Pasaron unos diez días desde que empezamos a comer en la nueva mesa, usando los platos que Mirella comenzó a hacer y los demás la siguieron.
Por mi parte, me dediqué a fabricar los cuchillos y tenedores usando piedra y madera para los mangos. Aparte de eso, hice algunas estanterías para almacenar dichos platos junto a los cubiertos. También hice algunas para mi habitación y la de los demás.
Con todas las salas casi finalizadas, la única que quedaba era el baño... Justo en este momento me encuentro unos dos metros bajo tierra en la parte exterior de la casa para intentar crear una cámara séptica de piedra, que se conectará a un pozo entubado que llegará hasta una capa de arena.
Bajo mis pies tenía un montón de piedras que fuimos tirando al hueco que yo mismo hice, el cual tiene aproximadamente un metro de diámetro.
Así que ahora tengo que moldear esta piedra y convertir esto en una especie de tanque que retenga los sólidos y elimine lo líquido por un tubo.
Me gusta trabajar de forma práctica, crear algo con mis manos, ver cómo el mundo que tengo en mente toma forma poco a poco. Esta tarea en particular no era nada glamorosa, pero era necesaria. No podía vivir con el riesgo de que la higiene de todos se convirtiera en un problema a largo plazo.
Comencé a moldear la piedra con movimientos precisos. Era fascinante ver cómo los fragmentos se soldaban entre sí, como si fueran piezas de arcilla húmeda bajo mis órdenes. Las paredes del tanque tomaban forma, una estructura cilíndrica con una base recta y más gruesa para resistir la presión.
En cuestión de segundos, la mayor parte de la cámara estaba completa. Me detuve un momento, revisando cada centímetro de mi creación. La superficie interna era suave, sin imperfecciones. Sabía que, con el tiempo, tendría que pensar en cómo mantener este sistema, pero por ahora, había hecho un buen trabajo.
El calor del trabajo en este espacio cerrado empezaba a pasarme factura, así que me apoyé en la pared de piedra para tomar un respiro.
Al mirar hacia arriba, vi a mis padres observar desde el borde del hueco.
"Hijo, ¿estás bien?" Preguntó Rundia cuando nuestras miradas se encontraron.
"Sí, pero les había dicho que no se pusieran al borde, es peligroso".
"Solo queríamos ver si estaba saliendo todo bien", agregó Rin.
Alivié mi mirada al escuchar sus voces de preocupación.
"Bueno, ¿entonces por qué mejor no me traen la escalera para salir de acá?"
"Es esa cosa que hiciste para subir al techo, ¿no?" Respondió Rin.
"Sí, esa misma".
Antes de ayer tuve la necesidad de limpiar un poco el polvo de la canaleta que había creado para el agua de lluvia, la cual llenaba un fuentón cerrado que era lo suficientemente grande como para acumular casi mil litros. Esta estaba ubicada contra el lado exterior de la esquina que se formaba entre la sala principal y parte del pasillo.
Mientras esperaba, me apoyé en lo que recién había moldeado, observando a Rundia y el cielo azul enmarcado por los bordes del pozo. Las nubes se deslizaban con lentitud, como si el tiempo no tuviera prisa en este rincón del mundo.
"¡Aquí está!"
Vi que de pronto él deslizaba la escalera hacia abajo. Yo la tomé y empecé a subir.
Una vez ya arriba, tomé varias piedras que había preparado, las uní y comencé a sellar la cámara séptica. Cada pieza encajaba perfectamente, gracias a la magia, hasta que quedó completamente cerrada. Sólo una abertura sobresalía hacia arriba, pidiendo a gritos que le pusiera una tapa, pero todavía no le iba a dar el gusto.
El siguiente paso era sencillo: unir un tubo al 'inodoro'. No era más que un hueco en el suelo de una de las habitaciones que habíamos destinado como baño. Sin embargo, ya le había hecho una especie de tubo, que fue creado a partir de comprimir los materiales hacia los costados, que tenía una ligera inclinación que aseguraba que todo fluyera correctamente hacia el tanque. Era primitivo, pero se suponía que también funcional.
Entonces comencé a quitar con mis manos la arena que estaba por donde iba a ir la unión.
