De pronto, se escucharon ramas crujir en la lejanía y apareció el animal azul y rojo de nuevo.
El pequeño peludo se detuvo frente a mí, mirándome de manera extraña. Al principio pensé que quería jugar, pero su mirada fija me dio escalofríos.
"Mirella... ¿Dónde estás?" Murmuré, esperando que apareciera pronto.
Sus ojos casi parecían escanear los míos hasta que de repente dio un giro brusco y comenzó a emitir un chillido agudo hacia la selva.
Mis oídos zumbaban y tuve que cubrírmelos para amortiguar el sonido. El chillido parecía resonar en toda la selva, y en cuestión de segundos apareció Mirella volando hasta subirse en el lomo del animal, haciendo que deje de chillar.
"¡Luciano! ¡Él es mi nuevo amigo!"
Ah... Ahora esta hadita se hace amiga de cualquiera que se le cruce por el camino. Solo le bastaron unos minutos.
No me quiero imaginar qué tonterías habrán pasado en el medio. ¿También le habrá dicho que haga un sonido que me rompa los tímpanos?
"¿En serio? ¡Qué genial! Yo también quiero ser su amigo".
"¡Sí! Y hasta me hizo caso de venir a buscarte".
Un hada montando un animal raro de color azul y rojo... Realmente, este mundo tiene de todo, ¿eh? Imposible aburrirse así.
Me acerqué y empecé a acariciar la cabecita del animal.
"¿Te gusta, pequeño? ¡Muy buen chico!
¿Qué tal si le decís que se vuelva con Anya? ¡Seguro que ella está muy preocupada por él! ¡Pobre Anya!"
A veces debía exagerar un poquito la situación para que me hiciera caso.
Mirella abrió bien grandes los ojos y comenzó a acariciar rápidamente el lomo del animal.
"Vamos, amiguito, es hora de volver con la señorita Anya. Ella seguro que te extraña mucho".
Luego se bajó de él y le dio golpecitos en las patas, como para que empezara a moverse.
El cuadrúpedo pareció entender y corrió rápidamente hasta desaparecer entre los árboles.
"¿En serio podrá entendernos?"
"Oye, ¡¿me estás tratando de nuevo de mentirosa?!"
Está complicada la cosa hoy...
"¿Vas a seguir con esas cosas? Pensé que ya se te había ido el enojo".
"P-Perdón... es que estaba asustada por no encontrarte".
¿Es la primera vez que la escucho disculparse o me parece a mí? De todos modos, se sintió muy tierno de su parte, más viéndola parada sobre el suelo, lo que hacía aún más pequeño su cuerpo.
"Está bien... Lo importante es que estamos todos bien y no pasó nada malo".
"Mira, aquí hay una cueva muy grande. Seguro que hay algo interesante para ver antes de irnos, ¿no? ¿Qué te parece si entramos?"
Señaló el interior de la oscura cueva, la cual parecía ser mucho más profunda que la nuestra.
"Pero... ¿No deberíamos volver? Me parece que Suminia se podría enojar mucho con nosotros".
"Vamos, es solo un ratito más..."
"Entremos, entonces. Pero solo un ratito, ¡eh!"
"¡Sí, un ratito!"
"Aunque... tengo hambre, ¿me ayudarías a recoger algunas nañas de un árbol que encontré hace un rato? Esta vez sí pude reconocer un árbol de nañas".
"Bueno, pero solo unas pocas, ¿sí?"
"¿Y por qué solo unas pocas?"
"Bueno, las que tú quieras".
"Así está mejor".
"¿Te gusta que te responda de esa manera?"
"En lo posible, sí. Es mejor cuando sos amable".
"Voy a tenerlo en cuenta, entonces".
Comenzamos a caminar de vuelta por el costado del arroyo.
"¿Sabes? A veces me pregunto cómo terminamos en estas situaciones tan extrañas".
"Sí, es como si la aventura nos siguiera a donde quiera que vayamos. Me gusta que sea así. Me gusta estar junto a ti".
"Y pensar que todo comenzó con un simple paseo por el bosque".
"Pero lo hiciste a propósito, ¿no?"
