La conmoción en la sala de espera había amainado. Habían parado de disparar. Ya no estaban pegándose entre ellos, discutiendo, o lanzándose insultos y amenazas. Algunos estaban heridos, gimiendo de dolor. Otros no habían tenido tanta suerte, y sus cuerpos, todavía calientes, yacían sin vida en el suelo. Sin embargo, nadie les prestaba atención. En lugar de eso, se miraban unos a otros, desconcertados.
“¿A-Alguien más oye eso…?”
“¿¡De dónde viene!?”
Un retumbar en la distancia. Al principio era irreconocible, pero no tardó en escalofriar a todos los presentes tan pronto se percataron de lo que ocurría. No era sino un recordatorio del duro mundo en el que vivían.
“Son… Son gritos, ¿¡no!?”
“¡¡Suenan a caminantes!!”
“¿Viene de fuera…?” un hombre se acercó a una de las ventanas.
“¡Alto!” Marcus le gritó al hombre. “¡¡Que todo el mundo se aleje de las ventanas!!”
“¿Qué… pasa…?” murmuró Stella.
Seguía descansando en brazos de Marcus, respirando con pesadez. La herida de bala en su abdomen era desagradable a base de bien. No había alcanzado ningún órgano vital, pero la pérdida de sangre había sido significativa. Ella insistía en hacerse la fuerte, pero no le serviría de mucho. No sobreviviría sin el tratamiento apropiado. Marcus había hecho todo lo que había podido para estabilizar la herida y detener la hemorragia, pero no era suficiente. Sus conocimientos médicos eran inútiles sin las herramientas necesarias.
“Por favor, no hables.” dijo Marcus.
‘Maldita sea, ¿¡las hordas ya han llegado al hospital…!? Deben de estar amontonándose en las calles. ¡No tardarán en trepar hasta aquí arriba…! Normalmente, el nido impediría que ocurriese algo así. Pero, ¡si el nido también está alterado, no sirve de nada!’
“¡Atención, todos! ¡¡Tenemos que marcharnos de aquí cuanto antes!! ¡Tenemos que ir más adentro, lejos de las paredes exteriores!”
“¿¡Quién coño eres tú para darnos órdenes!?” casi al instante, alguien se le opuso.
“¿¡Y q-qué hay de los soldados…!?”
“¡Escuchad esos sonidos, por el amor de dios!” dijo Marcus, echándoles una mirada frustrada. “¿En serio creéis que es momento de discutir?”
Nadie estuvo en desacuerdo.
“¡Ayudad a los heridos! ¡Venga!” ordenó, mientras ayudaba a Stella a levantarse.
Parecieron escucharle, arremolinándose alrededor de los caídos. Marcus no podía decir que no le sorprendiese. La amenaza de los caminantes debía de haber desenterrado algunos ápices de sentido común.
“¡Ugh…!” Stella dejó escapar un gruñido de dolor. “Joder… Y yo era la que pretendía mantener las cosas bajo control… Una pedazo imbécil, eso es lo que soy…”
“En serio, calla.”
Prestándole su hombro como apoyo, Marcus salió de la habitación y siguió los pasillos hacia las zonas internas del hospital, con todos los demás siguiéndole.
El grupo se topó con una nueva fuente de ruido, esta vez proveniente del interior del edificio. Un ruido que se volvía más y más fuerte a medida que se acercaban a las escaleras que tenían delante. La gran barricada que bloqueaba el hueco de la escalera parecía respirar. Se hinchaba y abultaba, agitándose como si algo la estuviese empujando rítmicamente desde el otro lado. Una sinfonía de golpes y raspaduras se colaba por las grietas del bloqueo, junto a lloros y quejidos familiares. Un aura azul lo envolvía.
“¡Mierda! ¡Atrás todo el mundo! ¡¡Por aquí hay—!!” las palabras de Marcus se vieron interrumpidas por el crujido de la barricada al caerse a trozos, con fragmentos de madera y metal esparciéndose por el suelo a medida que docenas de caminantes entraban a la fuerza a los pasillos.
‘¿¡Ya…!? Sabía que en algún momento alcanzarían los pisos superiores, pero, ¿¡no es esto demasiado rápido…!? ¡¡¡Maldición!!!’
