Durante los siguientes 5 días, las mascotas pusieron todas sus energías en reunir información sobre las contrataciones y las asignaciones. Tras una exhaustiva investigación, llegaron a la conclusión de que ambos eventos deberían ser seguros en un principio. Fundamentaban su conclusión en la ausencia de indicios que sugirieran la aparición de la luna de sangre este año y en la percepción de que lo que ya conocían sobre ambos eventos parecía no haber cambiado demasiado con el tiempo.
Mientras tanto, Arturo pasaba los días buscando desesperadamente alguna forma de calmar la ansiedad que lo consumía por dentro. Este período de espera era tortuoso para todos los estudiantes, pero por alguna razón, el niño sentía que era él que más sufría entre todos los que habían aprobado el gran examen.
Afortunadamente, el tiempo nunca dejaba de avanzar y tras su avance los nervios se iban convirtiendo en expectación. Mientras las mascotas trabajaban incansablemente y Arturo luchaba contra sus propios demonios internos, los cinco días transcurrieron gradualmente, dando así paso al tan esperado inicio de las asignaciones.
Era el famoso sexto día, y Arturo se encontraba sumido en un sueño tranquilo, hasta que un repentino estruendo lo sacó abruptamente de su ensueño, interrumpiendo sus fantasías de ser un comerciante adinerado explorando las exóticas calles de Alubia en busca de tesoros desconocidos por los plebeyos.
—¡Arturo! ¡Ya, ya, ya! ¡La operación está por comenzar! En 5 minutos empiezan las asignaciones, ¡tenemos que ser los primeros en llegar! —Chilló Sir Reginald con un tono militar imponente, haciendo eco en el subsuelo con su urgencia.
— ¡¿Ya?! —Preguntó Arturo, saliendo de un salto de la cápsula donde estaba durmiendo— ¡¿Dijiste que solo faltan 5 minutos?!
—¡Ya, ya, ya! ¡No discutas y corre al espejo o no llegarás a cambiarte a tiempo! —Gritó Sir Reginald mientras se apresuraba hacia las escaleras de caracol y comenzaba a subirlas con su patosa agilidad porcina.
Sintiendo la urgencia del momento, Arturo se apresuró hacia las escaleras y comenzó a subirlas con determinación. Con cada escalón, su respiración se volvía más pesada y el latido de su corazón resonaba en sus oídos, como un tambor que marcaba el ritmo de su carrera contra el tiempo. Cuando llegó a la habitación de Copito, el niño jadeaba agitado, sintiendo que podría desmayarse en cualquier momento.
—Llegaste a tiempo, Arturo… —Indicó Shily fríamente, observando el estado deplorable del joven, consciente de que los tritones no estaban diseñados para realizar ejercicio fuera del agua.
Arturo ignoró el comentario de su mascota y dirigió una mirada al cronómetro en el espejo, que marcaba claramente que aún faltaban 8 minutos para el inicio de las asignaciones.
—¡Me mentiste! —Se quejó Arturo entre dientes, luchando por recobrar la compostura mientras intentaba controlar el mareo que amenazaba con abrumarlo. La frustración lo envolvía mientras se enfrentaba a la realidad de que había sido engañado por el tiempo y la urgencia ficticia de Sir Reginald. Sin embargo, no tenía tiempo para lamentarse, pues el reloj seguía avanzando implacablemente hacia el momento crucial en el que se decidiría su destino.
—No malgastes tus palabras en quejas sin sentido —Advirtió Shily, ignorando el berrinche del niño— Ya estamos todas las mascotas preparadas, solo falta que te cambies para la ocasión ¿Recuerdas lo que te comentamos anoche?
—No es lo que seas, sino lo que vendes … —Murmuró Arturo mientras observaba en el espejo lo desgastadas que estaban sus túnicas.
—¡Tú lo has dicho, Arturo!—Exclamó Sir Reginald usando su pomposo tono de cerdo noble— Hoy debes lucir adecuadamente para la ocasión, comprende que si quieres ingresar a la corte del rey, el primer paso es vestirte como los demás cortesanos. El segundo paso es actuar como ellos, y finalmente, solo queda hablar como el resto de los cortesanos para seducir al rey a invitarte a su corte.
El joven asintió, comprendiendo la importancia de la presentación en el mundo que iba a adentrarse. Con determinación en sus ojos, se dirigió hacia donde guardaba su ropa y seleccionó el maniquí que había sido vestido por las mascotas cuidadosamente para la ocasión. El conjunto a seleccionar consistía del conjunto completo de mendigo acompañado de sus mejores anillos, a lo cual se le sumaba el cetro que invoca al golem de galletita.
