Observé el caos que dejamos atrás, el humo aún se levantaba en columnas negras y espesas, envolviendo lo que alguna vez fue el hospital San Antonio. El piloto había murmurado algo sobre una guerra por un zombi... ¿Qué demonios quería decir con eso? ¿Era yo? ¿Estaba relacionado con lo que me pasó? Mierda, nada tenía sentido.
El equipo a mi alrededor no dejaba de hablar en sus radios, pero apenas podía escuchar entre el ruido de las hélices y mi propia confusión. Uno de los soldados me dio una palmada en el hombro.
"¿Estás bien? ¿Podés hablar?"
"Sí... este... Pero solo puedo mover la cabeza".
"Tranquilo, te tenemos bajo control".
"¿Podrían desajustar un poco la camilla? Es que esas fajas me aprietan demasiado".
Se miraron entre ellos y asintieron.
"Está bien", dijo, mientras quitaba dos de las tres fajas que me aseguraban, quedando solo la del medio.
"¿Así estás mejor?"
Asentí con la cabeza.
"¿A dónde me llevan?" pregunté, manteniendo la atención del soldado que me había ayudado.
"Cerrá la boca, pendejo de mierda", se escuchó desde la delantera del helicóptero. ¿Otra vez el idiota del piloto?
El insulto del piloto me dejó un sabor amargo en la boca, pero en este momento no tenía energías para responderle. Estaba atrapado en una tormenta de preguntas y dudas. ¿Cómo llegué a estar en medio de esto? ¿Por qué Estados Unidos estaría involucrado?
El otro de los soldados que me acompañaban me miró un momento, parecía que estaba dudando en si decirme algo o no. Finalmente, se inclinó un poco hacia mí para que pudiera escucharle mejor sobre el rugido de las hélices y a través de su máscara protectora.
"Te llevamos a una base segura. Las cosas están complicadas en la ciudad. No te preocupes, ahí te explicarán todo".
No me tranquilizó para nada. Cada palabra que salía de su boca sonaba como una evasiva más. ¿Qué carajos estaban ocultándome?
De repente, un pitido agudo se hizo presente en los parlantes de los soldados. Noté cómo el ambiente se tensó al instante, pero no me dio tiempo a preguntar qué sucedía cuando el piloto gritó desesperado:
"¡Misil a las seis en punto! ¡Mové el puto helicóptero!"
El tiempo pareció ralentizarse en mi mente. Por el vidrio, vi algo que se acercaba a gran velocidad, tan rápido que ni siquiera pude identificar qué era. Sentí una sacudida violenta mientras el piloto intentaba maniobrar, pero era inútil, o tal vez no tanto, porque el impacto pareció ser en la cola del helicóptero, provocando un enorme estruendo.
"¡Saltá con el chico, Fabián!"
"¡¿Estás seguro?! ¡Nos vamos a hacer mierda!"
"¡Dale, tenés que asegurar al objetivo! ¡¿No ves que vamos cayendo en picada?! ¡Va a explotar todo a la mierda!"
El caos se apoderó del interior. Los soldados gritaban órdenes que ya no podía entender mientras los cuerpos chocaban contra las paredes del helicóptero. Yo, atado a la camilla, no podía hacer nada. Sentí el calor del fuego, el olor a combustible quemado.
En un abrir y cerrar de ojos, el uniformado que nos instaba a saltar abrió la puerta del helicóptero, que daba vueltas en el aire mientras caíamos.
El otro se aferró a mi camilla y saltó por el aire.
No podía creer la escena y tampoco me salía ninguna palabra, estaba en estado de trance.
Dimos un par de vueltas por el aire, pude ver toda la ciudad desde arriba mientras íbamos a terminar impactando contra alguna casa o lo que mierda sea.
Por un instante, una luz blanca volvió a envolverme de nuevo y pude ver el rostro de Sariah
Sariah... Sácame de este infierno, por favor...
El viento rugía en mis oídos y me hizo volver a entrar en consciencia. Mientras caíamos como una piedra, el soldado, o lo que fuera, Fabián, gritaba algo, pero sus palabras se perdían en el rugido del aire y el caos de la caída. Miré hacia abajo. La ciudad se extendía debajo de nosotros, y en medio de ella, una iglesia destacaba. Su cúpula dorada parecía crecer con cada segundo que pasaba.
El impacto era inminente.