Mientras la multitud que le seguía entraba en pánico, Marcus se percató de algo. Las venas de los caminantes brillaban con furia, como si estuviesen a punto de estallar en llamas en cualquier momento. Sus movimientos eran más rápidos y fluidos de lo que cabría esperar tras varios meses de confinamiento.
‘Esta reacción… No me digas… ¿¡¡Le ha pasado algo a Lilian!!?’
Si la reina había sufrido algún tipo de daño, el hospital no sería un simple punto caliente de caminantes. No, se convertiría en el objetivo de una ola cabreada de zánganos, y podría llegar a atraer a la población de toda la celda.
Necesitaba tiempo para pensar, pero no podía permitirse tal cosa. No con una muchedumbre de caminantes a punto de darse un festín con él. Tenían que luchar ahora que todavía podían, pero sería difícil hacerlo mientras protegían a los heridos. La mayoría de los supervivientes salían despavoridos sin mirar atrás, abandonando a sus compañeros a su suerte. Los que todavía llevaban armas dudaban a la hora de abrir fuego.
Con su mano libre, cogió la pistola. Sin embargo, antes de que pudiese apretar el gatillo, un sonido metálico le llamó la atención.
Un pequeño objeto entró volando en su campo de visión. Vino de uno de los corredores que salían del pasillo principal. Rebotó en el suelo varias veces, antes de detenerse delante de Marcus y Stella.
Con un estallido suave, una nube de niebla blanca brotó del objeto, inundando rápidamente el pasillo. Todos los todavía presentes se taparon los ojos y la boca, sorprendidos por el humo.
‘¿¡Qué…!? ¿¡Humo!? No, espera… ¡Conozco este gas, este olor…!’
Inhibidor de feromonas.
Un grupo de tres figuras sombrías emergieron de la niebla. Marcus escuchó el tan conocido sonido del fuego silenciado, ininterrumpido a lo largo de un minuto entero.
A medida que el humo empezó a disiparse, tres soldados quedaron a la vista. Frente a ellos, la multitud de caminantes había caído, neutralizados con eficiencia letal. Reconoció a uno de ellos. Su corazón dio un vuelco. Ésta era su oportunidad. Una jugada arriesgada, pero necesaria.
“¿¡Capitán Isaac!?” preguntó.
Los soldados se giraron. Uno de ellos abrió mucho los ojos en cuanto vio su cara.
“¿¡¡Dr. Marcus…!!?” dijo Isaac. Inmediatamente le apuntó con el rifle. “¿¡Qué significa esto!?”
“¡Central! ¿¡Me recibís!?” dijo otro soldado, hablando por la radio. “¡Hemos encontrado al Dr. Marcus! ¡Cambio!”
“¡Esperad! ¡No disparéis!” rogó Marcus. “¡Debéis oír lo que tengo que decir!”
“¿¡Espera que me quede quietecito y escuche lo que sea que un traidor como usted tiene que decir!? ¡Suelte el arma! ¡Ya haremos preguntas después!”
“¡Escúchame, maldita sea! ¡Hay una reina aquí!”
“¿…qué acaba de decir…?”
“¡No sé qué es lo habéis venido a hacer aquí, pero es imperativo que prestéis atención a esto! Es una chica pequeña, de pelo negro corto, muy tímida y reservada. ¡Y no solo es una reina stinger, ella misma es resistente al Sting! Entiendes lo que significa esto, ¿no, Isaac…?”
Tras varios segundos de duda, Isaac cogió su radio.
“Central, aquí Alpha. Tenemos una pista sobre la reina. Podría estar aquí, y podría ser el objetivo resistente que buscamos.” … “Sí, así es.” … “Sí.” … “Entendido.” dejó la radio, y centró su atención de nuevo en Marcus. “¿Dónde está?”
“En alguna parte del ala este de esta planta. Algunos de mis compañeros se dirigen ya hacia allí, deberían estar manteniéndola a salvo.”
“¡Erik, Jameson, aquí el Capitán Isaac!” cogió de nuevo la radio. “¡Dirigíos al ala este tan rápido como podáis, ahí es donde se encuentra el objetivo! Una chica pequeña, pelo negro corto, debería ser fácil de identificar. ¡Daos prisa!”
Otra oleada de caminantes brotó del hueco de la escalera. Los soldados abrieron fuego sobre la horda, abatiéndolos uno tras otro.
“¡Connor! ¡Quédate con esta gente y protégelos! ¡Reúne a todo el mundo y prepáralos para la evacuación en la salida!” ordenó Isaac.