Con cada prenda que aparecía mágicamente sobre su cuerpo, Arturo sentía cómo su confianza disminuía: ¡Le quedaban horribles estas ropas! El niño sabía que la forma en que se presentaba ante los demás podía marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso en su nueva vida como adulto. Por lo tanto, sus mascotas se esforzaron por elegir las prendas que proyectaran la imagen que deseaba transmitir: la de un niño ambicioso y digno de la atención del de los seres más importantes de su raza.
Una vez vestido, Arturo se miró en el espejo con desconcierto. La ropa que portaba no solo simulaba a la de un mendigo indigno de una miserable moneda de oro, sino que para colmo le quedaban grandes. En un intento desesperado, su mente repasaba las lecciones que sus mascotas le habían enseñado sobre la etiqueta y el comportamiento de los otros magos, pero aun así no pudo evitar murmurar:
—Me veo horrible…
—No digas tonterías, estás impecable, Arturo —Declaró Sir Reginald con aprobación, observando con orgullo la transformación de su sirviente— Ahora estás listo para enfrentarte a la corte del rey con la confianza y el porte de un verdadero cortesano.
—Te ves poderoso, niño —Agregó Shily con satisfacción— Recuerda que en estos momentos tu habilidad pasiva para pasar desapercibido está activa, por lo que tendrás que quitarte uno de tus zapatos durante las inspecciones. No te preocupes por el zapato, Anteojitos ya tomó la responsabilidad de cuidarlo.
—¿No sería mejor dejar el zapato en casa? —Preguntó Arturo, planteando una duda razonable.
— ¡No, no, no! Es importante mostrar que tienes ese zapato, pero deliberadamente decidir no usarlo porque tiene una habilidad sorprendente que se activa cuando lo llevas puesto —Respondió Sir Reginald, enfatizando la importancia del calzado con su característico tono pomposo.
Arturo asintió con gratitud, agradecido por el apoyo y los consejos de sus fieles mascotas. Aunque todavía albergaba dudas sobre su atuendo, se sentía preparado para el desafío que tenía por delante. Estaba dispuesto a demostrar su valía ante los reyes de su raza, ¡ante aquellos que definirían su futuro!
Con pasos firmes y determinados, Arturo se encaminó hacia el espejo, donde esperaría pacientemente a que el cronómetro marcara los minutos finales para poder iniciar un nuevo capítulo en su vida. Aunque la incertidumbre y el nerviosismo lo acompañaban, el niño estaba decidido a enfrentar lo que viniera con coraje y determinación.
Asignaciones Disponible
Finalmente, el momento tan esperado había llegado, pero para sorpresa de Arturo, en lugar de ser teletransportado de inmediato, recibió una carta en su lugar:
> “Estimado Arturo,
>
> Me complace extenderle una cordial invitación a un evento de suma importancia.
>
> Según la tradición, en vísperas de las contrataciones, se llevará a cabo la asignación de puestos. Este es un gran acontecimiento en el cual se evaluarán todos los grandes logros que has alcanzado durante tu trayectoria en la academia. En función de estos logros, se te otorgará un número de puesto relevante.
>
> Es posible que ya hayas escuchado rumores sobre este evento por parte de tus compañeros, pero aún así, me gustaría recordarte la importancia de ser puntual en tu asistencia. Cualquier alumno que llegue con más de una hora de retraso será sujeto a severas penalizaciones durante el proceso de asignación.
>
> Para confirmar tu asistencia al evento, simplemente pronuncia las palabras clave «He superado el gran examen» frente al espejo en tu habitación durante el día de hoy.
>
> Estamos ansiosos por recibirte en esta ceremonia, y ¡Felicidades por superar con éxito el gran examen!
>
> Atentamente, Filipo, el Gran Asignador"
—¿Qué esperas, Arturo? ¡Mándanos al evento, ya perdimos 5 minutos leyendo esta carta! —Remarcó Sir Reginald, emocionado por asistir a un evento tan importante.
Arturo se miró en el espejo, sonriéndose a sí mismo con orgullo, y declaró las siguientes palabras con determinación:
—¡He superado el gran examen!
Inmediatamente, todos desaparecieron y reaparecieron en un lugar completamente diferente. La habitación a la que Arturo fue enviado no era muy grande, pero estaba llena de encanto y misterio. Las paredes y el suelo estaban hechos de una pulcra madera blanca, creando una atmósfera cálida y acogedora. Sin embargo, lo que realmente destacaba era una gran ventana que ocupaba una de las paredes.
A través de la ventana, se podía ver un paisaje submarino surrealista, donde una multitud de peces de colores brillantes nadaba en todas direcciones. La luz del sol se filtraba suavemente a través del agua, creando destellos iridiscentes que bailaban sobre las paredes de madera de la habitación.
