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23 - La niñera

Sintiendo la determinación de haber obtenido su primer trofeo, Arturo se encaminó hacia la guardería, donde sabía que podría ganar varios trofeos y quizás hacerse con algunos regalos.

Antes de iniciar su próxima aventura, Arturo se detuvo frente al espejo y vio a su reflejo mirándolo con expectación. Con la confianza que le otorgaba su reciente victoria, pronunció las siguientes palabras mágicas con firmeza:

> “En un rincón de una ciudad olvidada, en un edificio acogedor donde los niños juegan y exploran con fervor. Un sitio lleno de risas, de alegría y candor, dónde pasan sus horas en un lugar promisor. Es un espacio cuidado con esmero y con ardor, donde los pequeños crecen con un gran valor, ¿Dónde estoy?”

Mientras las palabras de Arturo llenaban el dormitorio, el reflejo en el espejo comenzó a deformarse, revelando una imagen que parecía representar una guardería.

Arturo se encontró parado frente a una vista que le resultaba sorprendentemente familiar. Pese a que el espacio parecía más chico y oscuro de lo que recordaba, y en vez de la brillante luz del sol, el paraje estaba inundado de una luz lunar no tan cálida que emanaba de todas partes. No obstante,los recuerdos de su infancia provocaron que el jorobado sonriera tontamente al mirar esta hermosa habitación.

La guardería era un sitio mágico, un rincón de ensueño que parecía sacado de un cuento de hadas. No había puertas o paredes que separaran el interior del mundo exterior, solo ventanas extremadamente amplias que servían como frontera entre dos mundos. A través de esas ventanas, se podía contemplar un jardín lleno de rosas y flores en plena floración. La luz de luna roja que dominaba el firmamento bañaba el jardín, creando una atmósfera relajante y acogedora.

Arturo conocía bien este sitio, ya que en su infancia solía acudir a la guardería para aprender a leer y escribir antes de ingresar a las aulas de la escuela para prepararse para el gran examen. La guardería tenía un lugar especial en su corazón, un remanso de alegría y creatividad que lo había marcado en su camino hacia la aprobación del gran examen.

El interior de la guardería estaba decorado con colores suaves y cálidos que transmitían una sensación de paz y tranquilidad. Los muebles eran pequeños y cómodos, diseñados para adaptarse a los diminutos cuerpos de los niños. Había estanterías llenas de libros, cuentos y juegos educativos que estimulaban la imaginación y el aprendizaje.

El suelo estaba cubierto por una alfombra mullida que invitaba a los niños a sentarse y explorar el mundo de las letras y los números. Las ventanas en las paredes estaban decoradas con dibujos y pinturas realizadas por los propios niños, lo que le daba un toque personal al entorno.

El jardín que se podía ver por las ventanas era gigantesco. Rosas de todos los colores imaginables crecían en armonía, creando un mosaico de belleza natural. Las flores silvestres se mecían al ritmo de la brisa suave, y el aroma de la tierra y las flores llenaba el aire. Era un sitio perfecto para que los niños exploraran, jugaran y se conectaran con la naturaleza, pese a que Arturo ya había sufrido en carne propia la desdicha de aprender que era imposible atravesar estas ventanas para ir al mundo exterior, por lo que este paisaje solo era una decoración tentadora, pero completamente alejada de la realidad.

La guardería no solo era un lugar de aprendizaje, sino también un espacio donde los niños aprendían a sociabilizar con los demás. Había rincones para la lectura de libros infantiles, mesas para dibujar y colorear, y un área de juego con bloques y juguetes educativos.

Arturo recordaba con cariño los días que había pasado en este sitio, rodeado de libros y amigos que hace tiempo habían desaparecido de su vida. La guardería le había brindado una base sólida en su educación, fomentando su amor por la lectura y la exploración. Y ahora, años después, regresaba a este rincón mágico como alguien que podía orgullosamente decir que pertenecía al bando de los ganadores de la vida.

Arturo entró a la guardería con una mezcla de nostalgia y emoción. A medida que cruzó el umbral, el encanto de este lugar mágico lo envolvió por completo. La luz de la luna se filtraba a través de los cristales, iluminando cada rincón de la habitación. Arturo se detuvo por un momento para contemplar la belleza del jardín y los recuerdos de su infancia.

Mientras observaba las flores danzantes y las mariposas revoloteando, una figura inusual se acercó a él. Era la niñera de la guardería, un panda gigante que caminaba con gracia y hablaba con una voz amable y sosegada.

—¡Arturito!—Saludó la niñera con una sonrisa—¡Qué alegría verte de nuevo por aquí! ¿Cómo has estado?

Arturo no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la bienvenida cálida de la niñera. La relación entre ellos se remontaba a su infancia, cuando había pasado innumerables horas aprendiendo y jugando en este lugar. La niñera siempre había sido una presencia tranquilizadora y alentadora.

—He estado muy bien, gracias. Me ha ido bien en la escuela y logré aprobar el gran examen. Ahora estoy de regreso para buscar algunos tesoros y desafíos antes de que empiecen las contrataciones—Respondió Arturo con una sonrisa.

La niñera asintió con aprobación, su rostro reflejaba un cariño sincero por el joven aventurero:

—Siempre es bueno regresar a visitar a las personas que te ayudaron a llegar tan lejos, Arturito. Estoy segura de que encontrarás tesoros fascinantes en los sitios que guardan un sitio especial en tu corazón. De hecho, resulta que tengo un obsequio especial para darte por haber aprobado el gran examen. ¿Qué prefieres, un regalo o una torta de cumpleaños?

