Arturo seleccionó las ventanas de su inventario y las instaló en su hogar. Una de ellas encontró su lugar en la habitación de los alimentos, mientras que la otra se instaló en el cuarto de Anteojitos. Lo que resultó curioso fue que la vista que ofrecían ambas ventanas era idéntica, independientemente de dónde se colocarán.
Aunque el paisaje no variaba por la ubicación de la ventana, aún se podía seleccionar un paisaje distinto para cada ventana, por lo que Arturo decidió colocar el paisaje que mostraba el callejón sombrío en la habitación de Anteojitos, mientras que el paisaje que representaba un bosque oscuro se ubicó en la otra habitación.
Una vez satisfecho con su elección, Arturo continuó organizando los objetos que había obtenido durante el intercambio de número de puesto. La mesa, el banco y la alfombra encontraron su sitio en la pequeña habitación que previamente solo albergaba una maceta. Arturo aprovechó al máximo el espacio de este cuartito, colocando la segunda maceta, llenando prácticamente todo el espacio disponible en la habitación con estos elementos cuya utilidad era más bien limitada.
La transformación de las habitaciones comenzó a tomar forma, y Arturo estaba satisfecho al ver cómo los objetos que había adquirido encontraban un nuevo propósito y daban vida a estos espacios anteriormente vacíos. Tras haber acomodado estos 6 objetos, quedan los otros diez objetos que lograron llamar la atención de Arturo durante el intercambio de puestos. Estos objetos se diferenciaban de los últimos 6, dado que el joven los había adquirido a conciencia cuando aún había muchas ofertas por elegir.
Arturo decidió empezar por sus adquisiciones relativamente más valiosas, esta era una tarjeta de aventura, dos piedras del tamaño de una canica con un pequeño martillo inscripto en su superficie y cuatro pergaminos para desbloquear paisajes. Siguiendo a estos objetos venían los objetos de menor valor, pero aun así costosos, estos eran dos ofrendas y un anillo oxidado. Así, se totalizaban los diez objetos adquiridos por Arturo, y dado que el valor de una ofrenda se equiparaba al de una reliquia, se podía inferir que los obsequios costosos eran objetos que no podían ser comprados por las reliquias, o al menos Arturo desconocía de ese hecho.
Arturo procedió a iniciar la extracción de los objetos y su posterior renombramiento. Con cautela, retiró la tarjeta de aventura que había adquirido a un alto costo y procedió a verificar la presencia de tanto el dibujo distintivo como las palabras mágicas que caracterizaban estas tarjetas. Asimismo, al examinar el dorso de la tarjeta, el joven notó que estaba adornado con la imagen de un mono, lo que indicaba que la tarjeta formaba parte de la colección del mono que habla.
—Entonces, ¿de verdad hay un mono parlante ayudando a los estudiantes?—Murmuró Arturo mientras observaba el dibujo del mono alegre. Las leyendas y los rumores acerca de este animal eran numerosos, y siempre era una noticia emocionante encontrarlo, por lo que su fama se propagaba rápidamente.
La cara principal de la tarjeta estaba compuesta por la imagen de lo que aparentaba ser una fuente termal. En el centro de la fuente, un géiser, cuyas aguas cristalinas y tibias ascendían con gracia desde el corazón de la tierra, se erigía majestuosamente. El vapor se alzaba en espirales etéreas, difuminando los contornos de los alrededores, creando una atmósfera cargada de misticismo. Los alrededores de la fuente estaban adornados con rocas milenarias cubiertas de líquenes y musgo, como guardianes silenciosos de este oasis de calma. La luna roja en el cielo arrojaba destellos carmesí sobre la superficie del agua, transformándola en un espejo líquido que reflejaba los cielos y las siluetas de árboles frondosos que se alzaban en la distancia. El entorno exudaba una sensación de paz y relajación, como si fuera un portal a un mundo donde lo divino se entrelazaba con lo terrenal.
—¡Mira esto, Pompón! La luna de sangre también está en el dibujo de mi tarjeta—Mencionó Arturo con asombro.
El conejo observó con curiosidad y respondió:
—Parece que la tarjeta refleja cómo se ve el mundo actualmente en ese lugar. No tendría sentido que hubiera una luna roja en el cielo en la época en la que adquiriste esta tarjeta de aventuras. Lástima, si no fuera por la perturbadora luna de sangre en el cielo, sería un sitio hermoso para visitar algún día.
Abajo del dibujo se encontraban escrito las siguientes palabras mágicas:
> “En un lugar de relajación y paz me encontrarás sin igual, allí donde burbujeo y fluyo, soy un regalo natural. En el invierno soy un abrazo, en el verano un ritual, me hallarás en la montaña en mi rincón especial. Mis aguas tibias te envuelven como un manto celestial, relajando tu cuerpo y mente en mi baño espiritual. En mi abrazo curativo hallarás un bienestar total, y en mi calor de buen corazón hallarás un tesoro especial. Soy un regalo de la tierra de origen ancestral, donde el tiempo se detiene en mi fuente natural. ¿Quién soy?”
Tras terminar de inspeccionar la tarjeta de aventuras, Arturo la guardó y retiró de su inventario las dos canicas que había obtenido comprado hace más de un milenio.
La primera de las dos canicas que Arturo adquirió destaca por su pureza y su deslumbrante color blanco, que parece resplandecer con una luminosidad propia. La superficie de esta canica blanca era de un mármol completamente liso y pulido, donde destacaba el martillo inscripto como el gran protagonista. Su forma era perfectamente esférica y en su interior, se podían apreciar leves remolinos de un blanco aún más puro, lo que le confería una sensación de profundidad hipnotizante. Cuando la sostenías en la mano, la canica blanca parecía irradiar una energía calmante y serena, como si estuviera imbuida de la esencia de la paz y la pureza.
Por otro lado, la segunda canica que Arturo posee se destacaba por su enigmático color violeta profundo, que evocaba la imagen de una flor delicada. La superficie de esta canica era sorprendentemente suave al tacto, como si estuviera cubierta por una capa invisible de terciopelo. A diferencia de la canica blanca, la violeta tenía una forma ligeramente irregular, como si hubiera sido moldeada por la propia magia. En su interior, los tonos violetas se mezclaban en un espiral hipnótico, creando un efecto visual casi hipnotizante. Cuando sostenías esta canica en la mano, sentías una energía misteriosa que emanaba de ella, como si estuviera cargada de secretos ancestrales. El martillo inscrito en su superficie estaba adornado con símbolos arcanos y jeroglíficos inentendibles.
—¿Para qué sirven esas canicas?—Preguntó Pompón, observando cómo Arturo las sostenía con gran precaución, como si temiera que se deslizaran de sus manos y se hicieran añicos al chocar contra el suelo.
—Supuestamente, estas canicas modifican cosas, en este caso pueden cambiar mi dormitorio, pero no tengo ni idea de lo que hacen—Respondió Arturo.
Desafortunadamente, nadie solía explicar las funciones de los objetos que vendían, por lo que la única forma de descubrirlo era a través de rumores. De esta manera, Arturo se dio cuenta de que estas canicas ocultaban un secreto peculiar que merecía la pena desvelar. A pesar de ello, dicho secreto permanecía envuelto en un manto de misterio, lo que hizo que Arturo se sumergiera aún más en su curiosidad, imaginando las infinitas posibilidades que estas canicas podían ofrecerle.
Para satisfacer su inquietud, Arturo habló con voz firme y pronunció las siguientes palabras mágicas:
> "Hogar, dulce hogar."
Después de pronunciar esas palabras mágicas, el panel del hogar comenzó a aparecer en la superficie del espejo, lo que hizo que Arturo, impaciente, comenzara a tocar los champiñones dispersos en el suelo, creando la melodía que servía como señal para convocar a la oruga que era el guía de este lugar.
Siguiendo el ritmo de la música, los champiñones comenzaron a hundirse lentamente en el suelo hasta que finalmente se reveló la ubicación de Azaluz, el constructor, quien estaba fumando de su pipa con una calma y alegría contagiosas.
—Mucho gusto, Arturo. ¿Has conseguido otra piedra de hogar? —Preguntó la oruga, mientras exhalaba tranquilamente una bocanada de humo.
—No, pero obtuve estas canicas. ¿Podrías decirme qué son?—Preguntó Arturo, ansioso por confirmar los rumores que había escuchado.
Azaluz contempló las canicas con una mirada sabia y curiosa mientras mantenía su pipa encendida. Sus ojos, profundos y centelleantes como dos luceros en la penumbra, estudiaron detenidamente las misteriosas esferas que Arturo había traído consigo. Con un gesto lento y pausado, exhaló una densa nube de humo que se arremolinó en el aire antes de desvanecerse en espirales hipnóticas.
—Estas canicas... —Murmuró Azaluz con una voz que parecía resonar con la tranquilidad del entorno—Son objetos de gran antigüedad y poder. Tienen el don de modificar la realidad a su alrededor, pero su verdadero propósito está oculto en los ecos del tiempo.
Arturo asintió, sus ojos centelleaban de la emoción contenida en su interior, mientras que la mano que sostenían las caninas le temblaban débilmente.
—Entiendo que su secreto sea un enigma—Respondió Arturo—Pero estoy dispuesto a descubrirlo. ¿Puedes darme alguna pista sobre cómo usarlas?
Azaluz exhaló una nube de humo mientras estudiaba detenidamente las canicas en las manos de Arturo. Sus antenas vibraron en señal de interés, y después de un breve silencio, finalmente respondió con su voz suave y reposada:
—Estas canicas, joven Arturo, poseen un poder excepcional, pero conllevan una particularidad. Solo pueden ser utilizadas una vez, y una vez activadas, no podrás recuperarlas. Además, el secreto que albergan solo se revelará en el momento en que decidas emplearlas. Por lo tanto, debes meditar si el valor de descubrir ese secreto supera su sacrificio.