"Ayúdenme con esto", dije mientras echaba arena hacia los costados.
"Necesito liberar el camino hacia el baño".
De inmediato mis padres entendieron el pedido y se pusieron a excavar con sus propias manos.
Mientras trabajábamos, las gemelas aparecieron rodeando la casa; tenían entre sus brazos un montón de rocas de diferentes tamaños.
"Trajimos lo que nos pediste, Luciano", dijo Suminia.
"¿Con esto te alcanza?" Preguntó Samira y dejó caer las piedras sobre la arena.
Me detuve un momento y vi que ya era momento de usar mi magia para despejar mejor el camino.
"Esperen un momento que terminamos y les aviso".
"Está bien", respondió Samira.
Mis manos todavía estaban cubiertas de arena húmeda, pero eso no importaba; lo único en lo que pensaba era en terminar esta parte del trabajo de una vez. Extendí las palmas hacia el suelo, concentrándome en las partículas mágicas que flotaban a mi alrededor. Sentí cómo obedecían mi voluntad, moviendo la arena y tierra con precisión.
El suelo comenzó a moldearse, compactándose hacia los costados y formando una especie de túnel limpio y uniforme. Era un espectáculo simple, pero hipnotizante, incluso para mí. Apenas avancé unos centímetros con el túnel cuando escuché una risita contenida detrás de mí.
"¡Eso es increíble! ¿Algún día nos vas a enseñar cómo haces para que todo se mueva así?" Preguntó Suminia, acercándose más de la cuenta, con los ojos abiertos de par en par.
"Sí, ¡queremos ver la magia!" Añadió Samira, mirándome de reojo.
"Ya saben, es la magia que siempre uso", respondí de forma vaga, sin girarme, esperando que entendieran que necesitaba espacio para seguir trabajando.
"Pero casi nunca podemos verla... ¡Siempre estamos afuera cazando!" Exclamó Suminia, casi con un tono de queja.
"Si no querías vernos, entonces no nos hubieras pedido un favor", agregó y se dio media vuelta para irse.
Le agarré rápidamente la mano.
"No, Sumi...No es que esté molesto con ustedes, sino que estoy un poco apurado porque quiero terminar esto hoy y no sé cuánto tiempo me va a llevar".
Esbocé una sonrisa compradora.
"Les agradezco mucho por ayudarme".
Ella me miró por un instante y se zafó rápidamente de mi agarre.
"Ay, ya... Solo iremos a buscar más piedras".
Con esas palabras, se fue de la mano con su hermana y me dejaron seguir trabajando.
A pesar de eso, no pude evitar esbozar una sonrisa mientras terminaba de abrir el camino por debajo del suelo de la casa. Suminia siempre tenía esa mezcla de dureza y ternura que la hacía tan única en su personalidad, mientras que Samira parecía el equilibrio perfecto entre curiosidad y dulzura. Ambas aportaban algo peculiar al grupo, incluso si a veces sus energías eran difíciles de manejar.
Por un momento me puse a pensar si en un futuro podríamos construir caminos hacia las demás cuevas o casas, como los gnomos lo hacen por debajo de la tierra.
Al salir de debajo del suelo de la casa, Rin se acercó.
"¿Ya terminaste?"
"Sí, falta que echemos las piedras dentro, así puedo formar el tubo".
"Así que... tuvo".
"Sí, tubo".
Él se miró con su mujer.
"¿Quién tuvo qué?"
"No, no. Es lo que estoy por construir".
"Entonces... ¿tuvo qué?"
"¿Tubo qué?"
Rin parecía estar perdiendo el hilo por completo. Se miró la mano y luego a Rundia, como si buscara alguna validación externa, pero no la encontró.
"Bueno, eso es lo que te estoy preguntando, Luciano. ¿Quién tuvo qué?"
Ah, parece que hubo una confusión entre las dos palabras.
"No, papá. Lo que estoy haciendo se llama tubo. Sé que suena igual que cuando alguien tiene algo, pero es algo que se construye para que pase el líquido y... bueno, otras cosas".
"Amor, creo que Luciano ya había dicho que para eso servía el baño, para no hacer todo por cualquier lado".