Nos acercamos rápido, muy rápido. Vi cómo la cúpula se hacía gigante ante mis ojos. El soldado me abrazó, usando su cuerpo como escudo mientras colisionábamos. El golpe fue brutal. Sentí la estructura ceder bajo el peso de nuestra caída, y el sonido de los escombros cayendo llenó mis oídos. Rodamos a través de los techos rotos, madera y escombros volando a nuestro alrededor, hasta que nos detuvimos en seco sobre el suelo del interior de la iglesia.
Al enfocar mi vista, pude ver al cura al lado del altar, luego un montón de gente amontonada y cubriéndose con las sillas alargadas de madera.
Una enorme explosión se escuchó de fondo, claramente había impactado el helicóptero en alguna parte de la ciudad... Qué desgracia.
El uniformado de negro se había desplomado a mi lado, aún respiraba, pero se veía malherido.
"¡Hijo de puta...! ¿Estás... bien?" Murmuró con dificultad, tosiendo sangre mientras intentaba levantarse.
La camilla había absorbido parte del impacto, estaba vivo. No sabía cómo, pero lo estaba.
"Sí, ¿ahora qué hacemos?"
Sin decir nada, él aflojó la última faja que me unía a la camilla rota y me liberó.
"Tenés que... salir de acá... Yo no sé... si podré seguir".
Apenas podía formular sus palabras mientras tosía y se aferraba a mi ropa del hospital.
"Pero yo... casi no puedo moverme. Tengo lesiones y... el sedante".
El cura, el mismo que vi apenas caí, se acercó corriendo hacia mí con ojos desorbitados.
"¡Es Luciano! ¡Él ha sobrevivido al juicio de Dios!" Gritó a los feligreses, su voz resonando en el lugar.
Un murmullo comenzó a recorrer la multitud. Las personas, que momentos antes se cubrían aterradas, ahora se acercaban con cautela. Una mujer mayor cayó de rodillas a unos metros frente a mí, su voz temblorosa.
"¡Santo, por favor, sálvanos! ¡Ayúdanos!" Sus palabras resonaron con una devoción desesperada.
¿Qué carajos estaban diciendo? No supe qué responderles. Miré a Fabián, había que salir de esta iglesia.
"¡Aléjense!" Gritó, sacando su arma y apuntando a la multitud.
"¡Retrocedan, hijos de puta! ¡Retrocedan o disparo!"
El cura y los demás lo miraron con asombro, pero algunos en la multitud comenzaron a murmurar mientras retrocedían solo un poco. Algunos se arrodillaban, otros se retiraban, creando una atmósfera de pánico colectivo.
"¡Tú!" Gritó Fabián, apuntando con su arma al cura. "¡Dinos una manera de salir de acá, que no sea la entrada principal! Hay que protegerlo, ¿entiendes lo que te digo?"
"Señor..." Empezó, murmurando. "Déjeme que le ayude".
Él comenzó a avanzar hacia nosotros, pero Fabián volvió a apuntar su arma con más ímpetu.
"¡No te acerqués más! ¡Solo dinos la puta salida!"
De pronto, desde fuera de la iglesia, se escuchaban sirenas. ¿Amigas o enemigas?
Las sirenas aumentaban en intensidad y encima a eso se le sumó el ruido de un helicóptero. No podía distinguir si eran del ejército argentino o de los de Estados Unidos, pero el sonido me ponía los pelos de punta. Fabián estaba claramente perdiendo sangre, y aunque aún intentaba mantener el control de la situación, no podía hacer mucho más.
"Mirá, pibe. Si vienen ellos, estamos al horno. No podemos quedarnos acá. A no ser que sean compañeros, solo que no mandé ninguna señal porque mi radio está rota", susurró con una voz que se apagaba poco a poco.
Aún sostenía su arma con fuerza. La multitud seguía murmurando, y el cura no dejaba de observarnos con una mezcla de miedo y reverencia, todavía sin responder nada.
Los dos todavía estábamos en el suelo, yo tirado contra el piso y él delante mío cubriéndome sentado, parecía que todavía podía mover sus dos brazos.
El cura, que había estado observando en silencio, dio un paso adelante.
"Hay una salida trasera, una puerta que lleva a los jardines. Podrían escapar por ahí, pero... también es posible que los estén esperando".
"¡Estás loco! ¡¿Cómo pensás que vamos a salir al aire libre si hay un puto helicóptero afuera!?"
"¡Entonces por acá vamos abajo, síganme!" Gritó el cura mientras caminaba hacia una puerta que estaba en una esquina.
Intentó ponerse de pie, pero sus piernas no le respondían. Estaba hecho mierda, pero no había opción. Arrastrándose sobre las rodillas, tomó la decisión antes de que pudiera decir nada. Con un esfuerzo tremendo, empezó a jalarme del brazo, arrastrando mi cuerpo torpemente por el suelo frío de la iglesia. El cura nos señalaba una puerta, mientras la multitud seguía observándonos, confundida entre el miedo y la extraña adoración hacia mí.
