En el transcurso del siguiente mes, Arturo se sumergió en las maravillas que su ático le ofrecía. Aunque, a primera vista, la habitación parecía no otorgar más que alimentos infinitos, compañía de criaturas encantadoras, y el cetro para invocar al poderoso golem de galletita, Arturo descubrió que su verdadero encanto residía en sus dimensiones desproporcionadamente grandes.
La legendaria habitación superaba con creces cualquier lugar que Arturo hubiera explorado antes, con la excepción del campo lleno de flores que había investigado durante sus asignaciones anteriores. Así, la habitación eliminaba cualquier problema de falta de espacio que el niño hubiera tenido, aunque la dificultad para colocar muebles en el suelo comestible del cuarto seguía siendo un inconveniente notable.
Durante las aventuras de ese mes, Sir Reginald finalmente aceptó la muerte de la bruja. Tras semanas de reflexión y con la sabiduría que solo el tiempo puede otorgar, el cerdo descubrió la verdadera naturaleza de la malvada bruja. Esta revelación desató la ira de Sir Reginald, quien, sintiéndose herido en su orgullo noble, reclamó la habitación de la bruja como su propio dominio. De esta manera, Copito tenía el cuarto del espejo, Anteojitos el cuarto del pozo, el gusano gigante el santuario, y ahora el cerdo se enorgullecía de poseer “la tierra embrujada” como su cuarto personal. Aunque Arturo sospechaba que el tema del orgullo era una excusa para asegurarse el cuarto más grande, el cerdo aventurero encontró su lugar perfecto entre habitantes sumisos y aduladores.
Por último, Shily y Juampi habían elegido el subsuelo como su refugio personal hace tiempo, mientras que Tentaculin se complacía en su sombra, sin necesidad de un espacio propio. De esta forma, cada mascota halló su lugar especial, restableciendo la armonía en el hogar de Arturo.
El día de hoy, una atmósfera inusualmente perturbadora envolvía la casa. Shily estaba ante el espejo, observándolo con una intensidad penetrante, recordando a Sir Reginald cuando su espíritu aventurero lo llamaba más allá de los confines del hogar. La mirada de Shily destilaba una ansiedad palpable, un anhelo por descubrir, por lanzarse hacia lo desconocido.
Arturo, capturado por la conducta atípica de Shily, se aproximó lleno de curiosidad. El parásito seguía fijo en el espejo, claramente sumido en pensamientos profundos, una rareza considerando que la ceguera de Juampi provoca que Shily rara vez enfocara su vista en algo específico. Arturo deseaba desentrañar las preocupaciones de su mascota, por lo que pregunto con una sombra de sospecha en su voz :
—¿Qué tramas ahora, Shily? ¿Planeas una fuga clandestina?
Shily, que había estado acechando el espejo durante horas para lograr recibir esa pregunta, emergió con una sonrisa alegre que desencajaba con sus ojos fríos. Su voz era melosa, cargada de falsa dulzura:
—Querido Arturo, ¡qué agradable sorpresa encontrarte aquí! Estaba considerando una pequeña incursión en el dormitorio de Tom. Sería… beneficioso para ambos si me acompañaras.
—Pero tú eres capaz de conjurar palabras mágicas, ¿por qué no recurres a Juampi para que te asista? —Arturo entrecerró los ojos, intuyendo que Shily ocultaba sus verdaderas intenciones.
—Ah, mi ingenuo niño, las palabras mágicas tienen sus límites, y la habitación de Tom es un enigma incluso para mí. Solo tú y Pompón poseen la llave de ese cuarto. Juampi es inútil en este asunto —Dijo Shily, su tono dejaba entrever el problema que había en su plan — Necesito tu… colaboración, Arturo. ¿Me harías el honor de unirte a mí en esta… excursión?
Arturo se sintió inquieto ante la propuesta. A pesar de que él había obtenido el dormitorio de Tom hace un mes, la repentina insistencia de Shily por ir allí le parecía sospechosa. No obstante, adentrarse en el espacio personal del fantasma al cual había estado ayudando hace un tiempo atrás, despertó la curiosidad del niño y lo llevó a aceptar la propuesta de su mascota:
—Está bien, Shily, pero no puedo evitar preguntarme… ¿Qué interés tienes realmente en el dormitorio de Tom?
Shily se inclinó hacia adelante, sus dientes brillando con un fulgor malicioso:
—Oh, querido Arturo, no es más que un rumor que he escuchado a escondidas…—susurró con voz melosa—Dicen que el dormitorio de Tom alberga un objeto fascinante y misterioso... algo que podría ser de gran utilidad para alguien con... nuestras habilidades.
Arturo frunció el ceño, pensativo.
—Si te hace feliz, podemos tener esa aventura… —Declaró el niño finalmente; comprendiendo que su mascota debía sentir gran alegría al saquear los dormitorios de otras personas—Hace tiempo no salgo de mi casa y las contrataciones están cada día más cerca. Supongo que sea lo que sea que se esconde en el cuarto de Tom será más útil en mis manos que dejado en el olvido.
—Pero asegurémonos de no meternos en problemas —Advirtió Arturo, señalando a Shily con un dedo acusador— Dile a Pompón que organice a las mascotas, ¡tenemos un dormitorio que saquear!
Con un gesto de aprobación lleno de entusiasmo, Shily dejó escapar una sonrisa reservada, típica de quien prefiere mantenerse en el anonimato, y se desvaneció discretamente para llevar a cabo su misión. Al cabo de unos minutos, Pompón se informó del asunto, logró organizar a las mascotas y las reunió en la habitación del espejo.
—Cada día te superas organizando nuestras aventuras, Pompón… —Comentó Arturo, admirando la rapidez con la que el conejo había conseguido que todas las mascotas abandonaran sus rutinas y se prepararan para la aventura. Era bien sabido que Anteojitos, últimamente, se mostraba reacio a dejar su cuarto de juegos, por lo que había que elegir el momento justo, al finalizar uno de sus juegos, para captar su atención y convencerlo de unirse a la travesía. Por otro lado, Copito y Tentaculín casi siempre estaban listos sin demora, mientras que Sir Reginald, al enterarse de una nueva exploración, solía correr al cuarto de Anteojitos para instar al ojo volador a apresurarse y dejar sus máquinas. Shily, aunque siempre terminaba aceptando, se movía con tal parsimonia que subir o bajar las escaleras le llevaba un buen rato. Por lo general, reunir a las mascotas en el cuarto de Copito tomaba al menos media hora, pero esta vez, sorprendentemente, solo habían sido cinco minutos, dejando a Arturo con razones de sobra para estar asombrado.
—La práctica hace al maestro, Arturo. ¡Cada día las mascotas me consideran más como su líder natural! —Exclamó Pompón con un brillo de orgullo en sus ojos, mientras se rascaba la cabeza nerviosamente con su patita, un gesto que solía hacer cada vez que ocultaba algo importante— Con algo de suerte, tú también empezarás a escucharme más, Arturo. Si prestaras más atención a mis palabras, esta casa sería mucho más tranquila y pacífica.
—Siempre valoro tus consejos, Pompón —Respondió Arturo con una sonrisa infantil, mientras se giraba para contemplar su reflejo en el espejo, pronunciando las palabras mágicas que desencadenarían el siguiente capítulo de su aventura. Su voz resonó en la habitación como un hechizo antiguo, y el reflejo en el espejo comenzó a distorsionarse lentamente:
> “En mí encuentras refugio al final del día, donde descansan tus sueños, en calma y alegría. En mí, tus recuerdos y risas están, y cuando me cuidas, soy tu lugar especial, ¿Quién soy?”
Lo que se reveló en el reflejo no fue un paisaje mágico o un reino encantado, sino un dormitorio común y corriente. Una habitación vacía en la cual no había marcos para ingresar a otros cuartos, o siquiera una miserable ventana que ofreciera un respiro al exterior. Las paredes y el suelo estaban formados por gruesos trozos de piedra, cubiertos por una fina capa de polvo que denotaba el abandono del lugar. La estancia albergaba el característico espejo presente en todos los dormitorios y el mismo se encontraba en perfectas condiciones. Pero más allá del espejo, el único mueble a la vista era una cama en perfecto estado, meticulosamente ordenada como si su dueño hubiera desaparecido de repente, abandonándola para no volver jamás.
—Qué pobreza… —Murmuró despectivamente Sir Reginald, quien al ver lo rápido que se habían reunido las mascotas ya se había ilusionado con la idea de embarcarse en una aventura emocionante.
—Tom nunca pudo ir al mercado, así que es normal que su dormitorio nos resulte escaso de comodidades —Comentó Arturo deprimiendo al pobre cerdo.
—Por el aspecto del fantasma diría que Tom fue asesinado cuando tenía unos 16-14 años, por lo que en principio tuvo suficiente tiempo para recolectar algún que otro tesoro—Señaló Pompón, reavivando el ánimo de Sir Reginald.
—Su habitación se parece a la de cualquier otro estudiante de esa edad que no haya sido particularmente diligente con la exploración de la academia— Criticó Shily con malestar, parecía que el rumor que había escuchado era falso y no había tesoros que robar.
—¡No debemos perder la esperanza! —Exclamó Arturo al notar como sus mascotas estaban perdiendo la fe de encontrar algo interesante tras esta aventura—No me cabe ni la menor duda de que Tom descubrió un gran tesoro, uno lo suficientemente valioso como para que alguien se tomara la molestia de asesinarlo para robárselo. Esto demuestra su espíritu aventurero; ¡su inventario debe estar lleno de sorpresas!
El discurso de Arturo reavivó la llama de la aventura en el corazón de todas sus mascotas. Con renovada determinación, el grupo se preparó para adentrarse en el desconocido cuarto a través del espejo. Arturo, liderando el camino, desapareció en el aire al cruzar el umbral del espejo. Cuando recobró el conocimiento, se encontraba en el interior del cuarto del estudiante que había desaparecido innumerables años atrás.
La atmósfera estaba cargada de misterio y anticipación mientras Arturo exploraba la habitación. El polvo flotaba en el aire cuando las mascotas seguían sus pasos, ansiosas por descubrir los secretos que este lugar ocultaba. Arturo se detuvo frente a la cama, examinando cada detalle con ojo agudo.
—Aquí es donde Tom comenzó su última aventura por la academia —Dijo Arturo, su voz resonando en la tranquila habitación— Pero algo no cuadra. Este lugar parece congelado en el tiempo desde aquel día. Como si el tiempo mismo se hubiera detenido.
Sir Reginald, aún desconfiado acerca de la utilidad de haber venido a esta habitación aburrida, chillo levemente. Mientras que Shily se acercó con curiosidad a la cama para ver si encontraba algo interesante escondido debajo de la frazada.
—Quizás hay algo más en esta habitación de lo que vemos a simple vista —Sugirió Sir Reginald, observando detenidamente el espejo en el cuarto de Tom.
—Podría haber secretos escondidos, algo que Tom descubrió y que nos llevará a la siguiente pista de su historia —Añadió Arturo, agachándose para revisar debajo de la cama.
—No, Arturo, no hay nada de eso. Los dormitorios de los muertos son sus tumbas; en general, los cadáveres de las personas son transportados a sus respectivos dormitorios y este permanece perdido en el tiempo por toda la eternidad. Lentamente, el cadáver se convierte en hueso, la habitación se llena de polvo y todo se vuelve más sucio —Comentó Juampi, mostrándose más colaborativo de lo habitual— Cuando aún era un estudiante, logré descubrir la contraseña para acceder a una de estas tumbas, por lo que sé bastante del tema.
—Pero aquí no hay ningún cadáver… —Mencionó Sir Reginald, percatándose de la evidente inconsistencia.
—Este tal Tom es uno de los tantos estudiantes fantasmas que hay por la academia, tal vez por eso no hay ningún cadáver. Otra opción es que lo hayan sacrificado, pero el mundo está lleno de misterios y comprender por qué ocurren las cosas no trae beneficios, así que descubrir eso no es importante —Respondió Juampi toscamente. Sus palabras ásperas y poco alegres mataron la chispa de aventura que tenían las mascotas, sumiéndolas poco a poco en la realidad de que se habían tomado la molestia de interrumpir sus rutinas diarias para visitar una aburrida y monótona habitación cuadrada, la cual, para colmo, se hacía demasiado pequeña con tantas mascotas adentro.