"¡Exacto, mamá! No somos animales como para ir haciendo nuestras necesidades por cualquier lado, así que ahora lo haremos todo en un solo lugar. Luego el tubo lo transportará hasta esa cosa", señalé la cámara séptica, para no nombrar algo nuevo para ellos, "y se acumulará todo ahí mismo".
"Creo que él salió a ti, Rundia".
"¿Ah, sí? Yo creo que a ninguno de los dos".
Ay, mis padres...
A todo esto, me pregunto cómo le estará yendo a Mirella con el tema del balde, porque me dijo que seguiría con eso y en este momento está allá. Lo que sí no sé es si está sola o acompañada de alguien. No me fijé.
Con la vuelta de las gemelas, usé magia para moldear todas esas piedras y el tubo terminó tomando forma, primero cayendo con pendiente desde el agujero en el baño hasta la parte superior de la cámara séptica. Tapamos toda la parte que iba sobre el tubo y empecé a excavar del otro lado, donde iría el tubo que conectaría con el pozo entubado, aquel que serviría para drenar los líquidos hasta una capa de arena.
Empecé a doblar bastante hacia la izquierda, mirándolo desde la perspectiva de la casa, porque me estaba acercando demasiado a la costa y no quería tener problemas con la humedad o algo así.
Me levanté y pasé al lado de los demás, en dirección a la entrada de la casa.
"Ya vengo... Necesito que busquen algunas piedras, si es posible".
"Está bien, hijo. Ya vamos", respondió Rundia y los demás asintieron.
Me acerqué al balde, que estaba a la izquierda de la puerta principal, y metí las manos dentro del agua mágica.
No pasaron ni tres segundos para que las partículas avanzaran a toda velocidad hacia mí hasta que llegaron a ese límite imaginario, como si estuvieran desesperadas por ser utilizadas.
"¿Será que me aman?" Murmuré mientras sacudía las manos y me daba la vuelta.
De pronto vi algo volando a gran velocidad hacia mí; era Mirella.
"¡Luciano! ¡Luciano!"
Antes de que impactara contra mi cabeza, logré tomarla entre mis manos.
"¿Qué pasa que estás gritando?"
Cuando logró acomodarse sobre las palmas de mis manos, pude ver sus ojos llorosos y sentir su respiración agitada.
"¡L-Luciano! ¡Hice algo horrible!"
Mirella estaba temblando. Su pequeño cuerpo parecía vibrar en mis manos, y aunque intentaba hablar, sus palabras salían atropelladas y mezcladas con sollozos. Sus ojos verdes brillaban como si las lágrimas quisieran escaparse, pero no se decidieran del todo.
No me dejó tiempo a responder que volvió a hablar en voz alta.
“¡No quería hacerlo, pero... pero lo hice, Luciano!”
Se llevó las manos diminutas al rostro.
"Tranquila, Mirella. Respirá. ¿Qué pasó?"
Traté de mantener la calma, pero verla en ese estado me ponía tenso. Noté cómo sus hombros se sacudían con cada respiración pesada y cómo sus ojos evitaban los míos. Era raro verla tan alterada; normalmente tenía una actitud alegre e intrépida.
Ella intentó hablar de nuevo, pero lo único que salió fue un gemido angustiado. Sus ojos se movieron rápidamente hacia varias direcciones, pero finalmente su mirada se fijó en un punto al azar.
"¡Hey, Mirella!" Dije alzando la voz y tocando su frente con un dedo.
"Mirame, Mirella. Decime qué es lo que te pasó para que te pusieras así".
Sus ojos se encontraron con los míos.
"Yo... fui más allá del arroyo”, confesó en un hilo de voz. Las palabras salieron como si le quemaran la garganta.
“Dijimos que lo haríamos juntos, Luciano, pero no pude esperar. ¡No pude! Solo... quería explorar un poco más. Pero ahora siento que traicioné tu confianza. ¡Lo siento mucho!”
Su pedido de disculpas descontrolado no terminó ahí.
“¡Rompí otra promesa de nuevo! ¡Soy una mala compañera, una mala amiga!”
Se agarró a uno de mis dedos con sus manitas, aferrándose como si fuera a caerse al vacío.