Arturo se sintió emocionado por la generosidad de la niñera. La guardería siempre había sido como un segundo hogar para él, y el gesto cálido de la niñera le llegó al corazón. Después de una breve reflexión, respondió con gratitud:

—Aprecio mucho tu amabilidad, niñera, pero creo que me gustaría recibir un regalo en esta ocasión. ¿Qué tienes para ofrecerme?

La niñera sonrió y se dirigió a una pequeña estantería llena de objetos mágicos y tesoros. Después de examinar cuidadosamente sus opciones, eligió una caja roja con un moño rojo y lo sostuvo frente a Arturo.

Arturo aceptó el regalo y le compartió a la niñera su deseo de obtener los trofeos y desafíos de la guardería. Recordó con cariño los días en los que había aprendido a leer y escribir aquí, y ahora deseaba aprovechar las oportunidades que le ofrecía este lugar mágico antes de marcharse para siempre.

La niñera escuchó atentamente y asintió con una sonrisa comprensiva.

—Claro, Arturito, estás en el lugar adecuado. Aquí encontrarás desafíos y tesoros que estimularán tu mente y tu creatividad. Pero ten en cuenta que las recompensas que obtengas dependerán de tus esfuerzos y logros. ¿Por dónde te gustaría comenzar?

—Me gustaría comenzar con la serie de acertijos infantiles, si es posible. ¿Qué debo hacer para completarlo?

—Un excelente idea, Arturito. ¿Estás listo?—Preguntó la niñera.

Arturo estaba listo para enfrentar los acertijos en la guardería. La niñera lo llevó a una mesa llena de libros. Lo invito a sentarse en una silla ridículamente minúscula frente a una pizarra en la que se proyectaban las preguntas, y la niñera comenzó a presentarle los acertijos, los cuales aparentaban estar basados en los cuentos infantiles dispersos por la guardería. Cada acertijo presentaba tres opciones posibles, pero Arturo sabía que la respuesta correcta siempre estaría en este orden: “primera, segunda, primera, segunda, tercera, primera, segunda, tercera, tercera, tercera, primera, primera, segunda, segunda, primera”.

La niñera, con una sonrisa en el rostro, comenzó a plantear los acertijos a Arturo mientras este permanecía sentado frente a la pizarra. Cada acertijo era una encrucijada imposible, diseñada para desafiar incluso al más hábil de los buscadores de tesoros:

Primer acertijo: “En la Tierra de los Caramelos, vivía el Conde Chocolate, que tenía una colección de sombreros. Uno era de chicle, otro de caramelo y el último de algodón de azúcar. ¿Cuál de los sombreros solía usar el Conde Chocolate los martes por la tarde?”

Segundo acertijo: ”La Reina Malvavisco gobernaba el Bosque de los Helados, donde los árboles eran de chocolate, las casas eran de pastillas de menta y el río estaba hecho de batido de fresa. ¿Dónde pasaba la semana la Reina Malvavisco?”

Tercer acertijo: “En el Reino de las Burbujas, el Príncipe Burbuja tenía una colección de globos. Había globos rojos, globos azules y globos verdes. El Príncipe siempre inflaba un globo antes de desayunar, pero nunca un globo del mismo color dos veces seguidas. ¿Cuál era su color de globo favorito?”

Las preguntas eran tan absurdas que Arturo se sintió abrumado. Pero, recordando el patrón que le había dado el profesor, respondió con calma: «el de chicle, las casas de pastillas de menta, rojo…»

De esta forma todas las preguntas fueron respondidas, hasta que la niñera asintió con aprobación y una luz mágica brilló alrededor de Arturo. En ese momento, una caja de zapatos apareció frente a él, desbordante de colores y patrones de cuentos infantiles.

—¡Lo has hecho, Arturito! Has demostrado tu profundo conocimiento de los cuentos de nuestra guardería. Como recompensa, te otorgo este regalo.

Reconociendo que este regalo no era un “regalo” de los que valía una reliquia, Arturo abrió la caja de zapatos y descubrió que en el interior de la misma se encontraba un panda de peluche.

La niñera sonrió y asintió ante la curiosidad de Arturo. Este examinó el peluche de panda con intriga, dándole vueltas en las manos mientras trataba de comprender su utilidad.

—¿Qué es esto?—Preguntó Arturo, intrigado por el peluche de peluche que tenía entre sus manos, tratando de encontrar su propósito.

La niñera respondió con una risa suave:

—Es un peluche, no hace nada, pero es esponjoso y algunas personas los coleccionan. Es una pequeña compañía para momentos en que necesitas algo suave y abrazable.

Arturo asintió, agradecido por el regalo, pero sintió que el peluche era inútil para su gusto. Lo colocó junto a su regalo y luego continuó la conversación con la niñera:

—Oh, gracias por el regalo... Por cierto, escuché que también ofreces una serie de acertijos para adultos. ¿Podría intentar resolverlos? Aunque me advirtieron que son muy complicados.

La niñera asintió con una expresión de satisfacción, contenta de que Arturo estuviera dispuesto a enfrentar el desafío:

—Por supuesto, Arturito. Estoy encantada de que quieras probarlos. Pero, como te advirtieron, los acertijos para adultos son bastante complicados. ¿Estás seguro de que deseas intentarlo?

Arturo, decidido a poner a prueba el consejo que le habían dado, y asintió con determinación:

—Estoy listo para el desafío, niñera. Quiero poner a prueba mi mente y ver si puedo resolverlos.

Tras dar la afirmación, Arturo se encontró frente a una serie de acertijos muy similares a los que ya había estado contestando. Cada pregunta estaba formulada de una manera inusual y uno debía tener una buena base de conocimiento para contestarlas. No obstante, Arturo sabía que las respuestas correctas y seguían el patrón que había aprendido.