A pesar de la falta de muebles en la habitación, el ambiente estaba adornado con elegancia y buen gusto. Dos cómodos sillones de terciopelo se encontraban estratégicamente ubicados sobre una pintoresca alfombra, invitando a los visitantes a sentarse y disfrutar de la vista por la ventana. Pequeños detalles decorativos, como conchas marinas y piezas de arte inspiradas en el océano, añadían un toque de sofisticación al ambiente.
El aire estaba impregnado con el suave murmullo del agua y el delicado tintineo de las burbujas que se elevaban desde el fondo del acuario. Era un lugar tranquilo y sereno, donde el tiempo parecía detenerse y las preocupaciones se desvanecían. Para Arturo y sus mascotas, era como entrar en un oasis de calma en medio del éxtasis por asistir a este importante evento.
Mientras se acomodaba en el sillón y admiraba la vista, Arturo se sintió abrumado por la expectación de lo que ocurriría a continuación. Si bien sus mascotas le habían explicado gran parte de los cambios que habían ocurrido en esta ceremonia con el tiempo, una cosa era escucharlo y otra muy diferente era vivirlo en carne propia. La atmósfera estaba cargada de emoción y anticipación, y todos se preguntaban qué sorpresas revelaría el evento que estaban a punto de presenciar.
—Así que de verdad esta vez no habrá formulario… —Murmuró Arturo en voz baja, asombrado por el espectacular despliegue que estaban organizando sus mascotas mientras él permanecía a la espera de que alguien ocupara el otro sillón que había en la habitación.
Dado que este evento era esencialmente una demostración de poder, todos los miembros del hogar de Arturo habían asistido, y cuando decía todos, era literal. De alguna manera, las mascotas de Arturo habían logrado algo que Pompón nunca había conseguido: convencer al gigantesco gusano de interesarse por lo que ocurría fuera de su montículo. ¡El gusano había asistido! Y no solo él, sino que realmente estaban todos los miembros del hogar de Arturo, incluso el Capitán Marinoso había hecho acto de presencia en la sala.
Sin embargo, Arturo no podía mostrar sorpresa ni decir nada al respecto. Según las advertencias de sus mascotas, era importante guardar silencio y fingir que lo que estaba ocurriendo era normal, como si él fuera el responsable de planificar semejante despliegue de fuerza y no sus mascotas.
Arturo solo tuvo que esperar unos minutos desde que se había sentado en el sillón para que otra criatura comenzara a teletransportarse a la habitación. No era una persona, sino uno de los muchos maniquíes que se podían ver por las aulas de la escuela, pero evidentemente detrás del maniquí debía encontrarse uno de los inspectores que trabajaba en las asignaciones.
Al recobrar sus sentidos, el maniquí se quedó visiblemente impactado y aturdido con lo que sus ojos estaban viendo. Sus facciones de madera reflejaban sorpresa y confusión mientras miraba a su alrededor, intentando comprender si lo que estaba viendo era una ilusión o era real. Era evidente que la situación era completamente inesperada para él, y Arturo pudo percibir el desconcierto en su postura rígida y en su mirada perdida.
Y no era para menos. Lo que el maniquí estaba presenciando era más que sorprendente: Un niño de no más de diez años, ataviado con un conjunto de ropa a juego, balanceaba sus piernas con ternura mientras esperaba que él pronunciara algunas palabras. Encima del niño, un ojo volador del tamaño de una pelota de baloncesto lo miraba amenazadoramente, mientras que sobre el sombrero del chico se posaba un puffins coronado, observando de reojo. A su lado izquierdo, se hallaba un cerdo absurdamente bien vestido, escoltado por cinco cerdos que lucían una armadura de plata tan llamativa que dañaba la vista verla demasiado. En su lado derecho, era imposible no distinguir a la figura de un esclavo, del cual emanaban una serie de brazos parasitarios moviéndose de forma perturbadora y desagradable. Detrás de este ser, se encontraban diez formidables hombres lagartos adoptando las poses más exageradas que uno pudiera imaginar, buscando de todas las formas posibles que alguien admirara los músculos que tenían.
Pero la locura no terminaba ahí. En una esquina del cuarto, un gigantesco golem de galletitas lo observaba fijamente, como si él fuera el culpable de haberse comido galletas de chocolate con leche para el desayuno. Mientras tanto, en la otra esquina, un tentáculo gigante se movía en todas direcciones de manera llamativa, oscilando entre lo amenazante y lo amistoso. A pocos metros del tentáculo, una tortuga gigante aguardaba expectante, mientras sobre su caparazón se encontraba un cangrejo agitando sus pinzas en señal de saludo. No muy lejos, una persona hecha de moluscos admiraba el acuario, entablando una discusión profundamente religiosa con cuatro ranas gigantes de aspecto particularmente llamativo.
