Los días transcurrieron con calma en el apacible hogar de Arturo. Durante este periodo, el joven finalmente logró organizar los objetos adquiridos en el mercado y se sumergió en el disfrute de los mismos. Además de los objetos comprados para Copito, el tocadiscos y el kit destinado a deshacer la maldición del laboratorio sumergido, Arturo se hizo con otros tres objetos muy codiciados por los estudiantes. Estos elementos compartían la cualidad de ser instrumentos ideales para pasar el tiempo y relajarse, sugiriendo que estas eran las principales prioridades de la gente de aquella época.
El primero de estos objetos resultó ser un sauna. Este consistía en una suerte de habitáculo que debía ser instalado dentro de otro espacio. A pesar de su relativo gran tamaño, que fácilmente podría ocupar una considerable porción del cuarto donde Arturo solía descansar durante su infancia, las dimensiones del subsuelo permitieron que este pequeño cuarto quedara discretamente ubicado en una esquina. Una vez dentro, confeccionado con madera y piedras de apariencia tropical, se encontraba un pequeño banco y un dispositivo repleto de botones que permitían activar diversas funciones. La idea general del cuarto era crear un ambiente lleno de vapor para que uno pudiera relajarse plenamente, un concepto que resultó novedoso para Arturo, quien tardó un tiempo en comprender la utilidad de este singular espacio.
El siguiente objeto en la lista era una mesa de masajes conectada a un autómata. Al recostarse en la mesa, el autómata se activaba y comenzaba a realizar diferentes tipos de masajes según las preferencias del usuario. Al igual que el sauna, este objeto carecía de utilidad práctica más allá de proporcionar un momento agradable y relajante.
Finalmente, el tercer objeto tan buscado por los estudiantes resultó ser una cápsula bastante exótica. Esta singular pieza simulaba ser un huevo de apariencia inusual, pero en realidad, era una especie de cama donde uno podía descansar plácidamente. Podría parecer extravagante que los estudiantes optaran por invertir en una cama utilizando una valiosa reliquia, si no fuera por la grandiosa habilidad de esta cama para controlar los sueños y proporcionar un descanso sumamente reparador. De hecho, quienes se aventuraban a dormir en esta maravillosa cápsula despertaban con una sonrisa alegre gracias al sueño profundamente reconfortante con el que habían pasado la noche.
Debido a la limitación de espacio, todos los nuevos objetos fueron colocados en la habitación del subsuelo, pese a que la amalgama de elementos no resultara estéticamente agradable.
Además de acomodar los objetos comprados en el mercado, durante estos días, Arturo exploró con mayor detenimiento el vasto abismo de agua que se había formado debajo de su subsuelo. Sin embargo, el barco sumergido que había capturado su atención resultó ser simplemente un refugio para criaturas marinas, y el laboratorio subterráneo quedó inaccesible debido a la destrucción total de la cueva donde este se hallaba. Por lo que más allá de ser un lugar pintoresco para nadar por un rato, este espacio no ofrecía mucho más provecho.
No obstante, la actividad de nadar resultó ser fascinante por sí sola para Arturo. Ya sea debido a sus nuevos instintos como tritón o a un amor innato por nadar, el joven podía pasar horas explorando y disfrutando de la gran “piscina” que se había formado en su cuarto.
Regresando al día de hoy, Arturo finalmente se había embarcado en la tarea de organizar los últimos objetos que aún permanecían en su inventario sin cambios de nombres. Estos eran los que había adquirido durante el último intercambio de número de puesto, y a pesar de que la mayoría de objetos comprados eran reliquias, también había algunos objetos misceláneos habían llamado suficientemente la atención de Arturo como para arriesgarse a ser estafado para conseguirlos.
Descontando las reliquias que Arturo había invertido en el mercado, le quedaban ahora a su disposición un total de 7 reliquias. Esta cifra demostraba claramente la prosperidad del intercambio de número de puesto en comparación con la primera ocasión, aspecto que también se explicaba por la gran cantidad de alumnos que aprobaban el examen gracias a la influencia del Rey Negro. Además de las reliquias, Arturo adquirió 20 objetos misceláneos, aunque los últimos 14 fueron resultado de exprimir hasta la última gota de provecho del número de puesto, y solo 6 de ellos podrían haber sido posibles estafas.