Después de unos momentos de reflexión profunda, Arturo consideró que si lo que descubría resultaba decepcionante, ya no podría vender las canicas en el futuro próximo. Sin embargo, esta decisión había sido tomada en su corazón desde hacía mucho tiempo, por lo que finalmente habló en voz baja:
—Azaluz, creo que mi anhelo de descubrir lo que estas canicas ocultan supera cualquier precaución. Estoy dispuesto a usarlas. ¿Cómo lo hago?
Azaluz lo observó con ojos comprensivos y su pipa aún humeante, como si tratara de recordar qué aspectos eran importantes a tener en cuenta al usar los modificadores, hasta que finalmente recordó y habló con calma:
—Las canicas se colocan sobre las piedras de hogar dispersas por tu panel de hogar, pero existen reglas importantes que debes considerar. No puedes poner una canica del mismo color que la piedra de hogar a la que deseas incorporar. Además, cada canica pertenece a una serie, lo que significa que, una vez que coloques una canica de un color en una piedra de hogar, no podrás colocar otra de un color diferente en la misma piedra. Por último, la cantidad de canicas que puedes colocar depende de cada serie, y te resultará intuitivo comprender cuántas canicas necesitas del mismo color para completar una serie.
Luego de explicar estas reglas, la oruga procedió a dar un ejemplo con mayor detalle:
—Tomemos tu canica blanca como ejemplo. Puedes colocarla en cualquiera de tus cuatro piedras de hogar actuales, ya que estas son de colores diferentes: gris, azul, verde y rojo. Sin embargo, una vez que coloques la canica blanca en alguna de estas piedras, no podrás introducir tu canica violeta en las ranuras que se formarán alrededor de la piedra de hogar. Por último, para poner una canica en una piedra, simplemente empuja la canica hacia la piedra en cuestión.
Arturo asimiló las indicaciones y optó por colocar la canica blanca sobre la piedra de hogar de color rojo, la cual era la habitación de la comida y también la única habitación que tenía un tamaño similar a la habitación de Copito. Al hacerlo, el joven observó cómo la canica blanca fue absorbida por la piedra roja.
En un abrir y cerrar de ojos, una canica blanca emergió de los costados de la piedra roja, y a medida que aparecía, una delicada trama de entrelazados comenzó a envolver la piedra de hogar, formando un círculo alrededor de esta. Sobre ese círculo, se ubicaban cinco ranuras circulares dispuestas de forma simétrica, creando un patrón de uno en la parte superior, dos en el medio y dos en la parte inferior.
Sin embargo, una de las ranuras inferiores ya estaba ocupada por la canica de color blanco, dejando solo cuatro espacios disponibles para completar la serie de canicas blancas. Impaciente, Arturo se dirigió a Azaluz con una pregunta ardiente:
—Azaluz, ¿qué he obtenido? ¿Cuál es el secreto oculto en esta canica?
La oruga examinó detenidamente el patrón de las ranuras y la canica blanca con ojos brillantes. Sus antenas vibraron con emoción mientras buscaba las palabras adecuadas para explicar la magnitud de lo que Arturo había desencadenado. Sin embargo, sus palabras parecieron no coincidir con la expectativa que su actitud corporal generaba:
—No tengo ni idea, joven Arturo. Deberás abandonar tu hogar, y regresar a él para actualizarlo. Luego visitarme nuevamente para obtener mi veredicto.
Arturo se preparó para seguir las indicaciones, pero antes de que pudiera marcharse, fue interrumpido por el repentino grito de la pequeña oruga:
—¡Pero recuerda mi orden! ¡No te atrevas a curiosear en la habitación en la que introdujiste tu canica antes de visitarme!
El grito de la pequeña oruga resonó en los oídos de Arturo, enviando un escalofrío por su espina dorsal. La orden de Azaluz había sido firme y amenazadora, y sus palabras se quedaron suspendidas en el aire como una advertencia siniestra. La mirada de la oruga se había tornado inquietante, como si ocultara un secreto oscuro detrás de sus ojos brillantes.
—¡No olvides mi advertencia!, o me temo que las consecuencias serán nefastas…—La oruga repitió con una voz cargada de un tono amenazante. El cambio repentino en su comportamiento dejó a Arturo desconcertado y un sentimiento de inquietud se apoderó de él.
Tras notar que Arturo se había quedado paralizado del miedo, Azaluz continuó su advertencia, mientras sus palabras resonaban con un eco discordante en el boque de champiñones que lo rodeaba:
—Si te aventuras a la habitación modificada antes de venir a mí, enfrentarás las consecuencias de un poder que no puedes comprender. Los secretos ocultos en las canicas son antiguos y mucho de ellos muy oscuros. Tu imprudente curiosidad podría desencadenar fuerzas incontrolables que terminarían costándote la vida.
El temor se apoderó de Arturo y asintió nerviosamente, aceptando la advertencia de Azaluz. Siguió las instrucciones con un nudo en la garganta. Salió de su hogar, se dirigió al santuario y luego regresó a su dormitorio, sin atreverse a mirar atrás; el temor a lo desconocido le impedía hacerlo.
Con apuro y una voz temblorosa, Arturo pronunció las siguientes palabras mágicas:
> "Ho-hogar…dulce…hogar."
Inmediatamente, el reflejo en el espejo cambió, revelando el panel de hogar. Arturo tocó nerviosamente los champiñones, creando la melodía que ya conocía, y nuevamente se encontró con la oruga oculta entre el bosque de champiñones.
No obstante, el joven notó algo raro, la oruga no era la misma, y el bosque de champiñones claramente había cambiado.
La transformación de Azaluz y su entorno fue impresionante. El bosque de champiñones ahora tenía una extraña niebla azul que rodeaba el cuerpo de la oruga y daba la impresión de que el suelo cobraba vida. Por su parte, el cuerpo regordete de Azaluz había crecido y sus antenas se movían en patrones enigmáticos, como si estuvieran danzando al ritmo de fuerzas invisibles.
Azaluz recibió a Arturo con un tono que dejaba claro que no se toleraría desobediencia, pero también con un toque de aprobación:
—¡Has vuelto!—Dijo con solemnidad—Te felicito por tu diligencia y obediencia. No obstante, no hay razón para que te sientas nervioso. Los dioses te han protegido, y el mal no ha encontrado refugio en ninguna de las habitaciones de tu hogar.
Arturo sintió un alivio inmenso al escuchar estas palabras, pero al mismo tiempo, la inquietud persistía en su mente. La mezcla de emociones en su interior, entre la alegría de haber escapado de los peligros y la preocupación por descubrir que las canicas no eran tan alegres y simples como aparentaban, se reflejaba en su rostro: ¡Aún quedaba una canica por descubrir y la misma podría no ser segura!
La oruga observaba a Arturo con ojos que parecían contener siglos de sabiduría, y tras malinterpretar las dudas que envolvían al jorobado, Azaluz habló con solemnidad:
—El momento ha llegado, Arturo. La canica blanca contiene secretos y poderes que trascienden la comprensión de tu raza. Sin embargo, algo misterioso ocurrió mientras trabajaba con la canica, un fenómeno que los constructores denominamos “sinergia”. Y como notarás tras la sinergia tu canica ha cambiado.
Siguiendo las palabras de la oruga, Arturo alzó la cabeza y se sorprendió al ver que, efectivamente, su canica blanca se había transformado en una negra. A pesar de este cambio, las cinco ranuras que rodeaban la piedra de hogar seguían presentes. Sin embargo, una canica adicional ocupaba una de las ranuras centrales, dejando solo tres ranuras disponibles para completar la serie.
—¡He ganado una canica extra!—Exclamó Arturo emocionado, pero la emoción pronto se mezcló con la duda—¿Pero por qué ocurrió esto?
Azaluz respondió con calma, como si estuviera revelando un antiguo misterio mientras fumaba su pipa con una serenidad que trascendía las eras:
—Entenderás el poder de las canicas oscuras en su debido momento, joven Arturo. Esto es solo el comienzo de tu viaje, y las respuestas se revelarán a medida que avances en él. Ahora, es hora de emprender este viaje con buen pie y aprender sobre las canicas negras y su significado en tu vida.
Azaluz continuó fumando su pipa con serenidad mientras Arturo absorbía la información que acababa de recibir. La transformación de la canica blanca en negra y las explicaciones de la oruga planteaban un sinfín de preguntas en la mente de Arturo, pero sabía que debía ser paciente y esperar a que Azaluz revelara más detalles.
—Las canicas negras son diferentes de las blancas, pero también comparten un vínculo especial, ya que son opuestas—Explicó Azaluz con una voz pausada que invitaba a reflexionar los conocimientos que impartía—Las canicas blancas contienen una parte del conocimiento ancestral de los sacerdotes del santuario de los cinco grandes dioses a los que tú adoras. A medida que las coleccionas e incorporas en las ranuras que rodean a tú piedras de hogar, accederás a fragmentos de esta sabiduría que te ayudarán en tu viaje. No obstante, las canicas negras albergan una parte del conocimiento perdido de aquellos que rinden culto a lo desconocido, a dioses que el tiempo sabiamente marginó en el olvido, en las sombras de las eras. Al obtener estas canicas, obtendrás fragmentos del poder que estos dioses perdieron con el paso de los milenios.
Arturo asintió, asimilando la dualidad de las canicas blancas y negras. Mientras Azaluz hablaba, la habitación parecía vibrar con una energía especial, como si los propios muros estuvieran imbuidos de la antigua magia que rodeaba a estos objetos.
