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49 - Reunión de Orugas

Después de descubrir la utilidad de los nuevos trofeos, Arturo se encontraba ansioso por descubrir qué habitación había ganado con el trofeo de la “Hambruna”. No pudo resistirse y salió de su cuarto solo para regresar inmediatamente. Con la “actualización” completada, el ambiente se sentía ligeramente distinto, pero antes de aventurarse a explorar su hogar en busca del nuevo cuarto, Pompón le sugirió sabiamente que consultara con la oruga que residía en su panel de hogar. Esta peculiar criatura podría advertirle sobre cualquier nuevo peligro que hubiera en la recién adquirida habitación.

Siguiendo el consejo de Pompón, Arturo pronunció con firmeza las siguientes palabras mágicas: «Hogar, dulce hogar». En un abrir y cerrar de ojos, el reflejo en el espejo comenzó a distorsionarse, revelando lo que parecía ser un armario del mismo tamaño que el espejo. Este armario estaba construido con gruesos trozos de piedra y musgo, y en su interior, en el suelo, se encontraba un alegre bosque de champiñones coloridos.

En esta ocasión, de manera curiosa, Arturo no tuvo que tocar la secuencia correcta de champiñones para encontrar a la oruga, Azaluz. La criatura estaba disfrutando de una especie de reunión, fumando alegremente encima de un montículo de tierra. A su alrededor, otras cuatro orugas, igualmente regordetas y coloridas, se unían al festín de humo mientras charlaban despreocupadamente sobre la vida.

—No puedo creer que hayas pasado un milenio trabajando... —Comentó una de las orugas de paso, ignorando por completo la mirada del niño que las observaba desde lo alto.

—Ha sido la construcción más importante que he realizado hasta el momento, y eso que a mí de verdad me hacen trabajar. No como sus mocosos que apenas consiguen una piedra de hogar en su vida —Respondió Azaluz, liberando una densa bocanada de humo.

—La situación ha cambiado mucho desde la caída de los gremios. Ahora hay poco trabajo, pero los rumores sobre cómo trabajaron los ancianos son muchos. Dicen que se pasaban la vida construyendo maravillas —Añadió una de las orugas con notoria melancolía en su voz.

—El mundo cambia constantemente, cuando se den cuenta, les lloverán las piedras de hogar y podrán crear grandes obras —Dijo Azaluz entre risas, demostrando un humor extraordinariamente bueno.

Las orugas continuaban su animada charla, sumidas en sus propios asuntos, mientras Arturo intentaba captar su atención sin éxito. Azaluz lideraba la conversación con un aire de sabiduría.

—El invernadero lo construí hace siglos, y ahora es habitado por esas hermosas ranas que aún perduran. Fue un trabajo arduo, pero el resultado ha valido la pena —Relataba Azaluz con orgullo, mientras las otras orugas asentían con admiración.

Una de las orugas más jóvenes, de tono vibrante y ojos centelleantes, agregó emocionada: —También está la sala de aventureros que transformaste en un santuario, Azaluz ¡Es uno de los lugares más impresionantes que he visto!

Azaluz asintió con poca modestia y continuó su relato: —También tenemos un pozo, que cavé para proveer de agua al hogar. Incluso lo modifiqué para convertirlo en un tambo funcional. Pero, claro, lo más impresionante está en el subsuelo, conocido como el almacén. Ahí recibí algo de ayuda de un sirviente de la familia real de los mares, quien me enseñó a hacer las hermosas escaleras de caracol que se pueden ver dispersas por el hogar.

—¡Oh, vaya! ¿Un sirviente de la familia real de los mares? ¡Eso suena fascinante! —Exclamó otra oruga, completamente intrigada.

—Sí, trabajar con otra criatura fue fascinante. Pero no se compara con mi obra maestra, la joya oculta en el ático. Un proyecto que mantuve en completo secreto durante más de mil años —Azaluz dejó un halo de misterio en el aire, provocando la curiosidad de las otras orugas.

Arturo, intentando ser parte de la conversación, interrumpió tímidamente: —¿Puedes contarme más sobre la habitación que hay en el “ático”?

Sin embargo, las orugas parecían ignorar a Arturo, sumergidas en la trama de sus propias historias.