En ese momento, escuché el sonido de pasos aproximándose desde la arena y, al girar la cabeza hacia un costado, vi a mi madre, Rundia, seguida por Rin y las gemelas. Tarún y Anya vinieron desde la entrada de la casa, con expresiones de alarma. Parecía que los gritos de Mirella habían reunido a todo el grupo.
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“¿Qué pasa?” Preguntó Rundia con el ceño fruncido, mirando primero a mí y luego a Mirella. Rin cruzó los brazos, claramente preocupado, mientras Anya se acercó a ver la situación sin decir nada.
“¿Estás bien, Mirella?” Preguntó Tarún con inocencia.
“Sí, sí”, respondí antes de que Mirella pudiera lanzar otro grito desesperado.
“Mirella está algo... alterada, pero no es nada grave. Es solo que hizo algo que íbamos a hacer juntos, nada más”.
Hubo un momento de silencio incómodo. Samira y Suminia intercambiaron miradas confusas, mientras que Anya parecía no saber si debía intervenir o quedarse callado.
"Fíjense si pueden conseguir las piedras para terminar los tubos", dije, mirando a los demás. También a Anya.
"¿Necesitas ayuda?" Preguntó ella.
"Sí, estamos terminando el baño", respondí mientras sentí mi mano ser golpeada por las alas; parecía que Mirella quería decirme algo.
"Anya, ven con nosotros si quieres ayudar", dijo Rundia, llamándola con un gesto con la mano.
"Está bien", respondió y se inclinó hacia Tarún, que todavía miraba preocupado a Mirella.
"Hijo, ¿quieres que ayudemos a Luciano?"
"Sí, pero... También quiero que Mirella se ponga contenta".
"¿Viste lo que dijo Tarún, Mirella?" Dije con una sonrisa mientras le hacía un poco de cosquillas en su pancita.
"Todos queremos que estés bien. ¿Por qué no les decís que ya pasó todo y seguimos adelante? Al fin y al cabo, no es para tanto".
Ella me miró con esos ojitos verdes tan llenos de culpa y poco a poco su expresión comenzó a suavizarse. Sus manitas soltaron mi dedo y, con un suspiro profundo, se acomodó mejor sobre mis palmas, dejando caer los hombros como si estuviera descargando un peso enorme.
Nunca pensé que sucedería esto, pero sostener su peso por bastante tiempo me estaba haciendo tensionar los músculos del brazo. Ese es otro síntoma más de que, efectivamente, Mirella sigue creciendo.
"Está bien", murmuró al principio, pero luego levantó la voz, volviéndose hacia los demás.
"¡Estoy bien! Perdón si los asusté. Es que... soy un poco dramática, ¿no?" Intentó forzar una risita, aunque todavía se notaba cierta tensión en su tono.
"¡Sí!"
Tarún se acercó y le dio unos golpecitos en su cabeza.
"¿Entonces ya estás contenta?"
Ella voló hacia su hombro y le revolvió el cabello con ambas manos, haciéndolo reír.
"¡Claro que sí! No te preocupes por mí, amigo".
Me encanta que Mirella valore tanto sus amistades. Para ella, sus relaciones se basan en ser amigos o no.
Al final, los siete se fueron con tres bolsones bajo la atenta mirada de mi mamá desde la ventana frontal de la casa.
Entré a ver qué contaba y también para buscar a Aya.
"Che, mami, ¿viste a Aya?"
"Shhhh..." Susurró, tironeándome del brazo para que me pusiera a su altura.
"Ella está en medio del pasillo. Está meditando... o algo así".
"A ver..."
Avancé hasta la puerta y la abrí, viendo a la señorita de cinco colas sentada sobre el suelo con las piernas cruzadas y los ojos cerrados.
"Hola, Aya".
No hubo respuesta.
Aya estaba inmóvil como una estatua en el centro del pasillo. Parecía una figura sacada de una pintura antigua, intocable e inalcanzable.
"Hola, Aya", repetí, un poco más fuerte esta vez, pero sin dejar de acercarme lentamente.
Nada. Ni un parpadeo, ni un movimiento de orejas. Nada de nada.