Arturo observó como el desánimo se reflejaba en las miradas de sus mascotas, quienes andaban explorando sin la misma energía que al principio, pero por desgracias no sabía qué más decir para animarlas.
Sir Reginald, se posó en el borde de la cama y dejó escapar un suspiro:
—Pensé que íbamos a vivir una aventura digna de recordar, no a estar en una especie de prisión…
Notando como la aventura se estaba desmoronando, Arturo trató de mantenerse firme ante la desmotivación que se apoderaba del grupo. Se acercó a Juampi con determinación y le dijo:
—Juampi, sé que eres realista, pero siempre hay algo más detrás de lo que vemos a simple vista. Tome una decisión al entrar a este cuarto, y me propuse descubrir quién fue Tom y entender por qué su vida terminó abruptamente, ¡no dejemos que el desánimo nos detenga! ¿Hay algo más que puedas contarnos sobre esta habitación? Algo que hayas descubierto en tus días de estudiante.
Juampi, aunque inicialmente reacio a tomarse los delirios del niño con seriedad, pareció reflexionar sobre las palabras de Arturo, o mejor dicho sobre la capacidad de Pompón para impartir castigos. Tras un breve silencio, suspiró y comenzó a inventar una historia algo más emocionante con tono más amigable:
—Bueno, como dije, logré acceder a una tumba similar en el pasado ¡Pero allí, la atmósfera era diferente! Había más pistas, más señales de lo que le pudo haber sucedido al difunto. Aquí... parece como si Tom simplemente hubiera desaparecido sin dejar rastro. Que tal si exploras el inventario de este cuarto en busca de más pistas sobre la vida de Tom.
Siguiendo la idea del esclavo, Arturo se acercó al espejo en la habitación y abrió el inventario descubriendo qué misterios se escondían en su interior:
Inventario Muebles 4 Ropa 7 Libros importantes 4 Basura a intercambiar 13 Tesoros 3 Consumibles 18
—Está muy organizado y prolijo… —Murmuró Arturo, quedando impactado por el orden meticuloso del lugar. Todos los objetos estaban catalogados de manera clara y comprensible, incluso para alguien que no era el dueño del cuarto le era fácil comprender que separaba cada categoría.
—Parece que Tom era todo lo contrario a ti, Arturo —Dijo Sir Reginald mientras inspeccionaba el inventario— A él le gustaba tener sus tesoros bien guardados y no desparramados por su hogar.
Arturo reflexionó sobre la observación de Sir Reginald y consideró la posibilidad de que Tom, debido a la limitación de espacio, prefería guardar sus pertenencias cuando ya no las necesitaba, en vez de dejarlas dispersas por su dormitorio.
—Libros, ropa, tesoros… Este impulso por el orden… —Murmuró Shily sintiendo que su corazonada no era simple coincidencia— Se asemeja mucho a cómo Pompón organizaría su propio inventario…
—Y no es casualidad, Shily…—Respondió el conejo mientras se rascaba nerviosamente la cabeza con sus patitas— Luego de todo lo que ocurrió con el trofeo de la “hambruna” y la bruja de la tierra embrujada, no iba a dejar que Arturo explorara a ciegas el dormitorio que adquirimos con un trofeo. Por lo que vine de antemano y revisé el lugar hasta que sentí que él mismo era seguro —Reveló Pompón, demostrando su astucia y ocultando el hecho de que era consciente de que si Arturo se demoraba demasiado explorando la habitación de Tom, terminaría quedándose sin energía para acomodar los objetos descubiertos, y pasarían meses, sino años, hasta que el niño volviera a recordar la existencia de dichos objetos.
—Entonces, ¿tú acomodaste todo esto? —Preguntó Arturo mientras examinaba el inventario.
—Sí, trate de sacar todo lo que había en el salón de trofeos de Tom y lo que había en los diferentes lugares donde se guardan objetos. Pero aparentemente no puedes obtener los trofeos de Tom, tal y como hiciste con los de Juampi. Como él no fue condenado, sus trofeos siguen siendo suyos por toda la eternidad, o al menos eso dijo la “tesorera” de Tom —Explicó el conejo. Luego, invocó rápidamente el salón de trofeos de Tom para que Arturo pudiera echarle un vistazo.
En el “armario” solo se divisaban dos trofeos junto a una gran araña, que se encontraba puliendo los trofeos con esmero.
—Oh, vaya, tenemos visitas…—Mencionó la araña levantando su mirada de los trofeos—Un placer ver a alguien visitando este salón de trofeos. Mi nombre es Tania, y soy la guardiana de esta tumba.
—¿Guardiana?, ¿no eres una tesorera? —Preguntó Arturo con curiosidad, notando que esta araña era bastante diferente a su tesorera y se parecía más a una tarántula.
—Tal y como escuchaste, soy la guardiana de esta tumba. Cuando tú mueras, tu tesorera será asignada a otro salón de trofeos o se retirará del trabajo, y una guardiana ocupará su lugar. Nuestra función es muy diferente, ya que los muertos raramente recolectan trofeos tras su muerte —Explicó Tania.
—Tiene sentido, supongo… ¿y cuál es tu función, Tania? —Preguntó Arturo.
—Oh, no hago mucho, solo protejo que nadie se robe estos trofeos. Ya sabes, sería muy triste que los cazadores de trofeos se convirtieran en ladrones de tumbas. Por eso, hace tiempo las arañas ofician de guardianas de tumbas —Detalló Tania.
—¿Y estos trofeos qué hacen? ¿Sabes cómo los consiguió Tom? Resulta que estoy muy interesado en la recolección de trofeos, y siempre es bien recibido algo de información sobre cómo sumar más trofeos a la colección —Preguntó Arturo mientras inspeccionaba los trofeos en el armario, preguntándose para qué servían.
El primero de los trofeos presentes en el armario era una sólida lápida de piedra, pulida y bien tallada. En ella, estaba inscrito un lema que contaba la historia de Tom de una manera un tanto triste y, a la vez, irónica: “Aquí yace Tom, un lastimero estudiante, cuyo más grande logro fue servir de escalón para que otro estudiante lograra llegar más alto”.
El segundo trofeo era una esfera blanca y traslúcida que simulaba ser el ectoplasma de un fantasma. Esta peculiar pelota emitía constantemente una niebla perturbadora, haciendo que el tablón de madera sobre el cual estaba apoyada se encontrara cubierto de una espesa neblina. La pelota parecía contener la esencia misma de la presencia fantasmagórica de Tom, y su bruma misteriosa añadía un toque sobrenatural al salón de trofeos.
Encantada con la curiosidad del niño, Tania se acomodó y comenzó a explicar con entusiasmo:
—Cada trofeo tiene su propia historia y energía única. Algunos son adquiridos a través de hazañas notables, mientras que otros provienen de momentos trascendentales en la vida de sus dueños. En el caso de Tom, obtuvo sus trofeos por vivir uno de estos momentos de gran importancia.
Arturo asintió con interés, absorbido por la narrativa de Tania. La araña continuó:
—La lápida se obtiene cuando uno muere. En función de tus logros o tus fracasos, la lápida cambiará de forma y el lema inscrito sobre la misma será diferente. Por lo tanto, este trofeo es muy fácil de obtener y solo tiene que morir para sumarlo a tu colección.
—Interesante… —Murmuró Arturo, contemplando los trofeos con una nueva perspectiva— ¿Y el segundo trofeo?
—El segundo trofeo lo obtendrías si lograras transformarte en un fantasma tras tu muerte, lo cual es toda una hazaña, te aseguro que muy pocos lo logran —Respondió Tania con orgullo.
—En este momento no me agradaría obtener estos trofeos, pero agradezco mucho la explicación, Tania...—Respondió Arturo con una sonrisa irónica, cuestionándose acerca de qué le otorgaba a un muerto ganar más trofeos.
—¿Y sirve de algo tener estos trofeos? ¿Digo, qué habilidad le puede ser útil a un cadáver? —Preguntó Sir Reginald.
—Ser un fantasma te permite volver a la vida de otra forma; no obstante, Tom fue maldecido por alguna energía poderosa, por lo que su fantasma vive en un bucle eterno—Respondió Tania.
—¿Este trofeo te permite seguir viviendo tras la muerte? —Preguntó Sir Reginald, impactado con lo que estaba escuchando.
—Parece fantástico, ¿no es así? Escapar de la muerte es el sueño de muchos hombres, aunque la existencia como fantasma suele ser algo que prácticamente nadie desea vivir, por lo que no es normal ver este trofeo en una tumba —Respondió Tania— En cuanto a la habilidad de la lápida, depende mucho de la vida que hayas llevado a cabo. A grandes rasgos la lápida de los aprobados permite renacer como un ser olvidado por los dioses con un poco más de fortuna. Por otro lado, la lápida de los condenados te catapulta a convertirte en alguien con gran fortuna en tu próxima vida como “olvidado”. Por eso se dice que el mayor deseo de un condenado es que le otorguen la verdadera muerte. Mientras que la lápida de aquellos que no son ni condenados ni aprobados, es decir, los inocentes, como es el caso de Tom, les permite renacer como un “olvidado” con menos fortuna.
—¿Todos los logros de mi vida son exclusivamente para ser más o menos afortunado en mi vida posterior? —Preguntó Arturo, dándose cuenta de que este trofeo escondía información importantísima sobre su existencia.
—El punto de la vida es vivirla, lo que pase luego de ella no debería interesante— Remarcó Tamia— Los hombres sabios miran los logros de su vida como formas de mejorar su existencia durante dicha vida.
Tras lo cual la araña afirmó con solemnidad:
—No son pocos los que buscaron abusar de este trofeo. Pero en el proceso esas personas se olvidaron de vivir, cayendo en la tentación de usar magia para forzar su destino. Ellos viven, mueren y reviven eternamente, siempre manteniendo sus recuerdos, pero en el proceso nunca mueren realmente y su fortuna nunca se incrementa.
—Pero, ¿por qué los condenados renacen como personas muy afortunadas y los aprobados nacen como personas con algo de fortuna?, ¿no son los aprobados los que deberían ser recompensados por sus logros? —Preguntó Pompón, comprendiendo lo extraño e importante que era este trofeo.
—Te estás confundiendo. Lo que se da es un incremento de tu fortuna básica, es decir, aquella con la que naces, y la misma es acumulable entre vidas. Por lo que, llegado el punto, te convertirás en una existencia increíblemente afortunada. Luego, a lo largo de tu vida, puedes disminuir o aumentar esta fortuna de forma temporal, pero cuando mueras y recibas este trofeo, tendrás que revivir con la fortuna base que tuviste en tu anterior vida, más la fortuna básica que lograste sumar y restar a lo largo de tu vida con tus acciones.
—Tengo entendido que si alguien rompiera el espejo en su cuarto se convertiría en alguien más desafortunado, ¿eso sería a lo que te refieres como fortuna temporal?, ¿o fortuna básica? —Preguntó Juampi denotando su preocupación, recordando cómo hace no mucho lo habían obligado a romper su espejo.
—Eso sería fortuna temporal, es decir, esa persona será más desafortunada, por lo que es propensa a que le pasen cosas malas. Pero cuando mueras, eso ya no importará, dado que en principio tendrás otro espejo intacto —Explicó Tania.
—Considerando la habilidad de este trofeo, podríamos decir que todos los olvidados se vuelven más afortunados con el paso del tiempo. Entonces, ¿cómo es que sigue habiendo gente tan desafortunada como para convertirse en un condenado? —Preguntó Sir Reginald.
