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39 - Jupiter

Al regresar a la habitación, Arturo se percató de que los minihumanos y las diversas criaturas que poblaban la habitación de Copito le dieron la bienvenida con una espectacular fiesta. Un despliegue de coloridos fuegos artificiales iluminó el aire, acompañado de música alegre que llenó el lugar. Un baile algo improvisado se desató en este diminuto mundo, maravillando a Arturo, quien se alegró de que, finalmente, alguien reconociera el “duro” trabajo que había realizado para ganar el trofeo del gimnasio.

Mientras el niño se sumergía en la alegría de la fiesta, Pompón, en su papel organizador, comenzó a gestionar el inventario de manera que los nuevos objetos fueran rápidamente inspeccionados por Arturo. Esto, además, aseguraba que el niño no permitiera que otra montaña de objetos se acumulara en su inventario, evitando así el desorden que tanto le desagrada a Pompón.

La celebración continuó enérgicamente hasta que el siempre amargado conejo comenzó a chillar histéricamente a Arturo. Su estridente llamado indicaba que era hora de dejar de disfrutar y ponerse manos a la obra organizando los nuevos objetos adquiridos.

Después de realizar una meticulosa inspección a los nuevos objetos y gracias la ayuda del maniquí parlante, Arturo descubrió que el conjunto de ropa que había adquirido estaba repleto de habilidades sumamente útiles para hacer ejercicio, aunque carecían de utilidad práctica fuera de este ámbito específico.

Este conjunto constaba de siete piezas, que incluían una remera ajustada de color negro y pantalones cortos del mismo tono, similares a los que utilizaban los instructores. Además, había un par de calcetines blancos que se adquirían junto con su respectivo par de zapatos deportivos. Para completar el conjunto, se incluía una gorra deportiva similar a la que usaba Silly.

Cada pieza del conjunto poseía habilidades vinculadas al uso de las máquinas del gimnasio, activándose únicamente al hacer uso de estas. Aunque el gimnasio de estudiantes no contaba con las mismas y uno debía comprar las revistas para aprovechar estas habilidades. Estas eran muy variadas; por ejemplo, el zapato izquierdo tenía la capacidad de restaurar los músculos desgarrados durante el entrenamiento siempre y cuando se caminara 5 minutos en la máquina para correr. Mientras que la media del respectivo zapato convertía el sudor emitido durante la carrera en la máquina para correr en una especie de loción regenerativa, permitiendo esforzar los músculos hacia límites desconocidos.

A pesar de la diversidad de habilidades, prácticamente cada una estaba condicionada al uso de una máquina particular y al hecho de hacer ejercicio. Sin embargo, había una excepción, la habilidad del conjunto de ropa: “Estrella retirada”. Al usar el conjunto, te considerarán un alto elfo de gran prestigio y fama que alguna vez cautivó las miradas de todo el mundo, pero que decidió apartarse de esa vida agitada y llena de aventuras para vivir alejado de las miradas y las cámaras de los periodistas. Esta habilidad era un “estatus”, cuya utilidad era desconocida para Arturo, pero según la descripción, solo bastaba con usar el conjunto de ropa para activarlo.

Por otro lado, al usar todo el conjunto de ropa, se activaba una segunda habilidad pasiva: “Accionista”. Te considerarán parte de los dueños del gimnasio, otorgándote acceso a una gran cantidad de ventajas y la posibilidad de entrar en zonas exclusivas. Aunque esta habilidad también era un “estatus”, solo se activaba en el gimnasio. Sin embargo, según los rumores, el gimnasio al que se refería no era el de estudiantes, ya que los instructores del gimnasio expulsarían a patadas a cualquiera que entrara vestido con algo que no fuera la túnica que usaban los estudiantes.

El gimnasio al que hacía referencia la habilidad era precisamente aquel al cual uno debía comprar el acceso mediante la adquisición de la tarjeta de aventuras que se vendía en la máquina dispensadora del gimnasio. En la tarjeta se visualizaba un gimnasio moderno y futurista, repleto de máquinas similares a las que Arturo había adquirido, pero con notables diferencias que indicaban que no se trataba de las mismas. El dorso de la tarjeta representaba la figura de Aldor sentado en su trono en medio de la negrura del vacío, indicando así que pertenecía a la serie del “Abuelo”.

Las palabras mágicas para acceder al gimnasio eran idénticas a las utilizadas para entrar al gimnasio de estudiantes, revelando así una cierta conexión entre ambos gimnasios.

