Después de regresar a su cuarto, Arturo se encontraba en cuclillas en el suelo de su dormitorio sumido en un mar de lágrimas, incapaz de contener la tormenta emocional que lo abrumaba. Sus pensamientos se perdían en las decisiones injustas que había tomado en el examen, decisiones que ahora parecían perseguirlo como sombras fantasmales. Sin embargo, en medio de este desgarrador momento de vulnerabilidad, Arturo sintió algo suave y cálido contra su pierna. Miró hacia abajo y allí, con sus grandes ojos curiosos y su cuerpo peludo del tamaño de una pelota de tenis, estaba Copito, su leal mascota.
El pequeño ser peludo se acercó a Arturo con un movimiento juguetón, como si supiera que su amigo necesitaba un rayo de esperanza en medio de la oscuridad. Arturo, aún con lágrimas en los ojos, acarició a su querida mascota con gratitud. Aunque Copito no podía hablar en el sentido humano, su presencia era un bálsamo para el corazón roto de Arturo. Era un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, el amor y la compañía incondicional de un ser querido podían traer consuelo y fuerza. Y tras recordar que no todo estaba periodo, el botón antipánico pareció ser apretado por el cerebro de Arturo y una sonrisa llena de esperanza surgió en su rostro. Acto seguido, el joven dejó de llorar de forma radicalmente abrupta y con un salto energético se puso de pie.
Sin perder el tiempo, el jorobado se acercó al espejo de su cuarto para ver qué posición le habían asignado. Y sin la necesidad de preguntar, sobre la superficie del espejo se encontraba un número:
Número de Puesto Arturo 254
Arturo observó su nuevo número de puesto con una expresión neutral. Sabía que no era precisamente un puesto de alto rango, pero tampoco sabía si era el peor puesto de todos. Suspiró y se volvió hacia su peluda mascota, que lo miraba con curiosidad:
—Bueno, Copito, parece que estamos en el puesto 254. No es el mejor, pero de seguro tampoco es el peor de todos. No nos quejemos, ¿eh? Seguro podemos hacer algo interesante con esto…—Comentó Arturo mientras acariciaba la cabeza de su mascota, quien respondió con un alegre brinco.
Tras cerrar las notificaciones que indicaban su puesto, Arturo no pudo evitar ver en el reflejo del espejo el brazo que había perdido durante el examen. Como había pactado con el conejo blanco, ahora su brazo se encontraba en perfectas condiciones, por lo que Arturo no pudo evitar sentirlo allí, pensando que este brazo era un reconfortante recordatorio de que lo peor ya había pasado. Mientras reflexionaba en lo ocurrido durante el examen, Arturo acarició suavemente su brazo, como si quisiera asegurarse de que era real.
—Sabes, Copito…—Murmuró Arturo, dirigiendo sus palabras al pequeño Puffin en su hombro—Ahora que me miro en el reflejo, me doy cuenta de que la habilidad que Félix me ha dado es muy extraña. A veces, me afecta de forma muy intensa en momentos límite y me hace actuar como otra persona, pero también siento que influye en mí de manera constante. Es como si cada vez que se activa la habilidad, me convirtiera en una persona cada vez más feliz, como si dejara un poco de esa felicidad en mi, o tal vez es que me estoy volviendo loco...
Además de su brazo, lo segundo que llamó la atención de Arturo fueron sus desgarradas túnicas, manchadas de sangre, vómito y lágrimas. Al ver el estado lamentable de su ropa, Arturo no pudo evitar comentar con preocupación:
—Tendremos que lavar esto, Copito. Mañana es el gran día, y si me presento con estas apariencias, mi futuro jefe pensará que está contratando a un lunático.