—La respuesta es muy simple. En tiempos desafortunados, los afortunados suelen fracasar, mientras que en tiempos afortunados, los desafortunados suelen ser exitosos. Como notarás, la fortuna es muy compleja; cambia con el tiempo, con las oportunidades que presenta cada día y con las decisiones que tomamos y el lugar que ocupamos. Lo mejor es vivir la vida sin pensar demasiado en ella, pero me temo que el poder corrompe, y al conocer la existencia de este poder, no son pocos los que caen en la trampa de tratar de controlar su fortuna —Indicó Tania.
A medida que Tania revelaba estos secretos sobre la fortuna y el significado de los trofeos, el grupo de Arturo se sumía en una profunda reflexión. El silencio se apoderó de la habitación, solo interrumpido por el suave murmullo de la niebla que rodeaba el trofeo fantasmagórico de Tom. Los ojos de las mascotas reflejaban una mezcla de asombro y comprensión.
—Al final, todo se reduce a la complejidad de la fortuna, a las mareas cambiantes de la vida y a nuestras propias elecciones —Comentó Arturo, contemplando la lápida con una nueva perspectiva— Pero, ¿cómo influye exactamente este conocimiento en nuestras vidas y en nuestras futuras reencarnaciones?
Tania sonrió ante la pregunta de Arturo, sabiendo que la comprensión de estos misterios abriría un nuevo capítulo en las vidas de este niño:
—No te preocupes demasiado, al final, la vida es un ciclo interminable, y cada experiencia, ya sea afortunada o desafortunada, contribuye al crecimiento del alma y al desarrollo de tu gran historia. La verdadera sabiduría radica en aceptar el flujo de la existencia, asimilando que cada paso que damos nos conduce hacia la muerte.
Arturo asimiló las palabras de Tania, su mente abrumada por la magnitud de la revelación. Se quedó en silencio por un momento, el peso de la responsabilidad y la complejidad de la fortuna resonaban en su interior.
—Gracias, Tania. Ha sido una charla esclarecedora. Creo que necesito algún tiempo para procesar toda esta información. Continuaremos explorando el inventario de Tom y, tal vez, descubramos más sobre su vida y su legado —Dijo Arturo, expresando su agradecimiento a la araña guardiana.
—Estoy aquí siempre que quieras admirar los logros de Tom, Arturo. Buena suerte en tus exploraciones y te deseo una buena fortuna —Respondió Tania, despidiendo al grupo agitando sus patitas peludas.
Con la mente llena de pensamientos, Arturo cerró el salón de trofeos y se adentró nuevamente en el mundo del inventario de Tom. Aunque visiblemente aturdido por la revelación, Arturo estaba decidido a desentrañar más misterios y descubrir los secretos ocultos en la vida del estudiante perdido en el reino de los muertos.
—¿Son muchos objetos, por cuál deberíamos comenzar? —Pregunto Arturo, curioseando entre las cosas que había por el inventario.
—Como yo acomode estos objetos de antemano, te recomendaría iniciar con los libros— Mencionó Pompón— Son 4 y solo tienes que hojearlos un poco para luego añadirlos a la lista de objetos a intercambiar. Cuando termines de revisar el inventario, mandaremos todos los objetos a casa.
Arturo extrajo los cuatro libros del inventario de Tom y los ojeó rápidamente. La verdad era que estos libros no tenían ninguna utilidad para él, ya que, en su defecto, describían un examen secreto que ya había aprobado y no podía volver a presentar. A pesar de ello, estos libros eran intercambiables por alguna recompensa durante las contrataciones, conservando así algún valor. Sin embargo, entre los cuatro supuestos exámenes, había un libro que llamó la atención de Arturo: “Las fantásticas aventuras de Tom”. La coincidencia entre el nombre del libro y el dueño del hogar atrajo su atención, y decidió abrirlo para curiosear sus páginas, descubriendo que este libro aparentemente simple narraba la vida de Tom, sus aventuras y tragedias a lo largo de la academia.
—¡Miren esto! ¡Este libro tiene todos los secretos de Tom! —Exclamó Arturo mientras hojeaba las páginas con apuro, buscando un fragmento de la vida de Tom que despertara su curiosidad.
—No sé por qué te sorprendes, niño; es obvio que ese libro es... —Comenzó a decir Juampi, buscando afirmar que todo el mundo tenía un libro que hacía eso, pero la interrupción abrupta de Pompón interrumpió sus palabras.
—Ese libro es un gran tesoro, Arturo. Ya lo estuve leyendo de antemano, y por eso sé para qué sirven los objetos que oculta Tom en su inventario. Qué afortunados somos de encontrar este tesoro, ¿no crees, Juampi? —Preguntó Pompón, dando una mirada afilada y contundente a Juampi.
—Sí, sí, somos muy afortunados. Yo, por desgracia, cambié todos mis libros por acortar mi condena, sino con gusto te los hubiera regalado, niño... —Mencionó Juampi cambiando de tema de forma completamente abrupta, tratando de evitar que Pompón lo castigará.
—No te preocupes, Juampi. Prefiero que tu condena sea más corta a recibir unos libros —Comentó Arturo de pasada, mientras su atención se dirigía a la última página del libro y la leía para sí mismo— ¡Aquí está! ¡Encontré la página donde se describe cómo terminó la vida de Tom!
Arturo siguió hojeando el diario, la última página sostenida entre sus dedos. Una mezcla de expectación y escalofríos recorría su espina dorsal mientras preparaba su voz para compartir con las mascotas el último capítulo de la vida de Tom:
> “La calma de la noche era engañosa, preludio de las aventuras que se desatarían. Tom, arrancado del sueño por una urgencia incomprensible, se encontraba ahora frente al espejo de su habitación, donde el reflejo de su salón de clases se distorsionaba en las sombras. El libro de rumores, fuente de aquel misterio susurrado, yacía abierto, sus páginas agitándose como si respiraran.
>
> El aula lo recibió con un silencio sepulcral, la luz de la luna dibujaba figuras siniestras en el suelo, y un brillo malévolo se escondía en los rincones donde la vista no llegaba. Tom, guiado por un instinto primario, giró sobre sus talones con una cautela que rozaba el pavor. Un escalofrío ancestral recorrió su columna al vislumbrar una sombra que se deslizaba entre los pupitres.
>
> Sin tiempo para un grito, una figura encapuchada lo asfixió con una túnica que olía a tierra y a olvido. La resistencia de Tom fue inútil; el asesino, una silueta apenas definida bajo la luna, blandía un cuchillo improvisado con un fragmento de espejo. La tragedia se consumó en un suspiro; el filo helado se hundió en su cuello, segando su vida con la precisión de un carnicero. La oscuridad lo abrazó, y su último aliento se perdió en el eco de un aula que ya no guardaba secretos, solo silencio…”
Al leer estas líneas, Arturo se encontró con el abrupto final de la vida de Tom, con la misma sorpresa e impacto que el propio protagonista experimentó en sus últimos momentos.
—El asesino puso un rumor falso en el libro de rumores para emboscarlo durante la noche…—Comentó Juampi, expresando su incredulidad ante la complicación de la trama — Qué plan tan innecesariamente elaborado…
—No esperarías que lo apuñalara en medio de la clase, ante la vista de todos sus compañeros, ¿verdad? —Cuestionó Sir Reginald, sintiendo cierta reverencia ante las habilidades del asesino para organizar el asesinato sin ser descubierto.
—¿Por qué no? ¿Acaso el asesino tenía algo que perder? —Dijo Juampi con malicia— Matarlo en secreto o ante la vista de todos no cambia el hecho de que mataste a otro estudiante, por lo que hacerlo más complejo era completamente innecesario.
—¿Y acaso crees que todos los otros compañeros se quedarían mirando calladamente mientras matan a uno de sus amigos frente a sus ojos? —Preguntó Sir Reginald con tono altivo.
—Qué poco conoces de nuestro mundo; nadie hubiera hecho nada por salvar a este tal Tom. De suerte nos logramos salvar a nosotros mismos, pedirle a alguien que sea un héroe es soñar con los ojos abiertos. Y no es que se pueda criticar eso; nadie detendría a un asesino que empuña un arma afilada usando sus manos desnudas —Se defendió Juampi.
—¡Yo lo haría sin dudar, si es que este Tom fuera mi amigo!, por eso el asesino tuvo que hacerlo en secreto: Tom debió ser un niño encantador, lleno de amigos y con un gran corazón —Dijo Sir Reginald con un dejo de nostalgia en su tono.
Mientras sus mascotas continuaban con su acalorada discusión, Arturo prosiguió ojeando las páginas del diario de Tom. Estaba sumamente interesado en escudriñar la vida personal de aquel estudiante. No obstante, pronto se percató de que se estaba demorando demasiado en curiosear en este libro y aún quedaban numerosos objetos por descubrir. Por ende, Arturo volvió a colocar el libro en la pila de libros que había sacado y procedió a acomodarlos nuevamente en el inventario. Pero mientras realizaba esta tarea, notó de pasada otro libro que capturó su curiosidad: era ni más ni menos que una copia del libro de rumores, y dado que Arturo había perdido la suya en un trágico incidente, esta nueva copia le venía como anillo al dedo.
—El libro de rumores, no está mal, ¿verdad, Arturo? Solo recuerda no prenderlo fuego nuevamente —Criticó Pompón con tono acusador.
—¿Estás seguro de que podremos sacar estos libros del dormitorio de Tom? Por algún extraño motivo, siento que los mismos tendrán el mismo problema que tienen los trofeos y no serán comercializables —Dijo Arturo mientras colocaba el libro de rumores nuevamente en el inventario, temeroso de que su mero contacto destrozara nuevamente este valioso libro.
—No lo sé, podría ser que no podamos sacarlos de este dormitorio, pero primero tenemos que intentarlo. Tom está muerto, por lo que dudo mucho que sus libros sigan sin poder comercializarse ahora que no tienen dueño. Además, tú eres el dueño de esta habitación y todos los objetos están vinculados a tu alma, la única excepción ocurrió con los trofeos, los cuales tuvieron a esa molesta araña guardiana para evitar que no los lleváramos a nuestro salón de trofeos —Respondió Pompón— Además, las reglas pudieron cambiar con el tiempo; han pasado muchos años, y puede ser que ahora sí se permitan intercambiar libros. Tenemos que intentarlo.
—Nunca escuché que no se pudiera comprar un libro de examen a otro estudiante, aunque dudo mucho que alguien te lo venda. Incluso si tiene varios exámenes para elegir, en general nadie se arriesga a deshacerse de un posible salvavidas—Respondió Juampi, sacando a relucir su utilidad— De la misma manera, nunca escuché que te dieran recompensas por los libros de examen tras las contrataciones, pero a mí me permitieron disminuir la condena por esos libros. Por lo que puede ser que me equivoque.
—Claramente, te equivocas, ¡sino, para qué querríamos estos libros! —Se quejó Pompón, temeroso de que las recompensas en las contrataciones hubieran cambiado con el tiempo, tal y como las recompensas de las asignaciones habían cambiado en la anterior ocasión.
El intercambio de opiniones y dudas persistía en la habitación, dejando a Arturo en medio de la incertidumbre acerca de la viabilidad de obtener los libros que había descubierto en el dormitorio de Tom. A pesar de las inquietudes planteadas, Arturo decidió mantener la esperanza y continuar explorando el inventario, ansioso por desvelar cada rincón de ese misterioso espacio.
Siguiendo con la exploración del inventario, Arturo sacó seis juegos de túnicas harapientas que no merecían mayor explicación y una alegre corbata roja cuya utilidad era desconocida. Notando cómo el niño inspeccionaba la corbata, Pompón, quien había leído de antemano la vida de Tom a lo largo del largo mes que había pasado desde que lograron el acceso a su tumba, procedió a contarle lo que había descubierto sobre esta prenda:
—Ah, esa corbata es un objeto maldito, sirve para estrangular a quien la usa. Tom planeaba deshacerse de ella durante el intercambio de objetos, pero luego se arrepintió. El muchacho tenía miedo de que el estudiante que comprara este objeto maldito la usara antes de investigar sus poderes y terminara muerto por su culpa.
—¡Qué idiota! —Manifestó Juampi con espanto.