—... Cuando el santuario se convirtió en un lugar de peregrinación, me sentí verdaderamente satisfecho… Quién hubiera pensado que una de mis habitaciones sería un lugar tan importante para tantas criaturas —Azaluz continuó, desviando la atención de Arturo.

Las orugas siguieron compartiendo sus opiniones sobre las distintas construcciones que Azaluz había llevado a cabo a lo largo de los años. La sala de aventureros que se transformó en un santuario, el pozo convertido en tambo, y el misterioso ático que ocultaba su “gran obra”.

—¿Nunca te cansaste de trabajar tan arduamente, Azaluz? —Preguntó una joven oruga con un brillo de admiración en sus ojos.

Azaluz rió con alegría: —¡Trabajar es mi pasión! Además, siempre hay algo nuevo por descubrir y construir ¿Qué sentido tendría la eternidad si no nos dedicáramos a crear algo significativo?

Las orugas seguían inmersas en la charla, sin prestar atención a las tentativas de Arturo por unirse a la conversación. Mientras tanto, la curiosidad sobre el misterioso ático y la “gran obra” creada por Azaluz se intensificaban, dejando al joven expectante y ansioso por conocer más detalles.

Sintiéndose cada vez más frustrado por ser ignorado a medida que el cotilleo de las orugas se alargaba, Arturo decidió recurrir a métodos más extravagantes para llamar la atención de las orugas. Intentó imitar el zumbido de un insecto, saltó de un lado a otro como si estuviera bailando una extraña danza, y hasta hizo muecas cómicas en un esfuerzo desesperado por ser notado.

—¡Hey, chicos! ¿Alguna vez han visto a alguien hacer esto? —Exclamó Arturo, intentando atraer la atención de las orugas.

Pero las orugas, absortas en sus relatos y risas, parecían inmunes a las payasadas del niño. Mientras tanto, Pompón, que observaba la escena desde un rincón de la habitación, agitaba sus orejas con diversión. Finalmente, con una combinación de malabares, saltos y movimientos estrafalarios, Arturo logró lo que parecía imposible. Las orugas, interrumpiendo su charla, dirigieron sus pequeños ojos hacia el niño.

—¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí? —Dijo una de las orugas, finalmente reconociendo la presencia de Arturo.

—¿Quién iba a pensar que un humano podría ser tan entretenido? —Añadió otra oruga, soltando risitas.

Arturo, entre agotado y triunfante, se acercó al espejo con una sonrisa.

—¡Al fin! Pensé que nunca me notarían.

—Bueno, muchacho, has logrado interrumpir nuestra reunión ¿Qué es lo que tanto querías preguntarnos? —Cuestionó Azaluz con un tono seco y áspero, eliminando toda la alegría que había tenido mientras hablaba con sus compañeras orugas.

—¡Finalmente! Estuve tratando de preguntarte sobre ese misterioso ático del que hablan, tu “gran obra” ¿Qué escondes allí arriba? —Inquirió Arturo, ansioso por descubrir el secreto que rodeaba la más reciente creación de Azaluz.

Las orugas intercambiaron miradas cómplices; ellas también tenían curiosidad acerca de que les estaba escondiendo Azaluz. Este último, con una sonrisa enigmática, lanzó una pregunta intrigante: — ¿No notas nada raro en tu panel de hogar?

Ante la incógnita de Azaluz, Pompón supuso que la alterada mente de Arturo no podría responder con certeza y tomó la palabra en su lugar: —Hay dos piedras de hogar nuevas, o al menos eso creo. Hace mucho que no te visitamos, y no recuerdo haberte buscado para hablar del “almacén” o del subsuelo. También deberías notificarnos sobre ello.

—¡Ah, ciertamente me ignoraron en aquella ocasión! Y ni hablar de que destruyeron una de las canicas negras que tanto apreciaba... —Respondió Azaluz, agitando su cabeza con desaprobación. Luego, fijó sus ojos en Arturo con un gesto serio, como si esperara recibir una disculpa por parte del niño.

Arturo, notando la mirada de Azaluz, se apresuró a disculparse: —Lo siento mucho, de verdad no sabía que esa canica sería destruida ¿Podrías contarme más sobre el “almacén” y lo que está escondido en el “ático”?

Las orugas, ahora interesadas en la conversación, se acomodaron en sus posiciones mientras Azaluz continuaba con su relato: —El subsuelo es una habitación conocida como “el almacén”, un lugar donde se guardan los tesoros más preciados.

