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45 - Juampi

Ha pasado aproximadamente una semana desde que los regalos fueron abiertos, y durante este tiempo, Arturo se dedicó a organizar las recompensas que obtuvo en el certamen de ciencias. Sin embargo, estas no resultaron particularmente emocionantes. Entre ellas, se encontraba una mesa completamente equipada para la elaboración de pociones, junto con un armario que albergaba una impresionante cantidad de ingredientes para pociones. Se rumoreaba que, después de usarlos, el armario se volvía a llenar mágicamente. A pesar de tener los recursos, la falta de conocimientos en el tema hizo que Arturo se mantuviera alejado de cualquier experimento arriesgado.

Estos dos muebles podrían considerarse la joya de la corona entre los premios. Sin embargo, también había otros premios menos llamativos, como una serie de pociones aparentemente inútiles que Arturo había probado a lo largo de la semana. Entre ellas se encontraba una poción que invocaba tu pastel favorito, otra poción con sabor a leche chocolatada, una que creaba un ambiente festivo y una exótica poción que convocaba a una rata con un talento excepcional para contar chistes. A pesar de estas curiosidades, ninguna poción demostró tener una utilidad lo suficientemente interesante como para destacar.

Mientras tanto, el esclavo, sometido a la poco amigable persuasión de Tentaculin, había concluido su tarea. Comprendió, de manera abrupta y violenta, que lo mejor era aceptar su destino y reconciliarse con la muerte para poder comenzar una nueva vida en una tierra tan distante que Arturo ni siquiera había oído hablar de ella.

Además de ordenar su inventario, el niño había estado experimentando con el corazón que almacenaba fragmentos de las vidas que supuestamente él había terminado. Aunque las historias raramente tenían utilidad y eran más bien anécdotas hermosas de la infancia de cada una de sus “víctimas”, Arturo seguía intrigado por este peculiar artefacto.

Sin embargo, la tranquila vida del niño se vio interrumpida una vez más, principalmente porque Shily le propuso un plan interesante para pasar el día:

—Arturo, he notado que la ventana del subsuelo sigue rota, ¡tengo una idea para repararla!

La propuesta de Shily resonó en el aire, despertando la curiosidad de Arturo, quien levantó la mirada hacia el parásito, esperando escuchar más sobre este nuevo plan para abordar la reparación de la ventana:

—¿Conoces algunas palabras mágicas capaces de hacer eso? De todas formas, no me preocupa mucho; mientras vea el paisaje, los cristales de los vidrios son meras decoraciones.

—No sabría si existen tales palabras, pero conozco un lugar donde puedes ir a recoger una ventana gratis —Dijo Shily. Su voz denotaba cierta excitación, la cual, de cierta forma, obligó a Arturo a interesarse por la propuesta de su mascota, con el objetivo de hacerla feliz.

—Oh, ¿dónde se consiguen más ventanas? Nunca supe que las regalaran sin tener que hacer nada a cambio —Preguntó el niño, mostrándose muy interesado.

—Ven, te enseñaré el lugar —Dijo Shily mientras se acercaba a la habitación de Copito, donde curiosamente el cerdo se encontraba mirando fijamente al espejo. Aparentemente, tenía un buen oído y se había interesado por la idea de “escapar” del hogar.

—¿A dónde vamos? ¿Será una aventura emocionante? —Preguntó Sir Reginald.

—No sé si será muy emocionante, pero sin lugar a dudas será muy divertido. Pero no te diré a dónde vamos hasta que aparezca el reflejo en el espejo; quiero que sea una sorpresa… —Mencionó Shily con un tono de voz que reflejaba que estaba a punto de realizar algo malvado.

Arturo y Sir Reginald esperaban con cierta ansiedad mientras Shily se colocaba frente al espejo con su característica lentitud. Un silencio tenso se apoderó de la habitación, y la expectación creció a medida que Shily se preparaba para pronunciar las palabras mágicas. Finalmente, las dijo con solemnidad:

> “En mí encuentras refugio al final del día, donde descansan tus sueños, en calma y alegría. En mí, tus recuerdos y risas están, y cuando me cuidas, soy tu lugar especial, ¿Quién soy?”

Como consecuencia de estas palabras mágicas, el reflejo en el espejo comenzó a cambiar, revelando un dormitorio destartalado, modesto en comparación con el actual hogar de Arturo. A pesar de su aspecto desgastado, aún se podían distinguir algunos muebles que captaron la atención del niño, entre ellos, la ventana mencionada por Shily.

