse arriba y abajo por el edificio. Dos hombres se quedaron para ayudar a Connor con las puertas, mientras los otros tres voluntarios se adentraron por los pasillos cercanos.
‘¡Vale…! ¡Manos a la obra!’
El eco de sus pasos era la única compañía que tenía en aquellos corredores. Se preguntó en qué momento había conseguido superar sus miedos. En cualquier instante, podría girar una esquina y dar de lleno con una multitud errante de caminantes, los cuales ocupaban ahora varias zonas de la planta actual, principalmente en las cercanías de las escaleras. Aun así, estaba dispuesta a enfrentarse al peligro por su cuenta.
La imagen de Nora y Lilian abrazándose mutuamente se le vino a la mente. Ambas sonreían. Rodeada de conflicto y agitación, era una imagen de paz. Un momento de respiro tras años de abuso y tormento.
‘No voy a quedarme de brazos cruzados mientras tú luchas. Me niego. Nora, has hecho que me dé cuenta de algo. He perdido mi familia, mis amigos, todo… Pero gracias a ti, creo que puedo seguir adelante. Has llenado ese vacío, aunque sea solo un poco. Ya me da igual si tengo que ponerme en peligro. ¡Has llegado hasta aquí, y me voy a asegurar de que llegues aún más lejos!’
Alcanzó el ala de las habitaciones de pacientes, un largo pasillo lleno de puertas. Tras echar un vistazo rápido a algunas de ellas, al fin vio algo que le llamó la atención. Una de las habitaciones estaba llena a reventar de cajas, colchones rotos, y basura arbitraria. Entre toda la porquería, había un carrito de la colada cargado con sábanas muy sucias.
“¡Ah! ¡Esto irá de lujo!”
Abrió camino al carrito entre la basura a base de patadas y tiró de él hasta sacarlo de la habitación. Las ruedas, oxidadas y atascadas tras tanto tiempo sin moverse, se arrastraron por el suelo haciendo un sonido chirriante hasta que finalmente comenzaron a girar.
Tras desandar lo andado, Claire vio las puertas del ascensor abiertas de par en par. Empujó el carrito de colada hacia la abertura, donde un hombre usaba un mechero para prender fuego a una pila de prendas de ropa, antes de patearlas a las profundidades.
“¡He traído algo!” dijo Claire.
“¡¡Oooh, buen trabajo, muchacha!! ¡Déjalo ahí, ve a buscar más!” dijo el hombre tan pronto vio su botín.
Connor llegó a toda prisa por una esquina, cargando una voluminosa torre de documentos y carpetas, que inmediatamente lanzó al interior del hueco.
“¡Alguien tiene que ir a buscar algo de madera! ¡Cualquier mobiliario de madera servirá! ¡Necesitamos que el fuego sea duradero!” ordenó.
“¿¡No sería también conveniente algo de plástico!?” dijo Claire. “¡Debería producir muchos gases…!”
“¡Cierto! El plástico es más ligero que la madera, ¿¡puede encargarse, señorita!?”
“¡S-Sí, señor!”
Antes de girarse e ir en busca de más materiales, Claire se fijó en la tenue luz anaranjada que reptaba desde lo más profundo del agujero.
‘¡Venga, venga…! ¡Tiene buena pinta!’
Durante los siguientes minutos, no hizo nada más que correr de un lado a otro. Sillas de oficina. Papeleras. Bolsas de guantes, jeringas y otros suministros médicos que encontró en un armario. Una caja de mascarillas sin abrir. Una camilla que tuvo que llevar arrastras. Por suerte, había mucho plástico disponible en un hospital.
Con cada viaje que hacía, una creciente sensación de calor emanaba del hueco del ascensor, acompañada por el acre olor del humo.
“¡¡A-Ayuda…!!” un hombre salió a trompicones de un pasillo, con el miedo pintado en el rostro.
Un grupo de caminantes emergió del corredor tras él.