—Pese a tus dudas iniciales, muy en el fondo ya comprendes por qué ocurrió la sinergia, ya que fuiste tú quien la provocó—Continuó Azaluz—Tu viaje a través de las eras en busca del Rey Negro y la construcción del templo en honor al dios de las profundidades fueron actos que no pasaron desapercibidos por los dioses. Durante la sinergia, el dios de las profundidades tomó la estatua de Felix que habías creado y la transformó a su imagen y semejanza. Además, la ventana que instalaste en tu hogar permitió que los rayos de la luna inundarán tu templo. Fue en ese momento que el Rey Negro admiró con orgullo el templo que habías construido con tanto esmero. Y fueron los propios rayos de la gran burla que se alzó en el cielo durante más de un milenio los que provocaron que una estatua se erigiera en tu templo, y con ella, otra canica negra apareció en su respectivo lugar.
Arturo asintió con comprensión mientras la conexión entre sus acciones y la aparición de las canicas negras comenzaban a tomar sentido. Sin embargo, aún tenía dudas, y las expresó con curiosidad:
—Entiendo lo relacionado con el Rey Negro. Pero, ¿quién es el dios de las profundidades? ¿La estatua en el sitio de pesca representa a un dios?—Preguntó Arturo, tratando de aclarar el misterio que rodeaba a este dios olvidado y su influencia.
—Llamándote el restaurador de estatuas, imaginaba que ya lo sabías. Cualquier estatua que haga referencia a un individuo singular suele ser un tributo a un dios, o a una entidad de sumo poder—Explicó Azaluz mientras continuaba fumando su pipa— En el caso de la estatua en el sitio de pesca, representa a un dios perdido y olvidado. Al colocar un tributo a este dios en la misma habitación en la que decidiste colocar la canica blanca, desencadenaste la sinergia, y luego esa sinergia desencadenó una segunda etapa de sinergias al sentir la energía de la luna de sangre.
—Entonces, ¿la habitación de la fogata se transformó en un templo?—Preguntó Arturo, tratando de entender las implicaciones de esta cadena de eventos.
—¡No!—Gritó la oruga en voz alta, haciendo que Arturo se tapara las orejas debido a la sorpresiva intensidad de su respuesta—La piedra de hogar sigue siendo de color rojo, por lo tanto, la habitación de la “fogata” sigue siendo una sala de aventureros. Por eso es que te dije que no se pueden colocar canicas de un color idéntico al de las piedras, ya que eso solo genera problemas graves. Ahora tienes una sala de aventureros, con un lugar para que los inexistentes aventureros puedan honrar a los dioses olvidados. Es esencial que comprendas que el orden de las palabras es crucial en este proceso.
Arturo asintió con comprensión, aunque un poco molesto por el grito anterior:
—Entiendo... Gracias por aclarar eso. ¿Hay algo más que deba saber sobre estas canicas y cómo utilizarlas? ¿Qué es lo que ganó al obtener esta canica? ¿Sirve de algo este sitio de oración?
—Tienes un sitio para honrar a los dioses en tu propio hogar, ¿no es eso lo suficientemente beneficioso?—Preguntó la oruga, sintiéndose un poco incómoda por el cuestionamiento de Arturo—Muy poca gente siquiera conoce a los dioses olvidados, y tú tienes un lugar para honrarlos. Claramente es beneficioso. El problema radica en que desconoces la utilidad de honrar a los dioses, joven Arturo.
—Sé que la adoración sirve para comprender cómo funciona mi habilidad; la que me fue otorgada como un favor por los dioses. Además, trae buena fortuna, pero yendo a lo material, ¿no gano nada?—Preguntó Arturo, preocupado por la posibilidad de una respuesta negativa.
—Como constructor puedo revelar los secretos de las canicas, pero los conocimientos de la gente del santuario se escapan a mi comprensión—Dijo Azaluz, agudizando la ansiedad de Arturo—Sin embargo, sé que tener dos canicas de la misma serie es muy inusual y, por lo general, trae beneficios un tanto exagerados para alguien de tu edad. En tu caso, los beneficios de tu primera canica son una ofrenda para cada uno de los dioses a los cuales rindes tributo en la sala de aventureros. Mientras que tu segunda canica provocó que un ocultista viniera a custodiar las estatuas en el salón de aventureros.
—¿Qué? ¿Acaso hay otra persona en mi hogar?—Preguntó Arturo, completamente desconcertado por la revelación.
—No, no hay otra persona, hay un ocultista, no una persona. Probablemente deberías ir a hablar con él para tratar de obtener más beneficios materiales de tu lugar de adoración—Dijo la oruga, provocando que Arturo se dirigiera apresuradamente hacia la habitación de la comida para descubrir quién era el intruso en su hogar.
Tras llegar a la habitación donde estaba toda su comida, Arturo notó de inmediato los cambios significativos que habían ocurrido en este lugar.
La primera señal de alteración fue evidente: En las paredes circundantes, habían aparecido cinco hendiduras, cada una destinada a servir como un sitio de oración. La disposición de estos sitios de oración era única y curiosamente eran idénticas a la de las canicas negras.
Había cinco sitios en total, estando el primero de ellos en la pared opuesta a la entrada de la habitación. Esto lo convertía en el punto focal de la habitación, atrayendo la atención de cualquier persona que ingresara. Dos sitios estaban distribuidos en las paredes a los costados, proporcionando una simetría peculiar en el diseño. Mientras que los últimos dos sitios para colocar estatuas enmarcaban la entrada de la habitación, añadiendo una impresión imponente al conjunto.
La presencia de uno de estos sitios de oración incrustado arriba de la biblioteca que cubría una de las paredes fue una molestia bastante importante para Arturo. Estas hendiduras eran excepcionalmente grandes, casi del tamaño de un armario grande. Por lo que esto significaba que había mucho espacio de la biblioteca con libros comestibles que se había perdido en un pestañeo.
Cada uno de estos sitios de oración seguía un diseño similar: un semicilindro hueco incrustado en la pared que proporcionaba un espacio suficiente para albergar un pedestal de piedra con una estatua. Las paredes de piedra que rodeaban las estatuas estaban cubiertas de pequeños agujeros, lo que permitía a los devotos colocar ofrendas.
Sin embargo, había una característica distintiva que no pasó desapercibida para Arturo: De los cinco lugares de oración, solo dos contenían estatuas, mientras que los otros tres permanecían vacíos. Siendo estas dos estatuas las del Rey Negro, colocado en la pared contraria a la biblioteca, mientras que la otra era la del dios de las profundidades, colocada en una de la esquina pegada a la entrada de la habitación.
Intrigantemente, además de las alteraciones previamente mencionadas, se produjo un cambio adicional en el ambiente. La estatua que antes se encontraba junto a una pequeña fuente utilizada como punto de pesca había desaparecido, dejando atrás únicamente la fuente y el banco de pesca. Sin embargo, lo asombroso residía en el hecho de que la estatua parecía haberse desplazado por sí misma hasta llegar al sitio de oración. No obstante, en toda la habitación no podía verse ningún intruso a simple vista.
La atmósfera en la habitación de Arturo se tornaba cada vez más inquietante a medida que exploraba en busca del misterioso “ocultista” que había logrado colarse en su hogar. La penumbra y el silencio eran opresivos, y una sensación de desasosiego le recorría la espina dorsal. Mientras avanzaba con pasos cautelosos, una pregunta tensa escapó de sus labios:
—Hola, ¿hay alguien por aquí?
*...*...El silencio y los incómodos ruidos del gusano gigante comiendo fueron los únicos ruidos que respondieron al jorobado.
—¿Señor ocultista? ¿Está por acá?—Preguntó Arturo con dudas, sus ojos escudriñaban la habitación en busca de señales de la presencia del intruso.
El gusano que ocupaba el centro de la habitación continuaba su interminable ciclo alimentándose con total indiferencia a lo que ocurría en su entorno y no había indicios de ninguna otra presencia en la habitación. Por otra parte, el siempre atento Anteojitos, se encontraba jugando en su propia habitación, aparentemente ajeno a la situación.
*...*...La soledad y los ruidos molestos del gusano se cernían sobre el jorobado, aumentando la tensión en el ambiente.
Arturo siguió avanzando con cuidado, buscando pistas que pudieran llevarlo al intruso. Sin embargo, sus preocupaciones y expectativas se enfocaron principalmente en las recién descubiertas estatuas en la habitación. Y no se percató de la metamorfosis que había ocurrido en la esquina del cuarto donde había instalado el punto de pesca. Una entidad grotesca y perturbadora, conformada por extraños corales, mariscos y criaturas marinas, se había adueñado del rincón. Se aferraba a la pared como un parásito, sus apéndices de aspecto inenarrable se hallaban fusionados de manera aterradora con el entorno marino circundante.
Esta amalgama de criaturas si bien era notoria para quienes la habían visto, aún parecía camuflarse perfectamente con su entorno, pasando desapercibida hasta que Arturo se topará con la monstruosidad.
Pero por el momento, la atención del jorobado se centraba en las estatuas que habían aparecido en la habitación. Por lo que la inquietante realidad de lo que estaba ocurriendo a sus espaldas se deslizaba inadvertida a través de su mente.
Las estatuas, con sus miradas afiladas y gestos rígidos, eran difíciles de ignorar. Cada una de ellas irradiaba una extraña energía que desafiaba la comprensión de Arturo. Una sensación de malestar se apoderó de él mientras se acercaba a una de las figuras inmóviles. Era el Rey Negro, quien parecía observarlo desde su trono con ojos que parecían latir con una vida latente, pese a ello no era más que una mera estatua.
La mayor característica de esta representación del Rey Negro era ser idéntica a la que se hallaba en el templo de estudiantes, pese a que el material de construcción difería y esta estatua era de piedra. No obstante, por algún extraño motivo, esta humilde estatua de piedra gris sé sentía más imponente que la de oro y rubíes.