Sin dar más preámbulos, Shily se adentró en el interior del espejo, desapareciendo en el aire. Arturo y Sir Reginald, llenos de curiosidad, lo siguieron, esperando obtener una explicación de la criatura en el misterioso dormitorio a la que los estaba invitando.

Al entrar al otro lado del espejo, Arturo y Sir Reginald se encontraron en un lugar sorprendentemente acogedor y lleno de encanto. Aunque el dormitorio parecía antiguo, emanaba una sensación de nostalgia y magia. Shily, con una sonrisa poco amigable, se volvió hacia ellos y comenzó a explicar:

—Bienvenidos al antiguo dormitorio de Juampi. Este es el lugar donde convergen los fragmentos de las historias que han sido dejadas atrás por esa rata despreciable. Cada objeto, cada rincón, tiene una memoria, y este es el refugio donde esas memorias se entrelazan. Hemos venido a profanar este santuario a su persona.

Arturo y Sir Reginald observaron con cierta incomodidad cómo Juampi se retorcía, escuchando las macabras palabras del parásito que vivía en su interior. Sin embargo, el parásito no se inmutó y comenzó a señalar con su muñón a los muebles que aún conservaban las historias de Juampi. La ventana, en particular, había sido testigo de innumerables amaneceres y atardeceres, y Shily reveló que el esclavo que parasitaba tenía hermosos recuerdos de esa ventana y era importante arrebatárselos.

El antiguo dormitorio de Juampi se reveló como un rincón encantador, con pisos y paredes de piedra que le otorgaban un aspecto rústico y atemporal. La tenue luz que se filtraba por la ventana iluminaba la habitación, destacando sus detalles y acentuando el abandono del lugar.

Pegado a la pared central de la estancia se encontraba una cama mohosa, cuyas sábanas parecían recordar noches de sueño intranquilo. A un lado, un armario antiguo, con las puertas entreabiertas, mostraba algunas prendas y objetos olvidados, cada uno contando su propia historia. La mesita de luz, desgastada por el tiempo, albergaba pequeños tesoros como fotografías antiguas y cartas desgastadas por el paso de los años.

Cerca de la ventana, destacaban dos máquinas extrañas de utilidad desconocida. La primera, una intrincada creación de engranajes y cristales, emanaba un suave resplandor que sugería su conexión con alguna forma de magia desconocida para el niño. La segunda era más robusta y no estaba muy adornada, pese a ello parecía aguardar algún propósito especial, aunque su función permanecía envuelta en el manto del misterio.

En las paredes de piedra, colgaban cuadros que mostraban escenas de la vida pasada de Juampi. Algunos retratos mostraban momentos felices y risas compartidas, mientras que otros reflejaban épocas de tristeza y soledad. Cada cuadro narraba una parte de la historia de Juampi, y la habitación vibraba con la energía de los recuerdos impregnados en sus paredes.

—Aquí, en el antiguo dormitorio, pueden encontrar tesoros olvidados, momentos felices y emociones perdidas. Pero, como todo en la vida, hay un precio que pagar, y ese es el sufrimiento de Juampi —Advirtió Shily sintiendo una felicidad morbosa emanar de su pecho.

Arturo se sintió incómodo ante la idea de aprovecharse de los recuerdos de alguien de esa manera, pero la curiosidad y la tentación de descubrir más sobre este dormitorio lo impulsaron a seguir adelante. Sir Reginald, aunque mostraba un leve repudio en su expresión por el sufrimiento de Juampi, también estaba intrigado por las posibilidades que este lugar ofrecía.

—¿Qué tipo de tesoros podríamos encontrar aquí? —Preguntó Arturo, intentando desviar la atención de la oscura misión que Shily parecía tener en mente.

—Oh, Arturo, los tesoros que aquí se ocultan son tan variados como los recuerdos que guardan. Pueden ser objetos tangibles, emociones intensas o momentos que podrían haberse perdido en el olvido. Pero, como dije, todo tiene un precio… —Respondió Shily, con una risa que resonaba de manera inquietante en la habitación.

Ignorando las carcajadas poco sanas de Shily, Arturo y Sir Reginald se sumergieron en la exploración del antiguo dormitorio de Juampi, totalmente entregados a la tarea de descubrir los misterios y tesoros que aguardaban en este peculiar rincón lleno de recuerdos.

—Lo primero que haremos es arrebatarle las cosas más sencillas —Dijo Shily con malicia. Acto seguido, se acercó al espejo de la habitación y mencionó una palabra que le resultaba muy familiar a Arturo:

—¡Muestra el inventario!

Inventario Colchón 1 Vidrio afilado 3 Papeles 45 Piedras coloridas 55

—Qué miseria… —Murmuró Arturo, examinando el lastimero inventario de Juampi.