Copito, ajeno al problema de las tunicas, saltó alegremente, como si estuviera de acuerdo con Arturo o simplemente no entendiera las palabras del joven. Sin embargo, mientras copito saltaba alegremente, un mensaje comenzó a aparecer sobre la superficie el espejo provocando que la atención de Arturo volviera hacia el espejo:
¡Hola, conejitos especiales! Hoy vamos a hablar sobre los nueve alineamientos que rigen nuestro mundo, pero en lugar de usar palabras difíciles que solo usan los molestos inspectores, ¡vamos a usar ejemplos divertidos para explicarlos! Aprender es divertido, ¿verdad? ¡Empecemos!
Conejito Valiente
Imagina a un conejito valiente llamado Saltarín. Saltarín siempre sigue las reglas y hace lo correcto. Siempre comparte su comida con los demás conejitos y ayuda a construir refugios seguros. Saltarín es un ejemplo de "Legal Bueno". Siempre sigue las reglas y hace cosas buenas para todos
Conejito Amigable
Ahora conozcamos a Popi, el conejito amigable. Popi es un conejito muy amigable y siempre trata de ayudar a los demás. No le importa mucho seguir o no seguir las reglas, pero siempre hace lo correcto y es amable con todos los conejitos. Eso lo hace "Neutral Bueno"
Conejito Juguetón
¡Es hora de conocer a Travesura, el conejito juguetón! A Travesura le encanta divertirse y hacer cosas emocionantes. A veces, rompe las reglas, pero siempre lo hace para ayudar a los demás conejitos y hacerlos felices. Eso lo convierte en "Caótico Bueno"
Conejito Ordenado
A continuación, conozcamos a Pelusa, el conejito ordenado. Pelusa siempre sigue las reglas y se asegura de que todo esté en su lugar. No hace cosas malas ni buenas, solo sigue el camino correcto. ¡Eso es "Legal Neutral"!
Conejito Equilibrado
¡Ahora es momento de hablar sobre Orejitas, el conejito equilibrado! Orejitas no se inclina hacia hacer el bien o el mal. A veces sigue las reglas, a veces no, ¡pero siempre trata de mantener un equilibrio en su vida y ser justo! Eso lo hace "Neutral"
Conejito Travieso
Conozcamos a Travieso, el conejito travieso. Travieso no le presta mucha atención a las reglas y le gusta hacer lo que quiere cuando quiere. No hace cosas malas a propósito, ¡pero definitivamente es un poco travieso! Eso es "Caótico Neutral"
Conejito Controlador
Ahora, conozcamos a Zarpas, el conejito controlador. Zarpas siempre quiere estar en control y seguir las reglas a toda costa. A veces, puede hacer cosas malas para mantener el control. Eso lo hace "Legal Malvado"
Conejito Egoísta
Conoce a Ronroneo, el conejito egoísta. Ronroneo solo piensa en sí mismo y no le importa si sus acciones son buenas o malas para los demás. ¡Siempre busca su propio beneficio! Eso es "Neutral Malvado"
Conejito Malicioso
Finalmente, tenemos a Colmillo, el conejito malicioso. Colmillo hace cosas malas a propósito y no sigue ninguna regla. Disfruta causando problemas y haciendo daño a otros conejitos. ¡Eso lo convierte en "Caótico Malvado"!
Arturo leyó el folleto detenidamente, recordando que el inspector le había prometido enviarle esta información. Inmediatamente, un pequeño detalle fugazmente mencionado por el inspector cruzó su mente, lo que llevó al jorobado a sacar su tarjeta de plata para comenzar a investigarla. Tras un vistazo rápido, Arturo encontró lo que estaba buscando: ¡Los resultados de su examen de moralidad!
Sobre la tarjeta de plata, ocupando exactamente la otra mitad en donde se encontraba la calificación que había obtenido en el gran examen, se encontraba escrito: “Travieso, el Conejito Travieso” Arriba del título se hallaba un pequeño y peludo conejo con manchitas esparcidas por su pelaje.
—Así que soy un conejito travieso y según este panfleto: soy un poquito travieso... —Murmuró Arturo con seriedad, reflexionando sobre cómo había llegado a esa clasificación; había hecho todas las cosas buenas y todas las cosas malas, lo que lo llevó a pensar que aparentemente él era el único estudiante con esa clasificación.