—Qué noble —Dijo Sir Reginald con encanto.
—Qué mierda… —Se quejó Arturo entretanto —La colección de túnicas viejas y objetos poco útiles sigue creciendo…
Sintiéndose cada vez más ansioso, Arturo continuó explorando el inventario en busca del objeto que llevó a la muerte al pobre muchacho. Los siguientes objetos en ser investigados fueron los muebles, los cuales resultaron ser bastante sencillos y de poca utilidad, como es costumbre entre los estudiantes que aún no habían aprobado el gran examen. Entre ellos, Arturo descubrió un baúl de piedra, una alfombra de piel de cocodrilo, una lámpara de lava tan grande como un armario y un barril de piedra.
—Bueno, en algún lugar podremos ponerlos. Tenemos mucho espacio en la tierra embrujada, y no tiene sentido dejar estos muebles abandonados en esta tumba —Dijo Arturo, demostrando su manía de colocar los muebles en algún lugar, independientemente del sentido estético.
Con la determinación de aprovechar cada objeto que encontrara, Arturo empezó a imaginar cómo decoraría la tierra embrujada con los nuevos elementos. Shily y Pompón se unieron al entusiasmo, discutiendo las posiciones ideales para cada mueble, mientras Sir Reginald miraba con cierta indiferencia.
—No sé por qué se molestan con estos objetos inútiles. En mi preciada tierra embrujada ya tenemos todo lo que necesitamos —Murmuró Sir Reginald con un tono de fastidio.
—A veces es divertido cambiar un poco, Sir Reginald. Además, ¿quién sabe qué secretos esconde este baúl o por qué Tom tenía una lámpara de lava tan grande? Podría haber algo interesante escondido en estos muebles —Respondió Arturo, tratando de contagiar su entusiasmo.
—No, no hay ningún secreto. Los acaba de investigar, abriste el baúl y estaba vacío, y la lámpara solo era exótica, pero no pinta nada en mi tierra embrujada —Crítico Sir Reginald.
Ignorando el mal humor del cerdo, Arturo se volvió hacia el inventario en busca de más sorpresas. La ansiedad por descubrir el misterioso objeto que condujo a la muerte de Tom seguía creciendo en él.
Como siguiente objetivo, el niño decidió investigar los 18 consumibles. Los cuales, gracias a las explicaciones de Pompón, fue descubriendo la utilidad de cada uno. Había muchas cosas extrañas que uno podría encontrar entre los consumibles obtenibles en la academia, pero lo más recurrente en el inventario de Tom era un líquido pegajoso y transparente que simulaba ser aceite, pero en realidad era lubricante. Arturo no entendía por qué Tom tenía tanto de este líquido aceitoso en su inventario, y sus mascotas parecían querer evitar discutir el tema. No obstante, había 10 botellas con este líquido en el inventario, por lo que debía ser algo muy apreciado por Tom. Por último, Arturo encontró dos regalos de cumpleaños, cuatro tickets para invocar tortas de cumpleaños y dos pociones, las cuales servían para ayudar a dormir a quien las usara.
—Dos regalos, ¿podemos abrirlos, no crees, Arturo? —Mencionó Sir Reginald con evidente codicia reflejada en sus brillantes ojos.
—Oh, podemos obtener dos monedas de oro de ellos y comprar algo útil… —Propuso Pompón con cautela.
—Estos regalos son antiguos, no van a dar tan buenas recompensas como las que nos dieron la última vez, Sir Reginald. Por otro lado, no me apetece tener que ir recordando intercambiar estos regalos en el futuro, y actualmente tenemos una gran vida, incluso sin monedas de sobra. Estoy muy indeciso sobre qué hacer… —Pensó en voz alta Arturo. Sin embargo, la curiosidad del niño por conocer qué había en el interior de los regalos era demasiado grande, así que procedió a abrirlos solo para encontrarse con un trozo de carbón y una baraja de cartas en mal estado.
—Ay, Arturo, te dije que valía más la pena obtener monedas de oro por estos regalos, pero tu codicia te impidió obtener el verdadero valor de estos tesoros —Criticó Pompón tras ver los dos objetos inútiles, los cuales, al ser productos de un regalo antiguo, no tenían explicaciones y tampoco parecían tener una doble función o algún poder extraño.
Arturo se quedó mirando los objetos inservibles que acababa de conseguir con una sonrisa triste. La baraja de cartas y el trozo de carbón no eran precisamente los tesoros que esperaba encontrar. Un suspiro escapó de sus labios, y murmuró las siguientes palabras con cierta incredulidad:
—No esperaba encontrar esta basura…
Sir Reginald, siendo el más desilusionado del grupo, intentó encontrarle algún valor oculto a los objetos:
—Quién sabe, tal vez este carbón tiene propiedades místicas que aún no comprendemos, y estas cartas podrían tener un secreto increíble cómo predecir el futuro.
—Oh, sí, seguro que sí —Respondió Pompón, esbozando una sonrisa sarcástica— Podemos poner el carbón en el inventario junto a las botellas de lubricante y llamarlo la colección de “artículos de emergencia”.
Arturo, aunque desilusionado, no pudo evitar soltar una risa ante la ocurrencia de Pompón:
—Bueno, al menos ahora tenemos una baraja de cartas. Eso es algo, supongo.
Shily, intentó animar a Arturo:
—Mira el lado positivo, al menos no había sorpresas desagradables escondidas en esos regalos. Podría haberte encontrado con el cadáver de algún animal.
—Eso es cierto, podría haber sido peor… —Concordó Arturo, tratando de restar importancia a la situación.
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Con una nueva actitud, Arturo decidió dejar atrás la decepción y centrarse en los objetos restantes en el inventario de Tom. Dejando los tesoros para lo último, Arturo sacó la basura a intercambiar. Pompón le explicó que estos eran los objetos que Tom planeaba cambiar durante el intercambio de número de puesto previo a las contrataciones. Estos objetos resultaron ser bastante misceláneos, pero entre ellos destacaban ocho pergaminos para desbloquear paisajes. Arturo los examinó con curiosidad, solo para que Pompón le contara que todos eran del mismo paisaje, el cual para colmo ya había desbloqueado antes: el basural. Era evidente que Tom los había obtenido fácilmente y los había acumulado con la esperanza de engañar a personas desesperadas por acumular estos pergaminos.
Los otros objetos para intercambiar eran unos bollos de papel enrollados. Arturo los desenrolló con cuidado y descubrió que en realidad eran fragmentos de un mapa antiguo. Observó los fragmentos con atención, notando que dos partes se repetían y la tercera era de una serie de mapas completamente distinta, que no encajaba con las otras.
—Los dos mapas que se repiten pertenecen a las series del tesoro del arenero, mientras que el último mapa es de la serie de los comedores —Explicó Pompón, observando cómo Arturo intentaba encontrar algún secreto entre los dibujos en el papel amarillento— Tom era un gran cazador de tesoros y logró completar la serie del tesoro del arenero, obteniendo su recompensa.
—¡Seguro que ese es el objeto que estamos buscando, Arturo! —Exclamó Shily, temblando de anticipación.
—Así que estos mapas son los que le sobraron… —Observó Arturo.
—El mapa del tesoro del comedor no parecía interesarle a Tom y la otra colección ya había sido completada por el muchacho —Confirmó Pompón— Según lo que leí, Tom se dio cuenta de que estando a solo tres años del gran examen le resultaría imposible encontrar todas las partes del mapa del tesoro del comedor, así que se propuso guardar el mapa para intercambiarlo por algo más interesante.
Arturo asintió con entusiasmo, viendo cómo la búsqueda de los objetos de Tom estaba por llegar a su punto de quiebre: ¡Finalmente, era momento de inspeccionar los tesoros de Tom!
Solo había tres tesoros, y uno de ellos debía ser el gran tesoro que había despertado la envidia de todos los compañeros de clase de Tom, el tesoro que había provocado que el asesino traicionara a uno de sus compañeros y, sobre todo, el tesoro que había llevado a Tom a su propia muerte.
El primero de los objetos se presentó como una pelota hecha de engranajes y tuercas, del tamaño de una pelota de tenis que cabía perfectamente en la mano de Arturo.
—¿Para qué sirve esta pelota? —Preguntó Arturo, mientras jugueteaba con ella, haciendo que los engranajes giraran en diferentes sentidos y ángulos. Realmente parecía más un cubo de Rubik que una pelota; sin embargo, por más que lo intentara, Arturo no encontraba la solución del puzzle.
—Esa pelota es un objeto sorprendente. Se llama “el código perdido” y tiene el poder de ayudarte a resolver un rompecabezas por día. Para usarla, debes pensar en un desafío y luego los engranajes que la componen comenzarán a girar, produciendo un extraño sonido que simula ser una voz chillona. Esta voz te dará una pista muy útil —Explicó Pompón.
—¿Así?… —Exclamó Arturo, intrigado mientras procedía a poner a prueba este misterioso objeto.
Mientras Arturo continuaba observando la pelota de engranajes, esta comenzó a vibrar en su mano con una intensidad creciente. Los engranajes giraban con rapidez, emitiendo un zumbido agudo que llenaba la habitación. Arturo se quedó hipnotizado por el espectáculo, sintiendo una energía misteriosa emanando de la pelota en sus manos.
Los engranajes parecían cobrar vida propia, moviéndose en un patrón complejo y armonioso. La habitación se llenó de una atmósfera cargada de anticipación, como si estuviera al borde de una revelación importante.
Entonces, justo cuando Arturo estaba a punto de preguntar qué estaba sucediendo, una voz chillona emergió de la pelota, interrumpiendo el zumbido de los engranajes:
—¡Sigue caminando por donde has estado caminando y llegarás a buen puerto!
Arturo frunció el ceño, intentando descifrar el significado detrás de esas palabras. ¿Qué quería decir la pelota con “caminando por donde has estado caminando”?
—¿Qué significa eso? —Preguntó Arturo, mirando a Pompón en busca de alguna pista.
Pompón reflexionó por un momento antes de responder con un tono pensativo:
—Podría interpretarse de varias formas. Tal vez se refiere a que debemos seguir explorando los lugares que ya hemos visitado en nuestra búsqueda del tesoro. O quizás nos está indicando que debemos confiar en nuestras propias experiencias y conocimientos para avanzar hacia nuestro objetivo.
—Conociéndote de seguro le preguntaste donde estaba el tesoro que Tom estaba escondiendo, por lo que “caminando por donde has estado caminando” significa que debes seguir sacando objetos del inventario de Tom hasta encontrar el objeto que buscas —Acertó Sir Reginald.
Arturo asintió, reflexionando sobre las palabras de Sir Reginald:
—Entiendo... Bueno, parece que tendremos que seguir adelante y confiar en el consejo de esta pelota.
—¡Exacto! ¡Sigamos adelante y no nos detengamos hasta robar el tesoro del idiota! —Exclamó Shily, por su emoción uno diría que era la mascota que mejor se la estaba pasando con la aburrida investigación del inventario de Tom.
Arturo se dispuso a sacar un anillo del inventario de Tom. A simple vista, parecía una baratija común, pero por la forma en que Pompón lo había acomodado en el inventario junto a los tesoros y no la ropa, uno deducía que este anillo era más que un simple accesorio.
—¿Para qué sirve, Pompón? —Preguntó Arturo mientras inspeccionaba el anillo entre sus dedos. El anillo estaba hecho de huesos entrelazados que formaban una banda estrecha pero resistente. En el centro de la banda, reposaba un pequeño corazón de oro, brillando con un fulgor cálido y delicado. Los huesos, de un tono amarillento, estaban tallados con runas que le conferían un aura de antigüedad y misterio.
—Ese es el anillo de la pasión. Al ponértelo, un dios se enamorará de ti y te ayudará a pasar el gran examen o te otorgará un favor divino. Sin embargo, una vez que te lo pongas, no podrás quitártelo nunca más —Respondió Pompón con solemnidad— Puedes colocarlo en cualquier dedo, pero el dilema está en que no sabremos qué habilidad te han otorgado.