En cuanto al pergamino, desbloqueaba un paisaje bastante peculiar que distaba de la expectativa inicial de Arturo. En lugar de observar un gimnasio, se veía por la ventana de su hogar una piscina climatizada y cerrada, situada en una habitación con paredes de cerámicos blancos y luces de color blanco. Varias peculiaridades llamaban la atención en esta piscina. En primer lugar, era el primer paisaje desbloqueado por Arturo en el que no se veía ni el sol ni la luna; directamente no había ventanas en este lugar. El vapor del agua caliente se filtraba por unas rejas en el techo, mientras que el aire fresco ingresaba por rejas cercanas al piso.

Lo siguiente que resultaba llamativo era la concurrencia en la piscina. Seres similares a los instructores del gimnasio, pero de diferentes edades y géneros, entraban y salían de la piscina para jugar, entrenar o simplemente relajarse. Finalmente, la presencia de dos puertas capturaba la atención de Arturo. Una puerta parecía destinada a mujeres, mientras que la otra a hombres. Estas particulares criaturas, apuestas y de orejas alargadas, entraban y salían constantemente por estas puertas, y esto no tendría nada de particular si no fuera por el hecho de que era la primera vez que Arturo veía puertas como las que había en Alubia desde que llegó a la academia de magia.

Mientras Arturo investigaba toda esta información, Pompón había dispuesto las diez máquinas de gimnasio adquiridas en el subsuelo. No obstante, pronto se dio cuenta de que, incluso utilizando las habilidades del conjunto de entrenamiento, le resultaba bastante complicado utilizar estas máquinas. Según Pompón, esto se debía a que era demasiado joven y, para colmo, su cuerpo de tritón no estaba diseñado para manejarse con estas máquinas. Esto dejaba al niño sin más opción que esperar a crecer un poco para aprovechar plenamente todas las máquinas. Aunque podía utilizar la máquina para correr y la bicicleta futurista, su uso se limitaba a unos pocos minutos.

Volviendo al día de hoy, un gran evento estaba por ocurrir:

¡Finalmente, había llegado el momento de descubrir qué trofeos había ganado Arturo!

—Bueno, Arturo, es momento de descubrir si realmente te dieron el trofeo del gimnasio —Mencionó Pompón con cautela, midiendo cada una de sus palabras—Pero recuerda que para ello tendremos que hablar con la araña malvada.

—¡Wincy! —Exclamó Arturo, contagiándose un poco del temor que reflejaban los ojos del conejo.

—Sí, tendremos que enfrentarnos a la tesorera que custodia tus trofeos... —Murmuró el conejo, observando su reflejo en el espejo con cierto pánico—Recuerda no confiar en sus palabras, Arturito, y usa los trofeos con cautela, o podríamos desencadenar algo más grande de lo que podríamos manejar, y las consecuencias serán realmente terribles.

Decididos, Arturo y Pompón invocaron el salón de trofeos, el reino de la tesorera, Wincy. Con una mezcla de nerviosismo y determinación, el armario de madera se materializó en el reflejo del espejo. Reveló su interior decorado con telas de arañas y los trofeos que Arturo había ganado hace mucho tiempo atrás. Sin embargo, había una peculiaridad que pasó desapercibida por el niño: el trofeo «Un Viaje al País de Nunca Jamás», el cual había cambiado la vida de Arturo para siempre, se encontraba escondido en una de las esquinas del armario. Para ser exactos, el trofeo estaba en el último estante, rodeado de telarañas al punto de ser prácticamente irreconocible, uno debía saber de antemano que había un trofeo en ese lugar para percatarse de su presencia. Este arreglo había sido preparado de antemano por Pompón, quien buscaba a toda costa evitar que Arturito perdiera la cabeza al reencontrarse con el macabro trofeo.

La araña tesorera los recibió con una mirada fría y una sonrisa sutil que no alcanzaba a ocultar su malévola astucia. La atmósfera en la sala se volvía más densa con cada segundo que pasaba, mientras Pompón observaba con detenimiento las reacciones de Arturo ante la presencia del trofeo que yacía escondido en la esquina.

—¡Ah, Arturo! Cuánto tiempo habrá pasado, tanto que ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que nos vimos. ¿Estás listo para reencontrarte con tus trofeos y grandes logros? —Dijo Wincy, dejando a chillona voz resonando en la habitación como un susurro inquietante.