"Tampoco te quería hacer esperar tanto con el tema del agua mágica".
"Gracias, Luciano".
Luego de unos minutos, ya estaba sentado de vuelta en la piedra, comiendo una naña y con otras tres en la mano.
"¡Gratdzias Midella, sos da mejod!"
Mirella me miró, divertida, mientras yo intentaba hablar con la boca llena.
Con un intento fallido de tragar rápido, solo logré provocarle una risa.
"¡Luciano, no hables con la boca llena! Pareces un niño pequeño... Bueno, más pequeño de lo que ya eres".
Con las mejillas un poco ruborizadas, se posó sobre mis rodillas.
"¿Crees que es seguro ir a esa cueva? Se siente algo densa".
"¿Eh? Pero si vos acabás de decirme que querías ir".
"Bueno, no sé..."
"No pasa nada, vos sos muy fuerte y ahora estás llena de partículas mágicas. Si pasa algo, solo usá magia y listo, ¿no? Como contra el oso".
"¿Soy... fuerte?".
Luego asintió con una sonrisa tímida.
"¡Sí, soy fuerte!" Repitió, como si necesitara creérselo.
"Sos fuerte, hermosa y mi mejor amiga, así que vamos a esa cueva de una vez y ojalá que encontremos al acosador de mierda ese que ya me tiene harto".
Bueno, creo que me exalté un poco. Es que ya me había empezado a molestar tener a un acosador.
"¡S-Sí!"
¿Le habrán contagiado mis palabras? Como sea... ella me siguió, volando, de camino a la cueva.
Me limpié un poco la boca con el reverso de la mano mientras caminábamos por el costado del arroyo.
"Cuando lleguemos, voy a necesitar que ilumines dentro de la cueva, ¿sí? Porque vi que está demasiado oscura al no llegarle luz del sol".
"¡Entendido, mi señor!"
"Hace rato que no me llamabas así", reí suavemente.
Miré a Mirella de reojo, tan pequeña y brillante. A veces me preguntaba qué haría sin ella. No era solo su magia lo que me ayudaba, sino la forma en que siempre encontraba una manera de hacerme sonreír, incluso en los momentos más tensos. Bueno, siempre y cuando no se pusiera celosa o molesta por algo, aunque tampoco es que le duren mucho tiempo los enojos.
Al final terminamos adentrándonos en la cueva. Ella, con un leve movimiento hacia arriba de sus manos, hizo que las partículas mágicas a su alrededor comenzaran a brillar con más intensidad. En ese momento se formó una bola de luz en el aire, que era tan grande como una pelota de handball, por poner un ejemplo.
"¿En serio esa luz puede seguirnos?" Pregunté mientras descendíamos por la cueva, mis pies completamente mojados por el agua mágica que seguía el descenso en la cueva.
"En realidad me sigue a mí, pero como yo te sigo a ti, entonces te sigue a ti".
"Ya veo... Entonces te sigue a vos".
"Sí, y a ti también".
Esta conversación podría ser infinita.
"Por cierto, ¿no tomaste del agua mágica?"
Estaba curioso por saber si a ella le había causado algún efecto en particular. Tal vez se le había sanado alguna herida o algo.
"Algo de agua me entró en la boca, pero no siento nada raro.
¿Tú tomaste agua?"
"A mí también me entró agua en la boca sin querer, y... tampoco sentí nada raro.
¿Sabías que una vez, antes de que nos conociéramos, alguien dejó esta agua mágica en la entrada de nuestra cueva? En ese momento mi mamá estaba muy herida, y cuando tomó esta agua, su herida sanó por completo. Por eso es que supongo que esta agua tiene propiedades curativas. Debe ser la misma que en ese entonces".
"¿En serio? Menos mal que se pudo salvar... ¿Y no sabes quién la dejó ahí?"
"No, todavía sigue siendo un misterio".
De pronto se comenzaron a escuchar movimientos de piedras, como si se estuvieran moviendo en la lejanía.
"Luciano, vamos con cuidado. Déjame ir adelante".
"Es una buena idea. Solo que, si vemos a alguien, primero intentamos hablar pacíficamente, ¿sí?"