“¡Cuidado!” dijo Connor mientras alzaba su pistola y abría fuego sobre ellos.
Miró al suelo, al contenedor de gas que había activado antes. Ya no emitía aquella fina neblina blanca.
“¡Maldición, no podemos quedarnos aquí! ¡Lo hecho, hecho está! ¡Atención todos, volvemos a la salida!” otra multitud de caminantes se vertió al pasillo. “¡Este lado está bloqueado! ¡Vayan al otro!” mientras dirigía a los supervivientes, cogió la radio. “¡Capitán Isaac! ¡Aquí Connor! ¡Hemos iniciado el fuego, pero nos hemos cruzado con stingers en los pasillos interiores! ¡Regresamos! ¡Cambio!”
Uno de los hombres echó a correr en la dirección opuesta y desapareció tras una esquina.
“¡¡N-No!! ¡¡¡No no no atrás— Aaaaahh!!!”
Claire vio su cuerpo caer de espaldas de vuelta al pasillo, enterrado bajo más caminantes.
“¡¡Usted, tiene un arma!! ¡¡Dispare!!” dijo Connor a otro de los supervivientes, quien cargaba un rifle. “¡¡¡No podemos dejar que nos acorralen!!!”
Ambos comenzaron a descargar sus armas sobre la ola de caminantes que se acercaba. Los cuerpos cayeron, los cargadores se vaciaron, sin munición adicional disponible; pero el daño infligido no fue suficiente. A pesar de sus esfuerzos, el muro de caminantes se aproximaba más con cada trago de aire que tomaban.
“¡¡Usad fuego!!” gritó Claire.
‘¡¡Aún no hay suficiente humo en el aire, p-pero quizá el contacto directo con el fuego…!!’
Una sábana en llamas cayó sobre la primera fila de caminantes. Balancearon los brazos y chillaron, visiblemente alterados bajo la tela ardiente. Sin embargo, a los de detrás no pareció importarles. La horda no paró de empujar hacia delante, siguiendo el dulce olor de las presas humanas.
“¿¡¡Qué hacemos ahora!!?”
“¡¡Aaaah, se acabó!! ¡¡¡Vamos a morir!!!”
“¡¡C-Cálmense todos!! ¡¡Sigan luchando con fuego!!” dijo Connor.
El soldado trató de mantener la situación bajo control, pero incluso él mismo empezaba a mostrar signos de pánico. Uno de los hombres emitió un grito de horror y se dirigió al ascensor, aferrándose a la escalerilla y comenzando a trepar. Al ver esto, todos los demás abandonaron todo y se amontonaron también en el ascensor.
Claire no era siquiera consciente de en qué momento se les unió. Su mente se quedaba atrás, dejando que los instintos de supervivencia tomaran el control de su cuerpo. Creyó oír a Connor intentando todavía poner a todo el mundo a salvo de forma ordenada, pero el resto de gritos eran mucho más notorios.
“¡¡Apartaos!!”
“¡¡¡Yo llegué primero, que te den!!!”
“¡E-Ey…! ¡¡Basta…!!” dijo Claire, luchando por evitar que la empujasen al foso.
Un hombre ocupaba la escalerilla frente a ella. Había otro a medio camino del piso superior, pero había parado de trepar. Parecía gruñir de dolor. El hombre de abajo le agarró los pantalones y empezó a tirar, furioso.
“¡¡Muévete, joder!! ¡¡¡Te tiraré!!!”
“¡¡C-Cállate!! ¡¡No… puedo…!! ¡¡¡Quema!!!”
“¡¡¡Me importa una mierda!!!”
Los dos empezaron a pelearse de forma irracional, intercambiando patadas y puñetazos en la escalerilla.
“¡Parad de pelear, los dos…! ¡¡Subid!!” chilló Claire. “¿¡Qué estáis hacien—!?” con un fuerte estallido, todo el segmento superior de la escalerilla se desencajó, y se inclinó hacia el lado opuesto, llevando a uno de los hombres consigo. “¡¡Dios mío!!”