Mientras Apolo reflexionaba sobre si ser unico era algo bueno o algo malo, notó que su fiel mascota saltaba de su hombro y se dirigía hacia el castillo, presumiblemente en busca de comida o descanso. Esto le recordó a Arturo que supuestamente había ganado otra mascota y una reliquia por soportar la tortura mental a la que lo habían sometido. Por lo que con algo de impaciencia, Arturo sacó el folleto del espejo y mirando su reflejo, dijo:
—Muéstrame mi almacén secreto.
El reflejo en el espejo cambió y el almacén secreto apareció, pero antes de que Arturo pudiera ver qué había obtenido, una molesta notificación apareció, interrumpiendo la emoción del momento.
Inventario Colchón 2 Túnica 3 Paquetes recientemente adquiridos a nombrar 2
Arturo comprobó que efectivamente había dos paquetes desconocidos en su inventario, y con un gesto de frustración, cerró las molestas notificaciones.
Sin demorarse, Arturo sacó el primer paquete de su inventario. Era una caja de madera, de un tamaño modesto y de aspecto similar a una caja para anillos. La madera estaba ligeramente pulida, lo que le confería un aspecto suave y agradable al tacto. En la parte superior de la caja se encontraba un pequeño grabado en forma de girasol delicadamente tallado añadiendo un toque de elegancia. La tapa se abría con suavidad, revelando un interior forrado de terciopelo carmesí que contrastaba con la madera. En el centro de este delicado revestimiento, reposaba un objeto, aún oculto bajo un pañuelo de seda.
La caja en sí misma era una obra de arte, hasta el punto en que Arturo llegó a pensar que la propia caja era la reliquia que había adquirido. Sin embargo, para confirmarlo, extrajo el pañuelo de seda del interior de la caja, revelando que el objeto oculto era simplemente un botón de madera, que para colmo estaba evidentemente roto.
Con cierta incredulidad, Arturo tomó el botón de madera en sus manos, sin sentir nada especialmente especial en él. Aun así, por las dudas, el joven sacó la bolsa negra que solía llevar consigo entre su sucia túnica pese a que la misma estuviera evidentemente vacía, simplemente por la sana costumbre de tener un lugar donde guardar una reliquia si la misma le fuera regalada espontáneamente por alguna entidad amigable . Siguiendo su intuición, Arturo colocó el botón en la bolsa y se dio cuenta de que el botón era una reliquia, ya que pudo ser alojado en el interior de la bolsa negra sin problemas.
Tras obtener la reliquia, Arturo dejó descuidadamente la caja que había contenido el objeto en el suelo de su dormitorio y extrajo de su inventario el segundo paquete. Este paquete estaba lejos de tener la apariencia de un objeto precioso y era un conjunto de trozos de papel arrugado, amarrados de manera desordenada con un cordel gastado. Los papeles parecían viejos y tenían un hermoso color amarillento, como si hubieran estado olvidados durante mucho tiempo en el baúl de algún ermitaño.
Con curiosidad, Arturo desató el cordel y comenzó a desplegar los papeles arrugados, descubriendo que entre los pliegues de papel se hallaba un cristal rojo brillante, que contrastaba vivamente con la humilde envoltura.
Arturo miró al cristal con asombro y curiosidad. A pesar de su apariencia inicialmente inerte, el joven entendió que este objeto tenía un misterio oculto, y estaba decidido a descubrirlo.
—Hola, ¿eres un ser vivo? —Preguntó Arturo mirando al cristal en su mano, consciente de que el conejo le había prometido una mascota y este cristal no se parecía en nada a lo que tenía en mente.
El cristal permaneció en silencio, sin emitir sonido alguno ni responder a los estímulos a los que Arturo lo sometió. Finalmente, el joven decidió ponerlo en el suelo de su habitación, con la esperanza de que algo sucediera.