Por último, un gigantesco gusano lo observaba con lo que indudablemente era un odio eterno, y parecía que si él no se apresuraba a ocupar su asiento para terminar con este evento, sería aplastado hasta la muerte. La habitación estaba saturada de seres y criaturas de lo más variopintas, creando un ambiente surrealista que desafiaba toda lógica y comprensión del inspector.
Notando que se estaba demorando demasiado en comenzar el evento, el maniquí luchó contra su incredulidad para tomar asiento. Sin embargo, al darse la vuelta para mirar hacia donde debía sentarse, quedó congelado al contemplar lo que se escondía detrás de él. Literalmente, un ejército de micro criaturas variopintas salía de unos portales que habían aparecido en la habitación, organizando un desfile militar en el escaso espacio restante que quedaba en la habitación. Mientras tanto, en el fondo de la otra pared, un fantasma verde fluorescente discutía con una cabeza decapitada que parecía ansiosa por predecirle la fortuna, y un almanaque con tres cabezas repetía insistentemente que la fortuna era impredecible.
—Se ve que te gusta estar acompañado, niño… —Murmuró incrédulo el maniquí, mientras frotaba sus inexistentes ojos.
—Somos una gran familia. Aunque todavía faltan las criaturas de la tierra embrujada, pensábamos que esta habitación era más grande y nos quedamos sin espacio… —Contestó Arturo nerviosamente. La actuación apenas comenzaba y ya había actores que les estaban faltando.
—Veo… —Murmuró el maniquí con mucha calma mientras tomaba asiento, su voz revelaba la juventud detrás de la figura inanimada.
Arturo se quedó en silencio, expectante, y poco a poco todos en la habitación callaron, fijando la mirada en el maniquí, esperando que él hablara.
Notando que supuestamente él era un inspector, el joven detrás del maniquí tosió un poco para disimular su silencio y continuó:
—*Coff*…*Coff*… Viendo lo visto, creo que continuar con todo este trámite tiene poco sentido. Pero como aún tenemos que informarle a los jefes tu perfil completo, tendremos que continuar con esta antigua ceremonia.
Tras pronunciar estas palabras con una solemnidad inesperada, el maniquí deslizó su mano bajo el almohadón del sillón, extrayendo un folio de dimensiones considerables. El documento llevaba por título “Arturo”, escrito con una caligrafía que denotaba urgencia. Con dedos que apenas disimulaban su ansiedad, el inspector abrió el folio y retiró un reporte. La lectura del mismo provocó un temblor incontrolable en su mano, que se intensificó al extraer un segundo informe, y luego un tercero, cada uno más revelador y perturbador que el anterior.
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El silencio se adueñó de la habitación mientras el maniquí, con la respiración contenida, se sumergía en las palabras de los reportes. Los minutos se arrastraban como horas hasta que, tras una eternidad de diez minutos, levantó la vista. Sus ojos, secos y amplios, reflejaban una tormenta de emociones que luchaban por salir.
—Acaso… ¿Has participado antes en esta ceremonia? —Preguntó con una voz que temblaba más que sus manos.
—Es mi tercera vez —Respondió Arturo con una calma que contrastaba con la agitación del maniquí— Aunque presiento que será la última.
El inspector, movido por un impulso, se inclinó sobre los reportes con una seriedad que parecía tallar cada palabra en el aire.
—¡Pero esta franja de tiempo no cierra en absoluto! —Exclamó el maniquí, su voz elevándose en un grito que resonó en las paredes antes de apagarse al notar las miradas reprobatorias de las mascotas presentes. Recobrando la compostura con un esfuerzo sobrehumano, confesó—: *Coff*…*Coff*… Mi sorpresa es justificada, no hay motivo para la alarma. Nunca antes había enfrentado un perfil como el tuyo, Arturo. Por lo general, los profesores seleccionan a los candidatos más prometedores y envían sus nombres a los inspectores. Un novato como yo no debería estar evaluando a alguien de tu calibre. Pero ahora entiendo… tus maestros fallecieron hace… —hizo una pausa, tragando saliva—… demasiado tiempo. Estos símbolos… no logro descifrarlos, pero indican una antigüedad que supera el milenio…
—¿Eso significa que este año me darán un buen número de puesto? —Preguntó Arturo, su voz apenas un susurro, pero suficiente para que sus mascotas lo miraran con ojos grandes y preocupados.
—¡No hay duda! ¡Eso significa que este año te darán un buen número de puesto, Arturo! —Exclamó Sir Reginald, su voz resonando con una certeza que parecía capaz de mover montañas.
—Sin duda alguna, eso significa que este año te darán un buen número de puesto, Arturo —Repitió Shily, su grito un eco del entusiasmo de Sir Reginald, provocando un coro de afirmaciones entre los presentes.
