Ricardo y Taras estaban trabajando en la cocina, luego de darles bastantes explicaciones al capitán en su camarote
"Esta vez tuvimos suerte" Dijo Ricardo con algo de felicidad, tocando la cruz en su pecho.
"La suerte no nos salvó, se notaba que el capitán nos quiere con vida, la buena comida y nuestra coartada sin incidentes nos protegen" Dijo Taras, orgulloso de su trabajo, nunca en su vida pensó que podría llegar tan lejos, solo para lograr salir con vida de este barco infernal.
"El capitán también quería con vida a Lucas y te recuerdo que su muerte fue el chispazo que nos permitió entender este juego mejor que nadie" Dijo Ricardo con algo de seriedad mientras deshuesaba la pierna de Arimin.
"Lo sé ... Nadie es de confianza, hasta que no entendamos su obsesión" Dijo Taras con aún más orgullo.
Él fue la mente maestra que logró descifrar el secreto de las sirenas, no te convierte en un enfermo mental, te obsesiona con una idea y esa idea te destruye por dentro si tratas de reprimirla, sabiendo eso, uno puede seguirle la marea a la idea y no perder completamente la cabeza, navegando sobre su obsesión, aunque uno sé esclaviza de esa obsesión.
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"Pásame las batatas, Ricardo" dijo Taras, moviéndose con el cuchillo en su mano hacia la puerta.
'Mierda, ahora a quién ofendimos?' Pensó Ricardo, mientras escondía los restos Armin y se posiciona en la mesa, pero esta vez atado a la parte de atrás de la mesa había pescados, para tratar de amortiguar las balas.
Taras se posicionó en el punto siego, pero esta vez además de un cuchillo estaba apuntando con una pistola, si es en defensa puede usarla, la anterior vez lo cazaron desprevenido, pero este mar no permite cometer dos veces un mismo error y salir con vida.
*Tock* ... *Tock*
"Pase" Respondió Ricardo, un poco menos nervioso.
Un hombre algo gordo y con una barba grasienta entró por la puerta, sus ropas estaban bastante desprolijas y parecía que no le importaba que estuviera llena de mugre.
"Eh! Pero si es Javier, pase amigo, que lo trae a la cocina" Dijo Ricardo algo animado.
"Ja, ja, ja, Todo bien Ricardo, todavía sigo recordando lo de anoche ... Casi la cago feo" Dijo Javier entrando en la cocina.
Al escuchar la voz, Taras por poco aprieta el gatillo, la reconoció al instante, era la voz de anoche que casi lo mata del susto.
"¿A qué viniste, Javier?" Preguntó Ricardo, aunque ya intuía el motivo.