De repente, el truco para desvelar el secreto oculto en el cristal se reveló: tan pronto como tocó el suelo, el cristal comenzó a vibrar violentamente, y un brillo interno de color rojo intenso comenzó a emerger desde su interior. En un abrir y cerrar de ojos, un destello rojo llenó la habitación de Arturo, y un portal del tamaño de una mesa de luz comenzó a formarse sobre el cristal.
La habitación de Arturo estaba llena de un aire denso y opresivo cuando el portal comenzó a tomar forma sobre el cristal rojo que reposaba en el suelo. Un zumbido ominoso llenó el aire mientras el portal se expandía, y Arturo retrocedió unos pasos, sintiendo una mezcla de miedo y anticipación. Sabía que lo que estaba a punto de emerger de ese portal era algo inimaginablemente aterrador.
El brillo rojo que brotaba del interior del cristal se intensificó, iluminando la habitación de Arturo como si estuviera sumergida en un infierno carmesí. El joven se quedó paralizado, incapaz de apartar la mirada del portal que se formaba ante él.
¡Y entonces, emergió!
La criatura que surgió del portal era una aberración de la naturaleza, una pesadilla en movimiento. Era un ojo, pero no un ojo humano. Su tamaño era descomunal, del tamaño de una pelota de baloncesto, y flotaba en el aire como un espectro siniestro. Su iris era de un color rojo brillante, similar al cristal en el suelo. En el centro de su iris, se halaba una pupila dilatada de color negro, sin fondo, que parecía ser el epicentro de una oscuridad ancestral.
Unas venas sanguinolentas se extendían por la carne sin piel que recubría el ojo, formando una red grotesca de vasos que parecían estar a punto de estallar en cualquier momento, con cada latido del corazón de esta criatura las venas en su cuerpo se hincharan y se retorcieran. Inquietando al jorobado que observaba en la distancia la abominación que había aparecido en su dormitorio.
Por otra parte, los párpados de esta criatura estaban deformados y desgarrados en varios lugares, revelando el tejido carnoso y palpitante que se encontraba debajo. En lugar de cejas, la criatura tenía largas y afiladas espinas cubiertas de sangre seca y coagulada que se elevaban desde su frente como cuernos retorcidos.
Arturo se quedó boquiabierto, incapaz de articular una palabra. La criatura que había aparecido era algo completamente fuera de su comprensión, algo que no debería existir en ningún lugar de este mundo. Pero a pesar de su horripilante apariencia, este ojo flotante era su mascota, y el jorobado sintió que existía una conexión inexplicable con esta criatura. Esto lo impulsó a preguntar:
—¿Puedes hablar?
La criatura miró fijamente a Arturo, flotando arriba y abajo, aparentemente comprendiendo sus palabras. Sin embargo, Arturo no entendía el significado detrás de ese movimiento, por lo que decidió ser más específico:
—Si me entiendes, parpadea dos veces; si no me entiendes, haz solo un parpadeo.
Ante esta solicitud, la criatura sin boca, orejas ni nariz visible, parpadeó su masivo ojo dos veces, provocando una sonrisa de satisfacción en Arturo.
—Bien, ve y juega por la habitación, pero no rompas nada, no te comas a nadie... si es que comes, y sobre todo, no lastimes a mi otra mascota—Ordenó Arturo mientras volvía a enfocar su atención en el espejo. Sabía que jugar con su nueva mascota tendría que esperar, ya que tenía asuntos urgentes que atender: ¡Ejecutar la estrategia que había estado planeando durante las últimas seis Lunas!.
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Los planes de Arturo, que habían tomado forma después de conocer sus calificaciones, se centraban en dos puntos fundamentales. El primero era obtener a Copito y tratar de descubrir su secreto. Pese a que este plan se había quedado a mitad de camino, puesto que si bien había logrado adquirir al adorable puffin blanco, aun el jorobado no tenía idea de cuál era el misterioso secreto que guardaba.