El primer acertijo se presentó con una voz suave y misteriosa: “En el Reino de los Libros, vivía el Duque de las Páginas, quien coleccionaba obras maestras literarias. Tenía un ejemplar de "Cien Años de Soledad", otro de "Ulises" y uno más de "En busca del tiempo perdido". ¿Cuál de estos libros solía leer el Duque de las Páginas durante los martes por la tarde?”

Arturo consideró las opciones proporcionadas y respondió con confianza: —Cien Años de Soledad.

La niñera asintió y prosiguió al siguiente acertijo: “En el Reino de las Historias, la Princesa de las Palabras reinaba sobre un mundo de narrativas infinitas. Los bosques estaban llenos de cuentos inacabados, los ríos fluían con poesía y las montañas eran testigos de leyendas olvidadas. ¿Dónde solía pasar sus tardes la Princesa de las Palabras?”

Arturo miró las opciones y respondió: —En los ríos que fluían con poesía.

La niñera observó con interés mientras Arturo avanzaba por los desafíos. Cada pregunta seguía una estructura similar, pero las historias detrás de ellas eran un completo misterio para Arturo: “En el Reino de las Letras, el Conde de los Versos tenía una colección de poemas. Había sonetos, haikus y odas. El Conde siempre recitaba un poema antes del desayuno, pero nunca un poema del mismo tipo dos veces seguidas. ¿Cuál era su tipo de poema favorito?”

Ya acostumbrado a la mecánica de los acertijos, Arturo respondió con rapidez: —Haikus

Arturo continuó resolviendo los acertijos con la misma confianza que había demostrado hasta el momento. A medida que avanzaba, la niñera observaba con admiración su habilidad para descifrar las respuestas ocultas detrás de las preguntas aparentemente imposibles.

—Impresionante, Arturito. Has superado todos los acertijos con gran éxito—Dijo la niñera con una sonrisa—Eres un verdadero maestro de la observación y la lógica.

Arturo se sintió orgulloso de sus logros y agradecido por las palabras de la niñera. Luego, con un entusiasmo incontenible, comenzó a moverse de manera alegre y extravagante frente a los cristales de la guardería. Saltó, giró y se deslizó por el suelo, mientras su risa resonaba en el espacio mágico de la guardería.

Su baile era tan inusual y lleno de energía que parecía no tener una coreografía fija. Era una mezcla de movimientos extraños, pasos de baile improvisados y gestos cómicos que desafiaban toda lógica. Arturo se reía a carcajadas mientras se entregaba por completo a su celebración.

La niñera lo miraba con una mezcla de sorpresa y diversión, disfrutando de la expresión pura de alegría que emanaba de Arturo. Después de todo, la guardería estaba diseñada para fomentar la creatividad y la imaginación, y su respuesta era una muestra perfecta de ello.

Finalmente, Arturo se detuvo, jadeando y riendo alegremente. La niñera se unió a sus risas y le felicitó nuevamente por su éxito.

—¡Bravo, Arturito! Has demostrado que eres un digno aprobado. Estoy segura de que enfrentarás los desafíos que te esperan con la misma determinación y alegría que has mostrado aquí. ¡Como recompensa por completar los acertijos para adultos te has ganado otro regalo misterioso!

Arturo agradeció a la niñera y se despidió de la guardería, listo para ver qué trofeos había ganado luego de completar la serie de acertijos y haber bailado como un idiota frente a una ventana. La alegría y la confianza que había ganado en este lugar mágico lo impulsaron a seguir adelante con entusiasmo y determinación.

Habiendo completado todo lo que se podía hacer en las guarderías, Arturo regresó a su hogar, donde encontró a Pimpón, su leal curador, inmerso en la lectura de su historia de vida. Mientras tanto, el resto de sus mascotas estaba ocupado en su propio mundo, cada uno disfrutando de sus actividades favoritas.

—¿Por qué no me acompañaste, Pimpón?—Preguntó Arturo con una pizca de curiosidad y duda en su voz.

El conejo, con el libro entre sus patas y una expresión de sabiduría en sus ojos, levantó la vista para responder con inteligencia:

—Porque ahora tienes una habilidad que me ahorra mucho trabajo, Arturo, y yo ya no tengo la misma energía que solía tener cuando era más joven. Además, tus mascotas parecen haber preferido quedarse en el dormitorio después de lo aburrido que resultó ser el viaje a la habitación de Alexander. Como las guarderías son lugares conocidos para ti, supuse que no necesitarías su ayuda, y al parecer, estuve en lo correcto.

Arturo asintió en señal de comprensión. Sabía que Pimpón siempre estaba dispuesto a acompañarlo en sus aventuras, pero también entendía que con su nueva habilidad, la cantidad de preocupaciones del conejo habían disminuido notoriamente. Sin embargo, no podía evitar sentir un ligero pesar por no compartir esa experiencia con su querido conejo.

Pimpón, notando la expresión en el rostro de Arturo, se acercó y posó una pata reconfortante sobre los zapatos de su protegido:

—No te preocupes, Arturo. Estoy aquí para apoyarte en lo que necesites, ya sea en tus aventuras o en momentos tranquilos como este. Además, siempre puedes contarme tus experiencias cuando regreses. Estoy seguro de que habrás vivido cosas emocionantes en la guardería. Aunque ahora te recomendaría ir al santuario para completar los dos trofeos fáciles que te faltan, recuerda tomar un regalo de los que ganaste.

Arturo sonrió y acarició a Pimpón con gratitud:

—Gracias, Pimpón. Eres el mejor curador que podría tener, y siempre valoraré tu apoyo y compañía.