—¿Sabes qué significa este anillo, Pompón? ¡Significa que he acumulado cinco favores divinos! ¡Es un número lo suficientemente alto como para que nadie me trate como una basura entre los aprobados! —Exclamó Arturo con alegría, mientras se colocaba el anillo en uno de sus dedos. Al hacerlo, una oleada de energía recorrió su cuerpo, sintiendo como si su peso se redujera y sus pensamientos se volvieran más claros y tranquilos.
—¿Notas algo extraño? —Preguntó Pompón con curiosidad.
—Se siente extraño, pero no sé qué habilidad me han otorgado. De todas formas, eso no importa en absoluto; lo importante es el redondo número cinco —Dijo Arturo mientras se examinaba el cuerpo en busca de algún cambio. Sin embargo, la sensación que había experimentado hace unos segundos se desvaneció rápidamente, dejando solo la sensación de un poder que ya no era perceptible.
—Comprenderemos mejor el poder del favor divino que te dieron cuando veamos en tu tarjeta de identificación que dios te bendijo. Por desgracia, la olvidé en el dormitorio, pero más adelante lo descubriremos —Dijo Pompón, rascándose la cabeza con su patita de manera nerviosa.
—¡No te distraigas, Arturo! ¡Aún tienes un tesoro por descubrir, y con suerte será algo útil para mí! —Gritó el cerdo, visiblemente desilusionado al escuchar sobre el efecto del anillo, el cual evidentemente debía ser el mayor tesoro encontrado por Tom.
—Sea lo que sea, dudo que sea mejor que ese anillo. Lo más probable es que a Tom lo mataron por la habilidad del mismo. La capacidad de aprobar el gran examen sin tener que realizarlo era demasiado tentadora para cualquier estudiante —Añadió Juampi, quien ya había escuchado suficiente contexto de la historia para comprender lo que estaba sucediendo.
Complaciendo a su mascota, Arturo retiró el último objeto cuyo misterio permanecía en el interior del inventario de Tom. Este objeto resultó ser una extraña lámpara de aceite hecha de cerámica. Era completamente negra y estaba decorada con siluetas blancas que simulaban un batallón de guerreros marchando hacia una batalla desconocida.
—¿Qué es esto? —Preguntó Arturo mientras inspeccionaba la lámpara en busca de alguna utilidad.
—¡Ese es el gran tesoro de Tom! —Exclamó Pompón, quien se había reservado la revelación del gran tesoro hasta el último momento— Fue esa lámpara la que corrompió a los compañeros de Tom y provocó que terminara siendo asesinado.
—¡Sorprendente! —Manifestó Sir Reginald, acomodando su monóculo para observar mejor la pieza de artesanía sostenida por el niño— Al parecer, Tom fue realmente un muchacho muy ingenuo. Puedo entender que el pobre diablo se haya visto obligado a decir que el anillo que llevaba puesto servía para aprobar el gran examen, dado que nunca podía quitárselo y las sospechas de sus compañeros al observar la baratija derivarían en preguntas. Pero exponer un tesoro aún más valioso que ese anillo frente a sus compañeros fue un error imperdonable.
—¿Qué clase de idiota se regala de esa forma?…—Murmuro Shily con una mueca de desprecio.
—Para, ¡no tiene sentido lo que supones! ¿Qué habilidad posee esta lámpara? ¿Cómo puede ser más valiosa que aprobar el examen directamente? —Cuestionó Juampi, imaginando el poder absurdo que debía contener la lámpara para ser más valiosa que un favor divino.
—Esa lámpara es el tesoro que Tom obtuvo tras reunir las 9 piezas del mapa del tesoro del arenero. Se la conoce como la lámpara de los deseos, y es capaz de conceder 3 deseos de un poder inmenso —Explicó Pompón, maravillando a todos los presentes con sus palabras.
—¿Cómo se usa? —Preguntó Arturo, mirando a Pompón con una mezcla de confianza y nerviosismo.
—Es muy fácil, solo sigue mis instrucciones al pie de la letra y pronto veremos el gran poder que guarda la lámpara en su interior—Indicó Pompón mirando a Arturo intensamente.
El conejo, con su pelaje blanco como la nieve y ojos que destellaban con un brillo travieso, le indicó que comenzará el ritual:
—Primero, debes pararte en el centro de la habitación y sentir las rocas bajo tus pies—Comenzó Pompón —Imagina que tus pies echan raíces, conectándote con la energía de la vida que fluye bajo la superficie.
Arturo obedeció y se dirigió al centro de la habitación. Bajo la mirada expectante de todas sus mascotas, cerró los ojos y visualizando las raíces imaginarias que se extendían desde sus pies.
—Ahora, levanta tus manos hacia el cielo y siente cómo la energía del aire se mueve entre tus dedos, como si estuvieras tocando las mismas nubes —Continuó Pompón.
Con las manos alzadas, Arturo podía casi sentir el roce de las nubes pasando por sus dedos.
—Es hora de conectar con el agua —Dijo Pompón con solemnidad —Imagina que cada parte de tu cuerpo es como un pequeño océano, balanceándose con las mareas de la luna.
Arturo se imaginó como un pez, sintiendo la frescura del agua a su alrededor.
—Finalmente, para conectar con el fuego, debes frotar tus manos rápidamente hasta que sientas calor —Instruyó Pompón —Ese calor es tu espíritu, ardiendo con pasión y energía.
Arturo frotó sus manos, sintiendo el calor que generaba, una sensación que le recorrió todo el cuerpo.
—Ahora, con los elementos alineados, debes realizar la danza de los cinco vientos— Dijo Pompón —Gira lentamente en el sentido de las agujas del reloj, cada paso es un reflejo de los ciclos de la divinidad.
Arturo comenzó a girar, cada paso medido y lleno de propósito.
—Con cada vuelta, debes realizar un salto pequeño, como si estuvieras intentando alcanzar las estrellas— Agregó Pompón.
El niño saltaba, su corazón latiendo al ritmo de un tambor ancestral.
—Ahora, sin decir una palabra, debes sentarte en el suelo y dibujar con tu dedo un círculo a tu alrededor, este es tu espacio sagrado…tu espacio seguro—Dijo Pompón con voz grave.
Arturo trazó el círculo, su dedo dejando una marca gracias al polvo que había en el suelo.
—Por último, debes permanecer en silencio, escuchando los susurros del universo, sintiendo cómo te llenan de conocimiento y sabiduría —Concluyó Pompón.
Arturo se quedó quieto, su respiración apenas era perceptible, mientras esta etapa del ritual llegaba a su fin. Pero aún no ocurría nada, ¡el ritual debía continuar! Con la lámpara en sus manos, el niño miró a Pompón esperando más instrucciones. El conejo, con una sonrisa astuta, continuó:
—Ahora que has conectado con los elementos y has creado tu espacio sagrado, es el momento de centrarte en la lámpara. Debes sostenerla con ambas manos y sentir su peso, su textura, y el calor que emana de su cerámica trabajada
Arturo acarició la lámpara, sintiendo las intrincadas curvas y los fríos adornos bajo sus dedos.
—Con cada respiración, imagina que tu deseo se convierte en una luz brillante dentro de ti, creciendo más y más con cada exhalación. Cierra los ojos, déjate llevar por tus deseos, deja que te conduzcan más y más lejos —Dijo Pompón, su voz era casi hipnótica.
El niño cerró los ojos, su mente enfocada en su deseo más profundo, visualizando la luz que Pompón describía.
—Ahora, comienza a frotar la lámpara en un movimiento circular, lento y constante. Con cada círculo completo, tu deseo se acerca más a la realidad—Instruyó el conejo.
Arturo obedeció, sus movimientos eran cuidadosos y deliberados, cada giro de su mano añadía intensidad a la luz en su mente.
—Es casi el momento—Susurró Pompón, sus orejas temblaban con anticipación— Cuando te diga, deberás abrir los ojos y recitar las siguientes palabras mágicas: “Soy Amón, el dios de los sueños y las pesadillas”
En ese instante crucial, Arturo se detuvo en seco. Un cambio imperceptible pero evidente se apoderó de la atmósfera; una corriente de aire helado se deslizó sigilosa por la habitación, erizando la piel del niño con un temor ancestral. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, y la lámpara escapó de sus dedos temblorosos, estrellándose contra el suelo con un estruendo que parecía presagiar desgracias.
—¡No! ¡No completes el encantamiento, niño! ¡Ese Pompón es un traidor, te está tendiendo una trampa! —La voz de Juampi irrumpió con la fuerza de un trueno, desgarrando el silencio y la tensión que se mascaba en el aire.
El eco del grito de Juampi reverberó en las paredes, como un presagio oscuro que se cernía sobre todos. Sir Reginald, paralizado, intercambiaba miradas atónitas con el resto de las mascotas, todas atrapadas en un vórtice de confusión y miedo. ¿Qué estaba sucediendo? ¿Por qué Juampi estaba tan alterado? ¿Qué oscura verdad había desvelado Juampi?
Pompón, con el ceño más fruncido que nunca, maldijo entre dientes. Arturo, aunque no comprendía la magnitud del peligro, intuyó que debía detenerse. El ritual quedó suspendido en un limbo, las palabras mágicas se disolvieron en el aire, y el enigma de la lámpara seguía sin resolverse.
Pompón, intentando recuperar el control, se aproximó a Arturo con saltos apresurados: —¡Calma, Arturo! Juampi no sabe lo que dice. No hay nada que temer—Susurró, tratando de infundir calma con su voz temblorosa, aunque la sombra de la duda ya se había instalado en el corazón de todos.
Shily, quien al instante logró comprender las preocupaciones del hombre que parasitaba, fue el siguiente en intervenir, su voz retumbó como un susurro gélido que cortaba la tensión como un cuchillo: —Escucha a Pompón, Arturo, no dejes que el miedo te paralice. Pero mantén tus ojos abiertos y tu mente alerta; Juampi tiene razones para desconfiar del conejo. Hay secretos oscuros tejidos en esas palabras mágicas que debes conocer.
Sir Reginald, con la mirada perdida en el vacío, se dirigió a Shily con una voz temblorosa: —¿Qué está sucediendo aquí? ¿Qué es lo que te preocupa tanto? —Preguntó, intentando en vano ocultar el temblor que se apoderaba de su ser.
Juampi, luchando por recuperar el aliento, articuló sus palabras con una urgencia que resonaba con el latido de su corazón: —Arturo, esas palabras... son una blasfemia. Tú no eres ningún dios, no te dejes seducir por las mentiras de Pompón. ¡No las pronuncies! ¡Detrás de ellas se esconde una sombra que amenaza con matarnos a todos!
Un silencio espeso y cargado de presagios se apoderó de la habitación, mientras cada uno meditaba sobre la grave advertencia de Juampi. Arturo, con la mirada clavada en la lámpara, sentía cómo un nudo de ansiedad se formaba en su estómago. La duda lo asaltaba, ¿debería hacer caso a las advertencias de Juampi? ¿O debería desafiar al destino y completar el ritual?
Sin embargo, no todos en la habitación estaban tan confundidos. Mientras las miradas nerviosas de las mascotas se entrecruzaban, fue Sir Reginald quien, con calma, comenzó a atar los hilos sueltos de la trama que se desarrollaba en la tumba de Tom.
Observando el miedo que se reflejaba en los ojos de Arturo y su visible desconcierto, Sir Reginald percibió que el niño también sospechaba que algo siniestro se ocultaba tras la petición de Pompón. No solo eso, el conejo se rascaba la cabeza con su pata, un tic nervioso que delataba su inquietud, mientras lanzaba miradas furtivas a Arturo, preguntándose si el niño sería capaz de descifrar la compleja trama que se desplegaba ante él.
Sir Reginald, consciente de que era el momento de intervenir, mantuvo su compostura a pesar de la confusión que su lenguaje corporal parecía transmitir. Podía sentir la tensión en el aire como si fuera una corriente eléctrica que conectaba a todos los presentes, cargada de miedo y preguntas. Sin embargo, optó por no actuar precipitadamente, eligiendo en su lugar observar pacientemente, analizando cada movimiento con meticulosa atención, mientras las miradas nerviosas de los presentes se entrecruzaban, ignorando su noble figura.