Me crucé de brazos, inclinando la cabeza hacia un lado. ¿En serio me está ignorando? Podía entender que estuviera concentrada, pero... bueno, esto ya parecía exagerado.
¿Qué estará tramando ahora? ¿Y por qué tiene que parecer tan seria y misteriosa? No pude evitar que una sonrisa traviesa se me dibujara en el rostro.
"Ayaaa..." Alargué su nombre, poniéndome a su altura y chasqueando los dedos frente a su cara.
"¿Qué pasa? ¿Te quedaste dormida con los ojos cerrados? Si querés, podemos empezar a hacer almohadas y traerte una para que estés más cómoda".
Lucía se acercó y me miró mientras le quitaba las ojotas a Aya.
"¡Cuchi, cuchi, cuchi!" Dijo con una voz tonta mientras le intentaba hacer cosquillas.
El silencio era absoluto.
"Ah, ya sé", murmuré para mí mismo mientras me rascaba la barbilla con dramatismo.
"Debe estar practicando cómo hacerse la interesante. Apuesto a que está pensando algo como: 'Oh, miren todos qué elegante soy, meditando como si estuviera en otro plano de existencia'. Bah, no me impresiona".
De pronto vi que una de sus partículas mágicas desapareció.
Me arrodillé frente a ella, apoyando los codos en mis rodillas y mirándola fijamente, esperando cualquier señal de reacción.
"Aya, si estás intentando activar una barrera mágica, por lo menos hacé que brille o algo, ¿no? Así los demás pueden saber que estás haciendo algo. Porque ahora parece más que estás intentando inventar una excusa para no ayudar con las piedras".
Sus colas se movían de un lado a otro, golpeándome suavemente a la pasada.
Entonces me quedé sentado apoyando la cabeza sobre su hombro. Lucía también acompañó el movimiento, solo que parecía estar más apoyada sobre uno de sus pechos que otra cosa.
"Seguro que estás escuchando algo, ¿no es así?"
Ella me respondió poniendo su dedo índice en frente de sus labios.
Mmm... Me pregunto hasta dónde puede llegar a escalar esa habilidad especial de mi mamá. No vaya a ser cosa que las partículas mágicas puedan decirle más de lo que uno querría que supiera. Para eso ya tengo a Sariah escuchando todos mis pensamientos.
De paso aprovecho para saludarla...
No pasó mucho tiempo hasta que Aya despertó.
"Lo siento, chicos, estaba creando esa nueva barrera que va alrededor de nuestra casa".
"La verdad es que sos increíble, Aya. No sé qué haríamos sin vos".
"¿Ah, sí?" Respondió con una sonrisa que parecía algo rara.
De pronto, sentí cinco garras clavarse a un costado de mi torso.
"Yo también pienso que eres muy inteligente, Luciano", agregó con los dientes apretados.
¡Ah, perfecto! Ahora todo tenía sentido. El tono extrañamente dulce, la sonrisa rígida y esas garras que se clavaban con una mezcla impecable de precisión y maldad. Aya había escuchado todo.
"¡Ah! Pero si lo dije de corazón, ¿eh?" Solté con una risa nerviosa, levantando las manos en señal de rendición.
Mientras tanto, mi mente iba a mil. Esta mujer podía estar en pleno trance meditativo, con cinco colas moviéndose como si fuera un ventilador y aún así escucharme burlándome de ella. Definitivamente peligrosa.
A pesar de todo, no podría imaginarme este lugar sin ella.
Esperé afuera a los demás, intentando divisar la famosa barrera mágica, pero parecía ser invisible.
¡Claro! Si la pudiéramos ver, nadie podría pasar, ¿no? Hasta ahora siempre funcionó así.
Entonces ahora tiene cuatro barreras activas... Tres en la cueva y una acá.
Cuando llegaron todos cargando los tres bolsones llenos por la mitad, los puse sobre donde estaba trabajando y comencé a usar magia para descender, compactando constantemente todo el suelo que tenía debajo de mis pies. Era como si estuviera bajando varios pisos por un ascensor.
Todo el procedimiento era improvisado y loco, tanto como yo confiándole mi propio cuerpo a la magia y las partículas mágicas.