Después de recibir las palabras de aliento de su curador, Arturo sintió cómo una ola de determinación inundaba su cuerpo. Decidió tomar uno de los dos regalos que había recibido de la niñera, uno como despedida y el otro por haber completado el desafiante acertijo para adultos. Sosteniendo el regalo en sus manos, Arturo se enfrentó a su propio reflejo en el espejo y, con firmeza en su voz, pronunció las siguientes palabras mágicas:

> “En un lugar secreto me encuentro, donde la piedad se eleva en lo alto. A los dioses tributo sincero guardo, y mi nombre es abrigo, divino y exacto, ¿Dónde estoy?”

A continuación, Arturo cruzó el umbral, teletransportándose al santuario para estudiantes. Al entrar al lugar, se encontró con las miradas curiosas de otros estudiantes que observaban el regalo que sostenía en sus manos, intrigados por su presencia y el objeto en cuestión.

Arturo colocó el regalo con cuidado en el suelo y comenzó a aplaudir, atrayendo la atención de todos los presentes. Acto seguido, sucedió algo sorprendente. Una lluvia de confeti salió disparada de su cuerpo, maravillando a los estudiantes que miraban asombrados. Finalmente, para enfocar la atención de todos en él, Arturo activó el poder de su anillo oxidado y gritó con una voz estridente y ridícula las siguientes palabras:

—¡Escúchenme, jóvenes afortunados! He venido de tiempos remotos, de una época en la que los estudiantes se esforzaban por aprobar el gran examen, de una era en la que el Rey Negro, a quien tanto admiran, permanecía escondido en el olvido. De una época en la que todos admirábamos el sol amarillento del día y la luna blanca de las noches. Sin embargo, esos tiempos han quedado atrás. Hoy me encuentro con todos ustedes para compartir mi más grande secreto.

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La atención de los estudiantes aumentó, y susurros y murmullos se propagaron entre ellos cuando la palabra “secreto” resonó en la habitación como fuegos artificiales. La mirada de Arturo captó la curiosidad y el interés de todos los presentes, ansiosos por escuchar lo que tenía que decir.

Arturo levantó el regalo que había traído, listo para revelar el gran secreto que había traído consigo. Los estudiantes lo miraban con atención, intrigados por lo que estaba a punto de compartir. Arturo tenía una sonrisa traviesa en el rostro mientras sostenía el regalo en alto.

—Queridos compañeros…—Comenzó Arturo con entusiasmo—El gran secreto que les he traído es algo que cambiará la forma en que vemos la amistad y la colaboración. En mi época, descubrimos un poderoso vínculo que se forja a través de los regalos, un lazo que trasciende el tiempo y el espacio. Es el secreto del “Trofeo de la Amistad”.

Una oleada de murmullos se extendió entre los estudiantes, quienes intercambiaron miradas de asombro y escepticismo. Arturo continuó con entusiasmo:

—Aquí está el truco: cuando se hacen regalos significativos entre amigos, se crea un vínculo especial. La primera vez que hagan un regalo a un amigo, ganarán un trofeo que reflejará su amistad y afecto mutuo. Y estos trofeos no son solo símbolos, sino que también tienen el poder de otorgar habilidades mágicas a quienes los posean.

La sala estaba llena de expectación y emoción mientras los estudiantes absorbían la idea del trofeo de la amistad. Algunos se mostraban escépticos, mientras que otros comenzaban a imaginar las posibilidades que esto podría ofrecer. Arturo continuó su discurso, animando a todos a participar:

—Pueden pensar en un regalo como un acto de amabilidad, apoyo o gratitud hacia un amigo. Puede ser algo pequeño o algo grande, lo importante es que sea sincero y significativo. Cuando intercambien regalos de corazón a corazón, ganarán el trofeo y podrán desbloquear habilidades especiales que les ayudarán en su camino para convertirse en gente destacada.

Los estudiantes se miraban entre sí con una mezcla de emoción y curiosidad. Algunos comenzaron a discutir ideas, mientras otros evaluaban cómo podrían aprovechar esta información.

Arturo concluyó su discurso con un gesto dramático, sosteniendo el regalo en alto:

—Y para comenzar esta tradición, les ofrezco un regalo de mi parte. Este es el primer regalo que haré en nombre de la amistad y la camaradería. Ahora, les animo a que también comiencen su viaje a ganar el trofeo de la amistad. ¡Unámonos y hagamos de este mundo un lugar mejor gracias a la magia de la amistad! Para ello todos los que quieran este trofeo deberán ponerse en un círculo alrededor mío, luego pactaran ir pasándose este regalo los unos a los otros hasta que regrese en mis manos y de esa forma todos ganaremos un trofeo. ¡Si todos participan les prometo revelarles cómo obtener otros 4 trofeos fácilmente!

Los estudiantes estallaron en aplausos y vítores, emocionados por la inesperada revelación y dispuestos a embarcarse en la emocionante caza del trofeo de la amistad. Se acercaron a Arturo con una mezcla de curiosidad y entusiasmo, ansiosos por participar en este nuevo y emocionante “evento”. Arturo, con una sonrisa de satisfacción, observó cómo su plan se desarrollaba a la perfección, y los estudiantes comenzaron a acercarse para ganar su trofeo.

Después de unos minutos, Arturo se encontró recibiendo el regalo de regreso. Tras lo cual, Arturo procedió a inclinarse ante las estatuas de los dioses mientras procedía a explicar en detalle cómo ganar los otros cuatro trofeos y a inventarse cuatro habilidades especiales que podrían desbloquear si le hacían caso. Los estudiantes escucharon atentamente, haciendo preguntas para asegurarse de comprender completamente el proceso.