Mientras tanto, el segundo punto de la estrategia de Arturo consistía en comerciar su número de puesto. Aunque el jorobado no había descubierto cómo se asignaba ese número, sabía que existía y que era intercambiable. Esto significaba que uno podía negociar su posición con otro estudiante aprobado. Como resultado, uno podía comprar una posición mejor o, por el contrario, vender su posición a cambio de una posición anterior y algunas reliquias como compensación.
Lógicamente, pagar una reliquia por un número de puesto parecía absurdo cuando ya se tenía uno. Sin embargo, la subtrama de los números de puesto era mucho más compleja de lo que parecía. Todo se basaba en que los mejores estudiantes siempre ocupaban los primeros puestos, mientras que aquellos menos destacados quedaban relegados al fondo.
Por lo tanto, un buen número de puesto era una forma efectiva de presentarse a los jefes como un estudiante interesante. Aunque al final uno debía respaldar su posición con calificaciones sólidas, el número de puesto se asignaba considerando muchos factores, y para muchos jefes, la primera impresión valía más que la calificación numérica en sí. En definitiva si un estudiante con la calificación mínima llegara al primer puesto, cualquier jefe que lo viera en esa posición no podría evitar murmurar en voz baja:
—¡Oh dioses, este chico es un monstruo , una bestia capaz de realizar lo imposible!
Y probablemente los jefes no se equivocarían, dado que ese chico debería haber estafado a la mitad de los estudiantes, conocer casi todos los secretos y tener la valentía de un dragón para haber logrado semejante hazaña.
Sin embargo, en el caso de Arturo, la primera impresión estaba garantizada para ser absolutamente desfavorable debido a su evidente deformidad, o al menos esa era la visión de Arturo. Por lo tanto, el joven inteligentemente consideró los desafíos que su joroba le presentaría y optó por no gastar recursos en mejorar las primeras impresiones.
Y dado que a Arturo no le importaba en absoluto estar en el último puesto, su enfoque se centraba en obtener la mayor cantidad de beneficios posible de aquellos estudiantes que buscaban mejorar su posición mediante el intercambio de números de puesto.
En la mente de Arturo, este plan se llevaría a cabo una vez que le asignaran su puesto, es decir, una vez que la séptima luna apareciera y comenzaran las contrataciones. Sin embargo, todo parecía indicar que el momento de comenzar el comercio había llegado con el final de las asignaciones, y Arturo no quería desperdiciar esta oportunidad dorada.
Para iniciar el comercio con los otros estudiantes con buen pie, lo primero que hizo Arturo fue sacar su libro de rumores y buscar entre sus páginas hasta llegar a las dos páginas en blanco. Acto seguido, Arturo preguntó:
—¿Cuántos estudiantes se rumorea que han aprobado este año?
Ante lo cual, el libro respondió de manera escueta:
> "Muchos"
La respuesta no desanimó a Arturo; de hecho, le hizo sonreír. Sabía que, según los rumores que había recopilado, había dos respuestas posibles: «no sé» y «muchos». Si la respuesta era «no sé», significaba que nadie había compartido información sobre cuántos estudiantes habían aprobado, y por lo tanto, tendría que negociar hábilmente con el libro para extraer información sobre cuántos estudiantes estaban buscando rumores sobre cómo gastar sus reliquias. Esto podría proporcionarle una estimación del número de estudiantes aprobados. Por otro lado, si la respuesta era «muchos», indicaba que el rumor ya se había compartido y era relativamente conocido, lo que facilitaba obtener esa información en los últimos días.
Arturo se acercó al libro y, mientras lo acariciaba suavemente, le susurró un secreto que había preparado para este momento:
—Libro, querido librito, he escuchado un rumor muy intrigante. Se dice que el día en que recibes tu quinta torta de cumpleaños, puedes dirigirte al salón de clases del grupo de descartables número 8. Si no encuentras a nadie allí, verás que en el aula se aparecerá el fantasma de un antiguo estudiante del curso. Este espíritu te regalará una túnica nueva y compartirá algunos secretos valiosos contigo.