De estos 14 objetos, 5 eran ventanas idénticas a las que Arturo ya poseía, por lo que no requerían explicación adicional. Después había 4 antorchas, las cuales eran todas iguales y consistían en un dispositivo de metal colocado en las paredes para sostener la antorcha y un palo de madera envuelto con un trapo impregnado de aceite. Una vez colocada, la antorcha se encendía y permanecía así eternamente, sin consumirse nunca. Por otro lado, había 6 muebles irrelevantes, donde se incluían dos incómodos sillones de piedra, una mesa de piedra, dos alfombras y un armario de piedra.
Las ventanas y antorchas fueron dispuestas al azar por la vivienda, mientras que los muebles encontraron su lugar en el subsuelo. A pesar de su inutilidad, Arturo concebía la vida de manera que cada objeto tenía un valor inmenso. Incluso un sillón inútil e incómodo tenía un valor psicológico que te hacía sentir más rico al ponerlo en su lugar, razón por la cual Arturo decidió colocarlos en el subsuelo en lugar de dejarlos abandonados en su inventario.
Como resultado de exprimir el valor de su número de puesto, Arturo logró transformar una parte de su subsuelo en un micro living. El cual contaba con dos incómodos sillones, una mesa de piedra, un armario vacío y dos alfombras, cuyas descripciones detalladas podría resumirse diciendo que estaban hechas de paja y aparentemente habían sido usadas cientos de veces, lo cual hablaba bastante de la calidad de las mismas.
Siguiendo con la descripción de lo obtenido durante el intercambio, continuaban los objetos que captaron la atención de Arturo lo suficiente como para adquirirlos. Estos consistían en una carta cerrada con un elegante sello rojo en el medio, dos tarjetas de aventura, un títere de aspecto encantador y dos libros exóticos.
En busca de organizar estos objetos, Arturo extrajo la carta cerrada y trató de abrirla, pero, por mucho que lo intentara, la misma se resistía a revelar su contenido.
—Según recuerdo, estas cartas funcionan como los pergaminos, pero no puedo abrirla, Pompón. ¿Tienes alguna idea de cómo podríamos leer su contenido? —Preguntó Arturo mientras le entregaba la carta a Pompón.
—Es porque estas cartas no se abren, su contenido es misterioso. Solo debes colocarlas en el espejo y ver qué logras con ellas —Explicó Pompón apresuradamente— Pero recuerda no tener expectativas demasiado altas, es casi imposible que esta carta te otorgue algo útil.
Arturo volvió a tomar la carta y trató de introducirla en el espejo. Para su sorpresa, la carta fue succionada por el espejo y desapareció en su reflejo. Casi instantáneamente, el espejo comenzó a vibrar, mientras su reflejo se distorsionaba, revelando un pequeño armario vacío. No tenía estantes y parecía ser una pequeña habitación cuadrada donde apenas lograría entrar una persona. No había nada destacable en este cuarto, excepto que las paredes estaban hechas de un metal oxidado y corrompido. A través de los agujeros picados en el metal, se podía ver que este armario estaba oculto bajo tierra, ya que raíces de mal aspecto se colaban por las aberturas.
—¿Qué se supone que es esto? ¿Un almacén? —Preguntó Arturo, sin tener la menor idea de la utilidad de este espacio.
—No, este no es un almacén —Respondió alguien con una voz tétrica y deprimente desde el fondo del armario.
Arturo tuvo que agacharse y concentrar la vista para ver quién había hablado, y resultó ser ni más ni menos que un mosquito pegado en la parte inferior del cuartito. Era muy difícil verlo debido a que se camuflaba bastante bien. De todas formas, su voz era profunda y poderosa, lo que facilitaba distinguirla una vez que se presentaba.
—Mucho gusto, soy Arturo. ¿Y tú, quién eres? —Se presentó el niño.
El mosquito, cuya voz resultaba tan deprimente y monótona como la humedad en un día lluvioso, se manifestó desde el rincón oscuro del pequeño armario. Su presencia era notoria, considerando su tamaño diminuto:
—Saludos, Arturo. Yo soy Mosquitus, él salva vidas, y me agrada informarte que has desbloqueado la función de cuarto de pánico del espejo… felicitaciones.