Entonces, Arturo se dio cuenta del problema. No podía dejar traslucir que tenía dudas sobre el número de puesto que le asignarían. ¡No! ¡Él debía mostrarse seguro de que el inspector le daría una muy buena clasificación! Debía reclamar el visto bueno del inspector, como si su apoyo fuera un derecho sagrado que le fue otorgado en su nacimiento, como si realmente hubiera vivido sabiendo que finalmente llegaría su turno de reclamar la gloria de estar entre los más destacados estudiantes de su camada.
—Desde mi humilde perspectiva, siempre te dieron un buen puesto para las contrataciones, Arturo…—Murmuró el maniquí, intimidado por el grito de todos los presentes— Quiero decir, tu número de puesto parece muy bajo por los cambios en el sistema. Pero si hacemos la comparativa, siempre destacaste entre los estudiantes de tu camada… Pensaba que eran divagaciones de mi jefe, pero parece que antes de la caída de los gremios realmente los números de aprobados eran un disparate, tal y como lo fueron durante la segunda vez que te presentaste a las asignaciones…
—Muchos aprobados simbolizan una era dorada. Una era dorada crea hombres prósperos. Los hombres prósperos crean hombres débiles. Los hombres débiles crean tiempos difíciles. Los tiempos difíciles crean hombres fuertes. Los hombres fuertes traen estabilidad. La estabilidad crea una era dorada… —Recitó Arturo, su voz un murmullo cargado de una sabiduría que parecía venir de otro mundo, tan irracional que era obvio que alguien más le estaba dictando esas palabras.
El maniquí no vio al Capitán Marinoso deslizarse detrás de él, y por lo tanto, no se dio cuenta de que Arturo estaba leyendo los labios del capitán, repitiendo cada palabra con una precisión que desafiaba su aparente juventud.
—¿Es un ciclo? —Preguntó el maniquí, su sorpresa se denotaba en cómo se encorvaba para mirar más de cerca al niño frente a él.
—Si analizamos los números de aprobados durante mis anteriores asignaciones, nos daremos cuenta de que todo es un ciclo —Respondió Arturo, su voz firme, dejando al maniquí petrificado. Al ver que su improvisación había tenido efecto, agarró confianza y continuó tejiendo su mentira— Durante mi primera asignación viví en tiempos de estabilidad, donde aquellos que lo merecían aprobaban y aquellos que no lo merecían desaprobaban. Durante mis segundas asignaciones viví en tiempos dorados, donde el poco trabajo que hacían algunos estudiantes para ganarse el favor de los dioses no se veía castigado, y tanto los que lo merecían como los que no terminaban aprobando el gran examen. Ahora, en estas asignaciones, estoy viviendo en tiempos oscuros, donde incluso aquellos que se esfuerzan como animales luchando por su supervivencia y merecen aprobar el gran examen, terminan no siendo bendecidos por los dioses y caen en la oscuridad absoluta.
—Pero me dijiste que estas serían tus últimas asignaciones, ¿qué te llevó a terminar aceptando un contrato en estos tiempos tan lamentables? —Interrogó el maniquí, su tono cargaba una seriedad que reflejaba su falta de compresión. Evidentemente, él era consciente de los rumores que existían acerca de lo próspera que fue su civilización antes de la caída de los gremios, por lo que no podía evitar soñar cada noche con poder vivir esos tiempos de exuberancia y despilfarro. Pero los sueños seguían siendo solamente sueños, justamente por ser inalcanzables. Sin embargo, el niño que tambaleaba sus piernas alegremente frente a él, había vivido todo eso, sus registros dejaban claro que así había sido, y aún así había decidido venir a estos tiempos oscuros que él tanto aborrecía.
—Porque los tiempos difíciles necesitan hombres fuertes para ser estabilizados, ¡y yo soy un hombre fuerte! —Exclamó Arturo, haciendo temblar la espina dorsal del maniquí, quien no pudo hacer otra cosa que recostarse sobre su sillón ante semejantes palabras. Para colmo, las mascotas de Arturo se mostraban tan contentas con el discurso que acababa de dar que se habían puesto a aplaudir y a felicitar a Arturo.
—Por los dioses… —Susurró el inspector, su voz apenas audible sobre el murmullo de la sala. Había comenzado el día como cualquier otro, pero ahora se encontraba frente a lo que parecía ser el salvador de su raza. La idea era absurda, pero la evidencia ante él era innegable. Los registros, las palabras del niño, y la reacción de las mascotas lo llevaban a una conclusión ineludible: ¡Arturo había venido a estos tiempos para traer grandeza a su civilización!
El maniquí comenzó a notar que se había quedado sin palabras, una rareza para alguien de su profesión. No sabía cómo proceder; sólo había participado en 4 de estos eventos en el pasado y no tenía la experiencia necesaria para manejar esta situación. Sin embargo, no había otro inspector en esta sala y debía ser el encargado de continuar con una asignación que podría terminar cambiando el destino de toda su raza. Poniéndose firme, el inspector tomó el tercer reporte, supuestamente debía hacer las preguntas escritas en este reporte, así era el “trámite”, pero en su mente esto hacía tiempo que dejó de ser un “trámite”, por lo que había ignorado completamente las preguntas que debía hacer hasta este momento.