Arturo asintió, tratando de disimular su ansiedad. La tesorera descendió de la telaraña donde se encontraba y se acercó con lentitud al pequeño escudo que representaba el primer título honorífico que Arturo había ganado con la ayuda del sacerdote del santuario de Felix. Al llegar al lugar, la araña comenzó a tocar con sus patitas la pared cercana al escudo, haciendo que de la nada misma emergiera otro escudo de madera, el cual tenía grabado en el medio un martillo martillando un yunque.

—Oh, mira, has ganado otro título honorífico, y este es particularmente raro…—Mencionó Wincy mientras se tomaba una larga pausa para inspeccionar el escudo recién aparecido—Activando este título honorífico, ganarás el honor de llamarte, Arturo, manos de mantequilla.

—¿Y por qué querría que me llamaran con un apodo tan estúpido? —Cuestionó Arturo con enojo; bastante decepcionado por el nombre del título honorífico. Este título honorífico lo había ganado durante las inspecciones, y en comparación con el resto de recompensas que le había otorgado Flora, este título no parecía ser tan beneficioso.

—Quienes tengan el honor de ser llamados manos de mantequilla, tienen el derecho a transformar uno de sus dedos en un dedo de mantequilla —Explicó Wincy—Dicho dedo tiene la peculiar habilidad de ser extremadamente cómodo para los anillos, permitiéndote que el anillo que coloques sobre ese dedo ignore sus requerimientos.

—No está mal, ¡imagina, Arturo! Imagina si alguna vez te encuentras con un anillo capaz de darte un inmenso poder a cambio de sacrificar alguna parte de cuerpo para usarlo. Si pones el anillo en el dedo de mantequilla, lograrás usar ese gran poder sin límite alguno—Agregó Pompón con alegría, tratando de mejorar el ambiente para que Arturo no se sintiera decepcionado por la recompensa.

—Desde esa perspectiva, la habilidad es sorprendente, pero solo tenemos dos anillos y los dos tienen habilidades muy estúpidas y condiciones fáciles de cumplir. Por lo que este título no me sirve de nada, además de que se burlen de mí por un apodo tan estúpido... —Dijo Arturo con desilusión.

—Nadie se burlaría de un título honorífico; todos son raros y difíciles de conseguir, por lo que nadie es tan idiota como para burlarse de ellos —Comentó Wincy mientras se alejaba del escudo en la pared y se dirigía hacia una estantería vacía—Has ganado cuatro trofeos que aún no se encuentran en tu salón de trofeos, Arturo, y por suerte me diste el tiempo suficiente como para que los investigara de antemano. Por lo que, si quieres, podría comenzar a explicártelos en detalle, tal y como Pompón me pidió que hiciera.

—¿Tú le pediste que me explicara los trofeos? —Mencionó Arturo mirando al conejo que se encontraba rascando la cabeza con sus patitas con cierta histeria—¿Cuándo hiciste eso?

—Arturito, uno siempre debe estar preparado cuando se lidia con cosas peligrosas como los trofeos. Así que, mientras dormías, estuve convenciendo a Wincy de que comentará los “detalles” importantes que oculta cada uno de los trofeos que fuimos ganando —Mencionó Pompón, mirando a Wincy con complicidad, como indicando que comenzará las explicaciones rápidamente para evitar que el niño siguiera haciendo preguntas incómodas.

—Yendo a los trofeos que has reunido, ¿te parecería bien si empezamos? Trataré de contarte los detalles. A partir de ellos y los rumores que puedas reunir, deberías poder llegar a una conclusión de si las palabras que me susurran los trofeos son verdaderas o si tienen problemas que podrían traerte una catástrofe —Dijo Wincy. Por el tono de voz y la velocidad con la que hablaba, parecía que la araña estaba siguiendo una actuación orquestada por otra persona, como si ya hubiera dicho esto innumerables veces en el pasado.

—Procedamos, seré cauteloso… —Murmuró Arturo, mirando a la araña con desconfianza, para luego indicarle a Pompón disimuladamente que estuviera atento a los “detalles” que podrían revelar pistas importantes sobre los trofeos.