Cuando abrió la puerta, había una escalera de caracol que iba hacia abajo, empezamos a avanzar, pero justo cuando empezábamos a descender, una anciana, con el rostro surcado de arrugas profundas y los ojos brillando con una mezcla de fervor y desesperación, se abalanzó sobre mis pies. Sus manos temblorosas, pero firmes, se cerraron sobre mis tobillos como si yo fuera la respuesta a todos sus rezos.
"¡Sálvanos! ¡Por favor, no te vayas!" Rogó, sus ojos llenos de lágrimas.
"¡Soltame los pies, vieja de mierda!" Grité, pero no podía patearla por culpa del sedante, todavía no parecía irse el efecto.
Ella no cedía, aferrándose a mí como si su vida dependiera de ello, y entonces... el caos. La iglesia empezó a iluminarse desde el agujero por donde caímos, era el maldito helicóptero apuntando hacia nosotros. También en ese momento, la puerta principal de la iglesia se abrió de golpe, y un grupo de soldados armados hasta los dientes entró en tromba. Solo pude ver sus figuras de reojo, y no pude detectar de qué bando eran. Se movían muy rápido.
"¡Soltalo, vieja hija de re mil putas!"
Fabián me tironeó más fuerte justo cuando el suelo comenzó a llenarse de balas, llevándose puesta a la mujer que me sujetaba. Era el helicóptero baleando todo el lugar sin piedad, estaba claro que su objetivo era matarme.
"¡Servicio de inteligencia argentino! ¡Todos evacúen la zona de inmediato!" Resonó por todo el lugar, no sé si era por un megáfono o que carajos estaba pasando dentro y fuera de la iglesia, pero Fabián me tiró por las escaleras y no pude ver qué sucedía.
Entonces empecé a rodar por las escaleras como un muñeco de trapo, la piedra me quemaba la piel de la cara, pero en toda la otra parte del cuerpo no sentía nada.
Finalmente caí en un tramo plano, donde estaba todo oscuro. Tampoco es como si eso importara mucho, ya que si no venía nadie no iba a poder moverme.
Mientras se escuchaban pasos bajar apresuradamente por las escaleras, me quedé pensando si los del helicóptero eran los yankees u otros argentinos, porque no tendría sentido que Estados Unidos ya hubiese invadido de esa manera nuestras tierras solo por mí, aunque antes nos habían dado con un misil en nuestro trayecto aéreo, así que ya no entendía ni la mitad de las cosas que sucedían a mi alrededor. Lo único que necesitaba ahora era sobrevivir a toda costa hasta poder movilizarme por mis propios medios.
El que bajó era el cura, pude verlo en el momento que él prendió la luz. Era un hombre petizo, con el pelo negro y canoso echado hacia atrás y todo vestido de blanco.
Sus ojos se posaron en mí, tirado en el suelo, incapaz de moverme por completo. La luz tenue apenas iluminaba el lugar, pero suficiente para ver las paredes de piedra gastadas, húmedas, llenas de moho. Parecía ser un depósito, porque había cajas y estanterías contra las paredes.
“Dios... por favor... que esto sea suficiente”, murmuró, como si estuviera hablando consigo mismo o implorando una fuerza superior.
El cura se acercó rápidamente, se arrodilló a mi lado y trató de levantarme sin éxito, apenas logrando moverme unos centímetros.
"Tenemos que hacer algo antes que bajen... No sé cuánto más durará esto, pero si logran seguirnos, estamos muertos".
"¿Y Fabián? Me parece que los que entraron por la puerta eran buenos, ¿no? ¿No te dijo nada?"
"Fabián... no sé qué pasó con él. Si son buenos o no, no importa, ya vienen por vos. Tenemos que ocultarte, rápido", susurró mientras miraba alrededor, buscando algo.
Sentí el dolor en mi rostro al ser arrastrado nuevamente, esta vez hacia una caja de madera que estaba contra una de las paredes. La tapa se veía podrida, y había marcas de humedad en las esquinas. Sin embargo, con la fuerza que aún le quedaba, el cura logró levantarla lo suficiente como para que pudiera meterme adentro.
Me intentó levantar por el torso mientras mi espalda estaba contra la caja, así fue subiendo hasta que me tiró sin piedad, o tal vez no tenía la suficiente fuerza como para manejar mi cuerpo.