Finalmente, con todo dicho y hecho, Arturo regresó a su hogar, dejando que estos jóvenes afortunados continuarán con sus misteriosas aventuras y sus nuevas amistades. Sabía que había dejado una semilla de amistad y cooperación que crecería a lo largo de sus vidas, y se sintió afortunado por poder haber compartido su conocimiento y su entusiasmo con ellos. Ahora, estos trofeos se convertirían en una parte importante de sus vidas, recordándoles siempre la importancia de ser generosos y apoyarse mutuamente en su camino hacia la aprobación del gran examen.

Arturo volvió a su dormitorio y encontró a Pompón mirándolo con una expresión de diversión, casi riéndose por lo que había leído en el libro de la vida de Arturo.

—¡Vaya, parece que te has divertido mucho!—Exclamó Pompón, con una chispa traviesa en sus marchitos ojos—¿Qué ocurrió, Arturo? ¿Descubriste un capítulo secreto de tu vida que no conocías?

Arturo, emocionado por sus recientes aventuras y el entusiasmo de Pompón, asintió con una amplia sonrisa.

—¡Realmente me siento fantástico después de ayudar a esos chicos! —Dijo Arturo mientras comenzaba a contarle a Pompón todas las emocionantes experiencias que había vivido en el santuario de estudiantes—Y además, ¡he ganado los últimos dos trofeos que necesitaba, si todo salió bien ahora debería tener cuatro trofeos esperándome! ¡Ha sido un día realmente asombroso, Pompón!

Nadando en entusiasmo, Arturo invocó su salón de trofeos. Una vez dentro, buscó a Wincy, la araña tesorera, con la esperanza de descubrir qué tesoros había ganado como resultado de su exitosa caza.

—¡Wincy!—Exclamó Arturo con alegría—¡He vuelto con un montón de nuevos trofeos! ¿Qué has estado haciendo mientras yo estaba fuera?

Wincy salió de entre las telarañas que adornaban su rincón y se deslizó grácilmente hacia Arturo.

—Oh, Arturo, me alegra verte tan emocionado. He estado aquí cuidando de tus trofeos y esperando a que regresaras. ¿Qué has conseguido en tu búsqueda?

Arturo comenzó a enumerar los trofeos que supuestamente había ganado, describiendo con entusiasmo los desafíos y acertijos que había superado. Ante lo cual, Wincy asintió, feliz por los logros de Arturo.

—¡Eso suena maravilloso, Arturo! Has demostrado ser un auténtico buscador de tesoros. Pero, ¿qué hay en esos regalos que has traído?—Preguntó, curiosa, señalando los dos objetos que Arturo había dejado en el suelo.

—Oh, casi lo olvido, Wincy. La niñera me dio estos regalos. Uno es un peluche que no parece tener ninguna utilidad, y los otros dos son regalos misteriosos—Dijo Arturo con alegría, mientras buscaba algún lugar de la habitación de Copito para dejar el peluche que había ganado—Por lo demás, te convocaba para averiguar cómo son los trofeos que gane y qué habilidades tienen.

—Oh, sí,sí, los trofeos…—Murmuró la despistada criatura. Tras lo cual, Arturo observó con fascinación cómo Wincy buscaba ansiosamente un lugar adecuado para colocar el segundo trofeo que había obtenido. Era evidente que la araña estaba lidiando con una gran indecisión, lo que hizo que el proceso tomará unos cuantos minutos. Finalmente, Wincy se decidió por una de las esquinas del salón de trofeos, donde comenzó a golpear el suelo con sus patitas delicadas.

Un extraño resplandor envolvió la zona donde Wincy había golpeado el suelo. Como si la madera misma respondiera a su toque, provocando que el primer trofeo emergiera de los tablones de madera. Era una pequeña estatuilla tallada en madera que representaba a un simpático panda.

Arturo se acercó para examinar el trofeo con curiosidad. La estatuilla del panda estaba meticulosamente esculpida en madera de color amarillenta, con detalles sorprendentes que destacaban su pelaje de madera. Tenía una expresión amigable y una postura juguetona, como si estuviera listo para una nueva aventura. La madera estaba pulida y suave al tacto, y el trofeo despedía una cálida sensación de armonía con su entorno.

—Qué lindo…—Mencionó Arturo, impresionado por el arte del trofeo—Este panda es realmente adorable, parece sacado de una de las páginas de un cuento de hadas ¿Es el trofeo que gané en la guardería?

Wincy asintió con alegría, mientras comenzaba a tejer una telaraña pegando el trofeo a la pared como reclamándolo bajo su poder:

—Sí, Arturo, este es el trofeo que obtuviste al resolver los acertijos infantiles de la niñera. Es un recordatorio de tu esfuerzo y dedicación a leer libros infantes. Puedes estar orgulloso de él.

—¡Gracias, Wincy! Este trofeo es genial. ¿Me ayudarías a comprender cuál es la habilidad de este trofeo?—Preguntó Arturo imaginando las infinitas posibilidades.

Las patitas de Wincy se movieron con gracia mientras tejía una telaraña alrededor del trofeo, como si estuviera preparándose para tejer la historia que estaba a punto de contar. El brillo en sus ojos demostraba su entusiasmo por compartir los secretos detrás de este trofeo, y Arturo esperaba con anticipación para escucharla. Finamente Wincy comenzó a narrar la historia secreta de esta estatuilla:

“Hace muchos años, en la olvidada ciudad de Alubia, existía un hombre llamado Pérsico. Además de ser uno de los hombres más adinerados de la ciudad, Pérsico era conocido por ser un soñador empedernido, a pesar de ser un viejo decrépito con los días contados. Su vida estaba llena de anhelos por un tiempo que parecía haberse perdido tras una dura infancia trabajando hasta romperse las manos en el marchito puerto de la ciudad.