—Comencemos con el siguiente trofeo —Dijo Wincy, tras lo cual sus patitas tocaron rítmicamente la madera que conformaban el estante, produciendo que un trofeo de cristal comenzara a formarse de la nada misma. Este trofeo simulaba ser una copa para tomar champán, era muy delicada y el cristal estaba inscrito con unas delicadas flores que le daban un toque de elegancia. Lo más curioso del trofeo es que la copa no estaba vacía, sino que un líquido espeso y denso que no podía ser otra cosa que sangre fresca se encontraba en su interior.

Admirando el trofeo que había aparecido, Wincy comenzó a explicar su origen:

—Este trofeo es conocido como «El Plan Maestro», y lo obtuviste bailando bajo una ventana con la luna de sangre alzada en el cielo. Lejos de ser un baile alegre, era un símbolo de celebración y burla hacia los sacrificados en la luna de sangre.

Tras comentar el nombre del trofeo y la forma de adquirirlo, Wincy comenzó a narrar el trasfondo de este singular trofeo:

> "Hace mucho tiempo atrás, en una era dorada donde nadie desaprobaba el gran examen y todos lograban cumplir sus sueños, existía un estudiante llamado Júpiter. Júpiter era como cualquiera de los estudiantes de esta época; todos los días se esforzaba por planificar su futuro tras graduarse y meditaba todas las noches sobre el gran trabajo que le esperaría del otro lado de las frías paredes que conformaban la academia. Su mayor sueño era lograr la tan ansiada posición número uno, diferenciándose de los millones de estudiantes que aprobarían el gran examen.

>

> No obstante, la vida de Júpiter dio un giro brusco cuando se enteró de que lo impensable había ocurrido: de la forma más idiota posible, había desaprobado el gran examen. Y todo este error fue por el simple hecho de encontrarse en el único lugar donde no podía estar en el momento equivocado. Justo cuando Júpiter estaba por realizar el gran examen, había entrado por una puerta misteriosa que lo llevó a una habitación apartada del tiempo y del espacio, con la promesa de que sacrificando su mayor deseo lograría ganar un poder que iba más allá de lo que ahora mismo podía siquiera soñar.

>

> El joven Júpiter nunca se imaginó que su mayor sueño sería aprobar el gran examen. Nunca había tenido dudas al respecto y pensaba que lo único que estaba sacrificando era su tan ansiado primer puesto en la asignación. Sin embargo, la vida fue cruel con el joven en esa noche de luna llena.

>

> Júpiter se había convertido en el único estudiante en haber desaprobado el gran examen en siglos. Incrédulo ante la situación, el joven cayó en la desesperación mientras veía cómo sus amigos lo abandonaban, su novia lo traicionaba, y los profesores que tanto amor le habían dado le daban la espalda como si fuera un paria.

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>

> Fueron 7 días llenos de desesperación, amargura y tristeza para el joven. Todos sus planes se esfumaron, y el muchacho pensó en quitarse la vida, pero no lo hizo. La promesa que le había hecho la puerta mágica era la única cuerda que lo mantenía en el mundo de los vivos.

>

> Los 7 días de reflexión concluyeron y los otros 7 días para el inicio de las contrataciones pasaron muy lentamente. Para cuando los 14 días terminaron, Júpiter estaba destrozado. Había soportado más de un millón de torturas, había visto cómo todos sus amigos decidían lastimarlo con tal de obtener una miserable moneda de oro. Nadie se molestó en regalarle un cumpleaños decente, y mucho menos nadie se molestó en darle una nueva vida.

>

> Solo fueron necesarios 14 días para que el inocente y alegre Júpiter se transformara en un ser despiadado y sin corazón. Las torturas, las traiciones, el desprecio y, sobre todo, el aislamiento lo terminaron convirtiendo en otra cosa que pocos podrían llamar un ser humano. El niño se transformó en joven, y el joven, al cumplir los 18 años, se transformó en un monstruo. En las asignaciones, Júpiter había perdido todos los sentidos y alegrías de la vida: le fue arrebatada la vista, el orgullo, el amor, el tacto, el sabor, la alegría y todas las emociones positivas. Hacía tiempo había perdido sus extremidades, y ni hablar de su forma humana. Solo quedaba un trapo sucio que había soportado la condena de todos sus semejantes por unas miserables recompensas.

>

> Para cuando las inspecciones terminaron y su ‘cumpleaños’ finalmente fue festejado, Júpiter se encontró con que había sido esclavizado por la eternidad innumerables veces. No importaba lo que hiciera; nunca podría ser salvado por nadie.

>

> Pero no hubo tiempo para seguir lamentándose en el mar de los pensamientos.