Me preocupa qué tan lejos puedo llegar en el futuro para cumplir mis objetivos.
No sé exactamente cuántos metros bajé, pero el aire se empezaba a sentir asfixiante una vez que llegué a una capa de arena que estaba húmeda. Acá es donde los líquidos drenarían mejor.
Por suerte estaba Mirella aferrada a mi brazo para compartirme sus partículas mágicas.
Su cuerpo estaba cubierto de un tenue brillo mágico que hacía que su piel pareciera de porcelana bajo la escasa luz. Sin embargo, su expresión comenzaba a cambiar: su sonrisa habitual desapareció, reemplazada por una mueca de incomodidad.
"Luciano..." Murmuró, pero no era su tono dulce de siempre. Esta vez sonaba casi irritada.
"¿Qué pasa, Mirella?" Pregunté mientras iba sacando las piedras.
"¡Hace un calor terrible aquí abajo! ¿No podés usar tu magia para refrescarnos un poco?"
Me reí por lo bajo, aunque el sudor que empezaba a formarse en mi frente sugería que no estaba tan lejos de la verdad.
"Sabés que mi magia no hace eso. Además, ya falta menos".
Ella me soltó e intentó apantallarse con las manos mientras murmuraba algunas otras quejas hacia el estrecho lugar en el que nos encontrábamos.
Comencé a mover las piedras más grandes con magia, moldeándolas como si fueran plastilina. Las transformé en el cilindro, listas para construir el pozo entubado que había imaginado. Al mismo tiempo, usé la magia para subir lentamente, como si estuviera en una plataforma invisible.
Cerré los ojos porque se me estaba complicando el trabajar en dos lugares a la vez.
"Mirella, te agradezco por siempre estar a mi lado; sos una gran amiga".
Bueno... estaba necesitando que se acercara para que compartiera de sus partículas.
"¿En serio?"
"Sí".
"¡Y yo te quiero mucho!"
Pude sentir que se tiró contra mi brazo, quedándose con todo su cuerpo pegado a él.
Mientras subía, las paredes del pozo comenzaron a tomar forma, tanto en la forma 3D que veía en mi mente como en la vida real. El suelo compactado se volvía más sólido y fui extrayendo roca del terreno circundante para no quedarme sin.
Las partículas mágicas de Mirella seguían fluyendo hacia mí, y agradecí en silencio su paciencia.
"¡Listo!" Exclamé al llegar a la superficie todo transpirado.
"¿Viste que no era para tanto?"
"Yo no diría eso..." Respondió pasando un dedo por mi frente.
"Mira, mentiroso".
Hice una risita mientras me levantaba del suelo. Al frente nuestro estaban los demás, poniendo piedras dentro de la especie de canaleta que, con magia, terminaría siendo el último tubo que uniría la cámara séptica con lo que acabábamos de hacer.
Y entonces me puse a trabajar; fui extendiendo las manos a lo largo del caminito de piedras mientras formaba el tubo de extremo a extremo. Luego hice una especie de canasta que tenía cortes verticales en la parte baja de sus paredes y mini huecos por debajo; eso serviría como filtro para asegurarnos al cien por ciento que no pasara nada sólido que complicara el drenaje de la arena.
Entonces le puse piedritas dentro e hice dos pequeños soportes, por debajo del nivel del tubo entrante, en el pozo entubado y terminé colocando la canasta, la cual sería quitada con algún palo que serviría como gancho.
Finalicé haciendo dos tapas: una para la cámara séptica y la otra para el pozo. Tapamos con tierra y arena los huecos sobrantes y solo quedaron a la vista esas dos tapas, que apenas sobresalían dos o tres centímetros por la arena de la playa.
"¡Vamos!" Festejé con un puño cerrado.
Ahora faltaba probarlo... No voy a entrar en detalles por esa parte, pero la idea es usar un balde externo para tirar agua por el hueco que está en el baño luego de hacer nuestras necesidades.
***
Han pasado tres meses desde que estamos utilizando el nuevo baño y por ahora todo sigue perfecto. Yo, por las dudas, vigilo todos los meses el filtro primitivo que hice, pero todo indica que no va a pasar nada malo.