Pompón asintió ante la lógica de usar un almacén para guardar objetos, tras lo cual preguntó: —¿Y qué poderes tiene el “almacén”?

—Eso debes descubrirlo tú mismo... —Respondió Azaluz en tono tajante— Pero según los rumores, en la antigüedad los inventarios no existían y se usaban los almacenes para acumular objetos de gran valor.

Después de tomar una pausa para fumar, Azaluz, aunque aún parecía un tanto molesto, prosiguió: —Y luego está el ático, mi obra maestra. Un proyecto que ha permanecido en completo secreto durante su elaborada confesión... —Volvió a crear un aire de misterio, avivando la curiosidad de Arturo.

—¿Realmente pasó un milenio? —Preguntó Pompón con intriga.

—Un milenio para mí, unos segundos para Arturo, pero una “gran obra” no sería grande si fuera una confección que pudiera realizarse en unos pocos siglos —Respondió Azaluz con prepotencia.

—Y... ¿Qué hay en el ático? —Preguntó Arturo, ansioso por descubrir el enigma que rodeaba la “gran obra” de Azaluz.

Azaluz, disfrutando del suspense, respondió con voz pausada: —Eso, querido niño, es algo que solo los más dignos pueden descubrir. Pero antes de que puedas acceder a los secretos de ese misterioso lugar, hay algo que debes notar.

Tras mencionar eso, la oruga apuntó con su pipa a una de las nuevas piedras de hogar que se encontraba entre las paredes del armario. Solo había dos nuevas, tal y como había mencionado Pompón. Una era de color salmón y tenía un tamaño considerable; esta debía ser el almacén. La otra piedra tenía la forma de un rombo, era tan grande como un balde de agua y de un color marrón caca. Además de tener una forma distinta a las demás piedras de hogar, este gran rombo estaba rodeado por seis canicas de color fucsia, ocupando la totalidad de ranuras posibles, mientras que una canica del mismo color se encontraba incrustada en el centro del rombo, dándole un aspecto muy llamativo a la piedra de hogar.

—Hay muchas canicas. Comprendemos que eso significa que muchas, pero muchas cosas han cambiado en esa habitación. Tenemos una leve idea de cuáles son los cambios, pero nos gustaría comprender si es segura o no, y si tienes alguna información útil con respecto a la habitación —Mencionó Pompón después de echar un vistazo al gran rombo en la pared.

Azaluz se tomó una pausa alargada, generando expectación entre las otras orugas que aguardaban ansiosas la revelación de los secretos detrás de la “gran obra” en la que Azaluz había estado trabajando durante más de un milenio.

—Tienes razón, muchas cosas han cambiado… Ahora, respecto a esta piedra marrón caca —Dijo Azaluz con un tono de confianza y misterio— representa la habitación que llamamos “El comedor”. Pero no pienses en un simple comedor; es considerablemente grande y especial.

Las otras orugas dejaron escapar un suspiro colectivo de anticipación, imaginando la magnitud de lo que se avecinaba en la narrativa de Azaluz. Después de un breve momento, Azaluz continuó, creando una atmósfera envolvente con su relato.

—Este comedor, antes modesto, se transformó en algo excepcional. Y todo gracias al poder oculto en las canicas fucsia que rodean la gran piedra de hogar —Señaló hacia el rombo marrón rodeado por las brillantes esferas de color fucsia— Esas canicas tienen un don peculiar, un poder que modifica la realidad. En su interior se encuentran los secretos de los antiguos cocineros, se las bautiza como “La cocina”.

Las orugas, fascinadas por la revelación, se miraban entre sí con entusiasmo, imaginando el impacto de este extraordinario poder en la habitación del comedor.

Pompón murmuró: —Oh, así que se juntaron el comedor y la cocina…

Azaluz, sin prestar atención al comentario de Pompón, continuó con su explicación:

—El poder de estas canicas fucsia logró infundir el comedor original con las habilidades y encanto de “La cocina”, creando una sinergia perfecta entre ambas habitaciones. El resultado es un lugar único y espléndido.

—¡Increíble! —Exclamó una de las orugas más jóvenes, incapaz de contener su emoción.