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“¡Sí, señor!”
Marcus echó un vistazo rápido por encima del hombro de Stella. Aunque al principio eran escépticos y estaban asustados de los soldados, los supervivientes se habían tranquilizado. Una sensación de alivio flotaba en el aire, tras presenciar cómo los soldados acribillaban a toda una multitud de caminantes sin demasiado esfuerzo. Por supuesto, Marcus sabía que no siempre sería tan sencillo. La munición no era infinita, y lo peor estaba aún por llegar. Aun así, era suficiente para inspirar a aquella gente a mantenerse firmes y pensar con cabeza.
“Dr. Marcus… No me fío una mierda de usted, pero aparentemente el Coronel Rowan sí. Si puede ayudar a todo el mundo a salir de aquí, hágalo. Déjenos el resto a nosotros.” dijo Isaac. “¡Paxton, conmigo! ¡Tenemos que reunirnos con los demás!”
“¡Espera…! ¿¡Tenéis por algún acaso una inyección inhibidora…!?” preguntó Marcus.
Isaac, quien estaba a punto de salir corriendo, se paró un momento.
“…no.”
“¡El nivel de agresión que muestran estos stingers no es normal! ¡Algo debe de estar afligiendo a la reina! ¡Sin una inyección de inhibidores para ocultar su presencia, no pararán de venir hasta que estemos todos muertos!”
‘A no ser que… No, no, ¡no podemos depender de algo así! ¡La inyección es la única forma segura de salir de este lío!’
“Deben de tener un suministro de ellas por aquí, en alguna parte. ¡De lo contrario, el hospital no sería seguro!”
“No tenemos tiempo de registrar todo el edificio en busca de algo tan pequeño.” Isaac le entregó una pequeña radio. “Tome esto, estaremos en contacto. Por ahora, nuestra prioridad es asegurar a la reina. Trazaremos un plan después. ¡Dese prisa, ya hemos desperdiciado suficiente tiempo!”
Sin intención de perder ni un solo segundo más, Isaac y su compañero de equipo se giraron y abandonaron la zona a toda prisa.
“¡Vale, atento todo el mundo!” Connor comenzó a dar órdenes a los supervivientes. “¡Nos dirigiremos a la salida! ¡Tenemos que alejarnos de escaleras y ventanas! ¡Síganme y mantengan la calma! ¡Los que estén capacitados para usar un arma, prepárense por si nos encontrásemos con más de esas cosas! ¡Nos vamos! ¡Venga, venga!”
Con ánimos renovados, los supervivientes empezaron a moverse en grupo.
“Parece que tus amigos no eran tan malvados y crueles como ese Julien los había descrito… Tus corazonadas eran ciertas, como de costumbre, ¿eh…?” resopló Stella.
Marcus la ignoró, pues darle una respuesta solo la impulsaría a seguir hablando.
Mientras seguía al resto del grupo, observó una persona de pequeño tamaño que se le acercaba. Le reconoció. ¿Ethan, se llamaba? A Marcus le pareció impresionante que no hubiese salido pitando ante la primera señal de peligro.
“Um… ¿Disculpe, señor…?” dijo el chico.
“¿Sí?”
“Bueno, h-he escuchado un poco su conversación con ese soldado, señor.”
“¿…y?”
“Sé que hay un maletín pequeñito con jeringas en la sala de suministros. Me lo encontré por casualidad mientras robaba comida. Era raro, y estaba un tanto escondido.” miraba al suelo, probablemente tratando de ocultar la vergüenza y la culpa que se habían dibujado en su rostro. “No entiendo muy bien, pero creo que podría ser, pues… ¿importante?”
Marcus se quedó un tanto boquiabierto.
“Escucha, ¿estás seguro de lo que viste? ¿Qué aspecto tenían? ¿Recuerdas si tenían alguna etiqueta? ¿¡Algo, lo que sea!?”
“N-No. No les presté mucha atención.”
“Creo que comprendo de qué va todo esto…” dijo Stella. “Encontraré otro hombro en el que apoyarme… ¡Ve!”
Sabía lo que tenía que hacer. No importaba cuánto se esforzase el equipo Alpha, o cuánto apoyo recibiesen de la Central. No tenían los recursos para detener la llamada de una reina stinger en apuros.
“¿Puedes llevarme a esa sala de suministros?” preguntó.