—Parece un basurero: fragmentos de vidrios rotos, bollos de papel y un colchón que se asemeja más a un refugio para ratas que a una cama decente. Además, esas piedras son una porquería —Agregó Sir Reginald con desprecio.

—Juampi coleccionaba esas piedras. Pueden ser inútiles, pero tienen un gran valor sentimental para él —Dijo Shily, provocando que el esclavo se contorsionara de dolor, como si quisiera expresar algo, pero no se atreviera a hacerlo —Es por eso que debes robárselas, Arturo.

—Pero no puedo robar a nadie. Si pudiera, con gusto te ayudaría, Shily —Respondió Arturo nerviosamente.

—Haremos una transacción. Mira, así le robaremos todo a Juampi —Respondió Shily. Acto seguido, cerró el panel de inventario y abrió el panel de comercio, armando la siguiente oferta ante los ojos de Arturo.

Número de transacción

#150

Comercio Automático Activado Tipo de comercio Inflexible Dirección privada Castillo de Copito Oferta Colchón 1 / Vidrio afilado 3 / Papeles 45 / Piedras coloridas 55 Deseo Nada

—Qué sorpresa, realmente tienes el control de las cosas de Juampi —Dijo Arturo al ver el cartel de comercio, recordando cómo había usado esta función del espejo durante las transacciones.

Notificación La transacción #150 fue completada

Curiosamente, tras enviar la oferta, esta fue aceptada de forma automática, dejando el inventario de Juampi completamente vacío.

—¿Mandaste mal la dirección? ¿O quién aceptó la oferta? Espero que no nos hayan robado… —Preguntó Arturo al ver la notificación que apareció en el espejo.

—Ya lo había arreglado con Pompón de antemano. Mientras despojamos a Juampi de sus valiosos recuerdos, él estará frente al espejo de tu hogar aceptando las ofertas —Aclaró Shily, revelando que había estado planeando esto desde hace unos cuantos días.

—Por tu bien, espero que tengas algo de mayor valor, Juampi. Sino, esta aventura será un total fracaso —Exclamó Sir Reginald mientras se ponía a buscar por el cuarto.

—Tranquilo, cerdo codicioso, hay un objeto de valor incalculable en esta habitación. Si eres inteligente, lo encontrarás antes de que te lo muestre personalmente —Respondió el parásito, mientras una sonrisa forzada y de aspecto odioso se propagaban en el rostro de su anfitrión.

—¿En serio? Vaya, eso sí es sorprendente. En general, los desaprobados son muy pobres. Pero antes de ponernos a investigar cualquier cosa en este cuarto, quiero saquearle su salón de trofeos —Exclamó Arturo con expectación.

—¿Tú crees que esa porquería sin brazos ni piernas pudo ganar un trofeo? —Preguntó el cerdo con incredulidad.

—Sí, eso creo. ¿Tiene un título o no? Su nombre es Juampi, el condenado —Respondió Arturo codiciosamente, provocando que Juampi temblara.

—Si eso quieres, eso tendrás. Pero ten cuidado de no activarlos nunca. Hay cinco objetos en su salón de trofeos y todos están malditos —Advirtió Shily, tras lo cual, con ímpetu, ordenó:

—¡Muéstrame el salón de trofeos!

El salón de trofeos se reveló como una pesadilla tangible, un lugar donde la macabra estética y la grotesca exhibición eran las protagonistas. En el suelo, una araña muerta estaba empalada por el tórax, sus patas extendidas en una pose de eterno dolor.

Las paredes, lejos de ser una mezcla de madera y piedras desgastadas, estaban compuestas de una carne que se retorcía como si estuviera viva. La superficie carnosa palpitaba con movimientos sutiles, creando una sensación inquietante que llenaba la habitación. Gotas de sangre caían de esta masa de carne, manchando los pocos objetos que había por el lugar, como si las mismas paredes estuvieran llorando lágrimas por el horripilante estado del salón.

Las estanterías de madera desgastada continuaban alineándose contra las paredes, pero en lugar de soportar trofeos de victorias gloriosas, estaban prácticamente vacías, como si las almas de los trofeos hubieran abandonado este sitio hace mucho tiempo. Cada estante estaba cubierto con una capa espesa de polvo, mugre y sangre, formando una capa de olvido sobre lo que alguna quiso ser un santuario de triunfos.

Las antiguas telarañas se extendían desde las esquinas del salón de trofeos, aunque estas no eran las típicas telarañas que se encuentran en lugares abandonados. Eran hilos oscuros y viscosos que se movían de manera irregular, como si estuvieran tejidas por la misma esencia de la oscuridad.