>

> Con las inspecciones terminadas, las contrataciones iniciaron, y Júpiter se encontró con una plaza desierta, donde nadie venía a recogerlo para que firmara un miserable contrato con el que pudiera pagar el tiempo que había sido condenado, el cual, para colmo, carecía completamente de valor, dado que la eternidad era impagable.

>

> El joven nunca supo cuánto tiempo había pasado, pero finalmente, alguien o algo se acercó a la masa de carne en que se había convertido. Esta entidad, que semejaba ser una sombra, habló con una voz seductora y cálida en la mente de Júpiter, pronunciando palabras que resonarían por los pasillos de la academia hasta el final de los días:

>

> —¡Miren, miren, qué sorpresa! No hay nadie más aquí, y tampoco hay nadie para recogerte. Parece que todas las criaturas malditas han cumplido sus pactos, y ya no queda un solo desaprobado entre los seres de tu raza.

>

> Júpiter no podía contestar; hace mucho tiempo, aquellos a los que alguna vez supo llamar amigos le habían arrancado ese privilegio.

>

> —Puesto que no queda nadie, tendrás que hacer todos los trabajos tú solo. ¿Qué dices, Júpiter? Acepta todos los trabajos que nadie está cumpliendo, y a cambio, pagarás un año de tu condena por cada año de trabajo…

>

> Júpiter no podía rechazar la oferta inhumana. Uno solo de estos trabajos era motivo suficiente para perder las ganas de vivir. Ni hablar de hacer todos los trabajos al mismo tiempo y ni pensar que tendría que hacerlos por toda la eternidad. Sin embargo, aquella persona que alguna vez supo llamar amor le había arrebatado la posibilidad de elegir su futuro, y con ello, no pudo rechazar la oferta de esta malévola entidad.

>

> La criatura se burló, y con su característica voz seductora, mencionó las siguientes palabras:

>

> —Jupiter, Jupiter, Jupiter, oh, chico, estoy seguro de que harás un gran trabajo. Hace tiempo que no veo un desaprobado tan sumiso ante su destino. Pero por desgracia, debo decirte la verdad, y esta es más cruel de lo que puedes imaginar. Puesto que para aceptar este contrato, deberás pagarme con algo, y eso es lo único que te queda: el pacto con la puerta mágica. Solo tras regalarme ese pacto, yo te concederé este espléndido contrato.

>

> El rostro deforme incrustado en el medio de la masa de carne se contorsionó al escuchar el precio. Ese pacto era lo único que lo había mantenido firme a pesar de haber dejado todo atrás. Parecía que las malvadas criaturas en las inspecciones no podían arrebatárselo, pero esta criatura desconocida, a la cual ni siquiera podía ver, se lo estaba por robar. Puesto que aquellos a quienes él había tendido una mano a lo largo de su vida en la academia hacía tiempo le habían quitado el derecho de negarse a las condiciones para aceptar el contrato.

>

> La criatura sonrió alegremente y sumergió lo que parecía ser su brazo entre las tripas de Júpiter. El joven se retorció de dolor y sintió cómo un pergamino era incrustado en el interior de su cuerpo.

>

> —Me alegro de que estés conforme con el trato, Júpiter, y espero que en la eternidad que te espera encuentres una forma de pagar tu condena.

>

> Tras mencionar esas palabras, la entidad desapareció, y las contrataciones terminaron. Júpiter se vio obligado a realizar los trabajos más inhumanos que te puedas imaginar para toda la eternidad. Con eso concluye la desafortunada historia de Júpiter, el condenado”

—¿Y cómo se relaciona esta historia con el trofeo que gané? —Preguntó Arturo con impaciencia.

Ante lo cual, Wincy movió sus patitas emocionadamente y comentó:

—No se sabe, nadie lo sabe en realidad, y el trofeo se niega a decir la verdad, pero hay algo que se puede rescatar de todo esta historia.

—¿Qué cosa? —Preguntó Arturo sumergido en las palabras de la araña.

—Júpiter logró pagar su condena y de alguna forma el trofeo fue creado —Mencionó Wincy con cierto aire de misterio.

—¿Y este trofeo qué poder tiene? —Preguntó Pompón mirando la sangre en la copa; parecía que la misma rebasaría con el más mínimo movimiento y, sin embargo, no rebalsaba.