"Sí, eso ya lo sé".
Su tono era un poco más serio, como si hubiera activado ese instinto protector que la distinguía en estos momentos.
Luego de unos segundos, un ser de mi tamaño y de color gris apareció parado en medio de la poca agua en el suelo.
Tomé la palabra mientras me mantenía detrás de la pequeña hada.
"¿Hola? Venimos solo a investigar. Yo me llamo Luciano y ella es Mirella. ¿Puedes entender lo que digo?"
La cosa rara no respondió. Solo seguía manteniéndose de pie en el mismo lugar de donde había aparecido.
"¡Luciano te está hablando!"
Cuando Mirella se acercó un poco más a él y la bola de luz la siguió, logré distinguir que su cuerpo estaba hecho de piedra... ¿Acaso era un gólem? No parecía tener ojos, solo un torso con brazos, piernas y cabeza.
¿Deberíamos irnos? No creo que podamos mantener una conversación con esta cosa.
"Mirella, esta cosa no parece entender lo que le decimos, ¿crees que es un enemigo? Antes dijiste que sentías algo denso en el lugar".
De pronto aparecieron dos 'golems' más y se quedaron parados al lado del otro, como si estuvieran formando una barrera para no dejarnos pasar.
"Sí, el ambiente es denso, pero estas piedras no parecen ser algo mágico, ¿no?
Ellos parecen ser un problema, aunque hay algo más acá dentro... Algo más fuerte".
Lo que ella llamaba simples piedras yo los llamaba golems. Supongo que será algo nuevo para los dos.
¿Y eso de alguien más fuerte? ¿Habrá más enemigos acá dentro?
"¿Avanzamos entonces? Depende de si crees poder luchar contra ellos si es que nos atacan", dije.
"Sí, pero despacio y mantente detrás de mí".
Comenzamos a avanzar por la cueva intentando rodearlos por un costado, pero ellos comenzaron a intentar bloquearnos el paso.
"¿Hola...? Solo queremos hablar con ustedes, o con quien sea que haya acá dentro".
Uno de ellos era bastante inestable, como si las piedras de sus pies no fueran las adecuadas.
¿Cómo es posible que estas cosas estén vivas? Mirella dice que no es magia.
"Mirella... Creo que nos vamos a tener que ir".
"¡Luciano, cuidado!" Gritó Mirella cuando de pronto vi al primer gólem que apareció corriendo a gran velocidad hacia mí.
"¡Aléjate de Luciano!"
Un rayo de luz salió de las manos de Mirella, reventando la piedra más grande y redonda que se suponía que era su cabeza, pero aun así, el golem seguía avanzando hacia mí y ya había sobrepasado la posición de Mirella, que se encontraba volando.
Empecé a retroceder, pero me tropecé y caí de espaldas contra el suelo, mi espalda ahora estaba mojada por el agua mágica.
Con la mano derecha agarré rápidamente una piedra del suelo para ver si podía defenderme de alguna manera.
La posición era bastante comprometedora... En este momento, si Mirella intentaba disparar, lo más seguro era que el rayo de luz me atravesara a mí también.
En un movimiento rápido, vino el primer golpe desde su puño derecho; logré apenas desviarlo gracias a la piedra, pero el choque hizo que se me terminara zafando de la mano y quedé desprotegido de nuevo.
"¡Luciano!" Gritó Mirella, volando a gran velocidad hacia mí mientras el golem estaba lanzando otro golpe, ahora con su puño izquierdo.
"¡Mirella, atacá!"
Por una fracción de segundos vi que ella se posicionó frente a mí, creando una especie de barrera de luz alrededor de su cuerpo, lo que frenó el impacto y le hizo ganar tiempo para rematarlo de más cerca.
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En un grito furioso, puso sus manos sobre el golem y volvió a disparar su luz contra él, convirtiendo en polvo lo que le quedaba de cuerpo.
Le señalé hacia detrás de su espalda.
"¡Cuidado, vienen los otros dos!"
Mirella tenía que actuar demasiado rápido como para acabar con dos a la vez... ¿Podía yo intervenir de alguna manera? ¿Acaso no era que tenía magia? ¡¡Maldición!! ¡¡No puedo ser tan inútil en este momento!!