—No me lo esperaba; su salón de trofeos es muy diferente al mío y su araña tesorera está muerta —Comentó Arturo, apreciando los pequeños detalles del lugar.

—Hay otro guía; todos los guías mueren si te condenan y aparecen otros más oscuros y traicioneros —Explicó Shily— De todas formas, no tenemos que ver a esas bestias oscuras. Solo hay que dar una orden y podremos saquearle todos sus escasos “logros”.

—¡Manda los trofeos y el título honorífico al inventario! —Ordenó Shily, provocando que unos objetos ocultos entre las paredes carnosas comenzaran a hundirse y desaparecieran del lugar.

—Juampi perdió el título de condenado…—Comentó Sir Reginald mientras inspeccionaba con su monóculo— Bueno, habiendo terminado este detalle, busquemos por la habitación, Arturo. ¡Hay un tesoro que encontrar!

A case of literary theft: this tale is not rightfully on Amazon; if you see it, report the violation.

Los dos comenzaron a explorar el dormitorio, desviando la atención del retorcido salón de trofeos hacia otros rincones de la habitación. Las paredes carnosas continuaban su pulso inquietante, pero ahora la atmósfera parecía menos opresiva sin la presencia de los trofeos oscuros.

Entre los objetos olvidados, Arturo y Sir Reginald descubrieron en el armario del cuarto un gran conjunto de túnicas destrozadas por el uso, unos guantes de tela con mal aspecto, un anillo de plástico de color verde fluorescente y una caja de madera escondida entre las túnicas.

—Parece que Juampi guardaba algunos secretos más allá de su salón de trofeos. ¡Esto podría ser el verdadero tesoro! —Exclamó Arturo mientras examinaba la caja escondida, emocionado por la posibilidad de hallar algo de valor entre las pertenencias del desdichado esclavo.

Sir Reginald, siempre pragmático, examinaba cada hallazgo con detenimiento, asegurándose de no pasar por alto ningún detalle que pudiera tener importancia. Mientras tanto, Shily observaba, esperando que el saqueo revelara algo más que los objetos visibles a simple vista. La aventura en el antiguo dormitorio de Juampi apenas comenzaba, y el misterio se intensificaba con cada objeto encontrado.

—¿Qué esconde la caja? —Preguntó Sir Reginald, acercándose para apreciar el hallazgo.

—Un guardapelo roto… —Respondió Arturo mientras sacaba el guardapelo de su escondite y se lo presentaba al cerdo.

El guardapelo, aunque fracturado, aún conservaba un aura de misterio y encanto. Su superficie de metal desgastado y ornamentado revelaba un diseño intrincado que, en tiempos pasados, debió haber sido un símbolo de elegancia y significado sentimental. Las grietas en su estructura contaban historias de un pasado perdido, de promesas rotas y secretos sepultados. Aunque su exterior mostraba signos de desgaste, el guardapelo aún guardaba su pequeño secreto: al abrirlo con cuidado, revelaba dos compartimentos diminutos que alguna vez albergaron pequeños recuerdos preciosos. Un rastro de polvo dorado escapó al liberar estos compartimentos, como si el tiempo hubiera encapsulado no solo el objeto, sino también los suspiros de momentos compartidos.

—A pesar de estar roto, este guardapelo parece llevar consigo una historia intrigante. ¿Qué secretos guarda en su interior? —Musitó Sir Reginald, observando con atención los detalles de la pieza.

Con cuidado, Arturo observó los diminutos compartimentos del guardapelo: El retrato de dos jóvenes estudiantes emergió, como si el tiempo se desvaneciera por un breve momento para permitir que su romántica historia saliera a la luz.

En el primer cuadro, se veía a Juampi en sus días de juventud, antes de que su cuerpo quedara destrozado por la condena. Sus ojos brillaban con la curiosidad y la esperanza propias de la juventud. Una sonrisa sincera adornaba su rostro, y la imagen sugería un tiempo en el que la vida estaba llena de posibilidades y promesas.

En el otro lado, estaba el retrato de una mujer excepcionalmente bella. Sus ojos reflejaban una mezcla de dulzura y determinación, y su sonrisa irradiaba una felicidad contagiosa. La combinación de sus rasgos sugería una conexión profunda y especial con Juampi, como si fueran mucho más que simples compañeros de clase.

Ambos retratos compartían un espacio dentro del guardapelo, como dos mitades destinadas a encajar perfectamente. La imagen evocaba una historia de amistad, de amor, de risas compartidas en días soleados y de apoyo mutuo en las dificultades de la vida en la escuela.