Cuando el segmento de escalera hizo contacto con la pared del otro lado, se sacudió con violencia y se quedó atascado, haciendo que el hombre se escurriese y cayese, aullando, a las ardientes profundidades. El otro hombre se detuvo durante un segundo entero antes de cambiar de dirección, descendiendo en lugar de ascender.
Alguien empujó a Claire hacia el hueco.
“¡¡¡Muévete, vamos, muévete, muévete!!!” gritó una voz a su espalda.
“¡¡P-Para…!! ¡¡¡Aaaah!!!”
Saltó al interior y se agarró a la escalera. Prácticamente al instante, entendió por qué subir era una imposibilidad. Era el calor. Un calor insoportable, asfixiante y abrasador que se acumulaba en la parte superior de aquella chimenea.
Miró abajo. Al fondo del hueco del ascensor se había formado un infierno. Alimentado por la gran pila de ropa, madera, plástico y papel, el montículo de llamas ardía con una ferocidad aterradora, enviando corrientes de humo y ceniza hacia arriba como un géiser. Claire aguantó la respiración y se pegó a la pared en la medida de lo posible, en un inútil intento de huir del calor. Una sensación punzante se intensificaba por momentos en sus manos, en doloroso contacto con la escalerilla de metal, cuya temperatura subía rápidamente.
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‘No pienses. Hazlo. No pienses. Baja. Vas a morir. Venga, Claire, baja. ¡Baja!’
Su cuerpo se movió por cuenta propia, siguiendo al hombre que tenía debajo. Tan pronto como este estuvo a punto de saltar a la seguridad del quinto piso, un puñado de brazos emergió del pasillo, arrastrándolo al interior. Sus gritos resonaron arriba y abajo por el hueco del ascensor.
“¿¡¡Por qué te paras!!? ¡¡Sigue!!” el individuo sobre ella le pisó las manos.
“¡¡Au!! ¡¡¡P-Pero…!!!”
Desde arriba se oyeron más gritos espeluznantes, seguidos de varios caminantes precipitándose al vacío, agitando los brazos y las piernas. Uno de ellos consiguió agarrar al hombre, arrastrándolo hacia las llamas de debajo.
¿Qué pasaría si caía otro? ¿La cogería a ella también? ¿Iba a acabar también así, cayendo hacia la muerte? ¿Tendría la suerte de golpearse con algo a media caída, muriendo al instante? ¿Conseguiría morderla una de esas cosas? ¿Moriría quemada, agonizando hasta el final?
‘Estoy muerta. Estoy muerta. Estoy muerta de verdad. Esto fue un error. ¿Que no me importa ponerme en peligro? ¡No, no, no, no…! ¡Sí que me importa! ¡Me equivocaba! ¡No quiero morir!’
El nauseabundo olor de la carne quemada llenó sus fosas nasales. Se percató de que sus manos se sentían pegajosas, se volvía más y más difícil sujetar los peldaños de la escalera. Sus pulmones se estaban quedando sin aire, y tomar otro aliento parecía una sentencia de muerte.
Siguió bajando. ¿Quizá el cuarto piso era seguro? Cualquier otra opción más abajo sería imposible, se asaría viva. Se acercó a la abertura del quinto piso.
‘Por favor, no me cojáis… Por favor, no me cojáis… Aún seguís devorando a ese tipo, ¿¡verdad!? ¡Por favor, dime que así es! ¡Oh, dios… por favor!’
Sobre su cabeza, otro puñado de caminantes se estrujó al interior del hueco del ascensor. Vio sus caras, sus ojos muertos escaneando su posición, sus dientes castañeantes anhelando su carne.
‘¡No…!’
Algo la cogió del brazo. No vino de arriba, sino de la abertura a su lado. El tiempo se congeló por un instante, y juraría que pudo sentir cómo se le paraba el corazón.