El olor a moho y tierra vieja me llenó los pulmones, casi haciéndome toser, pero ni siquiera podía hacer eso.
"¿No es medio peligroso quedarme acá?"
"No hay otro lugar, mi señor".
¿Mi señor? Bueno, en todo caso, si realmente eran del servicio de inteligencia argentino los que venían a buscarme, quizás esto no sería mi fin, pero si me encontraban primero los yankees o si los mismos argentinos decidían que era un problema que no podían manejar… bueno, la caja podía convertirse en mi tumba.
El cura cerró suavemente la caja con la tapa, pero justo en ese momento una enorme explosión hizo retumbar el techo y las paredes del lugar. ¿Qué carajos se estaba desatando fuera? Esto es una locura... Ya no sé si vale la pena sobrevivir si le va a costar la vida a tanta gente.
Como si fuera poco, se empezó a escuchar piedras caer. Espera... ¿Se está derrumbando el lugar? No, no, no... No puede estar pasando esto.
Las piedras empezaban a caer de manera intermitente, golpeando las paredes y el suelo. El eco de los escombros resonaba a mi alrededor mientras la caja en la que estaba empezaba a vibrar levemente. El aire se hacía más pesado, más espeso, y el olor a humedad mezclado con tierra vieja se impregnaba en cada respiración.
El cura, mientras tanto, no paraba de moverse por el lugar. Oía sus pasos agitados, y en un momento lo escuché rezar en voz baja, como si su fe fuera lo único que le quedaba para aferrarse en medio de la catástrofe.
"¡Estúpido, sacame de acá!"
Las piedras seguían cayendo, algunas golpeaban cerca de la caja, y el sonido me hacía estremecerme por dentro. La caja crujía con cada impacto, como si en cualquier momento fuera a quebrarse y dejarme a merced de los escombros.
De repente, escuché pasos apresurados acercándose. Eran rápidos y decididos, no como los del cura, que se movía con dificultad. Mi corazón latió con fuerza, y un susurro de esperanza se encendió en mi interior. Tal vez era el momento de salir, de encontrar una manera de sobrevivir a este caos.
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"¡Todos con las manos en alto! ¡Estamos acá para buscar a Luciano!"
"¿Q-Quienes son ustedes? ¡No les daré a Luciano, él es nuestro salvador!"
A pesar de las palabras del cura, las botas siguieron retumbando el piso junto al sonido del techo caerse encima nuestro.
"¡Tenemos órdenes de llevar a salvo a Luciano! ¡Búsquenlo por todo el lugar, rápido!"
De pronto una luz parpadeante invadió el pequeño lugar donde me encontraba.
"¡Acá está! ¡Lo tenemos!" Gritó un uniformado negro, claramente era de los mismos que me habían rescatado en el hospital.
La luz de su linterna me cegó un segundo, pero después, mis ojos se ajustaron y vi sus ojos apenas visibles bajo la máscara.
Me levantaron bruscamente, dos soldados tomándome del cuello y mi único brazo sin ningún cuidado, a pesar de que yo no podía moverme casi nada.
"Lo tenemos, muchachos. ¡Vámonos ya! ¡Este lugar se viene abajo!"
"¡Agghhhhh!"
El grito desgarrador de uno de los dos soldados resonó por la sala cuando el techo cedió por completo, y un bloque enorme de piedra cayó directamente sobre nosotros. Él recibiendo todo el impacto por detrás.
En ese momento me di cuenta de que el efecto del sedante estaba pasando, porque sentí algo de dolor en mis piernas, probablemente ya no podría utilizarlas más...
"¡Defiendan el objetivo con su vida!" Gritó el que parecía ser el comandante, intentando tironear mi cuerpo desde debajo de los escombros mientras tenía sus pies sobre el primer escalón.
Sentí un nudo en el estómago. Tal vez no debería haber estado acá. Tal vez... no tendría que haber permitido que tanta gente muriera por mi causa.
Negué con la cabeza.
"Comandante... o no sé quién eres. Tengo que decirte algo".
"¡No hables como si fueras a morir, maldición! ¡Te estoy intentando sacar!"
Sentí un dolor agudo al respirar, como si cada bocanada de aire me recordara lo frágil que era mi situación. A mi alrededor, el caos se apoderaba del lugar, con escombros cayendo, el techo derrumbándose, y los soldados desesperados por sacarme de allí. Sus gritos se mezclaban con el retumbar del colapso inminente.
"Escúcheme... Hay algo... algo que no sabes. Algo que nadie te ha contado. Morí más de una vez... No solo aquí, sino que, en otro lugar, en otra vida".