— Parece que este pequeño objeto guarda los recuerdos de una amistad perdida en el tiempo —Observó Arturo, con un dejo de melancolía en su voz.

Sir Reginald, siempre atento a los detalles, examinó los retratos con su monóculo, mientras Shily observaba con interés, como si pudiera leer entre las líneas de los recuerdos inmortalizados en aquel guardapelo.

— ¡Escucha esto, Arturo, te sorprenderás! —Exclamó Sir Reginald con la emoción de un niño al descubrir un secreto que no debía ser revelado— El joven en la foto es nuestro querido Juampi, y la bella estudiante que lo acompaña es Ana, la bailarina, seleccionadora del criadero de la sala común, una mujer de mal corazón que mutiló al amor de su vida por unas meras monedas de oro.

—¡El examen de moralidad! —Gritó Arturo, llevándose la mano a la boca y dando una exclamación emocionada. Aparentemente, había recordado algo de su pasado que le había permanecido oculto durante mucho tiempo— ¡Sí, ahora recuerdo ese examen! ¡Los conejitos hicieron que esta mujer te condenara en ese examen, Juampi!

—¡No! ¡Eso no ocurrió! ¡No fue ella! ¡Fue otro idiota! ¡Estoy seguro de que ella no fue! —Gritó Juampi con una ira desmesurada, parecía que se estuviera desgarrando la garganta con cada grito que emitía— ¡Bastardo! ¡Eres un grandísimo mal nacido! ¡Un enfermo mental! Escúchame, niño miserable, no sé quién eres, pero estoy seguro de que un idiota como tú, que nunca va a las clases y siempre se la pasa comiendo todo el día en su cuarto, nunca aprobará el gran examen. Así que no me hagas la vida más difícil, o cuando desapruebes el gran examen, estoy seguro de que encontrarás un trabajo 500 veces peor que el mío.

El silencio llenó la habitación, en parte porque era la primera vez que Juampi expresaba sinceramente su opinión desde que fue adquirido por Arturo y en parte porque Shily parecía tan feliz con la ira que estaba sintiendo Juampi, que el niño no se atrevió a interrumpir su momento. El parásito se había largado a reír desaforadamente desde el interior de Juampi y no parecía que fuera a detenerse en unas cuantas horas.

—Querido Juampi… Arturo, ya aprobó el examen. Sólo está de “vacaciones”, dado que es un sirviente demasiado bueno para hacerlo trabajar en un empleo inútil —Mencionó Sir Reginald, quien aparentemente ya había discutido este asunto con Pompón de antemano.

—¡Imposible! ¡Tienes que tener 18 años para dar el gran examen! —Gritó Juampi con cólera.

—Deja de gritar, esclavo —Ordenó Sir Reginald en voz baja, pero con una autoridad muy imponente.

—¡Tú no puedes darme órdenes, cerdo mugroso! Que no pueda verlos no significa que no pueda oírlos, y estoy cien por ciento seguro de que este mocoso es un niño de no más de 9 años. Se le nota al hablar, y para colmo es un niño que está completamente demente —Gritó Juampi con tanta furia que su saliva estaba empapando el piso de su hogar— ¡Nadie sería tan estúpido de permitir que sus mascotas controlaran u vida de forma tan ingenua además de un mocoso estúpido!

—Arturo, ordénale que se calle. Un esclavo no puede hablarte así. Eres un miembro de la nobleza de los mares, es importante que hagas valer tu estatus —Dijo Sir Reginald con notoria preocupación.

El niño se encontraba en un dilema. Por un lado, notaba que Shily parecía querer que Juampi siguiera sintiéndose enojado, por lo que si le ordenaba que se callara, pondría triste a la mascota más insatisfecha hasta el momento. Por otro lado, Sir Reginald se tomaba muy en serio el asunto de la nobleza, por lo que no hacer nada podría disgustarlo severamente.

Pensando con toda la energía que su cerebro de tritón podía otorgarle, el niño terminó dando la siguiente orden:

—Dado que me has gritado, Sir Reginald decidirá cuántos latigazos Tentaculin tendrá que darte por la ofensa. No obstante, dado que soy misericordioso, te dejaré seguir gritando mientras permanezcamos en tu humilde hogar.

—Bien hecho, Arturo. Esas son las difíciles decisiones que un noble tiene que tomar —Exclamó Sir Reginald, satisfecho con que le otorgaran el importante deber de castigar al esclavo.