Azaluz, disfrutando de la atención que sus palabras generaban, añadió más detalle a su historia: —Todo comenzó cuando incorporé la primera canica fucsia. En ese momento, me di cuenta de que ambas habitaciones eran sinérgicas entre sí. El poder oculto en las canicas se incrementó exponencialmente, creciendo más allá de lo que podría haber imaginado.

La atmósfera en la habitación se llenó de asombro y admiración mientras las orugas procesaban la magnitud de la transformación de la simple habitación en una grandiosa amalgama de comedor y cocina.

—Pero el gran secreto me fue revelado únicamente después de colocar las seis canicas fucsias, completando la serie de la cocina…. —Continuó Azaluz con solemnidad— Hubiera llevado un siglo, a lo sumo, completar las modificaciones de las canicas. Pero, algo inusual sucedió una vez que las seis estuvieron en su lugar.

Arturo, Pompón y las otras orugas se miraban entre sí, capturados por la historia de Azaluz. La oruga continuó con su relato, revelando un giro inesperado:

—Este evento extraordinario es lo que nosotros, los constructores, llamamos “gran obra”. Solo se manifiesta en circunstancias prácticamente imposibles de cumplir. En este caso, reunir las seis canicas fucsias y ser lo suficientemente astuto para colocarlas en el comedor.

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Tomando una pausa para fumar, Azaluz continuó: —Después de darme cuenta de que estaba frente a una “gran obra”, mis planes cambiaron. Sabía que esta tarea me llevaría varios siglos, pero también entendí que los frutos de mis esfuerzos serían recompensados…

Después de una breve pausa dramática, Azaluz continuó con la última parte de su asombroso relato: —Al final de mi larga travesía, logré construir la gran obra que es conocida como «La tierra embrujada». Este lugar posee un poder único: dota de vida a todos los alimentos presentes en el comedor, creando una habitación donde todo es comestible y la comida no solo es infinita, sino que tiene vida propia.

El relato de Azaluz sobre «La tierra embrujada» había dejado a todos en la habitación maravillados y asombrados. Arturo y Pompón miraban a la oruga con ojos llenos de admiración y curiosidad.

—Entonces, ¿hay algún peligro oculto en la habitación? —Preguntó Pompón, no perdiendo el motivo por el cual estaban hablando con Azaluz en primer lugar entre todas las pausas dramáticas y divagaciones de la oruga.

Azaluz, sin titubear, sorprendió a todos con una respuesta tajante y tosca, pero que resonó como un rayo por las paredes del hogar: —Sí, la habitación conduce a una muerte segura.

El repentino cambio en el tono de Azaluz dejó a Arturo y Pompón paralizados. Era la primera vez que la oruga advertía sobre algo terrorífico y malévolo que se había colado en su hogar. La ansiedad se apoderó de la habitación, pero antes de que el pánico pudiera instalarse por completo, Azaluz liberó una densa bocanada de humo de su pipa.

—Tranquilo, niño. Eso es cosa del pasado. Por “fortuna”, la habitación es segura, ahora… —Aseguró Azaluz, intentando disipar el temor que se había instalado en la habitación.

Aunque la respuesta de Azaluz proporcionó cierto alivio, Pompón, no quedó satisfecho y decidió ahondar más en el asunto.

—¿Qué tipo de peligro es el que se escondía?, recuerdo claramente cómo terminó la historia del trofeo que nos dio esta “gran obra”, y el pobre diablo que consiguió por primera vez esta habitación terminó muerto el mismo día en que se aventuró a probar sus manjares —Manifestó Pompón, con escepticismo.

Azaluz, después de una pausa, comenzó a narrar una historia que, en un principio, parecía una fábula infantil. Era la historia de la Tierra Embrujada, un cuento para niños que, para sorpresa de todos, resultó ser más que una simple fantasía.

En la Tierra Embrujada, todo era comestible. Existían hombres de galletita que caminaban por praderas de verdura, peces de caramelo nadaban en ríos de leche, habas de jamón cocido crecían en campos de pasto de salmón y, en los bosques, insectos de papas fritas zumbaban entre las hojas de queso. Una tierra donde la alegría y la delicia parecían infinitas.

Sin embargo, la felicidad y la dulzura escondían un oscuro y terrible secreto que, aunque no se revelaría completamente en ese momento, pesaba en las palabras de Azaluz. La narrativa de la Tierra Embrujada tomaba un giro inesperado y dejaba un aire de misterio suspendido en la habitación.