Con su instinto casi salvaje, Mirella realizó de nuevo su magia de luz y fulminó al que yo anteriormente había notado que era el más débil de los tres golems.
"¡El otro!"
Ese pequeño error nos costó que el que se movía más rápido le atacara. Ella apenas pudo cubrirse con un escudo de luz, pero el fuerte impacto de la mano de piedra la hizo terminar estampada contra la pared.
"¡Mirella, no!" Grité intentando buscar desesperadamente algo con lo que poder atacar, pero como no encontré nada, lo único que se me ocurrió hacer fue tirarme contra él.
¡Necesito ganar... algunos segundos hasta que Mirella se recomponga!
"¡Golem de mierda! ¿¡Por qué nos atacan sin razón!?"
Por más que apretara los dientes lo más fuerte posible, la fuerza de este cuerpo no era suficiente como para luchar contra algo así, contra algo que no era normal y que podía destrozarme de un solo golpe.
Todavía forcejeando sobre el suelo, el gólem me empujó de una patada para luego encajarme un puñetazo letal en la cara que me quebró y desfiguró la mandíbula.
El dolor fue inmediato, fulminante. Había sentido en carne propia cómo el impacto quebraba en mil pedazos mis huesos, y un grito sofocado salió de mi garganta, aunque ni siquiera pude entender si era un grito o solo un lamento ahogado por la intensidad del daño. Caí por completo al suelo, incapaz de articular palabra alguna, con la mente nublada por el dolor y, encima, quedando del otro lado de donde estaba Mirella tirada.
"A-A-Aggh... Mi... Mirghh..."
No podía mover mi cabeza y estaba completamente aturdido; era como si todo el lado izquierdo de mi cara hubiera explotado. La sangre había comenzado a salir de mi boca y nariz y mis ojos se llenaron de lágrimas por el inaguantable dolor.
Luché por enfocarme en mi entorno, pero todo se veía borroso y distorsionado, como si estuviera viendo a través de un cristal empañado. El gólem se movía de nuevo, con su cuerpo pesado acercándose más a mí.
No terminó todo ahí... De reojo vi borrosamente que aparecía otra figura acercándose a Mirella. ¿Era otro gólem? ¡Pero si quedaba solo uno de tres! Ya no podía gritar, no podía hablar, no podía decirle a Mirella que había aparecido otro golem, no podía decirle que no podía ayudarla.
No será que... ¿Mirella...? A mí tampoco me quedaba mucho tiempo.
Apoyé la mano derecha contra la pared rocosa que estaba a mi costado antes de ver venir al golem acercarse para darme el golpe final, el que me enviaría de vuelta con Sariah.
De pronto, vi una luz brillante que provenía de alguna parte alrededor mío. ¿Mirella? No... son mis partículas mágicas. Ellas se movían por mi cuerpo rápidamente hacia mi mano, y cuando la quise mover, la piedra de la pared comenzó a revestir el dorso de mi mano, como si fuera un guante de piedra. ¿Esto es lo que uno llamaría magia?
Cerré los ojos y solo atiné a cubrirme la cara con las manos cuando vino el golpe. Pero no me dolió cuando sentí el impacto.
Al abrir los ojos... seguía teniendo la mano completamente revestida de piedra, ahora algo resquebrajada.
El gólem seguía enfrente de mí. En cualquier momento vendría el segundo golpe y yo solo podía defenderme.
De vuelta estaba siendo solo un inútil cuando algo quería hacernos daño. Por más que me haya emocionado antes en el arroyo... Esta es la realidad: no puedo hacer nada por mi cuenta, y siempre aparece alguien que me arruina la vida una y otra vez.
Y entonces, ella apareció.
"¡No voy... a dejar... que le hagas daño!"
A pesar de estar herida, se había levantado con una determinación feroz. La ira y el miedo se mezclaban en sus palabras mientras extendía sus manos hacia el golem que estaba a punto de volver a golpearme.
"¡Gyyaaaaaa!"
Y entonces, una ráfaga de luz mucho más intensa que antes surgió de sus manos, impactando de costado al enemigo, haciendo que se desintegrara en polvo.