—Si aún no has realizado el gran examen, aquella persona a la que le des de tomar esta copa desaprobará el gran examen. A cambio, tú lograrás aprobarlo, pero solo funciona si la persona que toma la copa es alguien que te ama desde el fondo de su corazón. Mientras que si ya has rendido el gran examen y lo has desaprobado, aquella persona a la que le des de tomar esta copa sufrirá tu condena y tú serás liberado. Pero solo funciona si la persona a quien le das la copa es alguien a quien tú amas desde el fondo de tu corazón. Por último, si ya has rendido el gran examen y lo has aprobado, puedes beber la copa y todos tus puntos divinos serán consumidos. A cambio, volverás a nacer —Mencionó Wincy con una voz temblorosa, provocando que Arturo tragara saliva, pensando en lo macabro que esta habilidad podía ser—Si quieres recargar la copa, debes llenarla con la sangre de tu mejor amigo, pero como notarás, la copa ya viene llena, por lo que puedes usarla cuando quieras.

—¡Qué trofeo tan perturbador! —Exclamó Arturo visualizando cada una de las opciones. Ninguna le era útil en este momento, por lo que no tenía que meditar demasiado. Sin embargo, era intrigante saber que las posibilidades estaban al alcance de su mano.

—Lo más perturbador es no saber si la araña se está olvidando de algún detalle que por casualidad podría arruinarte la vida... —Se quejó Pompón, pero rápidamente corrigió su discurso y con un tono más alegre, comentó— De todas formas, imagínate cuando seas viejo y sepas que tus días están contados. Esta copa te garantiza una segunda oportunidad para vivir nuevas aventuras, a costa de abandonar lo más preciado que tienes. Pero ahí está la opción, al menos tendrás la posibilidad de elegir qué hacer cuando ese momento llegue.

—¿Los siguientes trofeos tienen historias igual de oscuras? —Preguntó Arturo, perturbado por lo que la araña le había contado.

—Eso júzgalo tú mismo…—Mencionó Wincy mientras llenaba los alrededores de la copa con telarañas. Tras lo cual, descendió con suavidad y con indecisión buscó un espacio disponible en el salón de trofeos para colocar otro ejemplar.

La araña tesorera finalmente encontró un rincón adecuado en el salón de trofeos para colocar el siguiente ejemplar. Tras dar unos golpecitos en la madera polvorienta, el trofeo comenzó a emerger, mostrando que se trataba de un ejemplar peculiar, tallado en piedra de forma algo improvisada. Pese a ello, aún se lograba distinguir que representaba un trono vacío. Al acercarse, Arturo notó que el trofeo parecía emanar una especie de energía oscura y misteriosa.

—¿Este sillón en miniatura es mi trofeo? —Preguntó el niño con sospecha.

—Este trofeo es conocido como “El Dios Falso”. Lo obtuviste tras inclinarte ante un sexto dios hace un tiempo atrás —Explicó Wincy mientras continuaba tejiendo sus telarañas en los alrededores del trofeo.

—¿Y qué hace este trofeo? —Preguntó Arturo, intrigado por la aparente oscuridad que rodeaba al trono.

—Su habilidad es bastante curiosa; permite sentar a uno de los dioses que te han bendecido en este trono —Mencionó la arañita de pasada mientras se concentraba en la red que estaba haciendo.

—Los detalles, Wincy, ¡los detalles! —Chilló Pompón histéricamente— ¿Qué ocurre si sentamos a un dios en este trono?

—Oh, ¿no te lo había comentado hace unos segundos? —Se cuestionó Wincy mientras miraba con sus múltiples ojos al niño, que la observaba con el mismo aturdimiento que ella tenía.

—No, no lo dijiste. ¿Este trono sirve para realizar alguna especie de ofrenda más santificada? —Cuestionó Arturo.

—Todo lo contrario, es una profanación. Si sientas a un dios en este trono, él mismo se convertirá en tu dios falso y, tras realizar esa ofensa, perderás los favores divinos que te ha otorgado —Mencionó Wincy de pasada.

—¿Cómo no vas a mencionar eso? —Gritó Arturo mientras retrocedía unos pasos, mirando al trofeo con nuevos ojos, casi como si se tratara de una trampa mortal.

—No es un mal trofeo, es uno muy simple y práctico, sin tantas vueltas. Aunque solo puedes sentar a un dios en este trono, y para recargar su poder deberás ofrecer una ofrenda al trono —Dijo la araña.