—La Tierra Embrujada es mucho más que una fábula. Es un recordatorio de que incluso en los lugares más encantadores puede ocultarse la maldad… —Concluyó Azaluz, dejando un suspenso intrigante en la habitación. El humo de su pipa se disolvía en el aire mientras todos procesaban la información, y el secreto de la maldad aún no contado se mantenía suspendido en el misterioso rincón del espejo.

—¡¿Qué se esconde en esas tierras?! —Preguntó Pompón con cierta histeria.

—¡La bruja! ¡La bruja que come niños! —Gritó Arturo, su voz cargada de temor. Sus ojos se movían nerviosos, y la imagen de una mujer con arrugas y la nariz abultada como un pájaro parecía acechar en cada sombra de su hogar.

—Sí, en la Tierra Embrujada hay una bruja. Para un niño, es algo obvio, pero te sorprendería saber la cantidad de gente que ha muerto por no preguntar a los constructores y aventurarse a explorar la habitación por su cuenta… —Advirtió Azaluz, su voz resonando con sabiduría y experiencia.

Una de las orugas, aparentemente la más vieja y sabia, intervino con una voz pausada mientras se tomaba una pausa para fumar lentamente:

—No todos los constructores dicen la verdad bajo estas condiciones… Hay pocos con tan buen corazón como tú, Azaluz… o al menos eso es lo que un idiota pensaría… —Comentó, dejando una pausa significativa. Ninguna otra oruga se atrevía a interrumpir el silencio incómodo que se había formado— Lo cierto es que la gran obra llamada «La tierra embrujada» es una trampa mortal. Pero la trampa no está en la bruja, ni mucho menos en las adorables criaturas de la tierra embrujada, la trampa mortal es que muchos constructores consideran que la cereza del pastel de esta gran obra es la muerte del dueño del hogar. Es el último ladrillo que poner. Cuando la bruja se come al dueño de la casa, se puede decir que esa obra concluyó. Por eso permanecíamos callados, esperábamos que mandaras a morir a este muchacho, pero parece que algo ocurrió, ¿no es así, Azaluz?

Azaluz, sin el menor pudor, afirmó: —Evidentemente... —Dió una gran calada, dejando claro que no le parecía un delito enviar a un niño a su muerte para que su cadáver culminara su gran obra.

Las palabras de Azaluz hicieron que Pompón se estremeciera de ira y asustaron tanto a Arturo que se le escapó un gemido de temor. Sin embargo, Azaluz no mostró ninguna vacilación mientras continuaba narrando la fábula de la «Tierra Embrujada», impidiendo que Pompón expresara sus pensamientos. El aire estaba cargado de tensiones y secretos, mientras el relato se desenvolvía y la verdadera naturaleza de la “gran obra” comenzaba a emerger con sombras aún más profundas.

En la fábula, la malvada bruja engordaba a los niños para consumirlos como cerdos en un matadero. Sin embargo, a diferencia de la fábula tradicional, una extraña sinergia ocurrió cuando la habitación fue formada.

Azaluz explicó como el guardián de mundos, un ser divino encargado de velar por la seguridad entre dimensiones, advirtió la presencia desconocida que se había infiltrado en el hogar. En respuesta a esta amenaza, una sinergia de proporciones nunca antes vistas tuvo lugar. Los exploradores, guardianes de la dimensión, salieron para investigar quiénes habían cruzado el portal sin previo aviso. Trágicamente, ninguno de ellos regresó con vida. Ante la creciente amenaza, cientos de exploradores fueron enviados a las nuevas tierras que habían surgido en el ático.

Solo uno de ellos logró sobrevivir y regresar a salvo, revelando la existencia de la bruja. Conscientes de que su mundo estaba en peligro, el concilio de sabios, representantes de todas las razas en ese universo, se comunicó con los dioses para abordar la amenaza. Fue entonces cuando la señal fue dada, y la gran marcha comenzó. Los estandartes de todas las razas se alzaron en lo alto, marcando el inicio de una guerra sin precedentes entre la bruja y los antiguos habitantes de este dormitorio.

La guerra duró cien años, un conflicto épico que desafiaba las leyes del tiempo y del espacio. Arturo y Pompón escucharon atónitos, con la boca abierta y una incredulidad absoluta, la épica historia que se había desarrollado en este hogar durante los pocos segundos que estuvieron ausentes.