Mientras Arturo seguía su búsqueda, los corales en la esquina del cuarto liberaban constantemente agua que se derramaba por el suelo, como si esa porción de la habitación hubiera sido arrancada de las profundidades del océano. La grotesca amalgama de corales y criaturas marinas se mantenía silenciosa y paciente, esperando el momento adecuado para revelarse a su perturbado anfitrión. Su apariencia se fusionaba de manera tan perfecta con el punto de pesca que, por el momento, Arturo continuaba sin percatarse de su presencia, y únicamente había malentendido los cambios en aquella esquina como resultado del movimiento de la estatua del dios de las profundidades.
Sin embargo, en algún rincón de su mente, una inquietante sospecha comenzaba a gestarse. La atmósfera cargada de misterio y la tensión en la habitación se intensificaban con cada paso que Arturo daba, acercándose a un encuentro inevitable con el horror que lo aguardaba en dicha esquina. La habitación parecía vibrar con la fría presencia de las estatuas, y Arturo no podía evitar sentir que algo no estaba en su lugar, algo que desafiaba la realidad misma.
Mientras se aproximaba a la siguiente estatua, una sensación de frío intenso lo invadió, como si una brisa gélida soplara directamente desde el fondo del océano. El aire se volvió espeso y denso, como si la propia habitación intentará retenerlo en su interior. Arturo se sintió atrapado en un momento que no podía comprender. La estatua del dios de las profundidades que tenía frente a él parecía observarlo de manera aún más penetrante que el Rey Negro, como si sus ojos fríos y vidriosos estuvieran prestos a desvelar secretos olvidados en las profundidades de los mares.
De repente, un crujido metálico y un chapoteo sobrenatural lo sacaron de su ensimismamiento. Arturo se giró hacia la fuente de ese sonido perturbador y se encontró con la grotesca amalgama de corales y criaturas marinas que se adhería a la esquina. El horror en su corazón se desató en ese momento.
La entidad que se había estado escondiendo entre los corales, que parecía un ser salido de las pesadillas más aterradoras, se estiró y desgarró partes de su propio cuerpo en el proceso. A medida que lo hacía, se reveló de entre los corales y moluscos marinos, una amalgama de corales y conchas se fundieron en una forma grotescamente humanoide, con apéndices largos y retorcidos que se movían den formas grotescas. Sus ojos sin pupila estaban fijados en Arturo, lo miraban con una inteligencia retorcida y una perversidad que no podía entenderse.
—¿Qu-quién eres?—Tartamudeo Arturo, retrocediendo horrorizado mientras el ser se desprendía de su camuflaje marino, mostrando su espantosa naturaleza.
El ocultista no respondió con palabras, pero en su lugar dejó escapar un susurro gutural, acompañado de un olor a mar putrefacto y un aliento viciado. El ser se movió con una agilidad espeluznante, como si estuviera hecho de algas marinas. Arturo estaba atrapado en su propio pánico, su corazón latiendo desesperadamente le pedía que escapara mientras la entidad avanzaba hacia él con extremidades ondulantes y amenazadoras.
La entidad, en medio de su avance aterrador, emitió un sonido súbito y estrangulado. Un tosido discordante rompió el silencio opresivo de la habitación. Arturo, aún paralizado por el miedo, observó con incredulidad mientras el ocultista se tambaleaba y se inclinaba hacia adelante, tosiendo y retorciéndose.
Con un gesto inusualmente humano, el ser extendió una de sus extremidades hacia su garganta, como si intentara despejar algún obstáculo. El tosido continuó, llenando la habitación con una cacofonía de ruidos grotescos.
Finalmente, el ocultista escupió un poco de agua de mar, dejó de toser y se enderezó. Su figura aún era grotesca y espeluznante, pero ahora brillaba con un toque de humanidad. Con una sonrisa que desentrañaba una fila de dientes irregulares formados por conchas afiladas, la criatura se presentó de una manera sorprendentemente amigable.
—¡Saludos, soy el Capitán Marinoso!—Exclamó con un tono jovial—¡Parece que me atraganté con un poco de agua marina! Te pido disculpas por la presentación tan inoportuna, joven grumete.
El Capitán Marinoso, con su sonrisa llena de dientes irregulares y su voz jovial, parecía un personaje extraído de un cuento de aventuras. Arturo aún permanecía desconfiado debido a la apariencia monstruosa del Capitán. Pero obligado por la situación, empezó a relajarse gradualmente ante la aparente amabilidad de su inusual invitado.
—Un placer conocerte, Capitán Marinoso. Aunque, debo decir que tu repentina aparición en mi hogar me tomó por sorpresa. ¿Por qué te llaman “ocultista”? —Preguntó Arturo, con una mezcla de intriga y cautela en su voz.
El Capitán Marinoso rió con un tono burbujeante y relajado, como el suave oleaje en una tarde de verano:
—Ah, entiendo tu curiosidad, joven grumete. No soy un ocultista en el sentido común, como los magos o los alquimistas de los cuentos de hadas. En realidad, soy un sacerdote de los dioses olvidados, un protector del conocimiento perdido, un curador de las religiones antiguas que se han hundido en el abismo del tiempo. Nuestra devoción se centraba en honrar y comunicarnos con los espíritus ocultos y las criaturas abandonadas por sus antiguos fieles. Así que, en cierto sentido, soy un ocultista de lo que yace bajo las olas, de los secretos del mar profundo.
Arturo asintió con comprensión, comenzando a comprender mejor la peculiaridad del Capitán Marinoso y su conexión con el santuario que había aparecido en su hogar.
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—Es un trabajo fascinante, Capitán. Pero, ¿cómo llegaste al rincón de mi habitación? —Preguntó Arturo, mientras su escepticismo iba disminuyendo gradualmente mientras su curiosidad crecía.
El Capitán Marinoso se acomodó entre los moluscos y corales que conformaban su entorno, dispuesto a relatar la historia de su asombrosa odisea. El entusiasmo se reflejaba en sus ojos moluscosos, y su voz burbujeante llenaba la habitación mientras comenzaba su narración:
—Esa es una larga historia, joven grumete. Verás, hace muchos años, mi tripulación y yo emprendimos una expedición audaz en busca de un santuario marino ancestral que se creía perdido en las profundidades del océano. Nuestro destino era un reino legendario que, según las antiguas escrituras del dios de las profundidades, contenía secretos y tesoros invaluables, un lugar que se creía haberse sumido en el olvido durante eones. Sin embargo, nuestra codicia y nuestro afán por descubrir los misterios del océano nos llevaron a una violenta tormenta de proporciones épicas. Las olas gigantes y los vientos furiosos nos arrojaron como juguetes, y nuestra nave quedó atrapada en un remolino temporal, un remolino de dimensiones insondables que nos transportó a lugares que la mente humana ni siquiera puede concebir.
El Capitán Marinoso hizo una pausa, permitiendo que Arturo asimilara la magnitud de la odisea. El joven estaba cautivado por la historia de este intrépido capitán que había enfrentado las furias del océano.
—Durante lo que pareció una eternidad, nos encontramos en una realidad extraña y distorsionada. Y cuando finalmente emergí de la oscuridad, me encontré aquí, en tu rincón de pesca—El Capitán Marinoso agitó una de sus extremidades con una mezcla de asombro y humor—Mi tripulación desapareció en las corrientes dimensionales, y yo fui el único que llegó a este sitio con vida. Por eso, me han llamado “ocultista” debido a mi conexión con las dimensiones y los secretos olvidados del océano. Así que, mientras exploraba mi nuevo entorno, encontré estos lugares de oración y sentí una extraña conexión con ellos. Desde entonces, me he establecido aquí, y aunque no puedo disfrutar de tus manjares terrestres, me siento en casa en este rincón oceánico que has creado.
Arturo escuchaba con atención mientras el Capitán Marinoso relataba sus fascinantes aventuras marinas. A medida que avanzaba en su relato, Arturo se fue sintiendo cada vez más cómodo en la compañía de su inusual visitante. La historia del Capitán Marinoso no solo lo intrigaba, sino que también lograba hacer que momentáneamente olvidara la apariencia espeluznante del ser con el que estaba conversando.
—¿También visitas otros rincones de pesca?—Preguntó Arturo con una mezcla de curiosidad e incertidumbre; considerando que había un pequeño gran problema en la historia del capitán— Y en cuanto a lo de “ocultista”, parece que eres conocido al menos por unos pocos. ¿Cómo se enteran de ti?
El Capitán Marinoso, con una mirada melancólica hacia su rincón oceánico en tierra firme, respondió con añoranza en su voz burbujeante:
—Sí, he visitado algunos rincones de pesca además de este, increíblemente pocos, según lo que he aprendido. Pero aquí está el truco, joven grumete: el tiempo es relativo para mí. Estoy contigo en este momento, pero mañana podría estar conversando con alguien que fue tu ancestro, y pasado mañana, quizás estaré hablando con tus descendientes. Pero eso no cambia nada, ya que lo que importa, al final, es el presente, el “ahora”.
—Es un concepto fascinante, Capitán. Sin embargo, necesito abordar una pregunta un tanto incómoda—Dijo Arturo con una sonrisa que no inspiraba mucha confianza—¿Hay algún beneficio por tenerte en mi hogar?
El Capitán Marinoso respondió con una risa burbujeante y una mirada de diversión en sus ojos acuosos:
—Vaya, esa pregunta sí que es directa y es la primera vez que me la hacen de tal forma. Debo preguntarte, ¿Acaso trabajaste tan duro para conseguir las dos canicas negras sin saber el propósito de estas estatuas?—Preguntó el Capitán Marinoso, con una voz que resonaba con una pizca de sarcasmo juguetón.