—Si algún día obtienes una habilidad que se asemeje más a una maldición que a una bendición, este trofeo puede sernos útil —Dijo Pompón, buscándole el lado positivo al trofeo— Además, podías evitar que te sacrificaran si usabas este trofeo a tiempo en la época del Rey negro. ¿Cuál es la historia de este trofeo? ¿Por qué no la mencionaste?

—Oh, la historia me la había olvidado —Dijo Wincy golpeándose la cabeza con una de sus patitas— La historia es bastante corta; este trofeo nació gracias a un hombre de la iglesia llamado Mariano. Este hombre creyó que sería conveniente invertir uno de los puntos de ascenso en la creación de un trofeo. El objetivo era crear una herramienta que ayudará a purgar aquellos favores divinos que resultaron indeseados, como resultado, este trofeo de muy fácil adquisición fue concebido.

—La historia que más queríamos escuchar ¡Simple, pragmática y creíble! —Mencionó Pompón con alegría. Con semejante historia, era fácil concluir que el trofeo era seguro y que no tenía algún secretito que pudiera arruinar su funcionamiento.

—Me alegro de que estén contentos. Recuerda que siempre que quieras, puedes venir a usar este trofeo, Arturo —Mencionó Wincy mientras se escapaba hacia una de sus redes y se metía entre los tablones del armario.

—Faltan dos trofeos… —Mencionó Pompón al notar que la araña había escapado.

—¿Faltan dos trofeos? —Preguntó Wincy saliendo con apuro de su escondite— ¡Oh, por los dioses! ¡Tienes razón, aún faltan dos hermosos trofeos que colocar!

Wincy, con su habitual agilidad, se desplazó por el salón de trofeos, buscando el lugar perfecto para colocar el siguiente ejemplar. Después de unos golpecitos en la madera polvorienta, otro trofeo comenzó a emerger, revelando un objeto peculiar: un regalo de cumpleaños tallado en madera. Sin embargo, este regalo tenía una particularidad intrigante; sobre su lazo se encontraba una etiqueta con un redondito número 0.

—Este es el trofeo conocido como “Mi Caja Sorpresa”. Lo obtuviste tras regalarle uno de tus regalos a algún estudiante —Explicó Wincy— Su habilidad es pasiva e incrementa las posibilidades de que obtengas un regalo en el futuro.

—¿Y cuánto las incrementa? ¿Tiene algún costo? ¿Cuál es su historia? —Preguntó Arturo, comprendiendo que cuanta más información pudiera recolectar, más seguro sería el trofeo.

Wincy asintió ante las preguntas de Arturo y, con un brillo de anticipación en sus ojos, decidió compartir la historia detrás de “Mi Caja Sorpresa”:

> “Este trofeo tiene una historia interesante, Arturo. Hace un tiempo, un estudiante llamado Nicolás, conocido por su afición a las sorpresas, se encontró con un regalo misterioso en su cumpleaños. El paquete, envuelto con un papel brillante y adornado con un lazo de color escarlata, despertó su curiosidad.

>

> Intrigado, Nicolás abrió el regalo con entusiasmo, sólo para descubrir que contenía un pequeño cofre de madera tallada con una nota que decía: “La verdadera sorpresa está por venir”. Al principio, Nicolás estaba desconcertado, pero decidió llevar el cofre consigo a todos lados por la academia.

>

> Con el tiempo, notó que cada vez que llevaba consigo el cofre, empezaba a recibir más regalos de sus compañeros. El rumor de que aquellos que intercambiaban regalos con Nicolás experimentaban sorpresas inesperadas se difundió rápidamente. De esta manera, el trofeo “Mi Caja Sorpresa” nació, y Nicolás, sin saberlo, desbloqueó una habilidad pasiva que incrementa las posibilidades de recibir regalos.

>

> La historia de Nicolás se convirtió en una leyenda en la academia, y su cofre de madera tallada fue preservado como un símbolo de camaradería y generosidad. Al obtener este trofeo, compartes la conexión con esa tradición, y tu propia historia se entrelaza con la de Nicolás y sus regalos misteriosos”

—Así que, Arturo, cuando regalas algo, estableces una conexión especial con aquellos que reciben tus obsequios. No hay un costo directo, pero la generosidad y la amistad que compartes se traducen en mayores posibilidades de recibir regalos en el futuro —Concluyó Wincy, dejando que la atmósfera de misterio rodeara al trofeo “Mi Caja Sorpresa”.