Finalmente, la bruja fue asesinada y su cabeza fue sumergida en las profundas aguas del lago sagrado, marcando el fin de la amenaza que había acechado la Tierra Embrujada.

Arturo, sumido en un silencio pesado, se aventuró hacia el centro del lago que ocupaba la habitación de Copito. Para su sorpresa, notó algo borroso y enigmático en el fondo del lago. Su incredulidad y la necesidad de descubrir la verdad lo llevaron a levantar el objeto oculto. Un grito seco escapó de su boca al descubrir lo que yacía escondido: la cabeza de la malvada bruja.

La cabeza era macabra y perturbadora. Su piel tenía un tono pálido y descompuesto, como si hubiera pasado siglos bajo las aguas del lago “sagrado”. Los ojos de la bruja aún mantenían una malicia inquietante; se movían con un frenesí casi maníaco, como si hubieran caído completamente en la locura. La mirada era penetrante y parecía seguir cada movimiento en la habitación con una malevolencia persistente.

La cabeza de la bruja estaba coronada por un enredo de cabellos negros y grasientos que se aferraban a su rostro deformado. La nariz, abultada y torcida, le confería una expresión grotesca. La boca, aún con restos de un maquillaje desgastado, estaba congelada en una sonrisa retorcida, como si la malvada criatura se regodeara incluso en su muerte.

Los dientes, afilados y desordenados, añadían un toque de horror a la escena. La piel de la bruja estaba marcada por arrugas profundas y líneas de expresión retorcidas. El conjunto creaba una visión aterradora y surrealista, un recordatorio tangible de los horrores que habían asolado la guerra que tuvo lugar en este dormitorio.

Arturo, con los ojos fijos en la macabra cabeza, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. La realidad de la historia que Azaluz había contado se manifestaba frente a él de una manera tangible y espeluznante. El silencio se intensificó en la habitación, solo interrumpido por la respiración agitada de Arturo y el tenue chapoteo del lago sagrado.

Pompón, en un estallido de incredulidad y molestia, exclamó: —¿Entonces estas pequeñas mierdillas que deambulan por nuestro hogar fueron las que nos salvaron la vida? No puedo creerlo... ¡Me niego a tragarme semejante mierda!

Azaluz, con firmeza, respondió: —Eso fue lo que ocurrió. Lo cierto es que, debido a sus palabras amables, la bruja logró convencer al Capitán Marinoso de que era una entidad benevolente. También engañó al resto de tus mascotas haciéndoles creer que era simplemente una anciana amigable que hacía dulces y contaba historias infantiles. Lo curioso es que Copito fue el primero en confiar en la bruja; se mostró amigable con ella desde el principio, presentándola al resto de las mascotas. Fue él quien la introdujo al resto de habitantes de tu hogar, ya que sus exploradores la habían descubierto. Según los propios “mini-humanos”, muchos habían perecido “por pequeños percances y errores de comunicación” que dejaron una mala impresión en la bruja. Si tan solo Shily no se hubiera ido, ese parásito traicionero hubiera entendido todo lo que estaba ocurriendo a la perfección, pero lamentablemente su pacto lo forzaba a partir, y no pudo permanecer en esta habitación durante el milenio que duró la construcción.

—Tu historia no tiene sentido, si Copito estaba feliz con la bruja, ¿por qué mandó a sus criaturas a matarla? —Preguntó Arturo, notando la grave inconsistencia en la historia que le estaban contando.

—La clave es que Copito se mostraba feliz, pero en realidad no estaba para nada contento con la presencia de la bruja en este hogar…—Respondió Azaluz, desafiando la paciencia de los presentes mientras se tomaba una larga pausa para fumar— Resulta que, por alguna extraña razón, fuiste tan estúpido como para poner como contraseña de tu hogar el nombre de una criatura tan absurda e idiota como solo un puffin puede serlo. Y como la bruja no conocía la contraseña… la bola de pelo se enfadó mucho… mucho más de lo que podrías imaginar. «¿Cómo se atrevía esta intrusa a entrar a mis dominios sin alabarme?», se repetía Copito todas las noches en su castillo mientras la bruja construía su reino de fantasía. Eso, junto con el hecho de que no estuvieras cerca para controlarlo, hizo que Copito decidiera matar a la bruja antes de que la conocieras. Por lo tanto, la realidad es que Copito buscó matar a la bruja por mero capricho, y no que la bruja buscó matar a todos los presentes. De hecho, como te conté, ninguna de tus mascotas intervino en la “pelea” entre los dos habitantes del hogar, y mucho menos el Capitán Marinoso, supuestamente el guardián de tu santuario, quien debería haber sido el encargado de acabar con la malvada criatura.