Claire fue arrastrada a la oscuridad justo a tiempo de evitar que la lluvia de caminantes se la llevase hacia la muerte allá abajo. Lo que la había agarrado, fuese lo que fuese, tiró de ella por encima de varios cuerpos antes de forzarla a tumbarse en el suelo. Algo grande y liviano la cubrió, sumiendo su visión en completa negrura. ¿Una manta? Percibió un extraño olor en el aire, no tenía del todo claro qué era.
“Si quieres vivir, no hagas ni un ruido. Vienen.” susurró una voz a su lado.
‘¿Estoy… viva…? ¿Qué ha pasado? ¿Quién es? ¿Quién está aquí conmigo?’
El cuerpo a su lado no era un caminante, su calor humano era inconfundible. Actuando por impulso, se acurrucó al lado del extraño. No le importaba quién fuese. Aún le ardían las manos. Su piel aún estaba dolorida por la exposición al calor. Su respiración era rápida e irregular. Se mantuvo callada, pero no pudo controlar las lágrimas que se deslizaban por su cara. Lágrimas de miedo, dolor y alivio.
A pesar del crepitar del fuego, Claire oyó pasos. Eran muchos, arrastrando los pies, caminando en patrones impredecibles. Tropezaban con los cuerpos tirados en el suelo y se chocaban con las paredes. Sintió sus pies tocándole la espalda. Oyó sus escalofriantes lamentos.
Tapándose la boca y la nariz con las manos, cerró los ojos y rezó.
******
William abrió fuego y abatió al pequeño grupo de caminantes de allí delante, cuyas manos estaban a escasos centímetros de Desmond. Si hubiese decidido no disparar, tenía el presentimiento de que Desmond habría tratado de cargar a través de ellos.
“¡¡Desmond, espera!! ¡¡Escúchame!!” dijo.
Ignorándole, Desmond corrió escaleras arriba, tropezando y cayendo de rodillas tan pronto llegó al descansillo. Se incorporó de nuevo y se dirigió al piso de arriba. Por un breve momento, William pudo ver su cara. No era para nada el Desmond que conocía. Ojos saltones abiertos como platos, sus dientes mordiendo con fuerza el labio de abajo, sudor allá donde había piel… Parecía demente, loco de ansiedad y angustia.
‘¿¡¡Está siquiera usando la cabeza!!?’
La barricada que bloqueaba las escaleras de bajada estaba hecha pedazos, y ruidos siniestros anunciaban la inminente llegada de más caminantes, atraídos por sus disparos.
Podría irse. Podría olvidarse de Desmond y su hija, y volver con los demás. Podría evitar ponerse en peligro como un imbécil. Y, aun así, corrió escaleras arriba. ¿Lo hacía porque era “lo correcto”? ¿Desde cuándo le habían vuelto a importar esas gilipolleces? Vaya ironía, que entendiese mejor las acciones de Desmond que las suyas propias.
‘¿¡Qué coño estoy haciendo…!?’
Desmond desapareció por la puerta en la cima de las escaleras. William se percató de que ya estaba abierta.
“¡No te adelantes tanto!” corrió al umbral de la puerta y echó un vistazo al interior. “¡¡Desmond, por el amor de dios!!”
“¿¡A-Alice!? ¿¡¡Cariño!!? Eleanor, cielo, ¿¡e-estás aquí!?” William oyó la voz de Desmond más adentro, en la oscuridad, junto a sus agitados pasos.
El ruido que hacía no le habría molestado tanto si no fuese por la otra voz. Baja, áspera y afligida, en algún lugar en medio de la maquinaria. Inhumana.
‘¡No me digas que…! ¡Hay un caminante aquí!’
Sacó una linterna y se aventuró hacia las sombras, con el arma en ristre.
“¡¡Desmond!! ¡¡¡Desmond!!!” llamó.
Desmond continuó gritando los nombres de su mujer e hija. William siguió la voz lo mejor que pudo, pero los ecos hacían que fuese casi imposible entender o localizar el sonido. De repente, las llamadas de Desmond se convirtieron en alaridos.