******
“¿¡Qué es ese sonido!?” preguntó Claire.
William llevaba un rato oyéndolo. Para ser precisos, desde que habían salido del sótano. Un tenue retumbar, proveniente de todas partes y de ninguna parte al mismo tiempo. Pero ahora se acercaba y se intensificaba.
Era el sonido de docenas de pasos, el sonido de una multitud quejumbrosa, de mobiliario siendo derribado, de cristal resquebrajándose y estallando. Le recordó a una horda nocturna, pero sin su violencia y brutalidad.
El brillo azul que emanaba de una puerta al otro lado del vestíbulo anunció su llegada. Lenta pero inexorablemente, el pasillo comenzó a escupir caminantes al interior de la estancia. Sus cuerpos estaban cubiertos de ardientes venas azules, y sus caras se retorcían en una mezcla de horror y dolor.
“¡¡Ah!! ¡¡No…!! ¡¡¡Atrás!!!” gritó Julien.
Agarró a Lilian y la levantó del suelo a tirones, para luego alejarla arrastras de los caminantes. Seguía sujetando el detonador en su mano izquierda. En cuanto estuvo casi de espaldas a la pared, cogió su pistola y empezó a descargarla sobre los zombis.
Algunos segundos después, el arma dejó de responder. Siguió apretando el gatillo en incredulidad. Tras malgastar o fallar la mayoría de los disparos, se había quedado sin nada con lo que defenderse. Sin embargo, su arrebato de pánico había sido muy efectivo a la hora de llamar la atención de la multitud.
“¡¡¡Claire!!!” William alzó la voz y apuntó su rifle.
Ella lo miró, y pareció comprender sin necesidad de explicaciones. Cogió su pistola y le imitó.
William centró la mira con tanta precisión como pudo sobre la cabeza del caminante más cercano, y apretó el gatillo. Estaba tentado de disparar a discreción, pero era consciente de lo inútil que sería algo así contra unos zombis. En su lugar, realizó disparos individuales en rápida sucesión.
Oyó a Claire disparando su pistola, a su lado. Esperaba que recordase algo acerca de las lecciones de tiro que le había dado. Al menos parecía haber superado su reticencia a utilizar un arma.
A pesar de sufrir bajas, la mayoría de los caminantes insistieron en arrastrarse hacia Julien y Lilian. William gritó a todo pulmón en un intento de llamar su atención. En cierta medida, funcionó, y una gran porción de la horda miró en su dirección, encontrándoles repentinamente más apetecibles.
“¡¡Están con nosotros!! ¡¡Retrocede!!” dijo William.
“¡¡V-Vale…!! ¡¡Nora, sal de ahí!!” respondió Claire.
“¡Pero…! ¡¡¡Lilian!!” Nora les siguió mientras retrocedían a un pasillo cercano, con sus preocupados ojos centrados en su hermana.
“¡Ese capullo aún tiene el detonador! ¡Todo lo que podemos hacer ahora mismo es impedir que los maten a ambos!”
Siguieron disparando, con la horda acercándose más y más.
“¡Ah! ¡¡No me quedan balas…!!” gritó Claire.
“¡Recarga! ¡¡Yo los mantengo a raya!!”
Claire comenzó a trastear con la pistola, y sus temblorosas manos consiguieron expulsar el cargador. Sacó uno nuevo del bolsillo de la chaqueta, y casi se le escurre de las manos mientras luchaba por insertarlo en el arma.
Intentó disparar de nuevo, pero lo único que se oyó fue un incómodo chasquido.
“¿¡Eh…!? ¿¡No funciona!?”
‘Mierda, ¿¡se le ha atascado!? ¡Este es el puto peor momento para un atasco!’
El arma de William dejó también de responder, habiéndose vaciado el cargador. El suelo frente a ellos estaba lleno de cadáveres, pero seguían saliendo más del vestíbulo. Desde algún sitio en la distancia, oyó la voz llorosa de Julien.
‘No entres en pánico. Sigue los pasos. Extrae el cargador. Inserta uno nuevo. Apunta. Dispara.’
Un solo hombre no podía vencer a una muchedumbre así, sabía que no era posible. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Siguió gritando y apretando el gatillo.
Un sonido metálico repicó en sus oídos cuando un objeto pequeño rodó por el suelo al lado de sus pies, proveniente de algún punto a su espalda. Entones, una nube de humo blanco llenó el pasillo. Los tres empezaron a toser.