Ante esta pregunta, Arturo procedió a contar la increíble historia de cómo había viajado a través del tiempo durante más de un milenio debido a las decisiones de sus mascotas. El Capitán Marinoso escuchó atentamente, casi como si tuviera todo el tiempo del mundo para escuchar lo que decía Arturo. Finalmente, cuando Arturo terminó su relato, el Capitán no pudo evitar comentar con asombro:
—¡Por las tetas de una sirena, Arturo! Tu historia es increíblemente fantástica, al punto de parecer sacada de la imaginación de un borracho enloquecido. Pero tu entusiasmo y convicción me hacen creer que es cierta.
El Capitán Marinoso, con una mirada perspicaz, señaló la estatua del Rey Negro en la habitación mientras planteaba una pregunta profunda:
—¿Por qué crees que hay tantos lugares para realizar ofrendas alrededor de estas estatuas, joven grumete?
Arturo, intrigado por la pregunta del Capitán, miró las estatuas que llenaban la habitación y comenzó a considerar el significado de las ofrendas:
—Eso es un misterio para mí, Capitán. Dudo mucho que sea solo para descubrir mis habilidades, quizás estas estatuas tengan un propósito más profundo del que nunca hubiera imaginado. ¿Crees que podrías arrojar algo de luz sobre su significado?—Preguntó Arturo, esperando que el Capitán Marinoso pudiera aportar una perspectiva única a este enigma.
El Capitán Marinoso, con una mirada sabia, se recostó entre los corales que lo rodeaban, fusionándose nuevamente con la pared. Tras lo cual, comenzó a explicar con una mezcla de misterio y conocimiento ancestral:
—Estas estatuas, joven grumete, son mucho más que simples decoraciones. Representan a los dioses olvidados, antiguas criaturas ocultas entre los secretos del mundo y los portales dimensionales. Cada estatua es un anclaje entre nuestro mundo y las profundidades en donde se esconden sus secretos, un punto de conexión con las aguas olvidadas y las criaturas que las habitan.
Arturo escuchaba con atención, sus ojos fijos en las estatuas mientras el Capitán Marinoso desvelaba el enigma:
—Cada uno de estos lugares de ofrenda es un tributo a los dioses, una forma de honrar su papel en el equilibrio de los reinos marinos y terrestres. A través de las ofrendas, aquellos que los reverencian pueden buscar su protección, guía y favores en momentos de necesidad.
Arturo ya había captado el significado más básico de las estatuas y los sitios de ofrenda, pero ahora sentía que el propósito detrás de la conversación se acercaba aún más, tomando forma ante sus ojos.
—Protección, guía y favores, ¿verdad? —Comentó Arturo, asimilando la información—Entiendo lo que esas palabras representan, pero ¿existe alguna forma más concreta de saber qué tan cerca o lejos estoy de ganarme el favor de uno de estos dioses?
El Capitán Marinoso asintió con una sonrisa que indicaba que Arturo estaba en el camino correcto:
—Por supuesto, joven grumete. Como mencioné antes, cuanto más ofrendas hagas a un dios, mayores serán los beneficios que puedas recibir. Pero no todas las ofrendas son iguales, y aquí está el secreto detrás de la primera canica que obtuviste. Pocos conocen este detalle, así que escucha atentamente: la ofrenda que está canica otorga es la favorita de los dioses. Una sola de estas ofrendas puede equipararse al valor de más de diez ofrendas normales en los peores casos, y en los mejores casos, a más de mil ofrendas comunes. Todo depende de cuán excepcional y rara sea la ofrenda, en algunos casos llegará al punto de lo absurdo, ofrendarás lo que parecía imposible: lo que el dios más anhela recibir. Es por eso que la primera canica es tan poderosa. Cuando llegues a valorar su potencial, te asombrarás.
—¿Mil ofrendas?, esos es una cantidad absurda de reliquias…—Murmuró Arturo. Las palabras del Capitán Marinoso arrojaron nueva luz sobre las misteriosas canicas negras que había obtenido, y Arturo comenzó a entender la magnitud de su valor.
El Capitán Marinoso, con una mirada de complicidad que mostraba su conocimiento profundo, respondió con voz serena:
—La información es lo más valioso, joven grumete. ¿Cuántas personas crees que saben lo que le agrada a los dioses? Es un misterio que pocos se aventuran a explorar. Además, la segunda canica tiene una función única: invoca a alguien que proteja este lugar, el famoso “ocultista” del que hablaste. Por lo tanto, puedes considerarme también un espíritu guardián. Además, puedo decirte cuánto has ganado hasta ahora, qué ganarás en tu próxima ofrenda y cuánto te falta para llegar a ese punto. Sin embargo, ten en cuenta que mi conexión solo se extiende a las estatuas de este lugar, por lo que no podré ayudarte con los otros dioses cuyas estatuas no estén presentes en tu santuario.
Arturo asintió, comprendiendo la importancia de la segunda canica. Se dio cuenta de que, si bien esta canica no otorgaba directamente reliquias, proporcionaba acceso a un ser cuya información era esencial para descifrar el propósito de las estatuas y, por ende, desbloquear su poder.
—Vaya, la segunda canica parece ser aún más valiosa que la primera... —Murmuró Arturo, asimilando el conocimiento—¿Y qué gané con la primera canica? Supuestamente ya he ofrecido un buen número de ofrendas, ¿verdad?
El Capitán Marinoso asintió con una mirada de aprobación y prosiguió con su explicación:
—Es cierto, joven grumete. Con la primera canica, has ganado el favor de los dioses olvidados en cierta medida. Ellos han comenzado a notar tu devoción y tus ofrendas. El Rey Negro debería haberte otorgado cien puntos de favor por tu ofrenda, pero parece que ha ocurrido una sinergia muy especial. Resulta que eres el Gran Heraldo, aquel que es conocedor de los oscuros secretos del Rey Negro y, al mismo tiempo, el que más ha contribuido a su regreso al poder. Por lo tanto, el propio dios ha decidido ser tu protector en los eventos que están por ocurrir, como heraldo sin duda ya sabrás a qué me refiero. Todo esto ha sido orquestado personalmente por el dios, como notarás, tu conexión con el Rey Negro es excepcionalmente profunda. Sin embargo, eso plantea un dilema: El Rey Negro nunca te otorgará un solo favor, por más que le ofrezcas el mundo entero, ya que en este mundo, eres probablemente la única criatura que ha ganado su respeto. Es sorprendente, ¿verdad?
El Capitán Marinoso continuó con su explicación:
—Por otro lado, si logras recolectar mil ofrendas, o en su defecto, diez grandes ofrendas, el Rey Negro recuperará su dominio sobre el mundo. Y, por supuesto, te otorgará la misma protección que has recibido en esta ocasión.
—Cien favores, no puedo creer lo que se me escapo de las manos…—Murmuró Arturo, pero tampoco podía quejarse demasiado, puesto que en definitiva el sabía que los favores del Rey Negro eran una trampa; sin embargo, solo lo era para lo últimos desafortunados en recibirlos. Mientras tanto, durante estos mil años mucha gente debe haber vivido una época tan dorada para su raza que dejaría ciego al historiador que se atreviera a contarla.
—Pareces un poco decepcionado, ¿verdad? ¿La protección de un dios no te parece un buen regalo? —Preguntó el Capitán Marinoso con ciertas dudas.
—Como heraldo, ya me había asegurado de escapar de la masacre que ocurrirá en unos días, así que básicamente no obtuve nada... —Dijo Arturo mientras sostenía el dado de Momo y sé lo presentaba al Capitán.
—Dudo mucho que el Rey Negro solo te esté ofreciendo escapar de la muerte. Específicamente dijo que se preocuparía por ti... —Comentó el Capitán Marinoso mientras dirigía su mirada hacia la estatua del Rey Negro—Además, ¿cuál sería el sentido de que te propusiera convocarlo de nuevo tan pronto? Probablemente el Rey Negro te tenga una agradable sorpresa reservada para los próximos días.
Arturo sonrió, apreciando la perspectiva del Capitán Marinoso.
—Ojalá, me gustan las sorpresas agradables. Por otro lado, ¿qué me otorgó el dios de las profundidades?—Preguntó Arturo mientras señalaba la estatua que representaba a ese dios.
El Capitán Marinoso siguió la mirada de Arturo hacia la estatua que representaba al dios de las profundidades. Luego, con una sonrisa amigable, comenzó a explicar con entusiasmo:
—El dios de las profundidades es conocido por su conexión con los misterios del océano y los tesoros ocultos en sus abismos. Su favor puede brindarte conocimientos sobre los secretos marinos y la habilidad de navegar por aguas inexploradas. Además, su influencia te proporciona un entendimiento especial sobre las criaturas que habitan las profundidades, lo que podría resultar invaluable si en algún momento decides explorar las aguas misteriosas y enigmáticas.
Dirigiendo su atención a lo que Arturo había ganado con la primera canica, es decir, la gran ofrenda, el Capitán continuó con su explicación:
—La gran ofrenda que ganaste equivale al valor de 350 ofrendas individuales. En otras palabras, se traduce en 350 habilidades excepcionales. Sin embargo, a diferencia del Rey Negro, que suele intercambiar una ofrenda por un favor divino, el dios de las profundidades otorga favores divinos cada cien ofrendas. En tu caso, eso significaría tres favores divinos...
Antes de que el Capitán Marinoso pudiera terminar de hablar, Arturo sacó la tarjeta de plata de uno de los bolsillos de su túnica y la inspeccionó cuidadosamente. Pero no notó ningún cambio en ella, lo que lo llenó de decepción.
—No puedo ver ningún cambio en esta tarjeta. ¿Realmente me dio algo? ¿Qué me dio? ¿Es poderoso? ¿Es útil?—Preguntó Arturo con inquietud.