—Pégame cuanto quieras, mocoso. Soy inmortal, todos los condenados lo somos, y en unos años tú también lo serás —Dijo Juampi, dando una risotada enferma que puso los pelos de punta al niño.

El silencio tenso se instaló en la habitación, solo interrumpido por los desgarradores gritos de Juampi, que continuaba expresando su ira y descontento. Sir Reginald, tomando la situación con seriedad, se acercó a Arturo para discutir los detalles del castigo que le impondría al esclavo.

—¿Cuántos latigazos crees que serán apropiados, Arturito? Debemos asegurarnos de que aprenda la lección y respete adecuadamente su posición —Preguntó Sir Reginald, mirando a Arturo con expectación.

Arturo, aún sintiendo la incertidumbre en su interior, trató de emular la seriedad de un noble al tomar una decisión de este calibre:

—Cinco latigazos deberían ser suficientes, Sir Reginald. Queremos corregir su comportamiento, no destruirlo por completo.

Juampi, al escuchar la conversación, redobló sus esfuerzos por gritar con más furia, como si la violencia verbal pudiera contrarrestar la posible violencia física que se avecinaba.

—¡Nunca lograrán doblegarme! ¡Pueden golpearme, pero mi espíritu seguirá siendo libre! —Vociferó Juampi, desafiante.

El pequeño tritón, aunque inseguro de la decisión tomada, se mantuvo firme, tratando de cumplir con las expectativas de la nobleza que se le había impuesto. Tratando de ignorar la risotada desquiciada del esclavo, mezclada con la aparentemente eterna risa del parásito que habitaba en su interior, el niño siguió sacando cosas del armario. Aunque todos los objetos parecían ser simples y carecían de utilidad aparente, como papeles, lápices de colores, reglas, gomas y demás objetos misceláneos que Arturo no tenía ni la menor idea de cómo Juampi los había adquirido, planeaba discutirlo con Momo y Shily cuando terminaran esta tarea.

Después de vaciar el armario, Arturo no encontró nada más útil en el lugar y se dirigió a la cama, donde solo encontró el colchón mohoso donde Juampi solía dormir.

—Qué inmundicia ¿Cómo podías aceptar dormir en una cama en tal estado? —Se quejó el cerdo con desprecio.

—Tampoco es que me queden muchas opciones estando ciego, cerdo repugnante. Si tan mal te parece, puedes ocuparte de mi comodidad y conseguir otra cama tú mismo, pero algo me dice que no estás dispuesto a ensuciarte las patas —Respondió Juampi con una sonrisa burlona, desafiante ante la actitud del cerdo.

Sir Reginald, molesto por el comentario de Juampi, se aclaró la garganta antes de intervenir:

—De todas formas, hay asuntos más importantes que discutir que la calidad de tu colchón, Juampi ¿Qué más esconde este dormitorio? —Inquirió el cerdo, deseando retomar el rumbo de la búsqueda de tesoros.

Arturo, decidido a mantener cierta calma en medio de la tensión, continuó explorando la habitación. Se acercó a una mesita de luz que yacía al lado de la cama. Entre los objetos dispersos, encontró un pequeño objeto polvoriento que llamó su atención.

Era un diario polvoriento, el cual yacía sobre la mesita de luz, cubierto por una fina capa de polvo que denotaba años de abandono. La encuadernación, alguna vez elegante, mostraba signos de desgaste y descoloramiento, revelando su avanzada edad. Las páginas, amarillentas y frágiles, crujían delicadamente con cada movimiento.

La portada, aunque desgastada, aún revelaba un toque de elegancia en su diseño original. En el centro, un grabado desvaído representaba una rosa, símbolo del amor y la delicadeza. Sin embargo, la rosa parecía haber perdido parte de su esplendor a lo largo del tiempo, sus pétalos desgarrados por la nostalgia y las emociones plasmadas en las páginas.

Al abrir el diario con sumo cuidado, Arturo pudo percibir el aroma a antigüedad que emanaba de las hojas. Las letras, escritas con tinta desvanecida, narraban la historia de Juampi y Ana. Algunas páginas mostraban manchas de lágrimas secas, testigos silenciosos de los momentos más emocionales de su relación.

A pesar de su estado deteriorado, el diario emanaba una sensación de romanticismo y melancolía, como si las palabras impresas hubieran sido testigos directos de un amor que trascendía el tiempo. Era un relicario de emociones, con cada página un fragmento del pasado que capturaba la esencia de un romance perdido en los pliegues del tiempo.

—¡Hey, chicos! ¡Miren esto! —Exclamó Arturo, sosteniendo el diario en alto.