Con una precisión quirúrgica, Sir Reginald dirigió su mirada hacia el inocente Copito. A través de su monóculo, sus ojos destilaban una duda persistente, pero detrás de esa fachada de incertidumbre, se ocultaba una estrategia cuidadosamente orquestada. Un guiño discreto, apenas perceptible, marcó el inicio de su plan maestro.
Copito, con su pelaje erizado y ojos dilatados por la ansiedad, captó el guiño con asombro. La tensión en la habitación se intensificó cuando el ojo de Sir Reginald se cerró lentamente en un patrón ominoso: ¡Dos guiños consecutivos! Una oleada de angustia se apoderó de la pequeña bola de pelo, que observaba al cerdo con una mezcla de temor y anticipación.
El silencio era ensordecedor, todos se observaban mutuamente en busca de respuestas, aguardando el desenlace de la situación. Copito, temblando de miedo, contemplaba a Sir Reginald, temeroso de que sus presentimientos se materializaran. Pero entonces, la realidad lo golpeó con la fuerza de un balazo de agua fría; el ojo de Sir Reginald se abrió y cerró por tercera vez: ¡Tres guiños seguidos! Un escalofrío recorrió el cuerpo de Copito, pero en ese instante, una calma inesperada lo invadió. El miedo ya no tenía cabida en su mente, pues comprendía que el momento que tanto temía había llegado.
En un acto de valentía impulsado por la urgencia del momento, Copito decidió tomar el control de la situación. Con un salto audaz y desafiante, rompió el silencio con un acto tan inesperado como decisivo. El aire se cargó de preguntas mientras la bola de pelo saltaba una y otra vez, intentando comunicar un mensaje crucial que sus mudas palabras no podían transmitir. La acción de Copito no solo rompió la tensa quietud, sino que también capturó la atención de todos, proporcionando una distracción perfecta en un instante crítico.
Sin perder un segundo, Sir Reginald lanzó una mirada cargada de significado hacia Anteojitos, quien, ajeno al tumulto causado por Copito, parecía perdido en sus pensamientos. Un guiño fue suficiente para captar su atención, pero fue el segundo guiño el que le hizo entender que el “gran momento” había llegado finalmente. En un abrir y cerrar de ojos, se desencadenó una cadena de eventos que marcarían un antes y un después en la vida de Arturo, transformando su existencia para siempre.
Comprendiendo la señal, Anteojitos desvió su atención del cerdo y se centró en uno de los bolsillos de la túnica harapienta que llevaba Arturo, provocando que un bulto de tela se formara gradualmente. Con un estallido repentino, la tela cedió ante la fuerza levitadora de Anteojitos, liberando un fragmento afilado de espejo que salió disparado con velocidad letal.
El proyectil mortal se estrelló contra Pompón antes de que este pudiera siquiera reaccionar ante la amenaza inminente. El fragmento de espejo cortó su cabeza de forma limpia, segando su vida de forma instantánea. El silencio de la habitación fue interrumpido por el sonido sordo del cuerpo decapitado de Pompón al impactar contra el suelo.
El horror y el shock se apoderaron de los presentes mientras procesaban la repentina y brutal muerte de Pompón. Arturo, paralizado por el terror, observaba atónito la escena ante sus ojos, sin poder articular palabra ni comprender completamente lo que acababa de presenciar.
Sir Reginald comprendía que no había tiempo que perder, y mientras el aire comenzaba a impregnarse con el aroma metálico de la sangre recién derramada, le gritó al aturdido niño:
—¡Rápido, Arturo, debes cortar tu lazo con Pompón o sino el conejo podrá manipularte para asesinarte!
Arturo miró sin comprender como un charco de sangre comenzaba a formarse alrededor de su preciado amigo, tiñendo su pomposo pelaje blanco de un rojo oscuro: —Pero…—Trató de refutar solo para ser interrumpido por la voz autoritaria de Sir Reginald.
—¡No hay tiempo! ¡No pierdes nada por cortar el lazo temporalmente, solo hazlo, carajo, y no digas otras palabras que no sean las correctas! —Gritó Sir Reginald mientras se abalanzaba sobre Arturo y le propinaba un cabezazo en la panza, haciéndolo caer al suelo.
—No… —Balbuceó Arturo desde el suelo, pero al ver las miradas preocupadas del resto de sus mascotas supo que la situación era más seria que la simple paranoia del cerdo noble. Reuniendo coraje y fuerzas, el niño decidió romper su vínculo con Pompón temporalmente— No aceptaré ser el protegido de Pompón. Buscaré mi propio camino y decidiré mi destino, incluso si eso significa apartarme de su sombra durante este día.
—Bien hecho, mocoso. Fuiste lo suficientemente rápido como para evitar ser teletransportado de regreso a casa por esa rata peluda. Ahora Pompón es un simple y tierno conejito que no puede controlarnos —Dijo Shily en un tono entre lo serio y lo lúgubre.
—Pero no entiendo, Pompón nunca nos traicionaría… —Se quejó Arturo, ya más calmado, logrando decir lo que su corazón le obligaba a decir en un momento como este.
—¿Él es tu mascota? —Preguntó Sir Reginald mirando fijamente al niño.
—No, Pompón es mi amigo y también es tú… amigo… —Afirmó Arturo mientras por poco se tragaba la lengua al darse cuenta del problema.
—¡Al igual que el asesino de Tom fue uno de sus amigos, Arturo! —Exclamó Juampi escupiendo saliva de la cólera que sentía.
—¡Pompón nunca me traicionaría! —Gritó Arturo tratando de defender su amistad, aunque su voz reflejaba una profunda preocupación.
—Escúchame, Arturo… —Dijo Juampi en un tono más tranquilo y pragmático; tratando de calmar al niño e invitándolo a pensar en lo que había ocurrido— Hemos vivido varios meses juntos y con el tiempo te he agarrado cariño. No quiero que mueras de forma tan idiota, así que te advierto que si blasfemabas de esa forma, podrías haber terminado muerto. Todos sabemos eso, incluso siendo un mocoso deberías entender que eso no se hace: ¡Esas palabras mágicas únicamente sirven para sacrificarte a ese tal Amón!
—¡No escuches al esclavo, Arturo! A él solo le interesa que sigas vivo porque si no Shily moriría y su condena sería más larga. Además, vivir en nuestro hogar es un lujo para una basura como él —Reveló Sir Reginald, el cual sentía que no debía ser un miembro externo a la “familia” el que explicara el problema— Los únicos confiables en esta situación somos nosotros, tus mascotas, ya que somos los únicos que moriríamos cuando tú mueras. Pompón es otra “cosa”, una criatura rara y desconocida para todos nosotros. Piensa con calma y te darás cuenta de que solo tenemos sus palabras para comprender qué es y por qué está con nosotros. Pompón tranquilamente podría matarte y buscar otro idiota que proteger ¿No es así, Copito? ¿Anteojitos?
Mientras Arturo intentaba asimilar lo que acababa de suceder, la mirada de Sir Reginald buscaba complicidad entre los presentes. Los ojos de Copito, aunque aún llenos de temor, no mentían. La pequeña bola de pelos movía su cabeza con esfuerzo en señal de acuerdo con las palabras de Sir Reginald, mientras que Anteojitos, asentía lentamente, flotando de arriba para abajo, confirmando lo que el cerdo acababa de revelar.
Arturo se sintió abrumado por la oleada de emociones contradictorias que lo invadían. Por un lado, la lealtad y el afecto hacia Pompón lo empujaban a negar lo que se había sugerido sobre su amigo. Sin embargo, la evidencia y las miradas nerviosas de las mascotas lo hacían dudar. Sobre todo la mirada de Copito, que reflejaba el profundo temor que sentía en estos momentos, ¡era el miedo a la muerte!
—No puede ser… Pompón nunca haría algo así —Murmuró Arturo, más para sí mismo que para los demás, buscando desesperadamente negar la idea que comenzaba a arraigarse en su mente.
—Lo siento, Arturo, pero debes enfrentar la realidad. No podemos ignorar lo que sucedió aquí —Dijo Sir Reginald con seriedad, mientras se acercaba al niño para reconfortarlo.
La mirada de Arturo se desvió hacia el cuerpo inerte de Pompón en el suelo. Un nudo de dolor y confusión se apretaba en su pecho, una mezcla de traición y pérdida que le robaba el aliento. Si Pompón había sido capaz de intentar algo tan traicionero, ¿qué secretos oscuros y retorcidos podría estar ocultando detrás de su pelaje pomposo?
—Pero, ¿qué ganaría Pompón con todo esto? Si yo muero, él perdería todo en lo que estuvo trabajando a cambio de nada —Dijo Arturo, su voz temblorosa y su respiración agitada por la sola idea de que sus mascotas pudieran tener razón en este asunto.
La pregunta de Arturo flotaba en el aire, un eco cargado de incertidumbre y una creciente sensación de traición. “¿Qué ganaría Pompón con todo esto?” Era una interrogante que colgaba sobre ellos, sin una respuesta clara, al menos no para las mascotas presentes. Sus miradas se entrelazaron en un silencio elocuente, compartiendo la confusión y la falta de respuestas ante el comportamiento inexplicable de Pompón. En sus ojos, Arturo había logrado hazañas que ningún otro estudiante había logrado, y Pompón no buscaría deshacerse de un niño tan útil por mero capricho, mucho menos si este niño seguía sus órdenes sin protestar en la gran mayoría de las ocasiones.
Fue Anteojitos quien respondió a la pregunta, sacando un libro del inventario de Tom. Este libro no era otro que el relato de su vida, y por ende, también debía detallar lo que lo llevó a su muerte.
—Creo que ninguno de nosotros puede responder esa pregunta, Arturo. Pero eso no significa que no haya respuesta a tus preguntas: Tom nos dejó su historia, y debemos aprender de ella para no cometer los mismos errores que lo llevaron a su muerte prematura —Expresó Sir Reginald, su voz resonando con el tono más noble y profundo que cualquier cerdo podría esperar reunir.
Anteojitos abrió el libro y comenzó a hojear las páginas a una velocidad vertiginosa. El silencio de la habitación se llenó con el suave susurro del papel mientras buscaba frenéticamente el pasaje clave. Tras unos minutos de búsqueda, encontró el fragmento de texto que estaba buscando. La tensión en la habitación era insoportable mientras todos esperaban ansiosos a que se revelara el secreto que había llevado a Pompón a la locura.
Sir Reginald tomó el libro con solemnidad, preparándose para compartir el relato de Tom con sus compañeros de manera que pudieran comprender la verdadera naturaleza de lo que había ocurrido. Con un suspiro, comenzó a leer en voz alta, permitiendo que las palabras del libro resonaran en la incómoda atmósfera de la tumba, cargadas de las emociones y decisiones que habían llevado a Tom a su destino trágico:
> "Tras obtener el anillo que cambiaría su vida para siempre, Tom sintió cómo una ola de felicidad lo envolvía, más intensa que cualquier otra que hubiera sentido antes. Era como si todas sus preocupaciones se disolvieran en el aire, y una alegría pura y desbordante, una que no había experimentado desde los días despreocupados de su infancia, lo inundara por completo. ¡Era la libertad! Pero no cualquier libertad: era el derecho irrevocable a poseerla, esa llama cálida y vibrante que todos los seres anhelan y que Tom, en este momento mágico, había conseguido atrapar entre sus manos.
>
> —Con este anillo, ¡podré seguir cazando tesoros por el resto de mis días! —Exclamó Tom, con un brillo de determinación en sus ojos.
>
> —Tienes dos deseos más por pedir, Tom… —Susurró una voz chillona desde el interior de la lámpara que Tom sostenía con firmeza.