Con cuidado, el maniquí levantó el documento a rellenar para completar esta inspección. Evidentemente, muchas preguntas fueron respondidas en los otros dos registros, pero de todas formas se sintió obligado a completarlo de cero nuevamente. Así era el procedimiento, después de todo.
—Te repito que creo que todo esto es innecesario, pero de todas formas…—Mencionó el inspector con la mayor solemnidad que logró reunir, aunque en su voz se notaba cierto toque de nerviosismo mezclado con su falta de experiencia.
Buscando ganar confianza, el inspector se cubrió la cara con el formulario y leyó la primera pregunta en voz alta:
—¿Cuál es el nombre del estudiante?
—Su nombre es Arturo, el restaurador de estatuas y manos de mantequilla, se dice que es una leyenda viviente, el sirviente de Sir Reginald y el amigo de Pompón, pero en realidad es un joven estudiante que le gusta hacer travesuras—Contestó Sir Reginald, sacando a relucir la maravillosa habilidad de su monóculo.
El inspector murmuró para sí mismo al ver cómo las palabras dictadas por el cerdo comenzaban a escribirse por sí solas en el reporte. Arturo permaneció en silencio, pero una sonrisa nerviosa apareció en su rostro al ver la reacción del inspector ¡El truco que habían ensayado con Sir Reginald había funcionado, y el inspector estaba claramente sorprendido!
—¿Por qué tu nombre es tan largo?—Preguntó el inspector sin ocultar su curiosidad— Ya de por sí me parece impresionante que tengas tres títulos honoríficos, nunca vi eso en un estudiante, pero lo que me resulta aún más raro es todo lo que le sigue a tu título honorífico, ¿qué son esas cosas?
—Es mi vida, mi nombre, mi historia —Respondió Arturo con la respuesta ensayada.
—Una leyenda viviente…—Murmuró el inspector, releyendo el nombre completo— Ese es tu estatus, el de una leyenda, aunque el estatus puede ser muy engañoso, ya que no es necesario que indiques el actual. Un estudiante travieso, por los registros puedo deducir que es tu moralidad, puesto que los antiguos inspectores te catalogaron como alguien caótico neutral, lo cual evidentemente fue muy acertado… Pero lo de amigo de Pompón y sirviente de Sir Reginald no logró comprenderlo.
El inspector se quedó mirando a Arturo, buscando en su rostro alguna pista que le ayudará a entender la complejidad del joven frente a él. Arturo, por su parte, se balanceaba ligeramente en su asiento, la luz de la aventura brillando en sus ojos. Era claro que, a pesar de su aparente juventud, Arturo no era un niño ordinario. Su presencia en esta inspección no era un accidente; era el comienzo de algo mucho más grande, algo que podría muy bien cambiar el curso de la historia.
—Esas son mis relaciones formales, pero existen palabras que poseen un poder inherente, y otras que carecen de él por completo. Por ejemplo, las palabras “sirviente” y “amigo” no ejercen ninguna influencia sobre mí, mientras que hay otras que sí tienen un dominio significativo sobre mi vida, mi reputación y mi historia, por ejemplo la palabra “protegido” —Respondió Arturo, improvisando una respuesta debido a su falta de comprensión sobre el tema en cuestión. Sin embargo, recordaba claramente que mientras su identidad real estuviera vinculada a la frase “Protegido de Pompón”, la voluntad del conejo blanco podría prevalecer sobre la suya. Por otro lado, ser designado como “sirviente” de Sir Reginald no afectaba en lo más mínimo su voluntad personal, y su cerdo seguía siendo simplemente su mascota, sin influencia alguna en su posición o autonomía.
—Parece que todos los días se aprende algo nuevo —Dijo el inspector, asimilando cada palabra que decía Arturo como si el niño se hubiera convertido en uno de sus maestros más respetados.
El inspector se tomó un momento para reflexionar sobre la naturaleza de las palabras y su poder. Era cierto que algunas palabras tenían la capacidad de cambiar destinos, de forjar o romper la voluntad de los individuos. Observó a Arturo, cuyo nombre estaba vinculado a términos de amistad y servicio, y se preguntó qué fuerzas invisibles podrían estar en juego.
—Entonces, Arturo, ¿cómo es que ‘Protegido’ te hace más susceptible a la voluntad de otros seres? —Preguntó el inspector, su curiosidad despertada por la intrigante dinámica entre el niño y sus mascotas.