El que suponía que era el comandante dejó de tirar por un segundo, su respiración pesada resonaba, y aunque no podía verle bien el rostro bajo la máscara, pude sentir su confusión.
"¿Qué demonios estás diciendo?"
"No sé si es el mismo destino para todos, pero hay algo allá afuera. El universo es más basto de lo que imaginamos los humanos. La muerte no es el final que la mayoría cree".
"¿Estás diciendo que... después de todo esto, todavía hay algo? ¿Una vida más después de morir?"
Asentí con la cabeza.
"Sí... Así que, por favor, ya no tires más".
El silencio que siguió a mis palabras fue extraño. Los pocos soldados que quedaban seguían corriendo, buscando alguna manera de salir de este caos, pero el comandante estaba quieto. Su mano, aún aferrada a mi cuerpo, dejó de empujar con la misma fuerza.
"¡Comandante!" Gritó otro soldado.
"¡El techo está cediendo más rápido, tenemos que movernos ya o no vamos a poder salir por la escalera!"
Él ni siquiera se giró para ver al otro soldado, solamente seguía clavado frente a mí.
"No sé si lo que estás diciendo es verdad o no, pero no me mandaron hasta acá para dejarte morir. Vamos a sacarte de acá, incluso si eso significa cargar con tu trasero moribundo a la fuerza".
Debo decir que su vigor era un poco contagioso. No sé qué objetivo tenían conmigo como para dar la vida por mantenerme vivo, pero ahí estaban, maniobrando un tablón de madera haciendo palanca contra los escombros.
"¡No te rindas, maldición! ¡¿No querés ver a tu madre, puto niño de mierda?! ¡Pensá en todas las cosas que todavía no hiciste! ¡No podés largarte ahora como un cobarde cualquiera!"
No... no sigas...
"¿¡Tan buena era tu puta vida en ese mundo!? ¡No me jodas! ¡Te juro que te vamos a conseguir todo lo que quieras!"
Ya basta... No quiero...
"¡Solo un poco más!" Gritó uno de los soldados todavía en pie mientras me retiraba de debajo de los escombros.
"Te lo dije... No tiene sentido. Si muero, solo... regresaré. De una forma u otra".
Mis palabras salían entrecortadas, ni siquiera supe si dije lo que quería decir, porque estaba empezando a perder la consciencia.
Finalmente, logré respirar profundamente cuando los escombros se apartaron lo suficiente para que me sacaran completamente. Sentí el frío del aire en mi cara, pero también el peso de la incertidumbre.
Todo alrededor era caos. Había dos soldados corriendo, el techo seguía desplomándose, y el lugar entero se sacudía con una violencia que parecía imparable. El cura, que antes había gritado en mi defensa, estaba tendido en el suelo, con el cuerpo parcialmente cubierto de escombros. No se movía.
Alguien me cargó sobre sus espaldas con urgencia, casi a los tumbos, mientras los gritos y el estruendo del colapso llenaban mis oídos. El calor del lugar en llamas hacía que el aire fuera sofocante, y apenas podía mantener los ojos abiertos, pero lo único que distinguía eran siluetas borrosas moviéndose desesperadamente.
¿Por qué seguían estos hombres arriesgando tanto por mí? ¿Qué sabían ellos que yo no? Tal vez no tenía importancia en ese momento, pero la duda me carcomía por dentro.
Finalmente, salimos a la calle. El aire frío golpeó mi rostro, y por un segundo sentí algo parecido a alivio. Pero ese sentimiento fue rápidamente aplastado cuando vi lo que nos rodeaba.
Ruinas. Humo. El lugar entero estaba devastado. Edificios a medio derrumbar, fuego por todas partes, y cuerpos… demasiados cuerpos esparcidos en el suelo, sin vida.
Vehículos blindados y soldados en formación estaban rodeando la zona, y todo el lugar era un caos. Explosiones distantes sacudían el aire, y las balas silbaban por encima de nuestras cabezas, mientras los soldados trataban de evacuarme. La realidad se mezclaba con la confusión, y no podía discernir si todo lo que veía era producto del shock o si realmente la situación era tan desesperada como parecía.
Cuando nos acercábamos al blindado que estaba con la puerta trasera abierta, sucedió algo inesperado. Una sombra oscura se abalanzó desde el cielo, o de donde fuera que había caído, aterrizando justo frente a mí. Una figura envuelta en un manto negro, no... Él era como un fuego negro. Parecía un ser humano muy alto, pero al mismo tiempo, una criatura humanoide. No era de este mundo.
"¿Qué... demonios es eso?"