>
> —Dos deseos… —Repitió Tom, una sonrisa tonta adornando su rostro por un breve instante. Pero esa sonrisa se desvaneció tan rápido como había aparecido cuando las opciones se materializaron ante él en el espejo de su habitación. Con solo un vistazo, la expresión de Tom se transformó en una máscara de angustia insoportable.
>
> —¡Cómo te atreves a ofrecerme semejante basura como deseos! Conseguir tu lámpara me ha costado más de una década de mi vida, ¡genio miserable! —Gritó Tom, la frustración hirviendo en su interior.
>
> —Las reglas son las reglas, Tom —Replicó el genio con un tono chillón que raspaba los nervios del joven— La lámpara concede tres deseos a su portador: dos buenos y uno malo. En un orden exacto: bueno, malo, bueno.
>
> —Entonces, ¿para obtener el siguiente deseo bueno, debo aceptar el costo del deseo malo? —Preguntó Tom, contemplando las opciones en el espejo. No importaba cuánto las mirara, seguían siendo igual de horribles.
>
> —No necesariamente. Existe otro camino… —Respondió el genio, su voz adquiriendo un tono meditativo.
>
> —¿Cuál es ese camino? —Indagó Tom, la esperanza encendiéndose de nuevo en su mirada.
>
> —Para obtener tres deseos buenos, debes realizar un sacrificio en honor a Amón, el dios de los sueños y las pesadillas. Tras lo cual, yo convertiré tu siguiente pesadilla en un sueño —Explicó el genio, y la sonrisa de Tom resurgió, más brillante que antes.
>
> —¡Eso es maravilloso! ¿Qué debo sacrificar? —Preguntó Tom, impaciente por saber.
>
> —A alguien que goce al menos de un favor divino —Respondió el genio, y la sonrisa de Tom se torció en una mueca de repulsión.
>
> —Jamás. No mataría a nadie por estos deseos. ¡Con este anillo tengo todo lo que necesito para ser feliz! —Rechazó Tom con firmeza.
>
> —Como desees. Pero piénsalo bien. Lo que mis deseos pueden hacer son cosas que solo existen en el reino de los sueños —Insistió el genio, tentador.
>
> —O en las pesadillas… —Concluyó Tom con ironía, contemplando los terribles deseos reflejados en su espejo."
Tras escuchar detenidamente el relato de Tom, las palabras resonaron en el aire, dejando una atmósfera cargada de tensión y reflexión. Arturo, con los ojos fijos en el libro que sostenía Sir Reginald, absorbía cada palabra con una mezcla de incredulidad y comprensión gradual.
Un silencio pesado se cernía sobre la habitación, interrumpido únicamente por el murmullo distante del viento que se filtraba por las gruesas rocas de la tumba. Arturo, con el corazón palpitando en el pecho, procesaba la revelación que acababa de presenciar. La historia de Tom, su lucha por la libertad y los oscuros dilemas que enfrentó, resonaban en su mente como ecos de un pasado lejano.
El impacto de la verdad lo golpeó como una ola furiosa. Las piezas del rompecabezas se alinearon frente a él, revelando un panorama desolador. La traición, la manipulación y los oscuros deseos ocultos detrás de las aparentes promesas de fraternidad y compañerismo de Pompón lo dejaron sin aliento.
Con los ojos llenos de determinación y una mezcla de rabia y tristeza, Arturo finalmente levantó la mirada del libro y enfrentó a sus mascotas con una expresión decidida. La confianza que había depositado en Pompón se había desmoronado ante la revelación de su verdadero carácter y motivaciones.
—No puedo creerlo… —Murmuró Arturo, con la voz temblorosa por la emoción contenida— Todo este tiempo… ¿Pompón estaba planeando algo así? ¿Traicionaría nuestra confianza por sus propios sueños egoístas?
—Todo fue parte de su plan. Ahora que lo pienso, fue él quien filtró a las mascotas la existencia del dormitorio de Tom y el tesoro que se escondía en la tumba —Mencionó Shily, su tono cargado de indignación y resentimiento— Qué idiota de mi parte. Fui demasiado ingenuo al suponer que Pompón simplemente se le había escapado esa información ¿Por qué se habría tomado la molestia de insistir con este dormitorio? Con tantos lugares y cosas por hacer en esta academia, debí haber visto a través de su artimaña.
El peso de la verdad se asentó sobre los hombros de Arturo, haciendo eco en su mente mientras luchaba por comprender las implicaciones de lo que acababa de descubrir. La sensación de traición lo invadió, entremezclada con la incredulidad y la determinación de no dejarse manipular más.
Sin embargo, en medio de la tormenta emocional que lo envolvía, una chispa de esperanza se encendió en su interior. Aunque la confianza en Pompón había desaparecido, la lealtad inquebrantable de sus mascotas seguía intacta. Sabía que podía confiar en ellos para enfrentar cualquier desafío que se interpusiera en su camino.
Con una mirada firme y decidida, Arturo se levantó, dejando atrás la sombra de la traición y mirando hacia un futuro incierto, pero lleno de posibilidades. La verdad podía ser dolorosa, pero también era el primer paso hacia la verdadera libertad y el verdadero poder: ¡El poder de decidir su propio destino, sin dejarse influenciar por las sombras del engaño!
—¿Qué deberíamos hacer ahora? —Preguntó Arturo, con la voz temblorosa, buscando respuestas en el vacío.
Sir Reginald se acercó al niño y puso una pezuña reconfortante en su zapato:
—Primero, debemos asegurarnos de que estés a salvo. Tienes que romper tu vínculo con Pompón para siempre, o sino terminarás cayendo nuevamente bajo la influencia de sus palabras manipuladoras.
—A estas alturas, ya no hay vuelta atrás, Arturo. Pompón es peligroso para todos nosotros —Remarcó Shily, expresando su apoyo a la idea del cerdo.
—Aceptar lo perdido es fundamental en este mundo, niño —Agregó Juampi, compartiendo su sabiduría basada en su propia experiencia para enseñarle una valiosa lección a Arturo —Y ahora te has visto forzado a aceptar que el Pompón que conocías se ha ido para siempre.
Las palabras resonaban en la mente de Arturo, sumergiéndolo en un mar de emociones tumultuosas. Sus lágrimas reflejaban su dolor y su arrepentimiento, pero también había un destello de esperanza en su mirada, una chispa de fe en la posibilidad de redención.
—¡Me gustaría haberme olvidado de visitar este dormitorio, así todos seríamos felices como siempre lo hemos sido! —Gritó el niño entre sollozos, dejando que su angustia se manifestara en cada palabra— ¡Fue mi culpa! ¡Si tan solo hubiera sido más amable con Pompón y me hubiera preocupado más por él, de seguro hubiera priorizado nuestra amistad a esta lámpara de mierda!
El peso de la responsabilidad se cernía sobre los hombros de Arturo, pero sus mascotas estaban ahí para apoyarlo, para recordarle que no estaba solo en esta batalla contra las fuerzas oscuras que amenazaban con consumirlos.
—Arturo, tú no tienes la culpa. Solo mira la historia de Tom y te darás cuenta de que el problema no está en la codicia de las personas, sino en la lámpara —Mintió Juampi para consolar al niño, aunque sus propias dudas se reflejaban en sus palabras.
—¿Crees que Pompón fue corrompido por esta lámpara? —Preguntó Arturo, buscando desesperadamente una explicación que pudiera absolver a su amigo de cualquier culpa.
—Probablemente, Arturo —Mintió Sir Reginald con solemnidad— Eso explicaría por qué Tom terminó muerto y por qué el asesino se viera tan obsesionado en planificar su crimen. Lo más probable es que aquellos que vean la lámpara se vean afectados por un deseo innato de poseerla. Mientras tanto, nosotros, tus mascotas, estamos fusionados contigo y Juampi no tiene ojos, por otro lado, Pompón no tuvo tanta suerte y cayó bajo la corrupción de la lámpara.
El niño escuchaba atentamente las palabras de sus mascotas, encontrando un rayo de esperanza en la idea de que Pompón no había actuado por malicia, sino por la influencia corruptora de la lámpara.
—¿Y si nos deshacemos de la lámpara? ¿Pompón volverá a la normalidad? —Inquirió Arturo, con los ojos brillando entre la esperanza y las lágrimas del pasado.
—¡No! —Gritaron todos los presentes al unísono, advirtiéndole del peligro que conllevaba enfrentarse a las fuerzas oscuras que habían corrompido a su amigo.
—No perdones a un traidor o terminarás siendo traicionado, Arturo —Clamó Sir Reginald, su voz resonando con urgencia y determinación— Es necesario que Pompón se marche de nuestras vidas; su alma está corrompida por la lámpara. Incluso si nos deshacemos de ella, él seguirá conspirando desde las sombras para acabar con todos nosotros.
Arturo buscó consuelo en las mascotas que no podían hablar, pero Anteojitos parecía estar tratando de gritarle que no tuviera compasión alguna. Incluso Tentaculin había emergido de su sombra, mostrándose igualmente reacio a permitir que Pompón continuara conviviendo en la casa. Hasta el tierno e inocente Copito parecía muy preocupado por la decisión que Arturo estaba a punto de tomar.
—Somos un equipo y si la mayoría quiere deshacerse de Pompón tendré que aceptarlo —Articuló Arturo, reuniendo el coraje necesario para enfrentar la difícil situación que se le presentaba— Él buscó matarme, y con ello buscó matarlos a todos. Para mantener nuestra supervivencia en las calles de Alubia, nos vimos forzados a dejar atrás a mucha gente, y hoy tendremos que dejar a Pompón atrás también.
Las palabras de Arturo resonaron en el aire, cargadas de resignación, pero también de determinación. Se preparaba para pronunciar las palabras mágicas que pondrían fin a su conexión con Pompón, liberándose así del peligro que representaba para todos ellos.
—No aceptaré ser el protegido de Pompón. Buscaré mi propio camino y decidiré mi destino, incluso si eso significa apartarme de su sombra durante esta vida —Musitó Arturo con voz firme, como una promesa para sí mismo y para aquellos que lo rodeaban.
Un silencio pesado cayó sobre la habitación. Era un silencio cargado de tensiones y emociones encontradas, donde cada uno de los presentes reflexionaba sobre el giro que había tomado la situación. Las miradas se cruzaban entre los diferentes personajes, expresando preocupación, tristeza y, en algunos casos, alivio y felicidad por la decisión tomada por el niño.
Sir Reginald, con su imponente presencia, rompió finalmente el silencio. Su voz resonó con autoridad, aunque también había un rastro de compasión en ella:
—Fue una decisión difícil, pero fue la correcta, Arturo. Todos aquí estamos contigo en esto.
Arturo asintió, agradecido por el apoyo de sus mascotas. Aunque la idea de separarse de Pompón le pesaba en el corazón, sabía que era necesario para proteger a todos. Se sintió reconfortado por el respaldo de Sir Reginald y los demás.
—Ahora, ¿cómo procederemos? —Inquirió Arturo, su voz resonando con determinación; era evidente que todos estaban ansiosos por dejar atrás este oscuro capítulo y seguir adelante.
—Ahora debemos decidir qué hacer con esta lámpara de los deseos… —Respondió Sir Reginald, señalando hacia el objeto maldito que yacía en el suelo.
—Esa lámpara nos costó mucho, sería una idiotez no usarla: ve qué deseo te concede —Indicó Shily, instando a Arturo a considerar las posibilidades que la lámpara ofrecía.
—Pero ¿cómo la usamos? —Preguntó Arturo, recordando a las mascotas que todo este lío había ocurrido porque ninguno de los presentes, salvo Pompón, sabía cómo usar la lámpara de los deseos.
Fue Anteojitos quien halló la respuesta escondida entre las páginas del libro que narraba la vida de Tom. Solo le tomó unos minutos encontrar que la clave para usar la lámpara era frotarla con las manos mientras uno pensaba en el genio que moraba en su interior. Siguiendo esas instrucciones, Arturo frotó la lámpara, esperando que algo ocurriera con la misma.