—¡No tiene sentido! ¿Cómo puede ser que nadie hizo nada cuando notaron que una guerra había empezado?... —Preguntó Pompón, visiblemente aturdido.

—El único que sabía de lo que podía llegar a ser capaz el malnacido puffin era el gusano gigante, y bien se guardó el secreto para sí mismo; el resto tomó el asunto como un juego hasta que fue demasiado tarde... —Respondió Azaluz con lentitud, como si cada palabra pesara en su memoria— El gusano gigante había observado cómo, sistemáticamente y metódicamente, Copito asesinaba a cualquiera que entrara en este hogar sin conocer la contraseña, aparentemente muchos otros cayeron víctimas de su odio antes de la bruja.

—Imposible… —Murmuró Pompón, atónito por lo que estaba escuchando.

—¿Te refieres a la criatura que vino a visitar el santuario? —Preguntó Arturo, mostrándose sorprendido de que el tierno Copito fuera el verdadero responsable del asesinato que habían ocurrido en su hogar hace no mucho.

—Muchos sacerdotes decidieron peregrinar este santuario, pero ¿acaso viste a alguna de esas criaturas? No, todas fueron asesinadas y sus cadáveres fueron ocultados en las mazmorras más profundas del castillo en miniatura, minuciosamente y secretamente, donde nadie podía encontrar sus restos. Solo uno de estos sacerdotes logró evitar que su cuerpo fuera descuartizado, gracias a que alcanzó a pedir ayuda a la estatua del kraken antes de morir. El resto ahora descansa en el castillo, pese a que ahora son solo huesos y polvo —Respondió Azaluz, dejando atónito al niño — Si solo hubieras descubierto la verdad, si no hubieras caído en el engaño de esa bola de pelo y lo hubieras castigado por sus malos actos. Ahora la bruja podría estar con vida, esperando cumplir su verdadero propósito y coronando de tal forma mi más grandiosa obra: ¡Pero eres un grandísimo idiota, Arturo! ¡¿Cómo se te ocurrió siquiera pensar que el gusano gigante había salido de su montículo para matar a alguien?!

—Sigo sin comprender, ¿por qué nadie detuvo a Copito? —Respondió Pompón con seriedad— ¿Por qué dejarían que mataran a la “pobre” e inocente bruja?

—Porque era un “juego”, un largo, pero un simple “juego”. Nadie suponía que la “amable” bruja pudiera ser asesinada. En definitiva, tanto Copito como la bruja son inmortales. Por un lado, mientras Arturo esté con vida, el puffin no puede morir, mientras que por el otro, mientras la piedra de hogar y las canicas están intactas, la bruja no puede morir. Por lo tanto, era un juego largo y pesado, incluso la propia bruja supuso que el tierno y agradable puffin estaba jugando ¡Todos pensábamos eso! —Gritó con enojo Azaluz, perdiendo el control por completo— Obviamente, hubiera tratado de proteger a la bruja si el maldito puffin hubiera dado el menor indicio de que sus malditas minicriaturas habían desarrollado una forma de destruir la conexión entre el alma de la bruja y mi gran obra ¡Pero nos engañó a todos! ¡Esa rata blanca sin corazón nos engañó a todos!

—¡Eso es imposible! —Gritó Pompón, molesto por el desarrollo de los acontecimientos, pero aún más irritado con la oruga, que descaradamente afirmaba en voz alta que prefería que Arturo hubiera muerto para terminar su gran obra.

No obstante, fue otro testigo el que aclaró la situación: Sir Reginald apareció en la entrada de la habitación repentinamente. Se encontraba visiblemente triste y enojado, con los ojos llenos de sangre y llorando estrepitosamente mientras decía con esfuerzo:

—¡Fue esa rata peluda, Arturo! ¡Esa bestia traicionera mató a nuestra querida amiga! La pobre bruja no merecía ser traicionada de esa forma.