“¡¡Oye!! Desmond, ¿¡¡qué pasa!!? ¡¡Responde!!”
¿Cómo podía haberse adelantado tanto en tan poco tiempo? Dobló esquinas alrededor de las máquinas y saltó sobre tuberías, temiendo lo peor. Los gritos de Desmond hacían parecer que estuviese luchando contra algo.
Giró una última esquina, y finalmente le vio.
Desmond dejó caer un tubo ensangrentado. Tirado en el suelo a su lado, William vio el cadáver de un caminante. Se le acercó, con sudor frío goteando de la frente.
“¡Desmond…!”
Ignorándole, Desmond se puso de rodillas y le hizo gestos a algo que se acurrucaba bajo la maquinaria, como invitándolo a un abrazo.
“¡A-Aquí, cielo…! ¡Soy yo, p-papá! ¡Ven…!” dijo.
Cuando William se acercó, vio el terrible estado en el que se encontraba. Arañazos, cortes, un mordisco con mal aspecto en el brazo derecho, y uno con aún peor aspecto cerca del cuello, sangrando abundantemente.
‘Joder.’
Algo reptó de entre las sombras y se detuvo frente a Desmond. Era difícil identificar a la niña como tal. Esquelética y sucia de los pies a la cabeza, su expresión facial estaba bloqueada en una bizarra mueca de incredulidad, que al mismo tiempo carecía de toda emoción. Desmond acarició su enmarañado pelo y le dio un abrazo tembloroso, sollozando con amargura.
“Papá está aquí, papá está aquí… N-No pasa nada, cielo… No pasa nada…” sin dejarla ir ni un instante, miró a los pies de William. Parecía temeroso de hacer contacto visual con él. “W-Will… No… No sé… Lo siento, y-yo… Aaaah…”
‘No creo que sea siquiera consciente de lo que pasa…’
“Escucha, Desmond, tu—”
“Aaah, me duele la cabeza, Will… Lo siento, lo siento, lo siento… T-Tú… Yo… Ah… Eleanor, cielo… Te quiero… Estaremos bien… Papá te va a llevar fuera… ¿F-Fuera…? Fuera… A-Alice… Cariño, ¿dónde…? ¿Q-Quién…? Aaah…”
“¿¡Desmond…!?”
Su cuerpo se quedó flácido. Con los brazos todavía sujetando a la niña en un fuerte abrazo, todo el peso de su cuerpo se cernió sobre ella. La chica cayó hacia atrás, enterrada bajo el cuerpo de su padre. William se le acercó a toda prisa y lo sacudió.
“¡Eh…! ¡¡Eh!! ¿¡Me oyes!?”
*Glug* *Glug*
El cuerpo de Desmond se desfiguró entre espasmos. Los músculos se rompieron, los huesos se retorcieron y partieron, la piel se volvió una manta de virulencia efervescente. Se irguió por un momento, aullando a los cielos, con su cuerpo revivido por la luz azul de la ultratumba.
“¡Mierda! ¡Desmond! ¡¡Detente!! ¡¡No dejes que se te vaya la cabeza!! ¡¡Maldita sea, ahora no!! ¡¡¡Desmond!!!” William le gritó a la cosa en la que se había convertido Desmond, tratando de apartarlo a empujones de la chica, consciente de la futilidad de sus esfuerzos. El caminante enseñó los dientes y se dejó caer, anhelando la sangre fresca de su propia descendencia. “¡¡¡Hostia—!!!”
*¡¡Bang!!*
La chica no pestañeó ni una sola vez. No miró al cuerpo de su padre muerto caído a su lado, o al arma que lo había matado, o al hombre que sostenía dicha arma. No dijo nada. No lloró. No hizo nada más que mirar fijamente al techo.