El Capitán Marinoso intervino rápidamente:
—No te otorgó ningún favor divino... —Dijo, provocando que Arturo sintiera un nudo en la garganta—Lo que quería decirte antes de que me interrumpieras es que, aunque el dios de las profundidades también otorga favores divinos como parte de su repertorio de logros, ha decidido que, dado que instalaste esta hermosa fuente como tu rincón de pesca, sería mejor otorgar esos favores a tu santuario en lugar de a ti personalmente. Por lo tanto, el dios de las profundidades evitó concederte esos favores de forma directa.
Arturo se quejó con un grito desgarrador, casi como si le hubieran arrebatado un dulce a un niño:
—¡¿Entonces, no me dio nada?!
El Capitán Marinoso respondió con calma:
—¡Claro que te dio algo! Te otorgó 350 habilidades excepcionales, y continuará brindándote una habilidad adicional por cada ofrenda que realices. Además, intercambió los grandes logros que se otorgan cada cien ofrendas, por tres grandes habilidades. Pero todas esas habilidades residen en esta fuente...
Mientras decía esto, el Capitán Marinoso señaló hacia las profundidades infinitas de la fuente en la habitación de Arturo, donde no se podía ver nada más que una recreación de un micro-océano y una costa.
Arturo miró fijamente la fuente en su rincón de pesca, sintiéndose profundamente decepcionado. El hecho de que las 350 ofrendas no fueran directamente beneficioso para él era un golpe a sus expectativas.
—¿Por qué el dios de las profundidades no me concedió esos favores divinos? Felix solo me dio un favor, eso es todo lo que tengo: ¡Era un punto de inflexión en mi vida! ¡Este dios sería mi nueva deidad principal! —Preguntó Arturo con un dejo de tristeza en su voz—Pensé que habría obtenido algo más tangible, algo que pudiera utilizar para enfrentar los desafíos que se avecinan.
El Capitán Marinoso, notando la desilusión en Arturo, se acercó y puso una extremidad de coral sobre su hombro:
—Comprendo tu desilusión, joven grumete. Pero debes entender que los dioses tienen sus propios designios y motivos. El dios de las profundidades es un ser misterioso, y su sabiduría es insondable. Quizás considera que es mejor otorgar esas habilidades directamente a tu rincón de pesca para fortalecer y proteger este lugar único que has creado.
—Sé que mi rincón de pesca es especial, pero... ¿Cómo puedo aprovechar esas habilidades si no están a mi disposición? —Preguntó Arturo con cierta frustración.
El Capitán Marinoso le dio unas palmaditas reconfortantes en el hombro:
—No te preocupes, joven grumete. Aunque las habilidades no están en tu posesión directa, puedes aprovecharlas a través de tu conexión con este punto. Tu punto de pesca ahora mismo es una auténtica maravilla. ¿Quieres que te cuente que es capaz de hacer?, así logras levantar esos ánimos.
—Sí…—Murmuró Arturo casi como dando un susurro al viento, mientras luchaba internamente con su decepción.
Con una sonrisa amigable, el Capitán Marinoso se deslizó de nuevo entre los corales a su alrededor y continuó con su explicación:
“Has ganado muchas cosas, Arturo. Comencemos con las 350 habilidades que te fueron otorgadas como pequeñas recompensas. En general, estas recompensas se dividen en cuatro subgrupos principales: Fauna marina, tesoros, misterios y legendarios.
La fauna marina abarca la abundancia y variedad de peces, moluscos, corales y otras criaturas que puedes obtener. Actualmente, tu nivel es 210, y con cada nivel que alcances, desbloquearás una extensa lista de nuevas criaturas para pescar.
En cuanto a los tesoros, engloban todos los objetos valiosos que puedes encontrar mientras pescas. Tu nivel actual es 87, y a medida que subas de nivel, tendrás acceso a una gama más amplia de objetos de valor.
Los misterios son eventos, secretos y curiosidades que pueden ocurrir mientras pescas. Actualmente, tu nivel en esta categoría es 35, y es una de las áreas más emocionantes, ya que no hay una lista predeterminada de misterios. Cada experiencia será única y sorprendente.
Por último, tenemos la categoría de los legendarios, que abarca acontecimientos espectaculares que pueden suceder mientras pescas. Actualmente, tu nivel en esta área es 18, y al igual que con los misterios, no existe una lista específica, lo que significa que te esperan emocionantes sorpresas”
A medida que el Capitán Marinoso explicaba estos beneficios, Arturo se sentía cada vez más entusiasmado por probar suerte en la fuente de pesca. Sin embargo, el Capitán Marinoso aún no había revelado el aspecto más importante: lo que Arturo había ganado al sacrificar los tres puntos de favor que, supuestamente, este dios debería haberle otorgado por la excelente ofrenda que le había presentado.
Notando la duda en el rostro de Arturo, el Capitán Marinoso continuó su explicación con paciencia:
“Por último, hablemos de los tres favores que has obtenido, los cuales el sabio dios de las profundidades decidió otorgar a esta fuente en lugar de a ti directamente. Estos favores son concedidos por el dios después de que hayas alcanzado un gran logro, lo cual en su caso se alcanza cada cien ofrendas.
El primero de estos favores se llama “Kit de Principiantes”. Esta habilidad resuelve varios problemas que podrías haber enfrentado debido a que este sitio de pesca ha sido bendecido por el dios de las profundidades. El funcionamiento de esta habilidad es bastante conveniente: todo lo que pesques se almacenará en tu inventario automáticamente, y será pescado como un pescado. Además, cualquier visitante de esta fuente recibirá una tarjeta de aventura que los llevará a un lugar donde podrán contemplar su pesca. Como puedes escuchar, esta habilidad es sumamente útil y es siempre el primer favor que el dios de las profundidades concede a esta fuente tras llegar a las cien ofrendas, razón por la cual me gusta llamarlo el Kit de Principiantes.”
Arturo, aunque aún un poco escéptico, comenzó a ver la conveniencia de esta habilidad y la mirada de su rostro cambió hacia una de mayor interés.
—Sinceramente, no entiendo completamente su conveniencia, pero el regalo de una tarjeta de aventura me parece sumamente interesante... —Mencionó Arturo.
El Capitán Marinoso, con su paciencia característica, amplió la mente de Arturo con su explicación:
—Joven grumete, ¿acaso crees que podrías levantar con esos brazos escuálidos un cofre lleno de monedas de oro, o incluso atrapar un tiburón? Por supuesto que no podrías hacerlo, y aquí es donde esta habilidad se vuelve fundamental. Todo lo que pesques se sentirá como si fueras un pez, lo que facilita su manejo. Sin embargo, esto también puede ser una desventaja en varias ocasiones, ya que cualquier objeto, incluso una espada, se tratará como un pez. Además, algunos peces son más fáciles de atrapar que otros, lo que requerirá práctica. Te sugiero que pruebes la fuente y experimentes por ti mismo por qué esta habilidad es esencial para que todo esto funcione de manera fluida.
Con una nueva comprensión de la utilidad del “Kit de Principiantes”, Arturo asintió:
—Tienes razón, Capitán. Esta habilidad suena muy conveniente, especialmente para alguien como yo que no tiene experiencia en la pesca de tesoros o criaturas misteriosas. Estoy ansioso por probarlo. ¿Cuáles son mis siguientes dos súper habilidades?
El Capitán Marinoso asintió con satisfacción y prosiguió con la explicación de los otros dos favores:
—Tienes una actitud de aprendizaje admirable, joven grumete. Ahora, hablemos del segundo favor que has recibido: “Caja de Señuelos”. Esta habilidad permite que cualquier persona que utilice este lugar de pesca obtenga una caja de señuelos en su inventario. Los señuelos de la caja sirven para elegir el tipo de criatura marina que deseas pescar, siempre y cuando hayas desbloqueado la criatura en cuestión. Además, cada tipo de criatura desbloquea un anzuelo específico para capturarla, lo que da un total de 210 tipos diferentes de anzuelos.
—¿Y cómo sé qué tipos de criaturas desbloqueo en cada uno de estos niveles? —Preguntó Arturo con dudas.
—Deberías haber recibido un libro en tu inventario con esa información—Respondió el Capitán Marinoso, disipando las preocupaciones de Arturo—Además, ese libro te servirá para identificar y descubrir el propósito de los tesoros que encuentres mientras pescas, por lo que resulta verdaderamente útil.
Después de aclarar la duda del futuro joven pescador, el Capitán Marinoso explicó la última habilidad que Arturo había obtenido:
—El tercer y último favor que has recibido se llama "Kenny, el cazador de cangrejos". Esta habilidad te permite encontrar a Kenny en el lugar donde puedes admirar los pescados que atrapaste. Kenny es un comerciante que te permitirá intercambiar los resultados de tu pesca por objetos sorprendentes y fabulosos. Además, puede asignar misiones y ayudarte a convertirte en un pescador más hábil.
—Parece que he ganado muchas cosas, quizás no tan valiosas como tres puntos de favor, pero me siento bastante satisfecho, especialmente considerando que no me costó demasiado obtener estas canicas. ¿Tienes alguna idea de cómo puedo encontrar más canicas de color negro y, además, cómo puedo adquirir las ofrendas que complazcan a los dioses?—Preguntó Arturo, con un deseo evidente de seguir mejorando este intrigante punto de pesca.
Mientras hablaba, Arturo observó las ofrendas que las canicas habían generado en los pedestales con estatuas. Notó que no eran simples velas. En el caso del Rey Negro, la ofrenda era la cabeza de una criatura de piel verde y aspecto completamente desagradable, con dientes afilados y amarillentos, ojos rojos y una cabeza no más grande que una pelota de tenis. Por otro lado, junto a la estatua del dios de las profundidades, la reliquia que llenaba uno de los agujeros era una corona oxidada, forjada en un metal oscuro. Su diseño era una amalgama de tentáculos marinos entrelazados y caracolas torcidas, con incrustaciones de piedras marinas que centelleaban con un misterioso resplandor azul verdoso.