Ante lo cual en el libro comenzó a escribirse por si solo hasta formar una frase:
> “Júrame que no me mientes, dime que tus secretos son tus verdades, prométeme que los rumores no son falsos y te contaré algo de lo que mis amigos me han enseñado”
—Amigo, tú ya me conoces de sobra: ¿Cuándo te he mentido?, te juro que mis palabras son la única verdad que yo conozco y sin lugar a dudas te prometo que jamás inventaría rumores para sacarte provecho…— Susurró Arturo de memoria.
Tras que se completaran el juramento, la promesa y la pregunta, el libro comenzó a dar vueltas sus páginas hasta que un tosco, pero útil mensaje apareció entre una de las hojas de libro:
> "Con certeza hay más de 4657 estudiantes aprobados y los rumores indican que el número más fiable es de 8544 , en cuanto a la media de aprobados es de entre 5000 y 7000. Por lo que este año hay una buena camada de aprobados y el número real puede estar rozando el máximo histórico de 9598, hay rumores de malos augurios para los estudiantes de este año, los cuales apoyan a esta teoría. El número de puesto más bajo comercializado que se tenga información está en los 4400"
Tras leer la información, una sonrisa agridulce se formó en el rostro del jorobado mientras murmuraba:
—Parece que la fortuna finalmente me sonríe, saque un número de puesto altísimo, al parecer ese conejo no mentía con que mejoraría mi número de puestos… Pero mira la cantidad de estudiantes que aprobaron, son muy altos estos números, claramente es un problema que haya tantos aprobados, cuanta más gente más competencia…
Sin embargo, Arturo también reflexionó sobre el hecho de que cuanta más competencia hubiera, más valioso sería su número de puesto. Desde ese punto de vista, no era una situación tan mala. El único problema real residiría en el caso de que esta gran cantidad de estudiantes estuviera acompañada de una falta generalizada de oportunidades laborales. Eso indicaría que los estudiantes con bajas calificaciones tendrían dificultades para encontrar un trabajo decente y podrían verse obligados a someterse a los deseos de los jefes para conseguirlo.
Habiendo obtenido la información que buscaba, Arturo volvió a guardar el libro en su escondite secreto. Luego, mirando su reflejo en el espejo, gritó con entusiasmo:
—¡Ofertas recibidas!
Inmediatamente, una gruesa columna de notificaciones llenó la superficie del espejo, extendiéndose desde la parte superior hasta el infinito y más allá. Esto demostraba en parte que, efectivamente, el rumor sobre la cantidad de estudiantes aprobados de este año se había extendido como la pólvora, y había mucha gente buscando comerciar con sus puestos.
Cantidad de ofertas pendientes por leer
5456 / 5456
¡Has recibido una nueva oferta!
¡Has recibido una nueva oferta!
¡Has recibido una nueva oferta!
¡Has recibido una nueva oferta!
(La lista de notificaciones continuaba y continuaba)
Lo que más llamo la atención de Arturo de este panel era las 5456 ofertas que había recibido, lógicamente Arturo no podía ponerse a ver todas las ofertas manualmente, pero por suerte sabia que el espejo tenía barias funciones para hacer esto más cómodo:
—Filtra las mejores ofertas, mi criterio es mayor cantidad de reliquias y mayor numero de puesto a intercambiar, el segundo criterio de menor importancia es mayor objetos no identificados por mi inventario y mayor número de puestos a intercambiar. No valoricé la información, salvo que tenga la palabra clave “puffins” y si la tiene, ignore los otros criterios y póngalo en una columna ofertas especiales. Al mismo tiempo cambia el título de las ofertas por un breve resumen que indique, cantidad de reliquias a comercializar / numero de puesto, O, por el contrario, cantidad de objetos a comercializar / numero de puesto. Saque de la lista automáticamente todas las ofertas que no incluyan un numero de puesto y guárdelas en una lista aparte titulada “ofertas finales”.