El anciano pasaba sus últimos días leyendo cuentos infantiles y escuchando historias llenas de aventuras de los comerciantes que venían a buscarlo debido a su riqueza. No obstante, lo que muchos consideraban un pasatiempo, era en realidad un intento desesperado de Pérsico por mantener viva la magia de una juventud que nunca existió.

Un día, mientras exploraba una librería empolvada en el rincón más antiguo de la ciudad en busca de ejemplares perdidos por el paso del tiempo, Pérsico descubrió un libro especial. Este libro no era uno de los cuentos infantiles que tanto había leído, sino que era un manuscrito críptico y oscuro que hablaba sobre un lugar secreto llamado «El País de Nunca Jamás». El libro relataba historias de aventuras y maravillas en un mundo donde nunca se crecía y la imaginación reinaba sobre los dioses que tanto atormentaban a los ciudadanos de Alubia.

Intrigado por el hallazgo, Pérsico comenzó a estudiar el libro y a investigar más sobre el País de Nunca Jamás. Descubrió que el acceso a este sitio mágico estaba cerrado para la mayoría, reservado solo para aquellos que completaran los oscuros rituales descritos en el manuscrito, y por desgracia para los ciudadanos de Alubia, el anciano estaba más que dispuesto a aceptar pagar el alto coste que este viaje involucraba .

La muerte no lo perturbaba en absoluto, pero Pérsico se percató de que esta era su oportunidad de experimentar la infancia que tanto deseaba, y no parecía dispuesto a abandonar esta oportunidad pagada por el sufrimiento de otras almas.

El anciano dedicó los últimos años de su vida a engañar y sacrificar a todos los niños huérfanos de Alubia y así lograr convencer a las criaturas que harían realidad su deseo. Era un desafío monumental, pero su determinación no conocía límites. A medida que avanzaba en su búsqueda, Pérsico también se dio cuenta de que estaba redescubriendo su propia infancia, y su corazón se fue llenando del grito de las almas que él había engañado con promesas de fortuna, amor y cariño que fueron reemplazados por el frío metal de una daga en un altar macabro y sabiamente perdido por el tiempo.

Finalmente, un día, después de completar su odisea, Pérsico recibió un misterioso mensaje. Una figura etérea apareció ante él y le otorgó una llave que abriría la puerta al País de Nunca Jamás. Lleno de emoción y anticipación, Pérsico utilizó la llave y, de repente, se encontró en un mundo de cuentos y fantasía, donde la eterna juventud y la imaginación infinita eran una realidad.

El anciano rejuveneció y pasó sus días como niño disfrutando de una agradable infancia en el País de Nunca Jamás, viviendo aventuras mágicas y compartiendo aventuras con los personajes de los libros infantiles. Pero a medida que pasaron los años, Pérsico comenzó a extrañar su vida en Alubia y anhelaba volver a su hogar. Fue entonces cuando recibió una misión especial de parte de los habitantes del País de Nunca Jamás.

Debía llevar consigo un regalo, una representación física de la magia de su mundo, que permitiría a quienes lo merecieran vivir una experiencia similar a la suya. Pérsico dedicó los infinitos años de su nueva vida a crear el Trofeo «Un Viaje al País de Nunca Jamás», una estatuilla de madera que representaba la entrada al mágico lugar que había descubierto. La estatuilla capturaba la esencia de su experiencia como un niño sin amor, un barco de papel y una llave que llevaba a aventuras sin fin.

Una vez que completó el trofeo, Pérsico lo entregó a los guardianes de la guardería, junto con la condición de que solo aquellos niños que hubieran leído todos los libros infantiles y escuchado atentamente las historias de la niñera podrían reclamarlo.

El Trofeo «Un Viaje al País de Nunca Jamás» se convirtió en un premio muy deseado y en una representación de que siempre era posible encontrar una forma de recuperar tu propia niñez perdida."

Arturo escuchó atentamente la historia de Wincy sobre el Trofeo «Un Viaje al País de Nunca Jamás». Una sensación de asombro y melancolía lo invadió mientras la araña narraba la odisea de Pérsico en busca de su juventud perdida. La historia era agridulce, llena de sacrificio y anhelo, y dejó una profunda impresión en el joven.

—Qué historia tan trágica… e increíble…—Murmuró Arturo una vez que Wincy hubo terminado de relatarla—Pérsico realmente vivió una aventura extraordinaria. Pero, ¿cuál es la habilidad que este trofeo me otorga?

Wincy asintió, reconociendo la curiosidad de Arturo. Acomodándose sobre el trofeo, comenzó a explicar:

—El Trofeo «Un Viaje al País de Nunca Jamás» es una ventana a la imaginación y la eterna juventud. Al tocar este trofeo, podrás revivir momentos de tu infancia, experimentando la magia y la maravilla de ese tiempo. Volverás a ser un niño, podrás sentir la misma emoción y asombro que experimentabas entonces. La habilidad te permitirá conectarte con tu niño interior y recordar la belleza de la inocencia y la imaginación. Pero solo tendrás un viaje, tras completarlo tendrás que sacrificar diez almas para lograr volver a activar la habilidad del trofeo.

Arturo escuchó con atención las palabras de Wincy mientras explicaba la verdadera naturaleza de la habilidad que el Trofeo «Un Viaje al País de Nunca Jamás» otorgaba. La emoción inicial de revivir la magia de la infancia se desvaneció rápidamente cuando entendió el sacrificio que requería.