Arturo, con cierta decepción, miró a su alrededor en el reflejo del espejo, intentando asimilar la situación. Un cuarto de pánico no parecía ser la emocionante revelación que esperaba. Con un suspiro, le preguntó a Mosquitus:
—¿Un cuarto de pánico? ¿Qué se supone que puedo hacer con eso?
Mosquitus zumbó de manera desganada antes de responder con su característica monotonía:
—Este cuarto de pánico es una representación de tu mente subconsciente. Sirve como un lugar seguro en el que puedes refugiarte cuando sientes que el mundo exterior se vuelve abrumador o amenazante.
Arturo frunció el ceño, sin estar del todo convencido. No parecía el tipo de utilidad emocionante que esperaba, y el cuarto parecía completamente inútil si lo comparaba con sus adquisiciones recientes.
—¿Y por qué demonios necesitaría eso? —Preguntó Arturo con un tono de incredulidad— Soy un mago, puedo teletransportarme donde yo quiera.
Mosquitus se limitó a encoger las alas, indicando una especie de resignación:
—La función de este cuarto es completamente subjetiva. Es más útil en situaciones extremas o cuando necesitas un escape momentáneo de la realidad. Sin embargo, no todos encuentran su valor.
Arturo, sintiéndose un tanto decepcionado y confundido, insistió:
—¿No hay nada más en este cuarto? ¿Nada más que pueda hacer aquí?
El mosquito emitió un suspiro zumbante y respondió:
Ensure your favorite authors get the support they deserve. Read this novel on the original website.
—No, Arturo. Este es un espacio personal y la utilidad que tenga para ti dependerá de tus propias necesidades. Siéntete libre de explorar o simplemente no vuelvas a convocar este espacio. No me importa.
La desidia en la voz de Mosquitus se notaba en cada una de sus palabras, como si las emociones y preocupaciones de Arturo fueran una mera molestia en su existencia.
Mientras Arturo abría la boca para invocar su inventario con una mezcla de resignación y frustración, Mosquitus emitió un último zumbido indiferente:
—Buena elección. Si necesitas el lugar... úsalo.
Con eso, el mosquito se desvaneció junto al reflejo del cuarto de pánico, dejando a Arturo con la sensación de haber explorado un rincón del espejo que resultó ser más extraño y melancólico de lo que esperaba.
—Ese cuarto te sería muy útil, si no me tuvieras. El problema es que tendrías que romper el espejo para llevar el cuarto de pánico donde tú quieras —Comentó Pompón, encontrándole algo de valor al cuarto, el cual resultaba ser un excelente lugar para refugiarse en caso de ser bloqueado por otra persona.
—¿Eh? ¿Puedo romper el espejo? Entonces sí que es útil. Si por casualidad nos bloquean a los dos al mismo tiempo, podríamos escapar con ello —Comentó Arturo mientras buscaba algo para romper su espejo.
—¡Espera, idiota! El espejo no se puede romper a menos que no haya otra opción. Traerías mala fortuna y entidades peligrosas. Trata de recordar lo que te enseñaron cuando ingresaste a la academia —Dijo Pompón con urgencia, sin gustarle para nada la idea de que Arturo rompiera el espejo— Además, ya tienes un punto de control en tu hogar, por lo que deberían usar magia muy extraña para impedir que escapes de alguna habitación. No hay motivos para invocar mala fortuna solo para poder sacar este cuarto de tu hogar.
—Me había olvidado, Pompón. Tienes razón, mejor no arriesgarse. Vamos a seguir explorando. A ver qué más nos depara este extraño conjunto de objetos que adquirimos —Dijo Arturo con una mezcla de determinación y curiosidad.
Arturo examinó detenidamente su inventario y extrajo con cautela las dos tarjetas de aventura que había adquirido. Ambas pertenecían a la serie de la “Luna de Sangre”, evidenciada por el característico astro impreso en el dorso; sin embargo, el dibujo y las palabras de poder divergían, indicando que no se trataba de duplicados. Las palabras mágicas inscritas en la primera tarjeta eran las siguientes:
En la tierra donde el silencio se posa, donde descansan en paz los que ya no gozan. Un lugar de sombras, quietud y misterio, donde cada susurro es un eco siniestro. Bajo lápidas que guardan historias mudas, se alza un campo donde la vida se oculta. Allí reposan, en sueño profundo, aquellos que ya cruzaron el umbral que todos están esperando. ¿Dónde estoy?