“¡¡Apártense!! ¡¡Apártense todos!!”
Miró atrás, y vio dos figuras avanzando en su dirección. De forma instintiva, se pegó a la pared.
“¡Claire, Nora! ¡¡Haceos a un lado!!” gritó.
El sonido amortiguado de fuego automático inundó el aire, mientras los desconocidos recién llegados se abrían paso a través de la horda con sorprendente facilidad.
“¡Recargando! ¡Cúbreme!”
“¡Vigila tus nueve! ¡Stingers por el pasillo norte!”
“¡Este flanco está despejado!”
Cuando el humo se dispersó, William avistó un par de soldados, con las armas todavía en ristre, rodeados de caminantes muertos.
‘¿En serio…?’
Se apresuró de vuelta al vestíbulo, seguido por las chicas. Tan pronto como lo hicieron, uno de los soldados los encañonó. En shock, se detuvieron.
“¡Alto! ¡Quédense donde están con las manos arriba!” ordenó el soldado. “¡Estamos buscando a alguien! ¡Una chica pequeña, con pelo corto de color negro! ¡Si tienen información sobre su paradero, hablen!”
“¿¡Qué…!? ¡Estaba aquí hace un momento!” dijo William. Echó un vistazo por la estancia. No había nadie a la vista. “¡Es una rehén! ¡Le han adosado un cinturón explosivo!” trató de ofrecerles la información más crucial lo antes posible.
A decir verdad, no confiaba demasiado en aquellos soldados. Desde su punto de vista, no eran diferentes a cualquier otro extraño. Pero hacía ya un rato que se había jurado a sí mismo que cooperaría con ellos.
“¿¡Qué acaba de decir!? ¿¡Explosivos…!?”
“Así es. ¡Su captor tratará de sacarla del hospital! ¡No pueden haber ido muy lejos!”
“¡Muy bien…! ¡Capitán Isaac, aquí Erik! ¡Tenemos información sobre el objetivo!”
******
Tan cerca. Estaba tan cerca. Ya podía ver la salida. Tan solo tenía que salir al exterior y dejar atrás aquel endiablado hospital. Aquella gente quería a la chica a toda costa, no se rendirían. Enviarían a alguien más. Le encontrarían. Y él se aseguraría de que le salvasen también.
Tan cerca, y a la vez tan lejos.
Sentado en el suelo, Julien apretó los dientes y trató de sujetarse el brazo izquierdo. Una insoportable punzada de dolor le sacudió hasta la médula. Estaba roto. O, al menos, dislocado.
Donovan estaba de pie a su lado, con el detonador en las manos. Lilian se hallaba a unos metros de distancia, en cuclillas y cubriéndose las orejas.
‘¿Por qué…? ¿¡Por qué!? ¿¡Cómo he acabado así!?’
“¡¡Allí!! ¡¡¡Los veo!!!” una voz llegó desde el final del pasillo.
Los dos soldados, seguidos por aquel trío de idiotas, emergieron al pasillo exterior y comenzaron a correr en su dirección. Donovan tenía ahora el detonador, por lo que no les quedaría más remedio que seguir sus órdenes. Sin embargo, Julien ya no desempeñaba ningún papel.
Donovan le miró fijamente por un momento, y su expresión se torció con desprecio. Sacó un cuchillo, y se le acercó.
‘¿Así de fácil? Jaja… ¿¡Ni siquiera vas a decir nada, pedazo de capullo!?’
Cuando Donovan estaba a punto de abalanzarse sobre él, éste alzo la mirada y observó algo en el exterior, a través de la ventana. Julien también se percató. Un peculiar ruido sordo, rítmico, que aumentaba gradualmente de volumen.
Hubo un momento de silencio.
Un segundo después, el mundo entero pareció dar vueltas y venirse abajo.
Sus tímpanos amenazaron con reventar debido a un potente estallido. Julien observó cómo Donovan era engullido por una avalancha de escombros y polvo, un instante antes de que un fragmento de roca le atinase de pleno en la cabeza.
Cayó como un trapo. Su mirada se había vuelto borrosa; se sentía mareado. Apenas podía reconocer nada de lo que tenía delante. Lo único que percibía era la nube de polvo, que se movía en patrones sinuosos.
Momentos antes de quedarse sin conocimiento, creyó percatarse de algo extraño dentro de su campo de visión. Algo grande.