Tras dar todos los criterios de búsqueda que había planificado minuciosamente, demostrando que el joven no se había estado rascando el culo las anteriores 6 lunas, Arturo pudo vislumbrar el cambio en el panel de notificaciones:
Cantidad de ofertas pendientes por leer 4667/4667 Cantidad de ofertas con palabra clave “puffins” 0 Ofertas Finales 789/789
—Mostrar primeras 25 ofertas con pago en reliquias y las primeras 25 ofertas de pago con objetos.
Lo que sucedió a continuación mantuvo ocupado al jorobado durante unos minutos. Tras investigar detenidamente las 50 mejores ofertas que había recibido, Arturo finalmente descubrió un patrón común que parecía establecer el precio justo en este mercado peculiar. La norma era intercambiar una reliquia por una diferencia de 1,000 puestos y un objeto misceláneo por una diferencia de 500 puestos. Esta lógica se basaba en que una reliquia otorgaba al comprador la flexibilidad de usarla para lo que deseara, mientras que el objeto tenía utilidad exclusivamente para quien necesitara ese objeto en particular.
Sin embargo, este no era un mercado abierto y las ofertas variaban en función de la urgencia tanto del vendedor como del comprador. Arturo, debido a sus filtros, tenía las ofertas de venta de puestos al final de la lista, lo que le permitía no ver las ofertas que no incluían reliquias. No obstante, el joven descubrió que no era lo mismo comprar los primeros mil puestos que los demás. En este mercado, se valoraba más alto cuanto más alto era tu número de puesto. Había ofertas que costaban un poco más de una reliquia para los números más altos o que se vendían en tramos más pequeños de puestos. Esta brecha se estrechaba a medida que se acercaban a los primeros 100 puestos.
Arturo entendió que tenía sentido pagar una reliquia para avanzar del puesto 5 al 1, ya que el primer puesto era increíblemente dominante. Representaba ser lo mejor entre miles de estudiantes y los jefes lo tratarían como tal, ofreciéndole contratos excepcionales. Sin embargo, Arturo sabía que era imposible aspirar a ese puesto de honor, por lo que su objetivo ahora era sacar provecho de aquellos que sí podían aspirar a un futuro tan brillante.
Finalmente entre el mar de ofertas, Arturo seleccionó la oferta más importante y se preparó para hacer su primer intercambio. La oferta decía lo siguiente:
Número de transacción
#44544
Comercio Automático Desactivado Tipo de comercio
A Turnos
Oferta 3 Reliquias / Puesto 300 Deseo: (+300) Propuesta
Arturo completó su número de puesto en la oferta y la envió, al mismo tiempo que continuaba enviando propuestas similares a otros posibles compradores. No pasaron más de 5 minutos antes de que Arturo recibiera su primera notificación de una contra-oferta.
Número de transacción
#44544 - Contra Oferta
Comercio Automático Desactivado Comercio Tiempo Real
Activado
Tipo de comercio
A Turnos
Oferta 2 Reliquias / Puesto 300 Deseo: (+300) Propuesta Puesto 254 Aceptar Rechazar
Inmediatamente, una sonrisa iluminó el rostro de Arturo, incapaz de creer que estaba a punto de obtener dos hermosas reliquias a cambio de solo descender 50 puestos. Sin dudarlo ni un segundo, decidió aceptar la oferta y con un clic en el botón correspondiente, la envió.
Sin embargo, la oferta no se cerró de inmediato, permaneció abierta, y Arturo entendió que esto se debía a que había seleccionado la opción de «comercio en tiempo real», lo que requería una segunda confirmación por parte del que realizaba la contraoferta de forma inmediata. En este sentido, se podría considerar que al aceptar la contraoferta, Arturo estaba haciendo una contraoferta sin cambios.