Sir Reginald se acercó con curiosidad, listos para descubrir qué secretos podía revelar el diario del antiguo ocupante de la habitación.

—Veamos qué clase de historias esconde este lugar — Murmuró Arturo, iniciando la lectura del diario con atención.

Arturo ojeó con cuidado las páginas amarillentas del diario, buscando revelaciones sobre el pasado amoroso de Juampi y Ana. Entre las líneas descubrió una narrativa íntima que contaba la historia del romance entre ellos dos. A continuación, presento fragmentos seleccionados del diario de Juampi:

> Día 1 después de conocer a Ana:

>

> Hoy, en el aula común, mis ojos se encontraron con los de Ana. Una conexión instantánea se estableció, como si el destino hubiera tejido nuestros destinos juntos. Cada palabra suya resonó en mi alma, y su risa se convirtió en la melodía más hermosa.

>

> Día 23:

>

> Ana aceptó mi invitación para pasear por los jardines. En cada paso, descubrí más capas de su ser. Su risueña personalidad esconde una profundidad que me cautiva. Me siento afortunado de haber encontrado a alguien tan especial.

>

> Día 75:

>

> Hoy confesé mis sentimientos a Ana. El miedo a su rechazo me paralizaba, pero su respuesta fue una revelación. «Juampi, siempre he sentido lo mismo», dijo con una sonrisa. El amor floreció entre nosotros como una flor que espera el momento adecuado para abrirse.

>

> Día 120:

>

> Celebramos nuestro primer aniversario con una cena íntima en los comedores al anochecer. Ana irradiaba felicidad, y cada segundo juntos se volvía un tesoro. Juramos enfrentar cualquier desafío juntos, sin importar lo que el destino nos deparara.

>

> Día 200:

>

> La vida con Ana es un sueño hecho realidad. Nuestra complicidad crece con cada día que pasa. Incluso las diferencias nos unen más. En su mirada, encuentro la fuerza para superar cualquier adversidad.

>

> Día 365:

>

> Un año juntos y aún siento la misma emoción del primer día. Pero en sus ojos noto una sombra de preocupación, todavía no conseguimos un examen secreto y sin esos libros me temo que estamos condenados al sufrimiento eterno de los desaprobados. ¿Qué desafío nos espera? Juntos, enfrentaremos el futuro.

>

> Día 400:

>

> Ana y yo nos preparamos para dar el gran examen. La ansiedad llena el aire, pero nuestras promesas de amor permanecen inquebrantables. Juntos, decidimos enfrentar el destino, sin importar las consecuencias. Nos adentramos a la gran biblioteca y conseguimos el tan ansiado libro que solo le es entregado a los verdaderos amantes.

>

> Día 410:

>

> Pasó lo que más temía… El gran examen nos separó. De ahora en adelante, Ana y yo caminamos por senderos distintos. La despedida fue dolorosa, pero nuestras memorias compartidas son un tesoro que atesoro. Tal vez, algún día, nos volvamos a encontrar en otra vida.

Arturo, al leer estos fragmentos, sintió la carga emocional que impregnaba cada palabra. La habitación resonaba con la tristeza de lo que una vez fue un amor vibrante y la melancolía de los recuerdos que permanecían en el aire. La búsqueda de tesoros ahora tomaba un matiz más profundo, mientras Arturo y sus mascotas continuaban explorando el pasado de Juampi.

Arturo continuó leyendo los fragmentos del diario en voz alta, ajeno al cambio en la atmósfera de la habitación. Las palabras resonaban, pintando vívidamente la historia de amor entre Juampi y Ana. Sir Reginald y Shily, aunque con expresiones diversas, estaban atentos a cada palabra:

> Día 415:

>

> La separación duele más de lo que imaginé. La academia nos llevó por caminos diferentes. Ana, en su camino hacia la gloria eterna, y yo, enfrentando los desafíos de la gran condena. ¿Volveremos a encontrarnos en algún momento en el vasto océano de la vida?

Arturo, al llegar a este pasaje, notó un cambio en la energía de la habitación. Un silencio tenso llenó el espacio. Juampi, sentado en un rincón oscuro, escuchaba cada palabra con una expresión que se volvía más sombría con cada párrafo. No solo eso, sino que la letra había cambiado, ya no era tan prolija ni meticulosa, sino que parecería que alguien hubiera escrito las siguientes palabras usando la boca y no las manos.

> Día 450:

>

> Las lágrimas caen en las páginas mientras escribo. Ana, mi amada, ha encontrado un nuevo amor en su camino, puedo sentirlo, ellos me lo han revelado. Las palabras son borrosas mientras trato de plasmar la realidad, acaso los condenados perdimos el derecho de sentir felicidad alguna. ¿Por qué el destino fue tan cruel de separarnos para siempre?