También le pido a Mirella que alumbre un poco hacia el fondo del pozo entubado y siempre está por la mitad o menos, así que podríamos decir que está funcionando.
Lo bueno es que allí no va nada de pelos o suciedad del cuerpo, sino que solo van nuestras necesidades, nada más. Es por eso que debe estar funcionando bien, porque si tuviéramos un baño moderno donde uno se baña, lava las manos y demás para diez personas, no creo que resistiría.
Como curiosidad, los chicos descubrieron a Fufi, el animal raro que estaba con Anya hace un tiempo, en nuestra anterior cueva. Él ahora vive ahí junto con otro animal de su misma especie. ¿Será su parejita? Yo creo que sí, porque Mirella me trajo un huevo morado que dice que estaba ahí, junto a ellos. Era el mismo huevo que ella misma descubrió sobre un árbol hace mucho tiempo.
Yo pensé que eran mamíferos...
También debo decir que Mirella está creciendo bastante. Diría que ya mide unos treinta centímetros.
Sobre el mismo tema, estuvimos probando que Aya comenzara a tomar agua mágica, pero no parece tener ningún efecto en cuanto a cambios en su físico, y eso que lo hizo por más de un mes.
Ahora me encuentro justo en frente de la nueva casa de Tariq en la playa, la que estuve construyendo durante este tiempo. No fue para nada fácil hacerla a pesar de que es más pequeña que la nuestra, ya que, primero que nada, Anya se negó rotundamente a ayudar. Aparte de eso, solo pude aprovechar la ayuda de los demás en los días que no estaban ocupados saliendo a buscar comida, así que me las tuve que apañar mayoritariamente yo junto a él y su mujer Yume.
Los recursos los saqué de la misma zona de la que quité los árboles para la mía. Es por eso que ahora tengo un gran espacio abierto en el comienzo del bosque al que todavía no le he encontrado utilidad.
Hablando de recursos, creé una caja al lado de la puerta de mi casa para que Tariq dejara su forma de pago: comida. Eso fue lo acordado. Nosotros le construíamos la casa y él nos pagaba con comida, la cual principalmente eran frutas, para que no se echaran a perder, ya que yo pretendía dejar esa comida como reserva, por si sucedía algo.
¿Será esta la primera muestra de capitalismo en este mundo?
"Se ve bonita, ¿no?" Dije, acercándome a Tariq, que estaba frente a la puerta de su casa, tomado de la mano de Yume.
A todo esto, Tariq está re barbudo. Debería preguntarle si no quiere que Rin le explique lo de cortarse con una piedra afilada.
Tariq giró la cabeza hacia mí con una sonrisa de satisfacción. Su mano libre se pasó por el cabello todavía húmedo por el baño que se había dado hace unos minutos.
"Bonita no, Luciano. Es perfecta. No sé cómo agradecerte por esto".
"Bueno, podés empezar dejando frutas en la caja con más regularidad", bromeé, golpeando suavemente la espalda de Tariq.
"Es broma, ya no hace falta que sigas haciendo eso".
"¿Estás seguro?"
"Sí... Además, ya estoy contento con que terminaron el balde de arcilla. Les quedó genial".
"¿Tenemos que seguir trabajando con arcilla? A mí me gusta", dijo Yume.
"Sí, a mí también me gusta. A veces siento como si tuviera su magia entre mis manos", acotó Tariq con una sonrisa que hace rato no le veía hacer.
"Sí, chicos. Hay que seguir trabajando con arcilla, pero... Para Tariq tengo un próximo trabajo que incluye utilizar esa enorme cantidad de enredaderas que me trajo".
"¿Y de qué trata?"
"Vos por ahora disfrutá de tu nueva casa. Yo te voy a avisar cuándo te tenga que enseñar algunas cosas que tengo en mente".
"Supongo que me merezco disfrutar un poco".
Mientras observaba la casa de Tariq y a Kiran probar la puerta principal, no podía evitar pensar en lo que esto representaba. No era solo un refugio; era un paso hacia algo más grande. ¿Civilización, tal vez?
No, otra vez estaba olvidando que no todo podía ser hecho con magia.