El soldado que me cargaba retrocedió, apuntando con su arma.
La criatura avanzó rápidamente hacia mí, ignorando los disparos que traspasaban su piel negra e invisible. Pude ver que sus ojos estaban vacíos, directamente no había nada allí.
"Luciano", una voz profunda y resonante habló, pero no desde la criatura, sino como si fuera desde dentro de mi mente.
"Tu tiempo aquí ha terminado".
La criatura extendió una de sus dedos hacia mí, tocando mi frente. En ese momento, todo alrededor se detuvo. El sonido de las explosiones, los gritos, el dolor... todo quedó en silencio.
Ah... Se terminó la barbarie.
Miré hacia abajo, mi cuerpo volvió a verse como el de su mundo. Morí de nuevo, sin poder hacer absolutamente nada y encima causando un enorme desastre en mi propio país, si es que todavía puedo llamarle así. ¿Tan inútil puedo ser?
"No eres inútil".
Ella me miraba de reojo mientras estaba sentada en su sofá blanco. Toda la sala seguía de color blanco, se veía diferente a como estaba la última vez, un poco más desgastada y rota, pero el lugar donde ella estaba seguía intacto, perfecto.
Su cara tenía un atisbo de vergüenza, casi esperando a que yo tomara la palabra. Tenía muchas cosas que preguntarle.
"Diosa, yo... creo que tomé una decisión equivocada al confiar en esa hada, me hizo caer en una trampa y al final..."
"No, te equivocas, Luciano. Yo fui quién tuvo la culpa de lo que te sucedió. Siéntate así puedo explicarte más a detalle", dijo, cortando mis palabras usando un tono más fuerte que el mío.
¿Cómo? ¿Su error? No lo podía creer, no solo por sus palabras, sino porque la diosa, la cual uno pensaría que debería ser segura y fuerte, estaba aceptando su error frente a un mortal como yo.
Me quedé parado unos segundos, procesando todo lo que estaba ocurriendo y escuchando. Seguí viendo mi cuerpo y tocándolo, se sentía raro estar pasando de uno al otro, más sabiendo lo que le pasó al otro...
No pensé que este momento de volver a vernos llegaría tan temprano.
Me acerqué lentamente y tomé asiento en el sofá frente a ella, viendo que mis pies cortos de niño todavía no llegaban a tocar el suelo.
Al verla mejor, noté un pequeño cambio en su estilo de ropa, esta vez se veía un poco más arreglada, más elegante.
Realmente no pensé que este momento llegaría tan temprano [https://img.wattpad.com/77bb83ef1a1c12b968a60534d3ab1e4268c17551/68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f3754487851524c5451444c556d673d3d2d313435363737353937392e313764663732303162363139303166643136303131353739303733342e706e67?s=fit&w=1280&h=1280]
"¿Te sientes bien? Gracias por el cumplido, supongo".
Me había perdido en su figura toda teñida de rojo.
"S-Sí, solo que me siento un poco perdido".
A los segundos recordé que ella podía leer mis pensamientos.
"Te voy a explicar el problema que hubo. Al hacer ese pacto, tu alma y la suya iban a unirse de alguna manera, pero el problema fue que, al yo reclamar tu alma por primera vez, no lo hice de manera completa, por lo tanto, tu alma había quedado fragmentada entre dos mundos.
Entonces la parte que estaba en este mundo rechazó el pacto y se unió con su otra parte, provocando que murieras al instante. Así que te debo unas disculpas por eso.
No sé los detalles... de lo que ocurrió en el planeta tierra, pero si pude volver a recuperar tu alma completa, eso significa que también moriste allí, ¿no?"
"Sí, fue bastante trágico. Me tuvieron de un lado para otro intentando salvarme de otros que me querían matar, y al final apareció un ser extraño de color negro. ¿No sabes qué era eso? ¿No puedes ver mi memoria?".
"Claro que no, solo puedo hacerlo cuando tienes ese pelo rojo, y en ese otro cuerpo no lo tienes".
"Entiendo... Esa cosa no era de mi mundo".
"Estás más apenado por tu familia, ¿no? Volviste a pensar en ellos... eso sí que puedo detectarlo ahora. Quiero que sepas que por más que hubieras querido, no ibas a durar mucho tiempo en ese mundo. Su dios no reclamó tu alma porque yo se lo pedí, y para eso tuve que ceder bastante de mi energía..." Dijo y se levantó del sofá, empezando divagar en silencio por la sala.
Pasaron unos minutos hasta que pude volver a retomar la palabra.