En ese momento, Arturo levantó la vista del diario y se encontró con la mirada de Juampi, cuyos ojos destilaban una mezcla de tristeza y resentimiento. El aire en la habitación se volvió denso, como si la sombra del pasado hubiera cobrado vida.

—¿Por qué sigues leyendo eso en voz alta? ¿Tanto te gusta torturarme? —Gruñó Juampi, levantándose de su rincón

Arturo, sorprendido por la reacción, titubeó antes de responder:

—Lo siento, no pensé que te afectaría tanto. Solo quería entender mejor...

—¿Entender qué? ¿Mi tragedia personal? No necesitas revolver en mi pasado. No es asunto tuyo. Cuando desapruebes el gran examen entenderás mi dolor perfectamente, Arturo… —Replicó Juampi, con una mezcla de enfado y dolor.

—Lo siento, Juampi, no era mi intención herirte. Solo quería compartir lo que encontramos en el diario —Se disculpó Arturo, notando la incomodidad que se había generado en la habitación. Shily y Sir Reginald no compartían una opinión similar, y mostraban su desacuerdo por la forma en que Arturo manejó la situación.

—Pues has tenido éxito. Ahora, deja de leer eso —Juampi señaló con su mirada el lugar en donde Arturo había estado leyendo su diario. La tensión en el aire se palpaba, y el silencio se volvió más denso con las emociones flotando como sombras.

Sir Reginald, percibiendo la necesidad de cambiar el rumbo de la conversación antes de que la situación empeorara, intervino:

—Juampi, comprendemos que este es un tema delicado. Tal vez deberíamos continuar con la búsqueda de tesoros y dejar el pasado atrás ¿Dónde está el tesoro que menciono Shily?

Juampi asintió con un gesto sombrío, sin dejar de mostrar su molestia. Arturo cerró el diario con fuerza y lo dejó en su sitio, respetando el espacio de Juampi. Shily, siempre curioso, parecía respetar la decisión y no insistió en el asunto.

El grupo, con el peso del pasado aún flotando en el aire, se preparó para explorar más rincones del misterioso dormitorio en busca de tesoros que pudieran ofrecer distracción y, quizás, un respiro emocional. Aunque la sombra del diario persistía, la compañía se enfocó en el propósito de la búsqueda, esperando que los tesoros por venir pudieran aliviar la atmósfera cargada de emociones encontradas.

Con la tensión del pasado disuelta en la búsqueda infructuosa de tesoros, el grupo continuó explorando el antiguo dormitorio de Juampi. A pesar de sus esfuerzos, no hallaron nada más de valor. La habitación, despojada de secretos por revelar, parecía resignarse a su estado olvidado.

Arturo, sintiendo que la aventura llegaba a su fin, decidió poner orden en el lugar. Se dirigió a Shily y Sir Reginald con determinación:

—No hemos encontrado más tesoros, pero no dejaremos ni una mota de polvo sin revisar. Ordenó que saquemos hasta la última gota de polvo de esta habitación, incluyendo esas dos misteriosas máquinas. No quiero dejar nada sin explorar.

Los tres se embarcaron en la tarea de limpieza, moviendo muebles al inventario y despejando cada rincón de la habitación.

Finalmente, con cada partícula de polvo retirada, Arturo se dio cuenta de que la aventura había llegado a su fin. El dormitorio, aunque una vez lleno de secretos y recuerdos, se mostraba ahora limpio y ordenado. El reflejo de Juampi en el espejo parecía mirar con agradecimiento la atención recibida, pese a que en realidad sus marchitos ojos miraban a la nada misma, perdidos en sus recuerdos.

—Creo que hemos terminado aquí —Declaró Arturo, observando la habitación con una mezcla de satisfacción y melancolía.

Shily y Sir Reginald asintieron, compartiendo el sentimiento de que la misión había concluido. Arturo, antes de partir, se acercó al espejo y dirigió unas palabras a Juampi:

—Gracias por permitirnos explorar tu pasado, Juampi. Espero que encuentres paz en estos recuerdos liberados.

El reflejo de Juampi, aunque sin expresión visible, pareció asentir, pese a que en realidad no hizo nada. Con eso, Arturo se volvió hacia la salida, marcando el final de esta inusual incursión en la historia de otra persona. La habitación, ahora silenciosa y limpia, quedó atrás mientras el grupo regresaba a su hogar, llevando consigo las experiencias de una aventura que desentrañó los misterios de un pasado olvidado.