El Capitán Marinoso se tomó un momento para reflexionar antes de responder, su figura corálica ondeaba con un aspecto pensativo antes de que comenzara a hablar:
—Las canicas son tesoros raros, Arturo. No son objetos que se encuentren fácilmente. A menudo, se obtienen realizando hazañas extraordinarias, resolviendo enigmas misteriosos o explorando los rincones más recónditos de algún lugar desconocido. En pocas palabras, son recompensas para aquellos que se aventuran en los misterios del mar y se destacan por su buena fortuna.
El capitán hizo una pausa antes de continuar:
—En cuanto a las grandes ofrendas, su adquisición es un arte mucho más complicado. No se venden en tiendas ni se obtienen con reliquias. Debes entender que estas ofrendas son sumamente valiosas para los dioses, y los dioses no toman a la ligera a quien puede ofrecerlas. A menudo, se requiere un profundo conocimiento de la historia, la mitología y las costumbres de cada dios para saber qué ofrendas podrían complacerlos. Además, la naturaleza misma de las ofrendas puede variar significativamente, desde reliquias y objetos raros hasta actos de devoción o sacrificios de personas. Lo que no tengo dudas es que si ofreces la misma reliquia más de una vez esta no le gustará a ningún dios, salvo al Rey Negro, ya que ese dios te premia por matar a esas criaturas; aparentemente las odia. Pero para el dios de las profundidades tendrás que trabajar bastante para encontrar buenas ofrendas.
—Parece que complacer a los dioses es más complicado de lo que imaginé. Aprecio tu guía, Capitán Marinoso. Estoy ansioso por explorar las posibilidades que esta fuente pueden ofrecer —Se despidió Arturo, mientras volvía hacia el espejo en su habitación principal con el objetivo de introducir la siguiente canica de color violeta, mientras que deseaba que esta canica también sufriera alguna sinergia extraña que lo terminara beneficiando.
Tras volver a su habitación, Arturo notó como Pompón se encontraba leyendo la biografía de su vida como adulto, aparentemente curioseando en la conversación que había estado teniendo con el Capitán Marinoso.
—¿Algún motivo especial por el cual quedarte leyendo en lugar de ir conmigo a la habitación de los alimentos? —Preguntó Arturo con dudas.
—Si por casualidad este “Ocultista” te atacaba, era mejor leerlo y tener tiempo para mandarte fuera de la habitación, uno nunca puede estar lo suficientemente prevenido cuando trata con criaturas desconocidas—Mencionó el conejo, aparentemente algo asustado por los gritos histéricos que la oruga había dado.
—Por suerte no pasó nada, pero aún tenemos que probar otra canica, dudo que sea muy peligrosa… —Mencionó Arturo, pese a que las manos sudorosas que sostenían la canica violeta temblaban inconscientemente pensando en las infinitas posibilidades que podía guardar esta canica en su interior.
Arturo accedió nuevamente a su panel de hogar y encontró a Azaluz fumando alegremente. Bajo la atenta mirada de la oruga, el jorobado procedió a introducir la canica violeta en la piedra de hogar de color azul que representaba la habitación de Anteojitos.
Inmediatamente, una ranura circular comenzó a aparecer alrededor de la piedra de hogar de color azul. Cuando el círculo finalmente se cerró sobre sí mismo, tres ranuras adicionales aparecieron arriba de la ranura circular, formando un triángulo alrededor de la piedra azulada, y sobre una de estas ranuras se materializó una única canica de color violeta.
—No tienes idea si ocurrió alguna sinergia nuevamente, ¿verdad?—Preguntó Arturo con impaciencia.
—No, debes salir de la habitación y luego regresar, sé que es molesto, pero es necesario; de lo contrario, tu hogar no se actualizará —Mencionó la oruga con una prepotencia que casi apuraba a Arturo para que se retirara.
Arturo, siguiendo el consejo de Azaluz, salió de la habitación y luego regresó. Al comprobar que la ranura circular y la canica violeta reaparecieron alrededor de la piedra de hogar azul sin modificación alguna, concluyó que ninguna sinergia había ocurrido en esta ocasión.
—¿Convoqué algo peligroso?—Preguntó Arturo de inmediato al notar que ninguna sinergia se había producido.
Azaluz le respondió con calma:
—No, de todas formas, mientras siempre preguntes antes de aventurarte en la habitación modificada, estarás bien. En definitiva, siempre puedes destruir la canica que pusiste, y todo volverá a la normalidad.
—Me alegro de poder confiar en tu consejo, Azaluz. Ahora que sabemos que es seguro, vayamos a lo importante: ¿qué he ganado con esta canica?—Preguntó Arturo mientras se frotaba las manos con codicia.
—Oh, una máquina legendaria, antigua, de tiempos ancestrales, cuya utilidad es innegable. Aparentemente, la primera canica desbloquea una…—Azaluz comenzó a explicar con entusiasmo, pero Arturo lo interrumpió repetidamente:
—¿Una máquina para crear reliquias?
—No, desbloqueaste una máquina para…
—¿Una máquina para revivir si muero?
—No interrumpas mis palabras. Como mencionaba, desbloqueaste una máquina para…
—¿Una máquina que cocina tortas de cumpleaños?
—¡No, desbloqueaste una máquina para sacar leche!—Gritó Azaluz con rapidez, evitando ser interrumpido nuevamente.
—¡¿Qué?!—Chilló Arturo como si le hubieran dado una patada en las pelotas.
—La habitación de “Anteojitos”, ahora es un pozo con un tambo. Lo desbloqueaste con la canica violeta, es una máquina para ordeñar vacas—Mencionó con calma la oruga.
Arturo quedó evidentemente aturdido con lo que había obtenido y se quejó:
—¿Y para qué se supone que querría esa máquina? ¡Yo no tengo vacas!
Azaluz, fumando su pipa con calma, le respondió:
—Si no te gusta, puedes destruir la canica...
Arturo, visiblemente desilusionado, decidió conservar la canica y aceptar la inusual adición a su hogar. Cerró el panel de hogar y se dirigió a la habitación de Anteojitos para explorar la máquina de ordeñar que había obtenido. Su mente estaba llena de incertidumbre y un toque de decepción mientras caminaba.
Al ingresar a la habitación de Anteojitos, el jorobado notó de inmediato la presencia de la máquina. Descansaba en una de las paredes de piedra, un objeto anacrónico en un entorno que parecía más bien medieval. La máquina era un conjunto complicado de engranajes, palancas y tubos de metal reluciente. Un gran embudo en la parte superior de la máquina parecía destinado a recibir algo, pero Arturo no tenía idea de qué. Cables y tuberías se conectaban a otras partes del dispositivo, y una manivela sobresalía en la parte frontal. El jorobado se acercó a la máquina, mientras su mente divagaba entre la confusión. Era obvio que no tenía ni idea de cómo funcionaba, ni por qué debería tener una máquina de ordeño en la habitación de un ojo volador; sin embargo, tampoco quería tirar la canica violeta a la basura.
Mientras Arturo observaba la extraña máquina, Copito se acercó con una expresión de simpatía en sus ojos. Aunque Copito no podía hablar, podía comprender la frustración y la confusión de su dueño. Se acurrucó junto a Arturo, reconfortándolo con su presencia y una caricia suave de peludo cuerpo.
Por su parte, Anteojitos observó la escena con su típica mirada curiosa. Aunque no podía hablar el idioma de los humanos, su capacidad de observación y entendimiento era impresionante. Anteojitos flotó alrededor de la máquina con intriga, inspeccionando cada detalle con su gran ojo. Era evidente que no comprendía el propósito de la máquina, y la primera idea que se le cruzó era que una nueva máquina para jugar.
—No, es un juguete, y tampoco nos sirve de nada… —Comentó Arturo con molestia, aún abrumado por la desconcertante adquisición, suspiró y acarició a Copito con gratitud.
Anteojitos observó la máquina con una mirada inquisitiva. Aunque no podía hablar en el lenguaje de los humanos, su expresión sugería una pregunta muda: «Si no sirve, entonces: ¿Por qué mierda me trajiste esta basura a mi cuarto?»
Pompón se sentó al lado de jorobado y, con una mirada tranquila, le recordó con sus palabras sabias:
—No te preocupes, Arturo. A veces, las adquisiciones pueden parecer extrañas al principio, pero aún hay mucho camino por delante y puede ser que esta máquina provoque alguna sinergia interesante en el futuro. Por lo demás, no sabemos lo que nos depara la vida, pero sí sé que necesitas arreglar tu inventario para dejar de ponerme nervioso. ¡Vamos , ya falta poco!
Haciéndole caso al conejo, Arturo se dirigió hacia el espejo nuevamente y sacó con cuidado los cuatro pergaminos que había adquirido anteriormente. Cada uno tenía un aspecto antiguo y misterioso, y sus inscripciones parecían incomprensibles a simple vista.
Sin demorarse, Arturo cerró su inventario y se dispuso a introducir los cuatro pergaminos en el espejo. Estaba ansioso por descubrir qué secretos ocultaban y cómo serían los paisajes que estos pergaminos custodiaban. Sin embargo, cuando intentó introducir el segundo pergamino, algo inusual y perturbador sucedió: ¡Se prendió fuego!
Y no solo el segundo pergamino, sino que también el tercero y el cuarto pergamino, en lugar de deslizarse sin problemas en el espejo como lo había hecho el primero, comenzaron a arder con un fuego misterioso. Las inofensivas llamas danzaban en sus manos mientras Arturo trataba de comprender la extraña situación. La confusión y la preocupación se reflejaban en su rostro.
Arturo se sintió atónito ante lo que había ocurrido tres veces seguidas. Miró a Pompón en busca de una confirmación de su corazonada.