Yo seguía ahí, con la cabeza contra la poca agua mágica en el suelo. La cueva estaba en silencio, roto solo por el sonido de mi respiración agonizante y los débiles murmullos de Mirella.
La vista se me fue apagando poco a poco. En eso, vi otro destello iluminar la cueva, y otro grito ahogado de Mirella... Quizás ya había terminado con el último maldito gólem, solo que para mí ya era demasiado tarde. Parecían faltar segundos para que mis ojos se cerraran por completo.
¿Todo termina acá? No puede ser... No puedo morir por culpa de unos pequeños golems. No quiero ver de nuevo la cara de Sariah. No quiero tener que pedirle perdón. No quiero volver a perder una parte del cuerpo.
Por favor... Mirella, yo confío en vos. ¡No me dejes morir!
Mientras mis ojos se desvanecían, vi una pequeña figura brillante frente a mí que se abalanzaba repetidamente sobre mi hombro, como cuando una tortuga ataca con su caparazón.
Cuando mi cuerpo se puso boca arriba, empecé a sentir que algo fresco fluía junto a la sangre por mi garganta.
Me ahogué internamente muchas veces hasta que volví a sentir esa sensación que sentí cuando estaba en el arroyo: un dolor ligero pero satisfactorio.
Sentí cómo mi cara iba devolviéndose a su estado original en un instante. Mirella había logrado darme de tomar el agua mágica a tiempo.
Abrí los ojos con esfuerzo, mi vista aún borrosa por las lágrimas, pero pude distinguir esa luz característica que siempre la rodeaba. Su resplandor era más tenue de lo habitual, y podía ver el agotamiento en su diminuto cuerpo. Me había salvado... otra vez.
Me revolví un poco, sentándome con dificultad mientras intentaba ignorar el dolor que aún parecía resonar en mi mandíbula, además del sabor metálico de la sangre en mi boca.
Mirella estaba parada justo en frente de mí. Sus labios temblaban ligeramente, como si luchara por decir algo, aunque a mí me bastaba con que estuviera a mi lado.
La culpabilidad en sus ojos me lo decía todo. Ella siempre se sentía culpable si yo salía lastimado.
"Y-Yo pensé que te había pasado algo malo... y yo... ¡Entonces yo...!" Balbuceó, rompiendo en llanto mientras se abrazaba a mi pierna.
"¡Luciano! Perdón... n-no quería que te hicieran daño. Te juro que intenté... pero eran demasiados".
Sus ojos verdes estaban rellenos de lágrimas derramándose de a poco, y ver eso me partía el alma.
No pude evitarlo; a mí también se me pusieron llorosos los ojos.
"Mirella... lo siento mucho. No quise preocuparte de esa manera... No debería haberte dicho que investigáramos esta cueva", dije tratando de consolarla mientras le acariciaba la cabeza con un dedo.
"Igualmente, gracias por salvarme".
"Vámonos... ¿Sí? Vamos de vuelta a nuestro hogar, con tu familia".
"Sí, es mejor irnos".
Después de quedarnos así por unos segundos, limpiándonos las lágrimas, me levanté junto a ella, algo empapado.
En ese mismo momento, desde las sombras del fondo de la cueva, apareció el ser con orejas de gato, pero esta vez pude verle mejor; tenía forma humana, de una mujer. Bueno, en realidad era como una mezcla entre humano y gato, pero su rostro claramente era el de un humano.
Parecía que... este maldito día no quería terminar bien.
Esta mujer frente a nosotros era bastante alta y voluptuosa. Poco a poco su figura se fue develando gracias a la luz de Mirella, dejando ver un gran cabello blanco combinando con una ropa larga de estilo japonés de colores blanco y rojo. Estaba claro que este era otro ser creado por Sariah, porque nunca alguien podría tener ese tipo de ropa en este mundo. Además, esta mujer tenía partículas mágicas revoloteando a su alrededor.
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Sus ojos color naranja me traían... una extraña tranquilidad. Sé que quiero irme, pero...
"Vaya, vaya. ¿A quién tenemos aquí?" Dijo con una voz melosa.