—Es... es increíble —Balbuceó Arturo con una voz temblorosa—La idea de volver a ser un niño, de experimentar la magia y la inocencia de la infancia de nuevo, es... abrumadora. Pero... sacrificar diez almas... eso es un precio extraordinario.

Una mirada de profunda preocupación se apoderó del rostro de Arturo. La magnitud de lo que había adquirido comenzó a pesar sobre él. La juventud eterna, la posibilidad de revivir momentos de su infancia, eran tentadoras, pero el costo era demasiado alto. Diez almas representaban un sacrificio muy alto, y la perspectiva de tal acción lo llenó de inquietud.

El silencio llenó la habitación mientras Arturo procesaba lo que había escuchado. La locura de la oferta del trofeo lo dejó atónito. Una habilidad tan preciada, pero a un precio que desafiaba cualquier sentido de la moral y la ética. El jorobado se encontraba en una encrucijada, enfrentando una decisión que cambiaría su vida de una manera que jamás podría haber imaginado.

Finalmente, levantó la mirada hacia Wincy, sus ojos llenos de determinación y pesar:

—Necesito tiempo para reflexionar sobre esto, Wincy. Esta habilidad es asombrosa, pero aún soy muy joven y solo tengo un viaje. El sacrificio que exige el trofeo para recargar la habilidad es desgarrador. No puedo tomar esta decisión a la ligera. Gracias por compartir la historia y la habilidad del trofeo conmigo. Dime, ¿hay alguna otra cosa que deba saber sobre este poder?

Wincy asintió con comprensión, reconociendo la gravedad de la elección que Arturo enfrentaba. Respiró profundamente antes de responder:

—Solo recuerda, Arturo, que esta habilidad es un recordatorio de la importancia de la inocencia y la imaginación en nuestras vidas. Si decides utilizarla, hazlo con responsabilidad y con el corazón lleno de gratitud hacia los niños que fueron engañados para crearla. La magia de la infancia es valiosa, pero nunca debemos olvidar que nuestras acciones tienen consecuencias, y algunas consecuencias pueden ser fatales. El trofeo estará aquí bajo mi protección para cuando decidas usarlo. Cuando sientas que ya eres demasiado viejo solo tienes que tocarlo y volverás a ser un niño.

Arturo asintió y agradeció a Wincy por compartir la historia del trofeo. Sin embargo, antes de que Arturo tuviera la oportunidad de hacer más preguntas acerca de los otros trofeos que había ganado, notó que sus queridas mascotas se acercaban a él. Parecía que tenían hambre y estaban ansiosas por compartir una comida juntos. La escena de amistad y compañerismo en su hogar lo llenó de alegría. Copito saltaba alegremente de un lado a otro, tratando de llamar la atención de Arturo, mientras el tímido Tentaculín también salió de su sombra para unirse a la celebración, moviendo su tentáculo con entusiasmo como si estuviera danzando de felicidad. Incluso el gigantesco gusano en la otra habitación lo miró con curiosidad, como si lo estuviera invitando a la habitación donde estaba la comida. Los minihumanos entonaban canciones alegres e incomprensibles y lanzaban fuegos artificiales, como si le estuvieran diciendo: «¡Mira cuánto te quieren tus mascotas, Arturito!»

Pompón, por su parte, lo miraba con sus encantadores ojos mientras se rascaba la cabeza con su pata de una manera tan tierna que Arturo no pudo resistirse a contemplar su encanto durante unos momentos.

Sin embargo, Arturo notó algo inusual: la única mascota que no parecía compartir la misma alegría que las demás criaturas en su hogar era Anteojitos. El pequeño ojo volador había salido de su cuarto de juegos y en lugar de unirse a la celebración, estaba mirando fijamente hacia atrás de Arturo, como si hubiera visto algo que los demás no.

—¿Anteojitos? ¿Qué estás mirando?—Preguntó Arturo con curiosidad, girando para mirar en la dirección que señalaba su compañero.

Siguiendo la mirada de Anteojitos, Arturo se volvió para ver lo que había captado su atención. Sin embargo, antes de poder enfocar su vista en la figura que se acercaba, algo golpeó su cabeza.

—¡Ay! ¿Por qué me lanzaste algo, Anteojitos?—Se quejó Arturo, frotándose la cabeza. Sin embargo, cuando observó lo que había sido lanzado hacia él, una sensación de terror se apoderó de él. Anteojitos lo había golpeado con el Trofeo «Un Viaje al País de Nunca Jamás», y este hermoso trofeo había comenzado a transformarse en el suelo. La madera de color vainilla ahora se volvía oscura como la noche, como si el trofeo estuviera en llamas, pero sin fuego visible.

Arturo se sintió paralizado por la sorpresa y el temor. La transformación del trofeo era desconcertante y aterradora. ¿Qué estaba sucediendo con este preciado objeto que había ganado? La incertidumbre llenó la habitación mientras Arturo miraba fijamente el trofeo, buscando respuestas en medio de esta inquietante transformación.

Fue en ese momento que el jorobado notó cómo todas sus mascotas, que antes estaban radiantes y llenas de alegría, de repente dejaron de moverse y lo miraron fijamente con una complicidad implícita en sus ojos.

—¡Ustedes me traicionaron! ¡Querían convertirme en un niño!—Gritó Arturo, sintiendo un terror profundo mientras miraba a sus mascotas con recelo.

Pero no fue hasta que Pompón habló con una voz que erizó la piel de Arturo, que el jorobado sintió una punzada de pánico:

—Si tú rejuveneces, yo también lo hago, y estoy viejo, Arturito, muy viejo… demasiado viejo para seguir soportando esta agonía.