A pesar de ello, después de esperar no más de un segundo, la contraoferta volvió a aparecer en la pantalla, necesitando ser aceptada. Arturo creyó que había ocurrido un error en la transacción y trató nuevamente de apretar el botón de aceptar. Sin embargo, antes de lograrlo, sintió un golpe en la espalda, lo que lo hizo dar un giro para ver al ojo, del tamaño de una pelota de baloncesto, flotando de arriba abajo mientras lo miraba con curiosidad, como si quisiera jugar.
—Después jugamos, ahora tu dueño está tratando de cerrar un negocio que mejorará nuestro futuro para siempre —Dijo Arturo con orgullo, haciendo un gesto con la mano para que su nueva mascota fuera a jugar con los mini-humanos, y luego intentó nuevamente aceptar la oferta.
Sin embargo, el ojo flotante volvió a empujarlo en la espalda con más brusquedad, lo que hizo que Arturo se enojara y gritara:
—¡Después jugamos, ahora no puedo!
Pero en ese momento, Arturo vio al ojo mirando fijamente la oferta en el espejo sin pestañear siquiera, mientras se movía de un lado a otro, como si estuviera indicando algo urgente. Una corazonada recorrió a Arturo, y dirigió su mirada nuevamente hacia la pantalla de la oferta.
Número de transacción
#44544 - Contra Oferta
Comercio Automático Desactivado Comercio Tiempo Real
Activado
Tipo de comercio
A Turnos
Oferta 2 Reliquias / Puesto 3000 Deseo: (+300) Propuesta Puesto 254 Aceptar Rechazar
—¡Hijo de la grandísima puta, me cambió el número de puesto para cagarme! —Gritó Arturo, dándose cuenta de que estuvo a punto de comprar el puesto número 3000 en lugar del 300.
Sin dudarlo, Arturo rechazó la oferta y notó que su mascota lo miraba intensamente, como si los roles entre dueño y mascota hubieran cambiado. Por un momento, Arturo sintió que los movimientos erráticos del ojo flotante eran como el regaño de un profesor hacia un estudiante cuando cometía un error grosero.
—Casi caigo, gracias... —Murmuró Arturo, sintiéndose un poco intimidado por su mascota.
Sin embargo, el ojo aparentemente molesto flotó sobre la cabeza de Arturo y comenzó a bajar para golpearlo en la cabeza, lo que provocó que Arturo se cubriera con las manos mientras gritaba:
—¡Sí tenías razón, fui un tarado por no haberte hecho caso, ahora deja de golpearme, pesas bastante, carajo!
La mascota se detuvo ante el grito de Arturo, pero no se desentendió de la escena. En su lugar, flotó lentamente hasta ponerse en la espalda de Arturo y lo observó con una severidad inédita, como si temiera que el joven imprudente cometiera otra tontería que le costara caro. Aunque Arturo se sentía un poco incómodo por tener un gigantesco ojo acechando sus movimientos como un padre exigente, continuó investigando las ofertas con cuidado para no caer nuevamente en la misma trampa. Recordó que en este mundo, todos buscaban aprovecharse de él, excepto Copito y el ojo flotante.
La tensión en la habitación de Arturo se hacía palpable mientras continuaba escudriñando las ofertas. Cada vez que pensaba en aceptar una, el recuerdo del intento de estafa anterior le hacía retroceder. El ojo flotante seguía sobre su espalda, observando cada movimiento, como si fuera un guardián vigilante. Mientras tanto, Copito jugueteaba en el cuarto, ajeno al drama que se desarrollaba en la mente de Arturo.
Las ofertas y el tiempo fueron pasando, mientras Arturo se concentraba en sus negociaciones y el ojo flotante permanecía atento, como si estuviera evaluando las ofertas junto con él. Arturo comenzó a sentir que esta mascota no solo era un compañero de juegos, sino también una especie de consejero silencioso. Aunque no podía comunicarse con palabras, la mirada constante del ojo le transmitía una sensación de aprobación o desaprobación en función de las ofertas que consideraba. De tal forma el jorobado fue realizando las transacciones hasta que finalmente su número de puesto fue lo suficientemente bajo como para que ya nadie quisiera comprárselo.