"Parece que alguien cree haber tenido un mal día. Pero no te preocupes, pequeño, te he estado observando todo este tiempo y... creo que eres alguien muy especial, porque tu olor..."
Mirella se movió rápidamente, interponiéndose entre la mujer y yo.
"¡Aléjate de él! ¡No voy a permitir que le sigan haciendo daño!"
¿Su voz parecía ser más fuerte de lo normal? Algo... Creo que algo me está confundiendo. Me estoy sintiendo raro...
Vi cómo las partículas mágicas de Mirella se reunían en sus manos, preparando un nuevo golpe letal.
"¿Acaso dije algo malo, Mirella?"
"¿Cómo sabes mi nombre? ¡Ya cállate!"
De un momento a otro, Mirella disparó una enorme ráfaga de luz hacia la mujer de rasgos felinos.
Ella se defendió creando una barrera verde y traslúcida que cubrió la cueva casi de extremo a extremo en forma de rectángulo. Pude verla, era del mismo... color que cuando... El otro día, ¿no?
¿En qué estoy pensando?
El haz de luz presionó y presionó contra la barrera hasta que la rompió en una inmensa luz que me hizo dar la vuelta para no quedar completamente cegado.
Cuando me volteé y abrí los ojos... Las dos estaban hablando como si nada. Mirella sentada sobre su hombro y la otra mujer con una gran sonrisa en su rostro. ¿Qué pasó acá?
Con un poco de dolor de cabeza y algo confundido, me acerqué y me presenté, admirando sus ojos.
"Hola, señorita. Yo me llamo Luciano y vinimos a esta cueva para investigarla más a fondo. ¿Usted vive aquí? Disculpe si le estamos causando algún inconveniente".
Intenté ser un poco formal, porque esta mujer parecía ser hasta más mayor que mi actual madre, Rundia. Bueno, al menos puedo decir que es mucho más alta que ella y que Anya... Tiene más de un metro ochenta, seguro.
"¡Oh, pequeño Luciano! Eres muy amable. Mi nombre es Aya, y sí, vivo en este lugar sagrado".
Ella se inclinó y me acarició el rostro desde la mejilla hasta el mentón. Justo en la parte que había sido destruida minutos atrás.
Me quedé anonadado; había algo en su porte físico que la hacía parecer surrealista. Sus cinco colas blancas y pomposas se meneaban detrás de ella. ¿Cómo podían ser tan largas y peludas?
Mientras tanto, Mirella volaba a su alrededor y también parecía admirar la elegancia que irradiaba Aya.
"¡Mi nombre es Mirella, y soy la mejor amiga de Luciano! ¡No lo olvides!"
"Me alegro mucho por ti, Mirella. Tienes un gran amigo...
Y no, yo no suelo olvidar las cosas".
"¿Por qué dices que este lugar es sagrado? ¿Sagrado para quién es este lugar?" Pregunté.
"Esto es un santuario, Luciano. Este lugar es sagrado para aquellos que lo habitan y lo protegen", respondió en un tono tranquilo y elegante.
"Los requisitos para entrar son simples en apariencia, pero profundos en significado. Deben tener respeto por la naturaleza y la magia, así como una intención pura y noble".
¿Era alguna especie de acertijo...? Acababa de decir cosas muy raras como para estar hablando de una simple cueva. Debe ser que se refiere al arroyo mágico.
"Entonces sí podemos entrar, ¿cierto?" Preguntó Mirella, tal vez pensando en que cumplíamos esos supuestos 'requisitos'.
"Claro, acompáñenme al final".
La señorita Aya comenzó a caminar tomando la delantera; sus grandes caderas moviéndose de un lado al otro.
Sí, era importante remarcar ese detalle.
Por alguna razón, sentía que el ambiente era extrañamente relajador.
Había algo en ella que me causaba una fascinación inquietante, como si cada paso que daba retumbara en mi mente, nublando mis pensamientos. De alguna forma, el miedo que sentí hace solo unos minutos ya no existía. ¿Acaso no estábamos luchando por nuestras vidas hace un momento? La confusión me envolvía, pero, por alguna razón, no parecía importarme ahora.