—¿Qué pasó, Sir Reginald? —Preguntó Pompón, visiblemente confundido, al ver al cerdo tan molesto por la muerte de un ser tan malvado.

—¡El juego!, o mejor dicho, la guerra de los dos mundos, llegó a un final muy alegre. El ejército de golosinas y hombrecitos de galletitas hizo las paces con el ejército de salvajes y bestias que lidera esa rata peluda —Chilló Sir Reginald mientras rompía en lágrimas— Todos iban a celebrar un banquete juntos para conmemorar el final de la guerra. Copito en persona me pidió, dando brincos alegres, que invocara algo especial para la ocasión ¡Esa rata traidora me hizo cómplice de su asesinato, Arturo!

—Sí, Copito nos engañó a todos…—Murmuró Azaluz, ya habiéndose tranquilizado, pese a que su voz aún cargaba con un dolor profundo— Cuando la bruja bajó por las escaleras, jamás se imaginó que el grandísimo malnacido de Copito no le había preparado un banquete, sino que en su lugar le había preparado una última cena.

—Ella bajó sola, indefensa, con su característica amable sonrisa de abuelita ¡Hasta trajo manzanas caramelizadas que había cocinado con sus propias manos!... Pero Copito no mostró piedad alguna… Esa bola de pelo…—Chilló el cerdo, llorando tan fuerte que sus últimas palabras fueron ininteligibles.

—Aún lo recuerdo, Arturo…—Murmuró Azaluz, con nostalgia. Su tono era lúgubre, como si lo que hubiera sucedido durante ese banquete fuera una auténtica tragedia— Aún recuerdo cómo saltaba Copito al ver a la pobre bruja entrando en cuarto, era alegría, una alegría tan sincera e infantil que ni hasta el mismísimo diablo podría desconfiar de sus tiernos ojos. Pero al finalizar el banquete lo entendí todo, esa alegría era debido a que finalmente los magos de la torre habían encontrado una forma de destruir por completo a la bruja, y la muy idiota había caído en la trampa: La guerra entera fue simplemente una artimaña para ganar tiempo. ¡Cada batalla, cada estratagema, todo formaba parte de un siniestro plan! Desde el mismo día en que Copito introdujo a la anciana al círculo de mascotas, esa bola de pelo sabía exactamente cómo concluiría sus retorcidos planes.

—¡La mató! ¡La descuartizó! Y no tienen ni la menor idea de cómo la torturó antes de arrancarle la cabeza —Bramó Sir Reginald con cólera.

—Todo duró menos de un minuto. Nadie era consciente de que la bruja había perdido la conexión que la hacía inmortal. Nadie entendía qué estaba ocurriendo, nadie entendía sus gritos de dolor…—Dijo con una calma sepulcral Azaluz.

—¡Estábamos tan traumatizados con los gritos desesperados de ayuda de la anciana que no podíamos movernos! —Añadió el cerdo.

—¡Paralizados ante la alegre y feliz sonrisa de Copito mientras mutilaban a la bruja!— Gritó Azaluz, perdiendo la calma nuevamente.

—Nos quedamos mirando el espejo como idiotas durante horas, Arturo… Incrédulos de lo que acababa de pasar… paralizados por la celebración que estaban llevando a cabo los minihumanos… Pero ella no aparecía… Ella había muerto… —Murmuró Sir Reginald.

—Irónico, muy irónico la verdad…—Murmuró la oruga anciana, que sin escrúpulo alguno había revelado las verdaderas intenciones de Azaluz hace tiempo atrás.

—¿Qué es irónico? Si no fuera porque Copito es un asesino psicópata, nos hubiera comido esa bruja de mierda —Gritó Pompón agitando su patita con enojo.

—La bruja, que tanto se deleitaba comiendo niños indefensos, terminó siendo devorada por la criatura más indefensa del hogar ¿Eso no te resulta muy irónico, conejito? —Dijo la oruga anciana con una sonrisa macabra en el rostro mientras se escondía entre su nube de humo, desapareciendo de las miradas aturdidas de los presentes.

Con estas impactantes revelaciones, el capítulo llega a su fin, sumiendo a los personajes en una mezcla de horror, traición y desconcierto. La habitación, una vez llena de secretos, ahora se convierte en un testigo mudo de los oscuros acontecimientos que ocurrieron en su interior.