Por cierto, su casa tiene dos dormitorios, un baño, un pasillo y la cocina-comedor. Básicamente, es la mía, pero sin las dos habitaciones de los extremos del pasillo. También Mirella me ayudó con la iluminación.
Justo hablando de ella, la estoy viendo venir desde la lejanía.
Mirella venía volando con una gracia que parecía innata en ella, aunque esta vez su movimiento tenía algo distinto. Tal vez era la forma en que la luz del sol jugaba con sus alas translúcidas, o la manera en que su figura se veía... más definida. Cuando se posó frente a mí, alzó la cabeza.
"¡Hola!"
"Hola, Mirella. ¿Querías decirme algo?"
"¡Obvio!"
"A ver..."
"Bueno... tengo una propuesta".
"¿Qué propuesta?" Pregunté, con un leve presentimiento de que esto implicaría algo fuera de lo común.
"¡Vayamos a la otra parte del arroyo! Quiero enseñarte algo que encontré la última vez que estuve allí".
"Ah... Cierto, habíamos quedado en que terminaríamos yendo juntos luego de que me dijiste que fuiste vos sola".
"Bueno, sí..." Respondió, bajando la mirada y haciendo un pequeño hueco en la arena moviendo su pie.
"¡Pero te va a encantar, lo prometo!"
Suspiré, pero no pude evitar sonreír ante su entusiasmo. Antes de que pudiera responder, Mirella ya estaba dirigiéndose hacia donde la familia de Tariq estaba.
Nos despedimos y tomamos el camino hacia nuestra casa a través de la playa.
Fue entonces cuando un pequeño destello cruzó por mi mente.
"¿Y si llevamos a alguien más?" Sugerí, mirando hacia Mirella.
"¡Buena idea! Pero... ¿A quién?"
"Podríamos llevar a Lucía", respondí de repente.
La idea me parecía perfecta. Por un lado, me intrigaba ver si notaba algo especial en toda esa inmensa cantidad de partículas mágicas, ya que ella solo me hablaba sobre las voces en nuestro cuerpo. Por otro lado, me hacía gracia la idea de arrastrarla con nosotros.
"¡Entonces la llevaremos con nosotros!"
Mirella y yo nos acercamos sigilosamente, rodeando la casa. La ventana solo tenía dos barrotes en vertical y dos en horizontal, lo que facilitaba el plan.
"¿Lista?" Susurré a Mirella.
"Más que lista", respondió, flotando hasta el marco de la ventana.
Desde mi posición, veía a Lucía mirar atentamente las estanterías de su habitación, creo que antes me dijo algo sobre empezar a hacer decoraciones usando arcilla. También estaba Rundia acostada en su cama, pero parecía dormida.
"¡Psss! ¡Psss!"
Ella se giró al escucharme y nos miró mientras se acercaba a la ventana.
"¿Qué pasa?" Preguntó con mi mismo tono de voz.
Rápidamente la tomé por debajo de las axilas y me la llevé por la ventana.
"¡Esto es un secuestro!" Grité y salí corriendo, cargándola en mis brazos.
"¡Ay, qué tonto es mi hermano mayor!"
Mirella lanzó una risita un tanto contenida y empezó a dirigir el camino.
Cuando llegamos a un par de metros dentro del bosque, la bajé y caminamos tomados de las manos.
"¿A dónde vamos?"
"¡Vamos a seguir por el otro lado del arroyo!" Respondió Mirella a los gritos.
"P-Pero soy tan solo una niña..." Dijo, fingiendo que se secaba una lágrima imaginaria.
"¡Nosotros te protegeremos!"
¿En serio le creyó?
"Che, Mirella. Te tengo que contar un secreto. ¿Me prometés que no se lo vas a contar a nadie? Esta vez es en serio... No podés romper esta promesa".
Ella se detuvo justo en frente de mi cara, frenándome el paso.
"¡Claro que voy a cumplir!"
Apretó los puños. Su expresión era tan seria que casi parecía una niña pequeña tratando de imitar a un adulto.
Bajé la voz, asegurándome de que solo Mirella y Lucía pudieran oírme.
"Lucía puede escuchar las partículas mágicas".