El dolor y el miedo se entrelazaron en el corazón de Arturo, convirtiéndose en una tormenta de emociones que lo atormentaba. Sus mascotas, sus únicos amigos, parecían haberse aliado en un oscuro plan para transformarlo en un niño, y la revelación de Pompón solo aumentó su angustia.

—¡¿Por qué, Pompón?! —Arturo gritó, con la voz quebrada por la traición que sentía— ¿Por qué me has hecho esto? ¡Eres mi curador, mi protector! ¡¿Sabes las consecuencias que tienen tus acciones?! ¡¿Cómo planeas que firme un buen contrato con la mentalidad de un niño?!

Pompón observó a Arturo con sus pequeños ojitos, los cuales, alejados de ser tan adorables como eran siempre, parecían tener un brillo siniestro. Tras lo cual comentó con una voz escalofriante:

—Arturito, yo solo quería ser joven otra vez, experimentar la vida de nuevo, poder dar brinquitos sin que me falte el aire, poder rascarme mi pelaje pomposo. Lo siento, el precio es alto, y te he arrastrado a esto.

El jorobado, lleno de terror e incredulidad, se tambaleó hacia atrás, sintiendo que el mundo a su alrededor se desmoronaba. Las paredes de su hogar parecían moverse, los colores se desvanecían, y la habitación se llenaba de sombras amenazantes.

La tensión alcanzó su punto máximo cuando, de repente, Anteojitos comenzó a mirarlo con enojo, como si estuviera recordándole la gran cantidad de problemas que sus acciones imprudentes le habían generado. La insegura figura en la que el jorobado se había transformado al ser traicionado por sus mascotas se reflejó en el único ojo de Anteojitos, y la presión psicológica que esto generó fue demasiado para que Arturo pudiera soportarla.

Las lágrimas inundaron sus ojos, y cayeron en cascada por su rostro, mientras su mente luchaba por comprender lo que estaba sucediendo.

—¡No... no puede ser!—Balbuceó Arturo, con la voz quebrada y temblorosa—Esto es una pesadilla... una pesadilla...

Su mente y su corazón estaban en guerra, y la realidad se volvía más confusa con cada momento que pasaba. Arturo cayó de rodillas, sin saber si podía confiar en algo realmente. El temor, la traición y la angustia lo consumieron, y, finalmente, su cuerpo no pudo soportar más la tensión.

— ¡No, no pu-puede ser!—Arturo tartamudeó mientras las lágrimas inundaban sus ojos—¡Ustedes son mis únicos ami-amigos! ¡No pueden hace-hacerme esto!

Pompón se acercó lentamente a Arturo y lo miró con sus grandes ojos brillando con una extraña malicia:

—Arturito, no lo entiendes. Estamos atrapados en esta rutina desde hace tanto tiempo. Queremos una oportunidad de cambiar, de volver a ser libres y vivir una buena vida. No es personal, es una necesidad. Tus decisiones son idiotas, y un niño será más fácil de manipular para llevarlo por el camino correcto. ¡Además, con mi cuerpo renovado podré estar siempre a tu lado!

Arturo abrazó sus rodillas con sus brazos, incapaz de soportar la carga de la traición de sus fieles amigos. Intentó desesperadamente negar la realidad, pero su mente se negaba a aceptarla.

— No, no, no… —Susurró entre sollozos mientras agitaba su cabeza.

La habitación parecía dar vueltas a su alrededor mientras luchaba contra la marea de emociones abrumadoras. Sus mascotas seguían observándolo con una mezcla de empatía y ansiedad, como si estuvieran esperando que finalmente comprendiera su punto de vista.

—Arturo, no podía seguir así, este cuerpo es una cárcel. Soy un ser eterno en un ciclo de interminable sufrimiento y dolor, donde todo lo que amo se desmorona con el tiempo. Quiero la oportunidad de vivir, de crecer, de explorar este mundo junto a ti en un cuerpo capaz de hacer eso. ¿No puedes entender mis emociones?—Pompón intentaba justificar su traición, pero Arturo ya estaba demasiado abrumado por la angustia para escucharlo.

Las lágrimas seguían cayendo sin control mientras su mente se llenaba de imágenes de los tristes recuerdos de su infancia, de todos los momentos de mierda que compartió con sus compañeros hasta finalmente aprobar el gran examen. La traición de los únicos amigos que le quedaban en su vida lo dejó sintiéndose abandonado y desamparado entre esos recuerdos oscuros.

—¡No, no quiero esto!—Arturo gritó con desesperación—¿Por qué no me preguntaron? ¿Por qué no me lo dijeron? ¡¿Por qué…?!

El miedo y la tristeza lo inundaron, convirtiendo su voz en un gemido que resonó en la habitación. Intentó levantarse, pero sus piernas cedieron y cayó al suelo nuevamente, sin fuerzas para seguir luchando.

Pompón se acercó a Arturo, su expresión tenía una mezcla de pesar y resignación. Lo miró con tristeza antes de decir:

—Lo siento, Arturito. Es la única forma. Te ayudaremos a través de este proceso, y cuando finalmente vuelva a activarse tu habilidad, seremos felices y libres de comenzar una nueva vida en un mundo de color de rosa y estrellas sonrientes. Jóvenes, alegres y contentos, donde nada podrá hacernos daño nunca más.

*¡¿Por qué…?!*... Con un grito ahogado y un último sollozo, Arturo se desplomó en el suelo, inconsciente, dejando que la oscuridad del mundo se cerniera sobre él. Sus mascotas llenas de pena observaron la escena en silencio, mientras el hogar se retorcía en una realidad distorsionada que nadie podía entender por completo.