Las colas de Aya se mecían suavemente, hipnotizando mi vista mientras avanzábamos detrás de ella.
El interior de la cueva se volvía cada vez más detallado y angosto, con estalactitas brillantes que colgaban del techo y la suave agua que comenzaba a desaparecer por entre el suelo rocoso. ¿Hacia dónde irá ese agua?
Mirella me lanzó una mirada fulminante. ¿Acaso estaba mal admirar semejante belleza? Realmente parecía sacada de un anime. Espera... Ella se parece demasiado a algún personaje que podría salir en un anime. Qué raro.
"Luciano, ¿así que ya pudiste usar magia? Qué curioso..." Soltó Aya, riéndose suavemente mientras se tapaba la boca con la mano.
"Bueno... Este... Simplemente sucedió sin querer, supongo. Creo que fue gracias a las partículas mágicas".
"¿Cómo es que le llamas?" Preguntó, mientras sus colas empezaban a menearse más rápidamente de un lado al otro.
"¡Parece que contigo no me voy a aburrir!"
No sé si me pareció, pero luego de que habló, escuché que susurraba algo, como si repitiera una palabra varias veces.
Mirella voló hasta posicionarse al frente de Aya.
"¡O-Oye! Luciano es mi mejor amigo, ¡no puedes hablarle así!"
Aya soltó de nuevo una risa contagiosa y acarició la cabeza de Mirella con suavidad.
"Oh, pequeña hada, no te preocupes. Solo estoy bromeando un poco. Parece que eres muy protectora con Luciano, y eso es algo admirable.
Veo que ambos tienen un vínculo muy especial".
¿Cómo sabía que era un hada?
Mirella infló las mejillas, pero no pudo evitar ruborizarse ligeramente mientras miraba a Aya seguir avanzando.
"¡Es porque me importa! No quiero que le pase nada malo..."
Mientras tanto, me quedé pensando sobre si me precipité al decirle partículas... Mirella nunca cuestionaba las palabras que no conoce y hasta ahora me había manejado así.
Al cabo de unos segundos de caminata, llegamos a donde la cueva se hacía mucho más estrecha hasta hacerse una especie de grieta en lo que debería ser el final. Luego parecía volverse más abierta del otro lado.
Aya se detuvo y se giró hacia nosotros.
"Ya llegamos.
Tal vez no la vean, o tal vez sí, pero justo aquí hay puesta una barrera mágica. Caminen recto y vean si pueden pasar".
"¿Barrera mágica? Yo realmente no veo nada. ¿Y vos, Mirella?"
"Yo tampoco, ¡pero es emocionante!"
Mirella voló por en medio de la entrada y pasó sin ningún problema. Aunque nos dejó casi sin iluminación.
Se escuchó un gritito de sorpresa con un poco de eco del otro lado.
Caminé por la entrada yo también y no pasó nada... Supongo que somos admitidos, entonces.
"Listo, ¿ahora qué hacemos?" Pregunté, mirando alrededor mío.
El lugar simplemente era abierto, casi como un cubo deforme con paredes de roca... Bueno, más que un cubo, sería como con forma de rectángulo... ¿Cómo se le decía? Eh... ¡Ah, sí! Un ortoedro.
En la pared del frente de la grieta estaban dibujadas algunas cosas interesantes que después debería ir a ver. Más allá de eso, no hay nada más. Se sentía más como si estuviéramos en un búnker que en un santuario.
Si bien, como dije antes, esto no parece un santuario, lo importante es que... ¡Hay piedras con partículas! Supongo que ella también las vio, y no sé si decirle algo o no al respecto. ¿Podría haber más criaturas mágicas que nacieran de esas piedras? ¿Otra hada?
"Pueden quedarse cuanto tiempo necesiten. ¡¡Bienvenidos a mi santuario!!"
¿Y esa emoción? Pareciera como si fuese la primera vez que otra persona pisa este lugar.
Me pregunto si mi familia podría vivir acá. Este lugar tiene bastante potencial para actuar como un lugar seguro.
"Aya, ¿en qué magia te especializas? Por ejemplo, Mirella es un hada que usa magia de luz".