Arturo miró al inspector con una sonrisa astuta, sus ojos brillando con un atisbo de travesura ante la respuesta que estaba por inventarse:
—Es simple, ‘Protegido’ es más que un título; es un vínculo que me une a otra criatura de una manera especial. Su voluntad no sólo me guía, sino que también me protege de otros y de mí mismo. Es una relación simbiótica donde su fuerza se convierte en mi fuerza, pero esta relación puede ser muy peligrosa… —Explicó Arturo.
El inspector asintió, impresionado por la madurez y la sabiduría que Arturo mostraba.
—Y en cuanto a Sir Reginald, ¿qué significa ser su ‘sirviente’? —Continuó el inspector, deseoso de comprender completamente la jerarquía y las relaciones que Arturo había establecido.
—Oh, eso es más una broma entre nosotros —Dijo Arturo con una risa ligera.
El inspector sonrió ante la explicación de Arturo, comprendiendo que hoy se le había revelado un secreto que muy poca gente conocía. Aprovechando que algo de confianza se había formado y que ya no estaba tan estresado, el inspector continuó con la siguiente pregunta:
—¿Qué calificación obtuviste en el gran examen, Arturo?
Respondiendo a la pregunta como un profesional lo haría, Anteojitos hizo levitar la tarjeta del maniquí, quien la aceptó y la inspeccionó con cuidado, sorprendiéndose levemente con lo que estaba viendo:
—Realizaste algunos esfuerzos para obtener algunos favores divinos, por lo que se aprecia, pero este número es bastante bajo… Se ve que lograste cosas sorprendentes sin la ayuda de los dioses, Arturo.
Arturo sabía que los pocos favores divinos que tenía era su punto más débil y no buscaba resaltarlo frente al inspector, por lo que sabiamente se quedó callado, esperando que la siguiente pregunta viniera rápidamente.
—Por lo que veo, tienes varios esclavos, bastantes mascotas y una gran cantidad de conocidos... —Murmuró el inspector, viendo cómo los números exactos comenzaban a aparecer en el informe.
—Una gran familia... —Repitió Arturo inconscientemente.
—Son muchas manos extra para ayudarte con el trabajo y eso es muy valorado por los jefes —Mencionó el inspector, mientras seguía viendo cómo se rellenaba el informe— Además, estás bien vestido, tienes anillos y objetos mágicos; todo eso sumará a…
De repente el inspector se detuvo abruptamente. Había percibido un cambio en el folio donde se guardaban los reportes de Arturo. Anteriormente vacío, ahora parecía haber sido llenado misteriosamente con algún contenido. El abultamiento del sobre era tan evidente que incluso Arturo lo notó de inmediato. Con sorpresa, el inspector metió la mano en el folio y sacó cinco gruesos sobres cerrados. Todos eran idénticos y tenían la palabra “Recomendación” escrita a mano en ellos, debajo de la cual se encontraba un sello con la imagen de un pez saltando, que impedía que se abrieran. Los sobres parecían estar tan llenos de papeles que daba la impresión de que podrían explotar en cualquier momento.
—Mira, Arturo, has recibido cinco recomendaciones —Indicó el inspector mientras abría los sobres y hojeaba su contenido— Tienes muy buenos amigos entre los aprobados, enviar una recomendación cuesta una moneda de oro y prácticamente nadie está dispuesto a hacerlo.
—Lo que uno siembra se cosecha con el tiempo… —Respondió Arturo con una sonrisa. El capitán marinoso le había advertido de que había logrado convencer a los pescadores que frecuentaban la fuente de pesca en el santuario para que le enviaran una de estas recomendaciones. A cambio, Arturo se uniría a su gremio el primer día que comenzara su nueva vida como adulto.
—Ojalá fuera fácil cultivar buenas amistades… —Murmuró el inspector mientras revisaba con cuidado las cartas de recomendación.
Arturo asintió con un gesto, como si esas cuestiones fueran nimiedades, y permitió que el inspector continuara con las preguntas:
—Por lo que veo en tus reportes, antiguamente se analizaba si tenías algún defecto físico, incluso te preguntaban por tu aula. Bueno, ahora esos datos no le interesan a nadie. En principio, todos los estudiantes llegan en condiciones aceptables a las contrataciones y todos estudian en el aula común, por lo que podremos ignorar esas cuestiones. Además, ignoraremos las preguntas sobre sobornar al inspector o cuestiones de índole similar. Evidentemente, con tu alto perfil, esta entrevista será revisada por mucha gente y tampoco tiene mucho sentido que alguien de tu estatus caiga tan bajo. Tu moralidad ya fue chequeada y todos los otros detalles no requieren preguntas de mi parte.
—¿Ya podría avanzar a la siguiente etapa de la inspección? —Preguntó Arturo, mostrando su impaciencia por continuar con el proceso.