—¿Cuántos más regalos dé, mayores serán mis posibilidades? — Preguntó Arturo.

—Exactamente. Hasta ahora, el chico al que le diste el regalo no lo ha abierto, así que tu contador de regalos entregados es 0 —Explicó Wincy, señalando con una de sus patitas la etiqueta con el número 0— Cuando el estudiante al que le diste el regalo decida abrirlo, pasarás a tener un contador en 1, y tus posibilidades se incrementarán.

—Parece que no es tan sencillo como regalarse el mismo regalo los unos a los otros infinitamente —Comentó Pompón.

—Ya no tenemos regalos por dar, así que el trofeo nos es inútil —Dijo Arturo— ¿Podrías indicarnos cuál es el último trofeo que desbloqueamos, Wincy?

Wincy asintió con sus múltiples ojos y se dirigió nuevamente hacia el salón de trofeos. Golpeó suavemente la madera de una estantería vacía, y un nuevo trofeo comenzó a materializarse. Este trofeo era diferente; estaba hecho de cristal translúcido y se asemejaba a una mariposa en pleno vuelo. Su belleza era innegable, pero algo en su apariencia transmitía una sensación de fragilidad.

—Este trofeo se llama “La Mariposa de Cristal”. Lo obtuviste al completar las pruebas físicas en el gimnasio con la máxima puntuación — Explicó Wincy, mientras observaba el delicado trofeo con admiración.

—¿Y cuál es su habilidad? — Preguntó Arturo, intrigado por el simbolismo de la mariposa.

—Este trofeo tiene una habilidad curiosa. Siempre y cuando esté en tu salón de trofeos, Aldor, el abuelo, te concederá un favor divino, cuya habilidad es conocida como “Aprobado” —Explicó Wincy con solemnidad.

Emocionado por la descripción de la habilidad, Pompón le pidió a Anteojitos que buscará el carnet de identificación de Arturo, escondido en algún lugar de su cuarto. El ojo volador no tardó mucho en hacer aparecer la tarjeta de plata y hacerla flotar frente al conejo blanco.

— ¡Has ganado otro punto de favor divino! — Exclamó Pompón.

—¿En serio? — Mencionó Arturo mientras tomaba la tarjeta que flotaba en el aire de un manotazo y ojeaba su contenido, notando que efectivamente la figura de Aldor había aparecido en la tarjeta acompañada de un grandioso número 1 — ¿Qué hace este favor divino, Wincy?

—Nada —Mencionó Wincy, agitando sus patitas con alegría.

—¿Nada? —Preguntaron Arturo y Pompón al unísono.

—Sí, no hace nada. Solo es un punto de favor divino, de forma tal que apruebes el gran examen. Además, con este trofeo puedes sacarte una puntuación de 6 sobre 5 con el abuelo, pero más allá de eso, el punto de favor no hace nada —Dijo la arañita con más emoción de la que la habilidad ameritaba.

—Bueno, da igual. Hay que festejarlo. Ya tengo 3 favores divinos. Con esto, seguro logro que me ofrezcan contratos más serios —Dijo Arturo con alegría, dándole un beso a su tarjeta de plata.

—Estoy seguro de que así será. ¿Cuál es la historia de este trofeo? —Preguntó Pompón con alegría.

—No hay historia. El trofeo siempre existió, al menos desde que existe el gimnasio, y el trofeo no sabe cómo nació el gimnasio, por lo que realmente no hay historia —Dijo Wincy, mientras comenzaba a tejer una telaraña en los alrededores del último trofeo que Arturo había ganado.

Con todos los trofeos debidamente presentados y ubicados en su lugar en el salón, Wincy despidió a Arturo y Pompón, quienes se retiraron del lugar con una mezcla de emociones. Los misteriosos poderes de los trofeos y las historias que los acompañaban planteaban nuevos desafíos y oportunidades. Arturo sostenía en sus manos las claves de su destino, y el camino hacia sus sueños parecía más intrigante y lleno de posibilidades que nunca. Mientras desinvocaban el salón de trofeos, la araña les lanzó un último consejo en su peculiar estilo:

—Recuerden, chicos, los trofeos son solo el principio. Ahora depende de ustedes cómo escribirán el resto de su historia.

Con estas palabras resonando en sus mentes, Arturo y Pompón se dirigieron hacia nuevas aventuras, ansiosos por descubrir qué más les depararía este mundo lleno de oscuros secretos.