Sobre las palabras mágicas se desplegaba un dibujo meticuloso de un cementerio. Esta representación visual transportaba a la mente a un lugar donde la vastedad silenciosa se manifestaba como un mar de lápidas, erigiéndose en la serena confluencia de lo etéreo y lo terrenal. Las piedras, algunas erguidas con la solemnidad de centinelas, otras inclinadas por el peso de los años, ofrecían un testimonio silencioso de vidas que alguna vez resonaron con risas y lágrimas. Entre los jardines sombríos, las flores desplegaban su color efímero como un homenaje a aquellos que hallaban su descanso bajo la tierra. Las ramas de árboles antiguos susurraban historias no dichas, mientras el viento transportaba consigo ecos de susurros olvidados. Este era un lugar donde el tiempo fluía lentamente, como si el universo mismo estuviera en pausa, otorgando a las almas el sosiego que buscaban en la quietud eterna. En este rincón final, la memoria y la tranquilidad se entretejían, creando un refugio donde los vivos reflexionan sobre la fugacidad de la existencia, mientras los difuntos descansan en la paz que solo la muerte puede otorgar.
Mientras tanto, la segunda tarjeta tenía las siguientes palabras mágicas escritas sobre su cara principal:
En el vasto océano de color azul sin fin, donde las olas bailan en su propio frenesí. Un viajero sin alas marcha sobre el agua, un misterioso andarín que nunca se hundirá. Surca los mares con su casco y timón, un trotamundos procedente de un misterioso rincón. Su cuerpo de madera desafía la tempestad, un intrépido danzante en la inmensidad. ¿Quién soy?
Arriba de estas palabras mágicas, se encontraba el dibujo de un barco que parecía emerger de las líneas del papel con una gracia singular. Sus velas, amplias como alas extendidas, capturaban la imaginación con sus pliegues que sugerían la acariciante caricia del viento marino. El casco, esculpido con destreza en las ondulantes curvas de la madera, mostraba las huellas del tiempo en forma de barniz desgastado y vetas de antaño. Una proa esculpida, como una figura mitológica de una sirena, se inclinaba hacia adelante con una elegancia serena, mientras que el timón, un testimonio de la habilidad del artista, se proyectaba hacia atrás con la promesa de guiar al barco a través de aguas desconocidas. Detalles minuciosos, como las olas que rompen en la quilla y las gaviotas que rondan las velas, agregaban vida a la obra, dotando al barco en la tarjeta de una presencia viva y eternamente viajera.
—Un barco y un cementerio —Mencionó Arturo mientras pasaba las dos tarjetas a Pompón para su inspección. El conejo, con ojos agudos, examinó detenidamente las cartas entre sus pequeñas patas.
—Fue una buena compra, Arturo. Puede ser que en su momento estas tarjetas fueran consideradas basura, pero hace mucho que la luna de sangre no se alza, por lo que estoy seguro de que su valor se ha incrementado con el avance de las eras —Declaró el conejo con una mezcla de alegría y satisfacción. Con gestos ágiles, volvió a colocar las tarjetas en el inventario y las renombró con sus respectivos nombres.
El joven observó con fascinación cómo las tarjetas se guardaban con nuevos títulos, resonando con el potencial oculto que ahora llevaban consigo. Mientras admiraba el cambio, Arturo sacó con delicadeza los últimos tres objetos que faltaban por acomodar, ansioso por devolver a su inventario la belleza y el orden que Pompón tanto apreciaba. Entre sus manos apareció un inquietante títere y dos libros cuyos títulos sugerían historias fascinantes: “El amigo de los dragones” y “La ruleta del destino”.
El títere, al que Arturo miró con cautela, era una obra maestra de lo espeluznante. Su rostro, tallado con precisión morbosa, mostraba una expresión de malevolencia con ojos huecos que parecían seguir cada movimiento. La piel que cubría su figura emanaba una extraña textura, como si estuviera hecha de una amalgama de pieles de otras criaturas.