‘Mierda… Estás de coña… Tienes que estar de coña… ¿Así, sin más…? Y justo delante de…’
William sintió náuseas que le subían desde el estómago. Cerró los ojos un momento y respiró hondo. Un segundo después tosió violentamente, suspirando por un trago de aire fresco. Ni se había fijado antes, pero todo el piso superior apestaba a humo.
‘¡Cierto, Claire había sugerido usar fuego para llenar el lugar de humo…! ¿Viene del hueco del ascensor?’
Pronto sería imposible respirar en aquel espacio cerrado. No era el momento de pararse a pensar en lo que acababa de hacer, por duro que fuese.
“¡Lo siento, pero vas a tener que aguantarme por ahora…!” dijo, agachándose para coger a la chica.
Ella no respondió. Sin oponer resistencia, William la levantó y echó a correr, con ella en brazos.
Tras volver sobre sus pasos, vio algo frente a la salida. Un humanoide de aspecto frágil, tambaleándose de lado a lado, como un perro olisqueando los aromas que flotan en el aire. William colocó a la niña en el suelo y cargó contra la entidad. Con una potente patada en el pecho, el caminante salió rodando por la puerta y cayó escaleras abajo.
‘¿¡Es solo uno!?’
Se acercó a las escaleras y miró hacia abajo. Para su horror, todo el hueco de la escalera estaba infestado de caminantes, arrastrándose hacia arriba lenta pero incansablemente, siguiendo el rastro que Desmond y él habían dejado atrás.
“¡¡Mierda!!”
Disparar sería inútil. No tenía suficiente munición para acabar con todos, incluso si tuviese la suerte de no fallar ni un solo tiro. Regresó al interior y cerró de un portazo. Tras buscar con la linterna, avistó un pequeño armario de herramientas. No era lo bastante grande como para cubrir toda la puerta, pero sí lo suficiente como para atascarlo bajo el pomo.
Mientras lo movía a empujones, contempló sus opciones. Aquel piso no tenía más salidas. No había ventanas, no había rutas de escape, no había nada. ¿Podría quizá salir a través del hueco del ascensor? A juzgar por el humo cada vez más denso que contaminaba el aire, a aquellas alturas el hueco era probablemente un horno, del tamaño de un edificio entero. No tenía muchas ganas de achicharrarse vivo.
Una gran cantidad de golpes sacudieron la puerta. Su única opción era luchar. Preparó el rifle, apuntó a la puerta, y apretó los dientes.
‘¡Vamos…! ¡Vamos, venid…!’
*Cof* *Cof*
El humo se espesaba a una velocidad alarmante.
El armario que bloqueaba la puerta comenzó a traquetear y a deslizarse por el suelo. La puerta se entreabrió con un chirrido, e incontables brazos se escurrieron al interior. Una ranura de luz penetró la oscuridad desde fuera, borrosa y obstruida por el humo.
Tenía el dedo del gatillo preparado.
Pero ningún caminante se atrevió a entrar. En su lugar, los brazos se retiraron. Oyó el sonido de un cristal rompiéndose, y el coro de gorjeos lentamente volviéndose más y más distante.
“¿Eh…?”
Cauteloso, esperó varios segundos. Sin embargo, la falta de aire fresco ya le estaba provocando dolores de cabeza y nublando el pensamiento. Luchando por contener un nuevo ataque de tos, volvió a coger a la niña y corrió hacia la salida.
Tan pronto llegó a la puerta, vio que no había caminantes fuera. Con esfuerzo, pateó el armario a un lado y se escurrió al hueco de la escalera. La ventana del descansillo se había roto desde dentro, como si algo hubiese pasado a la fuerza a través del cristal. Los bordes fragmentados estaban pintados de rojo con sangre y restos de carne.
‘¿¡Han… saltado!? ¿¡Es por el humo!? Joder, ¿¡de veras funciona!?’
Debería acordarse de darle a Claire una palmadita en la espalda cuando volviese a verla.
Corrió escaleras abajo, de camino a la salida.