—¡Me estafaron, Pompón! Aparentemente, hay un pergamino de adquisición sencilla, y algunos estudiantes despiadados lo utilizan para engañar a los idiotas… Como yo…—Respondió Arturo, con un dejo de desilusión en su voz, mientras Pompón asentía con desaprobación.
Pompón no perdió la oportunidad de darle un sermón a Arturo. Se sentó junto a él, y mientras su peluda cabeza se sacudía con reproche, comenzó a hablar en un tono regañón:
—Arturo, ¿cómo pudiste caer en una estafa tan obvia? Deberías haber sido más precavido y haber investigado mejor antes de tomar decisiones impulsivas. Ya deberías saber que las ofertas demasiado buenas para ser verdad, por lo general, no son más que estafas. ¡Tres veces seguidas! ¡Tres pergaminos inútiles! ¿No puedes ver lo irresponsable que has sido?
Arturo, sin responder, se mantuvo en silencio, con los ojos fijos en el suelo, apretando los dientes. Estaba visiblemente molesto consigo mismo y frustrado por la situación. La voz de Pompón resonaba en su cabeza como un eco constante de autocrítica.
Dejándose llevar por la situación, Pompón continuó con su reprimenda, sin importarle la mirada de Arturo. Sus palabras llevaban consigo un peso de preocupación y advertencia:
—Deberías aprender de tus errores y no volver a caer en trampas tan evidentes. Es cierto que el santuario que ganaste tiene un gran potencial, pero es más que evidente que trataron de venderte un santuario inútil, al igual que lo hicieron con la máquina para sacar leche a las vacas. Solo gracias a una extraña sinergia es que has obtenido algún beneficio de esa estafa, pero no siempre tendrás tanta suerte. Deberías ser más cauteloso y astuto en el futuro, o te arriesgas a perder todo lo que has ganado.
Arturo se sintió aturdido por las palabras de Pompón. La realidad de que las dos canicas que había adquirido con tanto entusiasmo resultaron ser estafas le impactó de lleno. Un sentimiento de decepción y molestia se apoderó de él. Se quedó pensando en cómo había caído tan fácilmente en la trampa y en la pérdida de recursos que eso implicaba. En definitiva, esas canicas y los pergaminos fueron sus principales compras luego de no poder obtener más reliquias de su número de puesto; además de la tarjeta de aventuras, que en estos momentos aparentaba ser otra estafa más del montón.
Pompón levantó su vocecita en un grito, a pesar de su fragilidad, para enfatizar su mensaje:
—Ya no se puede volver atrás, pero sé precavido, Arturo. Además de tus mascotas y yo, el resto de la gente de tu raza está en nuestra contra. Aprende del Rey Negro, sé de los que estafan y no se dejan estafar, porque en este mundo miserable no hay punto medio. ¡Recuerda estas palabras, niño!
Aparentemente el conejo se había dejado llevar demasiado por la situación y tosió violentamente después de dar su sermón, preocupando a Arturo, quien se agachó rápidamente para ayudar a su pequeño amigo.
El conejo tosía con fuerza, y Arturo lo acunó en sus manos, con los ojos llenos de ansiedad. Sabía que no podía hacer mucho por Pompón, pero su amor y cuidado eran lo que más valía para su curador peludo.
—Tranquilo, Pompón. Estaré más alerta, te lo prometo. Tienes razón; debería aprender a no dejarme engañar tan fácilmente. Y también prometo cuidarte mejor. No sé qué haría sin ti—Arturo le habló con voz suave, acariciando el poco pelaje que le quedaba al conejo.
Pompón asintió con gratitud, aunque aún estaba visiblemente débil. Las palabras de Arturo parecieron calmar su tos, aunque su voz seguía siendo frágil:
—Gracias, Arturo. No dejes que la codicia te ciegue. Aunque hayas cosas en este mundo que parezcan agradables, todavía debes recordar lo que le pasó a tus compañeros que desaprobaron el gran examen. Hay peligros, y debes aprender a distinguirlos.
Arturo invocó una almohada en el piso y llevó al conejito hasta la misma, donde Pompón se acurrucó, tratando de recuperar el aliento. Arturo se sentó a su lado, observando con preocupación mientras su curador descansaba.
Durante un tiempo, el silencio llenó la habitación. Arturo reflexionaba sobre las palabras de Pompón, tratando de comprender por qué lo habían estafado de forma tan fácil luego de haber puesto tanto empeño en el plan de vender su número de puesto. Si bien era cierto que esa estrategia ahora mismo importaba poco, eso únicamente se debía a que el inteligente de Anteojitos había forzado a Arturo a tomar otro camino, de no ser así entonces realmente su situación no sería tan buena como lo es ahora.
Pompón finalmente rompió el silencio con una voz más fuerte, aunque aún débil.
—Arturo, no olvides que estamos juntos en esto. Hemos enfrentado muchos desafíos juntos y superaremos esto también. Pero necesitas cuidarte a ti mismo, y no olvidarte que tienes mascotas que dependen de tus decisiones. Tu ingenuidad y amor con los demás son lo que nos están arrastrando a un infierno constantemente.
Arturo asintió, sintiendo un nudo en la garganta. Hace unas pocas semanas, toda su vida había cambiado radicalmente. De la completa soledad y la rutina monótona de la escuela, pasó a tener un hogar inusual, lleno de mascotas y un conejo parlante. Ahora, sus responsabilidades habían adquirido un nuevo significado. Tenía seres a los que cuidar y proteger. Mientras miraba a Pompón, se dio cuenta de cuánto había crecido como persona desde que había aprobado el gran examen.
—Tienes razón, Pompón. Te prometo que seré más cauteloso y sabio en el futuro. Aprenderé de mis errores y cuidaré de todos nosotros. Mi compromiso es asegurarme de que estemos seguros y felices aquí.
El conejito asintió con una sonrisa débil, apreciando las palabras de Arturo. Se acomodó aún más en la cómoda almohada, listo para descansar y recuperarse. Tras tranquilizar a Pompón, Arturo se dirigió nuevamente hacia el espejo para organizar los objetos restantes. Afortunadamente, eran pocos. Rápidamente etiquetó las dos ofrendas que había recopilado como “Ofrendas” y las agrupó con la que había ganado tras completar la misión del sacerdote. Luego, Arturo sacó el anillo oxidado de su inventario.
El anillo era un antiguo y humilde objeto que parecía haber soportado el paso del tiempo con resignación. Su banda metálica estaba corroída por el óxido, y su única piedra preciosa, una pequeña esmeralda, parecía desgastada y apagada.
Según la investigación que Arturo había realizado previamente, los anillos eran objetos bastante raros de conseguir y, por lo general, imponían ciertas condiciones para usar sus habilidades, las cuales casi siempre se relacionaban con otros anillos y las posiciones de la mano que ocuparían. Sin embargo, él no tenía ningún anillo en su posesión, por lo que cualquier restricción de uso que pudiera imponerle no le afectaría mucho. Además, sus expectativas ya eran bastante bajas en el momento de la compra. Dado que era bastante fácil averiguar la habilidad secreta del anillo, por lo que era evidente que nadie le habría vendido un gran tesoro por error.
Después de inspeccionar el anillo durante un rato, Arturo confirmó sus sospechas al descubrir que la habilidad del anillo era prácticamente inútil. Solo servía para distorsionar la voz de quien lo utilizaba, haciendo que hablara con un tono agudo y gracioso, como si hubiera inhalado helio. Además, el anillo tenía la peculiar condición de que debía ser el único en la mano y estar colocado en el tercer dedo. No era exactamente un objeto de gran valor, pero al menos podría presumir de tener un anillo poco común que no todos tenían.
Finalmente, tras haber sacado el anillo y renombrado todos los objetos que había adquirido mediante el intercambio de números de puesto, Arturo se encontraba en un momento de relativa paz espiritual disfrutada por ver su inventario completamente organizado.
Dado que el jorobado aún no había probado pescar en la fuente, los objetos que podría obtener de esa manera seguían sin aparecer en su inventario. Pese a ello, el agotamiento comenzaba a hacer mella en él, por lo que decidió posponer la exploración de la fuente de pesca para más tarde. No obstante, no pudo resistirse a descubrir qué paisaje había desbloqueado con los cuatro pergaminos que había adquirido.
Haciendo un gesto hacia la ventana, la vista del colorido patio de la mansión se distorsionó y reveló un paisaje inusual. Más allá de la ventana se extendía una escena desoladora: una inmensa montaña de basura. El aire estaba impregnado de olores desagradables, una mezcla de putrefacción y químicos tóxicos. Ratas correteaban entre los montones de desperdicios, mientras insectos zumbaban en el aire, atraídos por la abundancia de desechos. Era un panorama desolador que contrastaba fuertemente con la belleza del patio de la mansión. Arturo se quedó mirando, perplejo, preguntándose si haber desbloqueado semejante paisaje de mierda luego de ser estafado tan brutalmente era la última gota que colmaría el vaso de su cordura.
Después de unos minutos de profunda reflexión, Arturo decidió deshacer la visión del basural y restaurar la vista del hermoso patio de la mansión. Con cansancio, dio un último vistazo a su panel de inventario, que ahora estaba organizado y renombrado adecuadamente:
Inventario Colchón 2 Túnicas 3 Regalo 1 Ofrendas 3 Cerdo 1 Poción, “Luna de Sangre” 1 Carta de Aventuras: Paraje tenebroso 1 Carta de Aventuras: Agua Termales 1 Poción Misteriosa 2 Monedas de Oro 1 Banda Sonora 1
Arturo se sentía mentalmente agotado por la ardua tarea de reorganización y exploración que había llevado a cabo. Decidió que era hora de tomarse un merecido descanso. Cerró su panel de inventario y se dirigió al santuario para dormir un rato. Había logrado mucho en tan poco tiempo, pero sabía que aún quedaban muchas cosas por hacer y muchos trofeos que ganar.