Sin embargo, Arturo mostraba un aprecio notable por los muñecos, y con meticulosidad colocó el tétrico títere en una de las torres del minicastillo. Parecía como si anhelara que el títere estuviera cerca de los otros peluches, procurando que pudieran entablar conversaciones y compartir sus historias cuando nadie estuviera observándolos.
En cuanto a los libros, “El amigo de los dragones” se presentaba como un tomo encuadernado en una piel reptiliana de un verde intenso, con detalles en oro que dibujaban elegantes siluetas de dragones en sus páginas. El tacto de las páginas revelaba un papel inusualmente suave y resistente, confirmando que este libro era más que una simple narrativa: era una experiencia sensorial.
Por otro lado, “La ruleta del destino” adoptaba una estética más misteriosa. Su portada estaba hecha de un material oscuro y pulido, aparentemente cuero, pero que exudaba un aura enigmática. Grabados en la cubierta, símbolos antiguos parecían danzar en un patrón sutil, revelando la promesa de secretos guardados entre sus páginas. Al abrir el libro, las ilustraciones cobraban vida con colores vibrantes y detalles intrincados que contaban historias cautivadoras, como si cada página fuera una ventana a un mundo mágico y desconocido.
Arturo, con admiración, colocó cada uno de estos objetos en su inventario, satisfecho por la singularidad y la enigmática belleza que ahora componía su colección. La visión de su inventario, antes desorganizado, ahora resplandecía con un equilibrio armónico.
—Las recompensas por los libros eran bastante buenas, ¿no? Siento que me olvidé de qué nos dieron por el libro del juego de la vida, digo, el libro ese con el que preparé el examen final para convertirme en un mago formalmente — Preguntó Arturo mientras buscaba hacer memoria de lo ocurrido en las contrataciones.
—No nos dieron nada, dado que estabas tan distraído que el encargado de organizar las contrataciones simplemente te mandó con desprecio hacia tu puesto. Lo bueno es que tampoco le dimos ese libro, así que en las siguientes contrataciones podremos descubrir cuál es esa misteriosa recompensa — Mencionó Pompón con alegría — Estos dos libros también son exámenes secretos que le pertenecieron a estudiantes que aprobaron en el pasado.
—Sí, con los títulos extraños que tienen, deben ser eso… —Mencionó Arturo, aunque lo cierto es que no se había malgastado en ponerse a discutir con los libros acerca de su utilidad, y no era para menos. Ya había estado discutiendo demasiado con Momo para obtener los rumores que necesitaba, por lo que el niño estaba completamente harto de negociar con estos codiciosos libros.
—Arturo, deberíamos tener más cuidado con los libros en el futuro. No sabemos qué secretos ocultan y qué oportunidades podríamos estar perdiendo. Quizás podríamos descubrir más sobre esos exámenes secretos si nos tomamos el tiempo de explorar su contenido con más detalle antes de las próximas contrataciones —Sugirió Pompón mientras con delicadeza sacaba los libros que Arturo había guardado en el inventario; con el objetivo de colocarlos en la “biblioteca” oculta en el espejo—Los estaré leyendo y te diré si hay algo interesante entre sus páginas.
Arturo asintió con determinación, sintiendo que la idea de Pompon tenía sentido. Aunque estaba agotado por las negociaciones anteriores, comprendió que los libros en esta academia no eran simples manuales, sino puertas a conocimientos y ventajas ocultas.
Tras haber terminado de organizar todo su inventario, el niño miró con orgullo el fruto de su trabajo y sonrió con alegría al ver cómo su vida cada vez era más próspera.Con cada desafío superado, se acercaba un paso más a sus sueños y aspiraciones. Cerró los ojos, agradecido por el camino recorrido, y se sumergió en un sueño reparador, listo para enfrentar nuevas aventuras en el próximo capítulo de su vida.
Inventario Colchón 2 Túnicas 3 Ofrendas 3 Cerdo 1 Poción, “Luna de Sangre” 1 Poción, “Risas Infinitas” 1 Carta de Aventuras: Isla relacionada con el Capitán 1 Carta de Aventuras: Paraje tenebroso 1 Carta de Aventuras: Agua Termales 1 Carta de Aventuras: Una playa con una cueva 1 Carta de Aventuras: Cementerio 1 Carta de Aventuras: Barco 1 Poción Misteriosa 2 Monedas de Oro 1