"Ya había aceptado mi nueva vida, pero esto hizo que mis pensamientos se... revolvieran. Ahora quiero volver con mi familia de siempre, pero sé que debo seguir estando en tu mundo y aprender cosas nuevas".
"Entiendo querido, y te vuelvo a pedir perdón por haberme equivocado.
Ya te había dicho que tú eras la tercera alma que atrapaba y, siendo sincera, reconozco que soy novata en estas cosas. En realidad, no debería serlo. Soy una diosa, ¿no?"
Se volvió a acomodar en el sofá, con la cabeza gacha, al igual que yo.
La imagen de mi familia cruzó mi mente nuevamente. Mi madre, mi padre, la vida que dejé atrás cuando llegué a este nuevo mundo... La idea de no poder verlos nunca más, de no poder abrazarlos, era más dolorosa ahora que había tenido la oportunidad de regresar, aunque fuera por poco tiempo.
Me di cuenta de lo mucho que los extraño. Y ahora, estar aquí de nuevo... me siento dividido.
"¿Pude conseguir tener algún pedido a favor?" Pregunté. cortando con el silencio, pero sin mirarla a la cara.
"Sí, si bien la mayoría de cosas que hiciste fueron acertadas, definitivamente liberar al hada fue lo mejor.
También voy a sumarte un pedido adicional por haberme equivocado y también voy a contarte otro secreto de mi mundo".
Al levantar la mirada, sus ojos rojos estaban clavados fijamente en los míos.
"¿Primero quieres pagar para volver a la vida o prefieres cobrar tus dos favores?"
Su mirada indicaba que una de las dos podría ser más beneficiosa que la otra, pero me decidí ir por lo peor primero.
"Voy a entregarte mis cinco uñas del pie izquierdo".
¿Qué acabo de decir? No, en realidad... ¿Por qué lo dije tan despreocupado? Estaba a punto de perder una parte, tal vez pequeña, de mi cuerpo, y yo diciéndolo así nomás.
Debo estar un poco resignado por todo esto que sucedió antes. Debo volver a la realidad lo más pronto posible antes de que me afecte más de lo que debería.
Ella cambió el semblante y se levantó sonriente.
"Mmm... me gusta mucho como piensas, ¿sabes?"
Se acercó y puso su mano en mi mentón, levantando mi cabeza suavemente.
"Tienes mucho potencial, pero te siento un poco nervioso cuando hablamos. Debes confiar más en mí. Seamos como uno solo... ¿No te gustaría ser uno solo conmigo?" Preguntó, acariciando un poco mi piel antes de quitar su mano.
¿Había segundas intenciones en esas palabras? No, ella lee mi mente. Debo dejar de pensar.
"Es que se me hace un poco difícil después de todo lo que pasé.
Siempre he confiado en usted, y siempre voy a hacerlo".
"Ah, ya veo..." Dijo y en una fracción de segundos esa enorme aura que de alguna forma me hacía tenerle temor desapareció.
"Ahora vamos con lo importante, no te asustes".
De pronto, con las manos ella hizo cambiar el sofá a una silla de fuerza, sosteniendo mis brazos y pies.
"D-Diosa... no creo que sea necesario hacer algo así".
"Es solo por seguridad", dijo mientras una pinza de mango rojo aparecía en sus manos.
Lo que en su momento solo era un pensamiento tonto, ahora se hizo realidad. Estaba a punto de ser torturado.
Estaba completamente aterrorizado.
"Oye, oye, oye. ¿No podemos hacerlo de otra maner...?
¡Waaaaaaaahhh!" Un grito ahogado me consumió cuando, sin previo aviso, arrancó la uña del dedo gordo.
El dolor se extendió como un fuego por mi pie, quemando cada nervio. El grito que intenté contener se convirtió en un sonido siniestro, un jadeo entrecortado que apenas podía controlar. Sentí mi respiración acelerarse, el sudor comenzando a gotear por mi frente. La diosa me observaba con una seriedad extraña en su expresión.
"Así vas a aprender que debes hacerte más fuerte y no volver a morir".
Mi mente estaba nublada por la agonía, y cada palabra suya se sentía como un eco distante, como si estuviera en un túnel de desesperación. Las ataduras me mantenían inmóvil, impotente. Intenté mover mis pies, pero era inútil. Estaba completamente a su merced.
La pesadilla de hace unas horas se volvía a repetir, y ahora la culpable de todo era el ser en el que más confiaba.
Apreté los puños y dientes mientras veía la pinza acercarse al siguiente dedo.
"¡¡¡Maldición!!!! ¡¿Por qué...?! ¡¿Por qué tienes que hacerlo de esta manera?!"