"Mirella parece ser increíble... Espero que nos llevemos bien".
"¡Claro que sí!"
"Con respecto a mi magia, me especializo en la defensa y... Solo eso".
Hizo una expresión que no llegué a comprender del todo. Eso sí, sus orejas se movían furiosamente hacia los costados.
"Solo uso magia de defensa, así que puedo hacer barreras mágicas y proteger lugares con ellas.
Tú también puedes usar magia, ¡eh! A pesar de que todavía eres tan pequeño, pareces haber aprendido bastantes cosas… de la vida".
¿Eh?
Mirella se me adelantó a hablar.
"¡Claro que Luciano puede usar magia! Luciano es el mejor y es muy inteligente".
"Es que surgió de repente. Cuando vi que la piedra se unía a mi cuerpo de la nada, pensé en que podía ser útil para defenderme y así logré moldearla casi sin querer".
¿Será que ese es mi tipo de magia? El manipular los materiales.
"Por cierto, ¿no sabes qué eran esas cosas que nos atacaron?" Agregué, evitando llamarle por el nombre que yo conocía.
"Así que simplemente imaginaste algo que sirviera en combate... ¿Te gustaría que intente enseñarte a usar tu magia?"
Evadió mi otra pregunta...
"¡Sí! Tengo muchas ganas de aprender más sobre la magia. Tal vez pueda volver a moldear la piedra. Además, tenemos un montón de partículas mágicas ahí en el agua, así que podemos probarlo en cualquier momento".
"Perfecto, Luciano. Veo que tienes una mente curiosa y las ganas de aprender. Eso es exactamente lo que necesitas para dominar la magia".
Se fue hacia la pared de la derecha, si lo miramos desde la perspectiva de la entrada.
"Ven, vamos a hacer una pequeña prueba".
"Bueno, vamos a ver qué pasa", respondí y me puse a su lado.
Casi que me sacaba un metro de altura esta mujer.
Mientras tanto, Mirella se puso a ver los dibujos en la otra pared. Seguramente, después de esto, iba a estar enojada conmigo por ignorarla momentáneamente.
"Ahora pon las manos sobre la pared y cierra los ojos, intenta fluir tu energía hacia tus manos e imagina algo que quieras crear", dijo Aya, haciendo todos los movimientos que mencionó.
Apoyé mis pequeñas manos sobre la pared y seguí sus pasos. Estaba realmente emocionado por esta nueva experiencia. Era el paso final para logar lo que más estaba buscando.
Por unos segundos no sentí nada, pero cuando empecé a imaginar lo que más quería, un tenedor y un cuchillo, mis manos se comenzaron a hundir en la pared rocosa.
"¡Sí, así!" Exclamó Aya mientras yo mantenía los ojos cerrados.
Luego de un momento de intentar, lo único que pude hacer fue hundir mis manos en la pared, dejando la marca. Al menos podía confirmar que este era mi tipo de magia.
Si realmente puedo crear cosas a partir de recursos naturales, tengo una cantidad inmensa de cosas por hacer. De hecho, es demasiado conveniente para lo que es mi objetivo en este mundo. ¿Será culpa de ella, de Sariah?
Miré a Aya.
"Parece que tengo que seguir entrenando. Sin querer te dejé una marca en la pared. Lo siento, señorita Aya".
Ella tocó suavemente el relieve de la figura de mis manos en la pared y me miró, negando con la cabeza.
"No, esta marca representa tu primer gran paso hacia la magia. A partir de ahora tu vida va a cambiar por completo, porque eres alguien especial, Luciano, y sé que vas a lograr grandes cosas".
Ella tenía razón; por fin encontré lo que más anhelaba. Este era el último paso para intentar cambiar este mundo para mejor.
Si podía moldear las cosas así, las posibilidades eran infinitas. ¿Qué más podría hacer con esa habilidad? Construir herramientas, mejorar las condiciones de vida de los demás... quizás incluso crear armas para defendernos.
"Tiene razón, señorita Aya. Todo lo que dijo es cierto. Debo haber sido bendecido por algún dios", dije y reí tontamente.
Qué gran ironía...