De repente, un repentino ruido resonó en la habitación. Todos se giraron hacia la fuente del sonido, encontrando la lámpara de aceite que temblaba violentamente en las manos de Arturo. Los grabados de los guerreros parecían cobrar vida, retorciéndose y contorsionándose en la superficie de la lámpara como si se prepararan para una batalla.
El corazón de Arturo se aceleró mientras observaba con asombro cómo la lámpara comenzaba a brillar con una luz oscura y misteriosa. En ese momento, la lámpara emitió un zumbido siniestro y las palabras chillonas del genio en su interior resonaron en la habitación con una fuerza aterradora:
— ¡Arturo! ¡Parece que lograste arrebatarme mi lámpara a Pompón!
—¿Entonces Pompón usó la lámpara a escondidas? —Cuestionó Arturo, intrigado por el conocimiento de ese hecho.
—Así es, pidió un deseo antes de que lograras arrebatársela —Respondió el genio con una sonrisa siniestra, deleitándose con haber cambiado de dueño nuevamente.
—¿Y qué deseo pidió? —Preguntó Arturo, sus ojos enturbiados por el comienzo de unas lágrimas, ansioso por conocer la verdad.
—Eso es un secreto, Arturo, y no pienso revelártelo… —Expresó el genio con malicia, disfrutando del misterio que rodeaba al deseo concedido por Pompón.
Arturo sintió un escalofrío recorrer su espalda, y se quedó en silencio, molesto de no saber cuál fue el deseo de Pompón. Entonces, una voz profunda y resonante llenó la habitación, enviando escalofríos por la columna vertebral de Arturo y sus mascotas:
—Has convocado al genio de los deseos ¿Cuál es tu primer deseo, Arturo?
Como si esas palabras cargaran un hechizo de gran poder, el reflejo del espejo de la habitación comenzó a distorsionarse, mostrando dos opciones a elegir:
El rey eterno Alarga tu vida máxima sumándole la mitad de tu vida máxima actual El rey de reyes Agrega a tus favores divinos actuales nuevos favores divinos aleatorios hasta que se duplique tu cantidad actual
—Las dos parecen ser muy buenas opciones… —Comentó Sir Reginald, sumido en la contemplación de las infinitas posibilidades que se abrían ante ellos.
—Alargar tu vida es la mejor opción —Respondió Shily rotundamente, expresando su firme convicción en la elección.
—No necesariamente —Contradijo Sir Reginald— Con diez favores divinos, Arturo sería considerado alguien de gran interés para los seres de su raza, lo que le abriría las puertas a numerosos métodos para alargar su vida.
—Pero con más vida tendrías más tiempo y oportunidades para recolectar favores divinos, lo que te convertiría en un miembro más importante para tu raza: ¡Selecciona la vida, Arturo! —Argumentó Shily, defendiendo su postura con fervor.
—No, Arturo, lo importante es el prestigio y el estatus entre los seres de tu raza: selecciona los favores divinos. Las recompensas por tener un alto estatus vendrán naturalmente con tu éxito. ¡Elige la opción que te llevará a alcanzar la grandeza que mereces! —Agregó Sir Reginald, resaltando la importancia del reconocimiento y el estatus dentro de la sociedad de Arturo.
La discusión entre las mascotas iba en aumento, y parecía que ahora que Pompón había desaparecido, el orden de poder se había quebrado. Tanto Shily como Sir Reginald veían en esta decisión una oportunidad para remarcar quién estaba por encima del otro y quién ocuparía el rol central en la casa de Arturo. Aunque este asunto pasó brevemente por la cabeza de Arturo, pronto fue reemplazado por pensamientos más alegres. Estaba emocionado de ver a sus mascotas luchando por ayudarlo a tomar esta decisión y participando activamente en esta aventura.
Mientras el parásito y el cerdo se enzarzaban en su disputa, fue el eterno observador quien se llevó el premio. Sin previo aviso, Anteojitos hizo levitar a Copito y lo estrelló contra el espejo de manera poco sutil, provocando que el genio en la lámpara cumpliera el siguiente deseo:
—Los dos caminos conducen a tu reino, así que realmente no había una opción más correcta que la otra. Podías aumentar tu poder para ganar más vida, o ganar más vida para tener más oportunidades para ganar poder. Pero por lo que veo, tomaste la opción menos arriesgada y seleccionaste el camino del rey eterno, y como tal, tu deseo ha sido cumplido. Entonces, ¿cuál es tu segundo deseo, Arturo?
Nuevamente, el espejo comenzó a distorsionarse, mostrando dos opciones a elegir. Sin embargo, en este caso, las opciones eran terribles:
El rey solitario Todas tus actuales mascotas son destruidas eternamente El rey pobre Todas tus actuales monedas de oro son destruidas eternamente
Las opciones parpadeaban ante sus ojos, y el peso de su elección parecía aplastar a Arturo. ¿Qué camino tomaría? ¿Salvaría a sus queridas mascotas, sus fieles compañeros en esta travesía, sacrificando su propia riqueza? ¿O preferiría conservar su fortuna y ver desaparecer a aquellos que habían sido su apoyo más leal? ¿O acaso era el momento de dejar de obtener deseos, abandonando el último deseo bueno?
Shily y Sir Reginald observaban expectantes, sus expresiones reflejaban la urgencia de la situación. La tensión en la habitación iba en aumento dado que Arturo no se dignaba a emitir una opinión que para las mascotas era obvia.
—¿Cuántas monedas de oro tenemos…? —Preguntó Shily nerviosamente, rompiendo el incómodo silencio que se había formado. Sin embargo, su pregunta fue diferente de lo que Arturo terminó escuchando.
No obstante, no hubo respuesta alguna más que el grito del desafortunado esclavo. En esta ocasión, el cuerpo de Juampi fue el que se vio siendo levitado en el aire, estrellándose contra la opción del rey pobre.
—¡Deja de tomar decisiones sin consultarnos, ojo de mierda! —Gritó Shily con enojo, mientras Juampi luchaba por recomponerse en el suelo, dolorido por el golpe que le habían propinado.
—¡No grites, parásito! —Exclamó Sir Reginald— Anteojitos fue sensato al tomar la decisión sin que nadie discuta. Era obvio que las mascotas no podían ser eliminadas y las monedas de oro eran secundarias ¿No es así, Arturo?
Arturo se tomó unos incómodos segundos antes de responder dando un regaño:
—Claro, después de todo, tú te comiste casi cien monedas de oro. Te aseguro que destruí muchas menos a cambio del siguiente deseo.
—¿Ves, cerdo codicioso? ¡El niño te odia a pesar de tus palabras nobles! —Gritó Shily, soltando una risotada histérica, la cual fue rápidamente eclipsada por las palabras del genio en el interior de la lámpara:
—Nuevamente, los dos caminos conducen a tu reino: podías sacrificar a tus mascotas y mantener tus monedas; de esa forma, tendrías opciones que ahora ya no dispones para conseguir nuevas mascotas. Mientras tanto, podías sacrificar tus riquezas a cambio de conservar a tus mascotas, y de esa forma tendrías buenos aliados para obtener más riquezas. Pero tu decisión fue destruir tus riquezas y salvar a tus mascotas, por lo que tu deseo ha sido concedido. Entonces, ¿cuál es tu tercer deseo, Arturo?
Las palabras del genio provocaron que otras dos opciones aparecieran sobre la superficie del espejo:
El rey afortunado Tu fortuna actual se verá duplicada durante esta vida El rey de los cazadores Ganarás una mascota de gran poder que te acompañará por la eternidad
Arturo analizó las opciones detenidamente. Lo cierto era que, si se comparaba con otros niños de Alubia, él era realmente afortunado al tener una vida tan exótica. Duplicar esa fortuna podría significar un cambio radical en su existencia. Por otro lado, obtener una mascota otorgada por este deseo podría brindarle un compañero que cambiaría radicalmente su perspectiva sobre cómo enfrentar el mundo.
Sin embargo, mientras Arturo debatía esto en su mente, el cuerpo de Sir Reginald comenzó a levitar en el aire, provocando que el cerdo comenzara a chillar en señal de protesta.
—¡Deja de tomar todas las decisiones! —Gritó Shily, haciendo emerger una mano de carne en descomposición de la espalda de Juampi, la cual se extendió con rapidez hacia el espejo, tratando de tomar la decisión antes de que el ojo volador pudiera hacerlo. Sin embargo, Anteojitos se adelantó a este acontecimiento y estrelló el cuerpo de Sir Reginald contra el espejo, provocando que este se tambaleara como si estuviera a punto de romperse.
—¡Nooo! —Bramó Shily con enojo al ver cómo volvían a robarle la decisión. El cerdo se levantó con esfuerzo del suelo y trató de expresar su enojo por lo que acababa de pasar, pero la voz del genio volvió a hacerse presente, haciendo callar a todos los presentes:
—¿Fortuna o compañeros? Los dos son importantes en esta vida. Con buenos compañeros, uno no necesita ser tan afortunado, mientras que con buena fortuna, uno no necesita tantos compañeros en su vida. Pese a ello, tú, Arturo, has decidido qué querías ser más afortunado y, por lo tanto, tu deseo ha sido cumplido. Con ello, he cumplido tus tres deseos y mi deber contigo ha terminado.
Tras pronunciar esas palabras, la lámpara comenzó a temblar débilmente, provocando que una serie de grietas aparecieran sobre su superficie, hasta que finalmente dejó de temblar abruptamente y se rompió en mil pedazos. Con el estallido de la lámpara, un silencio tenso se apoderó de la habitación. Los fragmentos de cerámica se esparcieron por el suelo, Arturo miró con asombro la destrucción del objeto mágico que había sido el centro de tantas intrigas y peligros.
Las mascotas, que habían estado discutiendo fervientemente momentos atrás, quedaron en silencio, observando el lugar donde yacía la lámpara rota. Las tensiones parecieron disiparse junto con el último suspiro del genio encerrado en su interior.
—¿Qué acabamos de hacer? —Preguntó Arturo, rompiendo el silencio que se había apoderado del lugar.
—No lo sé…—Murmuró Sir Reginald sintiendo un escalofrío recorriendo su espalda; estaba realmente asustado por no lograr comprender qué es lo que acababa de pasarles.
—Hicimos lo que necesitábamos hacer… —Respondió Shily con enojo, incómodo por sentirse manipulado por un objeto— Hemos deshecho el nudo que amenazaba con asfixiarnos a todos: ¡Esa lámpara era un objeto maldito!
Los ojos de Arturo recorrieron la habitación, deteniéndose en cada una de sus mascotas. A pesar de las diferencias y los conflictos que habían surgido entre ellos, sabía que siempre podía contar con su apoyo y lealtad. Eran su familia, su compañía en este mundo lleno de misterios y peligros.
—Gracias a todos por estar a mi lado, es una pena que la lámpara revelara el peor lado de Pompón, pero la vida continúa y tenemos que seguir adelante —Dijo Arturo, con una mezcla de gratitud y determinación en su voz— Ahora, más que nunca, debemos permanecer unidos y enfrentar los desafíos que se nos presenten: ¡Las contrataciones están cada día más próximas!
Las mascotas asintieron en acuerdo, transmitiendo su compromiso con gestos y miradas. A pesar de las adversidades que habían enfrentado juntos, sabían que eran más fuertes cuando trabajaban en equipo. Con el paso de los minutos, la tensión comenzó a disiparse, dando paso a un sentido de alivio y camaradería. Las mascotas se reunieron alrededor de Arturo, compartiendo su versión de lo que acaba de ocurrirle mientras permanecían bajo la influencia de la lámpara.
Con el traslado de los objetos terminado, llegó el momento de seguir adelante. Arturo y sus mascotas salieron de la tumba de Tom, dejando atrás los restos de la lámpara y la historia de Pompón en esta casa. Estaban listos para enfrentar un nuevo día, con renovada determinación y la certeza de que juntos podían superar cualquier desafío que se les presentara en el futuro. Habían cerrado un capítulo oscuro en sus vidas, pero sabían que aún quedaban muchas aventuras por vivir y que lo más importante era que lo harían juntos, como una verdadera familia.