—Con esto terminamos las asignaciones, Arturo —Indicó el inspector con calma— Los demás procesos son demasiado engorrosos, no son obligatorios y aportan muy poco valor a tu reporte, por lo que no creo que los necesites. Ya con esta entrevista sé qué puesto mereces a la perfección y dudo mucho que los otros inspectores discutan mi decisión cuando les muestre tus tres reportes. Así que no te preocupes, toda la magia de este evento ya fue realizada por el formulario. Los jefes ya tienen todo lo que necesitan para saber si les serás útil para los puestos que tienen que ofrecer.
Tras terminar de escuchar la opinión del inspector, Arturo percibió cómo las paredes de la habitación comenzaban a dar vueltas y, cuando terminó de comprender lo que estaba ocurriendo, se encontraba nuevamente en su casa.
—Eso fue bastante más fácil de lo que pensaba que sería... —Pensó Arturo. Sus mascotas ya le habían advertido que durante estas inspecciones no aparecería ningún gremio para tratar de seducirlo dándole alguna recompensa por su esfuerzo, por lo que el proceso era bastante rápido.
—Ya están los resultados, nos llegó una carta hecha personalmente por el gran inspector —Manifestó Shily al notar que Arturo había salido del aturdimiento inicial que sentían todos al teleportarse a otro lugar.
—¿Tan rápido? —Preguntó Arturo.
—Te dijimos que el evento de las asignaciones tiene una magia especial: para cuando terminas tu inspección, terminaron todas las inspecciones. Por lo que a estas alturas los inspectores ya han analizado a todos los candidatos y han asignado cada uno de los puestos disponibles —Recordó Shily.
—¿Qué puesto nos dieron? —Preguntó Arturo mientras se acercaba al espejo. Curiosamente, esta vez no estaba nervioso. Tenía confianza en que le había ido muy bien. Ahora lo único que se preguntaba era qué tan bien le había ido realmente.
—No lo sabemos, estamos esperando que leas la carta y nos cuentes —Respondió Sir Reginald, apuntando al espejo con su pezuña, mostrando que estaba muy impaciente por conocer los resultados.
Arturo admiró la carta en el espejo, sintiendo la emoción palpitante en su pecho. El contenido era breve, pero lleno de significado:
> “Estimado Arturo,
>
> Me es un gran placer informarte que has obtenido el primer puesto para las contrataciones de este año. Tu desempeño excepcional y tu perfil único te han destacado entre todos los otros candidatos, demostrando tu valor y capacidad para enfrentar los desafíos que te esperan en tu futuro trabajo.
>
> Todos los inspectores te felicitamos por este logro sobresaliente y te extendemos una cálida invitación para que te unas a las contrataciones que tendrán lugar mañana. Será un honor para el resto de alumnos contar con tu presencia.
>
> Por favor, asegúrate de estar presente a tiempo en la gran plaza, donde el encargado de las contrataciones te dará la bienvenida y te proporcionará más detalles sobre el evento.
>
> Una vez más, felicidades por tu éxito y espero que tengas un gran futuro por delante.
>
> Atentamente, Filipo, el Gran Asignador"
Arturo leyó y releyó la carta varias veces, dejando que la realidad de sus logros se hundiera en su ser. Había alcanzado el primer puesto, el más alto de todos. Era un momento de triunfo que difícilmente podría asimilar por completo en este instante. Sus mascotas saltaban de alegría a su alrededor.
—¡Lo lograste, Arturo! —Exclamó Shily.
—¡Serás la persona más importante durante las contrataciones! —Añadió el cerdo con orgullo.
Arturo no pudo contener una sonrisa radiante. Había superado el gran examen, había impresionado a los inspectores y había alcanzado el puesto más alto. Era un momento que recordaría para siempre.
—Gracias a todos ustedes —Dijo Arturo, mirando a sus leales compañeros— Sin su ayuda y apoyo, nada de esto habría sido posible.
El ambiente en la habitación era de celebración, pero también de anticipación por lo que el futuro les deparaba. Arturo sabía que el camino que tenía por delante no sería fácil, pero estaba listo para enfrentar cualquier desafío que se presentara. Estaba determinado a cumplir con las expectativas puestas en él y a demostrar que merecía cada gramo de confianza depositado por los inspectores.
Con un brillo en los ojos y el corazón lleno de gratitud, Arturo le dio un último vistazo a la carta, guardándola cuidadosamente en un lugar especial de su memoria. Mañana sería el comienzo de una nueva etapa en su vida, una llena de oportunidades y desafíos emocionantes. Estaba listo para dar lo mejor de sí mismo y hacer honor al trabajo hecho por sus mascotas para llevarlo tan lejos.
Mientras se preparaba para descansar esa noche, una sensación de satisfacción y emoción lo envolvía. ¡Mañana sería el último gran día!