Ella siguió arrancando una por una las 5 uñas. No había forma de aguantar el dolor.
"Listo, mi pequeño Luciano".
¿Se puede ser tan siniestra?
El dolor finalmente cesó, pero mi cuerpo aún temblaba. La silla me soltó, y me desplomé en lo que ahora volvía a ser el sofá, jadeando. No podía ni mirar mis pies. Sentía el latido punzante en cada dedo, como si el eco del dolor se quedara grabado en mi mente. Mis manos temblaban mientras intentaba estabilizarme, pero seguía viendo manchas negras delante de mis ojos.
Ni siquiera sé qué hizo con mis uñas, solo quiero pedir mis dos favores e irme de este sitio.
"Podrías haber usado un favor y pedirme que te pusiera anestesia", dijo sin pudor, seguramente leyendo mis pensamientos.
¿Estaba jugando un juego de entrenamiento mental conmigo o simplemente se estaba divirtiendo al verme sufrir? Aunque quiera, no puedo decirle nada.
"Ya veo..." Suspiré por el dolor intenso.
"Mi primer pedido es que, a partir de ahora, todas las veces que nos encontremos no puedas leer mis pensamientos.
Y el segundo, es que me digas... ¿Cómo es que Mirella tiene semejante vestido tan bien hecho? Todos los demás tenemos ropas primitivas, pero ella...".
Sariah sonrió y chasqueó los dedos antes de decir: "Listo, tu primer pedido acaba de ser cumplido, con respecto al segundo... es porque yo misma creé a Mirella y le puse esa ropa. ¿No es genial?"
Me quedé con la boca abierta, no sabía que los dioses intervenían de esa manera, ¿será por eso que Mirella puede usar magia?
El hecho de que Mirella, esa hada que me había acompañado todo este último tiempo, fuese creación directa de Sariah me dejó desconcertado.
A todo esto, ya no podrá leer mi mente, ¿no? A ver si pienso... Sariah es una estúpida por no saber reclamar un alma como corresponde.
Ella continuó. "Verás, cada cierto tiempo mi energía llega al máximo, así que para no desperdiciarla la utilizo en crear algún ser vivo nuevo sacado de ideas de otros mundos. Eso es lo máximo que puedo contarte, supongo que queda respondida tu pregunta".
"¿Eso significa que todo lo que ella siente o dice está... controlado por ti?" Pregunté con cautela.
Sariah negó lentamente con la cabeza.
"No del todo. La creé, pero le di libertad. Mirella tiene su propia personalidad, sus propios pensamientos, aunque en esencia ella terminará sintiéndose atraída hacia ti y se transformará en alguien demasiado cercano".
"¿Qué significa eso?"
"No puedo decirte más, para eso deberás hacer algo lo suficientemente bueno como para darte otro favor... y obviamente volver a morir".
"Entiendo... si te digo la verdad, me parece increíble las cosas que puede hacer un dios.
Gracias por responder, supongo que ahora es hora de volver", dije mientras un tablón de madera flotante me golpeaba contra la cabeza. Tal vez la próxima vez le pregunte por qué carajos su casa está así de destruida en un lugar en especial. De hecho, veo que hay menos cosas en la sala...
"Antes cumpliré la última parte de mi promesa diciéndote algo que probablemente nunca sabrías. En mi mundo puedo ver todo lo que sucede, pero lo único que no puedo ver son los rostros de los seres con los que no he tenido contacto o no he visto, esto quiere decir que puedo ver el rostro de tus dos padres y Mirella, ¡solo porque ellos tocaron tu cabello rojo! ¡Adiós!"
Sin dejarme despedirme, automáticamente aparecí acostado con la cabeza sobre la almohada improvisada.
"¡Wow! Hay que tener mucha imaginación para crear algo así, ¿yo también puedo tener una?"
"¿Huh? ¿Te sientes bien, Luciano? Cambiaste la cara de repente".
La idea de que ella fuera creación directa de Sariah seguía rondando en mi cabeza. No lo había asimilado del todo, pero no tenía que empezar a darle vueltas al asunto.
¡Mis dedos!
Me levanté rápidamente para ver si no estaban mis uñas del pie izquierdo, y definitivamente solo tengo las del derecho.
"Este... es que justo me acordé del pacto y me dio un poco de miedo", reí tontamente, intentando cambiar el ambiente. Realmente no estaba de humor, pero había que seguir.
"¡No te preocupes, Luciano! Todo va a salir bien y vamos a ser amigos para siempre".
Mierda, acá vamos de nuevo...